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23. Pirate.

¡Hola mis bonitos lectores! Ayer me dio pena poner más notas porque iban a ser más largas que el capítulo, pero ya retomamos otra vez, estamos en altamar en el fish bone, vamos a buscar a una sirena, tenemos un cofre que alguien abrió y estamos en la patita final del fic. En resumen, esa es nuestra situación y ya se me hizo nada esta dinamica. Mil gracias a las personitas que se toman el cariño para leer. El capítulo de hoy va dedicado para little_sunflower_nwn, quien lleva apoyando esta dinamica del inicio, tiene escenas muy lindas con personajes que sé que amas, así que espero te guste tanto como me dio endorfinas escribirla.

¡Espero que les guste!

—No.

—Ni siquiera me estás escuchando.

—¿Es necesario que escuche esta locura?

—Lynx. —Advierte—. Hablo en serio.

—¿Hablas en serio? —La melodiosa voz del alba indómita se ve empapada por maldiciones, trasgos, alcohol y desesperanza, es del color de los pozos de deseos oxidados y las monedas marchitas, a Eiji le toma un par de segundos clavar sus pies entre las escurridizas tablas del Fish Bone, se fuerza a sí mismo a permanecer presente en la discusión—. ¿Realmente te atreviste a exponer a mi amante de esa manera? ¿Luego de haberlo tenido que revivir dos veces?

—Eiji no es un bebé, es capaz de tomar sus decisiones solo. —Yut-Lung se mantiene firme, presenta la mandíbula tensa, la elegante rosa en su oreja ha sacado espinas de hielo que se expanden siendo el primer copo del invierno en esa lustrosa cabellera—. Te vi morir en mi visión y teníamos que hacer algo.

—Tus visiones no son necesariamente correctas.

—¿Disculpa? —La ofensa consume su voz igual que mecha de dinamita—. ¿Qué insinúas?

—Las premoniciones no son siempre correctas.

—Las mías sí.

El resto de la tripulación contiene el aliento a su alrededor, el oscuro oleaje de espuma gris se funde junto al mordaz rocío salado de Coney Island en bamboleos tan gélidos que podrían congelar el alma de cualquier desgraciado. Eiji le pidió a Yut-Lung Lee que fuese cuidadoso al momento de confesarle la verdad a Aslan sobre su premonición y la lectura de cartas, sin embargo, dentro de su histrionismo supone que debería sentirse afortunado por lograr una mera confrontación, suspira, dando un paso hacia el centro de la pelea, donde el aire está tan caliente que hasta el corsé le quema, el diseño ha transmutado para llenar su cintura con lirios del valle.

«Reconciliémonos», significa.

Por favor reconcíliense de una buena vez.

—No vamos a usar esa maldición que nos dio en un cofre. —La voz de Yut-Lung rasga la noche entre sus cuerdas vocales, llevan semanas en altamar, luego de Coney Island llegarán a las aguas muertas y deberá escuchar a sus instintos para encontrar a una sirena—. Por esto te estamos advirtiendo.

—Arthur jamás podría matarme. —Por supuesto que Ash se mantiene orgulloso, incluso su capa del color de la sangre y las lágrimas rotas se encuentra ondeando detrás de él, confiriéndole ese aspecto de ángel con chispas de diablura que solo es posible al tratarse de su belleza—. Me subestimas.

—O quizás tú te sobrestimas. —Yue saca garras y dientes, sus fosas nasales se ensanchan con cada respiración, sus manos se contornean hacia sus caderas para detenerse en su cintura, justo sobre la metálica varilla del corsé, donde el valle de los corazones rotos florece y la esperanza percude—. Si quisiera que me escucharas podría manipular tu corazón, ¿sabes? Eso de preguntarte es una simple formalidad.

—Yue. —Eiji le advierte.

—No, déjalo terminar. —Pero ambos son el mismo pedazo roto de espejo y por eso chocan, la luna llora en el cielo, sabiendo que tendrá que despedirse de la noche apenas haga acto de presencia ese sol voraz, la luna no puede enamorarse del mar—. ¿Te atreverías a manipular mi corazón?

—Si no me dejas alternativa. —Lo amenaza, cosquilleando sus dedos sin llegarlos a chasquear, le da una sonrisa afilada y venenosa, si las sonrisas pudiesen matar todos se profesarían agonizantes ante tan mortífera ponzoña—. ¿O acaso se te olvida lo que soy?

—Jamás se me ha olvidado. —Escupe, algo en Yue luce extraordinariamente herido en el comentario pero lo disimula con una mueca impenetrable dentro de una bodega protegida—. Puedes fingir que has cambiado y estás a la misma altura que Sing o Eiji, pero en el fondo todos sabemos la verdad.

—¿Sigues enfadado porque insulté a tu preciado cuñado? —Se mofa deliberadamente, no obstante, impresiona tan falso que es difícil ignorar la defensa.

—No quiero que vuelvas a molestar a Max.

—¿Qué harás si lo hago? —Ash se traga sus palabras en un carboncillo que le da combustible a esas llamas, intenta mantener la calma en gotas de sudor metálicas y palabras hirientes que es preferible no soltar—. Respóndeme.

—No perdamos más el tiempo con ese tema. —Pero él está listo para ignorar al villano y tomar su rol de héroe—. ¿Qué había en el cofre que les dio el adivino?

—No lo sabemos, no lo abriremos para arriesgarnos. —Yut-Lung se para posesivamente ante Sing y Eiji, como si ambos necesitasen de protección o de alguna clase de retribución cuando no es de esa manera—. Por mucho que queramos...ellos quieran, por mucho que ellos quieran salvarte, no voy a arriesgarlos abriendo la potencial bomba que el charlatán nos dio, además, ¿no les parece extraño que no nos cobrara nada por la lectura?

—Dijo que alguien más la había pagado. —Las palabras brotan de la garganta del mestizo sin pedirle permiso ni perdón—. Yo no sé de dónde saqué eso. —Se ríe nervioso, todavía tiene fragmentos muy confusos acerca de esa lectura y de la misma interacción con Sergei.

Blanco.

Blanco.

Blanco.

Es lo único que se le viene a la mente y ¿por qué? Fox debió drogarlos cuando estaban distraídos tal como Marvin lo hizo al conocerse, eso debió evitar que le prestara su atención plena a las cartas, se maldice internamente, aunque se considera afortunado de al menos recordar las tres cartas elegidas por sus manos: la muerte, el enamorado y la maldición. Puede armar un relato con los entresijos del destino y lo más importante, de cambiarlos. No permitirá que Aslan muera en Coney Island a manos de un rufián, lo protegerá, hará lo que sea para protegerlo.

—Yue tiene razón. —De pronto tiene la repentina urgencia de intervenir escaldando entre sus venas y mordiéndole los huesos igual que un carroñero—. Incluso en la predicción del adivino, me mostró tu muerte y no quiero tener que vivirla.

—Eiji... —Ash se suaviza al instante, dándole esas miradas que podrían derretir el hielo más frío del universo y se van robando los corazones de los distraídos que los dejan enfriar en los marcos de su ventana—. Por muchas visiones que se puedan tener alrededor de eso, el futuro no está escrito aún.

—Lo entiendo. —Da un salto hasta quedar ante su amante, de pronto, hasta el terciopelo alrededor de su capa se suaviza en un matiz gentil y dulce—. Solo te estoy pidiendo que seas cuidadoso, Arthur fue quién te envenenó en prisión, casi te pierdo una vez por su culpa.

—¿Acaso no confías en mí, onii-chan? —Lo pregunta en el tono juguetón y saltado, el oro brinca de su frente hacia sus pobladas pestañas, dándole un contraste de realeza y magnanimidad que lo hace ser digno de ser llamado «Aslan Jade Callenreese».

—No es eso. —Le explica, siendo incapaz de retenerse para no acariciarlo—. Te confío mi vida, hasta mi alma si eso es lo que deseas.

—¿Entonces?

—No confío en Arthur. —Debe sacarlo por completo—. No confío en que juegue limpio y no podría perdonarme ser la razón por la que bajas la guardia.

—Oh. —Y el brillo que atraviesa esos jades le da la impresión de que ha comprendido—. No lo había pensado de esa manera. —Entonces el mestizo bufa, viéndose a sí mismo incapaz de dejar pasar esa oportunidad para molestarlo y recordarle los bordes afilados de su personalidad.

—Claro que no se te ocurrió. —Finge indignación—. Soy yo quien tiene 201 puntos de IQ, ¿acaso se te olvida?

—¡Eiji!

—Aunque claro que podría olvidársete, los niños tienen terrible memoria estos días.

—¡Ya basta! —Gimotea con una actitud definitivamente adulta, con la cola de lince tan erizada que la motita negra se ha convertido en un pompón de estática—. No es divertido si me molestas a mí.

—Te juro que te molestaré aún más si haces que te maten. —Le amenaza, confiriéndole la pizca de seriedad necesaria a la conversación para que no alce sus barreras y lo escuche—. Por favor, Ash.

—No bajaré la guardia con Arthur. —Finalmente accede, entrelazando sus dedos y provocando que se derrita ante semejante tacto de mariposa, todo su interior cosquillea como si fuese un campo de electricidad que solo pudiese reaccionar con la tibieza que sangra este hombre, orbita alrededor de estos roces y mira sus labios, hay besos por los que vale la pena morir, piensa—. No seré imprudente.

—Gracias.

—E intentaré darle más peso a las premoniciones de Yut-Lung. —El nombrado bufa, ofendido, antes de que pueda abrir y cerrar la boca Max hace su aparición, ha dejado el timón con Alex, seguramente escuchó la pelea y quiso intervenir por el bienestar de la convivencia.

—¿Hay algún problema? —El más joven se sobresalta, una línea más rígida que un bloque de metal nace entre sus definidas cejas, manifestando el malestar—. ¿Necesitan de un adulto responsable?

—Si ves uno, avísanos. —Contesta a la defensiva.

—Oye...

—Porque no necesitamos de un criminal de cuarta para que nos ayude en esto. —Saca sus colmillos con la intención de una matanza, mostrando sus ojos chorreantes de rencor y su mueca de corazón vacío, se para ante Lobo, como si quisiese transmitirle con cada fibra de su ser que no cederá jamás.

—Cielos, Yue. —Sing se cruza los brazos contra el pecho, reticente, frunce la boca y la relaja cientos de veces, como si estuviese considerando si decir esto o no—. No porque hayas sido un villano debes seguirte comportando como uno, por eso Ash dice que no cambias, te sigues portando como cuando torturabas a tus hermanos mayores y no es justo que tengamos que aguantarte. —Pero lo dice.

—Ja.

Y Yut-Lung se va.

Recuerda haber definido cierta asimetría en su relación al conocerse, solía pensar que para Yut-Lung él era una simple presa desechable con la que se aburriría un rato luego de jugar, algo que podía ser reemplazado en un santiamén, eso le prohibía sublevarse por mero instinto de supervivencia. Piensa para atrás y se ríe, recuerda haber sentido que Yue lo dañaba y él era el dañado, que esa era la clase de relación que llevaban porque en aquel entonces se caracterizaba por la tortura e indiferencia. Es diferente hoy en día por obvias razones, cree que es un intercambio mutuo donde las etiquetas del héroe y del villano han quedado en los escombros de la fachada, se necesitan, se comprenden y aún así, son más diferentes que nadie.

Yut-Lung no es un villano por actuar como tal, así como Eiji no es un héroe solo por querer ser uno, son personas, personas que cometen errores y pueden cambiar, nada más, así que sí, le frustró algo la reacción que tuvo Sing aunque tampoco puede culparlo, desconoce el pasado de Max con el clan Lee, sería erróneo condenarlo. Pero tampoco puede quedarse de brazos cruzados y permitir que su amigo se pierda en esos pensamientos horribles de que merece su soledad sin ninguna sola persona al lado, no es un cobarde para evitar el dolor ni repetirá ese ciclo de retraumatización, por eso es el primero en pararse ante las barreras de Yue, tocarlas y no esperar a que se las abra (no se las abrirá si golpea la puerta ), sino hacer caminos para abrirlas.

Mi amistad es pura para ti, se recuerda.

No va a defraudarlo.

—Hola. —Puede sentir la mirada inhumana de Yut-Lung deslizándose por su piel en la proa del navío, haciéndole acelerar la sangre mientras sus ojos rastrillan por las flores lilas que abrazan sus caderas, su cintura y su pecho... se detiene, como si no valiera la pena mirarlo a los ojos, como si no se sintiera digno de hacerlo—. Escucha Yue...

—¿Vienes a consolar al villano acaso?

—Sabes que no lo dijo con mala intención. —Su risa se escucha incluso más despiadada que la última vez, es similar a la que atendió durante su primer encuentro, cuando lo amenazó antes de detenerle el corazón con un simple chasqueo de dedos, ¡zas!—. Él no entiende la historia entre Max y tú.

—¿Y tú sí? —La voz se le quiebra encima de la lengua, dejando un resqueme grotescamente salado de cristales marinos, Eiji vacila encima del barco, no sabe si sentarse a su lado o respetar el espacio—. Actúas como si fueras la gran cosa, Okumura. ¿Te divierte mi dolor?

—No. —Le asegura—. Tampoco lo conozco bien, no quise sonar prepotente, ¿quieres privacidad?

—No es eso. —Y el más joven se mira genuinamente angustiado ante la posibilidad de que el mestizo dé marcha atrás y lo deje, sus manos se apartan de los bordes de las escaleras, extendiéndose en el aire como si quisiese jalar la manga de su camisa cerúleo y no pudiese, ¡eh acá al adulto cuya versión de niño fue tan herida que no logra funcionar sino es a base de desconfianza y alerta!—. Tengo rabia y no puedo contenerla, solo explota.

—Yue.

—Perdón, no sé qué pasa conmigo, no quería desquitarme. —Explica desesperado, pone emociones que no conoce en su delgada boca—. No es que me tengan que aguantar o ser mi saco de boxeo.

—¿Quieres que me quede? —Asiente, suplicante—. Entonces me quedo. —Eiji finalmente se sienta a su lado, las tablas del Fish Bone rezongan apenas extiende sus piernas, liberando polvo e historias más antiguas de lo que consigue vislumbrar—. ¿Estás cómodo?

—Sí. —Se deja consolar—. Eres blandito.

—A veces puedes ser lindo. —Entonces el más joven lo golpea, visiblemente avergonzado.

—¡No te creas la gran cosa por esto!

—Jamás me atrevería.

—Bien. —Espeta—. Ahora cállate y dame mimos.

El japonés se acurruca a su lado en silencio, permite que Yut-Lung apoye su hombro en el manto de la oscuridad y la neblina flotante, sus botas chocan con complicidad en los escalones, navegan sobre lo que parece un océano hecho de puras estrellas bajo la bendición de la luna y lo piensa, Aslan dijo que él era su sol y más allá de su reticencia a ponerse en esa posición, jura que él y Yue son el océano y la luna, unidos por una fuerza gravitacional que nadie más es capaz de vislumbrar bajo las sombras del sol, sus olas arremeten implacablemente alto en un deseo anhelante por abrazarse y consolarse, de ahí surgen las marejadas y aunque no se puedan tocar, la luna se lo regala en sus fases.

Creciente cóncava para esconder sus penurias bajo la maldición del arrebato, cuarto creciente para darle a entrever que lo necesita a su lado pero callarlo con aquella crueldad casualmente orgullosa, creciente convexa porque se domestican con el pasar de los días, luna llena porque le suplica que lo vislumbre.

«Te anhelo aunque no puedas ser mío».

«Te anhelo aunque le pertenezcas al sol».

—Eiji. —Luna nueva en la pureza de una amistad oculta bajo el resplandor dorado—. ¿Puedes darme una respuesta sincera?

—Sí.

—¿Crees que Sing me odie? —Entonces pregunta muy pero muy bajito, deslavando su rostro de esa maldad que suele maquillarlo y mostrándose increíblemente jovial—. Se escuchó molesto conmigo.

—No creo que Sing te odie, para él sería imposible odiarte. —Es sincero, el moreno se despega entre sus hombros apenas un par de centímetros para mirarlo—. No estaría a tu lado si te odiara ¿verdad?

—Aún así... —Se muerde el labio—. No he tenido muchos amigos antes y no sé. —No sé cómo debo disculparme, no sé cómo arreglarnos cuando peleamos, no sé si podría haberse dado cuenta que no valgo la pena y eso me da miedo—. No importa.

—Si tanto te preocupa, habla con él.

—No es solo eso. —Yue se encoge sobre sí mismo, desinteresado—. No es nada. —Pero hay algo en su falta de interés que hace que Eiji se interese todavía más en esas heridas mal recabadas, entiende mejor que nadie estas capas de falsedad y apatía que Lee usa para recubrirse y ocultar su verdadera personalidad, porque si alguien rechaza al papel de villano está bien, pero si se muestra tal como es y aún así es rechazado... ¿eso no lo convertiría en un villano real?

—Sé que debe ser difícil tener a Max a bordo.

—Ni siquiera tienen idea de lo difícil que es intentar convertirme en otra persona y que la vida pase recordándome quién quiero dejar de ser, es bastante frustrante. —Su voz escapa impasible con las chispas de cólera, lo pronuncia en la desbordante monotonía, como si su sufrimiento estuviese muy normalizado y no fuese objeto digno de atención—. Es mucho más sencillo para todos decirme cómo debería cambiar y en quién quieren verme convertido pero ¿acaso alguien se ha puesto en mi lugar?, ¿alguien recuerda que ni siquiera tengo un maldito corazón para empezar?

—Yue.

—¡No! Ya que nadie se pone en el papel del villano, todos lastiman al malo justificándose en eso, en que es malo y por ende merece lo que le pasa, pero no nací siendo malo, Okumura. No nací siendo la escoria que tienes enfrente, aprendí a romperme y aprendí a romper al resto porque no quiero que me sigan lastimando más, aprendí a odiar y aprendí a odiar realmente bien. Aunque me da igual si al resto le desagrado, ¡mejor! No necesito ser héroe, solo quiero usarlos como la sanguijuela que...

—Para. —Le pide, apretando su mano por encima de sus rodillas—. Te estás lastimando.

—¡No es verdad! ¡No puedes saberlo! No actúes como si fueras todopoderoso. —Pero Eiji le aprieta aún más fuerte la palma antes de alzarla.

—Te estás lastimando. —Y es acá cuando Yut-Lung se percata de que han quedado cinco marcas en forma de medialuna tatuadas dentro de su palma por la violencia que ha ejercido contra sí mismo y se ríe, se ríe porque a estas alturas hasta el dolor impresiona adormecido—. Una amistad implica el poder confiar en las otras personas, mostrarles tu lado bueno y tu lado malo.

—Fácil para ti, tú eres perfecto, tú eres un ángel ¿no? —Brama con sarcasmo, sacando la cuchilla.

—¿Un ángel? —La cuestión es que Eiji ya se ha apuntado esa navaja venenosa antes—. No es sencillo para mí haber tenido que ver a Ash morir en una visión y saber que ha sido mi culpa, ¿crees que me siento como un ángel luego de eso?, ¿qué no odio esta doble naturaleza de la que no entiendo nada y eso no me mata? Sí, tú perdiste a tu madre, pero al menos sabes que ella te amó, dio su vida para protegerte, pero yo ni siquiera conocí a la mía y eso me da mucha pena.

—Desearía no recordarlo.

—A ti te gustaría no tener pasado y poder olvidar y yo daría lo que sea por tener uno, Yue.

—No es lo mismo.

—Ni estoy diciendo que lo sea. —Eiji se encoge dentro de la camisa, se atreve a sostener una mirada, una oleada de emociones arremete su interior, gravitando eternamente hacia la luna, su luna—. Sé que la has pasado muy mal, sé que haces lo mejor que puedes para componerte y lidiar con esa gran ansiedad que te debe generar la maldición pero mis problemas tampoco son ínfimos y si me quieres, aunque sea un poquito, dejarás de compararlos, porque mi sufrimiento importa, así como el tuyo.

—No quise transmitirte ese mensaje. —Musita con ojos tristes y purpúreos, realmente bonitos para contemplar en el cielo—. Es que te ves tan Eiji siempre.

—¿Eso qué significa? —El mestizo no era consciente de lo mucho que guardaba hasta sentirse ligero tras pronunciar aquello, aparentemente toda esta situación con Dino Golzine y la premonición le ha pasado la cuenta.

—Ya sabes. —El villano lo repasa de arriba hacia abajo con desagrado—. Tan Eiji, tan eso, tan dolor de culo, tan empalagoso.

—¡Yue! —Gimotea y regresan a la normalidad.

—Es que siempre estás todo alegre y optimista y eso puede ser irritante.

—No siempre soy alegre y optimista, que sienta que debo mantenerme como tal para no alentar los conflictos es otra cosa. —Además, le ha costado bastante validar en voz alta el malestar—. Antes yo solía quejarme mucho sobre ser mestizo, creía que eso me hacía indigno de cualquier clase de amor por el abandono de mis padres, pero ahora creo que no era cuestión de ser mestizo o no, más bien, creo que era cuestión de tener la confianza necesaria para decirlo en voz alta.

—¿A qué te refieres?

—Que Ash tiene razón y las palabras son sagradas. —Dice a duras penas, tiene la boca seca y amarga, el corazón se le hace trizas al recordar esa versión mucho más infantil y temerosa de sí mismo—. Se hace real decirlo en voz alta. —Se siente extraordinariamente orgulloso de haberse antepuesto con Yut-Lung, no volverá a ignorarse, no si pretende hacerse lo suficientemente fuerte para proteger a quienes ama, así es la cosa, así ha sido la cosa, ¿qué puede hacer más adelante? Es el tema.

—Creo que lo entiendo. —Murmura con las piernas temblorosas—. Eiji...

—¿Sí?

—Los quiero. —La confesión lo toma por sorpresa—. Los quiero a ti y a Sing, son mis amigos y estoy muy asustado de que un día se vayan porque me convierta en un villano de verdad. —Se hace real.

—Oh Yue.

—No quiero que Sing me odie, no quiero que tú me odies, pero no puedo perdonar a Max fácilmente porque hacerlo... —Sus labios se apartan, dejando escapar una niebla fantasma o quizás, es el polvo que le queda a su corazón—. Sería pisotearme a mí mismo y me juré que no lo permitiría, no desde que mis hermanos lo hacían, estoy evitando recaer en eso, entiéndeme, por favor. —Su expresión de animalito herido le hace mierda el espíritu—. No quiero ser malo.

—No eres malo. —Le asegura, esforzándose para que no se les congele el alma en altamar—. Tanto Sing como yo te queremos.

—¿Aunque a veces los trate como mis sirvientes y sea insoportable? —Eiji presiona un beso encima de su frente, acunándolo como seguramente lo necesitó tantas veces.

—Aunque te pases criticando nuestro fantástico sentido de la moda.

—¡Esos chalecos que dejan el torso desnudo son una aberración para la moda! Sing tiene suerte de que no se lo haya quemado todavía.

—No pareces quejarte cuando Shorter los viste.

—¿Has visto sus abdominales? Puede ser un chacal mugriento, pero incluso yo babeo por su cuerpo musculoso y su encanto medio bobo.

—Sabía que te gustaba. —Canturrea—. No eres para nada sutil al molestarlo.

—Los insultos son mi lenguaje del amor.

—Tsundere.

—Cállate. —Bufa, escondiendo un rubor furioso contra el pecho de Eiji—. Te odio.

—¿De qué hablamos?

—Te odio en estos momentos igual que a Sing... —Empieza—. Pero los amo la mayoría del tiempo.

—También te amamos.

Son el mar, la luna y las estrellas.

Eiji se desliza a través de la noche líquida alrededor del Fish Bone, escucha los cánticos alegres en la cocina igual que arrullo de sirenas y se ve fascinado a sí mismo para buscarlos, sin embargo, no llega ni siquiera a la puerta cuando se ve atrapado por esos jades salvajes, su belleza luce aún más surreal bañado por el perla de la luna, sus mechones dorados se balancean con coquetería mientras esboza una sonrisa descarada de invitación hacia los bordes del barco, ha domado su cabello en una coleta adorable que ondea al son de su camiseta blanca, es una acuarela, pronto se ve a sí mismo corriendo para llegar ante él, su instante perfecto, su perdición divina, su joya bajo el alba, su Ash.

—Así que viste la visión donde yo moría. —Es lo primero que le dice, envolviéndolo con su capa para aplacar el frío, consiguiendo que su corsé estalle en una sinfonía floral que solo traza para Aslan—. Y en vez de contarme directamente preferiste ir a buscar charlatanes con Yut-Lung.

—Sabía que te quejarías de la idea. —Se ríe, repasando los fornidos hombros de su amante entre la punta de sus yemas—. Por eso no te dije nada, sabía que me dirías que lo dejara así y no harías nada más por tu propia seguridad.

—Vaya. —Alza una ceja con travesura—. No sabía que las sirenas podían leer las mentes.

—Claro que sí. —Pero Eiji ama seguirle el juego—. ¿No te lo conté?

—Entonces todas esas veces que he tenido pensamientos inapropiados contigo... —De pronto, hace mucho calor a pesar del agua salada, se siente extraordinariamente vulnerable entre sus brazos, sus dedos desprenden llamas contra su corsé, Ash es fuego, un fuego salvaje e incontrolable—. ¿Las has visto?

—Oh sí, lo sé todo acerca de tus fetiches. —Bromea aunque no hay más que tensión.

—Entonces no tendrás problemas para satisfacerme, onii-chan. —Le susurra deliberadamente grave en el cuello, consiguiendo que hasta el último poro se le erice, su manzana de Adán sube y baja en un bamboleo nervioso, los dedos del lince se han enterrado en su cintura, derritiéndose en el corsé.

—Ash... —Eiji jadea, tiene las piernas débiles y se ha vuelto el débil en esta cercanía.

—¿Cómo supiste que te contestaría eso? —Le pregunta con cierta timidez y de repente es inevitable romperse entre sus brazos—. ¿Cómo supiste que te insistiría para que nos fuéramos?

—Porque nunca te das la importancia que mereces. —El mestizo se aparta con lentitud, acunándole las mejillas entre las palmas con mucha pero mucha suavidad—. Aslan, si tú llegaras a morir a manos de Arthur porque has bajado la guardia por mi culpa, ¿qué crees que pasaría conmigo?

—No lo sé.

—Moriría contigo ese día. —Le responde frágil—. Tienes mi alma, tienes mi vida, tienes mi corazón, tienes mi todo, no puedes dejarme así, no luego de que me has domesticado. —Y él sonríe, Neptuno, Eiji vive por esas sonrisas, le dan mil años de vida y más.

—Pensé que era al revés. —Se burla y el corazón se le convierte en un tambor que suena más y más rápido con cada respiración—. Pensé qué tú me habías domesticado. —Mientras más lo abraza, más sofocante se vuelve la sensación.

—Supongo que fue algo mutuo. —Le explica.

—Supongo que sí. —Incluso si hay capas de ropas entre ambos, Eiji puede sentir el calor que expele el cuerpo de su amante, es más calor del que jamás ha sentido en su vida, es demasiado, arde en la intensidad de un fuego que lo consume todo no para calentar, sino para devorar—. Max está ansioso por encontrar a Griffin ¿sabes? Hablando de parejas cursis recordé eso. —Ansía ser abrazado incluso si eso lo extingue por completo, no le teme a las llamas de Ash.

—¿Dónde está Griffin? —Se atreve a preguntarle explícitamente por primera vez—. ¿Tu familia?

—Dino los tiene. —Musita impotente, tensando aún más el agarre en su corsé—. Él se ha encargado de quitarme todo lo que amo para usarlo en mi contra, los tiene prisioneros con una maldición, por eso no he sabido nada de ellos desde hace años y es tan peligroso que haga esto.

—¿No les hará daño?

—Podría. —Espeta—. Pero apenas lo haga sabe que perderá todo poder sobre mí, por eso ahora te busca, porque sabe que te he abierto mi corazón.

—Oh, Aslan.

—Sabe que te has convertido en...

—Tu debilidad. —Concluye.

—No. —Pero la dulce palma de Ash derritiéndose en su mentón se lo impide—. En mi fortaleza, en mi razón para romper todo esto y ser libre otra vez, me has dado esperanza. —Y entonces recuerda el primer encuentro que tuvieron en Izumo, el lince le preguntó qué quería a cambio de su ayuda al creer que nadie hacía las cosas porqué sí, que el mundo era un lugar fríamente cruel y todos querían algo a cambio de su benevolencia.

«Me das esperanza».

Necesito esperanza, le suplicó.

Y se la dio, es curiosa la manera en que Eiji pretendía ayudar a Aslan y Aslan acabó haciéndolo mejor persona, más fuerte, más valiente, más aventurero y más mestizo, le dio una zona segura para lidiar con el duelo que su condición le generaba sin invalidarlo jamás y eso le permitió avanzar, el instante del trauma sanó y dejó de estar estancado o al menos, está avanzando y se reconoce aquello. Siendo honesto aún le da terror lo que pueda encontrar sobre Blanca, las sirenas o lo que sea, la diferencia es que el miedo no lo paraliza, no más, no cuando tienen toda una vida por vivir todavía.

«Mi alma siempre estará contigo» le dijo.

Y lo dijo en serio.

—En tu libro de vida... —Musita, recordándole el pequeño cuaderno que plasmó al inicio del viaje—. Tenías escrito que te gustaría envejecer a mi lado.

—Claro que sí. —Aslan sonríe avergonzado, el rubor ha envuelto sus pecas en un rosáceo de cerezos, incluso su cola se menea con timidez, le encanta la forma en que solo sale con su presencia, lo incita a concebirse especial—. Tú me propusiste matrimonio, ¿lo recuerdas? —Y es tan infantil.

—Claro que sí. —Se burla, enrollando sus brazos alrededor de su cuello y dejándose acunar—. Pero para hacer eso necesito pedirte un favor.

—¿Qué cosa, cariño? —Adora ese apodo—. Te daré lo que sea.

—Que te mantengas vivo. —Le implora—. Nada más.

—Realmente te afectó la visión de Yut-Lung. —Su tono no es de reproche, sino más bien, de congoja, es del color del duelo y los desamores—. Últimamente te he traído muchos problemas.

—¿Últimamente? —Se burla alzándose en la punta de sus pies mientras eleva su ceja—. Te recuerdo que te conocí atado a un mástil sacando garras y dientes, queriendo alejarme.

—Y aun así te quedaste.

—Sí. —Murmura cerca, lo suficientemente cerca para quemarse con el sol—. Siempre me quedaré.

—Mi terco sirenito.

—Mi americano idiota.

Y el corazón de Eiji se salta un latido apenas estrechan sus labios con una pasión ferviente, contiene un jadeo cuando siente la lengua del lince introducirse para devorar la suya con hambre, es un beso como el de prisión, sin motas de ternura, esto es más bien desesperado. Aslan acomoda con firmeza sus manos encima de sus caderas, siente que el corsé arde y quiere que lo toque más así, que tome hasta dejarlo vacío, que beba hasta dejarlo drenado. Su sabor se concibe extraordinariamente dulce, es una corriente de pura electricidad que chispea en cada poro de su cuerpo en los roces seductores, su boca tiene sabor a lujuria, a un toque embriagador y algo perdido que debería haberse mantenido así.

El mestizo se hunde en el contrario, se sumerge en este beso, flota mientras su inexperta lengua es guiada hacia el éxtasis y sus manos tiran con más fuerza de la que debería el soporte de la capa, Ash jadea su nombre entre suspiros acelerados, el aire está hirviendo y su corazón está estallando entre puras sensaciones mágicas. Este beso lo es todo, es el momento perfecto antes de terminar un gran sueño, son las gotas de luz cayendo en lluvia purificadora, son los deseos perdidos encontrados.

—Te amo. —Le recuerda porque debe recordárselo a diario, ¿qué sentido tiene amar a alguien sino se lo transmite como si cada vez pudiese ser la última o la primera?—. Te amo, Aslan.

—Eres tan lindo. —Balbucea atolondrado—. Quiero quedarme un rato más así.

—¿No deberías estar en el timón delegando a Alex?

—Alex y Max pueden hacerse cargo de navegar un par de horas más. —Entonces Ash lo apoya contra el soporte del Fish Bone, las tablas crujen y el mar flota—. Esto es más importante.

—No sabía que eras así de coqueto. —Se burla para ocultar sus nervios, intentando disimular aquella necesidad por volver a estrechar sus labios contra los de Aslan, jugueteando con un mechón rubio.

—Te estoy coqueteando desde que nos conocemos en Izumo, gracias por notarlo. —Gimotea.

—Eres un bebé. —Y Eiji se ríe.

—Puedes llamarme bebé pero solo cuando estemos a solas, tengo una reputación que mantener.

—Sí, capitán Lynx.

Se besan lo que resta de la noche.

Eiji no sabe si es la luna o el resqueme de magia que Aslan le ha dejado impregnado a los labios, sin embargo, la niebla de altamar se ha convertido en una bruma distante que acaricia las salvajes olas del océano, salpicando sus puntas en tonos azulados, dorados y verdes. Él sonríe atontado por estas caricias escandalosas de medianoche, incorporándose a la cocina donde Bones y Kong no frenan sus discusiones sobre qué prepararán mientras Wong yace plácidamente recostado en una hamaca floja hecha con las cuerdas que Sing se encuentra peinando, tiene mueca de cachorro recién pateado, es casi como si supiera lo que su comentario provocó en Yut-Lung.

—Sing...

—¡Eiji! —No alcanza a llamarlo cuando Bones se le abalanza encima, desmoronándose en sus brazos igual que una damisela en apuros, dejando que su nuca cuelgue con mucho dramatismo al vacío de su improvisada cocina—. Kong no me deja hacer los quehaceres en paz.

—Los estás haciendo mal. —Se queja, frotándose el entrecejo una y otra vez, como si pudiese sacar chispas con sus uñas y encender sus cejas igual que cerilla—. Solo te pedí que picaras las papas.

—Y eso hice. —Declara orgulloso, apuntando a una pila de patatas en el lavaplatos.

—¡Las masacraste! Sabes que es imposible cocinar con ese puré.

—Para mí se mira bonito. —Bufa, visiblemente ofendido—. Pues usemos la otra bolsa. —Kong rueda los ojos con suma lentitud, da zancadas que hacen crujir el delicado suelo de madera hasta llegar al cúmulo de bolsas acomodado contra los barriles y las cajas con provisiones para el viaje.

—¡¿Quién metió esto?! —Entonces chilla, apretándose con fuerza el corazón, mortificado mientras palidece, como si hubiese visto al villano más feroz en la faz de la tierra cuando solo se tratan de...

—¿Calabazas? —Eiji pregunta sin esconder la indignación en su tono—. ¿Es enserio?

—¡El jefe da miedo cuando las ve!

—Ajá.

—¡Es verdad! —Finalmente Bones y Kong se ponen de acuerdo—. Casi desata su maldición la última vez que las vio, estuvo a punto de destrozar el barco, necesitamos tirarlas por la borda.

—No seas ridículo. —El japonés niega, si bien, se ha vuelto un experto en el mundo de la magia aún existen ciertas reglas que le cuesta seguir (dentro de las que se encuentran estas peculiaridades).

—¡No lo has visto enfadado! —Chillan al unísono—. Además eres su novio, tu integridad está a salvo, la nuestra no. —Aunque Shorter tiene la chistera encima de la cara, fingiendo dormitar en la hamaca para probablemente no hacer labores domésticas, deja escapar una suave risa que atrapa el interés de Sing, quien alza la cabeza como un cachorro hacia su amo, su sonrisa forzada le agrieta el corazón.

—Vamos a tirarlas. —Kong se arroja el saco encima del hombro—. Si el boss pregunta por nosotros díganle que estamos en una misión muy importante, no holgazaneando.

—Claro que sí. —Shorter canturrea con un bostezo flojo—. Diviértanse tirando calabazas al mar, así nacen los peces nuevos.

—¿De verdad? —Eiji cuestiona reticente.

—¿Cómo crees que nació el banana fish?

—¿El banana fish es un pez que se comió un plátano?

—No cualquier plátano. —Sonríe—. Un plátano mágico. —Y sabe que el desgraciado le toma el pelo cuando su risa es tan potente que alza la chistera, está a punto de rebatirle con algún argumento de pura irracionalidad que solo funcionaría contra Ash cuando...

—¿Yue me odia? —Shorter y Eiji se miran, atónitos—. No quise lastimarlo, dije lo primero que pensé porque Max lucía herido, no me gustan los conflictos, no quise... —Suspira, haciéndose una bola, tal como un niño—. Lo arruiné.

—Oh Sing, no lo arruinaste.

—Claro que sí, soy el peor amigo/sirviente del mundo.

Wong se baja de la hamaca para acurrucarse a un lado mientras el japonés cubre el otro, se aseguran de que el chiquillo se sienta protegido y resguardado. A veces se les olvida porque Sing tiende a ser arrogante, rudo y muestra cualidades deseables en un buen líder, es fiel a sí mismo y también es fiel a sus creencias, eso lo lleva a decir todo lo que piensa sin medir las consecuencias, es muy compasivo y maduro, más maduro que su edad, pero a fin de cuentas es un niño, un niño que está esperando el retorno de un hermano que tuvo que dejarlo para irse a la guerra, un niño que no quiso lastimar a nadie y lo hizo, un niño que se ha visto obligado a ser adulto.

—Sabes como es Yue. —Eiji empieza, acunándolo de los hombros para que gotee su calidez, el roce es dulce e impasible, es el arrullo de altamar—. Tampoco piensa las cosas antes de decirlas.

—Lo sé. —El barco flota con suavidad, avanzando sobre dorado y azul—. Pero se veía tan herido, él es rencoroso, ¿qué tal si nunca más me quiere volver a hablar?

—No creo que llegue a esos extremos, yo paso peleando con Yue y él nunca me ha dejado de hablar.

—¡Porque ustedes coquetean y apestan en ello! —Gimotea indignado—. Deberían confesarse que se tienen ganas y ya.

—Eso le quita la diversión al juego. —Eiji le lanza una mirada de reproche antes de que pueda entrar en más detalles—. Mi punto es que si tu relación con Yut-Lung vale la pena él entenderá que no has dicho eso con maldad, a estas alturas ya se tienen la confianza necesaria para herirse y arreglarse.

—Supongo. —Bufa en un puchero—. No quise lastimar sus sentimientos de niña. —Los sentimientos no tienen género, es algo que diría Yut-Lung en este momento, todos lo piensan—. No deseo que se sienta traicionado, la ha pasado mal con sus hermanos y no sé, pensé que podría ser su hermanito.

—Eso es muy dulce de tu parte, estoy seguro de que él piensa de la misma manera de ti.

—¿Eso crees?

—Y sino, eventualmente te terminará adoptando cuando me acepte. —Shorter interviene y a Eiji le da risa cómo siempre tiende al humor para lidiar con la tensión, está bien, cada quien tiene maneras diferentes de tratarlo, Ash y Yue rehúyen pese a sus personalidades imponentes—. Así que de todas formas tendrás que regresar con tu nueva mamá.

—No eres mi papá.

—Pero soy tu figura paterna.

—Sí. —Entonces se ríe—. Desgraciadamente lo eres.

—¡Mocoso! —Gimotea igual que lo hace Max cuando se burlan de su edad—. Te enseñaré a respetar a tus mayores.

—¿Puedes hacerlo con esa cadera, anciano? —Y entonces Wong se abalanza a Sing en un ataque de cosquillas, la estruendosa y salpicada carcajada del más joven inunda la habitación, limpiando desde la impureza de la niebla hasta el escarmiento de las estrellas—. ¡Y-Ya basta! —Apenas articula.

—Eiji, ayúdame a darle una lección. —Le pide, inmovilizando a Sing contra el suelo.

—No te ayudaré a torturarlo.

—¡Es por el honor de nuestra generación! Nos llamó ancianos. —Y en eso le da la razón.

—¡Es trampa de a dos! ¡Basta!

Y el mestizo se une, haciéndole cosquillas justo en su vientre desnudo y agradeciendo esa aberración de la moda que Yue tanto aprovecha para burlarse, consiguiendo que toda la tensión, cólera, pena, impotencia y culpa que pueda cargar Sing se esfume bajo sus dedos molestosos, eso les contagia de la risa, Wong le da un guiño cómplice, un guiño que dice: «así lo hace un verdadero hermano mayor» y de repente siente mucha nostalgia tras pensar en Akira.

Extraña Izumo en cierta medida.

Pero no tiene tiempo para pensarlo, de repente el barco tiembla junto a una explosión tan pero tan fuerte que tienen que taparse los oídos para escuchar sus propios gritos, su cabeza golpea la madera del suelo, le martillan los pensamientos, el corazón se le rompe al mirar entre una brusca bruma de polvo y hollín a Shorter cubriendo con su propio cuerpo a Sing, usando su espalda desnuda y rasgada a través del chaleco de escudo para los escombros, cae de rodillas por el movimiento, intenta alzar sus piernas hacia la salida de la cocina, sin embargo, las explosiones no cesan.

¡Buuum!

¡Buuum!

¡Buuum!

—¡Eiji! —Los hermosos y resplandecientes jades de Aslan lo miran desde la cubierta carentes de su brillo, el alma se le desgarra al igual que la garganta cuando entiende lo que está pasando al ver ese gigantesco barco detrás del Fish Bone con una bandera pirata—. ¡Escóndanse ahí abajo! —El aroma de la sangre esparcida junto al humo de las explosiones y la furia del mar lo marean.

—¡Ash! —Pero Shorter lo toma por la cintura, evitando que salga—. ¡Debo ir con él! ¡Yue también está afuera!

—¿Y qué lograrás si Arthur te mata?

Frederick Arthur.

Están en Coney Island.

Es 20 de diciembre.

Me da mucha risa cómo mis dinamicas ultimamente parten con un: escribo este fic para relajarme y será bien cortito y ligero. A un: mis capítulos son el doble más largo que el inicio y me parto la cabeza investigando de cómo darle coherencia a esto. Qué terrible lo mucho que me enganchó escribir magia, sé que probablemente se me pasé luego del fic, pero por ahora estoy enamorada del género, no lo esperaba. Y por eso mis lectores prueben cosas nuevas, pueden sorprenderse así como yo saliendo de tanto post canon doloroso. Lo más probable es que mi Mayo se acabe la otra semana y eso sea lo que se alargue el fic, así que acá vamos. Mil gracias a quien leyo.

¡See ya mañana!

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