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18. Collar.

Hi~ Estamos de regreso con esto, creo que solo necesitaré una semana extra o una semana y media de más prorroga pero nos mantenemos optimistas, este es uno de los capítulos más lindos en la trama con el otro, les tengo mucho apego no sé porqué, ya me conocen, a veces solo le gustan capítulos sin explicación. Y por ende este debe ir dedicado a una personita sumamente especial a quien amo mucho MrGako, me has dado mucho más de lo que merezco desde que llegaste a mi perfil, podría dedicarte un testamento entero de lo mucho que eso significa para mí, pero prefiero decirte gracias y darte este capítulo. Eres un amor.

¡Ojala les guste!

Morir es extraño. Si bien, la muerte no es tema recurrente para Eiji, ha llegado a esa conclusión tras haber fallecido en dos ocasiones. Las personas tienden a romantizar la muerte, creyendo o inclusive esperando que sea algo significativo y transcendental, la clase de alteración en el cosmos que ponga la diferencia entre un antes y un después. Aquí el aliento final es especialmente revelador, ese suave instante donde el corazón arroja las últimas palpitaciones y el cuerpo se pliega, de repente está tan helado que la única manera de mantener ese trémulo calor corporal es encogiéndose sobre sí mismo y flectando la columna igual que un langostino. Es una eternidad tan efímera que en un ínfimo soplo ya se ha pasado por una galaxia de emociones hasta llegar a la resignación.

Eiji esperaba sentir heroísmo durante su último aliento y que esto a su vez se viese potenciado entre esas dulces memorias donde se convirtió en el protagonista imponente de su propia historia: el día donde él y Akira rescataron a una familia de tortugas mientras sus huevitos nacían, esa tarde donde Mizuno le enseñó a luchar con armas de madera para que pudiera defenderse y no solo eso, además le ganó, la vez que Ibe se desmoronó entre sus brazos y él tuvo que ser conciliador, su hazaña sobre la paradoja de ser un mestizo. Sí, Eiji esperaba que una película con estas memorias pasara para que finalmente él pudiese decirse a sí mismo: «Por esto lo hice, por eso valió la pena».

Pero no pasó.

En su lugar se encuentra recordando pequeñas banalidades mientras el color abandona su piel, cada músculo se le entumece y debe batallar para que todavía llegue oxígeno a sus pulmones, con la nuca volviéndose realmente pesada contra la arena y perdiendo progresivamente la sensibilidad corporal para que única y exclusivamente haga frío. Eiji se detiene en pequeñas cursilerías, en vez de dichoso grandioso montaje heroico su mente proyecta esa vez que Shorter le prestó la chistera y le dijo que se veía incluso más genial que él, cuando Sing intentó subirlo a una montaña rusa emocional por un simple capricho por ver cambiar a su corsé (y porque lo vio deprimido y esa es su manera de animar), la noche que Yut-Lung se arrastró a su cuarto con pasos trémulos y el corazón sangrando tras tener una pesadilla con su mamá, le dijo que quería té y ya, pero se quedaron charlando hasta que el alba los empapó, los bailes ebrios de la tripulación, las bromas, los regaños. Y sobre todo, piensa en Ash.

Aslan.

Su dulce Aslan.

Piensa en sonrisas con olores a libros viejos, piensa en pucheros de odioelnatto, piensa en mechones rubios y rebeldes cosquilleándole contra las mejillas tan rojas y adoloridas de tanto reír, ojos verdes, tan verdes que todavía no puede descifrar si son de ese matiz que lo engatusó en el arrecife de coral o es algo más. Piensa en besos con sabor a sol, en caricias que gotean seguridad, en latidos potentes con la fuerza necesaria para bajar una estrella, piensa en lo mucho que lo amó y mierda lo amó tan bien.

Lo haría todo de nuevo sin chistar, recibiría un disparo, bebería veneno, se pondría en la línea frente al fuego e intercambiaría de lugar si con eso pudiese garantizar su seguridad.

Latido... Latido... Latido...

«Por esto lo hice» entonces se dice, extendiendo su mano una última vez, memorizando esa imagen porque si existe imagen alguna que desee que trascienda en su alma es esta: Ash sonriéndole.

Latido... Latido... Silencio.

«Por eso valió la pena».

Latido... Silencio.

Silencio.

Y entonces muere, muere de verdad.

Sin arrepentimientos.

Sin tristeza.

Sin dolor.

—¡Eiji! —Pero aun cuando la muerte lo ha venido a buscar, acomodando su pulcro manto negro en sus delgados y frágiles hombros siente que lo regresa un tirón de alma, es violento e irrefrenable—. Por favor Dios, llévame a mí en su lugar, te lo ruego.

Eiji conoce esa voz.

Latido... Latido...

—¡Apártate, Lynx! Me estás estorbando. —Una presión muy fuerte dentro de su pecho paraliza todo a su alrededor, los huesudos y largos dedos de la muerte detienen su agarre al borde de su pescuezo, haciendo coacción entre las venas verdosas que resaltan como maleza en su piel—. No puedo creer que fuera tan idiota para tomar veneno, está bien si sucumbe pero él me juró lealtad inquebrantable y no tiene permitido morir hasta que yo se lo permita, ¿escuchaste eso?

Latido... Latido... Latido...

—Juro que te maldeciré si te mueres y te atormentaré, no puedes dejarme, Okumura.

—¡Reacciona!

Abre los ojos de golpe.

Aunque no sabe cuánto tiempo ha pasado muerto despierta apenas siente una cachetada contra su mejilla, debe esforzarse al abrir los ojos, sigue con párpados pesados, es como si su piel se apreciase recubierta por una capa de escarcha que progresivamente se derrite ante la llegada de la primavera, un quejido escapa entre sus dientes al intentarse levantar, esos deslumbrantes ojos verdes lo hacen sonreír otra vez, porque a pesar de la molestia y preocupación que chispea alrededor de su iris dicen sin duda: «bienvenido a casa, onii-chan». Su cola de lince se halla enroscada en su cintura, sus brazos fornidos lo sostienen como si su propia alma dependiese del bienestar de Eiji, de esa manera lo cree.

—A-Ash... —Su voz escapa en un jadeo trémulo y descolorido, yace recostado encima de los muslos del nombrado y su calidez no tarda en derretirlo para reanimarlo—. Hola. —Y por muy colérico que su amante pueda lucir, se ríe ante tan banal saludo.

—Hola. —Musita con adoración, entrelazando los dedos de Eiji entre los suyos, llevándoselos a sus labios para plantar un jardín de mariposas iridiscentes encima de sus nudillos, es agradable, dulce y tan íntimo que le agita el corazón aunque recién lo hayan vivificado—. Estuviste fuera un tiempo.

—Mira quién habla. —Bufa—. Prometiste que regresarías a salvo de prisión.

—Regresé a salvo.

—Ajá.

—No me mires así. —Advierte, enredando sus caricias entre los desordenados mechones entintados del japonés, derritiendo sus toques con una ternura abrumadora—. Estoy acá en una sola pieza ¿no?

—Te estabas ahogando la última vez que te vi. —Su voz retiembla en una tormenta, y le es hipócrita estarlo regañando, lo sabe, pero le prometió que estaría a salvo incluso en esa píldora y fue chocante verlo palidecer con esas dos marcas de veneno encima del cuello—. Estabas muriendo.

—Y decidiste morir por mí. —Silencio.

—Ash... —Eiji es quien quiebra la tensión, alzando una de sus palmas para repasar con roces de seda y terciopelo el mentón del nombrado, navegando por cada herida, peca marchita y vestigio maldito que encuentra, se pregunta si esto será a causa de la transformación y lo marea—. ¿Qué pasó?

—Arthur.

—¿Eh? —Entonces el más joven suspira, alzando uno de esos mechones de luz como si aborreciera que Eiji fuese parte de este mundo cuando es quien ha escogido permanecer y no solo eso, sino que lo haría otra vez, supone que Ibe tenía razón acerca de su nulo autocuidado—. ¿A qué te refieres?

—Al parecer Arthur sigue vivo y planea una venganza. —Dice eso bajito, como si murmurar al hálito le restara importancia de forma inmediata—. Sus secuaces me emboscaron, estábamos en la faceta final de la escapada y me rodearon, como soy un héroe muy noble tuve que salvarle el culo a Max.

—¡Oye! —Y entonces se percata de que hay más personas en la habitación—. No me salvaste el culo ni nada, literalmente me empujaste hacia una alcantarilla.

—Pero te salvé, ¿no?

—¡Sí pero...!

—Caso cerrado. —Proclama, haciendo enfadar al contrario, no puede verlo desde esta posición, sin embargo, sus refunfuños inundan la totalidad de la habitación, meciéndose junto al fino dosel rojizo que pende entre las cortinas—. Como te estaba diciendo antes de que nos interrumpiera. —Escupe con recelo, tensando aún más esa cola caprichosa a su alrededor—. Arthur conoce nuestro plan.

—¿Por qué siempre que salimos de un peligro entramos a otro? —Gimotea, encogiéndose contra el pecho de Aslan como un girasol anhelante de luz, esos jades se suavizan al instante, lo enternece de sobremanera y no puede evitarlo—. Estoy empezando a creer en las palabras de Ibe-san, eres mala influencia para mí, me has corrompido.

—¿Eh? —Pero el desgraciado se lo toma como un juego—. ¿Acaso he corrompido a la joven virgen?

—¡Ash! —Lo golpea—. ¿Tienes que sacar mi intimidad frente a todos?

—Oh, no te preocupes. —Entonces esa sonrisa repleta de diablura infantil se alza entre sus mejillas anunciando una crónica de problemas—. Para poder planificar nuestro viaje vamos a quedarnos en una posada donde tenemos que compartir habitación. —El rostro se le calienta ante tanto descaro, ¿acaso no conoce la vergüenza? Claro que no, más cuando su objetivo es molestarlo, va a devolverle esto, va a pagarle con la misma moneda más que encantado.

—No sabía que tenías esas intenciones conmigo. —Se levanta, enredando sus dedos en esa cascada dorada, apegándose al pecho de Ash como si quisiese construir dentro de ese lugar una casa—. Ash, deberías habérmelo dicho antes y así podría haberme puesto algo más apropiado para ver los rubios de ahí abajo.

—¿Apropiado? —Se muestra todopoderoso y seguro con su sonrisa, no obstante, las motas de rojo detrás de sus orejas delatan sus nervios, es un alivio, piensa—. ¿Otro corsé?

—Uno de Nori Nori. —Y entonces toda la pasión se extingue para ser reemplazada por un mohín feo y taimado que le arranca una carcajada—. Esa es mi ropa más sensual, te encantará. Solo imagínalo, tú y yo solos en una cama con Nori Nori mirándonos fijamente en la oscuridad, es excitante.

—¡Eiji! —Y lo hace gimotear—. No me gusta ese fetiche.

—¿Acaso hay otros que sí te gustan? —Se arrepiente de preguntar al instante, esas orejas moteadas de lince no demoran en alzarse junto a un travieso ronroneo, ha abierto una caja de Pandora, joder.

—Bueno, ahora que lo mencionas...

—¡Suficiente de esta mierda! —Yut-Lung se encuentra tapándole los ojos a un muy curioso Sing, sus fosas nasales se ensanchan y contraen en escalada, se ve igual que un animal furioso—. Es el horario para todo público y no te reviví para verte haciendo marranadas con ese gato pulgoso.

—¡Oye! Me encontraron una pulga una sola vez.

—Sí, sí, qué bonito. —El villano rueda los ojos en un despampanante despliegue de encanto, dichoso mundo no valora la tremenda humildad que ofrece, debería ser un santo, no un maldito—. Te reviví porque no puedes morirte hasta que yo te lo autorice, ¿vale? —Para poner aún más énfasis en su amenaza procede a tomarlo del cuello de su camisa y zarandearlo sin cuidado.

—¿Y qué pasa si muero en batalla? Me estás pidiendo algo un poco irracional.

—Irracional los huevos morados de Shorter, revives y vuelves a mí hasta que yo te dé permiso. —Su voz es firmemente disparatada—. Aunque me avergüenza admitirlo, no sería nada sin mis preciados sirvientes, siéntete jodidamente afortunado por lamer mis zapatos.

—¡Yue! —Sing es quien chilla esta vez, tiene las mejillas infladas y el ceño tan tenso que han nacido sus primeras arrugas—. Ya tuvimos esta conversación, somos amigos, no es tan difícil decirlo.

—¿Amigos? ¿Sirvientes? El punto es que me adoran y morirían por mí. —Y Eiji ríe, sintiéndose tibio y protegido entre los brazos de Aslan, escuchando las pataletas entre ellos dos mientras el resto de la tripulación chismea y probablemente guarden información para chantajearlos más adelante—. Ni siquiera se te ocurra suplicar mi perdón si mueres de una manera tan patética, me bajaste la estrella del cielo, no te permitiré perecer de una forma tan poco genial.

—A tus órdenes. —Le da cuerda—. Supongo que eso nos obliga a encontrar una sirena.

—¿Qué clase de pregunta es esa? Claro que sí. —Brama, imponiéndose con un taconazo de su bota entre las delgadas paredes de la estancia—. Y si ese pescado no quiere ser sushi, va a escucharnos.

Y aunque refunfuña, sutilmente sonríe.

Estas son personas por las que vale la pena morir, eso es cierto. Pero sobre todo, son personas por quienes vale la pena vivir.

La estancia es pequeña y ¿cómo decirlo? Poco mágica, es un conjunto de cuartos con camas y uno que otro mueble roñoso y aun así, el ambiente le sabe a sangre, vida y amor correspondido. La luna se cola por su ventana, las estrellas resultan borrones de oro blanco en lugar de fuentes de nostalgia, se pregunta si Ibe estará mirando las constelaciones en este momento, suele hacerlo para lidiar con la preocupación y bueno, vive estresado y preocupado. La infinidad de problemas que evitó observar estallan en su cabeza igual que una burbuja de jabón. Piensa en el mensaje de su madre, en Blanca, en las personas de Izumo cruelmente mudas, en la maldición de Ash y el riesgo de la inmortalidad.

Suspira, metiendo sus manos dentro de sus bolsillos, deslizando sus dedos alrededor de ese amuleto hasta sacarlo, sus bordes dorados relumbran como si lo hubiese extrañado, ejerciendo un contraste aún más palpable contra las letras jades y escarlatas. Le duele pensar que eso puede ser un señuelo para usarlo a él de carnada mientras los verdaderos seres mágicos huyen. ¿Acaso no habría sentido culpa esa mujer si hubiera muerto?, ¿lo habría extrañado?, ¿habría sentido algo?, ¿qué tal Eiji? ¿Hay remordimiento por haber fallecido y nunca haberle dicho esas cosas que se le dicen a una mamá?

¿Estás orgullosa de mí? ¿Te molesta que haya usado tu vestido para construir una carpa? Me gusta cuando me peinas, tus manos son suavecitas y siempre huelen agradable, tu cocina es deliciosa, por favor arrópame y léeme un cuento antes de dormir.

Te amo, mamá. Eres la mejor.

Pero aún si la tuviera enfrente...

Aún si consiguiera las respuestas que espera y tanto teme.

¿Eso es amor? ¿Debe amarla? En ningún momento se detuvo a pensar en ella con su último aliento, ni siquiera se lamentó su ausencia y eso es... Triste. Érase una vez una mamá que no supo ser mamá así que se deshizo del hijo. Érase una vez un papá que prefirió irse a la guerra a lidiar con la verdadera batalla. Érase una vez un niño cuya infancia fue robada a falta de papás.

—Eiji.

Érase una vez un humano que perdía su humanidad.

—Hola. —Se encuentran a extremos opuestos de la habitación, su corsé ni siquiera reacciona con la presencia del lince y eso capta su atención, debe estar realmente deprimido para no alzarse en tono brillante o flores llamativas para delatar su obvio enamoramiento—. Ash, ¿puedo preguntarte algo? —El nombrado sonríe, dando pasos tiritones y a ciegas en la estancia.

—Ya me estás preguntando algo, Einstein. —Aunque se burla, no tarda en envolver el vientre de Eiji entre sus fornidos brazos, le presiona un beso con sabor a injusticia contra los cabellos, su atención navega desde la luna para volver a su propia estrella, el frío se ha colado al palco.

—Hablo en serio. —Pero da igual, ¿acaso algo en el mundo importa estando con Ash? Lo duda—. Es algo que necesito preguntarte directamente y deseo que seas honesto.

—Puedes preguntarme lo que sea. —Sus labios descienden a lo largo de su cuello derritiéndolo, este chico sabe dónde es débil y es bueno presionando sus zonas sensibles—. Puedes preguntar y tener todo lo que quieras de mí, onii-chan. —La piel se le eriza ante tan seductora tonalidad de terciopelo.

—Odio ese apodo. —Pero ama cómo se lo pronuncia deliberadamente bajo en la oreja, omite—. Si tu maldición se llega a consumar vas a ser inmortal. —No es una pregunta—. ¿No es así? —Aunque necesita desesperado una respuesta.

—¿Cómo...?

—Yut-Lung.

—Claro que ese metiche te dijo. —Refunfuña, aflojando el agarre para que se puedan vislumbrar—. El histriónico haría cualquier cosa para tener la atención encima, me irrita.

—No cambies de tema. —Un suspiro resignado arde en cenizas.

—¿Te dijo algo más? —El cuarto se localiza sumido en una oscuridad casi religiosa, las sombras se han pegado por doquier, vertiendo sus caricias de tinta en un velo maldito, apretando sus pulmones, dejando correr por su espina el miedo y la angustia.

—Dino Golzine es inmortal. —Entonces, Ash suspira muy pero muy triste.

—Lo es. —Se resigna—. Todo lo que te dijo es verdad.

—¿Por qué no me contaste antes? —No pretende reprocharlo, sin embargo, tampoco es sano fingir que no lo está afectando, Eiji se pregunta si podría amarlo aun sin ser humano, no porque tema a la bestia que encierra su maldición o se deje arrastrar por el pasado, no obstante, no puede imaginarse esos ojitos verdes sin semejante luz, esa luz que es capaz de desgarrar tormentas, detener el tiempo y robar corazones cuyas llaves se han perdido—. ¿Por qué?

—Tenía miedo. —Le confiesa, no queda máscara ni reticencia para escudarse, al final, ninguno es el caballero blanco que puede batallar contra dragones y romper el hilo del destino—. Si mi maldición llega a consumirse y me convierto en lo que él espera, ya no te podré amar. Aunque sé que tarde o temprano debías saberlo porque lo mereces, una parte de mí temía que retrocedieras acobardado.

—Ash.

—No porque seas un cobarde. —Su voz se ahoga en su propia garganta, el más joven da bocanadas violentas de soplo, intentando sobrevivir y no asfixiarse—. Pero soy demasiado para lidiar, no valgo la pena, soy demasiados problemas, tenté mi suerte al dejarte ver tanto y en contra del pronóstico te quedaste conmigo, pensé que decirte más sería tentar al destino, al menos... —Se derrumba, sus manos permanecen en el aire, flotan justo encima de los hombros del mestizo como si se contuviese para no tocarlo de más, como si no quisiese ensuciarlo—. Al menos quería disfrutar por ahora el ser amado por alguien cómo tú.

—Aslan. —Y entonces lo llama, se para enfrente en una posición tan firme que irrumpe en la ternura que gotean sus ojos cafés, se alza en la punta de sus pies, suave, lento y paciente, roza la barbilla de aspereza dorada para entablar contacto visual—. Nada de lo que me digas podría alejarme de ti, ya tuvimos esa conversación, ¿lo recuerdas?

—Aun así. —Tiembla, intentando desviar sus jades a cualquier otro lugar, sabe que apenas vea esos iris de caramelo se derretirá—. Me cuesta aceptarlo todavía. —No es todo. —Y me da miedo, es la primera vez que dejo a alguien entrar, me asusta el poder que tienes sobre mí.

—Jamás usaría tus secretos en tu contra. —Sangra.

—Esa clase de poder no. —Le explica, finalmente aprisionándolo entre sus brazos.

—¿Entonces? ¿A qué te refieres?

—Tienes el poder de privarme de tu existencia. —Finalmente confiesa, la luz difusa de la luna los ha salpicado en un velo novicio—. Y eso es mucho peor a cualquier castigo que Dino o mi maldición me podrían imponer. Tienes el poder y derecho de elegir estar a mi lado y estoy asustado de que algún día me veas en realidad y me dejes. —Semejante muestra de vulnerabilidad lo deja agonizando, esto es peor que morir tumbado en la playa, esto es tortuoso e impotente—. Y claro que puedes dejarme, pero te amo y no me gustaría que lo hicieras.

—Ash.

—Perdón por ser egoísta.

—No es egoísta. —Intenta bajarlo de regreso a la realidad, da pasos torpes y primerizos, danzan en este campo minado—. Yo me siento de la misma manera.

—Por favor. —Resopla—. ¿Quién sería tan idiota para dejarte?

—Tú aparentemente. —Gruñe divertido—. Señor 200 puntos de IQ que se ahoga en una alcantarilla.

—Fue una vez.

—Y una es más que suficiente. —Ríen, saboreando la tensión y la electricidad que la noche les ofrece en este estelar—. Privarme de ti sería quedarme sin sol. —Y permite que el pensamiento se le escape junto al diseño de girasoles que atiborra el corsé, porque no existe mejor definición para Aslan Jade Callenreese que su propio nombre y adora lo profético que impresiona.

—¿Crees que soy el sol? —Se burla, acomodando sus brazos con suma lentitud sobre la espalda del mestizo, permitiendo que su calidez sangre progresivamente hasta fundirse en su piel, se balancean aún sin música, igual que esa noche de bodas en Izumo—. ¿Tu sol?

—Lo creo.

—Yo creo que es al revés. —Entonces le confiesa—. Me ofende bastante que pienses que soy el sol entre nosotros dos. —Dice eso aunque los toques derriten la cordura del mestizo, dejándolo perdido y totalmente embriagado por ese perfume—. Tú traes luz y calidez a mi existencia llena de cicatrices, antes de ti todo era oscuro y frío, y ahora eres la razón por la que brillo. —Sonríe con una suavidad tan arrebatadora que lo hace suspirar, pero claro, todo acerca de Ash lo hace suspirar enamorado, realmente le encanta.

—Terco.

—¿Terco? Mira quién habla, por supuesto que eres el sol entre nosotros dos, ya admítelo.

—Claro que no.

—Claro que sí.

—Siento que podríamos debatir esto toda la noche. —Musita, encogiéndose hacia el pecho de Aslan por el mero placer a escuchar su corazón, esa es la única balada que necesita—. Para mí es al revés.

—¿Seguirás diciendo que soy tu sol cuando me convierta en una bestia? —Sus dedos se tensan entre las varillas del corsé, sus palabras se quiebran contra las olas, perdiéndose igual que un mensaje en una botella—. Cuando deje de ser yo mismo y me convierta en la marioneta de Dino, tú...

—Seguirás siendo tú. —Lo confronta—. Incluso si la maldición se llega a consumar seguirás estando ahí dentro, el Ash Lynx que conozco es la persona más irracional y terca que existe en el mundo.

—Después de ti.

—Probablemente. —Ríen—. Lo arreglaremos, leeremos el mapa y las encontraremos.

—Eso espero.

Y esas palabras son genuinas, incluso si Ash se convierte en la bestia voraz a la que todos temen Eiji cree que no cambiará en su totalidad, que es imposible que una maldición, magia negra o los deseos tomen la identidad de una persona y la anulen o peor, lo manipulen igual que a una marioneta. De cualquier manera, acaban en el salón.

Max Lobo es genial, le toma un par de segundos llegar a esa conclusión. Pese a su naturaleza humana se las ha arreglado para verse como un aventurero indómito con su camisa medio abierta de bordes negros y sus pantalones de cuero a juego con sus botas, incluso la gargantilla presionando contra su grueso cuello, subiendo y bajando al son de su manzana de Adán le cede un aspecto salvaje. Aunque lo que le da la genialidad al marino no es solo su apariencia, sino su estridente carácter de boca floja y aventuras de peligro. Es un hombre de mundo, y lo que más a Eiji le encanta de eso es la admiración secreta que relumbra en los jades de Ash.

—Debieron verme, le pateé el trasero en prisión. —Claro, admiración a su propia manera, Ash Lynx sigue siendo Ash Lynx después de todo—. El viejo no fue competencia para mí.

—¡Mocoso! —Le reclama, golpeando una jarra de cerveza contra el soporte de la mesa, el hostal es pequeño y vulgar en comparación a esos magnánimos lugares que conocieron en Nueva York, le da igual siendo franco, esto le resulta mil veces más acogedor—. Soy un par de años mayor que tú.

—Sí, como cien años.

—¡No es verdad! —Al parecer el tema de la edad realmente es sensible—. Estoy en los treinta.

—Toda una momia, de hecho, me sorprendió no tener que sacarte de un asilo.

—¡Aslan! —Lo regaña y para que use su nombre real deben ser cercanos, esto capta la atención del mestizo, quien se encuentra siendo dulcemente mimado con la fuente de los rugidos convertido en un ovillo encima de su regazo, igual que un gato—. ¿Cómo te las arreglaste para meterte en prisión? Me tomó por sorpresa verte ahí.

—No fue tan difícil. —Entonces el viajero bufa, escondiendo una sonrisa de orgullo contra la espuma del alcohol, todos se encuentran acurrucados en la estancia, achoclonados para que les llegue calor del agonizante fogón.

—Señor Max. —Sing lo llama con timidez, tiene los labios temblorosos y el coraje de carbón—. ¿Qué fue lo que hizo para acabar en prisión?

—¡Sing! —Shorter no tarda en regañarlo, tirándole la oreja levemente—. Es de tan mala educación preguntarles los crímenes a otras personas.

—¡Pero entrar a esa prisión es difícil! Solo los rufianes más grandes entran ahí, incluso Ash tuvo una serie de problemas para que lo admitieran. —El aludido alza una ceja y se traga la indignación entre pucheros contenidos, es un bebé, vuelve a pensar—. Debió hacer algo realmente malo.

—¡Sing!

—Deja de callarlo. —Bones lo defiende—. Yo también quiero saber.

—Eres un chismoso. —Kong bufa, arrastrándose hacia la polvorienta chimenea, el hollín forja niebla traslúcida a su alrededor, es vaporosa e irreal—. Por eso te juntas con las señoras del mercado.

—Y a mucha honra.

—Por eso nunca recibimos visitas acá.

—Ya, ya. —Max los apacigua a todos, convirtiéndose en el centro de atención a causa de su risa tan suave y paternal, le genera un contraste curioso con Ibe, son una antítesis, Lobo es la clase de papá que te enseña empujándote hacia el vacío, tirándote de la rama del nido para que vueles o te mueras mientras que Ibe, él es la clase de papá que te teje el nido entero con tal de que no te muevas gracias a que una brisa podría hacerte daño, es un poco histérico—. Les cuento.

—Ja, ¿ves que el señor Lobo es buena onda? —Sing aprieta los párpados y le saca la lengua a Wong, el pobre impresiona sufrir una crisis por su rebeldía adolescente, al menos eso le roba una carcajada a Yue, quien ha elegido a Shorter como su fuente de rencor y descarga—. ¿Entonces...?

—Bueno. —Max se inclina hacia el fuego, divertido, creando una atmósfera de incertidumbre y puro dramatismo, da una calada de aire y lo suelta—. Fui arrestado por confrontar al mismo Dino Golzine.

—¿Eh? —Los ojos de Sing relumbran como si tuviesen estrellas dentro—. ¿De verdad?

—Claro que sí, ¿por quién me tomas?

—Pero Dino Golzine es un inmortal y tú eres un humano, ¿verdad?

—Y eso qué. —Bufa con una mueca arrugada y fea, Ash tiene razón, el paso del tiempo lo ha hecho ver mayor—. Nunca ha sido un impedimento para enfrentarme a los villanos más ruines, yo navegué en aguas más turbulentas incluso en mi juventud.

—¡Wow!

—Así que enfrentarme a Dino Golzine fue pan comido, intenté quitarle el centro de su magia, atreví a infiltrarme en sus filas para descubrir su debilidad porque como saben, todos los inmortales tienen una debilidad o los seres malditos. —Ni siquiera lo había pensado, el recuerdo de Marvin y el puesto de secretos relumbra en su mente y debe negarse para sacárselo de encima—. Quería matarlo, ese era mi objetivo.

—¿Por qué haría algo así? —La conmoción chispeante en la voz de Bones delata el nervio, sus puños retiemblan encima de sus rodillas, incluso sus colmillos sobresalen en un ademán de expectación—. Él es un hombre muy malo y peligroso.

—¿Acaso no es obvio? —Todos niegan al unísono, se han sentado ante el marino igual que un grupo de niños—. Por amor.

—No seas asqueroso. —Ash dice eso, escondiéndose en el regazo de Eiji para disimular el asco pero lo que oculta es una tímida sonrisa, eso lo enternece de sobremanera, es lindo, es tan lindo y duele que esté pasando por esto, no debería—. Qué bueno que Griffin no puede escucharte.

—Todavía. —Advierte, levantándose heroicamente de su asiento, acomodando sus grandes palmas sobre su cintura, dejando caer una de sus pesadas botas de cuero encima de la chimenea mientras el calor le ondea el cabello, luce etéreo, igual que un héroe directamente arrancado de las páginas de un cuento de hadas—. Pero vamos a rescatarlo.

—Muy bonito su cuento. —Yut-Lung se levanta, da aplausos lentos e impasibles, es desinteresado—. Es una pena que sea mentira.

—Yue...

—¿No es así? —En lugar de defenderse, Max baja el mentón, se muerde la boca tan fuerte que logra ver un hilo de sangre cayendo hacia su barba, despertando la curiosidad de Eiji y de más de algún presente, los pasos del villano son implacables y despiadados—. Qué no se te olvide, veo el corazón de personas como tú.

—Deberíamos ir a leer el mapa. —Dice en lugar de defenderse.

—Tienes razón.

La incomodidad se mantiene omnipotente durante el resto de la conversación, la silueta heroica de Max se derrite igual que esperma de vela en aquel imponente mapa que no dice nada, de pronto la fachada pasa a ser solo eso ante la mirada afilada de Yut-Lung Lee, quien parece haber desarrollado un desagrado instantáneo por el marinero.

—Déjalo solo, le gusta armar drama.

Y sí, podría atribuírselo a la personalidad de Yue y decir que es así, que no tiene mayor importancia, no obstante, el mestizo recuerda con demasiada vividez su gama de emociones para vislumbrar que se encuentra más que justificada, incluso cuando sus fantasmas lo atañían no mostró esa fragilidad, acá mira a Max vulnerable y traicionado, como si fuese personal, y aun así, le permite estar frente a su tesoro, observando y trazando tiras que nadie más puede ver en ese mapa vacío.

—Será un viaje a aguas muertas. —Declara con una voz grave y gangosa, como si hubiese estado un millón de años mudo y ahora recién retomase el arte de hablar—. ¿Estás seguro de que el mapa se encuentra correcto? —Yut-Lung jadea ofendido, se agarra el torso con tanto pero tanto histrionismo que si no lo conociera diría que se halla al borde de sufrir un ataque al corazón.

—¡Claro que es el original! —Chilla, enrollando de su preciado mapa para golpear al mayor sobre la cabeza—. ¡Remedo de pirata! No todos los tesoros son de dudosa procedencia, algunos los pedimos de manera legítima ¿sabes?

—No soy un pirata. —Espeta—. Soy un viejo marino.

—Un marino corrupto más bien, sé cosas sobre ti, Max Lobo. Te lo dije, veo lo que hay en tu corazón y he escuchado tu nombre antes.

—¿Sí? —Pero el nombrado no parece intimidado o reticente, al contrario, esboza una sonrisa diabla y juguetona, como si realmente lo divirtiese discutir con Yue—. ¿Qué tanto sabes de mí? Ilumíname.

—Sé que solías ser un buen marino, uno fiel a tus causas antes de que te cambiaras de bando.

—No me cambié de bando.

—Claro que sí, las leyendas son bien claras.

—Solo llegué al lugar correcto.

—¿Lugar correcto? ¡Por favor! —La saña arde en sus venas con tanta violencia que lo tiñe de rojizo—. Ya vas a empezar con tus cursilerías, las leyendas dicen que lo tenías todo para ser un héroe y en última instancia decidiste traicionar a todo lo que creías para ayudar a cerdos como Dino. —Silencio.

—Yo no...

—¿Acaso me equivoco? —Y para cualquier persona externa sería fácil juzgar a Yut-Lung ante aquella muestra de agresión, sin embargo, Eiji lleva suficiente tiempo compartiendo a su lado para apreciar que esa rosa marchita en su oreja es por su pasado—. Te recuerdo bien, ayudaste a mis hermanos para sus desagradables encargos cuando intentaron aliarse con Dino, ¿no es así? —Se inclina, rencor arde en sus pupilas y tensa su mandíbula—. Cuéntame, ¿fue divertido recibir el pago a costa de...?

—¡Suficiente! —Aslan es quien corta la conversación—. No hables de Max como si lo conocieras. —Y entonces la risa de un animalito herido retumba por aquella mugrienta estancia libre de magia.

—Tú tampoco lo soportabas, Ash. —Gruñe, confrontándolo frente a frente—. Ni siquiera soportabas la idea de verlo y ahora has recurrido a su ayuda, te creía más inteligente, qué decepción.

—Puede que haya cambiado de idea.

—Tú no cambias de idea.

—Y tú no me conoces tan bien.

—Tal vez. —Yut-Lung tararea, sus manos se acomodan detrás de su espalda, deslizándose con suma elegancia entre las varillas de su corsé—. Pero en el fondo somos lo mismo.

—No lo somos.

—Perdóname por formularlo mal. —Su voz suave es un contraste malicioso con su sonrisa goteando veneno—. Nos convertiremos en lo mismo si no hacemos nada. —Aunque ríen no hay nada que dé gracia en la habitación, Yut-Lung da pasos que parecen zancadas hasta llegar ante Ash con esa risita de corazón doliente en la manga—. ¿Ahora si lo dije correcto?

—Fue una mala idea dejarte libre de tu maldición. —Gruñe, mostrando garras y colmillos, apagando a la luna con su voracidad solar—. Tú no cambias.

—¿Y tú si?

No son capaces de concretar un plan luego de semejante caos, cada quién se va por su propio lugar, y aunque Eiji intenta seguir a Ash o a Yue, de alguna forma acaba encontrando primero a Max, está fumando en el balcón frente al jardín, bajo la luz de la luna yacen atrapadas aves de sombras en una estancia donde los pasillos hacen eco y gruñen. Su imponente silueta se ve mil veces más ínfima con la caída del primer copo de nieve, cae en su nariz, justo al lado de los ladrillos congelados y las ansias muertas, retrocede, no quiere atosigarlo, necesita espacio, por ende, se irá.

—Lo que tu amigo dijo es verdad. —Pero Max ha notado su presencia sin siquiera voltearse—. Todo lo que dijo es verdad. —Y se lo repite como si de esa manera las palabras adquiriesen más peso, Eiji toma la calada de su cigarro igual que una invitación y se acomoda a su lado, la noche está fría, daría lo que fuese por estar entre los brazos de Aslan, recubierto por su cola esponjosa y su capa, besando su boca con sabor a gloria y deleitándose de sus ronroneos regalones, pero no es así.

—¿Por qué me lo cuentas a mí? —Es la duda que brota de sus labios apenas entablan contacto visual en la oscuridad, el fogón se ha apagado, no hay ruido o vida alrededor.

—Porque Aslan me contó mucho sobre ti en prisión. —Una traviesa sonrisa enciende el borde de su papelillo—. El chico está realmente enamorado de ti, le brillan los ojos cuando te menciona, por eso me costó reconocerlo al inicio, es bastante conmovedor. —Resuena, mirando el techo como si una serie de recuerdos se hubiesen desplegado solo para él—. ¿Tú lo amas?

—Más que a mi propia vida.

—Me alegro. —Suelta el humo al aire—. Te ves como una buena persona.

—Gracias. —No puede decirle otra cosa, porque en ese hombre ve a un papá preocupado, igual que Ibe—. ¿Lo que dijo usted también era verdad? —El mestizo se apoya contra el barandal, sus iris son atrapadas por el fuego literalmente danzando al otro lado del cigarro, es oro derretido en un vals.

—Hasta la última palabra. —¿Cómo puede ser villano y héroe?—. Fui soldado muchos años, uno fiel y bueno, pero pasó algo que me decepcionó y... —Se ríe, enfocando su atención en estrellas muertas y desteñidas—. Y me fui al bando equivocado por las razones equivocadas, me perdí a mí mismo en ese sentido supongo y defraudé a la única persona que no quería defraudar.

—Pero Ash mencionó que eras su cuñado. —Intenta hilar, el aroma del tabaco fundido con hechizos prohibidos cosquillea bajo su nariz, es intenso y melancólico, como una fotografía—. Él no aceptaría a una mala persona dentro de su familia, menos con su hermano cuando se muestra tan protector.

—Eso es verdad. —Ríe—. Supongo que volví a recuperarme gracias a Griff. —Y posa su mano encima de su gargantilla como si su misma vida dependiese de eso—. Él me salvó y me sigue protegiendo.

—No creo que una mala persona estaría preocupada por eso. —Eiji intenta hacer prueba de realidad y bajar los pensamientos catastróficos que escalan y escalan sin dar más—. Ni de Ash ni de Griffin.

—Tal vez.

—No creo que Ash dejaría que una mala persona lo llamara Aslan. —Y entonces, el marino se suaviza con una ternura propia de un papá que se percata de lo mucho que lo adora su hijo.

—Ese mocoso. —Sonríe—. Le debo mucho todavía, quiero mostrarle que he cambiado.

—Entonces use esta oportunidad para demostrarle que ha cambiado y recupere a quienes ama. —El viajero deja caer el cigarro encima de las flores recubiertas por escarcha, los dedos del moreno se posan en el barandal trémulos y reticentes, las cenizas se pierden en el piso.

—Te escuchas más sabio de lo que aparentas con tu cara de bebé.

—He muerto dos veces y tengo experiencia, muchas gracias.

—¿Solo dos veces? —Bufa—. Chico, te queda un largo camino por recorrer todavía.

—¿Ha muerto más de dos veces? —Max le da una pesada palmada en la espalda antes de apartarlo del ventanal, llevándolo hacia la calidez agonizante del fogón extinto.

—Varias veces, incluso una vez morí por las manos de Dino Golzine y otra a manos de Aslan.

—¡¿Eh?! —Grita exaltado—. ¿Se puede volver tanto de la muerte?

—Yo puedo. —La gargantilla vuelve a relumbrar—. Yo puedo porque alguien me ama mucho.

Y mientras se reincorporan a la estancia, mientras Eiji se arrastra de regreso al dormitorio para hallar a Ash acurrucado, esperándolo con esos ojitos verdes repletos de adoración y con la comodidad del hogar perdido vuelve a detenerse en su pregunta, ¿cómo puede ser héroe y villano? Piensa en Aslan, en Yut-Lung Lee y en Max.

Cree que depende, probablemente siempre se interprete el papel de villano en una historia ajena y el héroe en la propia, probablemente todos tenemos un poco de ambas y probablemente eso esté bien. Porque aunque son esas malas decisiones las que nos hacen quienes somos, siempre podemos optar a lo correcto, a no ser ni lo uno ni lo otro, sino ambos.

¿Quieren contexto con Max y Griff? Oh, mañana se los doy pero bien intenso, me gusta mucho toda esta magia (media chafa porque la escribo yo) que tiene el fic, tantos artefactos y cosas, me da mucho confort eso y si les cuento un secreto es que hasta hace poco la fantasía era de mis generos menos preferidos, le tenía terror, fue hasta comisionar la ilustración que no me vendí de lleno, así que espero que esto salga bien.

¡Nos vemos mañanita!

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