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24. Ice/Arctic.

Hi~ Estoy subiendo este capítulo extrañamente temprano porque ha sido un fin de semana de muerte, no lo subo ahora probablemente me muera trabajando, así que acá, estamos. Okey, este es el inicio del arco final, estoy algo nerviosa, solo espero que les guste. Mil gracias por tanto.

Eiji solía jugar mucho en Izumo, inclusive a una edad más adulta y un tanto reprochable para quienes fuesen ajenos a la isla de fantasía en donde las puertas se construían para destruirse y los sueños que todavía no existían querían ser encontrados, no permitió que aplacasen el carácter risueño que tantas jaquecas y suspiros le robó a su tutor, más con la presencia de Akira, juzgaba que era su deber o más bien, una obligación enseñarle sobre la magia en un mundo que la ha olvidado. Jugaban juntos hasta cansarse, a veces Mizuno y el mismísimo Ibe se les unían, jugaban en la tierra, en el mar, entre las carpas medicinales, en los toldos, donde rompían las olas y donde aún no habían nacido, porque el mundo debería saber que hay caídas en las que se vuelan, que los sueños nunca duermen, y que se puede escapar del tic tac del reloj con un gran equipo.

Uno de sus juegos predilectos era simular esta tan misteriosa guerra de la que el padre de Eiji nunca se atrevió a regresar: se tiraban en la arena con sus espadas de madera y batallaban con los granitos iridiscentes siendo la pólvora mientras el mar simulaba el grito de los caídos, Akira era la vencedora que nadie podía destronar puesto que no existía una recompensa más magnífica a su sonrisa, pero Eiji recuerda que en uno de esos miles de juegos tuvo que enfrentarse directamente a Mizuno con esas espadas de madera astilladas y su propio valor atorado en la garganta.

Y le ganó.

Le pateó el trasero, más bien.

Hasta hoy en día no sabe si fue una victoria limpia o fue el benevolente carácter de Mizuno viéndolo necesitado de confianza que se dejó ganar, no obstante, ese fue el primer logro que realmente sintió como suyo durante su vida, uno que consiguió con sus propias manos y caídas.

—Me pregunto si así será la guerra real. —Fue lo que dijo Akira en ese entonces, ayudando a Mizuno a levantarse de la arena con la túnica embarrada y su cabello corto hecho girones crespos ante toda la humedad del mar—. Debe ser divertida.

—No creo que haya nada divertido en una guerra. —Eiji dejó salir sus pensamientos aún embriagado en esa sensación de mérito, sosteniendo la espada de madera como si esos bordes afilados pudiesen cortar hasta el muro más impenetrable y sólido—. Ibe-san dice que mi padre sigue ahí. —Pero claro, dependía del día que preguntara la versión que recibía, a veces le daba la impresión de que Shunichi estaba hechizado y era incapaz de decirle la verdad.

—Aun así, creo que sería divertido enlistarse. —La muchacha esbozó un puchero mordido, recuerda que eso lo hizo sonreír, porque de alguna manera Akira tenía ese poder sobre él o quizás, así debería concebirse un hermano mayor—. Recibes todos los reconocimientos al regresar a casa, apuesto que mi padre me querría más de esa manera, si volviera siendo alguien importante.

—Aki-chan...

—No les dan reconocimientos a las personas importantes. —La voz de Mizuno fue calma y templada, fue un digno reflejo de las olas cepillando las costas con gracilidad—. Los sacrificios más importantes suelen ocurrir cuando nadie está mirando.

—¿Eh? ¡Eso es aburrido!

—Lo es. —Eiji le dio la razón, revolviéndole el cabello—. Pero creo que Mizuno está en lo correcto.

—¿Ves? —Y como era muy maduro le sacó la lengua a una niña—. Ei-chan me quiere más a mí.

—¡No es verdad! ¡Me quiere más! —Todos carcajearon por los gimoteos—. Te acusaré con Ibe-san por molestarme.

—Adelante, él no me da miedo.

—Dices eso ahora cuando ayer te estabas escondiendo de él. —Mirando para atrás se da cuenta de que tuvieron una grandiosa amistad que en algún punto se distanció por sus inseguridades de hierro, es una lástima que haya terminado con una desesperanza tan deslavada como las conchas olvidadas por el mar, desearía haber podido hacer algunas cosas diferentes—. Los héroes obran en silencio.

—¿Entonces qué sentido tiene hacer actos nobles si nadie los reconoce? —El mestizo frunció el ceño sin tener idea de qué responderle, aunque racionalmente poseía el bosquejo le costó en demasía el aterrizarlo.

—Porque los grandes héroes son los que arreglan el mundo mientras nadie está mirando. —Mizuno finalmente dijo, abrazándolos de la espalda y poniendo ansioso a su corazoncito de mirlo—. Son las personas que logran hacerte sonreír aun cuando su vida es una mierda que se desmorona, esos que te ayudan sin esperar nada a cambio aun estando heridos, esos son los verdaderos héroes.

—¿Los soldados hacen eso?

—Claro que sí. —Canturrea—. Protegen la magia buena asegurándose de que las sirenas no caigan en manos equivocadas.

—¿Por eso las sirenas se fueron? —Mizuno asiente.

—Para protegerse, pero como no fue suficiente que se cuidaran a sí mismas porque todos de vez en cuando necesitamos un poquito de ayuda extra, los soldados fueron a resguardarlas en la batalla.

—No me gustaría ser una sirena. —El comentario brotó de la boca de Eiji más rápido de lo que logró pesquisar, se quedó clavado en la arena, sintiendo a su propio malestar enturbiarse en sus entrañas, alzando sus olas hacia su garganta con sabor a podrido y sal pasada—. Debe ser duro que te busquen solo para cumplir deseos o por tu poder, creo que las sirenas deben tener una vida muy triste.

—Ei-chan. —Entonces Akira apretó muy pero muy fuerte su mano, transmitiéndole todo el amor de su mundo en ese tímido roce—. Nosotros no te pediríamos nada aún si fueras una sirena, ¿no es así Mizu-chan?

—Es verdad. —El nombrado lo abrazó con aún más fuerza, paseando sus dedos sobre sus omóplatos con una tibieza tan grande que lo arrulló igual que una manta de polar—. Jamás te pediríamos nada.

—Gracias.

—Aunque si me lo preguntas a mí... —Su tarareo fue salpicado y vivaz, digno reflejo de su carácter—. Tú eres el verdadero héroe en Izumo, Eiji.

—¿Yo? —Y él carcajeó—. Debes estar bromeando.

—Tú. —Pero no había nada de gracia o risa en el rostro de Mizuno—. Me lastima que seas el héroe cuyas acciones nunca son agradecidas, pero nosotros lo vemos.

—¡Sí! ¡Sí!

—Y algún día, tú también lo verás.

«Héroe» fue la etiqueta que Mizuno le puso esa tarde.

Sin embargo, no existe nada heroico en lo que está pasando en estos momentos, con Eiji encerrado en la seguridad y comodidad de la cocina mientras arriba se escuchan las explosiones y los gritos en el Fish Bone, su corazón palpita con violencia, urgiéndolo a hacer lo mismo. Sálvalo. Sálvalo. Sálvalo. Pero se queda clavado en el piso, mirando a Shorter con reproche como si fuese el captor, buscando alrededor de la habitación cualquier cosa que lo pudiese ayudar con su heroico rescate porque...hoy es 20 de diciembre, están en Coney Island y es barco de Arthur el que los atacó. Por ende, la profecía de Yut-Lung no se puede tomar a la ligera a estas alturas.

Ash. Ash. Ash.

No puedes morir.

Prometiste mantenerte a salvo.

—Tengo que ir. —Le insiste con firmeza, como si los ojos de Shorter fuesen cuerda alrededor que lo mantuviese clavado a la comodidad del piso, como si tuviese que pedirle permiso antes de hacer la locura que definitivamente pondrá en riesgo su vida pero salvará la de Ash, no obstante, se recuerda que necesita de ese permiso ante la brillante llave que se desliza entre las palmas de Wong.

—No iremos a ninguna parte. —La barbarie de los gritos se cuela por las escuetas tablas junto a esa pestilente reminiscencia de pólvora, los llantos amortiguados por una sensación de terremoto en el mar no lo ayudan a calmar los nervios—. Ash me pidió que te mantuviera a salvo.

—¡¿Desde cuándo lo escuchas?! —Se queja, dando un paso para adelante solo para golpear con sus caderas uno de los viejos barriles con provisiones debido a la repentina inclinación, el Fish Bone está en llamas.

—No podemos quedarnos acá como unos cobardes. —Para su fortuna, Sing toma su bando en dicha discusión—. ¡Yue está solo ahí arriba, necesitamos ir a salvarlo, él confía en nosotros, todavía no me he disculpado! —Las palmas de Shorter se convierten en puños impotentes alrededor de la brillante llave, a pesar del ajetreo de afuera la puerta permanece imperturbable.

—Él se sabe cuidar solo.

—¡Shorter!

—¡No irás allí arriba! —Entonces ese característico y despreocupado semblante se craquela, mira al zapato de Wong hacer trizas su propia máscara, dejando una versión más desgraciada y deprimida, mostrándole realmente las heridas que lleva tatuadas desde la piel al alma—. No dejaré que ninguno se ponga en peligro de esa manera.

—¡No me trates como un bebé!

—¡Eres un bebé! Tienes solo catorce años

—¡Quince! —Gimotea—. ¡Tengo quince años!

—¡Es lo mismo!

—¡No! ¡No es lo mismo! —Rebate, extendiendo sus dedos con una chispa que pretende ser el inicio de alguna ilusión, sus pupilas contienen un fuego irrefrenable que no ha hecho más que expandirse desde el día que conocieron a Yut-Lung, es peligrosa su rebeldía—. Voy a ir arriba lo quieras o no.

—No irás. —Las fosas nasales de Shorter se ensanchan a medida que se acelera su respiración—. Es el fin de la discusión.

—¡Pero...! ¡Estás siendo irracional! —Sing trata de acercarse hacia la alzaprima de la puerta, pero ni siquiera consigue llegar a las rancias escaleras de madera cuando Shorter lo tironea—. ¡Suéltame!

—¡No discutiré contigo! —Entonces el más joven le da un codazo en su costilla y lo obliga a liberarlo.

—Tampoco me quedaré a discutir contigo. —El cuarto se empieza a deformar en una ilusión abrupta en la que Eiji necesita afirmarse de la pared para contener sus propias náuseas, los tabiques respiran y la desesperación de Shorter se hace más y más grande mientras menos puede controlar al pupilo.

—¡Sing! ¡Basta! —Lo amenaza, el piso se rompe en una pesada capa de magia, el océano está dentro y la asfixia impresiona real.

—¡Sino quieres ayudar a Yue por mí, bien! —De alguna forma la llave ha pasado a las manos del más joven—. Pero yo no me quedaré acá sin hacer nada.

—¡No! ¡No te perderé como a Nadia! —Y entonces lo dice.

—Shorter. —La ilusión desaparece, el barco se queda en silencio, la batalla estalla dentro, Sing baja las manos y deja caer la llave al piso.

—No puedo... —Porque incluso el hombre más fuerte, se quiebra—. No puedo perder a nadie más.

—Oh Shorter.

—Por favor sean buenos y quédense acá abajo. —Les suplica—. No quiero que nadie más perezca.

Y entonces realmente ven a Shorter y sienten una tristeza inexplicable, de pronto, la chistera oscura se ve mucho menos mágica encima de sus desteñidos cabellos purpúreos, los lentes de sol dejan de ser un accesorio de genialidad y pasan a ser algo que esconde sus ojeras, y su risa rota se rompe aún más con una tristeza más grande que todos ellos, es una tristeza que parece abarcar a quienes han sufrido de alguna pérdida, a esos millones que no conocen pero viven una vida a pesar del dolor, de la culpa y la vergüenza que una despedida no consumada genera junto a las preguntas que conlleva, es duro tener que vivir incluso en los días leves porque probablemente hasta en esos instantes Wong tiende a reprocharse a sí mismo sobre el sacrificio de su hermana.

«Perdóname por no poder salvarte, Nadia» casi le escuchan.

«Perdóname por no estar a tu lado».

Debe ser difícil mantenerse optimista cada mes, cada semana, cada día, Shorter elige levantarse con una resiliencia impresionante para poder ayudar a su hermana aun si eso implica otra pérdida, lo ha hecho siempre de esa manera, lo hace cuando el dolor resulta transportarlo tan lejos que incluso se ve como otra vida, lo hace cuando el mundo se desvanece en una acuarela gris, lo hace cuando abre su corazón desnudo en sus mangas y deja entrar a Sing, a Eiji, a Ash y a Yue, aunque pueda cansarse de intentarlo y a veces el terror a la pérdida sea tan grande que sea lo único que le quede, lo hace y eso es optimistamente triste.

Aunque perder a tus seres amados es una mierda, es mucho más mierdoso no tener a quién culpar más que a ti mismo y saber que tu propia ineptitud puede llevarte a perder a más personas.

—¿Recuerdas esa primera noche que tuviste que pasar en nuestra casa cuando Lao se fue? —Suelta esas palabras al aire mientras el mundo se derrumba afuera, frunciendo la boca en un gesto de pura congoja y pena, desmoronándose en el piso de la cocina con harina en el pantalón y magia marchita en el bolsillo de la chistera—. No dejabas de llorar, exigiendo de regreso a tu hermanastro.

—Lo recuerdo. —Sing da una infinidad de pasos sin alcanzarlo, sus piernas se crispan para atrás, no quiere romperlo más—. Era la primera vez que Lao me dejaba.

—Y entonces Nadia intentó cocinarte algo delicioso para que te sintieras mejor. —Wong se rodea a sí mismo entre sus brazos, de pronto, esos fornidos músculos lucen realmente frágiles y débiles...tan humanos—. Ella odiaba cocinar frituras pero como eras un niño le aseguré que eso te animaría, eso fue suficiente para convencerla de que hiciera hamburguesas y patatas fritas. —Eiji se acerca, palpa la espalda del chiquillo, dándole un empujón para poder cruzar ese abismo.

—Lo recuerdo. —Repite, inhalando profundamente y llegando hasta él—. Estaban deliciosas.

—Esa noche nos quedamos despiertos comiendo hasta que nos doliera la panza y jugando con esas curiosidades que tanto te gustaban de la tienda.

—Sí, por accidente rompí un huevo de dragón y la cría casi quema el Chang Dai.

—Es verdad. —Ríen, encerrándose en su propia disociación, aferrándose a la melancolía como una bolsa vieja—. Nadia me dijo que a partir de ese momento eras parte de nuestra familia, que se había convertido en mi responsabilidad cuidarte como si fueras mi hermanito y aunque al principio yo me asusté realmente demasiado porque ¡vamos! No soy un buen ejemplo. —Se detiene por un instante, como si sus palabras estuviesen pesadas, mira a Eiji con una mueca que le hace trizas el corazón—. Con el tiempo se me hizo natural cuidar de ti y pensé hacerlo bien en cierta medida.

—Lo has hecho.

—Y luego desaparecieron cuando Yut-Lung los secuestró y casi me muero. —Oh—. Estuve aterrado, creyendo que por mi culpa no podría volver a verte y que las últimas palabras que te di fueron puras tonterías, debería haberte dicho que te amaba o que volvieras a salvo o ir yo mismo, pero los envíe a Eiji y a ti a la boca del lobo. —Con una invitación silenciosa llama al mestizo a su otro lado.

—Shorter.

—Y casi los pierdo a ambos.

—Sabes que no puedes hacerte responsable de lo que nosotros elijamos hacer, ¿no es así? —Eiji le hace caso, acomodándose al lado de la chistera, atrapando el listón lila con la punta de sus yemas—. Así como no puedes hacerte cargo de la decisión de Nadia, no la obligaste a salvarte.

—Lo sé, pero...

—Ella eligió salvarte porque te ama. —De pronto, Shorter estalla en un llanto más estruendoso que las bombas que golpetean afuera—. De eso se trata el amor, de un cariño y resguardo mutuo.

—Pero yo soy mayor que Sing, debería cuidarlo, no al revés.

—Yue es menor que yo y eso no lo detiene a cuidarme el trasero todo el tiempo. —Aquel comentario mordaz consigue que una trémula sonrisa penda entre los afilados pómulos de Shorter, las lágrimas siguen cayendo como si fuesen una catarata hacia su mentón. Porque las pérdidas no se van al tapar el sol con un dedo y fingir que no existen, es imprescindible atravesarlas para seguir, no olvidando, sino para que al recordarlas duelan un poco menos—. Eres un grandioso hermano mayor.

—Soy terrible. —Se ríe con amargura—. ¿Crees que esta versión moqueada le guste a Yue?

—Creo que no hay nada más sexy que un hombre vulnerable emocionalmente.

—Oh, entonces me debo ver jodidamente candente en estos momentos.

—Estás que ardes, sino tuviera novio me lanzaría directo a ti.

—Eres un tonto.

—Con 201 puntos de IQ, muchas gracias.

Y finalmente se ríen, cada uno tiene su propia pérdida a medio atravesar: Shorter debe lidiar con la culpa que le genera la merma de Nadia en un sueño eterno, Sing sobrelleva la incertidumbre que su hermano perdido en la guerra encendió, Eiji lidia con el duelo que implica ser un mestizo tanto para su propia identidad como para los padres ausentes, todas son iguales de importantes y válidas, todas necesarias de mirar para avanzarlas.

—Esto es por la profecía.

—¿Eh?

—A diferencia de tu novio, yo sí creo en esas cosas. —Shorter les explica—. Estoy encariñado con Ash y no quiero verlo morir, no sé si soportaría... —Lo detiene, acomodando una palma justo encima de sus rodillas, ayudándolo a respirar progresivamente y a botar toda la pena. Inhala, inhala, inhala.

—No lo perderemos. —Suelta, suelta, suelta. Aunque al dar la última expiración su corazón continúa siendo una tormenta, no es más una olla hirviendo a presión con la tapa fundida, ha podido sacarlo y por ende, es más fuerte, todos lo son, están listos—. No morirá a manos de Arthur.

—Viste la visión de Yue.

—Lo hice. —Le asegura, levantándose del suelo—. Pero me niego a creer que existe un único destino escrito, no salí de Izumo solo para perder al amor de mi vida por una rata mugrienta.

—Eiji Okumura. —Shorter se mofa, recuperando esa sonrisa que podría cegar al universo entero en su picardía, limpiándose las lágrimas, sintiéndose un poquito mejor—. Te has puesto rebelde.

—Te dije. —El corsé se refuerza en una armadura—. Yo siempre he sido un poco rebelde.

—Los mataré si algo les llega a pasar. —Shorter recoge la llave del piso—. ¿Entendido?

Yes, boss! —Y que Sing grite eso no solo le infla el ego, sino el pecho.

—¿Cuál es el plan?

—¡Iremos por el cofre que nos dio el adivino! Dijo que teníamos que abrirlo cuando fuera el instante adecuado y no se me ocurre un momento mejor para usarlo. —La guerra los acecha desde afuera.

—¡Dijo que podría tener una maldición! —Shorter inserta la llave en la cerradura de la cocina.

—¿Desde cuándo le tienes miedo a las maldiciones? —Se burla, acomodándose otra vez la chistera en la cabeza y los lentes en el arco de la nariz—. No tendríamos a Yue o a Ash a bordo en ese caso.

—Buen punto. —La puerta se abre—. ¡Vamos!

La barbarie de los llantos es lo primero que lo azota junto a un frío glacial que les recubre la piel con una gruesa capa de escarcha azulada, los bombardeos entre los barcos opacan la crueldad de gritos que parecen aullidos y miedo escurriendo bajo el flequillo, el estómago del mestizo se revuelve tras abrirse paso entre los cadáveres en el Fish Bone, los secuaces de Arthur se ven como muñecas vacías con el relleno roto, no se miran humanos y espera que no lo sean. No tienen tiempo para distraerse, deben correr hacia el cuarto del capitán en busca del cofre mágico, poner a Ash a salvo es prioridad, doblan alrededor de la proa, sin embargo, un ejército de esas marionetas vivientes los espera.

—¡No tengo tiempo para esto! —Entonces Shorter se saca de las cejas uno de los piercings, la luz es atrapada contra el color metálico antes de que humo empiece a escapar de la punta donde debería haber un tornillo—. ¡No dejen de correr! —Y se los lanza.

¡Boom!

Uno de los costados del Fish Bone se derrumba al instante, las olas salvajes arremeten contra restos de tablas y carne, devorando todo lo que hallen a su paso, siguen corriendo, los puños del japonés se tensan alrededor del amuleto pero no se permite consumir por estos catastróficos pensamientos, es momento de huir, no de torturarse.

—¿Eso no fue una ilusión? —Sing gimotea al recibir una bofetada de agua en la cara—. ¿Por qué el barco es tan grande de repente? —Y no solo eso, hay llamas de fuego alrededor de toda la cubierta, no obstante, están heladas, es fuego helero, Eiji lo repasa sin frenar sus pasos, observando al secuaz del enemigo tocar la mecha blanca por accidente y convertirse en una escultura de hielo al instante.

—Arthur parece haberse vuelto más fuerte desde la última vez. —Shorter traga nervioso, se arranca el sudor de la frente mientras las respiraciones se gatillan in crescendo bajo el alarido de los cañones y las voces de la tripulación a una vida de distancia—. Según los rumores hizo un trato con Dino.

—¿Con Dino Golzine? ¿Eso no es peligroso?

—Es la única explicación que se me ocurre para que se haya hecho tan fuerte, todos saben que hacer tratos con los inmortales es peor que convocar a un demonio.

—¡¿Es momento para chismear ahora?! —Sing chilla, alzando sus palmas como si fuese un líder de orquesta, sus dedos chispean, esbozando otra ilusión con el objetivo de distraer a sus enemigos.

—¡Siempre es buen momento para chismear!

El aroma a carne quemada por el hielo le revuelve las entrañas, casi puede sentir los fríos dedos de la muerte tocándolo por debajo del corsé pero no lo piensa, se abre paso a pesar de los alaridos que retumban y taladran su cerebro, pisa una montonera de cadáveres que sueltan su relleno entre una crueldad devastadora. Y entonces...

¡Zas! ¡Zas! ¡Zas!

Lo ven.

—¡Yue!

Lo encuentran entre las garras del enemigo, sangre escurre de la sonrisa devoradora de quien debe ser la mano derecha de Arthur, lo saben por el aura a podrido que emana, el olor a muerte es mucho más intenso que el del clan Lee. El sujeto sostiene a Yut-Lung del cuello como si fuese un saco relleno de arena, escarlata chorrea en su mirada vacía y tediosa, lo eleva antes de arrojarlo al piso con tanta violencia que agujerea el suelo de la proa.

—¡No lo toques, Wookie! —Y Shorter no duda en usar el mástil de soporte para darse un impulso y estrellar su puño contra el aludido en el aire, lo tira de un golpe—. ¡Te mataré si te atreves a tocarlo otra vez! ¡¿Entendiste?! —Aunque Wookie impresiona tener magia, no deja que la use, estampando un puñetazo tras otro tras otro hasta dejarlo inconsciente.

—Eso fue genial. —No hay tiempo para las alabanzas de Sing, corren a dónde se estrelló Yue, en ese lugar del Fish Bone carcomido por la magia negra y las maldiciones.

La palidez en su rostro es el inicio del final, lo encuentran inerte y desparramado, está contorsionado de tal manera que parece no tener huesos, ese iris purpúreo que tanto le encanta admirar se apaga tras una tenue película blanca e ida, hay un charco espumante de sangre creciendo debajo entre los pétalos de su rosa muerta, caen desde su frente, lloran hacia sus mejillas y perecen en aquel océano rojo de agonía.

Plic, plic, plic.

Plic.

—Yue. —Eiji se lanza sobre él, se desmorona encima, tocándole el pecho para comprobar bienestar en los latidos de su corazón, aunque la zona se concibe caliente a través de la ropa, no se mueve—. Yue, despierta.

—¿Él está bien?

—Yue, Yue, Yue. —Repite su nombre mientras busca pulso en su cuello, nada. Con la desesperación carcomiéndole los huesos palpa sus mejillas, aquel grácil rosáceo que tanto lo caracteriza se esfuma progresivamente, dejando un tono azulado en su lugar. No. No. No. No. No.

—Esto no es divertido. —Sing gimotea, retrocediendo horrorizado, las llamas de gélido se alzan para devorar el barco en el infierno congelado, todo se profesa cubierto por la niebla y la nieve sangrante, la tenue luz de luna plateada llora hacia las marejadas—. ¡Esto no puede estar pasando!

—Cálmate.

—Todavía no nos hemos arreglado, no dije en serio eso de ser un villano, no quería lastimarlo. —La boca le retiembla—. ¡Yut-Lung! —Pero no pasa nada, no despierta en el grito, las lágrimas de pánico acuden rápidamente a las pupilas del chiquillo—. Tiene que respirar, tiene que abrir los ojos pronto, tiene que moverse, tiene que estar vivo, no puede estar muerto, si está muerto...

—Sing.

—¡No! ¡Dijiste que podríamos...!

—Deja de gritar. —Yut-Lung apenas susurra, su aliento escapa en una bruma realmente helada, sus párpados se encuentran atiborrados de escarcha, hasta en sus pestañas danzan gráciles fragmentos de hielo que parecen estrellas—. Me molestas, mocoso. Déjame descansar.

—¡Yue! —Pero cuando Sing los tira hacia un abrazo notan aquel cuerpo sobrenaturalmente frío.

—Mi maldición me está pasando la cuenta, no pude defenderme de... —Mira a Wookie como si con eso pudiese terminar la oración—. Me he hecho débil, no llegaré al final de la batalla.

—Lo harás. —Entonces Shorter lo toma entre sus brazos con una determinación inquebrantable, lo alza con una delicadeza que contrasta con la dureza de su mirada—. Encontraré una forma de sacar este hechizo.

—Ja. —Su risa es un sonido estrangulado de garganta—. ¿Crees que puedes hacerlo?

—No te dejaré morir. —A pesar de su reticencia Yut-Lung se encoge hacia el pecho desnudo del más alto en una sed irrefrenable por calor, todo el barco se ha vuelto helado y las llamas no dan tregua.

—¿Por qué? —Es la pregunta que consigue formular—. ¿Por qué te importo? Ni siquiera fui amable.

—Porque todos merecemos una segunda oportunidad. —Declara, sosteniéndolo aún más fuerte en su pecho—. Y me da la impresión de que tú todavía no has tenido la tuya.

—¿Acaso te crees un héroe? —Shorter sonríe pausadamente, recordando la charla que tuvieron en la cocina, sintiendo al manto de la pérdida caerle en los hombros una vez más, viendo cómo la vida, el color y los latidos se esfuman de quién ama entre sus propios brazos sin que consiga hacer nada para evitarlo otra vez (¡otra vez!) y le duele.

—No. —Porque no hay nada más terrible que sentir cómo la vida de quién ama abandona su cuerpo con una mirada tan vacía que le asfixia el corazón, obligándolo a enfrentar el duelo con una bofetada de realidad—. No soy un héroe, solo soy un tonto flechado. —Se cuestiona si las mejillas de Yue se encenderían con un adorable rosado si tuviese la energía suficiente, si sus ojos lo contemplarían con admiración sino se estuviesen cerrando bajo la escarcha, si su corazón latería por primera vez en la maldición, lo piensa y se burla de su ingenuidad.

—Realmente eres un idiota. —Dice bajito, pidiéndole prestado a Shorter un par de latidos.

—Llévalo a la cocina y cuídalo. —Eiji ordena, su mejor amigo se está convirtiendo en una estatua de hielo a pesar de no haber tocado el fuego y no sabe si es efecto de la maldición, del barco o de quién diablos sabe qué—. Nosotros conseguiremos el cofre.

—Se los encargo.

—Vamos. —Sing acomoda una palma encima de su hombro—. Tenemos un hechizo que desatar.

Hay algo inquietante cuando aparece la magia negra, la mayoría primero percibe el olor de la muerte (que ya no es putrefacto, sino de una dulzura asfixiante en sus narices), con un sabor salado saltando en la lengua y un escalofrío flotando en el aire mientras corre a través de los cadáveres, dándole esa sensación de que a pesar del relleno roto en algún lugar la magia se profesa presente, observándolo, asechándolo, llamándolo.

Viva.

—¡Apresúrate!

Corren, girando por los estrechos pasillos del Fish Bone, incorporándose hacia un puñado de puertas cerradas en un pasadizo oculto que Bones le mostró, pasan por un largo tramo de escaleras mientras sienten que andan millares con latidos demasiado rápidos cuando llegan al cuarto del capitán, luce distinto al nidito de amor que forjaron, ahora las paredes se sienten húmedas por el frío, recubiertas de piques de hollín y esperma de vela derramada. El mestizo se abalanza hacia sus cosas para buscar el cofre, no obstante, alguien jala de su cabello con una brutalidad tan inmensa que acaba chocando la nuca contra el suelo.

—¡Sing! —Grita al verse atrapado por una de esas marionetas, su cuerpo se siente muy magullado, el títere hunde sus fétidos dedos en su cuero cabelludo para arrastrarlo por el cuarto a pesar de sus alaridos y mierda que le duele—. ¡Sing!

—¡Tapate los ojos! —Y obedece, un intenso destello le quema los párpados aun cerrados, el cadáver de su agresor cayendo lo incita a temblar y a encogerse sobre sí mismo igual que un cachorro herido, luego del encuentro con Dino se siente especialmente susceptible a que lo toquen sin pedirle antes el consentimiento y de pronto quiere vomitar—. Puedes abrirlos ahora.

—¿Qué le hiciste?

—Una luz muy brillante. —Musita, encogiéndose de hombros—. Intenté imitar una estrella pero no salió tan bien si lo maté.

—¿Una estrella?

—A Yue le gustan.

—Yue va a estar tan orgulloso de ti cuando despierte.

—Yue nos pateará el trasero a ambos por tener acción sin él. —Se ríen, el mestizo se arrastra hacia los cajones de su closet, encontrando aquel pequeño cofre acomodado entre sus ropas, sus palmas tiemblan alrededor de los bordes de madera, recuerda la profecía y la lectura de las cartas.

La muerte.

El enamorado.

La maldición.

—No tenemos idea de lo qué tiene dentro, ni siquiera recordamos bien lo qué ocurrió en la lectura que ese hombre nos hizo. —De pronto, la voz de Sing se escucha un poquito más racional de lo que debería, el invierno se cuela por la ventana junto a los alaridos de esas marionetas vacías, resquemes de magia putrefacta se filtran bajo la puerta, se quedan sin tiempo, deben apresurarse—. ¿Qué tal si es una trampa de Dino Golzine? Si nos tiene vigilados pudo habernos mandado a ese lugar.

—¿Por qué estás dudando ahora? —Pero Eiji también está dudando.

—Porque tengo un mal presentimiento con ese cofre.

—Es la única manera de salvar a Ash.

—¿Acaso lo sabemos? Ni siquiera lo hemos visto. —Es verdad y Eiji odia ser incapaz de refutar—. Lo mejor será que lo vayamos a buscar y usemos esto como última alternativa, no es demasiado tarde.

—¿Cómo sabes?

—Porque aún es veinte de diciembre. —Pero el sol se ha empezado a poner en altamar con una luz del color del hielo que se confunde con luna y estrellas—. Podemos evitar la premonición.

—¿Por qué estás dudando ahora? Hicimos todo un viaje para conseguir esto.

—No estoy dudando. —Se queja—. Pero lo que Shorter dijo sobre perder a las personas... —Y la voz se le empieza a craquelar, viéndose envuelta por una gruesa capa de escarcha e impotencia—. Ansío evitar más pérdidas, no quiero quedarme solo otra vez, no desde que Lao se fue.

—Sing.

—Vamos por Ash antes de que haga alguna tontería.

—Bien.

No discute más, al menos tienen el cofre y también confía en Ash.

Corren hacia popa, Eiji se siente como si todo ocurriese en cámara lenta, es irreal la manera en que se está extrañamente calmo en medio de la mierda, piensa.

Proyectiles de todos los tamaños aúllan desde el barco de Arthur para estrellarse en los restos de la nave propia, las balas cantan y estallan alrededor, algunos rayos de magia aciertan arremetiendo en el corsé de armadura, si hubieran atinado más arriba... Sería malo para Eiji. Trata de aferrarse a dicha memoria entre Mizuno y Akira sobre el significado de ser un héroe, piensa en el peligro que enfrentó su padre en su campo de batalla mientras pasa por escenas macabras y escalofriantes, sintiendo las manos de los heridos arrastrarse hacia sus tobillos y obligándose a patearlos.

—¡Cuidado!

Una fuerte detonación cruje, los cadáveres quedan destrozados, comete el error de mirar la escena, quiere vomitar, del cráneo de una marioneta sale líquido blanquecino de gachas, no grita, balbucea, sus ojos de vidrio se ven inundados de sangre como si se hubiese roto una bolsa interna.

—¡Ahí están! —Las manos de Eiji se sacuden.

—A-Ayúdame... —Entonces jadea el cadáver a medio quemar, como si recién se hubiese roto algún hechizo y dejara de ser una marioneta, no quiere que esto sea verdad, si es verdad significa que esos restos son de... Es una muerte desgraciada y miserable.

—¡Ash está con Max! ¡Están a salvo!

—¡Ash!

—¡Chicos, por acá!

Los pies del mestizo golpean el suelo como si flotara, las últimas horas se conciben como un sueño, no se siente completamente dentro de sí mismo en ese caos, todo está roto, nada parece real, traga duro y parpadea, pasando las llamas de hielo. Piensa que esto podría ser el infierno u otra pesadilla orquestada por Golzine, sin embargo, el calor del cofre sangrando hacia su piel le dice que es verdad, que esto está pasando y pronto el 20 de diciembre se acabará.

—¡Eiji!

—¡Ash!

Aslan, Aslan, Aslan.

Mi dulce Aslan.

Está bien.

Está vivo.

Mira hacia la popa del Fish Bone, observa a Ash muy lastimado jadeando en el regazo de Max, sangre escurre desde su vientre, tiene una expresión frustrada y descorazonada que le destroza el alma, no se aguanta y corre a pesar del desgaste, se tira frente a él, acuna su carita repleta de escarcha entre esos mechones extraordinariamente dorados y lo apoya contra su corazón, está bien, está vivo, está a salvo, está a salvo todavía.

—Aslan. —Gimotea sintiéndose al borde del llanto—. ¿Estás bien? —Asiente.

—El viejo me protegió. —Pero Max no se ve en mejores condiciones, apenas parece poder ponerse de pie en esas botas descascaradas, un hematoma morado se expande desde los botones rasgados de su camisa hasta su vientre, se mira doloroso—. Para ser un anciano lo ha hecho bastante bien.

—M-Mocoso de mierda. —Tose y cae una grotesca flema de sangre negra—. Creo que esos malditos me infectaron con algún hechizo.

—Arthur no era así de fuerte la última vez. —La sangre de Ash también está más oscura y gruesa de lo que debería, se asemeja a una poza de brea burbujeante, sus colmillos brotan por inercia—. Ni siquiera lo pienses. —Dice como si pudiese leerle la mente mientras las velas arden en llamas y las cenizas caen en una lluvia grisácea.

—No sabes lo que quiero hacer.

—Claro que sí, vas a succionarme el veneno. —Entonces el malagradecido le pone una palma encima de la cara para apartarlo—. No quiero eso.

—¿No quieres que te muerda y lo chupe?

—Oh, créeme. —Una sonrisa de Cheshire nace entre sus mofletes—. Quiero que me muerdas y me lo chupes como no te lo imaginas, pero en nuestro cuarto con más privacidad.

—¡Ash! —Sus mejillas arden—. No es momento para esto.

—Estoy de acuerdo, hay niños presentes. —Max golpea la nuca del más joven, tapándole los ojos al pequeño Sing con una mueca de toro enfadado—. Te acusaré con Griffin cuando lo encontremos.

—Yo te acusaré con Griff por ir a prisión.

—¡Tú...! —Se calla—. Silencio por silencio.

—Es un trato. —Eiji rueda los ojos, a pesar del ambiente ligero le es imposible bajar la guardia.

—¿Dónde están los chicos?

—No lo sé. —Escucha los gimoteos de Bones a la distancia pero no ha sido posible encontrarlo pese a recorrer la mayoría del Fish Bone—. Nos separamos cuando el barco de Arthur nos chocó.

—Ya veo.

—Eiji. —El nombrado no se había percatado de lo mucho que estaba temblando hasta que Ash toma sus manos—. Cariño. —Lo llama con esa voz suave, esa voz que usa exclusivamente cuando se trata de él y lo hace profesarse tan especial, esa voz que detiene el tiempo, baja las estrellas, destroza el destino y crea finales felices, esa voz de cuento de hadas—. No he muerto aún y el día casi se acaba.

—Es cierto. —En la premonición de Yut-Lung estaban riñendo en un lugar realmente alto, tenían las espadas y Eiji estaba abajo, a juzgar por las heridas de Ash y su posición actual esa batalla impresiona haber terminado, le alivia en cierta manera, ha sobrevivido—. ¿Pelearon entre las velas?

—Me conoces bien. —Se burla—. El desgraciado quiso cortarme la garganta apenas bajé mi guardia pero no funcionó.

—Bien. —Musita, cepillando el cabello de su novio, permitiendo que acomode su cabeza encima de sus muslos por el mero placer a mimarlo, le recuerda a un gato siendo honesto, inclinándose al corsé en busca de sus caricias, adora esta faceta suave y su corazón apenas consigue contener la emoción de haber derrotado al destino—. Te amo, americano idiota.

—Y yo a ti, mi torpe japonés.

Eiji está arrodillado detrás del mástil cuando de repente siente un shock eléctrico, intenta tomar de la mano a Sing o a Max, pero es muy tarde, en aquel instante ve sangre, sangre goteando a la nieve, es su hombro que ha sido alcanzado por las garras de Arthur, tiene tres uñas de témpano incrustadas en su piel, desgarrándole la carne y de repente rompen sus tímpanos sus propios gritos.

—¡Eiji! —Desesperación es el único sentimiento que deforma el rostro de su amante. Recuerda esas palabras que le ofreció Yut-Lung Lee antes de que fueran a leer las cartas: «deja que lo consuma la maldición o deja que muera siendo un humano»—. ¡Suéltalo!

—Te mueves y le corto el cuello a tu noviecito, Lynx. —Amenaza, alzando una de esas afiladas garras hacia su garganta, hundiendo sus uñas de navaja bajo su mentón hasta que la lluvia se hace escarlata y cenizas—. Entrégate al monsieur y lo dejaré en paz.

—¡No! —Pero Aslan ya se ha levantado—. ¡No lo hagas!

—Acepto el trato.

—¡Ash! ¡No! —Eiji patea con fuerza, intentando librarse en vano, le suplica en silencio que no haga semejante locura, porque Ash siempre lo protege, siempre anda protegiendo a los demás y nadie lo protege a él, ¡no es justo!—. ¡Basta!

—Puedes hacer lo que desees conmigo. —Recuerda la profecía de Sergei y que esta implicaba algún sacrificio, entonces abre el cofre de golpe, extendiéndolo hacia Arthur y...

Está vacío.

Nada.

No hay nada dentro del cofre.

—¿Qué? —Eiji rebusca el interior con el pánico arremetiéndole la garganta, su cuerpo no responde más, cae en un adormecimiento—. No lo entiendo, debería haber algo acá dentro, debería haber...

—Al parecer alguien te engañó. —Arthur se ríe, tirándolo hacia atrás, presionando sus labios de frío contra su cuello—. ¿Qué se siente convertirse en la razón por la que matarán a Ash? Dino lo castigará como nunca antes lo ha hecho por su desobediencia, no puedo esperar a ver cómo hace pagar a esa puta y lo convierte en un remedo de humano. —Se relame con lentitud—. Será delicioso. —No. No. No. No. No. No va a convertirse en la debilidad de Aslan, no será la razón por la que se sacrifique.

—¡Ash! ¡Detente!

—Gracias por hacerme el hombre más feliz de la tierra durante estos meses, gracias por amarme.

—No te he permitido decirme adiós. —De repente, llora enrabiado, Arthur lo suelta de golpe para inmovilizar a Ash contra el suelo, le hunde la cara contra el piso de hielo, los chicos gritan cosas que Eiji no escucha por el horror, el corazón se le expande y se le contrae como una bomba.

—Te amo. —Le susurra, listo para que Arthur lo mate y si Eiji es la razón por la que matan a Ash, si él es su más grande debilidad...

—También te amo. —Si desaparece no tendrá razón para que lo maten—. Lo siento. —Así que corre directo hacia el fuego blanco y ocurre en cámara lenta, siente el ardor en cada fibra de su alma pero pierde la movilidad progresivamente, el sonido de la batalla se apaga, intenta tocar a Aslan la última vez, si puede atrapar a Ash antes de que la transformación se consuma y toque el suelo todo estará bien, pero no pasa.

—¡No! ¡Eiji! ¡Eiji! ¡Eiji!

El mestizo cae completamente congelado, siendo una estatua de hielo.

Y la maldición de Ash despierta.

Me da mucha risa como Eiji literalmente a crecido a putazos en este fic, pobre hombre, les juro que no me di cuenta de lo mucho que le ha pasado hasta ahora, pero no me arrepiento, todo sea por el desarrollo de personaje, el capítulo de mañana tenemos la aparición de alguien que sé que esperan y la respuesta a algunas preguntas al fin, así que vamos de lleno al final no más.

¡See ya!

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