Capítulo #34
Lola
El cuerpo de Andy vacilaba, miraba hacia la entrada y no sabía si girarse o no.
—¿Puedo saber por qué la tienes? —pregunté intentado no sonar autoritaria.
Metió aún más la mano en su bolsillo haciendo que sonará por la presión, instinto de que debía pasar desapercibida.
Lamentablemente para él, falló con su propósito de mantener en secreto lo que sea que estaba planeando. Sin darse cuenta acabó en el lugar menos indicado para evitarme.
Su razón de estar aquí no me convencía y su comportamiento era muy extraño. Esto me confundía mucho, nunca se había mostrado incómodo con mi presencia.
—Pensé en comprarles regalos, los chicos han trabajado duro y se me hizo buena idea darles una sorpresa a cada quien, más o menos como un Santa Claus —miró hacia la bolsa que mantenía pegada a su pecho—. A Brian le conseguí discos, a todos les pedí sus llaves, cuando regresen los recogeré y se las entregaré —levantó la cara y dibujó una sonrisa que se supone tenía que reconfortarme.
Sospechoso.
—Oh, eres muy generoso. Me alegra que te hayas recuperado.
Tardó unos segundos en entender a qué me refería y lentamente movió la cabeza arriba abajo.
—Sí, no quería distraerlos y preocuparlos con mi salud, al llegar acá me hundí en medicamentos —sus dedos empezaron a tamborilear inquietos sobre los discos.
No quería retenerlo por más tiempo, el ambiente se sentía raro y no quería que continuara así.
Andy regresó el gorro a su cabeza y envolvió su cuello con la bufanda anunciando su retirada. Seguramente se había impacientado con mis preguntas.
—Bueno, Santa Claus tiene que seguir trabajando que pronto necesitará regresar al reposo. Gusto en conocerlo, señor Waters —levantó la voz para llamar su atención y movió su mano libre en el aire.
No estaba satisfecha con sus respuestas. Me costaba dejarlo ir. Algo no cuadraba.
—Y hasta pronto, Lola —inclinó un poco la cabeza y entonces se dio la vuelta y se dirigió a la salida.
La puerta se cerró y por el cristal pude verlo apresurarse para llegar a no sé dónde, ¿tanto apuro sólo para dejar los regalos? Andy se veía bastante sano, no tenía ojeras y no se notaba cansado.
—Lola, aquí huele a gato encerrado —Archie se acercó y volteó a verme, lo conocía de muchos años y sabía que no me lo decía solo porque sí. Él también lo había notado.
—¿Qué hago? ¿Lo dejo en paz o me voy o qué? —le pregunté nerviosa.
—¿Confías en él?
—No he convivido tanto con And...
—Me refiero a Brian —me interrumpió Archie.
Mi bolso se encontraba encima del banco que ocupada un lugar al lado de Archie. Pude visualizar la copia que Brian me regaló, esa llave que colgaban de un llavero plateado que tenía mi nombre escrito en él.
Tenía el objeto que me daría acceso al departamento, existía la posibilidad de ir y ver personalmente qué ocultaba Andy. Estaba al alcance de mis manos descubrirlo.
Realmente lo estaba, si es que no me equivocaba al estar sospechando de Andy o... Brian.
Quien busca, encuentra.
Mi mente no tardo en pensar cosas negativas, no tenía que asombrarme que eso sucediera. Después de todo, Brian y yo teníamos un desacuerdo.
No nos quedamos en tan buenos términos desde la última vez que hablamos.
—Eso creía —dijo Archie dándole un leve apretón a mi hombro para consolarme, miraba a la misma dirección que yo.
Archie no necesitó que dijera nada para saber mi respuesta. Por una parte, no quería ir, no podía dejar que esta desconfianza me tentara a entrometerme en su espacio personal.
Aunque, yo contaba con una llave que él me había obsequiado. Era una invitación para ir a verlo a cualquier hora, pensé.
No quería ser el tipo de chica que acosa a su novio.
Aquella que constantemente está detrás de él para poder observarlo, la que está activamente a la caza de sus errores. Esa que se oculta en las sombras para verlo entrar y salir de su casa y saber cuándo lo hace y con quién.
Esa era la cuestión, ¿me convertiría en una de esas chicas locas?
¿Cuál de estas era la mejor opción? La primera, marcarle cientos de veces hasta que responda la llamada, y la segunda, simplemente presentarme enfrente de su puerta y tocar hasta que alguien abra.
Ninguna de esas ideas parecía venir de un persona sana. Me mordí el interior de la mejilla y jugué nerviosamente con los botones de mi abrigo.
Maldición.
Todas esas ideas tenían que pertenecerle a una persona como Pamela. Ella sí que era una loca, lanzando amenazas y reclamando a Brian como si fuera de su propiedad.
¿Y si Pamela estaba involucrada en esto? Definitivamente aquel pensamiento solo aumentó mis ganas de acabar con la intriga.
—No creo que puedas quedarte tranquila después de lo de Andy, te irás... ¿Cierto? —preguntó Archie agarrando el bolso y sentándose para ocupar su lugar.
—No tenga nada qué perder, Brian y yo hemos estado algo distanciados. No sé qué será de nosotros —decirlo en voz alta y compartirlo con alguien más se sentía peor.
—No puedo contestarte con un "te entiendo al 100%" pues, dudo mucho que en mi vida me toque estar en una posición igual. Solo me queda imaginar cómo puede hacerte sentir que allá afuera haya un montón de gente tratando de acercarse a tu pareja —se le quedó mirando a la nada y entonces sacudió la cabeza, supuse que en ella apareció una imagen de Helen con filas y filas de chicos enamorados cayendo a sus pies.
—Vaya, qué alentador, gracias Archie —le contesté riendo porque los nervios seguían creciendo en mí. Tomé mi bolso y lo colgué en mi hombro.
—Perdón, Lola —pasó la mano por su nuca dándose cuenta que sus palabras no habían sido de mucha ayuda—. Somos amigos, puedes contar conmigo para cualquier cosa —se levantó del banco y me dio un abrazo.
—Gracias jefe —Archie rio bajito. Me sentí un poco rara al decirlo pero, también me hizo recordar los felices que fueron mis días trabajando aquí con él.
Parecía que había pasado una eternidad desde que yo creía que no haría más que vender discos y estar en el salón de la Tía Alice.
—Sabes que igualmente cuentas conmigo —le correspondí y dejé salir un suspiro, después de darle tantas vueltas en mi cabeza, decidí cuál sería el siguiente paso.
Nos separamos y me despedí de Archie, salí de la tienda y a unos cuantos pasos me topé con Stevie, el chico que era dueño de la florería de al lado.
—Hola Lola —me saludó alegre.
Stevie quitaba unos cuantos arreglos de la mesa de exhibición que dejaba afuera de la tienda. El cielo estaba nublado y con esa pinta sugería que no tardaría en llover.
—Hola, ¿quieres que te eche una mano con eso? —le pregunté sin tardarme en agarrar las últimas flores que quedaban.
—Oh, no tienes por qué hacerlo —contestó sonrojado y nos dirigimos al interior de su tienda—. Mandé a mi nuevo ayudante Carswell a comprar y sigue sin aparecer.
—Hmm. No parece que la mesa pese mucho, puedo ayudarte a meterla —acomodé los arreglos en un estante que tenía espacio libre.
—Descuida, estoy seguro que no tarda en llegar —dijo Stevie que ahora se recargaba en el marco de la entrada.
Iba a insistirle hasta que pude escuchar un jadeo y pasos ruidosos, me asomé por encima del hombro de Stevie y un Carswell se aproximaba velozmente hacia nosotros.
El chico venía con las manos llenas de bolsas con listones y más accesorios para poner en los arreglos. Sus mejillas eran rosadas y los cabellos se le pegaban en la frente. En los últimos 10 pasos fue cuando redujo la velocidad.
—¡Ay, ya llegué! Todavía me sigo perdiendo en la calle Gru...
—Está bien, toma aire —lo interrumpió Stevie, le quitó una de las bolsas y yo tomé la otra.
—Gracias —se arrodilló y trató de recuperar el aliento—. En cuánto vi que las nubes tapaban el sol, tuve que apurarme y ufff —se incorporó y del bolsillo interior de su saco agarró un pañuelo para secarse el sudor.
Los tres entramos en la tienda y Stevie dejó una bolsa en el piso y extendió su brazo para que le pasara la que cargaba en mi mano.
—Oye Stevi-ie —Carswell le llamó dudando—. Eh, ¿no se te hace conocida esa chica? —hizo un movimiento con la cabeza para referirse a mí. Para nada disimulado.
—Claro que sí, se llama Lola y trabajó con Archie Waters —le respondió y entonces volteó a verme—. Supongo que ahora estás de tiempo completo con tu Tía, ¿no? —me preguntó intrigado.
—En realidad, yo..
—¡Stevieee! —Carswell le gritó emocionado y atravesó la tienda para llegar hasta un maletín que guardaba detrás del mostrador.
—¡¿Y ahora qué?! –exclamó desesperado y entonces observamos a su compañero sacar unos documentos y...
Oh. Se me había olvidado que hoy era la fecha. Salía por primera vez en la revista de Julia.
—Mira, ¡es la misma, es ella! —Carswell se puso entre nosotros y buscó entre las páginas hasta que apareció mi foto.
Y por el impacto la boca de Stevie formó una "O" y Carswell señalaba la imagen con una sonrisa en la cara.
—¿Y tú por qué tienes esto? —Stevie le quitó la revista para ver mejor de lo que trataba la sección. Era de recomendaciones de peinados.
—Mi hermana me la pidió —le respondió con emoción y extendió su mano—. Un gusto conocerla, señorita Lola, soy Carswell Alcott —al fin se presentaba formalmente.
—El gusto es mío —le devolví el gesto y no pude controlar que mis mejillas se sonrojaran, más que nada porque me desvié totalmente de mi plan.
Había salido de la tienda de Archie para dirigirme al departamento de Brian, pero acabé en la florería de Stevie siendo reconocida por primera vez por mi trabajo como modelo.
—Ni en sueños pensé que te vería en una de estas revistas —se detuvo al notar que quizás su comentario no había sonado bien—. Quiero decir, te conocí como la chica de la tienda de discos. Saliste hermosa, Lola —se apresuró a decir y su expresión volvió a relajarse.
—Descuida, te entendí. Gracias.
Stevie le regresó la revista a su compañero y me fijé que ahora Carswell sostenía un bolígrafo en su mano.
—¿Me la podrías firmar? —me preguntó, sus mejillas volvían al color rosado—. Para mi hermana, se llama Marie y... Para mí también, por favor.
Confieso que me tomó un minuto responder, no me lo esperaba en absoluto. Nadie me había pedido que le diera un autógrafo y es que, en palabras de Stevie, antes era solo "la chica de la tienda de discos".
Carswell me esperaba con la expectativa de que aceptara y entonces traté de agarrar el bolígrafo con firmeza.
—Claro que sí —le contesté con una sonrisa.
Puso la revista en el mostrador y me hizo espacio para que pudiera acomodarme, recargué ambas manos y me le quedé viendo a la foto, tenía que pensar en una firma.
Ambos chicos posaron sus ojos en mí y eso provocó que me pusiera nerviosa. No tarde ni un segundo más en ponerme en acción.
Empecé escribiendo la dedicatoria y acto seguido, con mi mano vacilando su dirección, apoyé la punta del bolígrafo y finalmente firmé la foto.
A mi parecer era una firma sencilla pero también linda. Me gustaba así.
Suspiré aliviada al revisar el resultado y levanté la vista de la foto. Cuando lo hice pude apreciar que el semblante de Carswell se iluminaba.
—¡Muchas gracias! Marie se pondrá feliz cuando le cuente —quitó la revista del mostrador y se la puso a la altura de cara—. Es bellísima.
Seguramente el color de mi cara pasó a ser roja, solo me quedaba aceptar y agradecer los cumplidos.
Alcé un poco el mentón, arriba de la cabeza de Carswell se encontraba un reloj, la hora me decía que era hora de que me fuera.
Stevie se dio cuenta y le dio golpecitos a su compañero que al sentir el contacto, removió la revista de su cara y la volvió a poner en el mostrador.
Entonces Carswell se alejó para quedarse al lado de un florero que tenía ya pocas flores.
—¿Puedo? —le preguntó a Stevie con ojos suplicantes.
—Está bien —le contestó el chico tratando de no reír.
Carswell examinó el arreglo y se dedicó a elegir entre las flores. Segundos después se acercó entusiasmado y me ofreció una que era muy hermosa.
—¡Carswell! —lo reprendió en modo juguetón—, ¿para qué solo una? Mejor ya dale todas las que están.
—Oh no, Stevie, estoy más que contenta con la que...
—Lola, hace rato me ayudaste a mover los arreglos. Es un regalo, no nos desprecies —Stevie me interrumpió y Carswell le pasaba las flores y un papel decorado para juntarlas y hacer un ramo.
—Ustedes son muy dulces. Aprecio el detalle, me han mejorado el día —les dije con toda honestidad, era una chispa de luz en este día nublado con emociones alteradas.
Los chicos me entregaron las flores y pase mis dedos por los coloridos pétalos, les agradecí una vez más y nos dirigimos a la puerta.
Les dediqué una última sonrisa antes de irme y continuar mi camino.
Crucé la calle y regresé a verlos, Stevie y Carswell levantaron sus manos y las movieron para despedirse. Luego ambos levantaron la mesa de exhibición y la metieron a la tienda.
Sentí un gota caer en mi nariz y otra que resbaló por mi mejilla, opté por irme corriendo a la parada del autobús.
Justamente logré subir cuando la lluvia se intensificó, observé cómo las gotas golpeaban los vidrios y las personas se movían apresuradas para encontrar refugio.
Apreté los labios, estaba dirigiéndome al departamento de Brian sin saber qué podría encontrar. O a quién.
¿Será Andy, Pamela, o incluso el mismísimo Brian?
¿Nadie, quizás?
Mi mente me hacia malas jugadas, era insoportable tener estos sentimientos, quería verlo ya. Las dudas aparecieron como un tornado destrozando mi calma y mi paciencia.
El autobús frenó bruscamente y me cuerpo se sacudió. Me levanté del asiento y avancé como pude.
Mis piernas peleaban entre quedarse en la seguridad del autobús y saltar los escalones y salir disparada al departamento.
Tomé un respiro y bajé sin tropezar, el edificio apareció imponente. Me sentí pequeña, aunque era uno que no tenía muchos pisos.
Pasé por la entrada y saludé al portero, me detuve en recepción para sacar la llave de mi bolso. El llavero resplandeció con las luces del lugar y le di un último vistazo antes de subir las escaleras.
Mis pies pesaban y el aire abandonaba mis pulmones. A ese paso temí que me tomaría toda la noche llegar al tercer piso.
Mis velocidad fue de tortuga fatigaba pero, logré llegar y recorrí el pasillo hasta que pude ver la placa con el número de Brian.
Alcé la llave y fui acercándome a la puerta, no sabía si abrir o tocar antes. Me paré enfrente y lo que me detuvo que hiciera alguna de esas cosas fue...
El sonido de unos jadeos.
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