21. Treasure.
Hola mis bonitos lectores, para las personas que llevan un tiempo en mi perfil y me siguen desde what's a soulmates? mejor conocido como mi au deforme de soulmates, acá vengo a revivir traumas con maldad, perdón, fue demasiado irresistible como para no hacerlo. Bueno, como saben porque lo mencione hartas veces, acá tenemos la primera aparición de Blanca, no se compliquen sino entienden de una, habrán hartas otras instancias para más adelante y su finalidad es sembrar dudas, así que relax. Mil gracias a quienes se toman el cariño para leer.
¡Espero que les guste!
—¡Ash!
Pero la voz de Eiji parece distraerlo y el rufián que tiene enfrente se aprovecha de ese momento de vulnerabilidad, corriendo hacia el lince quien se mira débil, realmente débil, para blandir esa afilada espada directo en su vientre, aunque Ash logra esquivarlo sus caderas sangran, la capa no vacila tras forjar una especie de torniquete alrededor, evitando que la hemorragia estorbe. La pena y el miedo nacen. La esperanza y el amor mueren. Es terrible quedarse clavado al borde de la cornisa sin lograr hacer más que ver a Aslan tambaleándose sobre sus propios talones, apenas puede mantenerse de pie, su visión se nubla progresivamente, se está desangrando a pesar de los intentos de la capa, aun encima de la cubierta vislumbrándolos para arriba (porque de alguna forma siempre es inalcanzable para Eiji) le es violento el goteo, como si fuesen bombas en el Fish Bone. Sangra.
Plic, plic, plic.
—¡Detente! —El mestizo vuelve a gritar desesperado al verlos arremeter contra el otro, han alzado sus espadas con la intención de una matanza, se encuentran rodeados de cadáveres, es suficiente.
Ash logra acuchillar la garganta de ese rufián por mero instinto de supervivencia y aun así, la mueca que prevalece en su rostro, como si matar no significase nada reflejado en un verde pétreo de tintes sobrenaturales similar al de Dino, le retuerce las entrañas. Tengo miedo de mí mismo. Maté a todas esas personas. No sé cuánta sangre hay entre mis manos. Pero yo... Mi cuerpo reacciona como una máquina y mato gente como si nada. Sin pensar, sin sentir. No siento nada. El contrincante del lince se desploma encima del castillo de la proa con una mirada horrorizada e ida mientras llueve sangre en altamar, la carne alrededor del pescuezo del muerto sobresale, es horrible.
—¡Lo hizo! —La tripulación empieza a vitorear con alegría. Él se acerca a los bordes del barco, eleva su espada ensangrentada, esa misma que tenía grabado su nombre incluso antes de conocerlo, esa que Eiji le pidió sostener en el bar, esa que los unió con ternura—. ¡Ash! ¡Ash! ¡Ash! —Le duele tanto esa sonrisa indiferente que está mostrando, le quiebra el corazón y aun así, es el lince quien se mira herido—. ¡Lo ha logrado!
—¡Vuelve a Izumo! —Entonces grita con su cabello empapado de sangre, con esa camisa teñida del color de la pasión y la muerte, con sus ojos indómitos muy tristes y brillantes, es hermoso, hermoso como solo las cosas rotas saben serlo.
—Ash.
Plic, plic, plic.
Plic. Plic.
Plic.
—Yo... —Aprieta la espada con fuerza, está goteando. Gota, tras gota, tras gota. Eiji se paraliza entre el resto de la tripulación, siente que algo irreparable se rompe en el aire—. ¡No quiero que me veas así!
—¿Eh? —Pero antes de que pueda reaccionar—. Qué pena. —El rufián se levanta, toma el cuello de Aslan y lo corta con un movimiento limpio y visceral.
—¡Ash! ¡Ash! ¡Levántate!
Pero no despierta, ni siquiera por la maldición y así Eiji entiende que lo ha condenado al convertirse en su única debilidad, en hacerlo frágil y humano, porque ahora no se volverá a levantar sin importar cuánto lo anhele, ahora está la sucia bota de un villano pisoteando su espalda mientras apenas logra contener su llanto para no derrumbarse en un ataque de pánico. Lo ha matado, lo ha matado y Aslan jamás volverá.
Es 20 de diciembre.
Están en Coney Island.
Ash Lynx se hace humano y muere.
—Este es el fin de la visión. —Yut-Lung deja de revolver del caldero, Sing y Eiji se miran horrorizados, nadie es capaz de pronunciar siquiera una palabra confusa tras testificar semejante masacre.
—¡Por la calva de Shorter! ¿Qué diablos fue eso?
—El futuro. —Yue apoya el grueso cucharón de madera contra la olla de metal, las burbujas siguen reventando en una polifonía de colores y destinos encima de un fuego azulado, su calidez sangra en el soporte de cobre, creando una luz prodigiosa y macabra demasiado funesta—. Luego de que Ash muera, Arthur tomará el control del mar y Dino va a usar magia negra para revivir el cadáver de Ash, claro, por obvias razones no regresará como antes, será una simple marioneta destinada a su placer, ni siquiera tendrá la capacidad para hablar, este es nuestro futuro.
—¡Eso no puede estar bien! —Sing gimotea, sus piernas tiemblan alrededor del taburete de madera.
—Pero lo está. —La cocina tiene aroma a magia, corazones rotos y cuentos de hadas con finales de mal sabor—. Mis visiones nunca se equivocan.
—Por eso querías hablar con tanta urgencia antes de irnos. —Eiji balbucea en voz alta, se encontraba dormitando entre los brazos de su amado en su nidito de amor cuando Yut-Lung lo despertó con un balde de agua fría en la cara (literalmente) y le dijo que no había tiempo para una explicación—. ¿El otro hombre en la visión?
—Ese es Frederick Arthur. —El más joven le explica—. Te conté un poco de él antes de que Yue nos secuestrara.
—¡Qué no los secuestré! —La flor en la oreja del aludido se torna espinosa y furiosa, clava sus agujas alrededor de esa larga y lacia cabellera como si fuesen colmillos—. Según recuerdo ustedes vinieron más que encantados a mi barco.
—Yo no lo recuerdo así. —Sing escupe amurrado—. De hecho me pegaste en la cabeza para dejarme inconsciente.
—Ah sí. —Yue mira hacia el techo craquelado de la cocina, recordando—. Te tiré por accidente una maceta de flores que tenía cerca por la tormenta.
—¡¿Qué?! ¡¿Ni siquiera querías matarme a propósito?! —El villano se encoge de hombros, escueto.
—Lo siento por romper tus fantasías heroicas.
—¡Pero a Eiji sí lo trataste de matar de una manera genial! —Entonces Yut-Lung rueda los ojos entre el cansancio y la lentitud, porque se encuentra rodeado de puros niños y lidia con eso solamente en un acto benevolente de solidaridad desmesurada—. ¡No es justo! —Pronuncia la palabra estirando la última vocal igual que un chicle, al joven maldito le da migraña, ¿realmente se despertó del sueño de belleza por esto? Ugh.
—Bien, si quieres te mato de una manera genial.
—¡Sí! Quiero que juegues con mi corazón.
—Nadie matará a nadie acá. —Eiji se alza de su banquillo, deteniendo esta locura antes de que logre escalar aún más—. Estamos en esta reunión para ver qué hacer con la premonición de Yue.
—Una reunión entre el fabuloso Yut-Lung Lee y sus secuaces trogloditas.
—¡Yue!
—Ya, ya. —No obstante, no impresiona genuino en el arte del arrepentimiento—. Pensaremos en otros nombres para más adelante. —Se vuelven a sentar enfrente del caldero, navegan en el chusco instante donde Arthur logra matar a Ash y se regocija con su victoria, lamiendo la hoja de la espada, se pregunta si lo hará por algo más que generar impacto y eso lo marea.
—¿Tus premoniciones no se pueden cambiar? —Yut-Lung frunce el ceño y vuelve a mirar arriba, sus pestañas brunas chocan sobre sus cejas, confiriéndole una apariencia extraordinariamente angelical que esconde un carácter demoníaco, se lo imagina perfectamente usando su adorable fachada para convencer a un verdadero ángel de que le ceda sus alas, es peligroso.
—Mis predicciones suelen aparecer cuando me dirijo a un futuro catastrófico del que me pretenden proteger, solía tener muchas de estas cuando mis hermanos seguían con vida. No te muestran algún futuro definitivo porque hay miles de posibilidades para lograr un final, pero sí te muestran al futuro al que te diriges ahora con las decisiones que estás tomando.
—¿Entonces el mensaje es...?
—Bota a Lynx. —Dice con una frialdad que lo deja congelado sobre los elegantes bordes del taburete con adornos carmesíes—. Deja que lo consuma la maldición.
—No haré eso.
—Entonces deja que se muera siendo un humano.
—¡Yue!
—¿Qué? —Y el nombrado luce genuinamente constipado, eso es lo peligroso de las maldiciones, no es que el portador sea intrínsecamente maléfico, sino que es incapaz de diferir entre lo que es bueno y lo malo, esa misma línea moral entre la que coexisten los humanos y otras criaturas aquel villano hace mucho la perdió, por eso se convirtió en un villano—. ¿Qué tiene?
—No puedo dejar morir al hombre que amo.
—¡No te gusta ninguna de mis soluciones! —Y de repente, se hace una década más joven al tirarse amurrado en su silla frente al caldero—. Eres de lo peor, Okumura.
—Son terribles soluciones. —Sing le explica, removiéndose el flequillo sudado hacia atrás aunque tal vez, sea el agua de desagüe que cae en la residencia—. ¿Qué querías? ¿Qué te felicitara?
—N-No. —Dice eso pero la flor en su oreja se alza con orgullo mostrando sus pétalos, cambiando de ese característico rojo sangriento a un brillante amarillo, un brote de mimosas despliega sus tímidos pétalos en forma de racimos hasta forjar un cintillo alrededor de la frente de Yut-Lung. «Nadie sabe que los quiero», es lo que les dice con el bamboleo de sus hojas—. ¿Quién querría una felicitación?
Nadie sabe lo mucho que los quiero.
Gracias.
Y de repente, el corazón del mestizo se encoge ante semejante muestra de vulnerabilidad, es cierto, la maldición de Yue es especialmente difícil de sobrellevar, los hechiceros usan palabras bonitas con el objetivo de endulzarlo cuando esto es crónico y lo está matando, esto hace que todos los días Yue se despierte temblando del terror y congelado, aferrándose a ese frío porque es lo único que siente a estas alturas y al recuerdo de su mamá. No va a condenarlo por eso y si bien, a Sing y Eiji les duele la lengua venenosa que tiene no pueden olvidar que han escogido aceptarlo incondicionalmente, se supone que eso debe ser omnipotente, no usarlo a conveniencia y tener momentos donde sea más cómodo ser incondicional, eso no es amor, eso es interés.
Por eso el japonés se levanta hacia el más joven, supone que debe ser duro dejar entrar a personas y tener que acoplarse en cierta medida a lo que esperan, Yut-Lung lleva una vida de soledad, podría no haberles dicho nada y haber dejado morir a Ash a manos de Arthur, podría haber hecho de vista ciega o incluso funcionar de catalizador. Pero en lugar de eso, ha apretado los párpados y ha bajado la cabeza, como si esperase que lo dejasen al ser autodestructivo y carecer de freno.
No puedo ser salvado por algo tan frágil, casi lo escucha.
Lo lamento, desearía ser bueno para ustedes.
—Lo hiciste bien, gracias. —Finalmente le musita, envolviéndolo entre sus brazos como solía hacerlo con Akira durante sus pesadillas, lo acuna contra su pecho, permitiéndole que beba de su corazón.
—¡No necesito de tu compasión, Okumura! —Aunque quiere empujarlo no batalla demasiado—. La compasión es para los débiles. —Y finalmente estrecha sus brazos contra la espalda del mestizo, no deja de tiritar, porque así como a Ash le cuesta el contacto, Yue se sobreexplota para mostrarse tan poderoso y recio, cuando en secreto espera de un toque gentil.
—¡Yo también quiero! —Sing no duda en estrecharlos a ambos, se está volviendo más alto y fornido, eso le alegra luego de escucharlo meses quejándose por ese tamaño de renacuajo, crece como mala hierba es lo que Aslan suele decir—. Los amo.
—Yo no. —Yue gruñe—. Yo los odio.
—También te amamos. —Eiji le sigue el juego a Sing, presionándole un beso encima de la frente al joven Lee quien se ruboriza con tanta pero tanta violencia que avergüenza hasta las rosas.
—¡Suéltenme! ¡Esto es indignante! —Y aun así lo ve sonreír, acurrucándose entre los brazos seguros de sus amigos, de personas que no le harán daño deliberadamente ni buscan nada a cambio así que está bien de vez en cuando confiar—. Tenemos que evitar que Arthur mate a Lynx, será un dolor de culo quedarme sin mi compañero de peleas, no es algo que le perdonaré.
—Sabía que querías a Ash.
—No lo quiero. —Bufa—. El desgraciado me encarceló cuando nos volvimos a ver, pero alguien tiene que ponerlo en su lugar y me encanta ser la persona que le recuerda su inferioridad.
—En otras palabras, lo amas.
—¡Sing! —Yut-Lung forcejea en vano—. Realmente los amo. —Y suelta por accidente luego de tanto discutir, sus refunfuños se ven amortiguados por el corsé, sus sonrojos relumbran bajo las mimosas y lo saben—. ¡Los odio! Quise decir que los odio, ¡ah!
Comienza una nueva aventura.
—¡Equipo salvemos al lince de Nueva York al rescate!
—Ese nombre apesta.
—¿Se te ocurre algo mejor?
—Se me ocurren muchos, pero ustedes no sabrían valorarlos, así que dejemos ese.
Mientras el resto de la tripulación se encuentra arreglando la salida del Fish Bone hacia Coney Island, los tres se escabullen hacia las calles de la ciudad con la esperanza de encontrar a un adivino, existen personas con cierta susceptibilidad a los hilos del futuro y del destino. Aunque el barrunto de Yue le dio las grandes líneas que necesitaban, no tienen idea del contexto más grueso o qué pueden hacer para cambiarlo, así que se escabullen con capuchas (porque obviamente así pasarán desapercibidos) hacia las calles de la ciudad desfallecida, a diferencia de Nueva York acá no priva la magia, sino la hechicería sea buena o mala, seductora o inocente.
«Ven a perderte acá, elige tu veneno» es el lema que los recibe apenas se adentran en los callejones más mágicos y es una fantasía invernal de diversidad mítica, Eiji jamás había visto a tantas criaturas juntas, hay trasgos cargando sacos con sus ceños tensos, hadas sobrevolando toldos en las tiendas, magos con sus bigotes clásicos y sus aprendices pedantes, monstruos que no son bestiales de todas formas y colores, sombras comprando ropa y probándose en la vitrina, inmortales queriendo vender mortalidad, brujas, fénix, cambiaformas, centauros, unicornios, incluso ve a un Nori Nori de verdad.
¿Sirenas?
¿Mestizos?
De esos no hay.
—Es acá donde podemos pasar a preguntar. —Musita, no deja de deslumbrarles la sabiduría extensa que Lee despliega ante el mundo mágico, probablemente pasó una eternidad tratando de destrozar su maldición en soledad antes de llegar a ellos—. Este sujeto tiene contactos.
—Librería Fox. —El título le adormece la lengua, de repente hace frío, tanto frío que la nariz le arde y la punta se le ha puesto roja, se abraza los hombros y se hunde en su capucha, tirita—. No parece tener nada en especial, hasta se ve deteriorada, ¿realmente hay un adivino ahí dentro?
—No. —Yue dice con obviedad—. Pero hay alguien que podría decirnos dónde encontrarlo, aunque personalmente odio hacer tratos con este sujeto, no es amigo de Dino pero es cercano. —Balbucea con lentitud, arrastrando las palabras en una neblina fantasma—. Nadie sabe lo que piensa.
—¿Será buena idea pedirle ayuda? —El cielo chispea entre rayos turquesas y reflectores dorados.
—¿Tienes otro contacto? —Se callan—. Vamos.
Dicen que cuando ingresas a un lugar mágico el aire debe oler al recuerdo más reconfortante que el portador disfrute, pero cuando se incorporan a la tienda con un aspecto tan aburrido que inclusive el pomo está quebrado, no huele a libros húmedos de Ash ni sus dulces feromonas, no huele vetiver en toques gamos como Ibe, ni a cerezos de Akira, ni a colonia barata de Shorter, ni a nada que suene a confort, al contrario, hay una reminiscencia ligeramente salada, metálica y tibia, es fuego y sangre, es mar rojo, es mar rojo mientras Izumo arde, ¡mamá!, ¿a dónde va? y... ¿qué acaba de pensar?
—Yut-Lung. —Quien atiende el mesón no es humano, no en estos momentos al menos, lo vislumbra porque literalmente donde deberían estar sus ojos hay dos pelotas negras y huecas en las que yacen atrapados espíritus, es una imagen escalofriantemente fea—. Qué gusto verte otra vez.
—Ojalá pudiera decir lo mismo. —Hay una sensación mágica en el interior, Eiji no sabe si atribuírsela a las velas alrededor de las curiosidades y los libros o al polvo ennegrecido cayendo como pluma de mirlo—. Pero no vine a hacer vida social, coronel.
—¿Sigues enfadado conmigo? —El sujeto no se mira herido—. Tus hermanos te usaron de pago por uno de mis servicios, yo solo cobré lo que me correspondía, aunque eres delicioso debo decir.
—Cállate. —La dulce flor en su oreja se convierte en una planta carnívora—. Cállate o te mataré acá mismo, te arrancaré las pelotas que no tienes con mis propias manos.
—Dices eso pero si trajiste a dos patéticos humanos contigo debes estar muy desesperado. —La luz de las velas no tarda en apagarse—. ¿Qué quieres de mí, dulzura? —Uno de los espíritus sale de las cuencas de sus ojos para merodear por doquier con el aliento podrido, la muerte abunda acá dentro.
—Yue, no tenemos que hacer tratos con él.
—Pero si ya los ha hecho antes.
—Cállate.
—¿Acaso no les has contado? Este chico recurrió a mí para hacer un trato con un demonio.
—Un adivino. —Lo interrumpe, visiblemente dolido—. Queremos encontrar a un adivino.
—¿Eh? —Su sonrisa torcida carece de dientes, parecen picos afilados y a la vez lucen increíblemente frágiles, como si estuviesen hechos de esperma de velas y cosas malas—. Mis servicios tienen precio, lo sabes.
—Estoy dispuesto a pagarlo. —Pero la manera en que Yue se encoge sobre sí mismo hace que Sing y Eiji no duden en interponerse entre ellos dos—. No, no se entrometan ustedes.
—¿Crees que te dejaremos solo en esto? —Las palabras del ilusionista escapan en una risa dolida.
—Los pagos de este hombre deben hacerse en sangre. —Les explica—. Fox se queda con un pedazo tuyo para siempre. —Y se alza la camisa para mostrarles un brazo, una gruesa línea rosa muerde su muñeca hasta el codo con una textura áspera y magullada—. Él disfruta bebiéndola directamente.
—Y ya no estoy interesado en ti, sino en ellos. —Los ojos de Yut-Lung se llenan de pánico—. Me has traído a un par de chicos vírgenes en magia negra, tú eres una puta, vendiste hasta tu corazón para obtener poder, ¿por qué me interesaría...? —Entonces una bofetada retumba en la tienda.
—Háblale así otra vez y el golpe no será tan arriba. —Eiji gruñe, volviendo a sacar sus colmillos, Sing alza sus manos blandiendo una navaja que probablemente se la quitó a Shorter, más tarde lo retará.
—Eres... —Fox entrecierra esas cuencas negras antes de inclinarse—. ¿Qué eres?
—Algo que puede envenenarte con estos. —No teme defender a su amigo, no permitirá que ningún ser amado sea pisoteado—. ¿Quieres comprobarlo? —Agradece tanto haberse vuelto más feroz por la presencia de Yut-Lung, los ha hecho fuertes, despiadados, aun así, más humanos. Porque no existe nada más fuerte que el poder del amor por muy cursi que se escuche.
—No les conviene luchar conmigo en mis dominios. —Les advierte.
—No te tenemos miedo, anciano. —Sing se burla, inclinando aún más su navaja y entonces...
La campana suena.
El hombre que entra es un problema, las campanillas les han advertido de esto con una tonada más metálica, salada y...mágica. El cimbalillo retiembla una y otra vez contra el letrero de la tienda, velas se encienden a sus pies en el eco del tosco tintineo, debería haberlo sabido por el elegante arrastrar de sus botas encima de un piso rasgado, por sus ojos extraordinariamente profundos, por el amuleto que pendía al costado de sus pantalones, pero no lo hizo. Las campanillas le advirtieron a Eiji que él sería su perdición, lo hicieron incluso antes de que entrara a la tienda repleta de curiosidades y viera al mestizo como si fuera una de estas. Pero no las escuchó. Y no dejaría de preguntarse qué hubiera pasado si las hubiera escuchado.
—Escuché que estaban buscando a un adivino. —Les sonríe, acariciándose el ala de su sombrero en una postura relajadamente coqueta, tiene la clase de miradas que rompe los corazones de las chicas y las hace suspirar—. Creo que yo podría serles de utilidad. —Eiji esconde los colmillos mientras que Sing baja la navaja, hay algo en la voz de este hombre que los hace olvidar, es seductora, ni siquiera bebieron pero todos se sienten borrachos entre esos tonos de escozor con notas empalagosas.
—¿Quién diablos eres tú? —Yut-Lung es quién se espabila para romper el trance.
—¿Yo? —El hombre les sonríe y les acelera el corazón—. Sergei Varishikov a sus servicios. —Da una reverencia elegante y grácil antes de quitarse el sombrero, es pulcro y angelical—. Soy un adivino.
—Pero... Pero... Ash. —Iba a decir algo más aunque no consigue recordar de que ha estado hablando exactamente, se siente mareado y un poco abrumado como si acabara de beber una botella de vino.
—¿Ash? —Sergei se acerca para abrazarlos por la espalda—. ¿Qué tal si los llevo a mi tienda? —Una voz le dice que no debería, que está olvidando algo que necesita recordar urgente, pero después le susurra al oído—. Puedo arreglar todos sus problemas.
—Vamos. —Y les da una media sonrisa como si estuviera demasiado nervioso para sonreír del todo, su mirada ansiosa se vuelve feroz y deslumbrante, se le pasan unos ojos verdes por la mente, pero ya todo da igual, porque los ojos de Sergei son demasiado intensos y sofocantes.
¿En qué estaba pensando antes?
¿A quién no debería olvidar?
Ash Lynx.
¿As-h...?
¿Quién?
La tienda parece más una catedral, es lo que logra articular en su mente, el aire se encuentra cargado del aroma del mar rojo y el pomo solo permite que Eiji entre, dejando a Yue y a Sing clavados como si fuesen estatuas a las afueras, la piel se le eriza con cada paso que da, todo es blanco en el interior, desde las alfombras mullidas, los espejos, el brillo de las velas, el abedul hasta una estatua de sirena ubicada en medio de la estancia. Ahí pasan hileras tras hileras de bancos chamuscados, el aroma del fuego se hace más intenso aunque no hay nada quemándose y de pronto, llueven cenizas.
Cenizas.
Cenizas.
Cenizas.
Ash.
—Es Ash Lynx, no Ashu. No lleva la «u» al final, no le añadas letras extras a mi nombre, es sagrado y lo degradas.
¿Qué?
—Te ves mareado, déjame tomar tu mano. —Pero Eiji ni siquiera consigue formular respuesta medio coherente cuando su palma obedece con vida propia y le suplica que la tome—. ¿Estás olvidando?
—¿Olvidando? —Sus pasos se sienten lentos y torpes, es como si caminara sobre una poza de sangre que lo hunde y lo hunde, haciéndose cada vez más profunda, pegoteándose a las suelas de sus botas, la capucha se ha caído—. No recuerdo lo que debía olvidar.
—Perfecto. —Sonríe—. Son por medidas de seguridad, te mostraré tu futuro en las cartas y te dejaré recordar la mayoría de lo que hablemos ahora, pero es necesario que olvides para que te las pueda leer, no puede quedar nada que acapare tu mente o no será exacto.
—Ya veo. —¿Qué dijo?
—Además. —Sergei le sonríe, metiéndolo a un último pasadizo—. Es bueno volverte a ver, Eiji. Aún conservas el amuleto que le di a tu madre, qué alivio.
Termina sentado en una mesa hecha de agua aunque el aroma del fuego sigue prevalente, su cuerpo queda drenado de fuerza y de repente, su cola de sirena patalea en la silla de océano, la tienda está distorsionada o quizás, el aroma de las velas en el local de Fox le hizo algo. De cualquier forma ese imponente lugar no se ve quemado, ni siniestro... Sino triste. Como si le faltara un pedazo, casi como si al mismo Blanca (¿Blanca? Sergei quiere decir) le faltara un trozo.
—Levanta tres cartas. —Se ha sentado enfrente, extendiéndole una gloriosa baraja con bordes oro que chorrean hacia las inscripciones en un idioma prohibido, el mazo consta con láminas del matiz del misterio con grabados de mar difuminados en sombras—. Así sabrás con certeza tu futuro.
—¿Podré cambiarlo? —Ni siquiera está seguro de por qué pretende cambiar el futuro, sin embargo, esa necesidad urge en sus entrañas y aprecia que sería un error imperdonable no estar acá, inclusive el abandonar Izumo lo guio hasta acá, confía en sus instintos—. Mi destino.
—Primero saca una carta y veamos. —Entonces el japonés se mira atraído por una fuerza magnética hacia uno de los bordes de la baraja, la carta salta a sus dedos antes de que la elija—. La muerte. —Qué grandiosa manera de empezar una lectura, el mestizo traga duro, su cola abofetea el piso para manifestar su ansiedad, todo se siente nubloso y demasiado encima, la fragancia del mar se derrite ante esos intensos ojos del tono de los amores no correspondidos y la realeza.
—La muerte. —Balbucea, enfocándose en la silueta demasiado familiar envuelta en capucha negra, aunque Eiji intenta recordar de dónde conoce a esa figura o a quién se parece la carta, es vano, casi como si su mente se encontrase bloqueada o siendo drenada por esa voz de terciopelo y esa mirada sobrenatural, le recuerda a Dino de una manera completamente diferente, es una antítesis.
—Esa es tu primera carta.
—¿Moriré?
—No necesariamente.
—¿Entonces qué significa?
—Has sacado la carta invertida. Alguien importante para ti morirá y no podrá regresar con hechizos, será una muerte definitiva, alguien como... —Sergei eleva su mentón con una sonrisa que desprende chispas y llamas, la atmósfera se vuelve mil veces más pesada, se ahoga, es como si tuviera pétalos espinosos acribillándose entre sus pulmones, no respira—. Un amante.
—¿Un amante? No tengo amante.
Aslan.
Su dulce Aslan.
—¿Oh sí?
—Escoge otra. —Entonces sus dedos han tomado una del medio, le da terror voltearla y aun así, esa figura se ha desplegado ante él, mostrando a un chico escalofriantemente similar a Eiji plasmado en las cartas con los ojos repletos de lágrimas rojas y una expresión de corazón pisado—. El enamorado, significa una pasión desbordante que se asocia a esa muerte. —La profecía de Yue, debe recordarla.
—¿No puedo evitar la muerte de Ash? —No tiene idea de qué acaba de decir, pero brota de su boca con una sed implacable—. Sé que lo matará Arthur y será mi culpa, eso calza con las cartas pero...
—¿Pero?
—¿Qué estaba diciendo? —Se encuentra a sí mismo tan desorientado, sus dedos se deslizan por sus escamas para aferrarse con garras y dientes al momento, no debe desconectarse, no debe permitir que sus párpados pesen con el agradable baile del agua en la silla o el aroma tan familiar, por brazos de Ibe consolándolo o tulipanes de estoysufriendoenamorado—. ¿Cómo pagaré su lectura?
—Alguien más ya la ha pagado por ti. —Pero su voz rebota y es una droga, cada vez que Sergei cierra la boca y las ondas golpean las orejas de Eiji es un reinicio—. Me preocuparía más por la deuda que otra persona te pudo dejar.
—¿Deuda? ¿Qué estaba diciendo?
—Te queda una última carta.
«La maldición».
Es una carta extraña por dónde se mire, el mestizo jamás había vislumbrado esa ilustración y aunque no se encuentra familiarizado con el mundo de la magia, hay algo oscuro arremolinado en la imagen de un chico de cabellos tan negros como la tinta y ojos de dulce caramelo tatuando su muñeca con sus propias lágrimas ensangrentadas, las letras son verdes, de un verde jade espectacular, es el color más hermoso que ha vislumbrado en su vida y se interroga si será un solo verde o una infinidad de matices danzando, es el iris de Ash.
¿De quién?
—Significa sacrificio. —Sergei le explica, su cola se siente aturdida progresivamente en esa silla, mientras más escucha su voz más dormido se profesa—. Significa que tendrás que tomar una decisión cuando Ash Lynx vaya a morir y esa decisión traerá terribles consecuencias para ti, significa que finalmente todas esas respuestas que has estado esperando llegarán a ti y eso no te gustará, no son respuestas lindas o deseables, son respuestas que te traerán un sinfín de desgracias.
—¿Podré ayudarlo? —Entonces Sergei pone encima de la mesa un pequeño baúl.
—Este es un cofre con un tesoro muy importante.
—¿Debo abrirlo? —Su lengua se siente pesada, como si fuese un bloque de hierro en su mandíbula.
—Cuando llegue el momento y hayas tomado la decisión, ábrelo. Solo funcionará una vez y si lo usas en el momento equivocado será en vano. —De repente las velas se apagan, las cenizas se dispersan y tiene otra vez sus piernas y están en una humilde tiendita en el centro leyendo cartas de la fortuna mientras sus amigos lo esperan en la entrada aburridos y ¿qué ha sido eso?
—¿Qué pasó? —Eiji aprecia que estuvo sometido en un sueño muy largo, fue a la tienda de Fox para que les presentaran a un adivino y... Ah, sí, así llegó a esta tienda. Mira las tres cartas sobre la mesa de madera y siente náuseas al leerlas—. ¿La muerte? Yo debo salvar a mi novio, por eso vine, morirá pronto, mi amigo tuvo una premonición. —Y entonces, el aludido parece reaccionar, como si recién despertase de un trance y se mete a zancadas dentro de la tienda.
—¡Es cierto! Lo vi morir en mis sueños.
—Esto los ayudará. —Sergei golpea el cofre—. No lo abran a menos que estén seguros de pretender pagar el precio.
—¿Un cofre lo salvará? ¿Qué tiene? ¿Veneno para ratas contra Arthur?
—¡Yue! —Es Sing quién entra ahora—. Aunque tampoco me agrada Arthur es grosero llamarlo rata.
—Pero si es una rata de alcantarilla.
—¡Yue! —Sing gimotea con frustración—. ¿Tiene veneno para ratas? —Y se le escapa la pregunta al ser demasiado curioso e ingenuo.
—Tiene el hechizo correcto para la persona correcta. —Musita con una sonrisa—. O la maldición correcta para el maldito equivocado.
No preguntan más.
—No vamos a usar eso. —Es lo primero que Yut-Lung Lee escupe al salir de la carpa con una jaqueca y un mareo que lo hacen concebirse en pleno altamar—. Nada bueno puede salir de algo maldito.
—No dijo que tuviera una maldición. —Eiji defiende al cofre del tesoro que acuna contra su pecho, se siente cálido, como si la madera estuviera en llamas e intentase sangrar fuego para calcinar piel, músculos y huesos—. También habló de hechizos correctos, quizás solo habla en claves.
—Charlatán de mierda. —El mestizo sonríe, entendiendo que este sujeto se lleve tan mal con Aslan ante el parecido que chispea entre ellos dos—. No le costaba nada ser claro, ¿qué te dijo en la lectura por cierto? No recuerdo por qué Sing y yo nos quedamos afuera.
—Mhm. —El más joven frunce con fuerza el ceño, arrugando su nariz como si pudiese olfatear la respuesta entre los anchos pasillos del distrito mágico—. Tampoco lo recuerdo.
—Probablemente tuve que irte a buscar porque te metiste en problemas, bien hecho Sing.
—¡Eso no...! —Se calla—. Okey, es algo que yo haría.
—De todas maneras, no usaremos esa cosa maldita.
Pero Eiji tiene el presentimiento de que está olvidando algo más.
Algo importante.
Algo... ¿Blanco?
¿Blanca?
Plic, plic, plic.
Plic, plic.
Plic.
Fish Bone se encuentra a punto de zarpar cuando regresan, se suben sin dar mayores explicaciones y parten su viaje hacia aguas muertas, Eiji esconde el cofre del tesoro con sus pertenencias, tampoco le genera un buen presentimiento el usarlo, se desconectó entre la sesión de lectura, ahora, mirando hacia atrás en su mente la confusión entremezclada es obvia, Sergei hizo algo con su cabeza o quizás lo hechizó, apenas puede entrever las líneas de lo que ocurrió, le aterra haber podido revelar una pieza fundamental de información a quién no debería, no obstante asegura que se hallan a salvo los secretos de Ash, si el mismísimo Dino Golzine no lo obligó hablar dentro de sus propios sueños con tortura, nadie lo hará.
Llegar al cuarto del capitán es todo lo que espera y más, porque acá está el foco de sus penurias, su alegría, su suspiro, dueño de sus labios, rey de su corazón, Dios de su voluntad, verdugo de sus ojos, adorador de sus rayos lunares envuelto en la seguridad de la capa, con el cabello desparramado por doquier, con esa camisa extraordinariamente blanca abierta en los primeros botones, con sus lentes de montura gruesa (que en secreto le encantan) mientras traza garabatos encima de una libreta.
—Vaya. —Sonríe quitándose los lentes sin moverse de la cama—. Suelo ser yo quien debe ir a buscar el tesoro, esta es la primera vez que el tesoro viene a mí.
—Eres un idiota. —Bufa con las mejillas rojas y el corazón pesado, intentando apartarse de la mala noticia, tendrá que dársela más adelante o tal vez no se pueda, francamente Eiji no comprende aún las reglas del mundo mágico y ese campo minado de restricciones—. ¿Qué haces? —Por ahora solo ansía estar ahogado entre los brazos de Aslan.
—Dijiste que podía hacer mi propio libro, ¿recuerdas?
—Claro que sí. —Ash lo invita a acomodarse a su lado con la mirada más suave del mundo, sus ojos relumbran como si fuesen esmeraldas, una tímida sonrisa juguetea en sus labios, el mestizo no sabe si es de picardía o de disculpa por el regaño—. ¿Lo estás haciendo?
—No dudes de eso, onii-chan. —Cree que es una mezcla de ambos apenas escucha el apodo—. ¿Te gustaría verlo? —Y lo confirma ante esa sospechosa invitación, aun así, luce alegre de tenerlo arriba del Fish Bone así que le da el beneficio de la duda.
—Me encantaría. —Se recuesta sobre la cama, repasa las líneas del libro—. Todos son momentos al lado de Shorter.
—¿En serio? —Ash da un suspiro jodidamente teatral que lo irrita—. No me había dado cuenta.
—Ajá.
—Como es la persona más importante para mí le he dedicado un montón de capítulos.
—No le vayas a decir eso o pensará que le estás coqueteando.
—¡Eiji! —Gimotea—. Se supone que debes ponerte celoso.
—¿De Shorter? —Gracias a la conversación que entablaron en el jardín la idea le es tan inverosímil—. Llegas tarde, ya tuvimos una charla sobre lo mucho que le encanta Yue.
—Maldición. —Gruñe entre dientes, las ambivalencias arremeten contra su corazón, es consciente de que existe más de un destino y un final y que la premonición de Yue no es absoluta, sin embargo, en este momento, sosteniendo la tibia palma de Ash contra la ternura de la cama, siendo absorbido por esos jades al alba, saboreando el dulzor de su aliento, todo se siente demasiado... Humano.
Frágil.
Efímero.
Rompible.
—Aslan... —Así que hace una pregunta que se juró que no haría—. ¿No te gustaría ser inmortal? —No debe asumir que no desea convertirse en inmortal por el disfrute de su humanidad, puede haber otra razón tras esa reticencia y sería mucho peor atormentarse en soledad a preguntarle.
—¿Qué?
—Más allá de la maldición, si pudieras ser inmortal. —Intenta hilar, cosiendo las palabras una tras otra tras otra, hasta formar una oración temblorosa—. ¿No te gustaría?
—Si fuera a tu lado sí. —Le confiesa con simpleza—. Pero no me importa, mientras tenga el tiempo suficiente para hacer todo esto contigo creo que estaré bien.
—¿Hacer qué? —Y entonces las mejillas de ese depredador se tiñen de un feroz carmesí, sus dedos tiemblan antes de dar vuelta a la siguiente página y ahí se despliega ante Eiji un universo con deseos tan adorables como inocentes para hacer juntos—. Oh, Aslan.
—¿Te gustan?
—¿Qué si me gustan? —Ríe con incredulidad—. Esto es maravilloso.
Una lista de deseos entre Ash y Eiji.
Algunos son ínfimamente cotidianos: plantar un jardín de flores, tener una cabaña a las afueras de Izumo, adoptar un perro, preparar el desayuno juntos, pintar la casa, etc. Otras le sangran el corazón por lo certeras que son: emprender aventuras a tierras prohibidas, formar una familia, envejecer en la compañía del otro. Ash se ha imaginado y vivido toda una vida a su lado y Eiji... Eiji llora al recordar la premonición de Yut-Lung, porque no hay nada en este universo que anhele más que esto.
—¿Tan seguro estás conmigo? —Ash le presiona un beso sobre la frente, es un toque reconfortante, el cuaderno cae al suelo, su capa no duda en estrecharlo contra su fornido tórax.
—Nunca he estado tan seguro de algo en mi vida. —Sin levantarse del pecho de su novio, bebiendo de los latidos de su corazón, el mestizo alza el mentón, esos indómitos cabellos rubios no tardan en hacerle cosquillas contra la nariz, huelen a hogar y se sienten como el sol, acá es donde pertenece—. Sé que recién estamos comenzando y puede ser tonto tener tanta expectativa, pero es que... Eres la persona más maravillosa que existe en el universo entero y te enamoraste de mí.
—Aslan.
—Eso me hace pensar que debiste ver algo en mí que yo todavía no puedo y que no lo sé, podemos romper mi maldición y tener un futuro juntos, que podemos... —Lo frena, intercambia el rol, porque a fin de cuentas, para Eiji es una necesidad más intrínseca y primitiva que respirar el recordarle lo valioso y amado que es, es débil ante Ash, siempre lo ha sido y siempre lo será.
—Mi dulce Aslan. —Musita, presionándole un beso superficial—. Podemos tener todo eso y más.
—¿Entonces te estás proponiendo, onii-chan? —La risa salpica su voz, haciéndola sonar más jovial y viva—. Porque mi respuesta es sí en ese caso.
—Primero busquemos una sirena y luego veamos los planes matrimoniales. —Juntan sus frentes en un ronroneo mutuo, se mantienen acá, en silencio, deleitándose de la calidez ajena y deseando que este momento se extienda para siempre, Eiji visualiza esas cosas que Aslan ha trazado, aquel futuro donde no existe otra preocupación más que regar las plantas o pensar en qué cenarán, piensa en su vida entera al lado de este joven y sonríe.
Eiji hará lo que tenga que hacer para que eso pase.
Porque Aslan.
Neptuno, si alguien se merece la vida, el mundo, el cielo, la tierra y si quiere el mar, es él.
Puntos importantes a quedarnos con esto: es obvio que Blanca o tiene ciertos poderes o ciertos efectos en Eiji, conoce de su pasado y además el tema de los nombres~ Hay un detalle ahí, relax, cada uno de estos puntos los iremos desglosando con mucha mayor profundidad. El capítulo de mañana es bien... Especial, lo sabrán cuando lo vean. Así que muchas gracias por leer.
¡See ya!
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro