14. Cup.
Hi~ Sé que me quejo un montón pero este mes ha sido tan pesado que no recuerdo el día donde tuve un día como tal, solo quiero que esta tortura se acabe y no por el mermay, de hecho me da penita que hay calzado en un mes tan exigente porque me gusta la trama, estoy bien motivada con eso así que igual tengo ambivalencias. Bueno, se podría decir que este es el capítulo que da pie al arco de redención de Yue, así que igual estoy emocionada, muchas gracias a quienes se toman el cariño para leer.
¡Espero que les guste!
Eiji corre por su vida.
Corre, corre, y corre.
Corre tan rápido que teme que el corazón se le reviente como un globo contra la caja torácica, corre tan voraz que le arden los pies, corre tan desesperado que puede saborear el filo del viento deslizar sus voces de cuchillas alrededor de sus dientes y paralizar su lengua. Corre, corre, corre mientras la horda de espíritus malignos lo persigue. Eiji todavía no se acostumbra a esta dinámica, sin embargo se ha vuelto rutinario para ellos escapar de los hermanos fantasmas de Yut-Lung Lee, inclusive llega a ser divertido, es casi terapéutico, a Ibe le daría un ataque cardiaco verlo así.
—¡Eiji! ¡Deprisa! —El grito de Sing desde el segundo piso del barco atrapa de inmediato su atención.
—¡Ya voy! ¡Asegúrate de estar en posición!
—¡No lo dudes!
El mestizo fuerza a sus piernas a ir más rápido, sin detenerse, con los pulmones quemándole gracias al sobreesfuerzo al que se encuentra sometiendo su cuerpo extiende una mano por la proa de aquel elegante barco y toma el fierro de metal que escondió previamente, lleva haciendo esto desde varias noches y le sorprende que los espíritus aún no se den cuenta de su treta, vaya, al parecer no tienen los flamantes 201 puntos de IQ que él, no los culpa, como sea, alza la mirada para acabar sumergido en el brillo de malicia y jovialidad que los ojos del joven ilusionista le entregan. El alarido gutural de los no muertos parece un chillido de perro moribundo, toma aire, clava el palo en una tabla a medio romper del suelo y salta.
—¡Ahora!
Ocurre en cámara lenta, Eiji se eleva en el aire alto, muy alto, con el corazón latiéndole en la tráquea, con las piernas tan ligeras que siente que se encuentra volando, con manos desnudas centelleando polvo de estrellas contra esa improvisada pértiga mientras Sing crea una ilusión donde otro Eiji falso sigue corriendo en la primera planta todavía y el real puede escapar en paz hacia el otero del buque, mira con satisfacción cómo resulta nuevamente y los espíritus malignos lo dejan huir con su botín.
Se queda suspendido ¿cuántos segundos? ¿Dos? ¿Tal vez tres? Da igual, esta es la verdadera libertad y nadie puede negárselo. De pronto, el tiempo vuelve a retomar su flujo, la pértiga se estrella contra uno de los barriles en la proa liberando un chirrido metálico y amargo, su sangre hierve y se calienta con suma violencia, tiene las mejillas rojas y el cabello pegoteado, es un desastre, se alegra que Ash no esté acá para vislumbrarlo. Entonces se eleva más arriba, como si pudiese bajar una estrella de aquel lienzo entintado si lo intentara, como si la luna lo fuese a premiar con un beso o al extender sus alas se perdiese en las profundidades del cosmos. Y después cae.
—¡Sing! ¡Atrápame! —El nombrado aprieta sus párpados con mucha fuerza y extiende sus brazos, listo para hacer de soporte.
—A tus órdenes
—¡Pero así no!
Muy tarde.
Se estrella igual que si fuese un proyectil contra el más joven, quien en teoría, debería haber hecho una ilusión para que Eiji aterrizara, no hacer de colchoneta humana.
—¡Ya hemos hablado de esto! —Eiji gimotea adolorido—. No puedes seguirme atrapando así.
—Entré en pánico, no se me ocurrió otra cosa.
—Tenemos esta conversación todos los días.
—Lo sé. —Bufa—. Pero hacer ilusiones tan complejas agota mi energía cerebral ¿sabes?
—Estás inventando eso de la energía cerebral.
—No lo entenderías, es cosa de ilusionistas. —Rueda los ojos, permitiendo que la tensión abandone su cuerpo de manera progresiva junto a la amargura de la persecución—. Vamos.
El mestizo se levanta entre los escombros extraordinariamente resentido, aunque Sing fue quien se golpeó la mandíbula contra su nuca, la cabeza le arde un infierno a causa del traumatismo, de seguro Ash tendría algo inteligentemente coqueto que decirle, algo cómo: «Al parecer los ángeles caen del cielo a mis brazos hoy, onii-chan», sí, con su tonito jodidamente molesto y sensual que se derrite tal como caramelo en la punta de su lengua, no obstante, el lince no está acá.
—¿Tienes el botín?
—Por supuesto. —Eiji tantea la bolsa que se ha amarrado al costado del corsé, finalmente le ha hallado una utilidad a tantos ganchos y varillas, resulta ser un soporte útil en caso de huidas—. Todas son cosas directamente usurpadas del camerino de Yut-Lung.
—¡Grandioso! Está vez nos desharemos de ese dolor de culo. —Entonces, el más joven aplaude y la magia se termina, el Eiji de la ilusión tintinea un par de veces antes de extinguirse igual que un fogón de cenizas—. Mierda.
—A Shorter no le gusta que digas groserías.
—¡Shorter no está aquí! —Sing lo tira de la muñeca, sacándolo del shock para que retomen la huida, los espíritus de los Lee arrojan un graznido gutural desde lo más profundo de sus almas antes de dar la vuelta y retomar la persecución—. ¡Corre! ¡Debe ser frustrante para los cabezas de chorlitos caer en esto todos los días! —El mestizo intenta regularizar su respiración, queda poco hasta su pieza.
—No van a caer por siempre en esto.
—Lo sé.
Así que corren.
Corren por sus vidas.
No hay tiempo para distraerse, deben correr, saltar y esquivar en la parte superior del barco, ambos deben salir con vida de este laberinto de madera, esculturas de sirenas y magia negra, el piso arroja un alarido espeluznante que les hiela la sangre con cada paso, como si quisiese extender sus astillas en forma de enredaderas para inmovilizarles los pies, le punza el corazón, las baratijas que yacen en el ala de su bolso resuenan en crujidos metálicos, traga duro listo para la siguiente parte, es impropio de la estrella llegar tarde a su propio show.
¡Zas! ¡Zas! ¡Zas!
Acá está.
Zas. Zas.
Jugando con su corazón.
¡Zas!
—Ríndete, Okumura.
Y de repente, Yut-Lung emerge de las sombras, chasqueando sus dedos para detener los latidos de su corazón en un simple aleteo de mariposa. Aunque funciona para manipular su frecuencia cardiaca ya no es tan efectivo como antes, no saben si es el aumento de fuerza de voluntad, el instinto básico de supervivencia o que el villano se ha ido debilitando, pero no se permiten parar, aún si tienen que arrastrar sus piernas por un barco que parece en declive y tironearse uno del otro porque sus vidas penden del hilo invisible que los une en este trayecto, siguen, siguen a pesar de que eso literalmente los mata, Eiji ya ha tenido el honor de estar muerto y bien sabe que no lo quiere volver a pasar.
—¡Voy a hacerte pescado frito cuando te atrape, Okumura! —Ese gruñido rebota en su cabeza, le taladra los tímpanos hasta perforarle la corteza del cráneo—. ¡No saldrás de esta con vida!
—¡Soy un mestizo! ¡No una sirena! —Le rebate ofendido, sin dejar de correr.
—¡Y a mí no me puedes hacer pescado frito! ¡Idiota! —Entonces Sing se da vueltas solo un segundo para sacarle la lengua, consiguiendo que Yut-Lung se agarre el pecho hasta hacer mierda el pañuelo alrededor de su cuello y le dé una fea mueca mortificada.
—¡¿Cómo te atreves a faltarme el respeto así?! —Las tablas se desmoronan a su alrededor, precisan pisar en medio del aire para no caerse, se desata una tormenta en altamar—. ¡Mocoso!
—¡Wow! Qué histérico. —Pero Sing no controla su lengua afilada y eso solo lo hace enfadar todavía más. Una exuberante cantidad de agua llega con una velocidad despiadada para devorar todo en una única y poderosa ola, toman aire con fuerza, aprietan los ojos antes de seguir corriendo en la alzada, es un barco mágico y nada importa—. Necesitarás de trucos nuevos si quieres vencernos, idiota.
—¡Ah! ¡Son tan desesperantes! —Las vigas se levantan, el caos lo ensordece todo, la corriente yace tan fuerte que sino fuera por las habilidades marinas de Eiji habrían muerto. Hay agua, agua y mucha más agua—. ¡No saldrán con vida de este barco!
—¡Ya veremos, villano!
Ven finalmente la habitación que han convertido en su hogar, Sing asiente en un complot silencioso, retrocede un par de pasos para ganar impulso, salta encima de la fuente que yace a mitad del barco y se lanza aún más arriba, Eiji retrocede, haciendo lo mismo, los hermanos de Yut-Lung lo toman del tobillo para frenarlo y eso lo hace contener un grito del asco y del miedo, huele a podrido, es un olor de descomposición indescriptiblemente asqueroso que se siente pegote y viscoso extenderse desde su bota hacia su pantalón. Intenta patearlos aunque es inútil.
—¡Eiji! —Entonces Sing ataja su muñeca y lo entra a la habitación de un solo tirón, sin embargo, uno de los hermanos del clan logra pasar a sus aposentos, sonriendo con su cara deformada, está medio quemado, moscas y gusanos fantasmas se dan un festín con su piel carbonizada.
—¡S-Sing! ¡Quítamelo! —El mestizo jadea cuando el espíritu se sube arriba, empujándolo contra el piso, su gruesa mano fantasma se apoya encima de su cuello con la intención de asfixiarlo, Wang-Lung es el menos favorito del japonés porque murió carbonizado y el cuadro es tan perturbador que no ha dejado de tener pesadillas sobre morir quemado desde que lo conoció—. ¡A-Ah...!
—¡Toma esto! —Entonces el más joven le arroja agua bendita y el fantasma se vuelve a derretir ante ellos, va a volver la siguiente noche, esta es una muerte temporal, aunque al menos los libera—. Es asquerosa esta parte.
De la garganta de Wang quiebra un zumbido inhumano que definitivamente lo seguirá hasta lo más profundo de sus pesadillas, su cara se derrite como si hubiese sido rociada por ácido corrosivo antes de caer a pedazos en el piso y finalmente esfumarse en el viento. Tanto sus tripas y órganos que por un segundo se quedan desparramados igual que masa de galleta en el suelo desaparecen en un zas.
—Podrías haberme advertido que la ibas a tirar, así habría cerrado la boca. —Eiji bufa, limpiándose los restos de agua bendita de la cara, Sing la traía dentro de sus chucherías antes de ser secuestrado por el dragón de luna y a pesar de ser un cliché, ha funcionado para espantar a los espíritus malignos, por eso no entran al cuarto.
—¿Habrías preferido que Wang te comiera la mitad de la cara? —Al menos la mayoría de las veces, las excepciones no faltan—. Porque puedo dejarte lidiar a solas con ese monstruo la próxima vez. —Entonces un escalofrío atraviesa su columna vertebral igual que una daga helada.
—No, gracias. —Se sacude la suciedad de las prendas—. Estoy agradecido por tu ayuda, hacemos el mejor equipo del mundo.
—Eso está mejor. —Canturrea victorioso—. ¿Crees que hayamos robado algo valioso?
—No sé. —Eiji se desengancha la bolsa del corsé—. Pero esta vez pude adentrarme más en el cuarto de Yut-Lung, espero que algo de esto nos sea de utilidad.
—¿Y sino? —Tanto el temor como la fragilidad escurren en su voz en gotas turquesas, las ve destilar desde los bordes de sus labios hasta estrellarse en la poza de agua bendita—. ¿Y si no resulta?
—Tendremos que volver a intentarlo mañana.
Y al día siguiente.
Y al día siguiente.
Y al día siguiente.
Y para siempre.
Traga duro, dando vueltas los tesoros sobre el suelo.
Eiji los tomó de un cajón cerrado con un encantamiento, si bien, es incapaz de desglosar del todo el mundo mágico su amuleto pareció funcionar como una llave para darle acceso a la cerradura, había cogido todo lo del interior sin tener tiempo para verlos, ahora que la persecución ha acabado, ahora que los chasquidos de Yut-Lung Lee los han alcanzado y se sienten a punto de colapsar igual que una trémula casa de cartas en medio de un terremoto, sintiendo cada réplica y ola amenazar el cimiento toma una salada bocanada de aire y los analiza. Sing es el experto en objetos mágicos y malditos, su atención es atrapada de inmediato por una... ¿Copa?
No, es un cáliz.
Un cáliz repleto de sangre.
¿Fortuna? ¿Destino? ¿Ironía? No tienen idea, sin embargo, es consciente de haber tomado el objeto más valioso del barco porque la sangre no se derrama del cáliz, aun si lo toman y le dan vueltas, esa sangre permanece levitando contra el soporte como un tsunami escarlata, no se derrama, no logran tocarla, está maldita. Sing frunce la boca, constipado. La copa es hermosa, se encuentra cubierta de un dorado tan brillante y magnánimo que sino lo hubiese visto antes en el pelo de Ash no parecería real, se profesa incrustado con una serie de piedras preciosas que han perdido el brillo, todas han pasado a ser más negras que el ónix y el carbón.
—Esto no es normal. —Sing espeta, dando vueltas el cáliz hacia el piso, esperando que la sangre se derrame, no obstante, como si tuviese vida propia el líquido se enrolla atraído por una fuerza de gravedad hacia la elegante copa—. No tengo idea de lo qué hace, pero debe ser importante. —Bufa, deja que sus huesos crujan contra el mugriento piso de madera—. Shorter lo sabría.
—Sing...
—Shorter es genial.
—También los extraño.
—Siento que llevamos una década acá.
—Yo igual.
Silencio.
¿Por qué no vienen?
¿Por qué nos han dejado acá?
Ash.
—Oye Eiji. —Entonces, los ojos del chico deslumbran con un sentimiento imposible de denominar, es etéreo, relumbrante y omnipotente, le recuerda a la fosca marina—. ¿No tienes la impresión de que el tiempo pasa diferente en este barco? —El mestizo parpadea, tratando de metabolizar la idea, permite que se derrita en su lengua, la saborea antes de tragársela.
—¿A qué te refieres? —El amuleto pesa una tonelada en su bolsillo, le da la razón.
—Es raro que Ash y Shorter se demoren tanto en rescatarnos.
—¿Y si les pasó algo malo? —Dino Golzine, omite decir.
—Aun así, vendrían por nosotros. —Y la determinación con la que proclama eso es tan desmesurada que incluso Eiji se ve obligado a confiar en aquella promesa vacía, extiende sus manos hacia el cáliz, intenta tocar la sangre, pero la sangre lo rechaza igual que polos pareados de imán—. Me llama la atención, siento que llevamos meses en este barco pero todavía no llegamos a nuestro destino y no es posible que Yut-Lung sea tan terrible capitán para no arribar al...
—Al mercado negro. —O donde Yut-Lung lo revenderá por ser un remedo de sirena.
—No está lejos, creo que estamos dentro de un hechizo o todo el barco está hechizado en realidad. —Eso explicaría por qué luego de sus implacables huidas las cosas regresan a la normalidad, basta de un: ¡zas! Para que hagan borrón y cuenta nueva—. Creo que intenta hacernos enloquecer.
—Puede que tengas razón. —Piensa con suavidad—. Ash es realmente protector conmigo, tiene sentido que todavía no me encuentre sino ha pasado tanto tiempo desde que nos fuimos. —Y deja que el pensamiento brote de sus labios como agua de manantial, lo purifica y lo revive.
—¿Qué tiene de genial Ash? —No es una queja, es más bien una duda surgida de lo más profundo de la curiosidad—. No entiendo por qué te gusta tanto. —El descaro de esa confesión le pone rojas las mejillas, no ha querido vislumbrar sus sentimientos todavía, los ha dejado ahí, en la superficie de su alma moribunda igual que las conchitas que el mar arrastraba en Izumo.
—Porque Ash es Ash. —Musita, los ojos le duelen por la sal marina, no siente el cuerpo y aunque el agua ha limpiado sus ropas la sangre de sus heridas no tarda en brotar.
—¿Qué clase de respuesta es esa? — Sing bufa, arrojando su espalda hacia atrás, hundiendo cada hueso de su columna entre las aperturas de madera—. No quería una respuesta poética, quería algo genial.
—Pues perdóname pero esa es la única respuesta que tengo.
—No comprendo el amor.
—No sé qué es. —Eiji se encoge, se hace una bola entre sus rodillas, sintiendo el cansancio succionar sus huesos y destrozar sus latidos, el corazón le duele un infierno, no entiende si es por Yut-Lung y sus hechizos o si es la mera mención sedienta de dichoso nombre—. No sé qué podría ser eso que pasa entre nosotros dos.
—Eso es simple. —Sing tararea, inclinándose sobre sus propios pies—. ¿Qué es lo primero que se te viene a la mente cuando piensas en Ash?
Estoy sufriendo.
«Estoy sufriendo enamorado».
Porque Ash es magnífico y ha cultivado una sensación atronadora en su pecho, es ilimitado, va a un ritmo demasiado desconocido, ¿es normal?, ¿es aceptable? Lo único que entiende es que esto drena y tarde o temprano lo matará, devorando sus restos. No es sensato ni lo esperaba, este sentimiento, este cariño, este enamoramiento aunque no lo llame como tal brota con sus largas raíces y se eleva orgulloso, dándose a conocer, mostrándole el tiempo acumulado que ha calado en su corazón gélido cuyos latidos dependen de Yut-Lung.
Zas. Zas. Zas.
¿Pero tiene siquiera el derecho? A veces piensa que sería más fácil rendirse y dejar que Yut-Lung lo devore. Porque a veces el mundo sigue siendo insostenible, puede que tenga estos instantes al lado de Sing donde pueden derrotar al villano y son héroes intrépidos, pero a fin de cuentas es un teatro y él no está bien, no lejos de Ash, de Izumo, de todo lo que ha conocido. A veces se mira en el espejo porque en este barco hay demasiados y lo inunda un odio tan grande hacia su propia naturaleza que incluso ha pensado en arrancarse la piel hasta desescamarse, no es fácil tener que confrontarse, de repente la pena lo inunda desatando un tsunami dentro y no puede controlarla o soportarla, anega, todo se ve empañado por esa única emoción, sube de golpe y lo bloquea, no baja, por bastante que lo anhele no disminuye y no puede mostrarse así de débil ante Sing o ante nadie, entonces se hace pequeño, tan pequeño como Ash en sus memorias robadas y se traga ese malestar.
—Soy un mestizo, no funcionaría. —¿Funcionar qué de todas maneras? No son ni serán nada.
—¿Y eso qué tiene que ver? —Y le es dolorosamente punzante esa ingenuidad que relumbra entre parpadeos de lechuzas y cabezas ladeadas. El barco se mece con tranquilidad—. Eres genial.
—¿Genial? —No, no es verdad—. Ya escuchaste a Yut-Lung.
—¿Vas a dejar que él gane? El sujeto tiene obvios problemas con la ira, se la pasa insultando a todos, no te lo tomes como algo personal.
—Supongo.
El tema de ser mestizo ha estado rondando mucho por su cabeza.
En cierta medida le alivia que Sing lo haya aceptado y en cierta medida le angustia, porque tener un buen recibimiento de su preciado amigo implica en algún lugar invalidar el rechazo que él siente por sí mismo, si no fue tema para personas extraordinarias como el lince de Nueva York o el ilusionista más grande de Chinatown, ¿por qué para sus padres sí? Y eso lo hace pensar que tal vez, ser mestizo jamás fue el problema, sino ser él.
Y si Eiji es el problema...
Si Eiji no puede ser amado por ser Eiji...
¿Con qué derecho anhela a alguien tan maravilloso como Ash?
—Es mi amigo. —Se fuerza a decir ante la curiosa mirada de Sing que lo presiona—. Es mi amigo, yo entendería si tampoco me viniera a rescatar, no quiero que lo haga, es un poco patético no escapar de Yut-Lung por nuestra cuenta, ¿no crees? Es casi una carga.
—Eiji... —Pero el aludido alza sus barreras y se abraza a sí mismo—. ¿De verdad crees esto? ¿Crees que nos ven como una carga? Les importamos, jamás nos verían de esa manera. —Está agotado, no ha sido agradable lidiar con un enemigo tan formidable como Yut-Lung, en una de esas ya envenenó su corazón.
—Esta noche. —Así que cambia de tema y se fuerza a recuperarse, aunque se desmorone mientras lo hace debe recordar que a las personas no les gusta verlo mal, estar mal no ayuda a nadie, aunque más tarde se acumulará y será peor, por supuesto—. Esta noche iremos a enfrentarlo con el cáliz.
—Todavía no sabemos lo que hace. —La puerta cruje, es el villano tratando de entrar, sin embargo, gracias a la magia bendita es incapaz de traspasarlo, incluso el ser más poderoso tiene limitaciones.
—Sino fuera tan importante no se habría tratado de ensuciar las manos con nosotros.
—Tienes razón. —Sing suspira, arrojándose al suelo para cargar energías—. Si sirve de algo, ustedes dos harían una pareja bonita, Ash te mira como si fueses lo más maravilloso del universo.
—Eso es solo porque le sirvo todavía. —Y no dice esas palabras porque sean verdad, sino que busca herirse a sí mismo, se las clava como si fuesen una navaja en su corazón, realizando un sacrificio de sangre—. Una vez esto termine se acabará.
—No creo que eso sea real.
—Descansa, Sing.
El ilusionista tiene razón con el paso del tiempo, es un flujo extraño el que se posee acá, percibe que lleva varios meses arriba de aquel barco, no obstante, en su alma sabe que eso no es posible.
Ash. Ash. Ash.
Ash nunca lo dejaría acá.
Pero no es solo eso, sino que las secuencias, las lagunas, la coherencia, algo no encaja en su historia, de vez en cuando le da la sensación de que el día termina demasiado rápido para reiniciarse y aquella rutina puede enloquecer a cualquiera. Las horas saltan en laberintos con faunos, los minutos huyen al país de las maravillas y los segundos son niños perdidos. Eiji cierra los ojos un simple segundo con la finalidad de recargar energía y cuando los abre ya se encuentra corriendo de los Lee para irrumpir en la habitación del dragón de luna, ¿es el navío o hay algo malo con él?
—¡Eiji! —Grita Sing, advirtiéndole—. ¡Afírmate!
—¿Ah? —Y aunque no logra reaccionar al inicio, se mantiene hiperalerta.
—Voy a hacer una gran ilusión para perderlos, no te asustes.
Lo siguiente que vive son una serie de gritos: gritos que rompen su propio pescuezo apenas el barco se mece en 180° grados, gritos del clan Lee que intenta agarrarlo y debe defenderse con lo que pilla, golpeando, matando a un no muerto, tiñendo el suelo de tripas coaguladas, manchándose de sangre y Ash no querría ver eso, no quiere que lo encuentre así, tan vacío. Gritos desesperados que emanan de la habitación del capitán, gritos de todas esas personas que no pudo salvar y resucitan sedientos por venganza, gritos de Izumo, gritos de papá y mamá, gritos de un niño indefenso en la abandonada cabaña de su entrenador en un recuerdo donde Eiji no pudo hacer nada. Niega, deteniéndose frente al cuarto.
—Esto me da un mal presentimiento. —Le murmura Sing despacio, deteniéndose ante la puerta con magnánimos arcos de madera y bordes dorados, tienen al cáliz dentro de una improvisada mochila enganchada al corsé, el plan es usarlo para chantajearlo con su libertad—. Huele a podrido, apenas puedo soportar el hedor.
—Siempre huele así acá. —El olor de la muerte, recuerda—. Es la consecuencia de la magia negra.
—Aun así... —Sing frunce la boca, reticente—. No te alejes mucho de mí, tengo un presentimiento horrible.
—Bien.
Entran.
Entran y se arrepienten al instante.
Encuentran a Yut-Lung en las garras de los espíritus del clan, está pataleando en el aire, ese hedor a podredumbre se exacerba al punto en que deben cubrirse las narices o si no se las quemarán, Hua-Lung sostiene al más joven como si fuese una muñeca hueca, lo ve resistir en vano, incluso aquellos chasquidos son inútiles, no tienen corazón para detenerlos. Hay sangre escurriendo en una sonrisa retorcida mientras mancilla a aquel elegante chico, escarlata pende con una mirada vacía, el mayor bufa entretenido, arrojándolo como si no tuviese vida.
—Has perdido el cáliz. —La atmósfera es diferente dentro del cuarto, Eiji ha estado acá antes, pero en ningún instante le pareció tan infernal, ahora, cada poro de su cuerpo le suplica que huya—. Vaya decepción para nuestra familia hasta el final. —El resto del clan se encuentra detrás, es una especie de juicio fantasma, lo que resulta ridículo si Yut-Lung es quien los controla.
Porque Yut-Lung es quien los controla.
¿Verdad?
—No ha sido mi culpa. —Pero el chico luce genuinamente aterrorizado e indefenso, se ha reducido a un ovillo tiritón en el piso, aferrándose al odio—. Me estoy quedando sin fuerzas por la maldición.
—Permitiste que pasara demasiado. —Y entonces lo toma del cabello con tanta fuerza que Eiji teme que le arranque el cuero cabelludo, exponiendo su cráneo abierto y blando—. Si hubieras sido más inteligente en buscar a la sirena esto no habría pasado, podrías ser libre. —Se ríe, presionándole un beso contra el cuello con sus putrefactos labios, la imagen lo incita a contener una arcada, recuerda la memoria robada con Dino Golzine y es escalofriantemente familiar.
—No soy competencia para Ash. —El tirón intensifica su fuerza, nota que Yut-Lung quiere gritar por la presión que ejerce en su mandíbula aunque no lo hace—. No puede hacer latir mi corazón y trató de robarme el mapa.
—Mapa que ni siquiera sabes leer. —Lo azota de golpe contra el piso, Eiji se tensa detrás de Sing, busca algún refugio para no caer en la locura—. No te ganaste su corazón porque eres una escoria.
—S-Solo necesito más tiempo. —Su nariz sangra cuando lo vuelve a levantar, aquel rostro bonito ha quedado hecho mierda, gruesos hilos de saliva roja caen de su mentón, el sudor ha ennegrecido esa frágil piel de porcelana, su mirada se ha visto inyectada de purpúreo, está hinchada. No es más una belleza etérea a inalcanzable—. Puedo robarme el corazón de Ash y traérselos.
—¿Más tiempo? —Escupe—. ¿Escucharon eso? ¡Nuestro hermanito quiere tiempo! —Y de pronto, toda la tribuna fantasma empieza a carcajear con rudeza, es un sonido que martilla su cerebro igual que un pájaro carpintero en busca de pellizcarle los sesos—. ¡Pero qué gracioso!
—Eiji... —Sing le susurra a lo bajo, está helado y realmente pálido—. No creo que él controle al clan.
—Sí. —Traga duro—. Debe ser al revés.
Yut-Lung no controla a los Lee, sino que los Lee controlan a Yut-Lung.
Probablemente ese fue su castigo por abusar de su poder.
Ja.
—No olvides tu lugar. —Con un simple chasquido de Hua-Lung el cuarto se ve succionado por pura oscuridad, es como si las sombras se arrastraran con sus asquerosas y diminutas manos por doquier, amenazando con tragarse cualquier rayo de luz—. ¿Acaso no lo recuerdas? —Y basta otro zas para que aparezca una imagen tan terrorífica que ni Eiji ni Sing podrían olvidar.
—Basta. —Yut-Lung intenta apretar los párpados, sin embargo, Hua lo sujeta con sus brazos—. ¡No quiero ver más! ¡Para! No otra vez, por favor.
—¡Mírala! ¡Mírala bien!
—¡Por favor! Detente.
Está la mamá de Yut-Lung siendo abusada una y otra vez por el resto de sus hermanos mientras sus chillidos resuenan, desgarrando sus tímpanos, antes de matarla. Lo obligan a verlo de nuevo, el más joven tensa la mandíbula con tanta fuerza que incluso llega a crujir, un odio garrafal inunda ese tono tan delicado y exótico que chispea en sus ojos, los ojos de mamá, su mamá siendo devorada por los demonios, las lágrimas caen inertes alrededor de sus mejillas en una tormenta, no respira, pierde la lozanía, impresiona a punto de tener un ataque de pánico mientras Wang arremete contra su mamá.
La única persona a la que amó.
La única persona que...
¿No tengo derecho a estar lleno de odio? ¿Y Ash? Abusado, pisoteado, ¿no sintió odio él?, ¿no maldijo a nadie? Puedo verlo, su ira, debajo de su fría y hermosa cara, él es el propio demonio, lo sé. No es justo que intente salvarse.
Debería saber que no puede ser salvado por algo tan frágil.
—¡Corre Yut-Lung! —La ilusión apenas logra articular esa frase mientras la destrozan, desgarran ese frágil cuerpo como si fuese la tela de un trapo, no deja de llorar, es la pena de una madre impotente que sabe que no pudo hacer bien su trabajo y muere arrepentida—. H-Huye.
—Mírala bien. —Susurra, presionándole otro beso contra el cuello—. No hiciste nada para ayudarla.
—Era un niño.
—Que prefirió salvar su propio trasero a hacer algo, murió por tu culpa.
Y eso es todo, algo se quiebra dentro de Yut-Lung, lo ve desmoronarse dentro de sus pupilas y en su corazón, el cuarto tintinea, por un instante efímero les da la impresión de que aquel hombre repleto de venganza y saña es un simple niño asustado, más, la imagen se esfuma antes de que pueda llegar a precisarla. El clan no tarda en rodearlo hambriento por devorarle hasta los huesos, porque no solo les bastó con mostrarle la violación de su progenitora, sino que ahora deben retraumatizarlo de esta manera y a Yut-Lung le resulta adecuado, casi lo espera, como si se lo mereciera.
—¡Apártense! —Y entonces, Sing le ha quitado el cáliz de sangre y se los ha derramado encima para que dejen solo a Yut-Lung.
—¿Qué? —El villano parpadea confundido, la sangre cae al piso y lo derrite igual que ácido corrosivo, la oscuridad abre sus dientes pegoteados y grita en un alarido—. ¡¿Pero qué diablos hiciste?! —Los espíritus se esfuman aunque seguramente será temporal—. ¡¿Qué diablos hacen ustedes dos acá?! Ni siquiera saben para qué sirve lo que han robado.
—Mierda. —Sing retrocede un par de pasos cuando Yut-Lung alza el mentón tan pero tan lleno de odio que sabe que no sobrevivirá, lo ve alzar los dedos, listo para detener el corazón de ambos y ponerle fin a esta agonía—. ¡Eiji! Usa tu voz de sirena.
—¡No tengo eso! —Jadea exasperado, su único poder inútil es transformar su cola a voluntad, no más.
—¡Solo confía!
Y una nueva ilusión bordea el cuarto.
La penumbra se convierte en un atardecer lleno de colores, Sing hace un esfuerzo sobrehumano en sostener aquel cuadro sublime, nunca ha hecho algo tan grande y realista. Una acuarela de matices cálidos deslumbra a Yut-Lung, sobresale el naranja, un naranja cálido, un naranja que sentía cuando su madre lo abrazaba, naranja como el jugo casero que le preparaba, naranja como el vestido bonito que tan bien le lucía, naranja como el cáliz que tienen entre sus manos.
—M-Mamá...
Y de repente, está llorando igual que un niño abandonado.
Sing va un poco más lejos con la ilusión, ha creado una zona segura para Yut-Lung y ahora busca un espacio de sanación así que se atreve a pesar de los riesgos a crear la imagen de esa chica devorada por los demonios y ponerla ante el joven villano, quien ya no está lleno de rencor, odio o saña, solo queda el dolor, hay tanto dolor envenenando el corazón de este niñito. Entonces, Eiji sabe que debe intentarlo, la voz de las sirenas o más bien sus cantos, suelen ser catalizadores para que los humanos las obedezcan, aunque él no lo usará para eso, claro.
—Saca todo eso que tienes guardado dentro y díselo. —Su tono se escucha lejano e irreal, le cuesta trabajo procesar que ha salido de su propia garganta, su cuerpo se siente pesado—. Habla con ella, estás bien, estás a salvo, puedes hablar con ella.
—Lo siento por no protegerte. —Finalmente le dice, arrancándose la estaca del corazón—. Lo siento por no haberte podido vengar bien.
Pero la mujer no luce resentida por sus palabras, al contrario, lo invita a permanecer entre sus brazos como si fuese un refugio. Le acaricia el cabello con suma suavidad, consiguiendo que el chico trepide y aunque sabe que es una ilusión, se aferre. Y llora, llora y llora, llora por la impotencia de no haber podido ser un niño, llora por sus caprichos, llora porque necesitó a una mamá, llora por inseguridad, llora porque sus hermanos nunca lo dejaron estar mal ni lo perdonaron, llora por jamás haber tenido el lujo de la ternura, el cariño y la tibieza de su mamá, llora porque con su madre murió el niño, pero sobre todo, llora porque no odia, solo teme, teme mucho y la extraña.
Llora por todos los años donde no lo hizo.
Cuando la ilusión se desvanece, la copa no es dorada, sino naranja.
—Hablen.
Y cuando se miran no es el final, sino el principio.
El capítulo de mañana y pasado son de mis favoritos, es que son muy lindos y se entiende más del mundo magico además. Pero se están haciendo más largos, para variar, así que espero no aburrir con eso. Muchas gracias de todo corazoncito a quien alimenta con ternura este perfil y al zombie que tiene de autora.
¡See ya!
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