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- Es inaceptable lo que me acaba de ocurrir - comentó Berenice mientras pasaba a mi despacho.
- ¿Qué acaba de pasar? - pregunté sin quitar la mirada de los papeles que estaba revisando. Un segundo tardó los guardias que estaban vigilando la puerta en cerrarla.
- Tu hija Brigitte acaba de amenazarme - soltó con un tono de voz bastante angustiado.
Al oír el nombre de mi hija, mi mirada se alzó para encontrar a Berenice al lado de la ventana agitada ya que su tórax se movía de forma frenética, como si le costara recuperar la respiración. En su rostro veía preocupación por aquella supuesta amenaza, pero también veía algo que no se puede ocultar: la mentira en sus palabras. Pues conocía a mi hija como la palma de mi mano y sabía que Brigitte nunca amenazaría... a no ser que no se la deje en paz.
Al ver que no era nada importante, bajé mi mirada hacia los documentos que minutos antes estaba revisando. Al parecer, aquel gesto no le gustó a mi actual esposa ya que empezó a hablar como una desquiciada.
- Yo también me sorprendí mucho al verla, creía que la habías echado de palacio tal y como me contaste anoche. En cuanto la vi, quise ayudarla para que saliera ya que pensaba que había vuelto y desobedecido tu norma, pero luego me fijé en los ropajes que llevaba y no eran los habituales en ella - narraba Berenice mientras yo simplemente hacía un ruido nasal para dejarle claro que la estaba escuchando -. Sin embargo, ella no quiso ningún tipo de ayuda y al verme se enfureció. Me llamó de todo y me dijo que me iba a matar con sus propias manos.
Al no dar crédito a lo que estaba escuchando, empecé a reír. Al principio era una risa leve, casi inaudible, luego se fue tornando cada vez más ruidosa hasta llegar a una risa estridente. Ese no era el estilo que Brigitte tenía para amenazar, pero por el bien de mi hija tenía que guardar silencio y no decirle nada a Berenice, aunque aquel ataque de risa no ayudaba en nada.
- ¿De qué te estás riendo? - preguntó Berenice visiblemente confundida. "¡Vaya, ya no estaba para nada asustada por esa supuesta amenaza!", se me ocurrió pensar.
- Nada, simplemente me dio risa. Es imposible que estés asustada de una persona mucho más menor que tú - dije restándole importancia.
- ¿Se te olvida que tu hija es una bruja y tiene más poder que todos nosotros? - preguntó Berenice sin dar crédito a mi actitud despreocupada que estaba teniendo con este tema - No ha vuelto a palacio por su propio bien, sino porque se tiene que ganar la vida de una manera u otra ya que la ha acogido una familia cuyos recursos son escasos, también ellos trabajan en palacio para nosotros. Por eso está aquí, para ganarse la vida - le expliqué a Berenice para que me dejara continuar con mi trabajo.
- Encima le das trabajo - dijo notablemente cabreada -. Y yo creyendo que estabas enfadado con ella y por eso la echaste.
- Aunque estuviera cabreado con ella es mi hija Berenice, no tienes ninguna potestad en recriminarme nada - dije elevando mi tono de voz al estar molesto con aquella situación.
- Bueno, si tú no eres capaz de hacerlo, lo haré yo. Pero esa cría no va a pisar nunca más por aquí.
- ¿Qué quieres decir, Berenice? - pregunté intrigado a la vez que algo inquieto.
- Simplemente disfruta del espectáculo - comentó para irse de mi despacho. Al principio me quedé quieto pensando en lo que ella quería decir con esas palabras, pero luego le resté importancia y volqué toda mi atención hacia el papeleo que tenía que revisar ya que seguramente aquellas palabras salían de sus celos que nunca entendía.
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Brigitte Bernard
Después de aquel confrontamiento me fui a cumplir mis obligaciones como sirvienta. La verdad es que ponía mucho empeño por aprender a hacer todas las tareas y, una vez cogido el truco, todas las tareas que hacía las podía resolver muy rápido y ser tan eficaz como las demás sirvieras.
- Brigitte, aprendes muy rápido. ¡Bien hecho! - me felicitó la madre de Adelaide.
- ¡Muchas gracias! La verdad, hacer todo esto es más fácil de lo que pensé que sería, hasta me gusta.
- Me alegro - dijo la madre de Adelaide entre pequeñas risas -. Por cierto, aquella ropa que está lavada es del señorito Bauer, ¿te importaría llevárselo? - preguntó mientras señalaba la ropa que estaba perfectamente planchada y doblada.
- Claro, ahora mismo se lo llevo - acepté mientras cogía con suavidad la ropa y me disponía en ir a su habitación.
- Brigitte, recuerda que si no está en su habitación no podemos entrar.
- Entonces, ¿qué he de hacer?
- Volver con la ropa e ir más tarde. Recuerda que no tenemos permiso para entrar a las habitaciones a no ser que se nos autorice para ello.
Acepté con la cabeza y enseguida emprendí mi viaje hacia la habitación de Helmut con toda su ropa limpia. En cuanto llegué, piqué a la puerta con los nudillos de mi mano derecha con cuidado de que la ropa no se callera de la mano izquierda. Sin embargo, no obtuve ninguna respuesta. Volví a picar de nuevo, pero tuve la misma suerte que la primera vez. Iba a picar una tercera vez más pero su voz me de hacerlo, pues apareció por mi lado izquierdo.
- Parece que el comunicado del rey era verdad - me dijo mirando de arriba y abajo.
- Sí, me echó. Sin embargo, la vida aún no ha terminado - afirmé mientras le sonreía.
Cogió la ropa de mis manos mientras me miraba a los ojos. En cuanto me liberé de sus prendas limpias, me empezó a mirar mis brazos descubiertos con minuciosidad intentando encontrar algo en ellos.
- ¿Qué miras tanto? - pregunté con curiosidad.
- Vi todo, bueno, hasta que tu padre te arrastró hacia no sé dónde. Busco algo que me de pistas de lo que te hizo a solas.
- Mi padre, bueno... el rey, no va a dejar marcas visibles. Pero no deberías preocuparte por eso ya que estoy aquí - dije aquello último mientras le sonreía para que no se preocupara.
- Te tengo que contar muchas cosas - dijo con una voz entre cariñosa y entusiasmado -. ¿Cuándo vas a estar libre?
- En la noche estaré libre. ¿Nos encontramos en el cobertizo del jardín trasero?
- ¿Aquel en el que te di nuestro primer beso? - preguntó mientras se acercaba demasiado a mí.
Yo simplemente asentí con la cabeza mientras le ponía mi mano izquierda en su pecho para parar su acercamiento. No había ni un segundo que quisiera sentir la presencia de Helmut cerca de mí, pero no era lugar para hacerlo ya que alguien nos podría ver. Al sentir que se paró, lo miré con una mirada llena de cariño y deseo por que se acercara, pero también con un atisbo de preocupación por el lugar dónde nos encontrábamos. En cuanto se dio cuenta, retrocedió unos centímetros y empezó a mirar para todos los lados en busca de alguna persona que estuviera cerca de allí, pero para nuestra suerte no había nadie.
- Estaré ahí a las nueve - confirmé a Helmut en voz baja, lo que hizo que él asintiera y sonriera.
Cuando él me dio las gracias por llevar su ropa a su habitación, yo emprendí mi camino hacia la cocina de palacio para ver qué podría hacer o a quién podría ayudar. No obstante, vi una silueta de alguien esconderse en una esquina de palacio. Extrañada y con miedo de que alguien pudiera haber escuchado aquella conversación decidí dirigirme hacia aquella esquina que conducía hacia más habitaciones, pero cuando llegué no había nadie allí. Lo cual pensé que lo había imaginado y emprendí mi camino hacia la cocina de palacio sin preocuparme más por aquella situación.
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