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9. Jellyfish.

Hi~ Nueve días y vamos bien con la trama, aunque presiento que no durará mucho porque doña inseguridad ataca siempre fuerte y estoy en dudando seriamente algunas cosas así que ya me veo entrando en hiatus y desapareciendo para siempre *cries a lot*, pero todavía no llegamos a esa parte por la que me como las uñas, seguimos acá felices en NY, así que espero que por hoy, disfruten esto. Mil gracias por leer.

¡Espero que les guste!

Hay sangre goteando entre sus dedos, es espesa y oscura, parece putrefacta, como si fuese brea lo que pende de sus yemas y escurre al suelo, arremetiendo con un charco escarlata igual que alguna piedrecita contra el mar, ve a las ondas expandirse del centro hacia los extremos en gráciles lágrimas granates, las sigue, mira cómo se han impregnado entre lo más hondo de sus huellas dactilares, una peste metálica no tarda en inundarle las fosas nasales, traga duro, forzándose a pasar el horror con una serie de bocanadas ácidas. Plic, plic, plic. Sus manos lloran sangre y la dejan caer al charco igual que monedas a un pozo de deseos, no es suya, no impresiona herido, aun así, es escalofriante, Eiji jamás ha tocado sangre antes, no fuera de su contexto de enfermero provisional.

Plic, plic, plic. Gotea.

Plic, plic, plic.

Algo se siente ajeno en esa escena, es como si todavía estuviese bajo el mar, pero estas fuesen aguas desconocidas, es una sensación de adormecimiento y entumecimiento que lo incita a hacerse ovillo encima de ese pestilente charco de muerte, no consigue respirar bien, un nudo yace atorado entre sus cuerdas vocales, impidiéndole soltar palabra alguna y convirtiéndolo en espectador de su propio cuerpo (¿es su cuerpo? Asume), de cualquier manera, teme que al estirar la palma o siquiera mover algún músculo se desmorone por completo y se vea incapaz de recogerse. Así que se queda quieto, muy quieto y calladito igual que cuando era un niño y se quedó en la cama de su entrenador... Alto, no sabe qué está pensando, en Izumo ni siquiera había deportes y aun así, estas memorias resultan tan reales. Plic. Plic. Plic.

Aunque sus párpados parecen estar llenos de concreto sigue a esa gotita caer con gracilidad de unas uñas extrañamente afiladas hasta la poza de brea roja, la contempla tragársela para dejar en el lugar un denso remolino circular que se expande desde debajo de Eiji hasta la orilla, ¿cuál orilla?

Plic. Plic.

Alza la mirada finalmente con el objetivo de contemplar los bordes de ese charco.

Plic.

Hay cadáveres, Eiji se encuentra alrededor de una montaña de cadáveres putrefactos y cercenados, no es la muerte lo que despierta su horror, sino lo violento del acto, dan la impresión de haber sido asesinados de una manera horripilantemente sádica, sus entrañas se asoman como si fuesen relleno de muñecas, la sangre brota desde mordidas de colmillos hasta desgarros de uñas, va a vomitar, no puede estar pasando esto, le duele la cabeza y le quema el corazón. Plic, plic, plic.

—Lo siento, Griff. —Desconoce su propia voz quebrarse en el aire, el tono que pende es gris, el color del arrepentimiento y la pena, las palabras flotan entremezcladas a un llanto tan frágil que consigue destrozarle el corazón, pero Eiji conoce esa voz—. Perdóname, perdóname por ser un monstruo.

Ash.

Es la voz de Ash.

Es acá cuando se percata de que sus manos incluso empapadas por cascadas de sangre impresionan ser más grandes de lo usual y pálidas, siente las garras encajarse a sus propias palmas, siente sangre escurrirle entre los colmillos, chorreando hacia la mirada vacía de la bestia que tiene frente, todavía hay trozos de carne pendiendo abiertos y cercenados en la poza, se siente asfixiado en un torbellino de violencia, como si no pudiese respirar y algo lo tirara hacía abajo. Y entonces, suenan aplausos.

Silencio.

Un par de lustrosos y distinguidos zapatos de cuero se abren paso en el río de sangre, los bordes de un elegante traje negro se empapan de carmesí junto a la punta de un refinado bastón de madera, el diseño es similar a las baritas de antaño, un jade relumbra del extremo del soporte, captando su atención. Y solo al verse reflejado en la joya comprende que Eiji no es él mismo, sino que es Ash, y que probablemente este sea el recuerdo por el que ha pagado con su propia vida.

—N-No quería.

La voz de Ash escapa extraordinariamente rompible desde lo más hondo de su garganta, el grisáceo pastoso y opaco recubre cada letra en un abrazo tiritón, es del color de las cenizas y la destrucción, del lince que lo quema todo, los jadeos del más joven inundan sus oídos, más que sonidos humanos se asemejan a los chillidos de un animal herido, el mestizo intenta calmarse. Si bien, sabe que es un simple espectador de un recuerdo ya escrito, encarnar a la bestia en sus vivencias es... Demasiado.

—No quería matarlos. —Repite con las manos temblorosas y mojadas, como si no pudiese creer que eso acabase de pasar, como si siguiese cuestionándose sobre la realidad de los cadáveres.

—Da lo mismo si querías matarlos o no. —Una chispa de burla vibra en su risa con un sadismo grande e implacable, este hombre es cruel y lo disfruta, le toma un minuto entenderlo—. Lo hiciste de todas maneras, hayas querido o no. —Se concentra para enfocarse en el desconocido, toda la habitación luce tan nublada, está bajo el agua y esta es una ínfima burbuja de aire.

—Dijiste que podías ayudarme. —El jadeo se fractura y casi puede ver aquellas palabras haciéndose trizas contra el suelo de concreto, cayendo como piedras contra el océano de sangre, repercutiendo en ondas de expansión masiva, igual que una bomba—. Dijiste que podías curarme.

—Y eso hice.

—No es verdad.

—Lo hice. —Siente a la boca de Ash temblar en un castañeo de dientes—. Prometí ayudarlos y los ayudé, jamás dije que te curaría, porque hay cosas tan defectuosas que no se pueden curar.

—Se lo prometiste a Griff y a mi papá, ellos te pagaron. —Aunque no sabe de cuándo es el recuerdo, se escucha joven. O tal vez, él se siente muy desprotegido—. ¿Por qué empeoró? ¡No debía pasar!

—Intenté arreglar tu maldición. —Y de pronto, el nombre de aquel sujeto lo abofetea en la cabeza—. Al parecer, no tienes arreglo y eso te convierte en un espécimen exquisito.

Dino Golzine.

—No me mires así. —Las luces se encuentran bajas y tintineantes, son intensas, tan intensas que le queman como una plancha hirviendo contra los párpados, haciendo imposible sostener el contacto visual con esos ojos de un verde tan desagradable que le genera un asco visceral—. Quise cumplir con mi parte del trato, no es mi culpa que tu maldición sea tan potente, debiste hacer algo bastante malo para que te maldijeran de nacimiento, qué desgracia.

—Quiero irme a casa. —Gimotea, haciéndose un ovillo tiritón encima de la montaña de cadáveres como si pudiese obtener protección—. Quiero irme de aquí . —Su polera blanca se mira embarrada de escarlata. Tengo miedo de mí mismo.

—Esta es tu nueva casa. —Un grotesco aroma a ciruelas podridas inunda sus fosas nasales antes de que Dino se acerque, se ve mucho mayor a lo que Eiji se imaginó, le alza el mentón con un roce casi gentil y Ash tiembla muerto de terror, el pánico inunda cada uno de sus poros, quiere huir—. Y yo soy tu nueva familia.

—Quiero ver a mi hermano. —Solloza, no lo ha observado llorar desde que se conocen y acá ve con claridad cómo las lágrimas brotan de sus ojitos desconsolados hasta su mentón, caen y caen—. ¿Mi papá? —Caen un poco más—. Quiero irme con ellos.

Plic, plic, plic.

Plic.

—Eso no pasará.

—Quiero a mi familia.

—Ash. —Su tono es severo, golpea con su bastón el cráneo de un cuerpo, partiéndolo a la mitad, revelando una molida capa de sesos—. No te conviene hacerme enfadar. —Entonces, su corazón se asfixia por la rabia, una rabia incontenible y peligrosa.

—No te conviene intentar hacer algo tonto conmigo. —Ve unas gigantescas garras reemplazar sus uñas, sabe que la maldición de Ash le permite cambiar forma para convertirse literalmente en una bestia monstruosa aunque es la primera vez que lo presencia—. Puedo matarte, ¿acaso no me viste? —Pero Dino suelta una carcajada áspera, seca y amarga, resuena con eco entre las ondas rojizas.

—Es adorable que creas tener esa cantidad de poder en mi contra. —Burla, arremetiendo el bastón contra la poza de sangre, provocando que las gotas salpiquen por doquier—. Y aunque no tuviera la fuerza para vencerte, si quieres volver a ver a tu preciada familia me obedecerás. —Da pasos lentos e impasibles hasta el más joven, tocándolo como si fuese de su propiedad y Ash...

—No es justo. —Ya no hace nada—. Prometiste que ayudarías, nosotros te pagamos.

—Hice de mi parte, no hago milagros. —Ríe, apretándole con tanta fuerza la muñeca que la escucha crujir, no puede respirar, no puede moverse, se ahoga en el toque tan desagradable—. De ahora en adelante, me perteneces. —En este momento algo muere dentro del lince, lo siente en su alma, algo irreparable, algo que era valioso, algo que jamás volverá a estar bien—. Eres mío.

—Puedes hacer de mí lo que quieras. —Gruñe—. Pero nunca podrás dominarme, nunca, mi mente y mi espíritu son solo míos. —Recuerda haber recibido discurso similar durante su primer encuentro.

—Si así deseas que ocurra. —Dino lo toma del cabello y lo tironea con tanta fuerza que teme que le arranque el cuero cabelludo y entonces lo zambulle en el charco de sangre, Eiji no puede poner en palabras suficientes lo que significa aquel horror, desde la metálica sensación del óxido escurriendo entre sus dientes hasta los espesos hilos podridos colándose hacia su nariz—. Te obligaré a escuchar.

Latido...

—Hay algo que no debes olvidar. —. Tengo miedo de mí mismo. Maté a todas esas personas. No sé cuánta sangre hay entre mis manos. Pero yo... Mi cuerpo reacciona como una máquina y mato gente como si nada. Sin pensar, sin sentir—. Yo fui el que te sacó de la calle, recuérdalo bien.

Latido... Latido.

No siento nada, nada de nada.

—Te quiero. —Lo saca de un tirón de la poza, relamiéndose la boca—. Sweetheart.

Latido... Latido... Latido.

—¡Ash!

«Mi alma siempre estará contigo».

Despierta de golpe.

El Chang Dai se encuentra literalmente destrozado cuando se levanta, un gemido golpea sus dientes, le duele la cabeza, su cuerpo entero se concibe soporífero, como si literalmente se hubiese muerto y se ríe de la ironía. Una serie de imágenes confusas lo magullan mientras se reincorpora a la tienda junto al pestilente aroma de la destrucción, es gris y todo impresiona estar hecho cenizas.

—A-Ash... —Aunque lo llama por inercia, ve a sus jades relumbrar en la oscuridad.

—¡Eiji! —Suelta una espada de golpe, el metal tintinea contra el piso y el rubio corre para socorrerlo, estaba parado enfrente en una posición defensiva, como si quisiese resguardarlo de Shorter y Sing, lo que le resulta ridículo considerando lo ofensivo de los mercaderes—. Estás vivo.

—¡Te lo dije! —El alarido de Shorter revienta sus tímpanos, es extraña la sensación de volver a estar vivo, siente el ritmo de sus latidos regularizarse progresivamente, taladrando su pecho como si fuese un destornillador, agujereando su corazón, es doloroso, gotea, gotea y gotea. Plic—. Nosotros no lo matamos, hicimos un trato justo por un día de su vida.

—Silencio. —Ash gruñe con tanta ferocidad que hasta él siente escalofríos y entonces... —. Eiji.

La intensidad abandona su rostro apenas lo mira, parece alguien completamente diferente, inclusive su voz ha adquirido otro tono, mucho más suave, manso y dulce. Se arrodilla ante el japonés, luce peligrosamente joven, sus ojos se encuentran más abiertos de lo habitual, partículas de polvo estelar fundidas a las cenizas bordean sus pestañas, haciendo que lo desee mirar para siempre, su flequillo dorado cae como oro fundido por doquier mientras su boca yace peligrosamente vulnerable y tensa, al borde del llanto, sus manos se extienden en el aire, trémulas, no se atreve a tocarlo, lo que perjura angustiante de sobremanera para el lince, lo nota en sus cejas temblorosas y sus ojitos vidriosos.

Oh, Ash.

—¿Qué diablos estabas pensando? —Se levantan lentamente del suelo, Shorter y Sing permanecen hechos un ovillo constipado en una de las esquinas del Chang Dai—. ¿Por qué no me dijiste nada cuando te fuiste? Tuve que encontrarte con el olfato en la tienda de este charlatán, ¿sabes el susto que pasé?

—¿Me habrías detenido si te hubiese contado?

—Por supuesto que sí.

—Por eso.

—¿Eh?

—Porque no me habrías dejado salir. —Confiesa mareado, sus piernas todavía se conciben como si fuesen dos botes de papel en medio de una poza, una poza de sangre, Dino Golzine. Plic, plic, plic—. Sé que no soy de ayuda, pero ojalá confiaras un poco más en mí.

—Nunca dije que no lo hiciera. —Ash mete sus manos en los bolsillos de su túnica, baja el mentón, incapaz de sostener el contacto visual, su expresión vuelve a cambiar, viéndose envuelta por pérdida y vacío—. Solo quiero mantenerte a salvo.

—Sí, lo sé, pero... —Suspira—. Dejemos de discutir, esto no es lo que quería.

Entonces, Eiji camina hacia aquel temible depredador, quedando frente a frente, se alza ligeramente en la puntita de sus pies y se las arregla para envolverlo entre sus brazos aunque sea corporalmente más pequeño, lo acuna, deteniendo esos temblores que nadie mitigó en sus recuerdos y de repente, tiene muchas ganas de llorar, no lo hace. Encajan a la perfección, como dos piezas perdidas en algún rompecabezas que anhelan la complementariedad, el toque es lento, lo hace una zona de seguridad, presiona las espaldillas del lince sin llegar a ser brusco o demandante, nunca lo será, procura dulzura y gentileza genuina, se hunden en el calor sangrante como si pudiese tomar todo el amor del mundo entre sus manos y transmitírselo en este abrazo, diciéndole que ya no debe luchar solo, no más.

—Me alegra que estés a salvo.

Explica aunque acaba de salir de la muerte, pero los recuerdos... Por Neptuno, debe haberla pasado tan mal, debió sentirse tan solo y desamparado, debe ser tan fuerte para seguir acá. El rubio no dice nada, lo abraza de vuelta, regresándole el alma al cuerpo.

—¿Puedes sacar a tu noviecito de la tienda, por favor? —El lince no duda en alzar sus defensas tras recordar la patética existencia de Shorter Wong—. Agradece que no lo demande por dejarme en la ruina, este es mi sustento, podría haber sido más amable. —El bazar está hecho escombros en su totalidad, los hechizos se han desgarrado, los pergaminos son cenizas, ni los frascos se han salvado.

—Tienes suerte de que te haya dejado vivir. —Gruñe, hundiendo sus dedos aún más profundo entre las espaldillas de Eiji, protegiéndolo—. ¿Te divierte engañar a los turistas para que te den sus vidas?

—¡No lo engañé! ¡Fue un trato justo!

—¡No tuvo nada de justo!

—¡Claro que sí!

—¿Y qué podría haber sido tan valioso para darte su misma vida? —Escupe con las cejas tan tensas que incluso sus jades ensombrecen—. Ilumíname adivino de pacotilla.

—No te has ganado el derecho a que te diga.

—¿Derecho? No empieces con charlatanerías y suéltalo. —Un gruñido gutural hace eco entre las paredes del Chang Dai—. Si conoces mi reputación serás inteligente y me dirás.

—¡Un recuerdo! —Grita Sing—. Lo convencimos con un recuerdo tuyo. —Y de pronto, Ash se tensa, encaja sus uñas con un movimiento taciturno y nervioso en la túnica del mestizo, está sudoroso.

—¿Qué recuerdo?

—No sabemos, los recuerdos se muestran por sí solos a las personas, es impredecible, por eso nunca especificamos más allá.

—Eso... —Se separa con brusquedad de Eiji, sin verlo—. Eso es una maldición, no vale ni un segundo de su vida. —Y él desea contradecir, gritarle que no le importaría ceder el resto de su vitalidad para hacerlo otra vez o mejor, garantizarle una existencia repleta de memorias valiosas y agradables, sin embargo, no es el momento, las feromonas en el ambiente le advierten que aquello es instintivo—. Devuélvele el día que le robaste o no seré tan benevolente contigo como con tu tienda.

—Yo no le robe nada.

—Devuélveselo. —Ash advierte, sus uñas se transforman en garras tan afiladas como la espada que sostenía, sus cabellos se erizan y sus facciones se endurecen—. No estoy preguntándote.

—Aunque quisiera no podría, se lo di a alguien más. —Se defiende, levantándose del piso, se halla herido, incluso sus lentes de sol se quebraron—. Así funcionan los tratos mágicos, son instantáneos.

—No me importa cómo funcionan los tratos mágicos. —Avanza con una furia tan calma que podría quemar la ciudad entera, los frascos trepidan a su alrededor, las paredes crujen como si estuviesen en el centro de un terremoto, nadie respira, el aire es pesado—. Quiero que le devuelvas su vida.

—Ash... —Y entonces, su mirada cambia otra vez—. No importa, yo hice el trato, estoy bien con eso.

—¿Cómo puedes estar bien con eso? Tu vida es tan valiosa.

—La tuya también. —Musita, aventurándose para ahuecar sus dedos alrededor de las mejillas del más joven, consiguiendo que esa cólera destructivamente roja cambie a azul salpicado—. Y no me importaría dar más días de mi vida si puedo conocerte.

—Eres un estúpido. —Bufa con falsa molestia.

—Un estúpido con 201 puntos de IQ, muchas gracias.

—¡Eiji! —Y eso lo hace chillar de verdad, golpeando su punto más bajo de orgullo y narcisismo—. No puedes saber eso, no te han hecho la prueba, no es justo.

—Claro que puedo saberlo, en Izumo la hacen todo el tiempo.

—Mientes.

—¿Puedes probarlo? —Se burla con una sonrisa altanera—. Señor 1 punto menos de IQ que Eiji.

—¡Eres tan desesperante! —Gimotea, pateando el piso y apretando sus puños como lo ha aprendido de él, Eiji tiene muchas ganas de pellizcarle las mejillas y revolverle el cabello para felicitarlo, aunque no lo hace, tiene una imagen respetable que mantener—. Me vuelves loco.

—Te encanto. —Lo empuja un poco más.

—Te detesto.

—Y aun así, viniste por mí. —Sonríe entre dientes, calmando la tensión, las paredes del Chang Dai se han vuelto de un lila opaco y pajoso, las luces ambarinas se encuentran extintas, con las lámparas de queroseno volcadas contra el suelo—. Viniste a salvarme como un caballero de armadura blanca.

—Sí. —Ash imita el gesto, más serenado—. Claro que vine por ti. —Esos jades permanecen clavados en Eiji como si hubiera algo oculto que intentara decir, la intensidad del contacto visual provoca que el corazón le duela, haciendo que se sienta momentáneamente especial, rara vez ha mirado los ojos de alguien más por un periodo tan prolongado de tiempo, es íntimo, mucho más que tocarse.

—Estás realmente cerca. —Hipa, porque esos jades no contemplan el Chang Dai, el resto del mundo ni a sí mismo, sino que lo están mirando a él.

—Lo estoy. —Arriesgando una parte de su misma existencia al concentrarse solo en el mestizo, sus ojos desprenden una centella jodidamente cariñosa al delinearlo, es embriagador—. ¿Qué harás con eso?

—¿Eh?

—¿Te molesta?, ¿no eras tú quien me quería domesticar?, ¿o ahora que me has visto te arrepientes?

—Claro que no. —Brama con total honestidad—. Pero deberíamos ir a la posada para hablarlo con más tranquilidad, te ves agotado y yo acabo de regresar de la muerte. —El lince aprieta sus párpados muy fuerte antes de restregarse contra la palma del japonés, tal como un gatito mimoso lo haría.

—Tienes razón. —Su aliento se derrite sobre su piel, erizándole hasta el alma, casi puede sentir esos labios aterciopelados encima de sus dedos, deslizándose como miel—. Pero no podemos regresar a la posada, el precio para otra noche es demasiado alto.

—Vamos a otra posada. —Lo dice como si fuese lo más obvio del mundo, al contemplar la expresión de su acompañante se da cuenta de que...

—No podemos. —No lo es—. Tengo reputación en la ciudad.

—Oh. —Y de repente, se concibe tonto por asumir—. Nos las arreglaremos.

—¡Ya sé! —Entonces, Sing se levanta energéticamente de los escombros, sacudiéndose su chaleco azul marino, limpiando los bordados de plata para devolverles su gloria—. ¿Por qué no permanecen con nosotros? Seremos los mejores anfitriones de todo Nueva York.

—¡¿Qué?! —Shorter y Ash gritan al unísono.

—¡Sí! Es una grandiosa idea, así los compensamos por los costos extras y estamos a mano.

—¿Cómo una mugrienta posada se equipara a un día de vida? —Sing retrocede en pánico al detectar un cambio en su actitud, refugiándose detrás de Shorter—. ¡Nosotros por ningún motivo vamos a...!

—Estamos encantados. —Eiji lo interrumpe—. ¿Verdad, Ash? —El nombrado rueda los ojos pesado, se ve completamente cabreado con su puchero y sus ceño arrugado, es un bebé, piensa.

—Bien. —Gimotea—. Pero más vale no tengan natto.

Para la desgracia de Eiji, los incultos ni siquiera saben qué es el natto, sin embargo, la amargura pasa gracias a una humeante y apetitosa sopa, Shorter los recibe en su residencia, queda cerca del distrito comercial, a diferencia del bazar es simple y humilde, no existe nada ostentoso en su piso de madera quebrajado, sus paredes húmedas a causa de las grietas y la pesada sensación del vapor titilando en la chimenea, lo único mágico del sitio es que las brasas se controlan a voluntad como si usasen una perilla. Se queda a solas con Wong, el lince se negó a probar la cena con la excusa de que podía estar envenenada y Sing se ofreció a limpiar los escombros de la tienda.

—Debes pensar que soy un monstruo. —Suelta al aire, apretando su tazón de sopa entre sus manos, inclinándose hacia las llamas como si desease ser devorado por la boca de la chimenea—. Tu novio tiene razón, no es un trato justo el que hicimos. —Sus lentes de sol gastados penden graciosamente encima de la chistera, aunque es de un brillante negro entintado, se mira vieja—. Lo siento.

—No es nada. —Eiji se encoge dentro de su túnica, está helado aun al lado del fogón—. Fue mi culpa por aceptar el trato, ambos firmamos.

—Pero sabía que eras un turista, hice trampa.

—¿Cómo supiste? —Y Shorter carcajea como si le hubiese preguntado algo insólito e impensable.

—Tus ojos. —Los apunta—. Tus ojos brillaban por todo el mercado igual que la primera vez que Sing lo vio, por eso supe que eras extranjero.

—Oh. —Sus mejillas se conciben tibias y cosquillosas—. ¿Es tu hermano?

—El mocoso ya desearía ser mi hermano. —Se ríe sin gracia—. Su hermanastro está en la guerra, nosotros lo cuidamos mientras tanto.

—¿Nosotros? —Se detiene en el plural.

—Sí... —De repente, toda esa diversión y petulancia que hacía brillar a Shorter mientras hablaba, se desvanece, igual que una chispa convirtiéndose en ceniza—. Nosotros dos.

—Ya veo. —No va a presionarlo para indagar más, si algo ha aprendido de Nueva York es que los secretos y la información son la moneda de transacción principal.

—Ella se llevó tu día de vida. —Sisea, sus dedos se crispan alrededor del bol de greda—. Mi hermana mayor. —Eiji parpadea con curiosidad, intentando procesar aquella vulnerable confesión, si fuera el lince buscaría alguna razón para desconfiar de dicha espontaneidad: «nadie hace las cosas sin recibir nada a cambio» le dijo.

—¿Ella lo necesitaba? —Pero él es diferente en ese sentido—. ¿Mi día de vida?

—Sí. —Entonces está bien que lo tenga, no le dice—. El Chang Dai es su tienda, ella es la única que puede hacer magia, es una hechicera.

—¡Pero te vi hacer magia! —De pronto se ríe y su mirada se suaviza, sus cabellos púrpuras se mecen de manera graciosa alrededor de la chistera, el calor del fogón resulta deslumbrante.

—No lo hice, los artículos eran mágicos. —Se mofa—. De verdad no sabes nada de Nueva York.

—¿Debería?

—Si andas con Ash Lynx, sí. —No lo dice con malicia, sino más bien con... Inquietud—. Yo soy un tipo de alquimista en práctica y Sing es un ilusionista. —Ambos conceptos le son ajenos y confusos, así que se limita a escuchar con los ojos muy abiertos y el corazón de un niño—. Él tira ilusiones visuales para hacer que me vea más genial de lo que soy.

—¿Cuándo el bazar cambió de color fue Sing?

—Estás entendiendo. —Le guiña un ojo, tomando el ala del sombrero con coquetería—. Yo por otro lado, estoy en proceso de preparar pócimas, solía hacerlas para mi hermana todo el tiempo, incluso ella era mejor que yo cocinándolas pero disfrutaba aprendiendo de ella.

—Hablas de ella en pasado. —El pensamiento brota de su boca sin su consentimiento.

—Tú... —Shorter tensa el agarre en la chistera, vacilante—. ¿Quieres conocerla?

—¿Puedo? —Asiente—. ¿Por qué?

—Tengo una corazonada contigo y espero no equivocarme.

Nadia Wong es el nombre de la chica.

Está muerta, no más muerta de lo que Eiji estuvo, por supuesto. Shorter ha logrado extender su vida con estos contratos engañosos donde cambia artículos mágicos por vitalidad para darle más tiempo a la mujer, es preciosa, se encuentra pálida igual que una muñeca, tumbada encima de la cama, con su cabello enmarcando un rostro extraordinariamente agraciado y bello empañado por la agonía de un limbo perpetuo, se ve enferma pese a la hermosura, parece costarle respirar, tiene ojeras todavía cadavéricas, sus venas resaltan bajo su translúcida tonalidad, pero eso no llama su atención, sino la quemadura que se encuentra tatuada en sus dedos.

—Veneno de medusas. —Wong musita, tomando uno de sus cortos cabellos negros para ponerlo detrás de su oreja—. Le pedí que me ayudara con una pócima nueva.

—Shorter.

—No sabía que el veneno de medusa podía matarla, es hechicería negra, debía incrementar la magia del portador, nosotros estábamos mal, lo hicimos para sobrevivir, el Chang Dai iba mal y pensé que sería una buena idea, creí que podría salvarnos pero... —La boca le tiembla—. Esto es mi culpa. —Y a Eiji le destroza el corazón verlo así. Pueden ser desconocidos, no obstante, es una cuestión de empatía humana. Y acá entiende la diferencia entre él y el resto de Nueva York.

—Se ve adolorida. —Todos han perdido a alguien valioso, incluso Ash.

—Le trae pesadillas. —Todos menos Eiji, aún—. Sé que es una idiotez, pero a veces pienso en buscar a una sirena para pedirle un deseo, es la única cosa que no he probado a estas alturas. —Y el mestizo sufre del impulso de pedirle que los acompañe porque se encuentran justamente camino al deseo, sin embargo, no está solo en esta travesía y hacerlo sería pasar a llevar al lince.

—¿Te gustaría que le preparara un brebaje para adormecer el dolor? —Así que hace esto.

—¿Eh?

—No hará mucho más que una anestesia. —Se muestra tan humano como puede ser, no para usarlo más adelante en contra de Shorter o Sing—. Pero podría aligerar las pesadillas.

—¿Por qué? —Entonces cuestiona—. Nadie hace las cosas sin recibir nada a cambio. —Y se ríe por lo ajeno que ha permanecido del sufrimiento este tiempo o más bien, ha sido una congoja diferente.

Así como Eiji no ha perdido a nadie todavía, todos los demás tienen algo que Eiji no: historia.

No tiene la menor idea de dónde surgió, brotó sobre Izumo como una planta más en la isla, apareció ahí sin familia, sin antecedentes, sin nadie que lo amara, sin un nombre propiamente suyo, sin algún linaje claro, siendo monstruo y humano, sin tener idea de por qué es así más que alimentándose de las leyendas de Ibe y eso es triste, nacer siendo una tabla rasa que no tiene pista de con qué debería llenarse, tener escrito un pasado que desconoce en el cuerpo es duro. Así que entiende la pérdida.

—Porque es doloroso perder a alguien. —Musita con amargura—. Es doloroso perderse.

No dicen más.

Con la excusa de tener frío para darles privacidad, Eiji se encamina hacia la chimenea del salón, una tímida sonrisa florece entre sus mofletes al encontrarse con Ash envuelto en una cobija, tapado de pies a cabeza como si la manta fuese una especie de iglú, asomando una mirada tan recelosa que lo hace sentir como si hubiera engañado a su gato llegando a casa con el aroma de un perro. Adorable, esa es la primera palabra que inunda su mente al sentarse al lado, una orilla de la frazada cae sobre su regazo sin intercambiar otra palabra, se ríe, sabiendo que tiene maneras especiales de mostrarle su afecto.

—Las túnicas son un poco heladas. —Deja caer el comentario nervioso al aire, puede sentir la tibieza que desprende Ash incluso a través de la manta, es hogareña—. Deberíamos ir de compras antes de nuestro viaje.

—Tienes razón. —Ash habla despacio, sus párpados cargan por el azul de su voz, sus dedos retiemblan alrededor de la manta, el sabor de la sopa se ha vuelto pesado—. Necesitamos provisiones antes de irnos, no podemos quedarnos mucho tiempo en Nueva York o le avisarán a...

—¿Dino Golzine?

—¿Viste un recuerdo de él?

—Perdón. —Ahora que logra pensarlo con la cabeza fría la decisión fue impulsiva de sobremanera, no obstante, es difícil entender la línea de la normalidad en una ciudad de magia—. Te pase a llevar, no lo hice con la intención de transgredirte, solo estaba preocupado y no podía fingir más que no me afectaba verte mal, quería entenderte, quería ayudarte.

—¿No me odias luego de lo que viste?

—Lo dices como si supieras lo que vi.

—Cualquier cosa que pudieras haber visto de mí es mala.

—Oh, Ash. —Entonces se atreve a tomar sus manos, es calmo y le da la libertad para apartarlo si así lo desea, pero no lo hace—. Nada de tu pasado podría ahuyentarme jamás.

—No puedes saberlo. —Se mira tan dolido con esta confesión, puede ver a su corazón haciéndose trizas dentro de esos relumbrantes jades—. Esa probablemente fue la punta del iceberg, se pondrá peor.

—No me importa. —Riña, el tenue reflejo de la fogata le confiere una lozanía etérea a esas pestañas doradas—. Te seguí hasta acá, no me acobardaré ahora. —Ash bufa, sus mejillas se han teñido de un violento carmesí, resaltando esas constelaciones que tiene por pecas, volviéndolo aún más hermoso de lo que es.

—¿Acaso todos los sirenos son tercos?

—Qué soy un mestizo. —Gimotea, sabiendo que el tema no ha salido a flote por su rareza, si Eiji de verdad fuera una sirena... ¿Seguiría vivo? Plic, plic, plic, empieza a gotear, niega. No pretende pensar en eso, o en la sangre del recuerdo, o en la montaña de cadáveres o en Dino—. Mañana. —La tensión acumulada en sus huesos se evapora por arte de magia cuando Ash aprieta levemente el agarre.

—¿Iremos de compras? —Asiente entretenido—. Mejor que quedarnos en este basurero.

¡Ash! No seas grosero. —Plic, plic—. Al menos tengo una lista de las cosas que necesitamos.

—Qué buena esposa. —Se burla la pequeña mierda—. ¿Qué necesitamos?

—Medusas. —Declara como si fuese lo más lógico del mundo—. Muchas medusas.

Plic.

Les dije que Shorter tenia sus motivos pero me andaban quemando al niño, ahora, como les dije tenemos apariciones de personajes una tras otra en Nueva York para pasar el siguiente arco más villanico, así que disfruten de estos acercamientos y  leves malentendidos que acaban bien porque de hecho fomentan la comunicación~ en la trama. Otro punto es que así como Ash podría haber perdido la confianza en Eiji por el tema del recuerdo tambien podría generarle alivio, porque a fin de cuentas, le da miedo que no lo quiera por lo que es y hace una especie de prueba de realidad, como una bajada de pensamientos catastroficos, mi trama se fue más por la segunda opción, aunque ciertos temas jamás desaparecen. Mil gracias por leer.

¡Nos vemos mañana ojalá!

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