Irreal
Se retorció bajo el cuerpo de la rubia, preso de todas las sensaciones que ella le generaba, y posó las manos en su espalda baja para apretarla más contra él, en un vano intento por apaciguar el calor que iniciaba a tomar posesión de cada centímetro de su anatomía.
Los dedos ajenos jalaron su cabello y dejó escapar un suspiro ante lo bien que se sintió, no pudiendo evitar ir contra su boca para tomarla con fuerza en busca de hundir la lengua, sintiendo con una inmensa dicha lo dulce que era, y deseando tomar más, recorrer todas sus curvas con la boca para enloquecerla. Pero Elesa se le adelantó al apartarse bruscamente con una sonrisa brillando en su rostro, en medio de la noche entre aquellas blancas y, extrañamente, frías sábanas.
—Te q-quiero —consiguió decir al notar como ella se relamía los labios en tanto se sentaba sobre su pelvis para desabrocharle el cinturón y luego bajarle los vaqueros.
Antes de darse cuenta Lectro se encontraba completamente expuesto, con los nervios a flor de piel, y la necesidad de pedirle que suba hacia él para seducirla; mas sin embargo, con las palabras atascadas en su garganta, rogó que sus movimientos y su mirada suplicante fueran suficientes. Pero, con el rostro a centímetros de su cuerpo, los frívolos ocelos ajenos le miraron con picardía mientras negaba con la cabeza, suspirando sobre su punto más sensible antes de abrir la boca y dejarse caer suavemente.
Echó la cabeza hacia atrás, sin saber exactamente qué hacer: ¿debía tocarla o dejarla en lo suyo? Ni siquiera podía pensar en claro con su húmeda cavidad jugando así con él. Con los ojos cerrados, cada toque se intensificaba con brutalidad y las oleadas de placer le golpeaban de forma intensa, recorriendo cada terminación nerviosa de su cuerpo.
Se obligó a apoyarse en lo antebrazos, pudiendo de esa manera deleitarse con aquella vista tan placentera. Pudo haberse dejado ir en aquel momento, cuando sus fríos ojos se encontraron con la mirada de la chica puesta en él, teniendo una mano en su muslo y la otra en la base, la cual acompañaba los húmedos movimientos de su boca en un vaivén que le llevó a hundir los dedos en su cabellera rubia. Inevitablemente jaló de sus mechones, pero para su sorpresa la expresión satisfecha de Elesa le indicó que aquello le gustaba.
—¡A-ah! —gimió cuando con su lengua trazó un lento y tortuoso camino a lo largo de su longitud, volviendo luego a meterse su miembro en la boca.
No podía resistir más. El agarre en las hebras intensificó cuando se encontró al borde del abismo de éxtasis, gritando su nombre, acercando la pelvis a su boca en un acto involuntario. El orgasmo que la joven le causó fue intenso, fuerte, irreal. Tan alejado de la realidad se sentía mientras se retorcía preso del placer.
Todo a su alrededor se desvanecía y la esencia real de las cosas comenzó a aflorar, pues del otro lado de aquellas cuatro suaves paredes, en las que en realidad se encontraba, las enfermeras del hospital psiquiátrico miraban con pena cómo el paciente se hundía en su soledad, moviéndose bruscamente dentro de la locura que le atormentaba.
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