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Desde que era pequeña, mi madre me impuso no tener miedo a nada y menos a alguien. Ella me solía decir que era diferente a todas las mujeres del reino, inclusive a ella. Me dijo y recalcó que iba a ser una mujer que se iba a salir de todo aquello que era bueno e iba a vivir como quería. Lo mejor de todo era que no se equivocó ni un poco. Ella fue mi inspiración para ser como yo quisiera y no lo que mi padre me impusiera por regla general. Me gustó vivir mi época, pero lo que no me gustó fue el trato que se le daba a las mujeres. Por ello, me alegraba que mi madre me diera esa oportunidad de ser la mujer que la sociedad repelía. A ella le debía todo lo que me dio hasta que la vida la arrebató de mi lado, muriendo por una enfermedad desconocida en aquel momento.

Sin ella, toda mi vida se sumió en un incesante pozo donde no veía fin. Por el rango que mi padre ocupaba, él estuvo muy ausente en todo momento pero siempre la tuve a ella y sin ella, todo se redució a soledad hasta que mi padre decidió cumplir una de las últimas voluntades de mi madre: no dejar que la educación que tanto luchó por darme, desvaneciera por completo. Por ello, mi padre tuvo que seguir con mi educación que tanto desprestigió, pues no entendía porqué mi madre quiso que tuviera una educación, que supiera leer y, mucho menos, que me decantara por temas como la espiritualidad. Él no lo veía necesario y siempre lo ocultó sumido en una gran vergüenza ya que ninguna mujer de aquel tiempo podía hacer todo lo que me enseñaron, y la hija del rey de Francia tampoco era una excepción. Sin embargo, por todo el amor y cariño que tenía hacia mi madre, decidió continuar con mi educación trayendo a palacio un chamán para que me ayudara a culminar con toda mi educación. ¿La misión de mi padre? Ponerme a salvo ya que no estaba bien visto que una mujer tuviera una educación, mucho menos que se relacionara con la brujería.

Básicamente, mi historia comenzó con la llegada de mi chamán a palacio, venía dispuesto a enseñarme cosas nuevas y reforzar todo lo que había leído y estudiado previamente con los libros prohibidos que mi padre tenía. Le costó darme permiso para alcanzar aquellos libros, pero mi madre hizo de las suyas para que me concediera esa oportunidad. Algunos se quemaron, otros no llegaron a tanto gracias a mi madre, decía que era un desperdicio que el trabajo de los demás se viera reducido a cenizas por la escasa educación de los demás y personas que llevaban a rajatabla todo lo que la Iglesia decía, que eran invenciones del mismísimo demonio. ¿Un adjetivo calificativo para todas esas personas? Ilusos al no permitirse ver más allá de lo que un supuesto Dios decía.

Al día siguiente de la llegada de mi chamán, tenía tan solo doce años. Al parecer no aparentaba esa edad mentalmente, ya que la educación recibida y mi madre hicieron que creciera con una madurez tan diferente al resto de chicas de mi familia y, me atrevería a decir, diferente al resto de chicas francesas. No sabía lo que ellas pensaban o decían porque mi padre no dejaba que me mezclara con la clase baja, algo que nunca entendía al cien por ciento ya que veía a todo el mundo igual que yo, pero con menos posibilidades y oportunidades. Nunca me gustó esas diferencias que existían y si pudiera, me relacionaría con ellas sin dudarlo, pero eso era ir en contra de la palabra de mi padre y no quería desobedecer ni darle más dolores de cabeza de los que ya tenía. Sabía que gobernar un país entero no era pan comido, pero muchas veces me daba la impresión de que me dejaba de lado por sus obligaciones, lo que me hacía entristecer y no tener una figura paterna como tal. El día después de instalarse en palacio, empezó con las "clases" o, como él le gustaba llamarlo, la iniciación de la sabiduría, mí sabiduría. Y así fueron mis días hasta que cumplí veinte años, la edad donde todos los problemas llegaron a mí de golpe y sin pedirlos.

Aún recuerdo aquel día, el día que lo conocí. Me disponía a ir al apartado que mi padre le dio a mi chamán para mi educación en la espiritualidad cuando vi cruzar a un chico alto, rubio, ojos azules y mirada penetrante. Por la ropa y su manera de vestir deduje que era un chico extranjero, de distinta clase social, obrero. Por lo que pude oír, él era un mercader e inventor que venía de un país extranjero a hacer negocios con mi padre, por lo que se dirigía al despacho de éste con dos de los guardias. No tomé atención a esto ya que estaba acostumbrada a ver muchos hombres entrar y salir de palacio para hablar y hacer negocios con mi padre. Lo que me llamó la atención fue cuando su mirada cruzó con la mía, nunca había visto este tipo de miradas en nadie. Era penetrante, capaz de leerte el alma, pero dulce al mismo tiempo, electrizante, nunca había encontrado un mirar como el de ese chico. Segundos después de salir de mi encantamiento de su mirada,me dispuse a ir a la habitación donde mi chamán me esperaba. Después de estos años, yo no lo veía como mi maestro, tampoco él me veía como una aprendiz, cogimos la confianza suficiente como para concederle una figura paterna y él como la hija que nunca pudo tener.

- No sabes lo que me acaba de pasar - dije con entusiasmo al entrar en la habitación.

- Sí, llegar tarde - contentó mi chamán aunque no lo dijo en forma de pregunta.

- He llegado un minuto tarde por culpa de un chico que ha llegado a palacio - veo como mi chamán me mira para que siga hablando -, creo que es un mercader e inventor que viene de un país extranjero, o eso es lo que iban diciendo los guardias entre sí.

- No entiendo la conexión que tiene la llegada de ese chico a palacio con un minuto tarde de la hora acordada. Creo que estoy siendo demasiado permisivo contigo.

- No, chamán, escúchame - en cuanto dije esto, él me hizo una señal con sus manos para que continuara hablando -. Me pasó algo que nunca había experimentado al mirar a alguien a los ojos. Su mirada era muy diferente a la de muchos otros: penetrante, electrizante, cautivadora, envolvente...

- En pocas palabras, sentiste que te leía el alma con tal solo mirarte a los ojos, ¿verdad? - me interrumpió, pero al escuchar su pregunta di un asentimiento con mi cabeza para que siguiera hablando -. Creo que ese chico va a ser especial.

- ¿Por qué lo dices? - pregunté sin entender porqué decía eso.

- Todo a su debido momento Brigitte, todo a su debido momento.

- Sabes que odio cuando me contestas a una pregunta de esa manera, sabes que soy muy curiosa y que ésta me puede.

Él se rió de lo que dije y se dispuso a dar la clase de hoy. Después de ésta y de ponerme como tarea leer un nuevo libro que me ayudaría con la brujería, me dispuse ir a mi habitación para dejar el libro en un lugar seguro para que ninguna de las criadas lo encontraran. Aunque les había dicho que no pasaran porque podía recoger mi habitación, éstas se negaron fervientemente, decían que yo no podía hacer eso. Al oír aquello, una inmensa pena me invadió. No era culpa de ellas nacer en un clase social inferior a la que pertenecía y, aunque eran sus trabajos y eran pagadas por ello, sentía pena ya que no podían tener acceso a una educación. A decir verdad, yo tampoco tenía derecho a esa educación pero claro, el dinero puede comprar todo.

Tuve suerte que los pasillos del palacio estuvieran vacías, podía cargar con el libro de una manera más cómoda, aunque siempre ocultándolo por si aparecía de la nada una persona que pudiera ver el libro. Al llegar a mi habitación y entrar, pude suspirar en paz. Cada vez que tenía que llevar conmigo los objetos prohibidos, la tensión se apoderaba de mi cuerpo y siempre me ponía nerviosa tener que cruzarme con gente. Era una suerte que todo estuviera vacío. En cuanto recuperé la compostura, me dispuse a ir hacia la ventana, cada ventana de cada habitación tenía un pequeño asiento para poder sentarte mientras admirabas el paisaje que esa brindaba. Aunque yo lo diseñé un poco, mi padre pagó a un carpintero hace muchos años para que hiciera de ese asiento un cajón secreto donde podía dejar mis libros con total tranquilidad. Nadie sabía de su existencia, ni siquiera las trabajadoras que se encargaban de mi habitación pudieron averiguar sobre ello. Era el escondite perfecto.

Después de terminar de guardar la reliquia más preciada que me dieron en aquel día, me dispuse a sentarme en aquel asiento para mirar por la ventana y así poder tener un momento de relajación. Sin embargo, en cuanto miré, vi a todas las sirvientas del castillo aglomeradas en el jardín. Fruncí el ceño ya que no sabía qué hacían en ese lugar, parecían que estaban hablando de algo o, más específicamente, de alguien. Gracias a mi curiosidad, decidí bajar para saber lo que estaba pasando en esos momentos. No obstante, en cuanto bajé, me quedé en una distancia prudente ya que mi padre no dejaba que me mezclara con ellas y era mejor que no me viera estar en la cocina. Por lo visto, estaban hablando del chico rubio que vi hacía un par de horas por los pasillos.

- Es un chico muy guapo, ¿verdad? - preguntó una con ilusión.

- Sí, me ha dicho mi padre que es un chico joven de Alemania que decidió ayudar a su padre a expandir la tienda que tienen allí, por eso vino, para hacer negocios con el rey - explicó otra.

- ¿Por qué tu padre sabe eso? - preguntó confundida la primera chica que habló.

- Porque él fue uno de los guardias que lo escoltaron. También me dijo que se le quedó mirando muy fijamente a la princesa Brigitte - contestó.

- ¿Por qué? - siguió preguntando la otra chica.

- Ya sabes, ella es una mujer guapa y seguro que irá tras ella por el dinero. Mi padre me dijo que ese chico pertenece a nuestra clase social y puedo decir que estoy muy segura que le echó el ojo para salir de la pobreza.

- Pero, ¿qué dices? - preguntó otra chica que estaba en esa aglomeración -. Su padre no le deja que se junte con nosotras a pesar de que ella quiso juntarse con nosotras. Lo que estás diciendo no tiene ni pies ni cabeza.

- Solo lo digo por cómo la miraba - dijo la chica cuyo padre era guardia.

- Pero no estabas ahí para cerciorarte de que lo que dice tu padre es real, se puede malinterpretar todo - comentó la chica que me defendió.

Estaba tan sumida en escuchar todo lo que estaban diciendo que no me di cuenta de mi alrededor, tampoco de cubrirme las espaldas para que nadie pudiera verme ya que esa parte de la casa estaba vetada para mí. Tanto me olvidé que me di un buen susto cuando sentí una mano en mi hombro derecho. Fue tan sonoro el grito que di, que las chicas que estaban en esa parte del jardín se dieron la vuelta extrañadas. Sin embargo, no pudieron verme ya que la persona que me tocó el hombro hizo que me escondiera detrás de la alacena de la cocina, salvándome así de un posible regaño de mi progenitor.

- ¡Chamán! - exclamé por lo bajo para que nadie pudiera oírme, seguido de un suspiro que dejaba salir mi alivio.

- El rey te está buscando como loco, se acerca la hora de comer y quiere celebrar contigo y con el invitado el nuevo proyecto para Francia - me comentó notablemente cabreado.

- ¿Cómo me has encontrado?

No hizo falta que me respondiera, sacó de una bolsa de tela rojiza su bola de cristal. Después de que mi padre se pusiera en contacto con él, se dispuso a buscarme con la bola de cristal. Lo único que pude hacer fue sonreírle y abrazarle como forma de agradecimiento por haberme encontrado antes que mi progenitor o, como siempre lo llamaba mi chamán, rey.

- Bueno, ya basta de abrazos - dijo mientras se despegaba de mí -. Tu padre te busca y tienes que ir ahora mismo a tu habitación a cambiarte de ropa - después de que dijera eso, abrí la boca para objetar pero no me dio tiempo -. Brigitte, es una orden de tu padre.

Lo único que pude hacer en aquellos momentos fue asentir y dirigirme a gatas hacia el portal principal para subir las escaleras que se dirigían hacia la primera planta, mi habitación. Mientras me encaminaba hacia allí, muchas preguntas arrasaban con mi mente. ¿Cómo era posible que mi padre quisiera festejar conmigo un proyecto que no sabía que iba a salir bien o mal? ¿Quién era ese invitado? ¿Tan importante era como para que me tuviera que cambiar de vestido? De todas maneras, llenarme la cabeza de todas esas preguntas era generarme un dolor de cabeza innecesario, luego lo descubriría en la hora de la comida.

Ilustración hecha por FlightOfFantasy

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