25. Fishing.
Hi~ No tengo mucho más que reportar además de que este capítulo tiene varios puntos importantes, así que atentos y ojito con el final. Mil gracias a las personas que se toman el cariño para leer.
¡Espero que les guste!
No hay nada donde Eiji está.
No es muerte.
No es vida.
Es nada.
Al menos todavía puede pensar, supone. Aunque a veces esa capacidad tiende a infringirle más daño que bienestar, le suele hacer daño cuando apenas puede sostener su cordura en dicha nada eterna y cree sentir algo, un agradable hormigueo entre sus dedos, como si alguien estuviese apretándole las manos con mucha fuerza, intentando transmitirle que las cosas saldrán bien, calor en sus mejillas o un tímido empujón contra sus hombros, esos toques si bien, deberían ser reconfortantes no logran ser de esa manera porque se siente totalmente solo en este mundo que le deja el corazón quebrado y si lo zurce es con punzadas de arrepentimiento.
El arrepentimiento es el peor sentimiento del mundo, piensa.
Es amargo, agrio y tiene un resqueme similar al pescado que se pudría en Izumo al no guardarse en las condiciones adecuadas. Eiji ha vivido su vida impregnado por el arrepentimiento así que sabe de lo que habla: se arrepintió de no ser un hijo más modelo para Ibe, de no hacer las paces con su linda Akira antes de abandonar la isla, de no tener la voz suficiente para defenderse, de no confesarle sus sentimientos de mera amistad a Mizuno para evitar su sufrimiento, por no haberse perdonado y por no poder perdonar a sus padres, el arrepentimiento es aquella daga que lleva incrustada justo en el corazón y que no puede sacarla, porque si lo hace sabe que se desangrará. Pero esto...
La muerte.
El enamorado.
La maldición.
—Significa sacrificio, significa que tendrás que tomar tu decisión cuando Ash Lynx vaya a morir y esa decisión traerá terribles consecuencias para ti, significa que finalmente todas las respuestas que has estado esperando llegarán y eso no te gustará, no son respuestas lindas o deseables, son respuestas que te traerán un sinfín de desgracias.
No se arrepiente de absolutamente nada, si tiene que pasar el resto de la infinidad convertido en la estatua de hielo que adorne al Fish Bone que así sea, sin embargo, si permitía que Arthur no solo lo usara para manipular a Ash sino que además lo usara para herirlo, ¿eso? era inaceptable. Esta es la única decisión donde no orbita el remordimiento a pesar de que la muerte le acecha, esta es la única elección que además de sentir propia la profesa correcta. Ya que Ash está a salvo, cualquier sacrificio vale la pena si ese es el objetivo, así que está bien.
Está bien morir, existir o derretirse en ese destino terrible que Sergei le profetizó, está bien mientras Aslan pueda vivir y Neptuno, sino es capaz de comprender lo valiosa e irremplazable que es su vida luego de esto de alguna manera Eiji romperá el hielo para patearle el trasero y hacerlo entender.
Aslan Jade Callenreese.
Como un jade bajo el alba.
Habría sido lindo ser Eiji Callenreese.
Se ríe, piensa en su relación hasta este punto, bombardeada por la empatía y la camaradería desde un inicio, sentimientos que se han mantenido palpables hasta hoy y le permitieron entrever secretos más pasionales e inaceptables como el cariño.
Ve dichoso cariño al poderse sacrificar por el resguardo del otro, al dar lo que sea para garantizar su bienestar, al no dudar en caminar directo al altar de la muerte y convertirse en su novia si se rompen maldiciones, se piden deseos y se revoca al destino con tres cartas, eso es amor incondicional, piensa en estos momentos y no es cómo se lo imaginó, no es cómo en los cuentos que Ibe le narraba apenas los monstruos acechaban y buscaba un refugio, no es una idealización romántica y perfecta, el amor es duro y complicado, es trabajar a diario y verse forzado a mejorar, no nace de un día para otro, va in crescendo de la domesticación hasta alcanzar las notas más altas de la partitura hoy, es un océano que fluye desde un «estoy sufriendo enamorado» a un «aunque el mundo entero esté en tu contra, yo siempre estaré a tu lado». Es tan natural que le da risa, son miradas cómplices, son disputas en una tienda de ropa, son caricias en Izumo, besos en prisión, libros de vida y más.
No hay arrepentimiento en esta nada, no hay decepción ni amargura, hay tranquilidad.
—¡Eiji!
Tranquilidad y nada más.
—¡Te sacaremos de ahí!
El mestizo no tiene idea de cuánto tiempo permanece en ese estado de ensueño.
—¿Me escuchas? ¡Vamos a sacarte de ahí! Mantente consciente, por favor.
¿Semanas? No, probablemente son solo días.
¿Seguro? No, tal vez son meses.
Tal vez son años.
Quizás vidas.
Da igual, un día la inmovilidad se rompe y deja de estar prisionero en su propia mente por lo menos, es capaz de extender sus piernas aunque sea en su imaginación y dar pasos arriba de su inconsciente (si es que eso fuese a ser), sin embargo, tan pronto como esa libertad se posa entre sus manos igual que un pajarillo se desvanece. Y de pronto se encuentra a sí mismo atado a una silla, con las muñecas y los tobillos paralizados, con ganas de vomitar por la peste a podredumbre, con la rabia hirviéndole entre las cuerdas vocales al ver al monstruo que ha ocasionado esto.
Aplausos llenan su escenario.
Clap. Clap. Clap.
—Qué decepcionante. —Dino Golzine se halla sentado enfrente en un elegante sofá de terciopelo, tiene una copa de cristal meneándose entre sus regordetes dedos, dejando caer gotas de vino hacia el piso blanquecino con tanta parsimonia que por un instante lo descoloca—. No esperé que tuvieras tan patético final, no debí poner tantas expectativas en un simple mestizo.
—Sal de mi sueño. —Le ordena—. No te sirvo en este estado, no puedes usarme para manipularlo.
—Tal vez. —Entonces, una sonrisa de navaja atraviesa sus labios y permanece, igual que un alambre de púas inyectado—. Pero Ash encontrará la manera de salvarte y regresarás a su lado, este hechizo es patético, creí haber dotado a Arthur con dones más peligrosos que convertir al resto en hielo.
—Hiciste un trato con él. —Recuerda las palabras de Shorter mientras corrían—. ¿Cuál fue el precio?
—¿Crees que estás en posición para demandarme? —Se burla, dejando la copa en el brazo rojizo en motas de terciopelo, relamiéndose la boca con una lentitud grotesca antes de levantarse y caminar hacia el mestizo, se siente inmovilizado y humillado, no quiere sentir miedo, no obstante, su cuerpo debe recordar en cierta medida lo que pasó porque no deja de temblar
—Aléjate. —Más que una súplica su voz se ve reducida a un jadeo.
—Esa mueca es deliciosa. —Le susurra en su lugar, paseando sus dedos bajo el mentón del mestizo, los ojos le arden, sus muñecas se queman a causa de la fricción, necesita pensar con la cabeza helada y calmarse, debe tragarse su miedo, no hay tiempo para esto—. Entiendo perfectamente porqué mi lince se podría haber obsesionado contigo, serías un producto bastante popular.
—Basta.
—Muchas personas pagarían bastante por tener a un adefesio como tú durante una noche, el único mestizo existente en mi negocio, no suena a una mala idea.
—¡Ya basta!
—Si prefieres podría ponerte a trabajar junto a Ash, necesita un castigo ejemplar, su desobediencia no va a pasar desapercibida por sus compañeros, aunque ahora que lo pienso, todavía tengo al resto de su familia de rehén, podría hacer que ellos paguen.
—¡Basta! —Y algo sobrenatural sale en su voz que provoca que Dino retroceda de una zancada, sus venas arden con furia, su respiración pausada se siente alimentada por veneno, es similar a esa vez que Sing le pidió usar su voz de sirena contra Yut-Lung, solo que ahora sabe que hay un precio que le está cobrando, un precio que todavía desconoce—. Te mataré si le haces daño a Ash. —Un precio que no le importa si le consume hasta los huesos con tal de darle poder para proteger a quien ama.
—¿Qué hiciste? —Tengo miedo de mí mismo. No sé cuánta sangre hay entre mis manos. No siento nada, nada de nada—. Mestizo.
—Acabo de amenazarte. —Sálvalo. Sálvalo. Sálvalo—. No permitiré que vuelvas a ponerle una mano encima.
—¿Eh? —Pero Dino solo luce divertido, se vuelve a levantar, sacudiéndose el polvo de las rodillas—. Esto se está poniendo más interesante.
—Le dije que se mantenga alejado.
—Eso no va a funcionar otra vez. —Ronronea, clavando sus uñas encima de los hombros del japonés, dándole una sonrisa de triunfo antes de acercarse hacia su cuello, el toque de sus labios le revuelve el estómago, el horror crece en su garganta y se pregunta cómo Ash podría haber soportado, cómo Ash podría haber sobrevivido a algo tan repugnante y brutal, se siente desvalido por no tener aquella voluntad de hierro, es patético—. Te diré lo que pasará a continuación porque tienes dos opciones.
—Suélteme.
—O dejas que yo te rompa y te lastime, lloras, te encoges y me suplicas piedad y si es que me llegas a gustar lo suficiente, tal vez te la dé, tal vez supere esas deformidades tuyas si te portas lo bastante adorable y te haga mi mascota preferida. —Puede escuchar su lengua en cada una de esas palabras más y más cerca, sus toques han descendido hasta su espalda, enroscándose en las varillas del corsé, desabrochándolas, no puede luchar y odia esta impotencia, no puede defenderse, no dice nada pero su corazón grita—. O eliges ser inteligente y me traes lo que quiero de Ash Lynx.
—Dijiste que usarías a su familia para chantajearlo. —Golzine se aparta, dándole una risita irritada—. Pero si hubieras podido hacer eso ya lo habrías hecho. —Concluye.
—Tal vez ellos se encuentren a salvo por el momento. —Se burla, repasando con sus garras el largo cuello del mestizo, deteniéndose justo en su manzana de Adán—. Pero tú no. —Eiji debe apretar los párpados muy pero muy fuerte al tenerlo tan encima, teme que lo toque más y es turbador, se pudo congelar por el amor de su vida, ha muerto dos veces, no debería tenerle miedo a estos toques.
—Jamás traicionaré a Ash. —Pero les teme, le teme a Dino Golzine.
—Ya veremos. —Porque hay algo extraordinariamente íntimo en el cuerpo y la sacudida de suciedad que genera que alguien lo manosee sin su consentimiento, que lo tomen y deje manos impregnadas por doquier, manos invisibles e imposibles de sacar, manos que volverá a sentir en sueños y manos que sentirá cuando Aslan lo abrace, manos sucias, manos que lo ensucian, manos que toman, manos que rompen, manos que matan, manos que no son las de Ash, quiere verlo, lo necesita—. Has tenido una infancia mucho más agradable a la de Ash.
—Yo no...
—Eres virgen, eso sube tu precio, deberías alegrarte. —Se ríe, bajando aún más—. No veo que estés luchando demasiado, quizás te gusta que te toque. —Eso lo deja en shock, su mandíbula castañea—. ¿Es eso? ¿Tan desesperado estás por mi amor? Eres toda una perra.
—No me gusta que me toque. —Apenas formula y le pide a su cuerpo que reaccione para darle una contraria, pero no lo hace, está paralizado, aferrado a un delicado hilo entre su piel y su mente.
—No te preocupes. —Le besa la mejilla—. Ya tendremos más tiempo para jugar cuando nos veamos en persona, te lo prometo.
—No me toque. —El pánico inunda su corazón, quiere patearlo y alejarlo, pero lo único que provoca es que las manos de Dino se posen con brusquedad encima de sus muslos y se fuerce a sí mismo en no llorar.
—Hay una maldición que podría ponerte con un beso. —Musita, acercando sus labios para presionar sus dientes en el cuello de Eiji, subiendo por los bordes de su mentón—. La maldición consistiría en hacer que tus besos fueran envenenados, terminarías matando a cualquiera que te bese excepto al que te maldijo. —Fuerza sus piernas y muñecas para apartarse, gruñe, se araña, batalla pero es inútil y Eiji nunca se había sentido tan inútil en su vida—. ¿Qué tal? Yo sería tu única fuente de cariño, por supuesto esa maldición se puede extender a otras partes del cuerpo. —Sus dedos suben y suben en sus muslos, abriéndose paso por el pantalón, quiere cerrar las piernas, debe luchar más fuerte, sino lucha más fuerte es porque le gusta.
—B-Basta. —Suplica y llora.
—Pero eso sería malo para el negocio. —Si esa maldición fuera real se la habría puesto a Ash, quiere decirse pero recuerda que Dino no puede hechizar a malditos como Aslan y Yut-Lung y llora con más fuerza porque quiere irse a casa, no estar acá, quiere esconderse bajo los brazos de Ibe—. Ni siquiera lo pienses. —Y entonces se detiene cerca de sus caderas—. Nadie en tu preciado Izumo sobrevivió.
—¿Qué?
—No debieron abrir el cofre que les dio Sergei.
—El cofre estaba vacío.
—No lo estaba. —Sonríe, presionándole un beso al borde de los labios, casi los toca—. Alguien abrió ese cofre maldito y fue a cobrar venganza.
—¿Venganza?
—¿De verdad crees que las sirenas son criaturas compasivas? Eres demasiado ingenuo. —Ríe—. No sabes nada todavía.
Abre los ojos de golpe.
Mira frenético a su alrededor sin poder recordar nada más que la asfixiante sensación del hielo entre sus huesos, recubriendo cada órgano, vena y retazo de piel disponible, sus rodillas tiritan, está arriba de algo suave, algo como una cama, de pronto recuerda los toques de Dino tan cerca, quiere vomitar pero le da miedo mirarse a sí mismo y encontrarse sucio, repleto de manos impregnadas, le da terror moverse y hallarse con la mirada de alguien que lo sepa, que sepa dónde Eiji ha estado y lo desprecie porque pudo haberse resistido más aunque en el momento no sintió así, ante Dino y sus amenazas se sintió muy pequeño, asustado y desvalido como un niño, desea esconderse bajo el abrazo de Ibe, ¿dónde está?, ¿dónde está papá cuando más lo necesita?
—¿Onii-chan? —Algo se quiebra en sus entrañas con ese apodo, es dulce y agradable, es levemente familiar, tiene un acento tosco y saltado que le hubiera parecido lindo sino estuviese muerto de frío, de miedo—. ¿Estás bien? Te acabamos de descongelar. —¿Miedo? No, esto es diferente.
—Se ve asustado, jefe. —Esto es mucho peor que el miedo.
Es vergüenza.
Vergüenza por no haberse resistido más.
Vergüenza por haberse congelado y no haberse defendido.
—Aléjense, por favor. —El mestizo se encoge sobre sí mismo, intentando forjar un refugio seguro al apoyar su frente contra sus rodillas, no puede dejar de temblar y de reprocharse lo que ocurrió, Ash va a pensar que lo disfrutó por no haber luchado más fuerte, Ash va a creer que lo pidió y lo provocó, Ash va a odiarlo—. No me lastimen más.
—Largo todos de la habitación. —Esa misma voz cantada adquiere un tono duro e indiferente, cruje la puerta justo con su última palabra—. ¿Eiji? Ya no hay nadie más.
—No me hagas daño.
—Eiji... —Contiene un grito apenas le tocan la espalda, parpadea en pánico, ajustando sus ojos sobre la oscuridad del cuarto, un par de jades atrapan su atención, los ojos de Dino son de un matiz similar, no obstante, estos son diferentes, son brillantes, como lince—. Cariño, mi amor, mi sol, mi sirenito terco, solo soy yo. —Y de repente, se le encoge el corazón.
—¿Aslan?
—Soy yo. —El nombrado se arrastra ante él en la cama, su cuerpo reacciona por inercia, tensa tanto los párpados como los músculos a la espera de un golpe o de otro toque podrido—. Solo soy yo.
Este es Ash.
Su dulce Ash.
Él jamás le haría daño, él es bueno.
—A-Aslan.
Eiji no tarda en esconderse contra el hombro de su amante, no puede dejar de trepidar con violencia y se odia por no fingir estar mejor, por mostrarse así de quebrado, es involuntario, necesita de aquel lugar seguro para aunque sea aplacar esos temblores de marejadas, los dulces besos de su novio no tardan en llenarle las mejillas y quemarlo con su calidez, las lágrimas caen como un hechizo de dolor.
—Estás a salvo. —Le musita, como si supiera que esas son las palabras que anhela, como si nadie se las hubiese dado a él cuando las necesitaba—. Estoy acá.
Y seguramente así ocurrió, seguramente este depredador no tuvo a quien consolara su terror, y esa es la cuestión, más allá del propio pavor por la transgresión lo que más hiere es saber lo mucho que Aslan tuvo que soportar y lo fuerte que se vio obligado a hacerse siendo un niño, en lo duro y confuso que debió ser enfrentarse a un pederasta y en lo resiliente que debió ser para seguir a su lado vivo, porque probablemente si hubiese estado en su lugar se habría rendido, pero Ash es fuerte, protege su alma tan frágil con sus cuatro espinas y Eiji odia que tenga que protegerse para sobrevivir, nadie viene al mundo para solo sobrevivir o sufrir, quiere darle una vida que valga la pena ser vivida.
—¿Eiji? —Quiere darle seguridad y confort, quiere darle todas esas cosas que le faltaron porque no tuvo más opción, quiere hacerlo feliz, quiere protegerlo aunque todavía sea débil y esto no sea más que un sueño. Sí claro, el shock y el asco que Dino le genera todavía sigue digiriéndolo, sin embargo, si se queda en eso será una debilidad—. ¿Cariño? —Golzine no estaba equivocado del todo en aquel sentido, tiene dos opciones: o perece o se hace más fuerte.
Ha tomado su decisión.
—¿Eiji?
—Estás vivo. —El japonés se encoge levemente en el abrazo, apoya su oreja contra el fornido pecho de su amante, escuchando los desenfrenados latidos de su corazón—. ¿Venciste a Arthur?
—Lo hice. —Pero Ash no se escucha contento por eso, quiere alzar la cabeza, no obstante manos se posan entre sus cabellos y si bien, al inicio quiere gritar y apartarlas, se fuerza a quedarse y recordar que son las de su amante, claro que no es tan fácil, pero va de a poco—. Lo vencí.
—No te escuchas feliz con eso.
—Lo estoy.
—Mientes. —Se aparta—. ¿Qué pasó? —Y Ash parece legítimamente sorprendido de que lo lea.
—Mi maldición se desató.
—¿Qué? —Ash no deja que se exalte, traza pequeños círculos al interior de su palma con la finalidad de derretir el hielo restante, es dulce y embriagador, es su hogar—. ¿Eso qué significa?
—¿Recuerdas lo que te dije? ¿Eso de que sentía a mi maldición más controlada?
—Como si estuviese dormida. —Memora—. Sí.
—Despertó cuando te congelaste, estuve fuera de control por días, la tripulación me mantuvo en el cuarto hasta que regresé a ser yo mismo, por eso todo se ve así. —Entonces repasa la habitación de Ash y efectivamente, todo se encuentra destrozado, como si un huracán hubiese estallado entre las paredes de madera, irónicamente es lo único dañado en el Fish Bone.
—Tenemos que apurarnos y pedir ese deseo.
—Max dijo que llegaríamos al final del mapa en algunos días, luego te tocará seguir tu instinto para guiarnos. —Y se ríe nervioso porque definitivamente le encanta cargar con la esperanza de sus seres amados y absolutamente no le aterra fracasar—. ¿Por qué hiciste eso? —Entonces pone el tema, lo hace mientras acuna sus mejillas con unas manos cálidas, son manos diferentes a las de Dino, manos que adoran, manos que crean, manos que sanan, manos que ama.
—No podía perdonarme. —Le confiesa, apoyando sus propias palmas sobre los dedos de Ash—. No seré la razón por la que te maten, prefiero morir yo en tu lugar antes de verte regresar con Dino, no voy a dejar que ese hombre te vuelva a tocar jamás, ¿me escuchaste? ¡No voy a...!
—Te encontró otra vez. —Concluye—. Te está atormentando como lo hace con Max.
—No me importa. —Sus estremecimientos disminuyen a medida que Aslan lo derrite, de repente se siente más liviano y el mundo está menos punzante, de repente lo imposible vuelve a verse posible solo porque tiene esos jades enfrente, estarán bien, lo sabe—. Gracias por resistir al lado de Golzine, lo hiciste bien, sé que no tenías más opción en ese momento e hiciste lo mejor que pudiste, mataría a tu familia o incluso a ti sino lo obedecías, lo entiendo, pero no eres más ese niño ni estás indefenso, puedes defenderte y aún más importante, puedes pedir ayuda para lidiar con tus batallas.
—Eiji.
—Así como tú amas y quieres proteger a quienes amas. —Le explica con voz cantarina y calma, brisa salada se cuela por las ventanas, salpicando de polvo dorado el desastre que yace en el cuarto—. Te amamos y queremos protegerte. ¿Por qué te es tan difícil de entender, señor 200 puntos de IQ?
—Pero...
—¿Qué fue lo que dije? No estás solo. —Le promete, inclinándose para juntar sus frentes igual que esa tarde en prisión—. No estarás solo nunca más.
—Hipócrita decir eso luego de congelarte. —Su reproche se encuentra entintado con una risa, cómo extrañaba ese sonido que le da mil años de vida, sus mechones dorados caen entre sus pestañas, le hace cosquillas la ternura de esta caricia, su capa lo abraza—. Eres un tonto, onii-chan.
—Estoy tontito por ti. —Y su corsé cambia de una mugrienta armadura para llenarse por un campo entero de flores que navegan desde sus caderas hasta su escote atado con cuero—. Qué apropiados. —Dice haciendo alusión a su prenda, los colores son cegadores y hacen que Aslan sonría.
—No esperaba otra cosa de ti. —Se burla presionándole un beso encima de la mejilla, quiere que lo bese aún más, que lo limpie, que lo mate, que lo reviva, que lo tome y haga lo que quiera, si Eiji está acá y han llegado a esto, sin duda ha sido por Aslan—. Girasoles.
—Girasoles.
—¿Qué significan?
«Te deseo una vida muy feliz».
«Eres mi sol, y orbito hacia ti».
«Te amo incondicionalmente».
—Que saldremos de esta. —Se limita a decir—. No creo que Dino pueda hacerle daño a tu familia y ya estamos realmente cerca, vamos a salir adelante y si tu maldición se sale de control...
—¿Qué harás en ese entonces? —La rigidez se desvanece de sus músculos, sus hombros se aflojan, el alambre alrededor de sus labios se descose y su respiración vuelve a ser aquel océano calmo que tanto extrañaba a pesar de la amargura en el aire—. ¿Qué harás si mi maldición se sale de control otra vez y te pongo en peligro? ¿Qué harás si me convierto en una bestia completa?
—¿Qué no es obvio? —El lince niega con la vulnerabilidad a flor de piel y el alma desnuda, es lindo.
—¿Qué harás? —Siempre es muy lindo—. Necesito saberlo.
—Entonces tendré los huevitos de Mizuno.
—¡Eiji! —Y chilla con tanta rabia e indignación que solo puede reír—. Jamás permitiré eso.
—Bien. —La sonrisa del mestizo se hace más amplia, sus manos se mueven desde las espaldillas del más joven, justo de los soportes de su capa, hasta su cuello, le quita la prenda, expone su piel dentro de esa delgada camiseta blanca—. No lo permitas jamás. —Los dedos de Aslan también bajan, para los roces justo encima del girasol en el corsé, contiene la respiración mientras con su otra palma le acaricia el corazón y lo empuja hacía la cama, es cálido y dulce—. Déjame quedarme a tu lado.
—No creo que pueda alejarte a estas alturas.
—No creo que puedas hacerlo. —Repite—. Aslan...
—Pensé que no podías tener huevitos. —Bromea con esa sonrisa que Neptuno, persuade a su pecho para que contenga latidos extras—. ¿Acaso te has atrevido a engañar al capitán del Fish Bone?
—¿Se supone que me debo sentir intimidado con ese título? —Apenas puede ver el grácil manto de la tarde colarse por la ventana, sus piernas flaquean al sentir los muslos de Ash deslizarse por encima y su corazón late como loco, a diferencia de cualquier otro toque, esto se siente correcto.
—Debería. —Susurra, levantándole la mandíbula para que lo mire a los ojos, los tiene dilatados, son de un jade casi negro y de algún modo son más brillantes que las estrellas rotas—. Eiji. —Llama con esa voz que arde en cada sílaba y lo deja intoxicado—. No vuelvas a cometer una locura como esa.
—Creo que me estás pidiendo algo imposible. —Le sorprende la cantidad de peligros que ha pasado desde que dejó Izumo, o Ibe era realmente bueno protegiéndolo o la isla estaba realmente aislada, quizás ambas... ¿estarán bien? Se niega a pensarlo ahora, no todavía. Quiere disfrutar de las caricias de Ash luego de esa experiencia traumática—. Si quieres que me deje de arriesgar, dame el ejemplo.
—¿No eres el mayor?
—Solo cuando me conviene.
—Tramposo. —Gruñe, apretándole la nariz hasta que se pone rojo—. Eres un tramposo, onii-chan.
—Lo dice quién usa su cola para retenerme.
—¡No uso mi cola para retenerte! Pero parece tener un favoritismo hacia ti.
—Eso es lindo. —Sonríe tímidamente, consiguiendo un ronroneo—. Eres lindo, bebé.
—Ahora me estás molestando. —Asiente—. Te has juntado demasiado con Yut-Lung.
—Hablando en serio... —Le fallan las palabras cuando los labios de su amante se arrastran arriba de él para devorarlo—. No quiero ver que hayan más profecías de ti muriendo, Aslan.
—Lo mismo digo. —Rastrea su boca por la erizada piel de su cuello de un modo que debe ser magia pura, las grandes manos de su novio lo cogen de las caderas para acercarlos, arde, apenas contiene el aliento, su respiración se halla entrecortada y no puede apartarse o pensar, ambos queman contra el otro—. Bienvenido a casa, Eiji.
—Lamento la demora.
—¡Eiji Okumura!
Y entonces, la puerta se abre de una sola patada mostrando a un desarreglado Yut-Lung, sus cabellos se encuentran hechos un caos, su rostro está enrojecido en manifestación de su furia, los puños aún le tiemblan al costado de sus caderas, el resto de la tripulación permanece aterrorizada detrás de la fiera, se disculpan con la mirada, diciéndole que intentaron contenerlo y fracasaron.
—Yue.
—¡Te dejo un segundo! ¡Un maldito segundo a solas y acabas convertido en hielo! —Le grita y hace que Ash lance un gimoteo, escondiéndose en el pecho de Eiji con recelo, sacando su cola y liberando feromonas solo para marcar propiedad—. Guarda tu peste de zorrillo para después.
—No es peste de zorrillo. —Un tic nervioso aparece en sus ojos verdes—. Son feromonas dulces.
—Lo que sea. —Brama—. No puedo creer que te hayas atrevido a congelarte, yo estaba congelado primero, ¿acaso no pudiste ser más original?
—¿Eso es lo que te molesta? —Entonces la indignación quema la voz de su novio—. ¿De verdad?
—Claro que sí, vivo por mi drama. —La tensión se torna insoportable en el cuarto, Shorter resguarda a Sing a sus espaldas, se antepone como si estuvieran frente a un par de bombas y quisiera utilizarse de escudo humano—. A nadie le gusta que le roben las luces de su escenario.
—Eres tan narcisista.
—Y tú serás un padre terrible, tendré que hacerme cargo de esos pobres huevos para que tengan al mejor ejemplo del mundo.
—¡No te acercarás a mis crías!
—¡Claro que sí! Ya las adopté en mi mente.
—¿Por qué estamos hablando de esto otra vez? —Eiji gimotea, pero ¿saben? Le alegra lo ligero que se profesa el ambiente a pesar de tanto—. Son unos tontos.
Se mantiene ajeno a la escena para poderla desglosar: mira a Sing, su jubón rasgado y los pantalones dos tallas más grandes colgando de su cuerpo con la ayuda de un cinturón, probablemente es ropaje heredado ya sea de Lao o de Shorter (le apuesta más a este último por el estilo), el dinero es escaso, igual que los días de vida que le compraban a Nadia y lo saben. Mira a la tripulación, mira el colmillo faltante de Bones que siempre le da esa expresión adorablemente chistosa, mira las manos heridas de Kong de tanto trabajar, mira las cicatrices escondidas de Alex tras su camisa, se detiene en Lobo, en su sonrisa de padre orgulloso a pesar de los ramalazos de castigo infligidos por Dino, se pregunta si los amenazará de la misma manera pero no se queda en esto, sino en esa sonrisa que dice: ese es mi hijo y vaya que tiene bolas para volver a amar, Eiji no sabe si podría, va hacia la brillante fachada de Shorter, a esos lentes de sol que esconden ojos demasiado amables, a esa chistera que aplana el cabello llamativamente morado y gracioso, va hacia Aslan, Dios, ni siquiera tiene palabras para... Lo ama tanto.
—¡Eres un gato mugriento, Lynx!
Y entonces se para en Yut-Lung Lee, tiene el cabello atado en un desastre y luce hermoso, su camisa está arremangada hoy, lo que le permite vislumbrar de las cicatrices que Fox le dejó, son rojas, largas y resultan mortales, su postura es prístina y sus palabras son venenosas, arremetiendo sobre que lo único que le importa es ser el centro de atención y sería fácil creerle, sería sencillo encasillarlo en la fachada de villano narcisista, ¿el problema? La flor en su oreja delata a su corazón.
Una flor del pensamiento rosada.
«Te extrañé».
—También te extrañé. —Dice, deteniendo la pelea para estrechar al más joven entre sus brazos, un sonrojo furioso hierve junto a sus gritos de indignación—. Sabía que Shorter te protegería. —Yue no lucha contra el agarre, al contrario, se relaja y deja su armadura en el campo de batalla.
—Más le valía cuidarme bien. —Su voz dura es disonante para sus caricias de cristal—. Hizo un buen trabajo. —Las mejillas de Wong se han visto adornadas por un adorable rosado que denota lo obvio e intenso que se ha vuelto este enamoramiento.
—Claro que debía protegerlo con mi vida, le hice una promesa y no me rindo fácilmente. —Proclama orgulloso y la mirada de Sing parece hacer estrellas al contemplarlo cegado por su genialidad—. Me gustas más de lo que te imaginas, Yue.
—Deberías darle una oportunidad. —Le susurra solo para él.
—No abuses de mi buen humor. —Le rebate, apretándolo tan fuerte como si quisiese estrujarlo.
—Tsundere.
—Remedo de sirena. —Rebate, apretándolo hasta que escucha sus costillas crujir, es más fuerte de lo que luce—. ¿Qué carajos fue eso de convertirte en hielo y abrir el cofre contra mi voluntad?
—¿Lo siento? —Pero no es sincero, porque Eiji ha empezado a aprender algo diferente, a vivir sin ni una pizca de arrepentimiento, así que no, realmente no lo siente ni lamenta nada de lo que perjuró estando congelado, todo eso lo llevó a este momento—. Tuvimos que improvisar.
—Sí, el mocoso me lo contó. —Todo el sufrimiento ha valido la pena si están juntos acá—. ¿Acaso tienen aire en la cabeza? Sé que de nuestro equipo soy la obvia belleza, ¿pero también debo ser la inteligencia ahora?, ¿es en serio?
—¡Yue! —Sing lo reprocha desde la puerta—. Dilo con amor, estoy chiquito todavía.
—¡Lo estoy diciendo con amor, mierda! —Gimotea—. Son unos amigos exigentes.
—¡Nos llamaste amigos! —Y Sing salta al abrazo a pesar de la mueca amenazante de Aslan.
—¡No es justo! —Bones no duda en quejarse—. ¡Yo también quiero abrazar a Eiji y al jefe!
—No te...
—¡Vamos chicos! —Pero Max los incita y todos acaban en un montículo encima de Aslan, si bien, su piel se ha erizado e impresiona arder en furia, el mestizo sabe que eso es solo una fachada, su mirada es suave y verde y mientras ese jade siga fulgurando—. Los amo. —Puede con lo que sea.
—Yo te odio, viejo.
—¡Oye!
—Es broma. —Ash se levanta a duras penas sin poderse quitar a la montonera de gente de encima—. Lo sabes.
—Sí. —Max ríe con calma, Yue luce menos incómodo con la cercanía y más...Benevolente—. Lo sé.
Las personas pueden cambiar, entonces piensa en esa historia del leopardo congelado y lo reafirma, las personas pueden cambiar su mismísimo destino, ¿malditos?, ¿mestizos?, ¿sirenas?, ¿deudores? No significa nada y pronto se lo demostrará a Golzine, así que adelante, que intente tomar, que tire amenazas, que sople, que amedrente y que torture, nunca cederá, no porque Eiji sea especialmente fuerte, mágico o imponente, pero es la persona con más ganas de ser feliz que existe, lo bello de su felicidad es que la quiere compartir, extenderla igual que un océano a todo el que conoce, está más que dispuesto a luchar contra el mundo entero con tal de conseguirla.
Incluyendo lo que estaba en el cofre.
—Alguien abrió el cofre maldito y fue por venganza. ¿De verdad crees que las sirenas son criaturas compasivas? Eres demasiado ingenuo. No sabes nada todavía.
Un punto del que Eiji solo se volvió consciente tras descongelarse y retomar la rutina en altamar fue el inmenso cariño que le tiene la tripulación, eso llamó su atención porque bueno, no es la clase de persona que haga amigos con facilidad, ese era Mizuno en su grupo, y aun así, desde que despertó Bones y Kong se le han pegado igual que garrapatas a pesar de la importancia de sus cargos, primero pensó que Ash los había dejado de niñeros en secreto, sin embargo, hasta su novio luce irritado por la importuna presencia del dúo, así que descartó la idea, así concluyó que se quedaban a su lado en una simple muestra de afecto y ya, le alegra que sea mutuo.
—Fue realmente difícil separar al jefe de ti aun estando maldito. —Es el tema que Kong balbucea al borde del Fish Bone, tres cañas de pescar cuelgan en dirección al ancla, llevan horas y no han sacado nada—. Alex casi pierde la mano intentando separarlos.
—No creo que haya sido tan violento.
—Eiji. —Entonces Bones se voltea con una seriedad impropia—. Sí fue tan violento, el jefe da miedo por sí mismo sin una maldición, imagina lo intenso que fue.
—Sing no me dijo nada de eso. —Memora el encuentro.
—A Sing le llegó una maceta en la cabeza y se desmayó. —Y aunque sabe que no debería, contiene una risa entre sus mejillas mientras la noche le revuelve el flequillo y la sal le empapa las mejillas.
—No le digas o va a pedir que lo repitan de nuevo. —Ríe pero tan pronto como nace su sonrisa, esta vuelve a cesar—. ¿Qué pasó con Arthur? —Bones y Kong intercambian una mirada incómoda, dedos tamborilean alrededor del barco, justo bajo las astillas de madera del tono del caramelo, el insomnio y los pesares—. Chicos...
—No acabó bien para él. —Kong se limita a decir—. No deberías preguntar más, sirenito.
—¿Por qué?
—El jefe puede acabar dándote miedo. —Bones explica y es extraña e incluso incómoda la repentina seriedad que chorrea en su timbre vocal—. Ash puede ser malo con nosotros de vez en cuando, pero nos importa y no queremos verlo con el corazón roto, él se preocupa por nosotros, nos acogió pese a no tener nada, nos dio un lugar al cual volver. —Sus pupilas chispean pura electricidad, la brisa los envuelve con una bruma fantasma, la luna impresiona llena, sale a cantarle tonadas de amor al mar.
—Nunca podría romperle el corazón. —Les promete.
—Podrías. —Kong rebate—. Tienes ese poder. Eres la persona a quién él ha elegido mostrarle todo, es fácil notarlo incluso para despistados como nosotros, tienes el poder de hacerle tanto bien y mal.
—Es verdad. —Medita—. Si le llegara a romper el corazón tendría que ser para salvar su vida, es ese el único motivo justificable que encuentro. —Las arrugas en el rostro del más alto desaparecen con lentitud, siendo reemplazadas progresivamente por una sonrisa relajada y brillante.
—El jefe tenía razón cuando dijo que las sirenas eran buenas robándose los corazones. —La tibieza se posa en sus mejillas junto a un adorable carmín—. Ya veo porqué se enamoró tan fuerte de ti.
—La primera vez que él me dijo eso lo hizo haciendo alusión a Mizuno. —Recuerda con melancolía, Izumo se mira tan lejano en este desolado mar—. Pensé que era una indirecta.
—Lo era. —Y claro que el capitán hace su gloriosa entrada, sacudiendo su cabellera de oro contra el lienzo de tinta que es el cielo, robándose sus suspiros con esos ojos de gema—. Era una indirecta es verdad, pero no era sobre ese mastodonte. —Rueda los ojos ante tan infantil carácter—. Era acerca de nosotros dos.
—¿Qué? —Su corazón se salta un latido cuando Aslan se posiciona enfrente, acorralándolo.
—En ese entonces ya me habías robado el corazón. —Le explica, acomodándole un mechón detrás de la oreja con suma suavidad, sus oídos cosquillean ante la estática, es grácil y tímido, es una noche eterna—. Estaba tanteando si tú sentías lo mismo.
—¿Qué clase de coqueteos eran esos? —Bufa indignado—. Nunca iba a entenderlo sino eras directo.
—¡Eso mismo le dije yo! —Shorter grita de su improvisada hamaca, aunque tiene la chistera encima de la cara, está escuchando toda la conversación—. Le dije que eran pésimas tácticas de seducción, todo este tiempo que pasaron secuestrados por Yue lo entrené para ser un galante.
—Y vaya que no funcionó. —Yue arroja veneno mientras Sing le trenza el cabello en otra hamaca—. Los coqueteos de Lynx son casi tan vomitivos como los de Shorter.
—No dijiste eso cuando te aferrabas desesperadamente a mi pecho desnudo el día que te salvé.
—¡Cállate! —Se ruboriza muy pero muy fuerte mientras una rosa florece, delatando la pasión oculta entre ellos—. No tenía más opción, ni siquiera estás tan guapo, no te creas la gran cosa.
—¿Así que piensas que estoy guapo? —Y entonces la chistera salta de su cara para que esboce una sonrisa galante que definitivamente grita «hey»—. Sabía que te estabas haciendo el difícil.
—Le das mal ejemplo a Sing. —Yut-Lung se da vueltas para taparle los ojos al aludido.
—¡Yo quiero seguir viendo! ¡Shorter es genial!
—¿Por qué todos están enamorados? —Bones gimotea derrumbándose con dramatismo encima de la caña de pescar, los discos de su columna chistan mientras acomoda su mano sobre su frente tibia por el sudor—. Yo también quiero ser amado, tengo mucho amor para dar.
—Todavía puedes intentarlo con Alex. —Su colmillo clava su propio labio en una tos frenética, antes de que pueda protestar se mueve con tanta brusquedad que las tres cañas acaban cayéndose desde la borda al fondo de la oscuridad. Plic, es lo único que oyen.
—Bones. —Ash no se escucha feliz, su tono ha adquirido la misma dureza de reproche que sus ojos.
—Ups.
—¿Qué vamos a comer la otra semana? —Bones corre detrás de Eiji en busca de protección, tiembla igual que un cachorrito que acaba de orinarse en los zapatos favoritos de su dueño, listo para huir.
—Eiji es un mestizo, puede pescar. —Agradece que haya dejado de llamarlo sirena.
—De hecho... —Lo considera—. No es mala idea.
—Es una terrible idea. —Aslan le advierte—. No vas a lanzarte al mar por unos peces.
—¿Y qué harás para detenerme? —Eiji lo desafía—. Bebé.
Ambos terminan zambulléndose en el agua.
Habría pensado que el mar muerto estaría helado y apestaría a sal, que sería casi pesado nadar bajo sus olas, sin embargo, es todo lo contrario, las estrellas se reflejan con una iridiscencia hermosa bajo aquel tono de melancolía y cosas perdidas que anhelan ser encontradas, menea su cola y toma aire, esta es la primera vez que todos lo ven en esta forma y puede sentir la expectación quemándole por la piel, Ash parece leerlo con una impresionante facilidad, no vacila en nadar enfrente, abrazarlo del cuello y así cubrir cualquier atisbo mágico que la tripulación pueda vislumbrar.
—Solo son ellos. —Su voz escapa húmeda y tiritona, puede sentir las suaves patadas de Aslan contra la espuma del mar, sus manos se posan en la cintura del lince, agradece que se haya quitado la capa y los zapatos para evitar hundirse—. No estés tan nervioso.
—Lo sé. —Musita con reticencia—. Pero siempre es difícil cuando alguien me ve así. —El oro de su flequillo pende hacia atrás con el susurro del viento, a Eiji siempre le ha gustado más el agua porque le permite tener el control de lo que pasa, se siente libre acá, esto es la libertad, estar acá, con Ash, a solas en un océano de paz—. Me da vergüenza.
—¿Vergüenza? —Y lo repite como si no lo pudiese creer—. Eres hermoso.
—Ash...
—La primera vez que te vi transformado, atrapado por esa red. —Le recuerda—. Quería matarte, lo primero que pensé fue que eras una sirena y que me habías traicionado, pero te veías tan dolido en esa trampa para peces y... Yo no podía creer lo hermoso que lucías, te veías como un sueño de magia e inocencia, eras irreal y pensé que jamás podría tenerte a mi alcance.
—Oh Aslan.
—No es que te idealice, tienes un carácter de mierda y tu terquedad me dificulta el apoyarte. —Esa cola le tira agua incluso debajo del mar, consiguiendo que esboce un puchero que lo hace ver miles de veces más guapo y no es justo amarlo tanto en la complicidad de la noche, hay bruma alrededor, nadie los podría ver aunque quisieran—. Y aun así, ante mis ojos eres lo más hermoso que existe.
—¿Incluso con esa terquedad que tanto te hace rabiar?
—Incluso con esa terquedad que me hace querer callarte a besos. —Se ríen, dejando que sus frentes se junten y sus cuerpos se fundan—. No sé mucho sobre amor, me maldijeron para que no lo sintiera nunca porque sentirlo me mataría. —Y de repente, le duele mucho el corazón, el pulso de su amante arde contra su pecho, intenta relajarse, seguro de que sentirá sus latidos desembocando su sangre sino lo hace—. Pero esto es lo mejor que me ha pasado, esto me devolvió la vida luego de que perdí a Griffin a manos de Dino, gracias.
—Yo debería agradecerte a ti. —Se ríe nervioso, el dulzor de Aslan ha opacado la bruma marina, eso le encanta—. Sino fuera por ti me habría quedado estancado para siempre en Izumo, avergonzado de lo que soy, odiándome sin darme una oportunidad.
—¿Dándole huevitos a Mizuno?
—Posiblemente.
—¡Eiji! —Gimotea y le salpica la cara el movimiento, el calor es tan desmesurado que teme hervir.
—Sino te gusta ese final, quédate a mi lado y escribamos uno diferente.
—Eres tan... —Suspira, las gotas se deslizan desde sus tupidas pestañas hasta su sonrisa.
—¿Tan qué?
—Tan Eiji. —Okey, esto se está volviendo un insulto personal.
—¿Eso es bueno o malo?
—Eso me vuelve loco.
Aslan estrella sus labios contra los suyos, el resqueme salado del mar entremezclado a la fuerza con la que lo sostiene contra su cuerpo lo hace suspirar felizmente, aunque están empapados en medio del mar y jamás han ido más allá de los besos, cada vez que lo besa Eiji concibe que es lo más íntimo que podría pasarle en la vida, que no existe nada más maravilloso que estar tan cerca del chico que ama de esta manera, le asusta que tenga tanto poder sobre él, le asusta mirar esos jades y observar la clase de mirada profunda que se posa en sus ojos cafés cuando se trata de Aslan, no obstante, el miedo no lo paraliza más, así que lo besa profundo, lento y desesperado, lo besa como lo besó entre las sábanas de la estancia y cómo le habría gustado besarlo para derretir el hielo.
—¡Jefe! —Sus dientes chocan ante el alarido de Alex—. ¡Jefe!
—Ignóralos. —Le susurra, listo para volverlo a besar.
—¡Hay un bote allá! —Pero eso no es posible, es el mar muerto y se encuentran en la nada, no dicen más para saber lo que piensan, sostiene a Ash por la cintura y ambos se acercan a dónde les indican que yace la barcaza de madera, efectivamente, es una barca penosa y craquelada, en un viento más fuerte se va a hundir, alguien parece estar tumbado dentro, naufragando.
—¿Qué hacemos, Ash? —Pero el nombrado no responde, tiene los ojos abiertos con incertidumbre, la mandíbula le castañea, impresiona al borde de sufrir un ataque de pánico—. ¿Ash?
—Griffin. —Entonces balbucea—. Es Griffin quien está en el bote.
Y con esto tenemos oficialmente a Griffin a bordo quien es a fin de cuentas el que más contacto directo a tenido con Dino Golzine desde que Ash se fue, así que por fin estamos atando los cabos sueltos, Dios, se me ha hecho agua entre los dedos este fic, gracias por llegar hasta acá conmigo, de todo corazoncito.
¡Nos vemos el miercoles!
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