29. Sea horse.
¡Hola mis bonitos lectores! Vamos bien lento pero seguro con estas actualizaciones, porque si bien, todas las dinamicas terminan quemandome en cierto punto, este fic es demasiado largo, onda, se han leído más de 300 páginas de word, de verdad los capítulos son los más largos que he manejado en la vida durante un intervalo de tiempo tan corto, así que me hizo bien enfocarme en otros ambientes y fics. Pero acá estamos de regreso, en la recta final. Mil gracias a quienes se toman el tiempo para leer.
¡Espero que les guste!
Eiji se detiene frente al arrecife de coral en la isla, aunque embarcaron hace un par de ocasos recién puede explorar, la maldición de Aslan ha empeorado notoriamente desde que llegaron y las estatuas humanas plantadas en la arenisca perlada ciertamente no lo ayudan a desconectarse, ha estado con muchas más pesadillas acerca de Dino y... tiene un mal presentimiento de esto. Niega con la cabeza, se hunde aún más en el agua, estira su cola, la siente más pesada de lo usual, es como si cada escama fuese un pequeño bloque de concreto, al patalear debe hacerlo con toda su fuerza, la pestilencia de la magia se encuentra impregnada incluso en el fondo del mar, probablemente este fue un lugar de fantasía y hechicería, no por nada el mapa los guio hasta acá.
¿El mapa?
Larala. Larala. Larala.
Larala.
No. Fueron sus instintos.
Fue el canto de alguien desconocido a quién eligió seguir.
Ahora Sing se encuentra impotente arrojando una infinidad de ilusiones para quebrar la carcasa tras la que su hermano se esconde, son los soldados de esa misteriosa guerra, la misma a la que fue papá y siendo franco, Eiji mentiría si dijera que no lo buscó, sin embargo, además de Ibe no posee menor idea de cómo debe lucir un papá y los ataques constantes de Aslan tampoco le han dejado bastante tiempo para pensar. Se está convirtiendo en una bestia, lo está perdiendo, lo está perdiendo, lo está perdiendo y no pueda hacer nada más que mirar. Ash. Ash. ¡Ash!
Concéntrate.
Pero le es difícil concentrarse porque el agua le da la sensación de estar sucia pese a la transparencia, huele a muerte, apesta a pecado por doquier e incluso las escamas iridiscentes de su cola se limitan a proyectar una sombra desganada, no una nebulosa estrellada como en Izumo. Tensa sus hombros, lo único enérgico en este lugar son caballitos de mar, a Akira solían encantarle, los machos protegen y cargan a sus crías, eso la hacía sonreír y luego le preguntaba si un mestizo también podría proteger, cargar y cuidar a sus propias crías. Oh Akira, la extraña. Aún no se ha disculpado, si muere ¿cómo...?
La imagen del cadáver de Akira tirado debajo de Ibe lo hace contener una arcada, sus ojitos estaban tan helados y vacíos en esa visión, su carita, Neptuno, Akira se preocupa tanto por su carita y estaba muy magullada, seguramente la sirena la hará sufrir, mierda. Concéntrate, concéntrate, concéntrate.
Por favor, concéntrate.
Se suplica, no obstante, escucha las manecillas del reloj ir cada vez más y más rápido. Sus manos se deslizan por la aspereza de los corales con el objetivo de comprender la flora y fauna local, toda isla cuenta una historia diferente bajo los tabiques y si bien, los colores lo remontan a Izumo la sensación que le transmiten a través de sus yemas es completamente disímil, esta es sangrienta.
El azul de compasión es un corazón destrozado.
El rojo de vehemencia se ha deformado en matanza.
El amarillo trigo que ama de los cabellos de Aslan acá es avaricia.
El púrpura galáctico que le recuerda a los ojos de Yue es putrefacción.
—Ash.
Y finalmente vislumbra un verde.
No es un verde jade, este es un tono que aun sino descifra se asemeja demasiado a los ojos de Dino, traga duro, queriendo subir de inmediato, teme que esta presión y el resqueme amargo en su lengua sea una señal del universo que le anhela advertir a todo pulmón para que huyan ya que Golzine está cerca y una vez ponga sus manos en Ash...y una vez llegue esa sirena.
«Mi alma siempre estará contigo».
Rompe a la superficie, tiene que ejercer mucha fuerza tanto en los brazos como su cola para alejarse del fondo, el agua pesa como una pegajosa plasta o brea ensangrentada, el océano no lo desea dejar ir, los pulmones le aprietan como si manos estuviesen agarrando con saña su interior, apretándole y apretándole igual que una válvula, sus branquias dejan llagas ante su piel y se desescama con cada aleteo que da, ni siquiera nadó tanto, está fuera de forma desde que dejó Izumo y lo vislumbra más que nadie, pero no es eso. Se desmorona sobre la playa, un camino de láminas azuladas que gotean de su cola señalan su recorrido, sus huesos pesan, quiere beber aire, más, el cuerpo no le responde.
Hay algo en esta isla.
Hay una presencia acá, malvada, calculadora y fría.
—¿No posees la impresión de que este lugar se encuentra maldito? —Yut-Lung le extiende su ropaje y lo ayuda a cambiarse, sabe que las transformaciones lo dejan agotado debido a su pasado peculiar, aprecia de sobremanera el gesto, es reconfortante encontrarse con algo de humanidad—. Tengo un mal sabor desde que llegamos acá.
—Pienso lo mismo. —La camisa se desliza por su torso, las varillas del corsé no tardan en incrustarse alrededor de sus costillas, más, el diseño no cambia, permanece estático y apagado, igual que la flor en la oreja del más joven. Marchito. Inerte. Deprimente—. A veces me siento observado, eso me da escalofríos.
—¡Sí! —Grita—. Sé que no tengo corazón, pero mis latidos son más pesados desde que llegamos.
—Es que este lugar. —Eiji frunce los labios, aún no tiene la energía necesaria para arrastrarse hasta el campamento, así que se queda ahí, clavado en la arenisca, Yue entiende la indirecta y se acomoda a su lado sin chistar—. El hermano de Sing está acá.
—¿Podemos estar seguros de que es Lao realmente?
—¿A qué te refieres?
—No sé, podría ser un clon malvado, una sirena disfrazada, una bruja, Dino Golzine o incluso puede ser un hechizo como el que Marvin usó en el mercado, no es muy confiable siendo una paleta helada.
—¡Yue! —Gimotea antes de arrojarse a la arena, tanto su cuerpo como su mente carecen de energía necesaria para pensar en más escenarios apocalípticos, de hecho, lo único que desea es tragarse un gran y humeante plato de natto y luego dormir un año entero—. ¿Por qué eres así?
—¿Así cómo? ¿Fabuloso? ¿Maravilloso? ¿Un genio sin reconocer todavía y mucho más inteligente que el mugroso IQ de Lynx? ¿Un Dios hecho humano?
—¡Pesimista! —Chilla, pateando la arena, siendo envuelto por una brizna dorada—. Eres pesimista.
—No soy pesimista. —Canturrea—. Soy realista.
—Es lo mismo.
—No es lo mismo.
—¡Es lo...! —Pero la lengua se le traba y la tiene adormecida—. Ya no quiero discutir contigo, esto es demasiado agotador.
—¿Qué cosa?
—Todo. —Suspira—. Todo es realmente agotador, sé que dije que quería tener aventuras afuera de Izumo pero he tenido suficientes para el resto de mi vida, cuando consigamos un deseo voy a jubilar.
—No puedes jubilarte. —Yue resopla, su lustrosa cabellera negra pende con elegancia ante sus cejas mientras se deja caer al lado del mestizo—. Necesito a mis súbditos, me juraron darme su lealtad y amor incondicional, eso no se puede romper o se irán malditos.
—No tendrías el corazón para maldecirnos. —Dice con la mirada entrecerrada, buscando algún tipo de duda o vacilación en Yut-Lung, sabe que la lengua mordaz de este villano no es más que su excusa para permanecer dentro del rol, porque es duro salir de esa carcasa, es duro dejarle de temer a uno mismo—. ¿Verdad?
—Siendo honesto, ya los maldije. —Indica con tedio, su mueca es tan pero tan maliciosa que no es posible saber si juguetea o habla con sinceridad—. Los maldije a ser mis amigos el resto de nuestras vidas, incluso cuando reencarnemos, volveremos a encontrarnos. —Una media sonrisa tirita en sus labios y de repente, se profesa revitalizado, es cierto, por esta clase de momentos todo vale la pena.
—Incluso en nuestras otras vidas ¿eh? —Murmura con una sonrisa traviesa, sus palabras se las lleva la playa y desaparecen bajo el canto de las olas, el agua es tinta derramada y la espuma el lienzo sin terminar de sus almas—. Esa es una maldición bastante fuerte.
—Más bien un honor. —Chasquea—. Espero que Shorter me invite a una cita decente en alguna de esas vidas. —Y sabe que se le ha escapado un pensamiento cuando sus mejillas colorean pirotecnia y sus uñas se constriñen entre los granitos de perlas tapados por conchitas y cangrejos, el recuerdo de Ash lanzando a su dulce Nori Nori al mar durante su última discusión con Akira le agita el corazón igual que un pajarito—. No es que me importe en realidad, ¡¿quién querría ir a una cita con Shorter?! Seguramente me avergonzaría con su comportamiento de cavernícola y puff, ¡me da igual!
—Ajá.
—¿Qué diablos insinúas, Okumura? —Su voz se vuelve aguda y chillona—. Odio al tipejo, me da asco solo pensar en él y sus fuertes y bronceados brazos o su pecho o su sonrisa que es algo linda, ¿sabías que tiene hoyuelos? No los había visto antes, pero el otro día me dio una flor y fue adorable, quería...
—Te gusta. —No es una pregunta.
—¡Claro que no! Es un gorila. —Esa no es una respuesta—. ¡Es un gorila velludo!
—Que te trae loco. —Y Eiji lo molesta de todas maneras.
—Cállate o te mataré.
—Sing diría que eres histérico.
—¡Pues Sing no sabe nada! —Ladra amurrado—. Lo pisaré como el enano que es, le mostraré lo que hace un histérico de verdad, ¡histérico mis polainas!
—Por favor, Yue. —Le pide—. Deberías admitirlo y ya, te trae loco.
—¡Jamás! —Grita con reticencia, alzando sus barreras pero sus barreras no existen más—. Prefiero tragarme los calzoncillos de Sing a admitirlo.
—Ah, entonces es verdad.
—¡Cállate! —Y como Yut-Lung es muy maduro le arroja arena a la cara, provocando que Eiji arrugue el entrecejo, presione los párpados y sienta el regusto salado dentro de la nariz—. ¡Ya no los quiero!
—¡Yue! —Se queja con los ojos llorosos, la arena pica y la brisa quema—. Todos lo sabemos.
—No saben nada. —Pero el desgraciado sigue tirándole más y más arena así que le paga de la misma manera, desarmando una duna bebé hacia esa cara tan agraciada, provocando que Yue le lance una mirada de dagas y se agarre mortificado el pecho, como si estuviese sufriendo un ataque al corazón cuando, punto uno, literalmente no tiene corazón dentro, y punto dos, ¡es un exagerado! Sospecha que en otra vida será actor y uno muy bueno—. Ese troglodita ni siquiera es capaz de articular alguna oración completa sin balbucear o quedárseme mirando como baboso.
—Es que eres tan bonito. —Le infla el ego.
—¿Bonito? Ja, ¿acaso no me has visto? —Brama, arrojándose su larga cabellera hacia atrás—. No lo culpo por tener maravillosos gustos, pero parece un perro en celo y es incómodo.
—Yue. —Eiji aprieta su mano, no es demandante ni tosco, al contrario, es suave y acogedor, porque esta amistad ha dado cabida para el dolor, no para sanarlo, nadie puede sanar el dolor ajeno, nadie es un centro de rehabilitación, pero sí para compartirlo—. ¿Por qué no quieres aceptarlo?
—¡Porque...! —Saca sus garras y muestra sus colmillos—. ¿Por qué estás tan templado con el tema de la maldición? Tu novio se está convirtiendo en una bestia. —Le dice sin decirle: «habla tú primero y luego veremos», para algunas personas es más difícil mostrarse vulnerables, dado el ambiente en el que creció este villano forzado, lo comprende y lo respeta.
—No estoy templado. —Por eso hablará primero, aunque lo dice con voz firme se ve en la obligación de hacerse una bola contra sí mismo, abandonando esa posición de resignación y comodidad para sentarse sobre la aspereza de la playa—. Es lo contrario.
—¿Cómo?
—Creo que estoy un poco desconectado de mí mismo, esto de tener que ver a Dino todas las noches en los sueños, tus profecías, la sirena, esta isla, el cofre vacío...es...
—Mucho.
—Sí. —Sonríe con amargura, sus dedos tamborilean contra sus rodillas, humedeciendo la tela, le es doloroso hacerse un ovillo de esta manera por las varillas del corsé, sin embargo, está desesperado por volverse a conectar—. Me da miedo que las sirenas estén escondidas acá, me da miedo que no estén y no podamos pedirles deseos, me da miedo que sean malas y nos cumplan un deseo a cambio de un precio peor, me da miedo que... —Y ha llegado el momento de aceptarlo—. Me da miedo que las sirenas sean intrínsecamente malas y eso me convierta en algo malo.
—Eiji.
—Siempre he sentido que dentro de mí guardo más magia, como si la hubiese metido en un cofre y luego hubiese olvidado la llave adrede, tal vez, una parte de mí mismo sabe que nunca debo mirarlo porque veré algo aún más desagradable de lo que he visto, aun siendo mestizo creo eso y me temo, imagínate lo poderosa que debe ser una sirena completa. Tengo mucho miedo, Yue.
—Tú... —Y el nombrado toma su mano, no es típico de Yut-Lung iniciar el contacto físico, a pesar de lo pegajoso que puede ser Sing, este hombre se muestra hiperalerta, casi a la espera de ser atacado, Eiji asumió que tiene que ver con sus hermanos y su infancia, más, no le preguntó—. No impresionas estar asustado. —Por eso es tan valioso que deslice sus dedos entre los suyos y los abrace.
—¿De qué me serviría mostrarlo? La situación es lo suficientemente mala y no quiero...
—No lo digas.
—¿Ah?
—No te atrevas a decir que no quieres ser una carga o te patearé el trasero.
—¿Cómo lo supiste? —Pregunta atónito, tensando de manera inconsciente el agarre de sus palmas porque Yut-Lung lo hace sentir seguro y acogido, él es un verdadero amigo, piensa—. ¿Cómo sabías que iba a decir eso? No suelo hablar mucho del tema, ni siquiera con Ash.
—Por favor. —Resopla, alzando un lacio mechón hacia su frente—. Eres predecible, Okumura. —Las mejillas no tardan en calentársele ante el tono despectivo y compasivo, es casi como si hubiera algún tipo de: «aww, ternurita» implícito—. Tu rostro de bebé no está hecho para las mentiras.
—Supongo que tienes razón, Ibe-san decía lo mismo. —Una sonrisa amarga se curva en su boca, sus labios aún están muy resecos por el mar y aquel color verde. Un verde. No un verde jade Aslan, sino un verde Dino Golzine, un verde asqueroso.
—Incluso eres más fácil que Shorter y ese es un insulto bastante malo ¿eh? Imagínate lo patético de tu categoría en mi ranking de mentiras. —No quiere preguntarle por tal ranking—. Te falta odio aún.
—Si lo sigues trayendo a colación pensaré que te gusta. —Canturrea para disipar la tensión previa, golpeándolo del hombro y es un grave error que solo comprende cuando es empujado con violencia y queda con la cara enterrada en la arena—. ¡Yue! ¡Compórtate como un adulto!
—¡Me comporto como un adulto! ¡Pero tú empezaste!
—¡No es verdad!
—¿Acaso tienes testigos? Porque yo no veo a nadie. —Se encoge con una sonrisa venenosa—. Creo que es tu palabra contra la mía en la corte.
—¡Eres tan...!
—Shh. —Lo calla—. No cambies el tema. —Ordena—. Juro que te perseguiré en cada vida hasta que la idea de ser una carga desaparezca, porque no eres una carga, Eiji. Eres lo que nos mantiene unidos y esperanzados, eres lo contrario a una carga, eres mi amigo y...
Te quiero, quiere decirle.
Te quiero y me duele verte así.
Si bien, racionalmente Eiji vislumbra que la situación escapa de sus manos y que no gana nada si se siente como una carga, tampoco sana nada ignorando esa molestia. Cuando era un metro más bajo y un mundo más inocente, Ibe le explicó que es elección de cada uno ser víctima de las circunstancias injustas del universo o no, sí, no podemos elegir sobre las acciones de los demás, sobre el abandono de los padres, sobre haber nacido siendo mestizo, sobre los comentarios en Izumo, las maldiciones de quienes ama, el hermano congelado, las apariciones de Dino Golzine o las profecías. Pero sí tiene poder sobre cómo tomar estas cosas y qué hacer con ellas. Está bien sentir este malestar, sentir que es una maldita carga, que la ha jodido y lo hace todo mal, gritarlo y luego seguir adelante, porque si algo ha aprendido es que no será prisionero de sí mismo.
—No es justo. —Recuerda haberle dicho a Ibe y haber desenterrado esa memoria de su cofre gracias a la llegada de Aslan, lo dijo en un contexto de vergüenza profunda y del constante sentimiento que él estaba mal y debía disculparse—. No es justo, no elegí nacer así.
—Es cierto, Ei-chan. —Shunichi le musitó—. No es justo, pero la realidad es así.
Y estuvo tan enojado con Ibe luego de esa discusión, pero ahora es capaz de darle otro sentido, cree que quiso decirle: «Es cierto, Ei-chan, la realidad es una hija de puta».
Y añadir: «¿Qué harás con eso?».
—Siento que soy una carga y es una mierda, pero eso no me hará actuar como una carga, eso mismo me va a impulsar a probar que soy de utilidad. —Casi grita y ahí se da cuenta de la cantidad de rabia acumulada que tiene guardada, su voz sale quebrada y brillante—. Y también a demostrarme a mí mismo que aunque las sirenas sean malas o buenas, eso no dice nada sobre mí, soy un mestizo con libre albedrío, muchas gracias.
—¿Eh? —Una sonrisa traviesa enciende sus ojos de galaxia—. Qué boca más sucia, supongo que has estado juntándote demasiado conmigo y he conseguido corromperte.
—¿Corromperme?
—Claro que sí, es un misterio cómo siendo tan maravilloso sigas siendo virgen, Lynx pierde el tiempo contigo parece.
—¿Acaso te me estás insinuando? —Juguetea.
—¿Acaso debo hacerlo más obvio, idiota?
—Rostro de sirena y boca de pirata, tú eres el verdadero misterio aquí. —Se mofa—. Creo que todos tenemos miedo de distintas cosas, Yue. —Le dice, volviendo a prestarle atención al agarre entre sus manos—. Pero esconder el miedo no hará que desaparezca. —Yut-Lung lo ve con tanta incredulidad, como si acabase de contarle el secreto de una existencia efímera y no una verdad banal.
—Mi corazón está latiendo. —Entonces confiesa—. Creo que siento mi corazón y estoy jodidamente asustado por eso.
—Yue.
—Porque si tienes corazón, puedes perderlo.
Oh.
—Porque si tienes corazón, pueden romperlo.
Así que de esto se trata.
Piensa en lo duro que debe ser para Yut-Lung el simple pensamiento de amar, amor es un concepto que tiene distorsionado y demasiado asociado a la muerte de su madre, si tuvo que llegar al extremo de vender su corazón a cambio de seguridad contra sus hermanos claro que debe asustarlo, y mucho más si se considera que la premisa de su maldición trata sobre el verdadero amor que hará latir otra vez su corazón. Eiji se arrodilla ante él, acomoda uno de sus cabellos detrás de su oreja, lo mira con toda la ternura del mundo para finalmente enlazar la mano de Yue y ponerla sobre su pecho, parece tan asustado cuando siente los primeros golpecitos entre sus dedos, igual que un niño herido, igual que Aslan intentando defenderse de los soldados en Izumo o de Dino. No es justo, niega a decir. No son víctimas, no actuarán como tales.
—Sé que esto te da miedo. —Le explica, llevando lenta y progresivamente su agarre hacia su propio pecho, la flor en su oreja estalla en una iridiscencia imposible de contemplar—. Pero sino te abres a amar, no puedes ser amado. —Yut-Lung tensa la boca, impresiona al borde del llanto y seguramente lo está, Eiji mejor que nadie comprende lo aterrador que es encontrar algo valioso y perderlo.
—Si Shorter resulta ser mi verdadero amor y me lastima... —De repente, Yue está llorando, y no solo llorando sino que sollozando—. ¿Para qué quiero mi corazón otra vez si lo va a quebrar?
—¿Cómo estás tan seguro de que Shorter te herirá?
—¿Cómo estás tan seguro de que no lo hará? —Y son lágrimas de pérdida, y son lágrimas de cólera, y son lágrimas de dolor, y son lágrimas de nomelastimaránotravez—. Tuve suficiente, no quiero más, ¿puedes culparme por eso, Eiji? Por estar cansado de ser quien siempre salga herido.
—Claro que no. —Le musita, acogiendo absolutamente todas esas lágrimas, la única vez que lo miró tan vulnerable fue en esa ilusión con su madre meses atrás—. Solo amalo si crees que él vale la pena para ser amado, así como nos amas a mí y a Sing de maneras distintas porque alguna vez creíste que lo valíamos y lo merecíamos, atrévete a considerarlo al menos.
—Sí. —Ríe—. Fue una terrible decisión, han hecho sufrir mi corazón.
—Pero sigues acá.
—Pero sigo acá. —Sonríe y Neptuno, Yue se ve tan joven, pero no de cara, sino de...inocencia, alma y vida, es una cuestión imposible de describir—. Y ustedes también.
—Hay personas que valen la pena ser amadas y en el fondo de tu corazón, creo que a Shorter ya le tienes una respuesta.
—Tal vez. —Musita, agarrando la fuerza necesaria para pararse en sus propios pies—. Ahora vamos, deben estar preocupados de que nos hayamos tardado tanto.
—Sí.
—Y Eiji... —Lo detiene con la cabeza gacha y las mejillas sonrosadas—. Gracias.
Gracias por amarme.
Gracias por dejarme amarte.
—¡Sostenlo más fuerte! ¡Max!
Pero al llegar al campamento con lo que tropiezan es caos, Griff se encuentra aferrado a su hermano menor con una expresión de congoja que vio muchas veces en Ibe, el deterioro de la maldición yace mucho más violento que antes, se manifiesta en transformaciones abruptas, ataques de pánico que explotan de la nada, delirios, y lo más inteligente sería tener una medida para protegerse, no poseen menor oportunidad contra un lince furioso y lo vislumbran, no obstante, no pueden rendirse, están en la isla y las sirenas probablemente se encuentren en algún lugar de esa inmensidad.
—¡Suéltenme! ¡Suéltenme! ¡Me duele!
Y siendo franco, Eiji tiene muchas ganas de derrumbarse y encerrarse en el odio, el mundo es injusto donde personas absolutamente maravillosas están condenadas y los tipos malos se ven bendecidos con magia.
—E-Eiji... —Pero no hay tiempo para derrumbarse o pensar, Aslan lo está llamando con la cara toda sudada, una mueca de dolor ha deformado su sonrisa, sus ojos impresionan cubiertos por una densa cala de niebla igual que durante cada transformación—. Griff.
—Acá estamos, Aslan. —Su hermano se niega a soltarlo, está ardiendo, incluso sale vapor de lo roja que está su frente, sus dedos se crispan encima de su capa, su respiración sube y baja erráticamente, le duele verlo sufrir tanto, su tortura es compartida: a Aslan lo tortura su maldición y a Eiji lo tortura tener que quedarse y presenciarlo. Dije para siempre, no puedo irme ahora.
—Estoy asustado, Griff. —Entonces le confiesa y eso lo mata, lo derrumba, lo destroza, así de simple, le ha dado su alma a Aslan y si Aslan muere se lleva el alma de Eiji también.
—Estamos acá. —Toda la tripulación lo rodea, Max está herido, probablemente fue quien lo contuvo esta vez, pero cada transformación es más y más difícil regresarlo—. Estamos a tu lado.
—Tengo miedo de estar maldito y es tarde. —Ríe, aun con sus pupilas vacías las lágrimas caen inertes desde sus pecas extintas hasta su mentón, caen y hacen su propio océano—. Eiji.
—Aquí estoy. —Le aprieta la mano y la besa—. Acá estoy, cariño.
—N-Nuestro libro de vida. —Recuerda a la lista repleta de cosas que Aslan escribió para que hicieran juntos, de pronto, se siente extraordinariamente débil y apenas puede respirar—. No puedo batallar más contra esto, no puedo...no lo lograré, perdón. —Presiona los párpados y no deja de llover, tiene la impresión de que no siente su propia lluvia.
—Lo lograrás. —No es una petición—. Solo danos un poco más de tiempo.
—Nos queda poca isla que explorar. —Griff intenta ser optimista—. Pronto conseguiremos el deseo.
—¿Y si no hay sirenas? —Entonces jadea—. ¿Y si no hay deseos? —Y nadie está preparado para dar una respuesta inexistente a preguntas que jamás deberían haber existido.
—Aslan.
—Soy peligroso, deberían dejarme.
—No. —Es indescriptible el dolor que siente al ver a tan imponente hombre reducido a esto—. Aslan no puedes pedirme eso.
—Debí saber qué eso me dirías. —Sus labios se curvan, más, no alcanza a ser una sonrisa—. Eres un terco, onii-chan. —Por favor no me llames con ese apodo tan dulce, esto es cruel—. Estás esbozando una mueca.
—Claro que estoy esbozando una mueca. —Se esfuerza para no gritar—. Te necesito, no quiero que me dejes. —Sus dientes castañean mientras se aferra a los nudillos de Aslan, los lleva hacia su frente y los aprieta, memorizando cada línea de vida aún no escrita y que teme no se escriba jamás—. Fue una promesa, dijiste que envejeceríamos juntos y yo te amo tanto.
—Entonces, déjame ir con dignidad.
—Ash.
—No dejes que me convierta en Dino.
La muerte.
El enamorado.
La maldición.
—Significa sacrificio, significa que tendrás que tomar tu decisión cuando Ash Lynx vaya a morir y esa decisión traerá terribles consecuencias para ti, significa que finalmente todas las respuestas que has estado esperando llegarán y eso no te gustará, no son respuestas lindas o deseables, son respuestas que te traerán un sinfín de desgracias.
¿Y si esa desgracia es peor que Dino Golzine? ¿Estaría dispuesto a aceptarla?
No tiene palabras de consuelo, se mantiene desconectado de esta catástrofe mental mientras acuna a su amante y permite que él trace círculos de manera progresiva en su espalda, la centella que posa y enciende con descaro sus jades reaparece y de ahí entiende de dónde conocía el verde que rodea la isla, el verde de los ojos de Dino y de la magia muerta es el mismo verde que aparece durante los lapsus donde Ash es devorado por el destino.
Es un verde maldito.
—Esto es algo deprimente. —Shorter proclama, todos se han sentado frente a la playa a mirar nada, mañana deben dividirse en grupos para recorrer las zonas restantes—. ¿Creen que hayan sirenas?
—Pues Lao no se congeló solo. —Gruñe Sing para ocultar su puchero, apenas se ha despegado desde que llegaron de la estatua de su hermanastro—. Creo que fueron sirenas malvadas.
—¿Sirenas malvadas?
—¡Sí! Lao se enlistó en la guerra para defender la magia, ¿quién más podría congelar así a todos los soldados? ¡Fueron sirenas malvadas!
—Pero no tiene sentido. —Shorter musita pensativo, acomodando sus dedos debajo de su barbilla, dándose un aire intelectual con los lentes—. Sing tiene razón en que esta destrucción debió causarla algo mágico, porque los humanos no congelan a otros humanos, pero aun así... —Su boca se frunce, el ala de la chistera flota con el viento—. ¿Por qué traicionar a quienes las querían ayudar?
—¿Qué tal si no fueron todas?
—¿Eh? ¿A qué te refieres, Eiji?
—¿Y si una de ellas se rebeló? —La idea brota de sus labios como el aleteo de una mariposa—. ¿Y si una sirena hizo un trato con magia negra y acabó destruyéndolo todo? Incluyendo a los demás seres humanos y sirenas. —Piensa en la escalofriante belleza de la mujer de la visión, si alguien disfruta del poder suficiente para intimidar a Dino y ser su debilidad es porque juega sucio.
—¿Eso se puede? —Sing pregunta reticente.
—La magia funciona de maneras graciosas. —Yue le explica—. Depende de cada portador, inclusive existen las maldiciones generacionales si el portador es lo suficientemente fuerte. Así que sí, de ser posible lo es, pero nada es seguro sin pruebas.
—¿Qué es eso de maldiciones generacionales?
—Cuando se la heredas a tus hijos para no pagar la cuenta tú. —De repente, piensa en Jess y en este mensaje que le guardó, en la carta que nunca compró porque prefirió pagarle una estrella a Yue.
—¿Por qué no lo mencionaste antes? —El más joven se aprecia especialmente irritado ante el tono recio de Wong, da una profunda bocanada de aire y estira sus piernas en la arena, no sabe quién se ha creído para hablarle así, verdadero amor o no, lo pondrá en su lugar.
—¿Por qué no lo preguntaste antes? Pensé que eras el gran dueño del Chang Dai.
—¡Lo soy! —Se defiende—. Pero no lo sé todo sobre cosas mágicas.
—Vaya estafador. —Bufa entretenido—. Apuesto que eres pura palabrería, igual que tu reputación de rompecorazones, me cuesta trabajo imaginar que alguien haya caído por tus encantos o que tus atributos sean tan atractivos como dices.
—Si quieres te los muestro en privado. —Lo desafía con una sonrisa coqueta y atrevida—. Dejo locas a las señoritas con mis dotes.
—Bien.
—¿Qué? —Y eso lo descoloca.
—Muéstrame tus dotes. —Le sonríe deliberadamente bajo y sensual—. Déjame rendido a tus pies.
—P-Pero... —La fachada de Don Juan se hace trizas—. ¿Ahora? Ahora no puedo, no estoy inspirado.
—Ja. —Carcajea seco—. Te lo dije, eres pura palabrería. —Yue se inclina para sacarle la chistera, sus cabellos morados se alzan con rebeldía, igual que si tuviesen un resorte amarrado al cuero cabelludo y eso le roba una sonrisa—. Además, no lo mencioné porque nadie sería tan malo para hacerlo, mis hermanos pudieron haber sido una basura, pero nunca usaron magia de ese tipo, está prohibida.
—¿Por qué?
—Porque incluso Dino Golzine tiene ciertos principios.
—Oh.
—Incluso los villanos tienen sus límites.
¿Pero qué hay de su madre? ¿Ella tuvo principios? ¿Ella podría haberlo vendido?
Le dejó una carta, un vacío y varios traumas, hasta donde a Eiji le concierne, Ibe es su mamá y papá.
Piensa en Izumo, se siente como una vida antigua a pesar de que se ha ido hace un año, ha cambiado, no es más el mestizo que se subió al barco con Aslan, es alguien completamente diferente que recién le está dando la oportunidad de conocer, es pasado pero no puede quedarse en el pasado. Recuerda con cariño a Ibe alzándolo entre sus brazos, a Mizuno enseñándole a pelear, a Akira con sus sonrisas de tormentas solares y a todos los demás, piensa en su madre y en la posibilidad de haberlo maldito, quizás su misma condición de nacimiento sea la maldición, sin embargo sería erróneo quedarse bajo esta posición de víctima. ¿Qué hará con eso? Es la verdadera cuestión.
—¿Crees que encontremos sirenas? —Se ha quedado a solas con Sing, su voz se escucha quebrada, desesperanzada y gastada, es la voz propia de un adulto, no un niño—. Shorter me advirtió, no debo hacerme ilusiones con que sea Lao quien está ahí adentro y aún si es él, puede ser una persona muy diferente a quién recuerdo, pero quiero salvarlo. —Sus dedos se crispan alrededor de sus rodillas, se ha abrazado a sí mismo y se mira muy pequeño—. Quiero cambiar su destino.
—Sing.
—A veces tengo la impresión de que me habla. —Confiesa—. Tengo que quedarme muy atento en silencio, pero casi puedo escuchar su voz. —Y Eiji no tiene corazón suficiente para contradecirle, así que se muestra receptivo y entabla contacto visual.
—¿Qué te dice? —Los ojos de Sing son brillantes y bonitos, le dan la sensación de que sus ojos tratan de ver un mundo hermoso a toda costa.
—No sé aún. —Donde hay desierto brota agua, donde las llamas destrozan él mira chimeneas dentro de hogares, donde hay nidos abandonados él ve inicios de familias—. Me gusta pensar que si puedo escucharlo lo suficientemente atento podré empezar a recibir el mensaje.
—¿Qué te gustaría que te dijera?
—Esa es una pregunta trampa. —Se ríe—. Porque cuando empiezas a esperar algunas respuestas te cierras a las respuestas verdaderas.
—¿Es así?
—Supongo. —Sing frunce el ceño y mira hacia el cielo pensativo—. Como cuando conocimos a Yue.
—¿En qué sentido?
—Esperábamos encontrar un villano y justamente eso vimos. —El más joven tararea, la piel se le ha erizado por el frío y sus botas se encuentran empapadas de agua de mar—. Cuando nos detuvimos, cuando dejamos de buscar el villano en el temible Yut-Lung Lee y lo empezamos a buscar a él, vimos de verdad quién era. —El japonés alza una ceja, sorprendido.
—Eso es bastante sabio de tu parte. —Y entonces Sing infla el pecho cual palomo.
—Obviamente, soy muy maduro para mi edad, soy el sucesor del Chang Dai. —Eiji no logra contener las ganas que tiene de revolverle el cabello así que lo hace, le alegra ser su amigo, lo quiere mucho.
—Serás un grandioso sucesor. —Le sonríe—. Y eres un grandioso ilusionista. —Aunque Sing esconde su rostro contra los bordes de su chaleco, puede jurar que se sonroja.
Tiene razón a fin de cuentas, no debería esperar que las sirenas ni nadie fuera de cierta manera, que venga lo que tenga que venir. Y hablando de no esperar nada, Aslan lo está esperando a las afueras del campamento con esas pecas de constelaciones, sus ojos de gemas iridiscentes y esos mechones rebeldes e indómitos que caen sobre su cara, dándole un aspecto mucho más adorable al que suele tener, como si apenas tuviese 18...pero es de esa forma y a veces lo olvida. El mestizo es el mayor y aun sino significa nada, desata una punzada de culpa, un deseo por protegerlo, poder arrancarle la maldición y encarnarla en su propia piel.
—Vienes a disculparte. —No le pregunta.
—Así es. —Y Ash no le responde de verdad, se limita a tensar los párpados, saboreando el gélido de su propio aliento al son de la brisa, los árboles revolotean a su alrededor, si bien, el campamento se encuentra en la playa, cerca de las estatuas, la mayoría de la isla es bosque—. Me enferma que tú y Griff me hayan visto así.
—¿Así cómo?
—Roto.
—¿Roto? —El más joven asiente, retrocediendo hasta chocar con un tronco de madera, las hojas se desprenden de las ramas rotas y caen a sus pies.
—Estoy roto, ¿acaso me dirás que no te habías dado cuenta?
—Eso es una tontería. —No, no quiere sonar invalidante—. No estás roto solo por la maldición.
—¿Solo? —Ríe y sabe que cuando Aslan se pone de esta manera es mejor no pelear—. No sabía que te parecía tan poco una maldición.
—Sabes que no quise decir eso. —Pero Eiji es terco y se acerca.
—Ahora puedo leer mentes, ja, sí que me das crédito.
—Aslan.
—¡No me toques! —Y solo al golpear su mano siente que esa bruma que pende en sus pupilas se le desvanece por completo—. Yo no... —El golpe ni siquiera le dolió, fue tenue, menos violento que el roce de una mariposa y aún así, Ash impresiona horrorizado por lo que acaba de hacer, es casi como si sostuviese su cadáver entre sus palmas—. Debería irme.
—Ash. —Eiji lo detiene atajando su muñeca, no es brusco en su toque, se asegura de darle el espacio por si realmente anhela huir, pero si no es así...—. Tus bordes más afilados no me van a asustar.
—Eiji. —Debe decirle esto—. Soy puro borde afilado, como un espejo quebrado.
—No es así. —Vuelve a acortar la distancia, más firme, más determinado, lo ve arrugar la nariz y por Neptuno, no quiere verlo llorando otra vez, eso le desgarra el alma—. Sé que debes estar asustado, me dijiste que habías mantenido tu maldición bajo control y ahora lo estás perdiendo, es frustrante para ti, lo veo, te veo. —Le asegura, acariciándole la mejilla, Ash entrelaza sus dedos encima, su piel es de un pálido angelical y de una tibieza sangrante—. Te veo y te amo.
—Pero no deberías.
—¿Mi amor te hace daño? —Y hace una pregunta que no quiere hacer, porque a fin de cuentas esta es la gran debilidad de Ash Lynx, su amor lo vuelve débil—. ¿Es eso?
—Jamás. —Y fuerte, por muy irracional y contradictorio que suene, es así—. Jamás me podrías hacer daño, Eiji.
—Eso es. —Incita—. Este es el Aslan que conozco, no ese gato mañoso y gruñón. —Su cola aparece como si la hubiesen convocado, enrollándose alrededor de la cintura del moreno y se siente a salvo, en casa, incluso su corsé lo reconoce, se ha teñido de un amarillo brillante y jovial en puros girasoles.
Girasoles.
«Te deseo una vida muy feliz».
«Eres mi sol, y orbito hacia ti».
«Te amo incondicionalmente».
—Mi dulce Aslan.
—¿Todavía piensas que mi otra forma es solo un gato gruñón? Es un poco ofensivo, ¿sabes? Gracias a mi maldición le pateé el trasero a los mejores soldados en Izumo.
—¿Te contienes para no transformarte ante mí?
—Siempre. —Confiesa—. No quiero que veas eso y no quiero ponerte en peligro. Te amo y nadie se ha preocupado por mí de la forma en que tú lo has hecho y es duro sentirme amado, prefería pensar en mi muerte como la leyenda del leopardo que tanto odias, me convencí de que era insignificante, y que si podía vengarme de Dino daba igual si luego moría. Ya no es así. —Su agarre vacila—. Porque sé que tú sufrirías con mi partida y me extrañarías. —Entonces el japonés se alza en la punta de sus pies y besa sus dos mejillas.
—No solo yo, Aslan. —Le musita—. Eres muy amado, todos en la tripulación te aman.
—¿Todos?
—Así es. —Tararea—. Absolutamente todos.
—¿Incluso Yut-Lung Lee? —Cuestiona divertido.
—Especialmente Yue, está loco por ti.
—Eres un tonto. —Finalmente sonríe, las luces estelares le confieren una lozanía etérea, Eiji necesita hundir sus dedos un poco más en esas rosáceas mejillas para comprobar que es real, porque se mira lejano y de alguna forma siempre le ha dado esa impresión. Inalcanzable—. Eres un tonto, onii-chan.
—Un tonto que te matará si te mueres antes de que escribamos nuestro propio libro de vida. —Ash rueda los ojos, divertido, su cola lo estrecha con dureza contra su cuerpo y su capa vuelve a colorear sus puntas de rojo vivo, es sublime como un príncipe sacado directamente de algún cuento de hadas.
—¿Es así? —Pero los cuentos de hadas no existen—. ¿Cómo pretendes matarme si ya estoy muerto?
—¿Me lo preguntas en serio? —Y el único que puede salvarse de su torre es Eiji—. Para tener un IQ superior eres un poco lento, cariño.
—¡Eiji! —Gimotea.
—Si yo volví de la muerte estoy seguro de que tú podrás.
—Me tienes fe. —Advierte, sus manos se vuelven a entrelazar, Ash está helado y aun así no lo quiere soltar, porque es un frío de fuego que le recuerda al mar—. Eso es lindo.
—Claro que te la tengo, eres mi novio. —Y le encantan esas expresiones tan avergonzadas que le da y le hacen pensar que dice los cumplidos más magníficos del universo—. ¿Por qué te da tanta pena? Estoy seguro de que te han piropeado bastante, eres precioso, Aslan.
—Porque eres tú quien me lo dice. —Confiesa en voz baja—. Y apenas puedo con eso.
—Ash.
—Quiero besarte tanto. —Eiji se alza en la punta de sus pies, sus brazos se enredan alrededor de su amante, sus cuerpos se estrechan y se funden sobre la ropa.
—Hazlo. —Le suplica—. Bésame.
—No. —Pero Aslan sonríe juguetonamente—. Bésame tú.
Entonces Eiji tira del cuello de su camisa y lo besa.
Toman aire antes de que sus labios profundicen el tacto, la boca de Aslan sabe a sal, las provisiones deshidratadas y ese dulzor que es más adicto que el vino y más intoxicante que la magia, Eiji se eleva aún más en la punta de sus pies en busca de contacto, las caricias son tiernas al inicio y sin embargo, no tardan en subir de intensidad, ambos necesitan más y se besan con ansiedad. Su lengua es cálida, suave y casi adictiva, se mueve con hambre dentro de su boca, lo incita a aferrarse a sus mechones dorados, pero se le escurren entre los dedos. Le toma un instante darse cuenta de que se encuentra igual de ansioso devorando la boca del lince, bebiendo de su esencia, permite que sus llamas toquen cada centímetro de él y lo reclamen como suyo. Hace calor y lo está consumiendo, ambos arden, no cree que sería tan malo convertirse en cenizas si arde a su lado.
—A-Ash.
Sus dientes chocan cuando Ash tira de su labio inferior y le arranca un jadeo, el corazón le late muy rápido y teme que esta repentina urgencia sea una despedida silenciosa, así que corta el contacto y lo deja deseoso por más, porque si quiere más tendrá que sobrevivir para tenerlo.
—Eiji. —El gruñido de Aslan es ronco contra su oreja y lo hace tragar duro, tiene el corazón en manga y al buscarlo se da cuenta que lo ha perdido—. Eiji. —Su tono se suaviza igual que la brisa marina en plena oscuridad, sus manos lo envuelven con protección, igual que su cola y su capa, es como si Ash quisiese literalmente esconderlo dentro de él—. Por favor, no me dejes ir. —Sus manos tiemblan en la fornida espalda de su amante, sus dedos se crispan en los pliegues de la capa y de pronto, la playa luce solitaria y deprimente—. No creo que encontremos una sirena, no soy tan optimista.
—Ash.
—Pero el tiempo que me queda de humano, quiero que sea para ti.
—Todavía podemos encontrarla. —Se mantiene esperanzado porque es todo lo que tiene y...
—No discutas conmigo ahora. —Le suplica, hundiéndose aún más en el abrazo—. Recuérdame igual que en estos momentos si algo llega a pasarme.
—Ash.
—Ya no tengo arreglo.
Y ya no puede decir más.
Se quedan ahí, en silencio, no quiere responderle ni va a hacerlo, un mundo sin Ash carece de sentido, no porque sea dependiente emocionalmente o algo así, basta con amarlo, con saber que ha existido lo suficiente para conocer la crueldad del mundo, más, no para disfrutarlo. Prefiere morir a rendirse, no se rendirá. Pero mientras esté acá, consiente que Ash presione su rostro contra su hombro y sus palmas lo aprieten fuerte, permite que suelte todos esos gritos y lágrimas de frustración con las que lleva cargando tanto, deja que se aferre a su requeme de humanidad con garras y dientes, sabe que está cansado y aun así, sigue acá, pidiéndole que no lo dejé ir. Y nada más importa.
Porque Ash está aquí.
Ash está a salvo.
Ash sigue siendo humano.
¿Por cuánto?
Pasa un día. Tal vez dos, tal vez tres. Pero Eiji se despierta una mañana, Ash le sonríe, presionándole un beso encima de la nariz y las cosas se sienten un poco mejor. El moreno no le pregunta por todos los gritos de anoche y Aslan no cuestiona a dónde va, no necesitan interrogatorios, sino avanzar, así que se adentra al bosque, a una parte donde nunca ha ido y le recuerda de cierta manera esa ranura marina que llevaba a la cueva donde escondió a Aslan en Izumo, un escondrijo a simple vista, el aire está más frío acá, es similar a estar asfixiado. No se detiene. Y de repente...Larala. Larala. Larala. Lo escucha otra vez, es la misma voz que los guio a la isla, está cerca, lo presiente.
Larala.
Así que corre. Corre. Corre.
Intenta prestar atención al camino, pero entre tantas ramas es difícil, se pasa a llevar y no le importa, debe alcanzar esa voz antes de que vuelva a desaparecer, ahí están sus respuestas.
Corre. Corre. Corre aún más rápido.
—Eiji.
Aunque reconoce la voz la cabeza le duele mucho, como si algo hubiese empezado a taladrar desde dentro y revolviese su cerebro, es doloroso, tan doloroso que cae al suelo y grita, mierda, cree sentir pasos a su alrededor, pero la punzada es sangrienta y no lo deja...no puede...no sabe.
Todo es oscuridad.
Otra vez, no tiene idea si cae en la inconsciencia, si es un sueño o ha muerto, solo entiende que tras alzar los párpados su atención es atrapada por ojos oscuros y familiares junto al tono de problemas, un hombre extraordinariamente atractivo y fornido se encuentra mirándolo entretenido, alrededor todo es blanco, no están en el bosque, eso es seguro.
—¿Por qué me eres tan familiar? —Intenta prestarle atención a su propia voz, sin embargo está muy mareado—. Yo te...te conozco. —Apenas suelta, ¿de dónde? No es un hombre al que olvidaría—. Tú eres el adivino. —Tenía un nombre, el nombre era importante, los nombres significan cosas y tienen un alto valor en el mundo de la magia, tenía un nombre que ha olvidado.
—Así es. —Tararea—. Me llamo Blanca. —Están de pie frente al otro, no hay nada más que un puro vacío blanco, ahora que lo piensa el nombre le sienta a la perfección.
—No era ese. —Jadea y no se puede levantar porque las rodillas le pesan, se acaricia la cabeza.
—No tenemos mucho tiempo antes de que Dino venga.
—¿Qué?
—Eiji. —Entonces Blanca se agacha ante él—. Las sirenas están muertas. —Y pronuncia las palabras que no ha querido escuchar—. Sé que en el fondo sabes todo esto, pero lo confirmaré, las personas que se encuentran en la playa están bajo un hechizo lanzado por la sirena de la visión, las demás se han muerto a manos de ella, quería más poder e hizo un trato con la persona incorrecta.
—¿Dino Golzine? —Asiente—. Yo no... —Hay muchas cosas que quiere preguntarle a Blanca, siente a las letras suspender y rebotar por las paredes de su cabeza, no obstante, es incapaz de pronunciar siquiera un jadeo, es como si tuviese la boca zurcida y aún así, solo hay una pregunta cuya respuesta le interesa conocer, una pregunta que no se había querido hacer—. ¿Ash está maldito por mi culpa?
No es necesario que Blanca le responda, su sonrisa triste se lo dice todo.
—Lo es, para obtener todo ese poder esa sirena... —Tu madre, omite decirle—. Se vendió a Golzine a cambio de magia oscura y peligrosa, el precio a pagar era demasiado alto, así que ella eligió pagar a través de una maldición generacional. —Algo tan vil que ni siquiera los hermanos de Yut-Lung Lee se atrevieron a convocar—. Tú eres su moneda de cambio.
—No tiene sentido. —Balbucea—. Entonces yo debería ser el maldito.
—La maldición te arrebató lo más importante que tendrías. —Su boca se separa con lentitud—. Ella te arrebató a tu verdadero amor antes de que naciera, por eso Ash está maldito, tú eres quien tendrá que pagar las consecuencias, tú eres quien se quedará mientras él...
No puede terminar.
Ash está maldito.
Ash está maldito y paga su deuda.
Ja.
Ja. Ja. Ja.
—¿Puedo romperla? —Se lo consulta y no se ha dado cuenta de lo mucho que está temblando hasta que Blanca sostiene sus hombros para evitar que se desmorone, se cae a pedazos.
—¿Sabes cuál es el animal marino más cazado y codiciado? —Niega—. El caballito de mar, cazadores de todas partes se pelean para matarlos por varias razones.
—¿Eso qué tiene que ver?
—Qué tú, mi querido mestizo... —Blanca le sonríe—. Eres nuestro caballito de mar.
Y una explosión retumba a las afueras.
Ash.
Si no les quedó claro no se preocupen, el siguiente capítulo ya Blanca resuelve toda duda posible, pero lo que ojála les quede es que basicamente la madre de Eiji necesitó más poder, fue con Dino y el precio a pagar se lo pasó a Eiji y si bien, Eiji es el maldito, al estar conectado con Ash, Ash es quien presenta esa maldición, por eso es de nacimiento, el destino de Ash estaba sellado desde antes de llegar al mundo. Quedan más preguntas, pero las veremos en los últimos dos capítulos que se vienen fuertes porque se acaba esto y un posible epilogo, pero está en veremos. Mil gracias a las personas que se toman el cariño para leer.
¡Nos vemos en fin de semana!
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