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Hi~ Bueno, primero una disculpa por no alcanzar a responder los comentarios, dejo un anuncio importante sobre la dinamica en las notitas de abajo, los mensajitos ya los responderé en la mañana, pero muchas gracias por el apoyo hasta acá. Espero que les guste el capítulo de hoy.
Eiji es la clase de persona que va con el corazón en la manga y se enamora fácilmente.
Se ha enamorado incontables veces de las olas que cepillan playas tan blanquecinas que se llegan a confundir con perlas doradas espolvoreadas con estrellas, se ha enamorado de la vida, del dolor que conlleva la existencia y de un pasado desconocido, se ha enamorado de los habitantes de Izumo, se ha deslumbrado con las centellas de magia que caracterizan Nueva York, se ha enamorado de sirena y de humano o al menos, de la idea de ambos. Se ha enamorado de sus escamas, inclusive si a veces le son duras de mirar, le gusta el reflejo iridiscente que salpica su cola y crea su propia constelación desde la punta de sus pies hasta sus caderas, se ha enamorado de la noche, se ha enamorado de su mar y sobre todo, se ha enamorado de alguien, de alguien extraordinariamente hermoso, de alguien con un alma frágil y fuerte, de una dualidad sublime, se ha enamorado de....
Teme terminar esa frase.
Porque enamorarse de Ash...
«Estoy sufriendo enamorado».
Nadie le ha regalado la vida a Eiji, no hubo momento donde no lo atañese la sombra incluso dentro de su burbuja protegida en una isla de sirenas olvidadas por estas mismas, no pienses que la luz tan deslumbrante y mágica que emana de su corazón ha sido sin lágrimas, que no ha llorado un océano entero, que no ha deseado desaparecer y ser alguien más, que no ha detestado, que no ha clamado por la impotencia tan fuerte que se le han destrozado las cuerdas vocales.
Que no ha amado la noche.
Que no ha amado las estrellas.
Pero incluso alguien que ama tanto no puede pescarlas y ese es el problema.
—Entonces... —Eiji deja la taza de té encima de la mesita, el canturreo del barco le deja un resqueme dulce expandiéndose desde el vientre hacia el corazón, la brisa marina entremezclada con la esencia de colores de colibrí le desata un cosquilleo fogoso en las papilas gustativas, es intenso, nunca había tenido la posibilidad de probar aquel exótico sabor, a Ibe le daría un infarto si se enterara de dichoso encuentro—. ¿Tenemos que bajarte una estrella?
—Efectivamente, mi remedo de sirena. —Yut-Lung baja su propio tazón hacia su regazo, aún penden restos de oro comestible adornando sus labios, sus pequeñas y finas manos sostienen esos delicados grabados de flores como si las estuviese cultivando, hay orquídeas de sensualidad, cerezos en la oda hacia la belleza efímera, campanillas de invierno «tengo esperanza de cambiar», le dicen y eso ansía.
—Ya hablamos de los apodos despreciativos. —Le advierte, llevándose con amargura otro trago.
—Estoy trabajando en eso, no puedes esperar que lo cambie de la noche a la mañana. —Hay notas despectivas endulzando su té con esa confesión—. Pero es verdad, tienen que bajarme una estrella.
—Ajá. —Sing se muestra reticente, mordisqueando los coloridos pastelillos como si su glaseado tan vivaz y apetitoso se encontrase repleto de veneno—. ¿Por qué haríamos eso?
—Simple. —Yut-Lung bufa, arrojando su nuca hacia atrás en los elegantes arcos de la silla—. Porque son mis sirvientes.
—Ajá. —Ahora su ceño se ha tensado—. Nosotros no somos tus sirvientes, somos tus... ¿amigos? —Eiji se encoge de hombros al tampoco comprender del todo la naturaleza de esta relación, la tonada cambió a tal velocidad que ya no la pueden seguir, ayer se estaban matando y hoy meriendan juntos.
—Amigos, sirvientes, ¿cuál es la diferencia?
—¡Es harta la diferencia! —El más joven golpea la mesa con la mandíbula tensa y la frente palpitante en un atisbo de puchero—. Pensé que ya habíamos tenido esta discusión.
—Sí, sí. —Pero el joven Lee no impresiona genuino—. Son mis amigos con una terrible diferencia de poder en mi nave lo que prácticamente los convierte en mis subordinados, pero está bien, si te hace sentir mejor que solo te llame amigo en lugar de esclavo como soy tan generoso, puedo hacerlo.
—¡Ah! ¡Eres insoportable! —Sing gimotea, arrojándose de golpe en el respaldo floreado del asiento bordón—. Creo que prefiero saltar al mar y ahogarme antes que pasar por esto.
—¿Estás seguro? —Entonces, una sonrisa maliciosamente felina nace entre los hoyuelos del villano, es suave y lento, tiene leves tintes rosados—. Porque no me molestaría verlo.
—¡Eiji! —Gimotea—. Si él no es más amable con nosotros no lo ayudaremos a bajar una estrella.
—Me lo deben. —Simplemente bufa con prepotencia—. Les he dado alimento y alojamiento gratis en mi barco. —Y esta vez el mestizo se siente profundamente indignado de la ligereza con la que se sueltan tales mentiras, deja el té de lado, acunando la delicada porcelana de hadas entre sus manos.
—Nos secuestraste. —Le explica despacito, con la esperanza de que llegue a entenderlo.
—¿A qué quieres llegar?
—Que por ende, nosotros no te debemos hospedaje, incluso me amenazaste con venderme en el mercado negro.
—Detalles. —Bufa, encogiéndose de hombro, tirando su larga y lustrosa trenza hacia atrás—. ¿Acaso te has quedado en el pasado? Porque yo pasé la página desde hace rato.
—Creo que no quiero ser tu amigo. —Sing resopla, comiendo amurrado los pastelillos de la bandeja.
—¡Retráctate! —Yut-Lung se para de golpe, mortificado—. Ser mi amigo es lo más genial que podría pasarle a cualquiera.
—No si hay que bajar una estrella para ser tu amigo.
—¡Dijiste que me ayudarías!
—Las promesas se rompen.
—No Eiji. —Y entonces, las luces caen sobre él—. ¿Lo recuerdas? Dijiste que tus promesas eran casi como palabras sagradas.
—Lo siento, Sing. —Y aunque odia admitirlo—. Tiene razón. —Permite que gane el combate.
—Ya no me gusta ser parte de esta tripulación. —Finalmente se rinde, permitiendo que el cansancio le devore hasta los huesos y se desmorone en aquella grácil silla, el agua del mar salpica cada tanto hacia el interior de la proa, es la primera vez que toman té de tan extravagante manera—. ¿Se puede bajar una estrella? ¿Hablas en serio? —Rápidamente la resignación es reemplazada por curiosidad.
—Se pueden comprar. —Yut-Lung les instruye, es el que mayor familiaridad y experiencia comparte dentro del mundo mágico, es importante escucharlo—. Tenemos que entrar al mercado negro para poder comprar una estrella y una vez la tengamos, hacer el ritual prohibido con el cáliz.
—¿De esa manera serás libre de tus hermanos? —Una sonrisa triste, muy pero muy triste se pierde.
—Temporalmente. —Musita—. No seré libre de la maldición, no mientras mi corazón siga perdido.
—Pero hacer el ritual con el cáliz aplacará las veces que ellos te atormentan, ¿no es así? —Eiji mece la silla para inclinarse hacia el contrario, sus manos trepidan encima de sus pantalones de tela, todas las varillas del corsé lo aprietan, aplastando su respiración igual que una jaula.
—Eso espero, aunque no lo sé con certeza.
—¿No tienes manera de comprobarlo?
—Nunca he intentado liberarme de ellos.
Silencio.
Si bien, la idea de empatizar ante Yut-Lung no le fascina, luego de ver aquella pornografía de tortura tampoco puede hacer la vista gorda, ¿no sería lo mismo que Izumo si obra de esa forma?, ¿acaso no sería transmitirle el mismo mensaje que Eiji ha recibido durante toda su existencia?: «Tu sufrimiento es incómodo, no lo muestres». Es similar a Ash y al mismo tiempo, es tan diferente. Ambos son niños lastimados, sin embargo, a Lee le importa un carajo la moralidad, es cazar o ser cazado en su mundo, maldecir o ser maldito y él ha elegido ser depredador en lugar de presa, ha preferido adaptarse al papel de villano en lugar de ser olvidado y esa es la cosa, lleva tanto tiempo metido en la piel del villano que él mismo ha olvidado quién realmente es.
No todo es horrible con Yut-Lung a pesar del pasado rocoso, le agrada su forma de hablar llamativa, cómo aborrece todos esos libros que adora Ash, su comprensión sobre un mundo desesperanzado cuyo único objetivo es la venganza hacia sus hermanos, no es un chico malo, Eiji cree que es mejor que eso, que seguramente sabe que ha tomado las elecciones equivocadas y llega hasta el final de todas formas, es lo único que conoce, ha visto los despiadados tratos que le ofrece el clan fantasma y eso le retuerce las entrañas.
—Lo siento por no protegerte, mamá.
Es una última y desesperada señal de auxilio.
Por eso Eiji no puede dejarlo solo, no ahora, no cuando recién se está dando una oportunidad para sanar y necesita apoyo para salir adelante, no porque no sea lo suficientemente fuerte para hacerlo por sí mismo, está más que claro que con su reticencia puede bajar el cielo entero si así lo pretende, no obstante, sino ha podido ayudarse él solo hasta este entonces, ¿por qué podría ahora? No es tan malo pedir ayuda por duro que sea aceptarla, así que si él y Sing deben mamarse su histrionismo en post de un bien mayor van a hacerlo, van a bajarle una bendita estrella.
Una estrella.
Un cáliz con sangre maldita.
Y un bazar encantado en una tierra perdida.
—Repasemos. —Más que una petición la voz del joven escapa en una súplica caprichosa—. Aunque no podemos recuperar tu corazón y por eso necesitamos el deseo de una sirena, sí podemos librarte temporalmente de los tormentos de tus hermanos con un ritual de sangre entre el cáliz y tú.
—Muy bien. —Yut-Lung lo felicita como si lo estuviese haciendo con un gigantesco Golden Retriever, eso le roba una sonrisa ilusa a Eiji, como el tiempo corre disonante en este buque le da la impresión de haber compartido una década con estos dos—. Y ese ritual además exige de un artículo para ser ejecutado. Son maldiciones distintas, mi corazón es el precio por mis poderes, pero la existencia de esos espíritus es el precio que pagar por mi codicia.
—¿Qué fue lo que hiciste para que te castigaran así?
—Te diré cuando me bajes una estrella del cielo. —Se sopla las uñas con tanto desinterés que irrita—. No soy tan tonto como para soltar mi debilidad así.
—¿Debilidad? —Eiji parpadea con curiosidad—. ¿Tienes una?
—Claro, todos los seres malditos tenemos una debilidad fatal, suele ser el origen de desgracias, esto también incluye a Ash. Pero por ahora solo enfóquense en la estrella.
—Una estrella que debemos comprar en un bazar maldito. —Concluye, ganándose aplausos, su té ya se ha derretido en sus papilas gustativas, despertando y reactivando el cansancio progresivo, mar ha salpicado hasta su rostro debido al ajetreo del navío, extraña poderse sumergir, es irónico que al encontrarse arriba de un barco sienta que pasa menos tiempo en el agua que nunca—. ¿Verdad?
—Muy bien, Okumura. —Yut-Lung se levanta, sacudiéndose el corsé—. Tu cerebro de pescado sigue pensando después de todo, bravo.
—No seas grosero con tus amigos. —El puchero de Sing tras un pastel suaviza su expresión—. Tienes al único mestizo del mundo y al ilusionista más genial de Nueva York a bordo.
—Ja. —Gruñe, arrojando su larga y entintada cabellera hacia atrás—. Si fueran tan geniales habrían escapado solos.
—Quizás no queremos escapar. —Eiji finalmente deja de lado su taza de té, preparado para otra de sus agotadoras travesías—. Quizás nos gusta estar a tu lado. —Basta de ese inocentemente adorable comentario para que las mejillas del villano se espolvoreen de un rosa tan pálido y jovial que parece beso de un cerezo, de esos mismos que usaba Akira en sus coronas.
—¡Cállense! —Grita rojo—. Ustedes no saben nada y me dan asco, jamás podría llegar a rebajarme a los de su clase.
—¡Nos amas! —Sing se levanta para abalanzársele encima, su rostro todavía tiene betún de pastel y eso infarta a Yut-Lung—. ¡Nos amas y quieres que te llenemos de besitos!
—¡Jamás! Te juro que detendré tu corazón si te atreves a... —Muy tarde, el glaseado ya se encuentra embarrando esa pulcra y elegante cabellera—. ¡Por la bruja que te pario!
—Te queda bien el azul del betún, resalta tu palidez.
—¡Sing Soo-Ling te mataré! ¡Soy jodidamente delicado! ¡¿Acaso no ves?! —Exclama delicadamente, más suave que una florcita o el aleteo de una mariposa—. ¿Cómo te atreves a ensuciarme, rufián?
—Uy, qué histérico.
Y entonces el barco se detiene.
—¿Llegamos? —Asiente.
—Hay algo que deben saber antes de entrar y es que no se dejen seducir por los puestos, es un lugar maldito así que va a estar constantemente tratando de engatusarlos con sus baratijas.
—Por favor. —Sing resopla, ofendido—. Hace falta de más para romper mi fuerza de voluntad.
Temporo/Espacialmente es un caos, Sing y Eiji solo le toman la seriedad necesaria cuando bajan del barco y un gigantesco arco verde, repleto de flores de colores que jamás han vislumbrado y que han de emanar su propia luz los reciben en una tierra muerta, literalmente, el resto del paisaje se aprecia como si hubiese perdido la vitalidad en ramas secas y podridas, hojas rojas y un cielo tan desteñido que llega a lucir deslavado igual que las viejas páginas en los libros de Ash, amarillentas e hinchadas.
—No suelten mi mano. —Y vaya, darle la palma a Yut-Lung es toda una experiencia, es helada, es un toque de porcelana que lo dejan a él y al ilusionista mirándose confundidos—. O lo lamentarán, muchos de estos sujetos son expertos reconociendo turistas bobos.
—Atendía el Chang Dai, creo que puedo con un par de vendedores ambulantes. —Pero Yut-Lung no suelta un comentario mordaz o cruel ante eso, al contrario, se voltea con preocupación, como si estuviese reconsiderando que el traerlos haya sido una buena idea y eso basta para paralizarlo.
—Solo háganme caso esta vez. —Musita—. Por favor. —Y debe ser realmente grave para que el gran villano tenga modales con sus simples sirvientes.
Entran por el arco.
Entran y wow, un centenar de tiendas se extienden en un laberinto conformado con arcos iguales a los de la entrada, el aire tiene sabor a caramelo y se siente tibio, como si estuviese flotando encima de un mar de pura luz, las estrellas parecen estar lo bastante cerca para extenderse solo con la punta del pie y robarse una, se pregunta si ese será un plan más factible a comprarla pero lo deja transitar, es mágico, es un ambiente con una magia diferente a Nueva York, copos plateados envuelven todo, dándole un apariencia etérea de libro ilustrado, cada vendedor y comensal tienen aspecto precioso y deslumbrante, es como estar rodeado de puros Ashs y eso lo hace sonrojarse. No es instante para lamentarse por su posible y complicado enamoramiento, debe concentrarse.
—¡Tú! —Muy tarde, una mujer extraordinariamente hermosa lo engatusa de la cintura, sacándolo del camino que estaba recorriendo mientras el laberinto de arcos cobra voluntad y se lo traga—. Tengo algo que podría interesarte. —La chica tiene un cabello esponjoso y rosa, igual que el algodón de azúcar y de hecho, huele de esa manera, es intoxicante, siente a la fragancia calar a sus pulmones.
—No debería, perderé a mis amigos. —Sus ojos amarillentos relumbran en un parpadeo que drena su energía. De repente, está cansado y no puede mantenerse de pie.
—Quédate. —Insiste y no puede luchar—. Hace mucho que no tengo visitantes y quiero compañía.
—Me quedaré. —¿Qué diablos? No quería decir eso, pero sus piernas se encuentran tiradas en una de las flojas sillas de flores, se pregunta cómo sostendrán su peso si son tan frágiles, pero se siente casi borracho y la cabeza no le funciona con claridad, está ahogado en una dulce fiebre—. Quiero quedarme contigo, estoy a tu disposición y voluntad.
—Buen chico. —Se relame—. ¿Quieres intercambiar un secreto?
—¿Eh? ¿Secretos? —Entonces cuestiona, la mujer lo acaricia de los hombros, consiguiendo que un escalofrío le hiele la columna vertebral.
—Vendo muchos de esos por acá, todos esos cofres que ves tras las cortinas son secretos guardados. —. Como si fuese un acto el telón no tarda en elevarse, mostrando una amplia colección de baúles de todos los colores, tamaños y grosores posibles, algunos yacen terriblemente gastados y otros no.
—Yo no... —Dino Golzine, si se entera de cómo acabar con él, Ash será libre—. ¿Cuánto? —Y debería haber aprendido de su última experiencia, ha pasado muerto un día entero por hacer tratos con quién no debía, sin embargo, sería tonto si perdiese semejante oportunidad. Perdóname, Ibe-san.
—El precio es relativo, cariño. —La mujer canturrea, meciendo su gigantesco enaguas tan delicado como una capa de azúcar al son de los arcos—. Depende de lo que quieras obtener, es distinto pedir la debilidad de alguien a ansiar tu pasado. —Ni siquiera se le pasó el pensamiento.
—¿Sabes quién soy?
—Cariño. —Se ríe—. Lo sé todo, puedo contarte incluso de tus padres y dónde están, ¿te interesa?
—¿Qué secreto quieres por mi pasado? —Ella canturrea, paseándose pomposamente alrededor de Eiji con sus largas piernas del color del caramelo, el dulzor se intensifica con tanta potencia que llega a ser putrefacto, le arden los dientes, es empalagoso e insoportable—. Quiero conocerlo.
—Me temo que ninguno de tus secretos es tan valioso. —Ronronea, elevándole el mentón—. Pero los del lince de Nueva York, eso es tema diferente. —Eiji abre los ojos de golpe.
—¿Ash?
—Ash Lynx tiene una debilidad mortal y quiero que tú la averigües. —Quiere negarse de inmediato, pero algo en el aliento de esa mujer lo hace sentir extraordinariamente pasivo y drogado, mierda—. Me traerás la única cosa que puede matar a Ash Lynx y a cambio te daré todo lo que quieras saber de ti mismo, es un trato justo ¿cierto?
No.
Jamás te daría un secreto de Ash.
Tendrías que matarme para obtenerlo.
—Pareces encantado con la idea. —Pero la voz no le sale—. Asumiré tu silencio como un trato.
—Vaya que juegas sucio escoria. —Yut-Lung lo toma del brazo, se siente mareado y enfermo, como si de repente él estuviese hecho de azúcar que se deshace con la humedad—. Si quieres obtener la debilidad de Ash tendrás que esforzarte más fuerte, Marvin. —Y de pronto, esta encantadora chica se convierte en algo grotescamente espeluznante.
—Eres tan desagradable. —Ahora hay un hombre gordo y feo abrazándose una panza de llanta, esa delicada silueta yace muerta en el piso, como si hubiese sido una especie de disfraz y eso le retuerce las entrañas—. ¿Todavía no puedes hacer latir tu corazón?
—Dino nunca juega limpio, ¿no es así?
—¿Y tú sí? —Yut-Lung le gruñe, envolviendo su brazo sobre los hombros de Eiji, arrastrándolo por los pasillos del laberinto con un paso imponente y certero.
—Marvin Crosby es el perro de Dino, te conviene tener cuidado. —Le susurra, los arcos se mueven sobre sus cabezas, las hojas caen como si fuesen plumas de mirlos, son negras y espesas—. Y si él está acá significa que nos tienen vigilados y probablemente también a Ash.
No quiere pensarlo, ha permanecido demasiado contento en su burbuja de ignorancia sobre Dino, el recuerdo de sus toques, el recuerdo de su sonrisa, el eco de su voz, de pronto tiene que parar esa endeble caminata, los arcos se mueven demasiado encima, como si estuviesen respirando, cree que se va a desmayar, pero Yut-Lung no se lo permite, lo ataja entre sus delgados brazos, le explica sobre ese posible efecto, diciéndole que Marvin no solo disfruta de la magia negra sino que además gusta de las drogas de tacto, probablemente lo drogó cuando le tocó los hombros o la cintura y lo peor no es lidiar con su propio malestar quemándole la piel igual que llamas vivas, sino pensar que Ash tuvo que lidiar con esta clase de situaciones, con que pudieron adormecerlo con un simple roce y luego...
—¡Chicos! —Sing no le permite ahogarse en su cabeza—. ¡Miren todas las cosas geniales que gané! —Y Yut-Lung palidece, ahora es él quien impresiona al borde de un ataque de pánico.
—¡¿Qué carajos te advertí, mocoso?! —Grita a todo pulmón, sacando hasta la última gota de cólera de su sistema—. ¿Cuánto te costó? —El más joven se encuentra cargando una montaña con objetos peculiares entre sus dos brazos, son demasiados—. Te dejé solo un segundo, ¡un segundo!
—No te pongas así de amargo, también te compré algo. —Y procede a acomodarle una flor encima de la oreja—. Cambia de color y especie según tus sentimientos, nunca se marchitará.
—¡No quiero esta porquería! —Pero no se la puede quitar y eso solo aumenta su frustración, Eiji no desea dudar de las intenciones del ilusionista, no obstante, disfruta irritando a Yut-Lung.
—A ti también te compré algo. —Y como si estuviese en su casa procede a manosearlo para poder desabrocharle el corsé y acomodarle otro—. Es mágico, igual que la capa de Ash, cambiará según tu estado. —Y Eiji definitivamente no necesita esto, es lo suficientemente transparente, no anhela que la prenda se llene de brillos, corazones y un estridente rosa apenas se reencuentre con el lince.
—Sing. —Pero tampoco puede quitársela—. Eres de lo peor. —La flor de un rojo furioso en la oreja del villano también le da la razón, ha sacado espinas y esa imagen atrae a su corsé, quien procede a copiar el diseño—. Creo que lo llamaré Nori Nori. —Suspira resignado.
—Les hice un favor.
Pero no le creen.
No le creen para nada.
Finalmente los arcos dejan de moverse cuando llegan a un puesto viejo, sin embargo, ni siquiera les da oportunidad de parpadear antes de que el desgaste desaparezca, transformándose en el paisaje más espectacular que ha vislumbrado, mucho más magnánimo que su isla y Nueva York, una mujer refinada con una cabellera tan dorada como el sol y ojos de océano cristalinos se asoma desde la puerta de cortina, todo lo que toca resplandece bendecido, su presencia es imponente, provoca que sus rodillas tiemblen y su corsé se tiña de un melancólico plateado, igual que una armadura.
—Vieja bruja, dame una estrella. —Se atraganta con su propia saliva, no puede creer que Yut-Lung se comporte de esa forma ante semejante deidad, tiene el presentimiento de que ella esconde fuerzas muy grandes tras su impasible sonrisa ahora cubierta por arrugas de molestia.
—Tú ya no tienes créditos por acá. —Se burla—. No te daré nada.
—Vine a comprarla, no ha robarla.
—No tienes ningún derecho a pisar estas tierras estando maldito. —Entonces el más joven alza los dedos en una trémula amenaza—. ¿Quieres detener mi corazón? Mejor que nadie deberías saber que nosotros no tenemos, así que adelante, humíllate solo. —Los afilados ojos de la mujer navegan con diversión entre las flores de los arcos hasta detenerse en él—. Eiji Okumura. —Retrocede.
—¿Me conoce?
—No te asustes, muchacho. —Sus pasos son delicados y elegantes, como si estuviese flotando en aquel pomposo enaguas cerúleo—. Jessica Randy a tu servicio, soy una bruja.
—En toda la extensión de la palabra. —Yut-Lung gimotea, cruzándose los brazos sobre el pecho.
—Te advertí que no debías hacer tratos con magia negra.
—Todas las soluciones que me ofreciste eran parches, nada me permitía matar a mis hermanos.
—¿Y eso cómo te funcionó? —Y como si los hubiesen convocado, el clan fantasma se hace presente, las relucientes flores que penden en los arcos se pudren y caen muertas al instante, los puestos se ven gastados y pajosos, como si esa energía estuviese enfermando al lugar—. Te dije, te advertí que nada bueno saldría de tu sed de venganza. —Hua-Lung lo ha rodeado de la cintura con sus huesudas manos, convirtiéndose en una prisión pegajosa y desagradable para su hermanito.
—Vinimos a comprar una estrella. —Entonces Sing se impone, hay una chispa de valor ardiendo en sus pupilas, odian ver a Yut-Lung tan sometido, además... Ambos vieron cómo violaban a su madre en esa proyección, no pueden fingir que no ha pasado nada ni lo harán—. No a lastimarlo más.
—No voy a venderle nada a este imprudente, conoce las reglas, una vez se usa magia negra queda condenado con la blanca.
—¡Pero...! —La mujer lo mira con una seriedad tan paralizante que recubre sus órganos con una gruesa capa de escarcha, es áspero y tajante—. Eso no es justo.
—Lo lamento. —Y vuelve a flotar hacia el mestizo—. Pero tú tienes créditos en este lugar. —Los tres parpadean al unísono, confundidos por la confesión.
—¿Yo?
—¿Hay algún otro Eiji Okumura en este lugar? —Su risa es relajante y cantarina, tan femenina.
—No es posible, nunca había estado acá.
—Tú no, eso es verdad. —Sonríe—. Pero tu madre sí y se encargó de pagar lo suficiente para que retiraras una carta.
—Ella me dejó en Izumo. —Balbucea—. Me abandonó.
—Quizás confiaba que saldrías de Izumo y por eso la guardó ¿no? —Y ojalá fuera así de simple, sin embargo, un presentimiento ácido arremete en su interior en una tempestad furiosa, no se profesa listo para confrontar a su propia mamá, la mujer lo cedió igual que un trapo sucio, él no...
—¿Todo se paga con esos créditos?
—¿Eh? —Las largas pestañas blanquecinas de Jessica revolotean—. Sí.
—¿Puedo usar ese crédito para comprar una estrella?
—Eiji... —Es la primera vez que Yut-Lung lo llama por su nombre y no un apodo despectivo.
—¿Puedo?
—Puedes pero es importante que recibas el mensaje, no podrás comprar más créditos, solo puedes obtenerlos con fragmentos de tu alma y no creo que quieras cambiarla.
—Eso es cierto, pero también es importante que Yut-Lung deje de estar atormentado, ¿no sería para usted fuerte tener que soportar noche tras noche los fantasmas de sus agresores visitándola? —Los que abusaron, destrozaron y mataron la chispa de inocencia en su alma, ¿no sería como si Ash fuese visitado por Dino Golzine y aún muerto no pudiese defenderse, quedando otra vez a su merced?
No es justo.
Y aunque Ibe solía decirle que el mundo no era justo.
—Puedes comprarla. —Él va a hacer sus propias reglas.
—Y si ella tanto quería contactarme encontrará otra manera, pero no puede pretender que yo esté cómodo con esto, si tanto quería... —Niega, dando una respiración lenta y profunda, intenta detener el creciente malestar que se dispara como un cohete por su garganta—. No todavía. —Es respetable que no desee recibir ese milagro, no tiene romantizada la idea de una paternidad, ni ahora, ni nunca.
—¿Seguro quieres la estrella? —Jessica lo pregunta genuinamente constipada, como si no pudiese creer la tontería que estuviese haciendo—. Podrías obtener respuestas y sé que las quieres.
—Quiero más el bienestar de Yut-Lung que obtener respuestas. —Es sincero—. Así que sí. —Porque mejor que nadie comprende lo que es que ignoren tu sufrimiento y lo pasen a llevar. ¿Cuánto tiempo pasó deseando ser visto?—. Puede quedarse con su carta y deme una estrella.
—Eiji... —Los ojos del más joven por primera vez lucen cálidos y conmocionados, su boca tiembla y ese negro que recubre su iris se derrite en un glorioso morado—. ¿Por qué? No tiene sentido.
—Yut-Lung.
—¿Qué quieres a cambio? —Y esa pregunta lo lastima otra vez, porque probablemente nunca nadie ha hecho nada desinteresado a cambio, por eso es un villano, tuvo que sobrevivir, no vivir.
—No quiero nada. —El joven Lee retrocede horrorizado.
—¿Entonces por qué? —Su voz se quiebra igual que el cristal—. ¿Por qué lo hiciste? ¿Cómo me vas a cobrar?
—Porque somos tus amigos, no tus sirvientes. —Recalca, tomando sus pequeñas y frágiles manos de muñeca, ¿cuántos años te redujeron a un objeto de placer ajeno?—. Algo tan frágil como el amor no te puede salvar. —Recuerda haber percibido esos pensamientos cuando Hua-Lung lo atormentó en su cuarto, se escuchó resentido con Ash por abrirle su corazón y aunque tenga su postura, le da la verdad en cierto sentido—. Y puede que tengas razón, es cursi pensar que el amor te puede salvar de cualquier mal, pero siempre puedes recibir ayuda de quienes te aman para lidiar tus batallas.
—Eso no tiene sentido.
Claro que debe ser fuerte escuchar esto, las personas que se supone que lo amaban no hicieron más que romperlo una y otra vez, ¿cómo puede confiar en el amor si tuvo que sacarse el corazón para que dejara de dolerle? La violencia es fuerte y por muy fuerte que se mire quién lidia con dicha clase de situaciones traumáticas, por dentro se pudre, por eso el aroma de la muerte sigue acá, no por el clan fantasma, sino porque Yut-Lung agoniza en soledad.
—Yo no soy amado, no puedo ser amado.
—Todavía. —Le corrige con suavidad—. Pero vamos de a poco. —Y entonces, esa rosa en su oreja relumbra, viéndose envuelta por un plateado chispeante antes de cambiar en una imponente dalia escarlata, sus pétalos exuberantes se enredan a lo largo de su pelo, dándole un aspecto de cascada de vitalidad, es hermoso, divino, frágil y le dice todo lo que necesita saber.
«Gracias por tu ayuda, por estar siempre a mi lado».
—Vamos a casa para que puedas hacer el ritual.
—¡Chicos! —Sing se mira al borde del llanto, deja caer de golpe todos los artefactos mágicos para poderlos abrazar en busca de consuelo, el chiquillo se apega con facilidad y no lo culpa, todos acá se ven unidos por la pérdida—. Lamento haber comprado tantas baratijas.
—Ya, ya. —Por los hermanos que lo mataron, por el hermanastro que se fue en una guerra fantasma y por la familia ausente de pasado. Un vínculo de mutua compasión y comprensión que los ha hecho cercanos—. Da igual, ya pasó, lamento haberte gritado.
—Los quiero. —Gimotea y claro que lo hace, es ambivalente esa sensación con Lao supone, si Sing se mantiene tan alegre es porque probablemente se encuentra sobreadaptado, igual que todos acá.
—¡Espera! —Jessica extiende su mano, reticente—. No debería decirte nada porque nuestro trato se cerró, pero si puedes encuentra a Blanca.
—¿Blanca? —A sus acompañantes no les suena el nombre—. ¿Quién es?
—Él te dará las respuestas que necesitas.
El regreso a la nave es silencioso, la flor en la oreja de Yut-Lung no deja de transformarse, el gesto lo hace sonreír, expresa una infinidad de matices nuevos en el joven Lee y entiende que no es malo, no, esta pequeña aventura no borra nada de lo que hizo, el sujeto los tuvo secuestrados e inclusive se atrevió a jugar con sus corazones, pero supone que todos hacen lo necesario para sobrevivir y no es quién para juzgarlo. Shorter roba días. Ash está dispuesto a todo para romper su maldición. Sing se aferra a la esperanza. Nadia apostó por su hermano. La tripulación busca un líder. Eiji se busca a sí mismo.
Y Yut-Lung...
De nuevo, no es que esté bien o sea justificable, pero es un niño, un niño herido que nadie escuchó, sus acciones de ahora en adelante serán lo determinante y a veces es cuestión de que te tiendan la mano cuando más lo necesites y te den una oportunidad.
—Gracias. —El joven Lee parece reticente a tomar sus palmas y aun así lo hace, con las mejillas muy rojas y una mirada conmovida—. No tenías que apostar por mí y lo hiciste, a pesar de todo, lo hiciste.
—No me decepciones entonces. —Se ríe, la brisa salada le salpica el rostro y el mundo luce ligero—. Usa esto para liberarte un tiempo y encuentra a tu corazón. —Era difícil que buscara otra salida si tenía literalmente a los fantasmas de sus transgresores flotando en su conciencia.
—¿Cómo se hace el ritual? —Sing da parpadeos de lechuza confundida—. ¡Ah! Estás ruborizado.
—¿Qué? —Yut-Lung se intenta cubrir la cara con velocidad.
—¿No me digas que Eiji hizo latir tu corazón?
—¡Jamás! —Y vuelven a su rutina.
—¿Entonces fui yo?
—Prefiero comerme a un trasgo antes que tenerlos de verdadero amor, qué asco.
—Nos amas. —Canturrea, envolviendo sus brazos alrededor de la cintura de Yut-Lung, dejando que su rostro repose contra su corsé de cuero e invitando a Eiji a unirse—. Nosotros también.
—¿Eh?
—También te amamos. —Eiji confirma solo para molestarlo, uniéndose al abrazo, la tímida flor se alza en un gigantesco ramo de rosas que amenaza con asfixiarlos—. ¡Yut-Lung! —Se queja pero...
¡Bang!
Una exuberante cantidad de agua llega con una despiadada velocidad para devorar el interior de su navío, el cual parpadea con una capa ennegrecida antes de esfumarse como si se reventara la ilusión en una burbuja, Eiji toma aire con fuerza antes de apretar los ojos, los cimientos se desmoronan en sus manos, de repente el mundo resulta mucho más real, como si efectivamente el hechizo del barco se hubiese esfumado y los hubiese arrojado de regreso a la realidad. No ve a Yut-Lung en el caos ni a Sing, los ha soltado, miles de imágenes confusas lo aturden, todavía se concibe lento gracias a esa droga que Marvin le impregnó.
—¡Yut-Lung Lee! —Y entonces retumba esa voz, ahí, alzándose en el mástil del Fish Bone.
—¡Ash!
Lo vislumbra por primera vez desde que se apartaron, los mechones indómitos de su cabello dorado lo hacen parecer más un chico despechado que un capitán furioso, sus ojos sobrenaturales son de un jade tan líquido con el que soñaban las chicas jóvenes y sus labios son tan finos que tienen poder para romperle el corazón con una simple sonrisa. De repente, el aliento se le atora en la tráquea, le duele el pecho, se lo tiene que apretar, su corazón punza demasiado y sin querer ha iniciado marcha hacia la cubierta para poder verlo mejor, es eléctrico, intenso y el tiempo se extiende, dándoles un par de segundos extras otra vez.
—¡Yut-Lung! —Vuelve a gritar con un tono tan serio que le congela hasta el alma y le debilita las rodillas—. ¡Devuélveme a mi Eiji!
Bueno, primero algo importante y a quien no le guste verme lloriquear la puerta es ancha. Pero como se veía venir acabe con un cuadro depresivo y con ataques de panico horribles, porque estoy con burn out, onda, este mes además de mi trabajo me han estado asignando pacientes graves para entrevistas de ocho cuestionarios sobre ideación suicida todos los días y muchas veces se extienden porque obviamente a las personas les afectan estos temas, entonces no he estado comiendo, durmiendo ni viviendo, creo que mis mensajes personales no los veo desde que inicio el mes. Así que es mucho, estoy completamente sobrepasa y chata de todo, excepto de este fic, pero como es lo unico que puedo recortar para hacer mi vida menos precaria mientras el proyecto y las entrevistas sigan tan exigentes las actualizaciones tendrán que ser día por medio y atrasarnos en esto no más. ¿Eso qué quiere decir? Que lunes, miercoles, viernes y probablemente el fin de semana habrá capítulos. Es una paja, estoy como acostumbrada a patear cosas que amo por responsabilidad y odio hacerlo, pero mi vida es insostenible así que ojala sobrevivir estos 15 días que quedan del proyecto tan activo y onda, mi trabajo es heavy, no creo que nadie esté bien tan metido en el suicidio. Eso, nos estariamos viendo mañana, es uno de mis capítulos favoritos, me da penita ni siquiera haber tenido tiempo para responder los comentarios todavía, pero no sé cómo sigo parada este mes con tanto. Ay, muchas gracias por leer, si tiene algún comentario desagradable ahorresele porque la pobre autora está chata de todo, pero siempre son apreciados los nanais.
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