—Con que Chris vendrá a cenar como cita de mi hijo, eh.

—¡Papá! —dije timido y golpeé levemente su hombro—. Está todo, ¿No? El florero, la mesa ya colocada, lo-

—Tranquilo, amor. Todo está listo —dijo mamá posando sus manos en mis hombros y dejó un beso en mi mejilla.

—¿Estoy bien vestido así? —enseñé.

—Le va a encantar —susurró.

El timbre sonó y fui hasta la puerta. Abrí con el corazón latiendo a mil por hora.

—Hola, Chris.

—Hola, pequeño Erick —saludó—. Estás... muy hermoso —halagó mirando mi ropa—. Todo un niño bonito.

—Voy a cumplir dieciocho en tres meses, niño.

—Y yo veinte en un mes.

—Lo sé. Ven, pasa. Siéntate donde quieras.

—¿Dónde te sentarás tú?

—Eh, no lo sé, ahí —apunté.

—Entonces me sentaré a tu lado.

—S-Sí.

Mi nerviosismo era grande y notorio, obviamente se daría cuenta.

—Tranquilo, pequeño Erick —dijo suave y con un tono dulce que me daba la sensación de que no sólo esto iba a salir bien, sino, todo lo que haga—. Estás bellísimo y seguro todo lo estará. Brillas de lo tan bonito que eres, pequeño —dejó un rápido besito en mi mejilla. Se alejó velozmente y se sentó. Lo miré aún parado, completamente atónico ante su reciente acto. Él me sonreía con sus mejillas rojas igual o más que las mías, que hervían casi a punto de volverse vapor.

—Erick, ven a ayudarme con esto —dijo mamá desde la cocina.

—S-Seguro —quité mi mirada de Chris y corrí hasta mamá.

Chris me veía con sus ojitos brillando y yo sentía que mis ojos lo veían igual porque reflejaban su brillo.

La cena estuvo bien dentro de todo, hubieron charlas cómodas y risitas de por medio.

En un momento, Chris buscó mi mano más cercana a él y la tomó dejando una pequeña caricia y a su vez, me susurró "¿Ves? Todo está saliendo bien, tontito". Yo sólo me giré a verlo y él me hizo su expresión, dándome la certeza de que con cada segundo brillaba más.