15
Después de todo un día trabajando, todos se fueron, menos la familia que me acogió que se quedaron esperando al padre para que terminara con algunas cosas pendientes. Como nosotras habíamos acabado con todo, dije que me iba a dar una vuelta, a lo que la madre de Adelaide y la ya nombrada asintieron y me recordaron que para las once de la noche estuviera en la puerta de palacio para irnos.
En cuanto salí de la cocina de palacio, me dirigí hacia el jardín trasero hasta llegar al cobertizo en el que quedé con Helmut. No dudé en ningún segundo en entrar. Cuando entré, Helmut ya había acomodado todo para podernos sentar gracias a una manta que cubría el suelo para podernos sentar. En cuanto sus ojos hicieron contacto con los míos, sonrió, se levantó y fue directo hacia mí para cogerme de la mano y guiarme hacia la manta para sentarnos.
— ¿Qué era aquello que tenías que contarme? — pregunté ansiosa por saberlo.
— ¿Ni un "hola", ni un "buenas noches"? — preguntó haciéndose el dolido.
— Me has tenido en ascuas desde que me dijiste que tenías que contarme algo, ¿qué quieres que diga cuando te vea?
— No sé, ¿qué tal un "Helmut, mi amor, te deseo buenas noches"? Eso para empezar — dijo bromeando.
— ¿Mi amor? — me acerqué al él.
— ¿Acaso no quieres decírmelo? — dijo él acortando los centímetros que impedían cogernos de la mano estando el uno frente al otro.
— No hemos oficializado nada como para llamarte de esa manera — contesté mientras miraba mis manos que encajaban perfectamente con las suyas.
— Pues oficialicemos lo nuestro ya. Quiero ser tuyo al igual que quiero que seas mía — dijo llevando su mano derecha hacia mi rostro para acariciármelo.
— ¿Ya es oficial? — pregunté mientras me perdía en sus caricias.
— Sólo si tú quieres.
— Quiero, lo deseo — dije mientras llevé mi mano hacia la suya para retirarla de mi rostro —. Pero dime aquello que me tenías que contar.
— Ah, sí — me cogió de las manos de nuevo y me empezó a mirar a los ojos —. He tenido una reunión con tu padre y me ha dicho que mis productos se empezarán a comercializar en Francia — me contó con mucha ilusión.
— Helmut, ¡eso es maravilloso! — exclamé con felicidad para luego inclinarme para darle instintivamente un breve beso en sus labios carnosos para luego irme a mi sitio.
Sin embargo, él se inclinó hacia mí y me dio un beso mucho más largo en mis labios. Cuando nos despegamos con nuestras respiraciones agitadas, vi en sus ojos mucho deseo ya que sus ojos azules claros se oscurecieron. Yo también lo deseaba, y creía que esta situación era la idónea para entregarme a él. Lo que quería desde el primer día que lo vi, sentí una conexión instantánea. ¿Cómo lo supe? Simplemente se sabe cuándo tu cuerpo habla y llega a decir mucho más que las propias palabras. Él era el indicado, lo sentía.
— Quiero celebrarlo contigo, Helmut — dije mientras mis manos se enredaban en su pelo —. Quiero entregarme a ti.
— No creo que sea buena idea hacerlo con la hija del que será mi jefe — dijo lleno de dudas mientras se perdía con el tacto de mis dedos en su pelo.
— Yo ya no soy su hija. Lo soy biológicamente, pero en los papeles ya no — dije con mi voz agitada por el deseo y mientras rozaba mi nariz con la suya.
— Lo sé, pero...
— Deja de pensar, elimina la razón y entreguémonos al deseo que ambos sentimos.
Y de repente nuestros labios colisionaron, primero moviéndose lentos, saboreándonos poco a poco y sin prisa. Luego, el ritmo se aceleró hasta quedar tumbada contra el suelo frio y él encima de mí, besándonos, amándonos, entregándonos al deseo que sentíamos desde el primer momento que compartimos juntos. Él iba besando mi piel por donde la ropa dejaba algún resquicio de piel desnudo para que sus labios se pudieran posicionar. Después de llevarnos por la pasión y el deseo, mis ojos se abrieron solos y cada beso que Helmut dejaba por mi piel seguían siendo dulces y embaucadores, pero mi razón apareció haciendo que dejara de disfrutar de aquel momento.
— Helmut — le llamé para intentar pasarlo, a lo que solo escuché un murmullo como contestación —. ¿Puedes parar? — pregunté mientras con mis manos intentaba pararlo, lo cual hizo que él parara.
— ¿Pasa algo? — preguntó Helmut mientras seguía encima de mí.
— Sí... bueno no. Es que me parece muy apresurado — contesté llena de vergüenza.
Mis palabras ocasionaron que Helmut sonriera de lado mientras se quitaba cuidadosamente de encima de mí. Me sentí un poco mal porque fui yo la que se lo sugirió, pero la razón ganó a la pasión y sentía que todavía no era el momento, pero sí sentía que era la persona indicada.
— Helmut — llamé su atención para que me miraba mientras me levantaba del suelo —, lo siento — me arrepentí apenada.
Helmut me miró con una sonrisa al oír que le estaba pidiendo perdón. Sin que yo lo esperara, se acercó a mí dándome un beso envolvente, pero al mismo tiempo delicado. Con ese beso me estaba diciendo que no había nada que perdonar y que no tenía que sentirme mal. Al instante, me tranquilicé y mis gestos se fueron relajando.
— Sabes que no tengo nada de lo que perdonarte — dijo cuando sus labios se separaron de los míos quedándose cerca, tan cerca que nuestros labios se podían tocar si quisiéramos —. Nunca te voy a obligar a nada de lo que no estés segura, no es mi estilo. No me gusta.
— Lo sé, pero me siento un poco mal ya que yo te lo propuse.
— ¿Y qué? — preguntó dándome un beso fugaz en mis labios —. Eso no significa que tengas que ir con ello hasta el final aun cambiando de opinión.
— Entonces, ¿no hay enfados ni mal estar? — pregunté mientras retrocedía mi cabeza para verlo a los ojos.
— Nunca me enfadaría por eso. No sé con qué clase de hombres te has rodeado, pero nunca te haría daño ni obligarte a nada que no quieras o sientas en el momento — dijo serio mirándome fijamente a los ojos.
No me había involucrado nunca con ningún hombre amorosamente, pero sí me rodeé de ellos las veces que mi padre propuso mi mano a diferentes hombres para conseguir cualquier tipo de alianzas entre países. Nunca acepté ninguno de ellos porque a mí no me importaba ningún tipo de alianzas, simplemente me importaba que sintiera algo por la persona con la que estaba destinada a casarme teniendo el título de princesa de Francia. En ese sentido siempre he tenido presente y en cuenta las palabras que mi madre siempre me decía: "Vales más que cualquier hombre con el que tu padre quiera casarte creyendo que será lo mejor tanto para la corona como para el país. Cásate con quién sientas más, con el que haga saltar tu corazón de felicidad cuando lo veas, que te trate como una auténtica princesa". Valía más que todos aquellos príncipes y Helmut valía más que todos aquellos hombres, él nunca me haría daño ni obligarme a nada que no quiera o sienta y eso me emocionó tanto que algunas lágrimas tontas empezaron a salir de mis ojos y, sin pensarlo, abracé a Helmut. Lo abracé porque por primera vez me sentía valorada por un hombre, no como princesa, sino como mujer. Alguien tenía en cuenta mis sentimientos y valores, alguien por primera vez me quería por la persona que soy y conforma este cuerpo, no por mi título ni alianzas.
— Helmut — me separé de su abrazo que fue correspondido, podía ver en sus ojos preocupación por esa extraña e inesperada reacción —, te quiero.
Al oír esas dos palabras tan significativas para mí, él posó sus manos a cada lado de mi rostro. Con los dedos pulgares de cada mano, me acariciaba las mejillas con sumo cuidado y, en vez de darme un beso en los labios como bien estaba esperando, me dio un beso en la cabeza, siguiendo por la nariz y justamente acabando en mis labios. Cuando despegó sus labios de los míos, yo no pude más que sonreír por lo que acababa de hacer.
— ¿Acabas de hacer el ritual de conexión emocional? — pregunté mientras mi sonrisa iba incrementando por segundos.
— Algo así, un poco mal hecho porque no hay nada como velas o piedras preciosas para hacer el ritual, pero sí, he intentado hacerlo — dice sonriendo de lado al darse cuenta de que no había nada para potenciarlo.
— No pasa nada — dije soltando una risita —, la intención y lo que me has querido decir con esto es lo que cuenta. Además, la magia está dentro de nosotros, por lo que no importa si hay o no elementos potenciadores.
No podía dejar de ver la sonrisa que Helmut tenía en sus labios ni la manera tan cálida de mirarme. Aunque él no me había dicho aquellas dos palabras, sí me lo ha dejado claro a través de aquel ritual, su mirada y sus besos. Esta situación estaba derritiendo mi corazón, tanto que solo quería quedarme aquí con él, hablando, besándonos, mirándonos. Sin embargo, mi mente me dio un golpe de realidad al recordarme que tenía que ir cuanto antes a la puerta de palacio para así irme con mi familia adoptiva.
— Helmut, he de irme — dije mientras me ponía de pie para irme a la puerta de palacio.
— Déjame que te acompañe.
— No, no sería bueno que nos vieran juntos por el trato aprobado con mi padre.
— No puede hacerme nada, ya no eres su hija.
— En los papeles, pero sigo siendo su hija de sangre. Créeme, las paredes de este palacio tienen ojos y orejas y no quiero que salgas perjudicado, no cuando tienes un futuro brillante como comerciante en este país.
Él lo entendió, aunque parecía disgustado con esto, aún sin ser en papeles la hija del rey de este país, tengo que esconderme como si lo fuera para que Helmut no salga perjudicado, ya que yo no puedo salir más perjudicada. Fue entonces que con un beso nos despedimos y, con la esperanza de no ser vistos, abrí la puerta del cobertizo lo suficiente para que mi cabeza pudiera salir y ver si alguien estuviera por los jardines. Cuando vi que no había ningún alma alrededor, salí del cobertizo para ir corriendo hacia la gran puerta. Por la posición que tenía la luna, ya eran más de las once, y sólo pensaba en la posibilidad de que me estuvieran esperando.
En cuanto llegué, divisé sus cuerpos por una llamita pequeña que salía de un candil. A lo que el alivio se apoderó de mí, ya que el camino del pueblo y el pueblo en sí era peligroso que las personas caminaran por la cantidad de delincuentes que salían por las noches. Era peligroso caminar por ahí para un hombre, para una mujer lo era más.
— Ah, ahí estás — dijo el padre de la familia cuando me vio —. ¿Se puede saber dónde te has metido?
— Lo siento — me disculpé bajando la mirada ya que sabía que estaba muy mal hecho por mi parte.
— No te preocupes, Brigitte. Vamos cuanto antes a casa, las noches son muy oscuras y peligrosas — dijo la madre de Adelaide quitando hierro al asunto.
Todos coincidimos en aquel apunte y emprendimos nuestro viaje hacia el pueblo. Aquella noche, tumbada en la cama improvisada que habían preparado para mí junto a la cama de Adelaide, no pude dejar de pensar en lo que viví con Helmut, sonriendo como una tonta queriendo repetir aquella escena una y otra vez.
— Sé que estuviste con un chico — dijo Adelaide en la oscuridad de la habitación.
— No — negué con la voz un poco agitada ya que mentir no era mi fuerte.
— Vi cómo entrabas en el cobertizo del jardín. Por el hueco de la llave vi que estabas con aquel chico rubio alemán. Os estabais besando.
— Adelaide — me incorporé de la cama para poder verle, algo que no resultó por la oscuridad del aposento —, no digas eso a nadie, por favor.
— Tranquila, no se lo diré a nadie, ese secreto está a salvo conmigo. Sin embargo, no entiendo porqué os escondéis dado tu situación.
— Sabes que mi padre mataría a Helmut si se enterara que queda a escondidas con su hija y se besan. Sé que en papeles ya no es mi padre, pero estoy segura que si lo supiera exiliaría a Helmut. La sangre puede más que una burocracia.
— Te entiendo.
— Pues yo no le entiendo. No entiendo que no me quiera tener como hija, pero que me ate a estar vigilada en el Palacio. No entiendo a las torturas que me sometió, para dejarme abandonada a mi suerte.
— La señora no es trigo limpio — me dijo Adelaide en un hilo de voz por el sueño —. La señora te quiere muerta, lo oí cuando le estaba sirviendo la merienda mientras hablaba con unos señores vestidos con unas túnicas blancas con un emblema bordado en ellas. Les decía a esos señores que eres una bruja — su voz se iba apagando por el sueño.
— ¿De qué más hablaron?
Sin embargo, Adelaide no pudo responderme ya quecalló de lleno entre los brazos de Morfeo, algo que no puedo reprocharle ya quefue un día bastante duro y ajetreado. No obstante, no puedo dormir por lo que Adelaideme acababa de decir. Eso significaba que Bérénice quería matarme y lo estaballevando a cabo ya que esos hombres con aquellas túnicas encajabanperfectamente con los miembros de la tan amada y, al mismo tiempo, temidaInquisición. ¿Mi padre sabría los planes de su malvada mujer? Era una cosa quetenía que averiguar cuanto antes.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro