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Capítulo #35

Lola

Mi corazón se detuvo, supuestamente el departamento debía de estar desocupado, a solo que Andy esté jugando todavía a ser Santa Claus.

Pero, ¿por qué estaría jadeando? ¿A quién le pertenecía?

¿De verdad quería saber? Me repetí esa pregunta cientos de veces. Retrocedí y pegué la espalda a la pared, me dejé caer y acabé sentándome en el piso.

Me acerqué el ramo de flores y con el dedo toqué las gotas que habían aterrizado en los pétalos.

Qué gran escena, pensé.

La novia loca que espera sentada enfrente del departamento de su novio y que se le queda viendo a un ramo de flores mojadas. Mención honorífica a: los jadeos que se logran escuchar a través de la puerta.

No iba a permitir que esos sonidos continuaran invadiendo mis oídos.

Tomé un autobús hasta acá y en todo ese tiempo (incluso antes de subirme a él), me la pasé batallando con mis dudas y mis emociones.

Me pusé de pie y tomé un respiro antes de pararme enfrente de la puerta. Lo que sea que esté pasando del otro lado, podría cambiar lo que creía saber de Brian.

Metí la llave y le di vuelta para quitar el seguro, cuidadosamente la jalé hacia mí y me la guardé en el bolsillo.

Tuve que cerrar los ojos para armarme de valor y continuar.

Al tercer intento logré agarrar la perilla y con la mano temblorosa empecé a girarla, después abrí la puerta por completo y quien sea que me haya visto se quedó sin aire, escuché cómo abandonó su cuerpo cuando entré.

Abrí los ojos y quise cerrarlos en cuanto lo hice, un olor a quemado empezaba a molestar mis pulmones.

Parecía que el humo empezaba a abandonar el departamento, Brian se encontraba a un lado de la ventana de su cocina, estaba claramente sorprendido de verme aquí.

Tenía un pedazo de cartón con el que dirigía al resto del humo hacia el exterior, en sus pies había un trapo mojado y cuando me acerqué más a Brian, noté que él también lo estaba.

Afortunadamente la lluvia se calmó cuando llegué al edificio, imaginó que mientras yo estaba en la "comodidad" del autobús, Brian no tuvo otra opción más que lidiar con la fuerte lluvia al abrir su ventana para ventilar el lugar.

Quería lanzarme a sus brazos sin importar que me mojara la ropa. Quería darle un beso y decirle lo mucho que lo había extrañado.

Y otra parte de mí quería agarrarlo de los hombros y sacudirlo hasta el cansancio, preguntarle por qué nos habíamos peleado, ¿por qué si estábamos tan bien?

Ninguno de los dos hablo.

Dejé el ramo en una mesita e intenté ir hacia él, mi pie chocó con una caja de cartón rota, me agaché para alcanzarla y arranqué un pedazo.

Ocupé un lugar en el lado izquierdo de la ventana, mirando de frente a Brian que tosía de vez en cuando, agité el cartón y él hizo lo mismo.

Cuando hacía contacto visual, él me sostenía la mirada y se ponía aún más inquieto, luego bajaba el mentón para evitarla o supervisaba que la situación del humo mejorara.

Un rato después, el departamento quedó libre. El aire y la respiración de Brian regresaron a la normalidad.

—Gracias —dijo finalmente, tomó mi pedazo de cartón y recogió la caja para acomodarlas al lado del basurero.

Me moví de mi lugar para ir detrás de él, entonces agarró algo del fregadero y cuando se volteó pude ver lo que se había quemado.

Brian sostenía en sus manos una charola llena con galletas en forma de corazón y sentí cómo el mío se encogió. Eran para mí.

No pasó un segundo y otro pensamiento se coló en mi cabeza, quizás eran para alguien más. Mi cuerpo se tensó y mordí el interior de mi mejilla.

Brian me esquivo para llegar al bote de basura y lo abrió para dejar caer los corazones negros. Luego regresó para poner la charola en el fregadero y se limpió las manos en un trapo.

Se giró despacio y extendió su mano, la expresión en su cara me decía que le costaba descifrar si era apropiado saludarnos así.

Avanzó en mi dirección aun dudando de sus acciones, estudiaba mi cara y el resto de mi cuerpo por si reaccionaba a sus movimientos.

La distancia que nos separó por muchos meses nos hacía sentir como desconocidos.

Yo tenía una idea muy diferente de cómo sería nuestro reencuentro. Y claro, me refiero a una que idealize tiempo atrás, de cuando Brian me procuraba y llamaba a la casa.

Ahora él no sabía cómo romper esa distancia, deseaba cortar la línea invisible que nos dividía.

Sé que la razón que me detenía de ir directo a sus brazos era que me enojaba que no me comprendería.

Recordaba la noche en la que discutimos y que él se perdió, poniendo el problema a un lado para abandonarlo y estar ajeno a él.

Sin embargo, no rechazaría la mano de Brian, no podía.

Cuando entrelazamos nuestras manos, una sensación familiar me invadió y el aire regresó a mis pulmones.

Brian me miró directo a los ojos y tragó saliva, alzó su otra mano y la acomodó encima de las nuestras y acarició mis nudillos y de ahí mis muñecas. 

El corazón me latía muy fuerte, no existía otro sonido más que el de nuestras respiraciones. Traté de no ceder a mis otros instintos pero, fallé al seguir sintiendo el recorrido que los dedos de Brian realizaban en mi piel.

Apreté su mano y acto seguido tiré de ella con fuerzas, los pasos de Brian fueron torpes y bruscamente chocó contra mi cuerpo. Lo que detuvo que retrocediéramos más era la mesita que yo tenía detrás.

La confusión abandonó su cara y esta mostró algo mejor, se le iluminaba al confirmar que todavía lo quería cerca.

Las manos de Brian dejaron la mía y me tomó de la cintura para pegarme más a él. Nuestras narices se tocaban, él mantenía la conexión de nuestras  miradas y por un momento la apartó para mirar abajo.

Tan cerca y tan lejos de sus labios.

Y en ese momento decidí olvidar la principal razón por la que estaba en su departamento. Esa que me arrebata la tranquilidad y trae pensamientos negativos.

Y todo porque Andy apareció en la tienda, dándole rienda suelta a un montón de preguntas que dieron vueltas en mi cabeza.

Boté todos nuestros asuntos y problemas pendientes y me formulé la única pregunta que importaba.

¿Quería besarlo? , además, era la única que tenía una respuesta.

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