7. Amulet.
Hi~ Un poco tarde hoy porque pasaron muchas cosas ajetreadas, pero acá estamos, el último día en Izumo, llevamos siete días a full con esto lo que lamentablemente me corta las demás actualizaciones porque me sobreestime y no doy para dos actualizaciones diarias con trabajo y estudios en paralelo, so, yo cacho que los otros fics estarán en hiatus hasta acabar esto, pero me mantengo optimista. Cerramos el ciclo hoy, mil gracias por tanto.
¡Espero que les guste!
—¡No puedes llevártelo!
La afirmación de Akira rompe en una marejada feroz e indomable, su tono se arremolina entre cada letra como ventosas de monstruo marino acechando barcos, sus lágrimas se amortiguan entre sus regordetas mejillas, cayendo igual que una tormenta hacia sus delgados labios, empapando su nariz de botón y sus hoyuelos de sueños, sus cejas se arrugan aún más, logrando que las gotas salpiquen hacia sus cabellos, su mirada achocolatada se ve recubierta de algo mucho más venenoso y violento, es bravamente hermoso.
—No puedes llevártelo. —Repite con convicción, a pesar de la tormenta que sobrelleva, hay fuego en su voz—. Te lo prohíbo.
—Vaya, no sabía que la señorita podía prohibirme algo. —Deja escapar con una sonrisa juguetona, es casi felina—. Pero me temo que se ha equivocado, porque no me estoy llevando nada que no se quiera llevar.
—Ash, no la provoques más.
—Ella fue la que empezó.
—Déjame hablar bien con ella. —Entonces Eiji se lo pide y el lince se ha domesticado—. Por favor.
—Solo por ti.
—¿Crees que me das miedo? —La chica ríe con sarcasmo, arrebatándole otra vez la luz del farol, no tiene pelos en la lengua ni teme demostrarlo—. ¿Crees que me asustas con tu reputación? —Se para ante el lince que todo lo reduce a cenizas, se alza en la punta de sus pies con la intención de acortar la brecha corporal por instinto—. No lo haces.
—Ni creí hacerlo. —Se suaviza.
—No sé qué le habrás dicho para que se vaya contigo, pero no puedes llevártelo. —Brama, inflando el pecho y haciéndose aún más alta—. Libéralo de tu hechizo.
—No he usado magia para que Eiji se vaya conmigo.
—¡Claro que sí! —Grita de lo más profundo de su tráquea, impotente—. ¡Debes tenerlo amenazado! ¡Esa es la única razón para que él te siga!, ¿verdad, Ei-chan? Díselo.
—Ash no me está obligando a nada, tampoco me tiene hechizado. —Eiji se agacha para quedar a su altura, acuna con sus dedos esa pena azulada que no impresiona tener final, las siente cosquillearle desde las yemas hasta las grietas que yacen en su corazón, es frágil ante Akira, siempre lo ha sido y siempre lo será, es lo más cercano que tiene a una hermana menor—. Me estoy yendo por voluntad propia.
—Mientes para protegerlo.
—No lo hago, me quiero ir por voluntad.
—No es cierto. —Insiste, limpiándose con brusquedad la cara, pasándose a llevar el último ramillete que tiene por pestañas, el aire en la playa se siente demasiado cargado, es sofocante, tiene sal entre los pulmones y arena en la lengua—. Tú nunca me abandonarías.
—No te estoy abandonando.
—¿No? —Su voz se eleva y se quiebra, igual que una botella en altamar—. ¿Y qué estás haciendo si no es abandonarme? —Ella ve con disgusto las maletas en el cuarto del japonés, ríe, aunque carece de esa tan característica magia que desprende su risa, esta es grave y amarga, es una risa adulta, los adultos olvidan con facilidad la magia en un mundo construido para que la magia agonice.
—No me estoy yendo porque quiera abandonarte.
—Pero eso no te ha detenido.
—Aki-chan... —Entonces lo aparta de un manotazo, se ciñe a sí misma, haciéndose pequeña dentro de esa grácil túnica de seda con bordados de cerezos, es su preferida porque Eiji posee una a juego que le sienta de maravilla, ja—. Lo lamento, no quería que te enteraras de esta manera.
—¿No harás nada? —Su tono se alza con notas saladas, la brisa marina arrastra la pena—. ¿Ibe-san? —El nombrado niega constipado, tiene la boca tan apretada que parece zurcida por hilos cobrizos.
—No podemos elegir por él, Ei-chan es libre de escoger su vida.
—¡Pero él tampoco está eligiendo! ¿Acaso nadie más lo ve? —Grita—. Tú lo estás manipulando. —Mirando con una frialdad impasiblemente cruel a Ash—. Monstruo.
—No lo llames así. —Y de repente, Eiji ya no luce tan amable luego de esa declaración, su mandíbula se ha tensado y ha adoptado una postura de protección al aludido—. Tiene una maldición nada más.
—Es una excusa. —Escupe—. Ese monstruo no debería estar acá.
—¿Y por qué yo debería estar acá entonces? —Se para firme sobre sus propios pies, se hunde en la blanquecina y refinada arena de la playa, determinado—. ¿Por qué Ash es un monstruo y yo no?
—¡Porque eres tú! —Jadea desesperada—. Mizu-chan, dile algo. Hazlo entrar en razón, tú tampoco quieres que se vaya, ¿verdad? —Pero el aludido se limita a bajar la cabeza, sin querer han armado todo un espectáculo en su pueblo tras darle la noticia—. Ahora todos están en mi contra, no puedo creerlo. —Aunque el rencor sangra a través de su voz, las lágrimas no dejan de escurrir con crudeza.
—Akira.
—No quiero seguir escuchando más excusas. —La joven se da vuelta sobre sus talones, dándoles la espalda—. Si quieres irte está bien, pero ni siquiera pienses en despedirte de mí, no quiero volver a verte a menos que cambies de parecer y reflexiones.
—¡Aki-chan! —Su tutor lo frena con un tenue apretón encima de su hombro, niega, transmitiéndole que seguramente requiere de espacio y privacidad para procesar la noticia—. Ibe-san...
—Dale tiempo para que lo asimile. —Le suplica—. Aunque la noticia nos golpea a todos en la isla, es especialmente duro para ella, te adora, trata de entenderla, está muy apegada a ti.
—Lo sé. —Suspira, viendo la silueta de la chica desvanecerse bajo la risa del verano—. Lo siento, no quería que las cosas terminaran de esta manera.
—Lo sé.
Y ella se va.
Dejándolo con el corazón hecho pedazos.
Eiji se arrastra a la costa, se deja caer sobre la arena, permite que el calor se filtre a través de su piel, siente colarse a las diminutas partículas de sal desde su nariz hacia lo más profundo de sus pulmones en una especie de sahumerio bendito, construye un castillo donde reina la magia, pero la magia está muerta y las torres se han visto arrasadas por el mar, se queda ahí, varado, se pregunta si lo correcto es esto: convertirse en una de las miles de conchas que adornan esa costa, preciosa, pulcra e idónea, pero con tan poca vida que impresiona más muerta. Se encoge contra sus rodillas, el océano le besa los pies y le delinea las caderas, el agua está fría, más, no refresca. Y de pronto, es una débil torrecita sintiendo que el mundo es insostenible, que su vida se ha vuelto insostenible y él es insostenible.
Es curiosa la sensación de ser un hermano mayor, ha escuchado muchas veces rabiar a Ibe sobre los descuidos que el padre de Akira ejerce con comentarios sobre su apariencia corporal hasta el punto de ser despectivo con su personalidad, a pesar de ser su tío decía que la sentía como una hermanita, porque había una desbordante necesidad de protección dirigida única y exclusivamente hacia ella y no solo eso, además predominaba el deseo para hacerla mejor, de tener la posibilidad de contribuir en el crecimiento de una persona tan maravillosa que al verla dijeran: «todo valió la pena».
¿Lo hizo?
Suspira, un cangrejo de río se ha subido a sus rodillas, no sabe cómo el animal apareció en esta parte de Izumo, sin embargo, el bailoteo entre sus antenas y sus tenazas lo hace reír, no duda en acunarlo con sus manos, la criatura se lo permite.
—No sabía que las sirenas podían hablar con los animales marinos. —Es Ash quien lo ha ido a buscar, tiene una sonrisa floja y trae el corazón en la manga, si fueran cualquier otras circunstancias Eiji se detendría a reparar sobre lo herido y maltrecho que se halla, pero hoy no.
—¿No te lo dije? —Le sigue el juego—. Soy un experto hablando en cangrejo. —Bufa, uno de sus lacios mechones dorados salta hacia sus pestañas como polvo de sol y es maravilloso, o al menos lo sería sino estuviera sumergido en su propia depresión.
—¿Qué te dice? —Entonces, Eiji acerca al animalillo hacia su oreja, listo para escucharlo—. Despierta mi curiosidad los profundos pensamientos que puede tener un cangrejo.
—Dice...
Pero el mundo aún es insosteniblemente pesado y Eiji es una trémula montonera de arena.
—Dice que soy un terrible ejemplo para Aki-chan. —Sisea, su voz se ha salado en la brisa, su cuerpo se ha vuelto ligeramente pesado, como si literalmente estuviese hecho de miles de granos de sílice incapaces de mantenerse pegados en su forma original por sí solos—. Que es estúpido dejar Izumo porque este es mi lugar, que no tengo derecho a estar en otra parte.
—Eiji.
—Dice que soy un malagradecido, que nunca me ha faltado nada en esta isla a pesar de lo que soy y todavía tengo el descaro de actuar como si no tuviera nada propio, dice que es una tontería egoísta traicionar a una de las únicas personas que me han amado y podrían amarme. Que probablemente no me encuentre dotado del coraje suficiente para cometer una locura como estar embarcándome hacia altamar, dice que es una niñería y que debería... —Baja el cangrejo hacia la playa, observa la gracilidad con la que el viento besa sus antenas y se derrumba—. Y que debería quedarme y ya.
—¿Eso dice? —Asiente, encogiéndose aún más.
—Y tiene razón. —Si bien, no existe anhelo más grande e intenso que ataña su corazón además de huir de Izumo, encontrar su libertad a costa de Akira le resulta jodidamente egoísta.
—¡Pues esto es lo que pienso de su opinión! —Entonces, como el lince es una criatura sumamente sabia toma con suma gentileza al animalillo para aventarlo de un tirón hacia lo más hondo del mar igual que una piedra. Se escucha un glu y desaparece para siempre.
—¡Ash! —Eiji grita histérico, no quedan rastros del cangrejo a estas alturas—. ¿Por qué hiciste eso?
—Porque era un cangrejo mentiroso. —Bufa con simpleza, dejándose caer de bruces al lado de Eiji, la arena salta al aire, forjando una capa de polvo dorada—. Ojalá se lo coman los tiburones.
—¡No hables así de Nori Nori! —Gimotea.
—¿Nori Nori? —Aunque su sonrisa es galante se encuentra repleta de pintas burlescas—. ¿Qué clase de nombre ridículo es ese?
—¡No es ridículo! ¡Es un nombre genial! —Chilla—. Le pongo ese apodo a todo lo que me apetezca. —Infla los mofletes, estira la boca y tensa el entrecejo con la finalidad de manifestar su desmesurada indignación.
—¿Eh? —Pero el desgraciado lo sigue molestando—. ¿Todo lo que te apetezca?
—Así es. —Ambos quedan entrampados en este juego—. Por ejemplo, ¿ves esa playa de allá? —Ash asiente entretenido, sus hombros se rozan con la excusa de contemplar mejor el otro extremo de la costa—. Es la ribera Nori Nori. —Le explica como si fuese lo más racional y evidente del universo—. Y Esa es la cabaña de Nori Nori, esa es la flor de Nori Nori y este es el gato malhumorado Nori...
—No te atrevas a terminar esa idea. —Le advierte al leer su intención de señalarlo—. Te dije que los nombres son sagrados y no me gusta que profanen el mío.
—Creo que te haría un favor cambiándote de nombre. —Se burla—. Ash Lynx suena tan... —Rueda los ojos antes de deparar en la mueca desagradada del aludido.
—¿Tan qué? —Gruñe—. Adelante, ten las pelotas para decirlo.
—Predecible. —Se contiene, intentando arreglar la situación—. Es como si yo me llamara mestizo o pez con piernas o humano con escamas o sushi aún crudo. —Y finalmente lo hace reír, es un sonido que proyecta una infinidad de colores a través de la playa, es más majestuoso que cualquier arrecife de coral o grieta marina, es precioso.
—¿De verdad crees que Ash Lynx es mi nombre real? —Entonces se burla, inclinándose con un tono juguetón hacia Eiji, golpeándole ligeramente el hombro bajo la brisa dorada.
—¿Acaso no lo es?
—Claro que no. —El japonés da parpadeos de lechuza taciturna con curiosidad—. Eres mucho más ingenuo de lo que pensaba, mi madre me puso otro nombre de nacimiento, Ash Lynx es un alias.
—¿Cuál es tu verdadero nombre? —Cuestiona la imprudencia.
—¿Por qué debería decirte?
—Porque el cangrejo me dijo que me lo dijeras. —Y por un instante efímero e insignificante, Eiji deja de sentir que el mundo se desmorona a su alrededor, deja de sentir que debe sostener a su pasado, a Izumo y al mismo universo entre sus pequeñas y cansadas manos y las baja.
—¿El mismo crustáceo idiota que arrojé al mar? —Asiente más joven, tiene recién veinte años pero Eiji siente que es un anciano gracias al cansancio, aprecia que ha vivido cien años y de esos cien años no ha disfrutado nada, es la primera vez que se permite esto—. ¿Ese cangrejo?
—Ese mismo. —Es divertido.
—Tal vez algún día te lo diga. —Ash dice con una sonrisa tan sincera que le acelera el corazón.
—G-Gracias. —Traga duro, siendo demasiado consciente de esa abrumadora cercanía, repara en la lozanía que colorea la piel de su acompañante, con unas pestañas tan doradas como polvo de hadas, con un tenue colorete de vergüenza asomándose por sus orejas, con su mirada afiladamente dulce, igual que un secreto a plena luz—. Ash. —Cae en sus ojos, se ahoga en ellos, jades, un jade al alba.
—¿Sí?
—¿Realmente crees que esté bien irme?
—Pregúntame lo que realmente quieres saber. —Y se ríe de lo transparente qué es ante sus jades.
—¿Realmente crees que tengo el derecho a irme?
—Oh, Eiji.
—Porque no lo siento así.
Y a fin de cuentas lo ha afectado más de lo que admite ser un mestizo, es como haber heredado los defectos más feos de ambos padres, convirtiéndolo en un cúmulo de fallas: disfruta la debilidad de los seres humanos y su corazón frágil de cristal por un lado, y por otro, tiene la afinidad con el océano sin estar completa, sin magia, sin poderes, sin deseos, es una simple cola que a veces resulta mucho más burlesca que de ayuda. A veces logra mantener esa sensación aislada, no le agrada resentir esa naturaleza de mezcla porque es desagradable y lo desagradable se condena, pero a medida que han pasado los días una escurridiza e inalcanzable anguila de desprecio se abrió camino hacia él y le pegó con su coleta, siente que los defectos son vivos e hirientes, siente su poderoso y carnoso golpe sobre los intestinos, el corazón y los pulmones y entonces, es imposible atraparla y la anguila cada segundo crece en su interior, devorándole las tripas igual que un gusano parasitario.
Por eso es tan imprescindible irse con Ash, quiere demostrarse a sí mismo que tiene tanto derecho a vivir como los demás, quiere convencerse de que es valioso aunque no esté definido, quiere creer que incluso las bestias merecen una oportunidad.
Es un mestizo.
Mestizo = indigno.
Mestizo = monstruo.
Mestizo = inhumano.
¿Y es tan malo? ¿Será tan malo?
—No sé qué esperas encontrar allá afuera, asumo que si te estás ofreciendo a embarcarte en esta aventura conmigo es porque tienes curiosidad acerca de las sirenas y existen preguntas que esperas hacerles. —No responde, se limita a escuchar, siente la arena derretirse bajo sus dedos y la espuma juguetear bajo sus pies como plata derretida—. Pero no le perteneces a nadie, ni a tus seres amados, ni a la isla, ni a los humanos, ni a las sirenas, eres libre, Eiji.
—Ash. —El aludido acuna con fuerza su mano, provocando que un jadeo escape de lo más profundo de su garganta y esa anguila de desprecio se espante con semejante calidez.
—Aunque no lo sientas ni lo veas así en este momento, eres libre. —Sonríe.
—Es lindo escucharlo. —Sus mejillas se conciben rojas, un extraño e innombrable sentimiento nace en su vientre, arremolinándose igual que aleteos de mariposas—. No es que odie Izumo ni pretenda ser cruel con Aki-chan y haga esto para castigarla o castigar a Ibe-san, pero necesito salir y ver más, debe haber algo más allá para mí porque no quiero vivir mi vida por alguien más, no tiene sentido.
—Ni deberías. —Ash relaja su agarre encima de la arenisca, desliza sus dedos entre los de Eiji, es un toque naturalmente agradable, se siente bien, tan correcto—. Puede que te guste lo que encuentres afuera, puede que no, pero solo lo sabrás estando allí afuera. La incertidumbre suele ser un enemigo mucho más voraz a la realidad, ¿sabes? —El moreno bufa, apenado—. ¿Qué? ¿Por qué el puchero?
—Te crees muy inteligente, ¿verdad?
—Ahora que lo mencionas, pues sí tengo un coeficiente superior al resto. —Brama con altanería—. 200 puntos de IQ.
—Pues los tenías bien escondidos. —Y él le golpea el hombro con el simple objetivo de manifestarle su molestia—. Eres tan infantil, te comportas como un niño, ¿dónde está esa bestia temible? —Se ríe, el castillo de arena se ha derrumbado bajo sus pies.
—Mira quién habla, el chico Nori Nori. —La espuma se ha llevado lejos las conchas marinas.
—Ese apodo me gusta. —El mar canta una balada de una sola sílaba—. Puedes decirme así de ahora en adelante.
—No puedo creer que seas mayor. —Se queja—. ¿Seguro no lo inventaste para impresionarme?
—Claro que no, mocoso. —Su tono sube a una aguda audaz, diminutas burbujas hierven dentro del mestizo, son más coloridas que una aurora boreal y saben más dulce que cualquier caramelo—. Supongo que tienes razón y nada será tan terrible como la incertidumbre a nunca saberlo al quedarme acá, lo sé, pero es duro de aceptar, llevo toda mi existencia en esta burbuja protegida, en cierta medida me da miedo salir y encontrarme con el mundo real.
—Eiji.
—Pero es mucho más aterrador no hacerlo. —Interrumpe—. Además, me siento seguro yendo hasta lo desconocido si es contigo, disfruto tu compañía. —El rostro de Ash se ve salpicado por un vibrante y violento carmesí que le colorea hasta los restos de las pecas.
—C-Claro. —Ríe, soltando abruptamente el agarre entre sus manos, agitado—. Deberías hablar con el tal Ibe-san antes de irte e intentar razonar con Akira, la mocosa me pudo haber engañado con ese ramo de algas, sin embargo, parece amarte mucho.
—Lo hace. —Sonríe—. Gracias, Ash. —El nombrado parpadea con reticencia.
—¿Seguro no eres una sirena? —Le pregunta, despertando su curiosidad, las burbujas hierven con un furor rebelde dentro de su corazón, volviéndose incontrolablemente efervescentes.
—¿Por qué lo cuestionas?
—Dicen que las sirenas son buenas robándose corazones. —Ah, seguramente se refiere a Mizuno, piensa.
—No te preocupes. —Se levanta—. Ya hablé con Mizu-chan.
—Sí. —Carcajea ansioso—. De eso estaba hablando.
Se quedan un rato más así, en silencio, sintiendo a la marea empaparlos con su última y vibrante ola de despedida antes de que se arme de coraje y se encamine hacia la casona de su tutor. Lo encuentra sentado en una mesita contra el pilar, los platos se han atiborrado encima de la mesa, la grasa lo ha transparentado todo y le da asco. ¿Asco? Mentira, a pesar de todo está muerto de miedo. Porque él es la persona que lo crio, es su familia en lo más profundo de la palabra y aún así le hizo bastante daño por ocultarle su pasado como si fuese algo que debiese censurarse. Sabe que sus intenciones no fueron malas, no obstante, antes Eiji no se sentía mal con respecto a sí mismo y le cayó como un balde de agua fría ver que al resto sí, empezando por quién debía cuidarlo, se sintió sucio, mullido y maltrecho, como si una venda se hubiese caído: «eres motivo de vergüenza», le dijo a su corazón.
«Eres motivo de vergüenza porque todo el mundo actúa así».
Y es triste mirar hacia atrás y darse cuenta de que lo ocultaron como si fuese un secreto sucio, había un impulso primitivamente infantil en ese entonces empujándolo para ganar la aprobación del tutor, a ser amado y protegido, a ser valioso para alguien porque no era valioso para sí mismo. Pero quizás, justamente porque Ibe vislumbra quién es, sea bueno o malo, lo trata de esta forma incluso al final.
—Ei-chan. —El malestar se arremolina en su vientre apenas lo mira mover los labios, su bigote suelta polvo al aire, como si llevase una eternidad congelado a la espera de este momento—. Hay algo que te quiero dar. —El nombrado traga duro, arrastrando sus piernas hechas de arena otra vez a la silla, pesan, puede ver a la arenisca desprendiéndose con cada trémulo movimiento.
—¿Qué es? —Lo tiene acunado en sus palmas, le es imposible ver.
—Algo que no quería darte. —El malestar se abre paso otra vez, comienza con pequeñas burbujas que hierven en el centro, justo como las fauces furiosas de una bestia marina—. Esto te pertenece.
De pronto, Ibe extiende sus manos como alas de mariposa para enseñarle un delicado talismán de color escarlata, hay un grabado ininteligible en el centro, sus letras son tan doradas que desprenden chispas bajo el candor de Izumo, un marco repleto de contornos similares a las plantas, son verdes, verdes jade, protegen la escritura, aunque impresiona ser de madera, al tocarlo se da cuenta de que es algo mucho más lustroso y pesado, tomarlo le da un escalofrío que intensifica esa sensación de malestar, pero al mismo tiempo, aplaca a esa hambrienta anguila en su interior.
—Es un amuleto de buena suerte. —Musita con tristeza—. Es lo único que puedo darte con respecto a tu pasado. —El malestar sube veloz, volviéndose turbio y sucio, se asemeja al agua mugrienta que usan los artistas para lavar los pinceles, plasmando bellas acuarelas mientras el vaso se pudre entre gris verdoso y negro depresión.
—¿Por qué? —Es la única pregunta que brota de sus labios, escurre hasta que logra saborear el óleo entre sus dientes y mira las gotas descoloridas caer hasta su mentón—. ¿Por qué eres tan reticente con contarme? Tengo derecho a saberlo, es mi historia. —Se impone, acunando ese amuleto como si fuese su corazón desnudo y lastimado.
—Porque estaba tratando de protegerte.
—Esa es la excusa que usan quienes saben que hacen algo malo y quieren justificarse. —El vaso se agita, volviéndose más y más sucio—. ¿Protegerme de qué? —Entonces, Ibe le obsequia una mueca que lo destroza, abre la boca, desesperado, se aprieta el cuello, intentando decirlo, quiere decirlo, lo ve en la punta de su lengua, no obstante, nada sale, es como si físicamente no pudiese hacerlo.
—Lo siento. —Baja los hombros, rendido—. No puedo. —Y se mira tan impotente y frustrado—. Realmente hay cosas que no puedo decirte.
—Lo dices como si estuvieses hechizado, no excuses tu cobardía. —Niega, no quiere pelear durante su último encuentro—. Lo siento. —Así que detiene el pincel e intenta limpiarse—. Debes tener tus razones, lo entiendo, pero llevo tanto tiempo avergonzado de lo que soy, es duro no tener respuesta hasta el final, ¿sabes? —Su tutor le aprieta las manos fuerte, realmente fuerte.
—Nunca me sentí avergonzado de ti. —Y se lo confirma con tanta certeza que duele—. Jamás.
—Pero...
—Ni una maldita vez. —Jadea, apretándose el pecho como si tuviese un ataque cardiaco o hubiesen cadenas aplacando sus pulmones—. Lo siento mucho si te hice sentir así, no te culpo por entenderlo de esa manera, pero te prometo que hice esto por tu bien, porque quería protegerte, porque eres maravilloso y deslumbrante y si llegas a caer en manos equivocadas no me lo perdonaría.
—No creo que alguien le quiera dar tanta atención a un mestizo. —Ríe con tristeza, pero Ibe no lo deja, le alza el mentón con suma gentileza, es suave y paternal, es papá y mamá, es su hogar.
—Mi pequeño y terco Ei-chan. —Musita, las brasas de confort que desprende su voz lo envuelven entero, son anaranjadas y huelen a desayuno recién horneado, se sienten como mantas en invierno y se escuchan igual que cantos del mar—. Te lo dije antes y te lo repito hoy, realmente me arrepiento de haberte hecho sentir que estabas encerrado, que no tenías más opciones. Odio la idea de que te vayas con un desconocido, siendo franco preferiría que fuese Mizuno o alguien de confianza quien te acompañara en tu travesía, pero está bien, tú confías en Ash y por ende, yo también.
—Ibe-san.
—Me alegra que no termines cómo yo.
—Lo dices como si eso fuese malo. —Lo que le resulta inconcebible por supuesto, Ibe es la persona que más admira en el mundo, pudieron haber tenido sus altos y sus bajos, su bueno y su malo, aun así, eso no resta el amor que le profesa.
—Es muy malo ser como yo. —Tirita, apretando las manos de Eiji como si fuese la última vez que las sostuviese en su vida—. Me arrepiento de haberme quedado acá en Izumo, lo único que hice aparte de protegerte fue mantenerme en la isla de las sirenas que las sirenas han abandonado.
—Eso me parece bastante trabajo, has cuidado de todos.
—Y sin embargo, no hacer algo no es lo mismo a hacerlo. —Interrumpe, dando grandes bocanadas de aire, como si se estuviese ahogando y no pudiese respirar porque sus pulmones se encontraran repletos de agua—. Estoy orgulloso de ti por salir de tu zona de confort y certeza, estoy tan orgulloso que no te lo puedo expresar, yo derroché mi vida, estoy feliz de que no me hayas permitido hacer lo mismo con la tuya, por eso, ve con Ash y abandona todo esto, huye y jamás permitas que nadie te haga sentir culpable de quién eres, aún si yo te lo hice sentir. —Lo lamento.
—Estoy asustado. —Confiesa, porque dejar Izumo no solo implica abandonar su tierra natal y a sus seres amados, sino la escasa herencia que su especie le ha obsequiado, eso que le impone aquello que puede ser y aquello que no—. El mundo real me da miedo.
—Y es comprensible que te dé miedo. —Le asegura, tomando el agarre para presionar sus labios contra los nudillos de Eiji, es devoto y dulce—. Pero siempre has sido el más valiente, los dos ya lo sabemos.
—Supongo. —El mestizo sonríe, la conmoción lo ha inundado, derramando su vaso de suciedad y penas para que pinte un óleo en la arena con el dolor sangrante.
—Te voy a extrañar, eres mi orgullo y mi corazón. —Y podría estarle reprochando un millón de cosas, porque si sentía esto podría habérselo dicho antes, era su responsabilidad hacerlo sentir amado, cuidado, resguardado, debió ser un modelo decente, debió defenderlo más, debió afirmarlo cuando se caía, debió acunar ambas partes de él: la humana y la monstruosa.
Debió, debió, debió...
—Eres mi niñito.
—Eres un sentimental. —Pero ningún debió lo cambiaría—. Te extrañaré, te amo, papá.
—También te amo, mi pequeño sirenito.
—¡Ibe-san! —Y lo único que puede hacer es ver para adelante, después de todo, cualquiera se puede caer cuando las luces están apagadas, así que está bien—. No me molestes.
—Debía hacerlo una última vez. —Le sonríe, acomodándole un mechón oscuro detrás de la oreja.
—No lo digas como si no me fueses a ver otra vez.
—Tienes razón. —Aun así, su sonrisa de pérdida permanece—. Siempre estaré en Izumo, esperando por ti.
—Y yo prometo volver. —Ibe apoya una palma encima de su hombro, notoriamente exasperado, sus labios se tensan, es como si tuviese hilos invisibles tironeando de su piel, impidiéndole hablar. Y solo al contemplarlo de cerca, Eiji puede ver que ha estado llorando—. Volveré por ti, lo prometo.
—Y yo te estaré esperando.
Una barcaza de comercio los llevará a la ciudad más cercana, Ibe hizo posible esa huida gracias a sus contactos y el momento finalmente ha llegado. Eiji da un último suspiro de Izumo, el aire salado no tarda en chispear dentro de su nariz mostrándole una preciosa película iridiscente de todas aquellas cosas que vivió y no vivió acá, mira a Mizuno y a su dulce sonrisa impasiblemente floreada de «estoy sufriendo enamorado», pasea su mirada por los guardias que siempre lo protegieron, su corazón se presiona ante las amas de casa y los chales que le tejieron, se bambolea a quienes lo subestimaron, pero ya no siente nada, delinea con sus pestañas de cincel la silueta de la isla, la isla que lo tragó, la isla que lo convirtió en quién es, la isla que lo hace más y menos humano, ve a Akira «vuelve pronto» le dice con esos ojitos achocolatados «vuelve pronto, no se ha acabado nuestra conversación».
—Siempre te estaremos esperando.
Abraza a Ibe, se hunde en la calidez de su corazón, lo memoriza, arrancándoselo a lo efímero y cruel del tiempo para hacerlo eterno, una vez lo suelta, mira a Ash, hacia esos jades, esos relucientemente hermosos jades que no dejan de gritarle un mensaje que anhela descubrir, toma su mano, sube a la barcaza. Y una vez lo deja todo atrás está ligero, tan ligero que camina sobre el agua apenas roza la superficie de la cubierta, yendo hacia su nueva vida, una en donde nadie sabrá quién es.
Ni siquiera él mismo.
Puede que Ibe literalmente no pueda decir algunas cosas, solo dejo esto acá en pausa porque más adelante, cuando sepamos más de la magia regresaremos a esto que pasó en Izumo. Ahora, me fije que hace mucho no dedico un capítulo a nadie, so, mañana que llegamos a Nueva York (MI ARCO FAVORITO DE LA VIDA), aparecen dos de nuestros personajes favoritos, ¿quienes serán? La primera persona en acertar se lleva una dedicatoria en mi capítulo favorito, es que me cuesta tanto escribir magia y quedo tan lindo. Eso, espero que les haya gustado.
¡Nos vemos mañana!
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