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CAPÍTULO CINCO
[DESANGRADA]













— ¿Seguro que dijo que aquí? — pregunto Wylan. — Este es el cementerio de la peste, ninguna persona viene aquí.

— Significa que esteremos a salvo — lo interrumpió Jesper. — Supongo que también los emboscaron.

Katherina venía detrás de Nina e Inej, sosteniendo con su mano su costado, le dolía demasiado.

— ¡Wylan!

— Katherina.

Katherina ignoró el dolor punzante en su costado corriendo hacia Wylan, lo estrechó entre sus brazos asegurándose que estaba bien.

Lo miró con atención a través de la poca luz que daba la Luna, no había rastro de rasguño alguno.

— Estoy bien — se quejó Wylan leyendo las intenciones de Katherina.

— Tenía que asegurarme.

— Tengo lo que necesitamos — interrumpió Kaz el momento. — Y las bombas de Wylan se encargaron del resto.

Katherina caminaba junto a Wylan, ella aún sostenía su costado y vio una ligera mancha en el la ropa del chico.

Kaz movió una especie de puerta. — Llévala adentro — pidió a Nina refiriéndose a Inej.

— ¿Ella estará bien? — preguntó Jesper.

Katherina vio la preocupación en la voz de Jesper, a ellos le importaba Inej, eran una familia. Algo que ella nunca tuvo y no tendrá.

— ¿Bien? Esto no terminará bien, Kaz.

— Obvio no — habló Kaz. — Pero yo lo terminaré.

Katherina detuvo a Kaz antes de que se fuera, poniendo una mano en la roca.

— No olvides el trato — lo miró a los ojos.

— No lo he hecho, Katherina.

Kaz empujó a Katherina, para poder entrar. Al quitar la mano de la roca, Wylan vio una mancha de sangre.

— ¿Estás herida? — preguntó Wylan acercándose a ella.

— No.

Katherina entró al pequeño espacio de llamaban refugio, detrás de ella iba Wylan y Jesper, el primero vigilando si era cierto que nada había sucedido.

Katherina sentía la mirada de Wylan en ella, intentó caminar lo más normal posible, aún con el dolor que sentía, se quedó callada mordiendo su labio inferior.

— Al parecer Pekka no solo se adueñó del club Cuervo, mientras no estábamos, compró el quinto puerto también — informó Kaz mientras leía el diario de Pekka.

Esa información Katherina ya la sabía, uno de los niños se la contó, pero jamás delataría a su fuente, ni mucho menos información a menos que le dieran algo a cambio.

— Sabias que Inej sufrió heridas graves — se quejó Jesper.  — El novato casi pierde la cabeza y le dispararon a la mortificadora. Pero que importa por qué conoces las propiedades de Pekka.

— ¡Wylan! — reclamo Katherina al escuchar a Jesper.

— No se derrota a un león cortándole la cola — habló Kaz sin mirar a los demás.

Katherina se acomodó en un escritorio que había, sentándose sobre este, sentía que en cualquier momento se iba a caer, su vista comenzaba a nublarse y se aferraba a la idea de venganza para mantenerse cuerda.

— Disculpa, ¿cuándo fuiste a un safari? Estamos jugándonos la vida.

— Creí que así lo preferías. — Kaz miró a Jesper.

En ese momento Nina apareció, Wylan y Katherina la miraron.

— ¿Inej va a estar bien?

— Am... — titubeó Nina. — No diría que soy la mejor sanadora, pero no estará por siempre aquí.

— Al menos no aún.

— De hecho, técnicamente ya no entierran a nadie aquí — informó Wylan. — En todo caso cuando la plaga de la viruela de fuego se terminó, murió tanta gente que los crematorios colapsaron y tuvieron que llevar a todos los cadaveres florando al puerto.

— ¡Ya basta! — gritó Kaz.

Katherina notó la incomodidad en Kaz cuando mencionaron la plaga, algo había pasado de lo que ella no se enteraba. O tal vez si sabía pero prefería no comentar nada al respecto, en todo caso entendía ahora que él la culpaba de cierta manera.

Kaz le entregó una hoja a Jesper que sacó del diario de Pekka.

— ¿Appelbroek?

— Pekka tiene una fábrica de vidrio allí, pero no hay minas de arena en Alppelbroek,  las tarifas de transporte terminarían con sus ganancias, averigua que está tramando. — informes Kaz.

Katherina se acomodó un poco, había sentido que se caía.

— Si quieres ayudar, ve con Jesper en lugar de comentas hechos históricos.

— ¡Brekker! — regaño Katherina. — Tenemos un trato, ¿recuerdas?

Wylan dio una mirada a Katherina antes de que Jesper hiciera la seña de que se fueran.

— No, preguntaste pero creo que deberías ir a ver a tú espectro, siempre quise ser Sanadora, pero no soy buena — informó Nina, Katherina hizo la nota mental de que necesitaba permanecer despierta sino quería terminar con una fea cicatriz.

— Si te necesito otra vez, te avisaré — dijo Kaz de mala gana.

Nina no se fue, se cruzó de brazos mirando a Brekker. Él la miró de reojo cerrando el diario entre sus manos.

— Todos los guardias que organizan las peleas de la prision son leales a Pekka y él les paga, todos menos uno.

— ¿Qué?

— Hellshow. Es exactamente lo que imaginas. Busca al guardia llamado Hiemstra, tiene una mancha en la ceja. Le dará un mensaje.

— ¿Es confiable?

— Confiamos en que no quiere que Pekka sepa lo que se yo, lo que hiciste hoy te hace un Cuervo, mantén un perfil bajo. Ahora estás en el radar de Pekka.

Solo quedaban Katherina y Kaz, la chica se bajó del escritorio tambaleante. Kaz ni siquiera lo notó.

— ¿Seguirás ignorando todo esto?

— ¿Sigues aquí?

— Teníamos un trato. — recordó Katherina.

— Teñimos un trato que duraba mientras consiguiéramos algo de Pekka y ya lo tengo, ahora puedes irte, Katherina.

Katherina se rio, arriesgó su vida por el tonto que tenía delante suyo, no esperaba un gracias de su parte o alguna forma de agradecimiento, al final del día seguirían siendo enemigos.

— Si quieres mi ayuda tendrás que seguir con el trato, el cual cubre a Wylan y mis niños, sino no seguiré dándote información.

— Ya no necesito nada tuyo, Katherina, puedes irte, pero Pekka tiene un ojo en ti desde ahora por darle la espalda, mala suerte.

Katherina deseaba clavarle un cuchillo en la otra pierna de Kaz, lastima que no llevaba uno con ella.

— Kaz...

Katherina sintió su vista nublarse, cayó al suelo por el desequilibrio de sus piernas. Claro que llevar demasiado rato desangrándose no era una buena idea.

No supo en qué momento, pero ya no pudo levantarse. Se sumió en la oscuridad, por supuesto que Kaz la dejaría allí desangrándose hasta su muerte y ella no lo culparía.

Katherina odiaba demostrar sus debilidades y sangrar era una debilidad para ella, pero también entendía que incluso el más fuerte sangra, se debilita y necesita de alguien, pero cuándo nunca tienes ya nadie, nadie te salve, te conviertes en tu propio salvador.

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