17. Fanges.
Hi~ Revivo de las llamas en este lapsus medio libre que me quedó, pero ahora sí, despúes de este capítulo entramos como en una serie bien bonita y dulce, así que ando emocionada. Muchas gracias a las personas que me apoyan y fomentan que Mayo dure 60 días para que pueda terminar esta cosa, se les quiere mucho.
¡Espero que les guste!
—Odio este plan.
—Eiji. —El lince lo llama bajito, aferrándose a sus hombros con una reticencia disonante a su mirada de pura tristeza y vulnerabilidad, el aire se encuentra cargado de un resqueme ácido, el día está feo, es esa clase de días donde deberían quedarse tumbados y acurrucados en la cama con bebidas tibias y una tonelada de libros por explorar—. Sé que lo odias, pero no podemos hacer más.
—Se supone que tienes 200 puntos de IQ, ¿realmente no se te ocurrió algo más inteligente? —Una chispa de dolor apaga la broma de su voz, consumiéndolo todo igual que mecha de explosivo, esta mañana el aire tiene sabor a despedidas, sueños rotos y desamores furtivos—. Podemos pensar otra cosa, Ash.
—No hay otra manera, esta es la más rápida.
—¡Eres tan terco! —Gimotea, pateando el piso para aplacar la frustración.
—Es la única manera. —Insiste y sabe que no lo sacará de esa posición, debe ser inteligente, cambiar de estrategia si desea protegerlo—. Lo lamento.
—Entonces déjame ir contigo. —Le suplica, el corazón le arde como si estuviese bombeando veneno y siente que se desgarra la tráquea luego de cada palabra ácida, ve sus anhelos quebrarse contra la alfombra esparciéndose a través de la cubierta igual que una pieza de porcelana añeja, esas mismas que Ibe solía colgar en las carpas de Izumo, esa clase de figuritas—. Ash...
—No.
—Por favor. —Le insiste—. Me sentiré más seguro estando a tu lado, asegurándome de que estés a salvo.
—No puedo ponerte en peligro. —¿Peligro? Por favor, enfrentó a un clan fantasma con la ayuda de Sing, ha estado entrenando, pasó un día entero muerto y además lo torturaron. No es instante para enfocarse en semejantes banalidades, no le teme al peligro ni dejará que su cobardía lo amedrente.
—¡No me pondrás en peligro! No soy una damisela que necesita ser salvada.
—No quiero discutir contigo.
—¡Pero...!
—No puedes ser una carga.
—¿Crees que soy una carga?
—Sí. —Se congela—. Lo creo.
—Ya veo.
Una carga, incluso su corsé reacciona a esas palabras, pasando de aquel vibrante azul indómito a un deprimente y desteñido gris, es la traducción perfecta de su espíritu. Se queda pegado en esta parte de la conversación un poco más de tiempo, permitiendo que cale como veneno dentro de su corazón y es curioso, en Izumo solía sentirse de esa manera todo el tiempo a pesar de ser quien tenía poderes (al menos, el poder de transformarse a voluntad), pero ahora acá está, la persona a quien ha elegido confiarle no solo su cuerpo, sino su alma, diciéndole que no ha cambiado tanto como creía o tal vez, está exagerando. De cualquier forma se fuerza a pasar de página, a alzar el mentón y mirar sus jades verdes porque puede ser la última vez y lo odia, odia al constante peligro que yacen sometidos, si él pudiese huirían, dejarían el dolor ahogarse en su tumba y compraría un pasaje hacia un lugar seguro.
Un lugar seguro.
¿Acaso existirá?
Y a fin de cuentas entiende que no lo hieren esas palabras reactivantes, «no puedes ser una carga», claro que no es impune a que le echen sal a sus heridas abiertas. Pero lo que realmente le punza es su propia impotencia y humanidad para ayudar a Ash, para efectivamente poderlo proteger, acunar y resguardar del mal, de poder arrancarle la maldición y vivirla en carne propia, si fuera posible hacer un cambio de lugares Eiji lo haría sin chistar.
Eso es amor, piensa.
Ahora lo vislumbra, lo acepta y si llegase a ser necesario sería el último de pie con tal de defenderlo. Así que se traga la crueldad casual de Ash, deja que sangre lo que tenga que sangrar y la toma como un incentivo para hacerse más fuerte. Su corsé no tarda en brillar para volver a cambiar, se torna de un púrpura suave y pastel, es un tono intenso que le recuerda a los macarrones de lavanda que ama comerse a escondidas Yut-Lung, su diseño es una flor, es simple y se encuentra grabada por doquier, enredándose a las varillas como si pudiesen saltar para fundirse con Ash, son crisantemos violetas.
Y una vez deja de mentirse, porque nada valioso se consigue mintiendo por mucho miedo que haya en la honestidad ese «no puedes ser una carga» se convierte en algo extraordinariamente evidente: «no soporto la idea de perderte».
No soporto la idea de vivir sin ti.
Vuelve a salvo, Ash.
—Sino puedes llevarme a mí lleva a alguien de la tripulación o a Shorter. —Se vuelve más razonable, su orgullo no vale la pena si es a costa de su seguridad—. Alguien que pueda ayudarte si te hallas en algún aprieto. —Los dedos de Eiji abandonan sus puños de medialunas para navegar hacia el rostro del hombre más maravilloso del mundo y memorizarlo, por el tiempo que pueden pasar apartados, por el tiempo que anhela mantenerse a su lado y por los años perdidos.
—Será más sutil si voy solo. —Entonces Ash le explica, permitiendo que recorra esas constelaciones de pecas desteñidas que se expanden desde la punta de su nariz hacia sus mofletes, las toca con un roce de pluma, las graba, las agasaja, las adora—. No me mires así, ya he estado en prisión antes.
—Si pretendes consolarme con eso lo estás haciendo terrible. —Y él ríe.
—Lo siento. —La voz de Ash se vuelve tan suave como su mirada, guarda sus palabras como si fuesen un secreto, como si al decirlas demasiado fuerte fuesen a romper un hechizo de enamoramiento—. Además el viejo es desconfiado, recibirá mejor mi oferta de fuga si voy solo.
—Dijiste que apenas tenía treinta años. —Se queja, alzando una ceja con reticencia.
—Exacto.
—¿Cuál es tu definición de anciano?
—Cualquier persona que sea mayor que yo.
—¡Ash! —Se queja, apretándole los mofletes con fuerza, consiguiendo que se tiñan de un adorable carmesí y un ronroneo se escape junto a sus orejas esponjadas—. Yo soy dos años mayor ¿sabes?
—Exacto, eso te convierte en básicamente un anciano. —La ofensa lo incita a esbozar una mueca—. Pero no te preocupes, onii-chan. Le pediré a Sing que juegue cróquet contigo y te tenga el andador.
—Eres de lo peor.
—Y así me amas. —Bufa, hundiendo su nariz contra el hombro del lince, permitiendo que su cola de puro capricho se enrosque alrededor de su corsé y se alcen aún más las flores, lo siente tragar duro cuando su manzana de Adán danza en la sinfonía prohibida y esto también debe ser difícil para Ash, acaban de reencontrarse y de confesarse y ya deben despedirse otra vez.
—Sí. —Entonces lo proclama, quiere gritarlo a los cuatro vientos y al carajo el resto—. Te amo, Ash.
—Eiji... —La conmoción chispea en sus ojos como pirotecnia desteñida, fuego salpica su iris, todo el mundo le teme al fuego a causa de su naturaleza destructiva, se refieren al fuego por llamas salvajes e incontrolables, lo consumen todo en una ignición, nadie dice que el fuego es bueno ni se le acerca a voluntad a menos que clame por un suicidio—. Yo también te amo.
—Trata de no meterte en problemas entonces. —Pero el fuego no es intrínsecamente malo, es malo cuando se convierte en arma recia, es malo cuando se prende de manera descuidada sin medir las consecuencias, es malo solo porque se usa para destruir.
—Claro que sí. —Se ríe.
—Hablo en serio, dijiste que Max llevaba años atrapado en esa prisión ¿verdad? El pobre necesita un descanso, no de un cuñado receloso. —Pero Ash no impresiona estar escuchando, se profesa demasiado ocupado contemplándolo con una adoración tan majestuosa que le roba el corazón.
—Realmente te amo mucho, ¿lo sabías?
—¿Mucho? —Y Ash es como el fuego en más de un sentido, lo ha pensado desde que vio la maldición tatuada en su muñeca, el fuego también esconde una belleza salvajemente extraordinaria.
—Mucho. —Esa que arde en sus ojos al decirle que lo ama, esa que sangra su piel al envolverlo con sus brazos y su capa, esa que danza entre sus cabellos dorados y esconde el hircismo de una pérdida, esa que yace en sus besos que detienen el tiempo y suspenden el universo, esa que nace en puchero de odio el natto, esa que arde en carcajadas infantiles, esta pasión por los libros aburridos—. Te juro que volveré a tu lado antes de que te des cuenta.
—No jures en vano, tú mismo dijiste que las palabras tienen poder. —Y también que deja rastro con gotas de sangre, esa que aparece en pesadillas e incendia la cama de un niño, esa que alza sus llamas en la defensiva y quema, esa misma que presenta una crueldad casual.
—Por eso. —Ash es ambas—. Lo digo en serio.
—Ash... —Y Eiji las ama ambas—. Eres tan terco.
—¿Ese es el mejor cumplido que tienes para mí? —Entonces bufa, alzando un mechón de su flequillo hacia sus pestañas, escondiendo una sonrisa socarrona de pura satisfacción con su jugueteo de aire.
—No te subiré el ego antes de que te vayas.
—Hago esto por tu bien. —Aunque Ibe solía entregarle esas mismas palabras se conciben diferentes siendo pronunciadas por esos labios—. Lo hago porque si te pasara algo jamás me lo perdonaría.
—¿Y yo? ¿Crees que me lo perdonaría? —No, no quiere discutir más—. Lo entiendo.
—Eiji.
—Pero solo para que conste, golpeé a un ejército fantasma con una pértiga ¿sabes? —Dice orgulloso porque es lo más rudo que ha hecho en la vida—. Así que un par de reos no me asustan.
—¿Irás a pegarles con una pértiga? —Ash alza una ceja, divertido, están tan cerca que saborean sus labios aún suspendidos en la melancolía.
—Sí hace falta.
—Tonto. —Musita—. Eres un tonto, onii-chan. —Le besa la frente con una devoción que lo deja sin palabras.
—Cállate y bésame antes de que me arrepienta de dejarte ir.
Ash se ríe, inclinándose con los párpados apretados, una tímida sonrisa, el corazón desnudo dentro de la manga y un sonrojo que no puede definirse con otra palabra más que inocente, toma a Eiji de las caderas para acercarlo aunque no es necesario, esa cola caprichosa ya se ha encargado de atarlo como si fuese su salvavidas, el mestizo desliza sus dedos por esa cascada dorada, se alza en la puntita de sus pies y consuma el beso con lentitud. Es un toque tan cálido que podría incendiar el mundo si así lo quisiera, son las llamas de la destrucción en un abrazo gentil que lo consumirá y no dejará más que cenizas detrás pero está bien, lo disfruta, lo pide y no le teme. Quiere que el lince comparta sus llamas aún si termina pereciendo. Y es increíble el fuego que desprende.
Cualquiera creería que alguien con una belleza tan sublime tendría una vasta experiencia en el arte de la coquetería, no obstante, Ash siempre lo besa con tanta ternura que lo devasta, separa su boca para presionarle un beso entre las cejas, eso lo hace reír y lo incita a repetir la acción, esparce estos besos por doquier, quemando el rostro de Eiji, haciendo que baje la cabeza por la vergüenza, incluso las flores se ruborizan por la dulzura del gesto.
—Para. —Lo detiene ante su intención de continuar con el acto de intimidad—. Bésame por siempre, pero solo cuando regreses a casa. —Ash se acurruca, acomodando su mentón encima de esa matita abenuz, arrojando un grave y mañoso ronroneo.
—Ese es un buen incentivo para regresar. —Se quedan ahí, aferrados a la calidez del otro en medio de las llamas—. Volveré pronto.
—Mataré a Shorter si algo te llega a pasar. —Entonces Eiji dice, apartándose.
—¿Qué tiene que ver Shorter en esto?
—Daño colateral. —Y ambos se ríen—. Vuelve a salvo.
Vuelve a mí.
Y se separan.
Eiji no puede hacer más que darle una sonrisa floja cuando lo ve partir con la tripulación en un carro hacia la prisión central, es un lugar jodidamente peligroso, incluso en Izumo escuchó de la institución donde se condenan a los villanos más crueles que han abusado tanto de magia negra y blanca, teme que se den un festín con Ash, pero le tiene confianza, Neptuno sabe que se la tiene. Aunque le llama la atención que Max Lobo se encuentre encerrado en ese sitio al ser humano, suspira, metiendo las manos en sus bolsillos, arrastrándose deprimido por la cubierta de Fish Bone, supone que tendrá la oportunidad de preguntarle una vez escapen. Es un plan tonto y arriesgado planificar un motín para sacar tras una pantalla de humo a alguien, es tan Ash Lynx.
—De verdad te ves deprimido por tu noviecito. —Yut-Lung no tarda en socorrerlo en el abrazo luego de la partida—. Vaya, esos sujetos deben estar tan excitados pensando en su llegada, Ash tiene toda una reputación tras las rejas y no es bueno haciendo amigos.
—¡Yue! —Gimotea al borde de la histeria.
—¿Qué?
—Si me estás tratando de animar haces un horrible trabajo, se supone que debes decirme algo más o menos reconfortante. —Porque ahora la catástrofe ha escalado, mostrándole miles de posibles escenarios de esos dulces ojitos verdes atormentados, cada uno peor que el anterior.
—Mierda. —Se arrepiente, deja caer sus manos alrededor de los hombros del mestizo como vigas metálicas—. Ya, ya. —Lo acaricia con una leve pizca de asco, como si acunarlo significase un esfuerzo sobrehumano, eso lo ofende en cierta medida, incluso la flor en su oreja impresiona marchita—. Lo más probable es que Ash les arranque los huevos antes de que intenten algo.
—Ash nunca haría eso. —Entonces el más joven bufa, ofendido.
—No porque él se comporte como un gatito manso contigo significa que lo sea. —Su tono se profesa cargado por una infinidad de emociones que todavía no consigue definir, se encuentran explotando con demasiada fuerza en su cabeza—. Ash Lynx es una bestia peligrosa.
—Pero no es solo eso. —Lo defiende aunque no tiene qué.
—Lo será si la maldición avanza más tiempo. —Clava sus pies sobre la cubierta de Fish Bone como si fuesen un par de anclas, listo para defender su nombre como uno de estos caballeros a la antigua aunque mejor que nadie comprende que el lince no lo necesita—. Igual que yo. —Pero entonces, el atisbo de vulnerabilidad que lo incitó a bajarle una estrella y mostrarse suave, relumbra en sus ojos.
—¿Lo dices por qué...?
—Eiji. —No lo deja terminar—. ¿Qué tanto sabes de maldiciones? —En su lugar, lo empuja para que ambos se sienten encima de un barril con cuerdas, sus piernas se aprecian ligeras al son del altamar, pero su corazón pesa en ausencia, pesa como si se hubiese caído al mar y no pudiese transformarse, como si fuese un humano indefenso siendo arrastrado hacia las profundidades del océano.
—No mucho.
—Eso pensé. —Musita, la flor enredada a su cabellera negra se marchita, arrojando sus pétalos rosas entre las tablas roídas del Fish Bone—. ¿Sabes qué pasará cuando la maldición de Ash se consume?
—¿Se convertirá en una bestia? —O es lo que siempre ha asumido.
—Sí, esa parte es verdad. —Yut-Lung frunce la boca, reticente, es como si la tuviese zurcida con una delicada hilacha escarlata, le recuerda a Ibe ese silencio forzado—. Pero la cuestión con la maldición y por qué las personas suelen buscarla a pesar de sus consecuencias es que te vuelven inmortal.
—¿Qué? —Sus pestañas parpadean por manifestar su confusión, Eiji tiene la necesidad de golpearse la cabeza para sacarse el agua que debe tener dentro para haber escuchado eso mal.
—Dino Golzine es inmortal, nadie puede matarlo. —Ay mierda—. Y quiere hacer a Ash inmortal, por eso ha funcionado como un catalizador de su maldición, es enfermiza su necesidad por mantenerlo a su lado igual que una mascota o un trofeo bonito, pero así es él, incapaz de sentir más que obsesión y celos igual que el resto de los inmortales. —Especula en voz alta—. Tal vez furia y rencor además.
—Pero tú y Ash están malditos y sienten más que eso.
—Por ahora. —Y de repente entiende que la urgencia por recuperar su corazón no ha sido debido a los tormentos que le infundía el clan—. Una vez se concrete quedaremos como cascarones vacíos.
—Yue.
—Ya no seremos capaces de sentir amor por nadie, eso te incluye. —El mero pensamiento retuerce sus tripas en un nudo del que no se recuperará—. Es el precio para pagar, estar maldito implica no solo renunciar a tu esencia sino que además hacerlo por la eternidad, me parece un castigo bastante exagerado si me preguntas. —Dice eso con una sonrisa que desentona el dolor que escurren sus iris, siempre le resultó bonito y único el color que lo envuelve, sin embargo, hoy se ve ensombrecido de gris, el tono de las penas, la melancolía y el luto.
—¿Sabías eso cuando hiciste el trato con un demonio?
—Sí. —Le confiesa, bajando la cabeza, dejándola colgar inerte sobre su cuello igual que una muñeca rota—. Pero no sabía que me ayudaría a través de una maldición, yo solo le pedí el poder suficiente para defenderme de mis hermanos, permití que esto me consumiera, dejé que me despojara de mi corazón y aunque nunca fue demasiado limpio o grande, me hacía humano. —Su piel resplandece con un matiz sobrenatural bajo las primeras caricias del alba, sus cabellos se balancean por detrás.
—Vamos a encontrar una sirena. —Entonces le promete, acunando sus manos con temple y ternura, por todas esas cosas que le privaron de niño y esas cosas que él mismo se arrebató al perder su tan frágil corazón—. Y así ambos quedarán libres de la maldición, solo necesitamos leer el mapa.
—No lo sé. —Yue tensa la boca, formando una línea recta alrededor—. ¿Qué pasa si las encontramos cuando es demasiado tarde? ¿Qué pasa si nunca puedo llegar a sentir más que rencor? —Su pecho se dispara igual que un pajarillo siendo presa—. ¿Qué pasa si olvido amar? Apenas logro aferrarme a esa sensación flotante al pensar en mi mamá, pero cada día se vuelve más y más helada, sé que el día que despierte y ya ni siquiera sea capaz de percibir ese frío la habré perdido y no la recuperaré.
—No creo que puedas olvidarla por mucho que lo intentes. —Y no son palabras dichas porque sí.
—No conoces el verdadero poder de las maldiciones.
—Tal vez. —Se explica, sacándolo afuera—. Pero conozco el cariño que le tienes a tu mamá, lo vi en tu proyección, lo sentí y eso... —Lo mira a los ojos, transmitiéndole con cada poro de su alma aquella verdad—. Eso no es algo que puedas olvidar, incluso si dejas de sentir, seguirá dentro de ti.
—Gracias. —Le susurra tan bajito que sino fuera por el movimiento de labios no lo habría escuchado.
—Ya no estás solo en esto, Yue. —Lo empuja un poco más—. Deja de actuar como si lo estuvieras.
—Lo sé. —Resopla—. ¿Te da miedo saber que Ash puede dejar de amarte?
—Creo que eso pasa en todas las relaciones humanas.
—Sabes a lo que me refiero.
No sabe.
No tiene ni la menor idea.
—Vamos por algo de té.
Las semanas avanzan con una tortuosa lentitud para el mestizo, los escenarios apocalípticos le roen los huesos cada noche que se arroja a la cama de Ash y se aferra a sus camisas, el perfume se esfuma junto a las visitas de la luna, debería haberle pedido a algún hechicero poderoso que enfrascara esa esencia para al menos, tener la leve ilusión de que la manta que lo cierne son sus fornidos brazos y que Ash está bien, que sigue siendo humano.
—Hay algo que no debes olvidar. Yo fui el que te sacó de la calle, recuérdalo bien.
No es verdad, Ash no le debe nada ni es una pertenencia.
—Te quiero, sweetheart.
Oh, Ash.
Pasa una eternidad hasta que tienen noticia de la prisión, les permiten visitarlo, probablemente Ash desea transmitirles un brillante plan de escape, Shorter y él son los elegidos para colarse de invitados a las mazmorras y al principio, creen estar en el lugar equivocado, el aire apesta a humedad apenas atraviesan un pesado umbral de hierro, humedad y cosas abandonadas por la muerte, distinta a esa podredumbre que caracterizaba al clan y similar en cierta medida. Tragan duro, guardias los incitan (obligan más bien) a esperar en una mugrienta mesa, su atención salta a los instrumentos de tortura que se esconden tras las rendijas, hay un potro de sadismo, cuerdas, sets afilados y va a vomitar.
—Acá viene. —Y aunque ha visto a Ash en condiciones deplorables antes, ninguna de esas memorias hace que sea más fácil contemplarlo con un traje naranja y rasgado en el pecho a juego con brillantes grilletes flotantes, a pesar de que no los unen cadenas impresionan estarle quemando la piel—. Deja de mirarlo tan preocupado, sigue en una pieza.
—Ash... —Y él se ve tan contento al encontrárselos.
—Convencí al viejo de unirse. —Sisea despacio, inclinándose hacia Eiji y Shorter en aquella endeble mesa—. No ha sido nada fácil porque parece querer quedarse acá, pero finalmente lo convencí.
—¿Cómo?
—Tiene una deuda pendiente conmigo. —Su boca retiembla, resaltando aún más el contraste entre su piel y sus cabellos de oro, le recuerdan al sol y se lo diría pero casi puede ver su sonrisa irónica tras explicarle que no debería compararlo con el alba siendo tan autodestructivo—. Y con Griffin.
—¿Es su amante? —El más joven se limita a asentir, Eiji extiende las manos encima de la mesa.
—No deberías acercarte tanto. —Le advierte—. Se te pueden incendiar las alas volando demasiado alto. —Y esas palabras casi le resultan apropiadas, casi, esa es la clave. Porque sería sencillo rendirse con Ash Lynx, amarlo es demandante e implica constantemente recordarle lo valioso qué es.
—¿Puede leer el mapa? —Es Shorter quién suelta la interrogante con reticencia.
—Puede hacerlo.
—¿Por qué? Es un simple ser humano. —Entonces Ash curva una sonrisa juguetona que lo hace ver mucho más joven de lo que realmente es, no, joven no es la palabra correcta, sino inocente. Sí, igual que el niño de sus memorias—. No debería ser posible que cuente con esas habilidades.
—Digamos que el viejo es aplicado. —Espeta, apretando las manos del mestizo aunque fue él quien trató de apartarlo—. Ha estado investigando sobre las sirenas desde hace varios años, él se convirtió a sí mismo en una herramienta para poder recuperar a mi hermano, es un anciano romántico. —Los demás murmullos alrededor de la prisión pasan a ser una niebla difusa, de pronto, solo existen ellos.
—¿Qué necesitas? —Para sacarte, omite decir por si acaso.
—Al Fish Bone detrás de la prisión, saldremos del sistema de alcantarillas. —Eiji mira con sospecha a los guardias, sin embargo, nadie le da importancia a la conversación—. No te preocupes. —Su mirada se suaviza en un santiamén—. Han intentado huir varias veces y nadie lo ha logrado, por eso.
—¿Y cómo lo harán ustedes? Se supone que es imposible escapar de acá.
—Usaré mi maldición para ayudarnos. —Eiji definitivamente odia esa idea—. Armaremos un motín, no sabrán lo que les pego.
—Ash.
—Solo será una vez. —No obstante, la intranquilidad sigue burbujeando en su vientre, ascendiendo a su garganta como si fuese espuma marina furiosa por estallar—. Lo prometo. —Y no es cómo si pudiese prohibírselo de todas maneras, pero teme, teme que la maldición lo termine carcomiendo.
—Lo entiendo.
Yut-Lung me contó que podrías perder tu humanidad, no le dice todavía.
—¿Entonces los esperamos afuera de la prisión para que puedas secuestrar a Max y busquemos a las sirenas? —Una patada por debajo de la mesa arremete sobre la frágil rodilla de Shorter—. ¡Auch! —Gimotea lastimado, sobándose una y otra vez la pierna—. ¿Por qué me pegas?
—Porque debemos ser discretos, dah.
—¡Pero si acabas de decir que da lo mismo!
—¿A ti te intentarán cortar las bolas si te descubren? No, ¿cierto? Entonces sé discreto.
—¡Pero dejaste que Eiji lo dijera!
—Eiji es mi amorcito, puede hacer lo que se le antoje. —Su mirada resulta amenazante y sombría, aun así, tiene tintes juguetones, como si genuinamente fuese placentero fastidiar a Wong. Le gusta el rumbo que tomó esa amistad durante su ausencia, se alegra por ellos dos.
—Eso es favoritismo. —Bufa amurrado, cruzando sus brazos contra su pecho.
—Pues claro, Eiji es bonito.
—Yo también soy bonito.
—No, no lo eres.
—Eiji... —Y entonces lo pone entre la espada y la pared, esbozando un puchero que debería poderse resistir, sin embargo, su novio lo abandonó en un barco agónico por semanas y si tiene la posibilidad de molestarlo va a hacerlo más que honrado para recordarle su lugar—. ¿Soy bonito?
—Sí. —Y le golpea la chistera tras decir eso, consiguiendo que se sonroje satisfecho, casi puede verlo mover la cola, niega ante la inclinación, ha pasado demasiado con las facciones felinas de su novio—. No hieras sus sentimientos, es tu amigo. —Ash refunfuña, un guardia detiene la conversación al indicarles que el tiempo se les ha acabado y ¿cómo es posible? Lo vio tan poco.
—Ya deberían irse.
—Ah sí. —Eiji se levanta con reticencia, odia la idea de dejarlo acá—. Espero que estés bien. —Desea sonar energético al pronunciar aquello, no obstante, sus palabras se desinflan apenas tocan el aire y su ánimo no es disimulable gracias a la transparencia en su corsé, sería más sutil llevar una especie de cartel que grite su obvio enamoramiento a los cuatro vientos—. No te preocupes, saldrás pronto.
—Sí. —Pero Ash acorta la distancia—. Me alegra que hayas venido hoy, Eiji. —Y extiende su palma para acomodarle un mechón oscuro detrás de la oreja, provocando que el corazón le salte con una mortificante violencia y la respiración se le corte, quema, cada lugar donde él toca quema.
—Ah, sí. —Dice con puros nervios, sus mejillas arden con ferocidad, puede saborear la cafeína en la boca de Ash en su propia lengua y oler su loción corporal, no, ese no es el perfume impregnado bajo las camisas, este aroma debe ser propio de él, no le darían ese lujo en prisión.
—Ven solo la próxima vez. —El lince le da una sonrisa coqueta y diabla extraordinariamente sensual, ni siquiera está mirando a Shorter quien parece indignado detrás—. ¿Bien?
—Bueno... —Y no entiende por qué debería haber una próxima vez, pero sus dedos alzan su mentón y se derriten en su piel como si fuesen caramelos—. ¿Qué...?
Ni siquiera se logra mover cuando Ash presiona un beso contra sus labios, abre los ojos de golpe, es una caricia mucho más demandante y atrevida a la ternura que han compartido, las quejas de Wong pasan a segundo plano cuando la lengua del lince devora la suya para pasarle algo, es suave, amargo y sutil, como una cápsula de endulzante o una pastilla. Aunque el sabor no le encanta sigue el beso porque se derrite ante su amante, es demasiado intenso, quiere enredar sus brazos alrededor de su elegante y largo cuello para suplicarle que se quede, que se mantenga a salvo, que no desate de esa maldición porque puede no volver. Pero no lo hace, de hecho, sellan el pacto con un roce de frentes.
—Hasta luego, sweetie. —El agarrón que le da es descarado, largo y completamente innecesario—. Adiós.
Este hombre lo va a matar.
—¿Qué pasó en el beso? —Shorter le pregunta esto apenas ponen un pie fuera de prisión, sus dedos retiemblan ansiosos contra el corsé, odia y ama esta vulnerabilidad en partes iguales, el lince acelera su corazón de maneras que jamás se imaginó y eso... Incluso si en Izumo nadaba esto es adrenalina.
—No sé de qué estás hablando. —Pero recordar la sensación de la mano de Ash en su mejilla y luego en una nalgada ha convertido a sus prendas en un rojo tan brillante como su cara.
—Por favor. —Se detiene, apoyándose con un solo brazo ante el muelle con esa sonrisita de descaro y coquetería que a tantas chicas probablemente debe haber derretido, con esas perfectas hileras de músculos bronceadas asomándose debajo del chaleco y su ridícula chistera—. Conozco de besos y él definitivamente te pasó algo con la lengua. —Su lengua metiéndose en su boca con un toque totalmente dominante e impúdico, diferentes a sus besitos azucarados de cuento de hadas.
—Es una nota secreta. —Finalmente se rinde y le confiesa, su cerebro se encuentra dando vueltas, su piel todavía se concibe como si hubiese un manto de chispas corriendo y chamuscando cada poro, fibra y retazo de voluntad, no es desagradable, al contrario—. Eso me pasó.
—Ajá.
—¡Es la verdad! —Pero tampoco lo deja pensar con claridad—. Me dio las instrucciones de dónde y cuándo deberíamos estacionar el Fish Bone detrás de prisión.
—¿Puedo verla?
—No.
—No es necesario. —Y entonces, Wong con un simple chasquido de dedos la hace aparecer encima de su mano, ¿cuándo se la quitó?—. Vale, tienes razón sobre las instrucciones excepto...
—No lo digas. —Eiji intenta esconderse dentro de su propia camisa, espera que el corsé se convierta en algo impermeable como un traje con sombrero o la tierra se lo trague, sin embargo, no pasa.
—Espero que este beso sirva de premio, sé que esto debe ser duro para ti, muero por poder besarte así de intenso estando en la comodidad de nuestro cuarto. Te amo, sweetie. —Y el estómago vuelve a darle un brinco ante ese apodo—. Sabía que debía decir algo jodidamente vergonzoso pero nunca esperé que fueran tan intensos en su relación. —Bufa divertido, abrazando de los hombros a Eiji.
—¿Tienes que molestarme?
—¿Tengo? —Medita—. No. —Estrechando aún más al japonés contra su desnuda axila—. ¿Quiero? Ese es un tema completamente diferente.
—Empiezo a dudar de la figura paterna que le ofreces a Sing. —Bufa, regresando dentro del barco—. Él cree que eres genial.
—Eso es elemental, mi querido Eiji. —Se mofa con una expresión tan deslumbrante que lo incita a entrecerrar la mirada para no quemarse—. Yo soy genial.
—Lo que digas.
—Ahora vamos, tenemos que preparar el recibimiento de tu novio.
Eiji cuenta los días al revés y relee ese mensaje más veces de las que le gustaría. Si bien, acostumbra a vislumbrar a su naturaleza como su propia maldición de genética, ser mestizo jamás podría privarlo de sentir emociones humanas, de sentir furia, tristeza, melancolía, rabia e impotencia. Y también de sentir felicidad, goce, curiosidad, esperanza y amor. No existen emociones malas, si existen es favor a su supervivencia y no quiere imaginarse a Ash con una mirada tan gélida como Dino Golzine, tiene sentido que sea un inmortal vacío, es concordante a la imagen de sus recuerdos.
—No pongas esa mueca tan fea, lo vamos a recuperar. —Yut-Lung le susurra esas palabras a la luna cuando finalmente llega el momento y se estacionan detrás del mar que da al desagüe, hace minutos se escuchan unas estridentes alarmas al otro lado de la institución y Ash no debería demorar, parecía impaciente por estrecharlo entre sus brazos el otro día, así que algo debe andar mal.
—Gracias. —Sonríe, abrazándose a sí mismo, hay mucha neblina en altamar, apenas logra distinguir las siluetas que tiene a sus costados.
—¿Qué crees que tenga que hacer con el animal en celo? —Entonces el villano le cuestiona, aunque su aliento le congela el cuello puede jurar que vislumbra a un sonrojo chispear entre sus mejillas—. No ha dejado de mirarme desde que llegué y ya es francamente incómodo, está bien que acepte mi belleza pero me hace sentir que tengo monos en la cara a estas alturas.
—Yue.
—¿Qué? Es la verdad, además es tan vulgar con ese atuendo, es casi como si anduviera desnudo.
—¿Preferirías que anduviera desnudo? —Entonces Shorter los abraza a ambos por los hombros—. Pensé que no tenías interés en mi micropene.
—Ni lo tengo. —Bufa indignado—. Pero al menos deberías usar una camisa, es incómodo ver cómo se te erizan los pezones por el frío.
—¿Así que andas viendo mis pezones? —Y entonces, Yut-Lung se pone tan pero tan rojo que teme que estalle toda su cara—. Sabía que te estabas haciendo el difícil.
—¡Cállate! —Gimotea—. Me das asco, preferiría besarme con un tritón a quedarme contigo.
—Pero se supone que los tritones son atractivos.
—Y más vale que lo sean para que esta tortura haya valido la pena. —Se queja—. Espero que ese tal Blanca al que buscamos parezca tallado por los mismos dioses o desataré mi furia y eso no le gustará a nadie.
—No deberías hablar de otros hombres frente a tu verdadero amor.
—Qué bueno que mi verdadero amor no está acá.
—¡Wow! —Wong suelta histérico, se ha aferrado a su pecho como si hubiese recibido un flechazo en el corazón—. Eres tan duro de conquistar, eso me encanta.
—¿Acaso eres masoquista?
—¿Quieres averiguarlo?
—¡Ah! ¡Hijo de bruja!
—Y una muy guapa. —Yut-Lung luce como si realmente quisiese asesinarlo haciéndolo tragar de su brillante chistera. Y aunque Eiji estaría más que fascinado de escuchar más de la discusión su mirada salta de golpe en un acto involuntario hacia el mar, sus pupilas surfean alrededor de la densa niebla.
—Chicos. —Advierte—. Creo que llegaron. —Navega lentamente alrededor del Fish Bone igual que si estuviese en un lugar desconocido.
—¿Tu cerebro de sirena dice eso?
—Shh. —Y hay que tener pelotas para callar a Yue de esa manera, gracias a Neptuno Wong procede a taparle literalmente la boca.
Se hace realidad la profecía, una silueta se sube de golpe al barco, acercándose y arrastrándose poco a poco mientras los latidos de su corazón se aceleran, mira sus andares irregulares de espalda ancha y hombros gigantescos, de repente, esa presencia le resulta imponente aunque no sabe si es a causa de la neblina o por el aura que emana, quiere retroceder, más, se encuentra clavado a la proa.
—A-Ash... —El hombre finalmente quiebra ese nombre en su lengua—. Lo envenenaron en la huida, se cayó al mar. —Nace el miedo y la agonía—. No resistió. —Muere el amor y la esperanza.
—¡Eiji!
No comprende por qué le gritan hasta que su cabeza rompe contra el mar y se da cuenta de que se ha aventado, abre los ojos de golpe, ha tirado su ropa antes de que pudiese tocar la superficie en la cubierta del bote y es mucho más fácil hundirse, pero altamar parece no tener fondo, su límite es el mundo entero esta noche y no logra divisar nada, da coletazos desesperados a los alrededores, Ash no puede haber caído muy lejos pero teme que tal vez ya se haya ahogado, intenta palpar el piso en este segmento, no obstante, no lo consigue, no hay más que luz de luna bañándolo y de repente, el mestizo se ahoga en su propia desesperación.
Baja.
Baja.
Baja.
Pero no encuentra a Ash.
Y luego de lo que le impresiona una eternidad, cuando su cola se encuentra tan exhausta que le deja de responder, con el cuerpo tan entumecido que teme se desescame por completo, siente las algas enredarse en sus puntas iridiscentes como si fuese maleza al fondo, jamás había bajado tan hondo, ni siquiera la luz de luna llega en esta ranura. Solo tinieblas y dentro de esas tinieblas siente el fuego de Ash extinguirse. No tiene que verlo para saberlo, nada hacia él, se aprecia más pesado, lo quema al tacto y supone que lentamente debe estar abandonando su forma maldita, patalea a pesar de descoserse y desgarrarse por el sobreesfuerzo.
—¡Ash! —Lo saca a la orilla y entra en pánico ante el purpúreo que ha adquirido su piel, dos grandes marcas de colmillos yacen clavadas al cuello, lo han envenenado de la peor manera, esto es directo, intenta darle respiración de boca a boca y aunque logra que bote agua de sus pulmones no recupera la consciencia y su pulso cada instante se debilita más—. Ash, no, no, no. ¡No me hagas esto!
No lo piensa, es instintivo, un par de colmillos aparecen en sus fauces, las sirenas los tienden a usar para inyectar veneno o arrebatarlo y tragárselo, no tiene idea de cómo sabe que los tiene o por qué no han aparecido hasta ahora pero a la mierda, el amor de su vida agoniza así que clava sus colmillos en el cuello de Ash y succiona, succiona y succiona del veneno, sintiendo progresivamente cómo sus propios músculos se entumecen, pero no se detiene, se siente pegajoso y desagradable, podrido, es magia negra y no hay que ser un genio para adivinarlo.
Pero bebe de Ash, bebe de su calidez, bebe de su veneno, lo bebe todo de él. Y de repente, su palidez encantadora regresa junto al color de su cara y es él quien adquiere un tono morado, está agotado.
—Eiji. —El más joven abre los ojos, los tiene vidriosos y desenfocados, así sabe que el efecto todavía no ha desaparecido y sigue adormecido en cierta medida—. Estás aquí.
—Estoy aquí. —Musita en voz baja, siente al veneno envolverle su corazón y pasa a segundo plano, lo único importante es estar tirado en la costa junto a esos preciosos ojitos verdes, está a salvo, qué alivio.
—¿Alguna vez te dije mi nombre real? —Ash le sonríe como un rayo de sol en plena tempestad.
—No lo hiciste.
—Es Aslan. —Balbucea—. Aslan Jade Callenreese.
Amanecer.
Sonríe.
—Aslan. —Y Eiji ríe de nuevo, a pesar de que el veneno se clava abriendo heridas y empuja su sangre hacia su garganta y pulmones, ramificándose igual que una maldición, lo pronuncia.
—No lo estornudas. —Se burla, acomodándole un mechón detrás de la oreja, ya no puede respirar, apenas consigue mantenerse consciente, su mirada yace desenfocada, convirtiendo a la magnánima silueta del lince en una mancha borrosa—. Me da tanto amor que lo digas.
Y si le da el amor suficiente en estos momentos tal vez nunca acabe consumido por la maldición.
Así que Eiji sabe que hacer con su último aliento.
—Te amo. —Le dice—. Te amo, Aslan Jade Callenreese.
Y muere.
¿Dejaré de matar a Eiji en este fic? Tal vez, pero recuerden, esto no es sin consecuencias y se ahonda más adelante, empieza a hacer sus apariciones explicitas Dino y empiezan más de lleno los problemas. Los siguientes tres capítulos me gustan mucho, tiene varias escenas de confort y de todo un poquito porque otra razón para que me atrasara mucho en esto es que ¡sorpresa! los capítulos son del doble de largo que cuando partieron, so, están pesados. Muchas gracias por leer.
¡Nos vemos mañanita!
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