12. Shark.
Hi~ Sigo prisionera porque este día ya lleva como 40 horas consecutivas, pero aprovecho mi horita de almuerzo recien ahora para subirles algo decente, este capítulo es uno de mis favoritos, así que se lo dedico a SugeyOjba, ha sido muy lindo tenerte por acá. A todos los que apoyan esta dinamica chiquita tendrán su dedicatoria, pero por hoy es tuyo, gracias por el cariño, la ternura y te pensé, sé que querías el caos y el confort acá así que tus deseos son ordenes.
¡Espero que les guste!
—¡Ash! ¡Bájame! —La vibrante voz de Eiji colorea Fish Bone con matices más alegres de lo habitual, hay azul metálico tan magnánimo como el cielo de Nueva York todo oscuro sin estrellas, un escarlata intenso salpica en trémulos y tímidos capullos de rosas, son veinticuatro en este ramillete imaginario «te prometo amor incondicional», significa. Y finalmente, hay un dorado tan refulgente como el alba colándose por la ventana, empapando las cortinas de pura magia—. ¡Bájame! Debo estar pesado.
—Para nada. —Pero el lince no lo obedece, al contrario, lo acuna igual que si fuese un caballero con su armadura blanca y estuviese rescatando a la doncella de la torre—. Tú querías ver los aposentos del capitán, ahora lidia con las consecuencias.
—Pero no así. —Gimotea, de una sola patada Ash abre la puerta de su dormitorio, el polvo suspende en una niebla de mar, dándoles un ambiente de intimidad y privacidad que le dispara el pulso hacia la garganta—. ¿Y así te quejabas de la suciedad en Izumo?
—Cállate. —Chilla, aventando a Eiji encima de la cama—. Este es el cuarto más lujoso de Fish Bone, le pertenecía a Griff antes de que yo tomara prestado el barco, pero por ahora, es mío.
—¿Eh? —Eiji repasa con curiosidad el lugar, la habitación del capitán Lynx es un palacio de asombro, magia y fantasía, aunque para quien haya olvidado cómo imaginar seguramente sería un caos—. Es llamativa. —Sonríe por cortesía, acomodándose encima del duro colchón.
—Aprecio el cumplido.
—Si tú eres el capitán y yo estoy en tu cuarto... —Eiji tantea juguetonamente, las palabras adquieren un peso diferente en el aire salado del mar, mucho más plateado y real—. ¿Eso en qué me convierte?
—¿Qué no es obvio? —Ash le da una sonrisa traviesa y divertida, apoya sus grandes manos sobre el soporte de la cama, encerrando al mestizo igual que lo haría un lince cazando a un dulce conejito—. Eso te convierte en mi botín, onii-chan.
—Ya te dije lo que pienso de ese apodo. —Bufa, inflando las mejillas y tensando el ceño—. No estoy de acuerdo con que lo uses, me haces sentir viejo.
—Yo no estaba de acuerdo con que invitaras a Shorter a nuestra tripulación pero acá estamos.
—¿Sigues enfadado por eso? —Le pregunta con pestañeos inocentes y deliberadamente delicados, como si supiera que lo tiene atado a la punta de sus dedos.
—No hagas eso. —Le gruñe, apretándole ligeramente los mofletes con una sola palma, al contrario de lo que pretende demostrar, el toque es airoso, manso y tierno—. Haces trampa siendo adorable, no es justo.
—¿Te parezco adorable? —Lo cuestiona seriamente confundido, porque vamos, no hay nada lindo, adorable o querible en un mestizo—. ¿De verdad?
—Por supuesto, onii-chan. —El desgraciado usa el apodo para irritarlo—. ¿Cómo podría decirte que no si me miras con esos ojos de ciervo perdido en el bosque? —Okey, definitivamente el lince tiene una imagen bastante distorsionada, de hecho, a Eiji no le agradan sus ojos, incluso en Izumo donde la mayoría los tenía levemente rasgados los suyos eran demasiado grandes en comparación.
—Son comunes y corrientes. —Escupe, retrocediendo en la cama para que Ash pueda subirse.
—No lo son. —Claro que le rebate si ama discutir con él, no le sorprende. Los resortes crujen cuando el lince se termina de subir, quedando encima de Eiji, teniéndolo acorralado contra el respaldo, aun si quisiese huir por el costado, la capa se ha extendido para esconderlos del mundo. Vuelve a pensar en la palabra que usó, lo llamó «botín» y eso... Lo hizo sentir tan especial—. No son lindos.
—Claro que sí. —Como si fuese algo lo suficientemente valioso para ser resguardado, como si valiese la pena luchar por él—. Son los ojos más bonitos del mundo.
—Los tuyos son mucho más bonitos. —Bufa, sin romper el contacto visual, no toma aire durante el instante en que se sumerge en su mar verde, verde jade—. Me gusta su color, son preciosos, parecen dos joyas relumbrando bajo el amanecer. —Esa confesión lo hace parpadear con curiosidad.
—Ese es mi nombre.
—¿Dos joyas al amanecer? Qué extravagante, ¿cómo te apodan?
—No, tonto. —Rebate, apretándole levemente la nariz para hacerlo enfadar—. Pero estuviste cerca.
—De todas maneras, te sienta a la perfección llamarte así, es más original que Ashu Lynxu.
—Okey, ahora te estás vengando por el apodo.
—Claro que sí. —Ríen—. Y solo para que conste... —Dejándose caer encima del camastro, quedando frente a frente—. Siempre puedes decirme que no, te lo dije.
—Lo sé. —Ash entrelaza sus dedos con cierta reticencia, sin romper el contacto visual lleva la palma de Eiji hacia sus labios, presionando un tierno beso fantasma que hace que el mundo se detenga—. Las sirenas son tan buenas para robarse los corazones.
—No soy una sirena.
—Pero te has robado un corazón. —El rubor se espolvorea por sus mejillas.
—C-Claro, lo dices por Mizuno. —Ríe, deseando cortar la tensión, no obstante, su pulso se encuentra desentonado en una orquesta marina, siente a las olas acariciar al Fish Bone todavía estancado en el puerto, bambolearse con gracilidad bajo el piso.
—Supongo que lo digo por él. —Bufa con cierta molestia, provocando que sus traviesos cabellos de oro salten hacia sus pestañas, son casi blancas, como si fuesen escarcha de nieve fundida con polvo de hadas, son preciosas, el enmarque perfecto para un tesoro de alma—. Pero lo digo más que nada por mí.
—¿Eh?
—Lo digo por mí, me has robado el corazón.
Y es todo, el tiempo se detiene, el reloj del cuarto se congela y Eiji así lo desea, quiere que su tiempo avance tan despacio que uno de sus latidos abarque mil años y estas caricias se extiendan a la misma eternidad, en general es lo contrario, solía anhelar que el tiempo pasara rápido en Izumo, como uno de esos viejos libros de historia que debía memorizar y no quería leer, pasando sus páginas encima, sin detenerse en los detalles, cambiando y cambiando, deseando que se acabara pronto para acunar su preciosa libertad. Pero hoy no ocurre eso, hoy el universo es lo suficientemente benevolente para que este minuto tenga segundos adicionales.
—Creo que hace mucho lo sé, incluso desde Izumo. —Las palabras de Ash se mantienen templadas y calmas, igual que un día de verano—. Pero creo que entraste a mi corazón y ya no sé cómo sacarte, eso te convierte en el verdadero vándalo de la historia.
—Ash...
—No tienes que responderme de inmediato, ni siquiera yo termino de entender qué siento porque es la primera vez que... —El recuerdo de Dino lo abofetea de golpe, dejándolo helado, el lince parece notarlo y lo acuna, lo sostiene contra su pecho y lo arropa con su capa—. Pero necesitaba decírtelo.
—Es lo mismo para mí. —Se osa a sincerarse, escondiéndose dentro de su pecho, pidiendo refugio dentro de su corazón—. Aunque todavía todo es confuso.
—Sí. —Ríe—. Entiendo el sentimiento, no tenemos que hacer nada, podemos dejar que esto fluya, sea lo que sea.
—Eso me gustaría.
Entonces Eiji alza el mentón solo para sostener las mejillas del más joven entre ambas palmas y aquí lo vislumbra, este es su mundo ahora, sea un sentimiento romántico, de apego, de empatía, amistad o cariño, lo que sea, es amor. Él ama a Ash y ahora está claro como el cristal, quien fue domesticado es él, no ese lince presumido y de pronto, no es tan malo, no es tan terrible dejar caer su corazón así sea roto o sea salvaguardado. Se cuestiona si realmente intentó resistirse a sus encantos, porque al estar frente a frente en una cama demasiado pequeña para dos adultos, navegando en una ciudad mágica, viéndolo extender los roces para robarse descaradamente esa caja de madera que con tanto esmero enterró, espera que tome más, que tome mucho más de él.
—Nos iremos de Nueva York en un par de días. —Susurra para recuperar el aliento, por muy seguro y petulante que pueda resultar Ash en el fondo es un niño con estos gestos—. Pero debíamos entrar para ver el estado de la nave, no la tocaba desde que Yut-Lung me atacó.
Yut-Lung Lee.
El dragón de luna.
—¿Quién es? He escuchado ese nombre varias veces desde que te conozco.
—Él es... —Aunque Ash frunce la boca es la de Eiji la que se inunda por un sabor grotescamente frío y metálico—. Él me odia por no ser su verdadero amor ni ser lo suficientemente poderoso.
—¿Qué? —La indignación y los celos escaldan en su voz, es la primera vez que los siente, son verdes, desagradables y espumantes, como la sopa que dejó hervir demasiado tiempo y se quemó.
—Yut-Lung y yo éramos parte del mismo círculo de Dino. —Comienza—. En ese entonces se hallaba sometido a sus hermanos mayores, un grupo de extremistas crueles, solían desquitarse de maneras muy violentas y sádicas, un día Yut-Lung se cansó e hizo un trato con un demonio para que entregara el poder suficiente para aniquilar a sus enemigos. Aunque no pretendo justificarlo, su clan era un nido venenoso, le hizo un favor a la humanidad.
—¿Funcionó? —Es la primera vez que escucha hablar de magia negra tan explícitamente—. ¿Pudo vencerlos?
—Los mató a todos, quedando como el único de su linaje.
—Ya veo.
—El problema fue que empezó a abusar de sus poderes, convirtiéndose en un monstruo consumido por el rencor y empezó a matar indiscriminadamente, rompiendo el trato con el demonio quien usó la oportunidad para castigarlo y arrancarle el corazón, literalmente. —Y Ash luce tan lejano mientras le cuenta esto, como si su mente se encontrase sumida en un fotograma de memorias que solo esos jades pudiesen contemplar—. El corazón de Yut-Lung no late, está maldito y cada día que pasa lejos de su corazón se debilita un poco más.
—¿No hay manera de romper la maldición?
—Un deseo de sirena. —Lo suelta como si eso pudiese arreglarlo todo—. O encontrar a su verdadero amor, la persona lo suficientemente poderosa para hacerlo latir de nuevo.
—¿Cómo diablos encuentras a tu verdadero amor? —No ha dejado de leer en los escaparates de las tiendas dichoso título, lo usan igual que una moneda de canje, como si diesen por sentado que todas las personas se encuentran con uno y no es así, él no cree en esa clase de cursilerías, supone que le agradece a sus padres por aplastar sus sentimientos ilusos sobre el amor desde bebé—. Eso es tonto.
—No llames tonta a una maldición. —Bufa. —Cómo sea, él pensó que yo podría ser quién lo salvara y se enfadó muchísimo cuando no lo conseguí, intentó paralizar mi corazón.
—¿Qué? —Ese tal Yut-Lung cada instante se escucha más y más terrible—. ¿Literalmente...?
—Sí. —Espeta—. Dentro de los escasos poderes que le quedan todavía puede manipular el corazón de los demás, de hecho, trató de manipular el mío para que me enamorara de él y detuvo el palpitar de sus hermanos mayores con un solo chasquido, es un poder para tenerle miedo.
¿Qué se responde a eso? «Ah, no tenía idea de que tenías un ex desquiciado que puede matarme si me ve a tu lado», es la frase que le tienta, pero prefiere permanecer en silencio, paseando su mirada por el cuarto del capitán, deteniéndose en las chaquetas que cubren el tapete de marfil y los textos que yacen en las esquinas de la cama con dosel de hierro, las páginas se balancean con suavidad por las ráfagas de aire salado que se cuelan a través de la ventana abierta, aunque ninguno nota la brisa gracias a la capa, esto es hogareño y agradable.
Acá pertenece.
—Dime algo.
Ash hunde sus manos en los pliegues de su camiseta aguamarina, navega por la espalda del japonés, intentando leerla igual que lo haría con un mapa, sus piernas se encuentran extendidas y enredadas, los latidos acompañan la canción marina, es una batalla de silencio y fricción, la bruma de café recién hecho se cuela por debajo de la puerta recordándoles la existencia del resto de la tripulación, Eiji lo toca, cepilla esos mechones de sol con suma suavidad, se deleita con el mimo, se derrite en él, siente a su corazón latir y se ríe, porque si una vez ya murió por Ash Lynx, lo haría otra vez.
—Tú maldición. —Así que se aventura a aguas desconocidas—. Dijiste que naciste con ella.
—Es verdad. —Ash no duda en enrollarse la manga para mostrarle su brazo desnudo—. Es bastante extraño nacer maldito, al principio mi papá y Griffin trataron de no prestarle tanta importancia, pero con los años se hace peor. —Ansía—. Se hizo mucho peor cuando llegué a Dino, desató su potencial, me convirtió en su asesino personal y en su juguete preferido, él me rompió.
—Deja de hablar como si estuvieses roto. —Le suplica, descendiendo sus toques hacia sus mejillas.
—Pero lo estoy, estoy maldito.
—¿Te parezco roto por ser un mestizo? También nací así.
—Es diferente.
—Claro que lo es. —Su voz se suaviza igual que un almohadón de plumas—. Lo tuyo puede cambiar, lo mío no.
—Eiji.
—No me estoy quejando, ni te estoy pidiendo que no te sientas así, tienes derecho a sentir que todo esto es injusto, solo te pido que trates de ver más allá de esas grietas que por muy feas y dolorosas que sean, son solo eso, grietas, no son tu totalidad. —Ash presiona los ojos con una sonrisa azulada.
—Eres increíble. —Se burla, sintiéndose más animado—. Esa maldición me transforma en una bestia que no puedo controlar, es como si mi consciencia pasara a segundo plano y solo quisiera matar en busca de sangre, antes era incontrolable, me fui a buscar a una sirena a Izumo por lo inestables que se manifestaron mis transformaciones, ataqué a mi tripulación en más de una ocasión, por eso solo quedan esos tres tontos, el resto me abandonó y no los culpo.
—Tus verdaderos amigos. —Le aclara—. Por eso se quedaron.
—Supongo. —Ríe.
—Nunca te he visto transformarte.
—Porque desde que te conocí la maldición parece estar más adormecida, es agradable, por primera vez siento que ciertamente puedo ganarle, que puedo deshacerla antes de que me consuma. Tienes ese efecto en mí, Eiji. Me has domesticado.
—Vaya. —Sonríe con las mejillas muy pero muy rosadas—. Es bueno que haya prometido quedarme a tu lado para siempre supongo.
—Para siempre es mucho tiempo, no podemos saber si esto me terminará devorando o si Dino está preparando una flota para buscarme, ha estado demasiado tranquilo desde que escapé, eso es raro.
—Lo resolveremos juntos. —Musita, tomando las grandes y frías manos del lince entre las suyas, le resulta lindo cómo él necesita de sus dos palmas para acunar una sola de Ash por la brecha corporal.
—Eres optimista. —Niega.
—Pero si podemos encontrar a una sirena, podemos hacer lo que sea—. Cae en la cuenta de la falta de un detalle obvio—. ¿Cómo la encontraremos, por cierto? Mi instinto puede ayudar pero no sé.
—Existe un mapa que revela la isla a donde huyeron, y nosotros vamos a robárselo a quien lo posee. —Ash canturrea emocionado, se encuentra tan ansioso ante esa idea que incluso sus orejas de lince han aparecido de un salto, su cola se mueve igual que un gato mañoso que sabe que ha hecho una maldad y espera que lo regañen—. No es exacto, por eso tu instinto nos va a ayudar estando cerca.
—Tengo miedo de preguntar. —Gimotea, sentándose en la cama—. ¿A quién se lo robaremos?
—¡Se lo vamos a robar a Yut-Lung apenas zarpemos! —Claro que no podía ser más fácil, no podían entrar a una tiendita y comprarlo o buscarlo en uno de los miles de libros en el barco, no, claro que lo tiene el ex peligroso, ese que puede detener el palpitar de Eiji con un solo chasquido, hurra—. No pongas esa cara, ni siquiera se dará cuenta cuando se lo quitemos.
—Sí tú dices. —Ríe nervioso.
—Y luego de eso te llevaré a nuestra primera cita.
—Es un trato, capitán Lynx.
Salen a la cubierta, espuma es lo primero que los recibe, Bones se encuentra trapeando al Fish Bone con tanta concentración, dedicación y cariño que lo hace cuestionarse si es ese mismo rufián que lo incitó a jugar roles para molestar a Ash, los alaridos de Kong azotan como olas amortiguadas a través de la puerta de la cocina, probablemente racionaliza las provisiones para la travesía, Alex llama al capitán para cerciorarse de que la ruta sea la correcta. Y de repente, una sensación de excitación, emoción y una pizca de rebeldía arremete en su corazón con tanta fuerza que lo vuelca 180 grados, y es que él jamás se imaginó fuera de la comodidad de Izumo listo para embarcarse al peligro, es un cosquilleo omnipotente que le eriza los vellos y le pone la piel de gallina.
Se arrastra hacia el barandal de madera para contemplar las aguas de tinta de Nueva York, la ciudad de magia se mira tan pequeña desde acá, sonríe, aspirando la sal en el aire, se entrega a este instante y se sumerge de un solo salto en la emoción. Es real, va a zarpar a una aventura donde enfrentará a un villano de carne y hueso, de verdad buscará respuestas sobre su pasado y si todo sale bien, tanto para Shorter como para Ash en relación a su deseo, quizás él también se arme de coraje y exija varias respuestas en torno a esa isla que nunca se mueve y a su propia naturaleza.
—¡Eiji! —El gimoteo de Bones lo hace saltar, hace frío acá afuera, el clima está bastante feo, no van a poder estar mucho más en el barco antes de que estalle una tormenta—. El jefe abusa de mí, todos debíamos trapear pero nadie más quiere cooperar.
—Los demás se ven bastante ajetreados. —Alza las manos con pánico en el aire—. No por qué tú no lo estés, solo llama mi atención tanta actividad previa.
—¿Nunca antes habías navegado? —El marino se inclina con curiosidad hacia el mestizo, ha soltado la mopa, el mango de madera suelta un grito metálico contra las viejas tablas de Fish Bone—. El jefe dijo que te conoció en Izumo, que tú lo rescataste.
—A-Algo así. —Odia la facilidad con la que su pulso se descompasa cuando se trata de Ash Lynx, sin embargo, no es capaz de pesquisarlo, supone que tiene razón, algunas personas solo van por la vida robando corazones ajenos para su colección, se considera afortunado al no ser rechazado.
—¿Algo así? —Alza una ceja, indignado.
—No es para tanto siendo honesto.
—¡Por favor! —Bones se le cuelga del hombro—. El jefe dijo que le salvaste la vida prácticamente.
—Es que Ash llegó un tanto... —Violento, salvaje, sangriento—. Intimidante a mi isla.
—¡Bones! —Kong los aparta, tomando al nombrado igual que una mamá oso lo haría con su osezno del cuello—. Te dije que no podías holgazanear, es importante que terminemos antes de que llueva.
—Pero tengo flojera. —Gimotea.
—Todavía faltan varias provisiones.
—Sing no está haciendo nada.
—¡Es un niño!
—También soy un niño. —Entonces una mirada absolutamente indignada es la respuesta de Kong.
—Estás bastante hediondo para ser un niño. —La risita de Alex se pierde en la corriente, provocando que el marino de un solo colmillo se ruborice al ser humillado ante esos ojos de océano, interesante.
—¡Y yo sí estoy haciendo cosas! —Sing brota como una margarita desde una montonera de cuerdas viejas y rasgadas—. Estoy desenredando esto para las velas, aunque son muchas.
—¿Necesitas ayuda? —Y Eiji encuentra la oportunidad perfecta para huir de esa conversación, mirar la humillación de Bones físicamente le resulta doloroso, debe confesar que le agrada Fish Bone y su tripulación, espera más adelante poder llegar a ser grandes amigos—. Soy bueno con los nudos.
—Eso me encantaría.
Se sienta al lado de Sing en el barco para desenredar las cuerdas y mientras lo hace piensa en Izumo y en el concepto de libertad. ¿Acaso esto es la libertad? Y si es así, ¿cómo siquiera podría reconocer?, ¿cómo podría saber qué es libertad y qué no?, ¿acaso no era libre en su isla? Ahí podía nadar lo que quisiera y mostrar su forma de mestizo sin reticencia, en cierta medida su jaula de arena le confería cierta libertad, pero no la suya, no su concepto, su libertad está en otro lado allí afuera, y como no aparece Eiji tendrá que encontrarla. De hecho, ¿no era eso lo que le habían inculcado toda la vida?, ¿a aspirar más alto? Por eso debe hacerse más valiente, estar dispuesto a enfrentar a criaturas con poderes tan extraordinarios que pueden literalmente arrancarle los latidos. Este es un primer paso, lo presiente, es el primer paso a su verdadera vida.
—Veo que están entretenidos. —Shorter bufa, sentándose en un barril, se abanica el pecho con el borde del chaleco, el sudor ha recubierto esas finas hileras de músculos bronceados igual que alguna capa escarchada de sal—. Tu novio no se ve muy contento con la idea de tenernos acá.
—Pero nos recibió. —Sing se encoge de hombros, tironeando de un nudo que se mira imposible—. Es mejor que nada, deberías conformarte.
—Lo sé.
—¿Van a llevar algunos artículos mágicos?
—Los artículos mágicos pertenecen a la tienda y no pueden actuar a menos que se compren.
—Ya veo. —Musita, deslizando sus dedos por la aspereza de la soga—. No tenía idea.
—Pero puedo llevar los objetos que se encuentran en mi pertenencia. —Le explica con una centellea de emoción en su voz—. Como la chistera, los lentes y uno que otro detallito. —Y de alguna manera, imaginarse a Shorter desplegando magia en plena batalla es una imagen mental jodidamente genial.
—Yo me siento inútil por no poder llevar nada para aportar.
—¿Eh? Pero tienes al tesoro en tu bolsillo, ¿verdad? —Sus dedos se enganchan bajo su corsé por la simple inercia—. Es un amuleto. —No es una pregunta.
—Lo es. —Pero le da una respuesta—. De protección.
—¿Qué? —Shorter parpadea como si acabase de soltar alguna locura, se acaricia el ala de la chistera, tensando sus dedos justo sobre la corona que forjan sus lentes alrededor—. Déjame ver. —Se siente mal cuando lo ve colocarse los anteojos para comprobar, porque si son amigos debería poder sacar el amuleto y mostrárselo por su cuenta, pero tiene miedo, es la única pista que le dieron del pasado.
—¿Y bien? —Sing deja sus labores, expectante.
—Es demasiado poderoso para ser simplemente de protección. —Su boca se reseca y su entrecejo se ve adornado por múltiples arrugas grisáceas—. Yo tendría cuidado si fuera tú.
—¿Por qué?
—Esa clase de magia tan poderosa... —Aún a través de los lentes es capaz de vislumbrar el pésame, el arrepentimiento y la culpa—. Es peligrosa, créeme, te lo dice alguien que lo perdió todo por jugar con fuerzas que no entendía.
—Shorter.
—Incluso Ash ha pasado por eso.
¿Qué diablos significa?
Las palabras de Shorter no dejan de resonar como un eco distante durante el resto de la jornada, le es frustrante sentir que todos saben más acerca de su pasado que él mismo, por ejemplo, Ash sabía de la existencia de un mapa hacia la isla de las sirenas, mapa por el que seguramente terminó varado en las costas de Izumo, Shorter conocía la existencia de prácticamente todos los artículos que atañen magia, siendo capaz de leerlos con un vistazo de sus lentes, incluso la tripulación suelta leyendas en una naturalidad tan grande que lo hace sentir tonto por desconocerlas. No se culpa racionalmente, es capaz de vislumbrar que estuvo en una burbuja durante veinte años, pero emocionalmente... Esa es otra historia.
Prefiere distraerse acompañando a Sing a Nueva York, las brillantes calles relucen como oro líquido bajo las primeras gotas de la llovizna, antes de zarpar deben asegurarse de tener más armamento y siendo honestos, poder entrar a una tienda donde realmente vendan espadas, escudos y el tipo de cosas geniales vuelve a encender su emoción como mecha de dinamita.
—Nadia se quedará con Charlie. —Le explica para evitar su preocupación—. Has preparado bastante de la anestesia para que sobreviva hasta que regresemos.
—¿Qué hay de los días de vida? ¿Acaso no morirá si nadie más se los cede?
—Shorter se encargó de recolectar una cantidad decente de vida extra. —Le explica, los relámpagos se extienden en el cielo como una telaraña plateada, forjando una nueva clase de constelación—. Fue antes de conocerlos, no me lo dijo pero tengo la sensación de que ha estado preparándose para este viaje más de lo que me quiere admitir. —Eiji desliza sus manos dentro de su bolsillo, repasa el amuleto con la punta de sus dedos.
—Ya veo. —Y siente un cosquilleo eléctrico—. Eso suena a algo que él haría.
—¡Lo es! —Se tironea el cabello, dramático—. Shorter es tan genial, lo admiro mucho, pero es todo un dolor de culo cuando se le mete una idea en la cabeza y no la comparte.
—Sí. —El japonés le revuelve el cabello, es manso y dócil, busca calmarlo y lo logra—. Entiendo bien esa sensación. —Se ríe, pensando en Ibe y su renegada terquedad, su tutor sabía imponerse con tal de protegerlo, extrañarlo lo pone feliz, porque significa que realmente debe amarlo para considerar regresar algún día a la isla.
—Eiji... —La voz de Sing se rompe nerviosa, la iridiscencia de los focos le da un toque casi vergonzoso a su rostro, es ambarino, es morado, es rojo—. ¿Puedes enseñarme sobre Izumo? —Es anaranjado, de un anaranjado vibrante y vivaz—. Quiero aprender de la cultura.
—¿Por qué te interesa? —Bufa—. En el lugar no pasa nada. —Le sangra el alma al recordar su última conversación con Akira, desearía haber podido arreglar las cosas antes de zarpar.
—Porque tú vienes de ahí. —Dice ansioso, su cabello sobresale hacia todos los ángulos con el azote de la brisa, dándole un aspecto casi puntiagudo a los bordes de su flequillo—. Por eso.
—Sing. —Se detiene—. ¿Puedes responder algo con honestidad?
—Claro.
—¿Por qué te agrado? —Entonces la inseguridad resuena otra vez—. No sé nada del mundo mágico, he estado toda mi vida encerrado en una burbuja, soy un ignorante.
—Eso me agrada de ti. —Se coloca enfrente, enfrentándose al rostro certero de Sing, metiendo sus manos en los bolsillos para comprobar aquel amuleto una y otra vez—. Quizás yo llevo tanto tiempo metido en esto que me resulta refrescante encontrar a alguien diferente, quizás estoy harto de las consecuencias dolorosas que puede conllevar la magia y quiero cambiar de aire. —Un puchero salta junto a esas palabras, haciéndolo lucir más como niño que nunca—. Quizás estoy solo.
—Tienes un hermanastro.
—Lao. —Asiente—. Se enlistó en la guerra cuando yo era muy pequeño. —Una batalla fantasma de la que todos saben pero nadie habla, la misma a la que se fue su padre.
—¿Tus padres? —Niega.
—Quedé al cuidado de Shorter desde ese entonces y es difícil no apartarse de la magia si atiendes una tienda mágica, ¿entiendes?
—Supongo. —Se ríe, pero su risa se pierde bajo un trueno, la lluvia salpica su cabeza—. Tienes razón.
—Claro que la tengo. —Canturrea, volviéndose a relajar—. Soy bastante inteligente.
—Ahora suenas igual que Ash. —Rueda los ojos, recordando aquel infame coeficiente intelectual—. Por favor, no te vuelvas así de petulante jamás.
—C-Claro. —Pero la tensión en su frente contrasta con la despreocupación purpúrea en su tono—. Es extraño ver domesticado a Ash Lynx.
—Lo dices como si fuera una bestia salvaje.
—Lo es. —Y Eiji quiere reírse para aligerar la tensión, sin embargo, la voz de Sing sangra honestidad, le da la impresión genuina de que lo intriga su presencia y al mismo tiempo, le teme a la del lince de Nueva York—. Todavía no tienes idea de lo que él es capaz de hacer, ¿no es así?
—No le hizo daño a nadie en mi pueblo. —Dice, omitiendo convenientemente los soldados heridos.
—Seguramente estaba débil, Yut-Lung es un adversario muy formidable. —No consigue contradecir aquello, no luego de haber escuchado la misma historia brotar desde los labios de Ash.
—¿Alguna vez has visto a Ash en su forma maldita?
—Sí, cuando se enfrentó con Arthur por el mando de Nueva York.
—¿Arthur? —Es la primera vez que escucha el nombre.
—Es un canalla que lo desafió a un combate mano a mano, pero hizo trampa y llevó a su tripulación entera para que derrotaran a Ash por él, no quería tener que mancharse con el trabajo sucio, llevó a miles de hombres para enfrentarlo, ni siquiera le dio oportunidad.
—¿Qué pasó? —El rostro de Sing se ensombrece.
—Nadie sobrevivió a esa batalla. —Proclama, empapándose por la lluvia—. Y a veces, me cuestiono qué tanto la sobrevivió Ash.
No hablan más durante el trayecto, se limitan a arrastrarse hacia la tienda antes de que la tormenta se ponga aún peor y terminen en un aguacero, las mágicas luces de Nueva York pierden naturalidad luego de esa amarga conversación. Y Eiji debió prevenirlo, debió sentir al amuleto más pesado en el bolsillo de su pantalón, debió hacerle caso al presentimiento que taladró en lo más recóndito de su cabeza, pero no lo hizo, porque acostumbra a dudar de sí mismo.
Y él dudó.
Mierda, cómo dudó.
¡Zas!
Ocurre a las 03: 32 de la madrugada, aunque solo dura un segundo el horror le es eterno, su cuerpo se cae a pedazos, el llanto de Sing desgarra la noche mientras los edificios terminan de colapsar, no, más bien, de esfumarse de su vista borrosa. Una mezcla de sangre y miedo empapa su boca, recubre sus dientes en una espesa capa de ácido y asco. No recuerda los detalles, no recuerda el nombre de la calle dónde estaban o qué pasó con las armas que cargaban, no obstante, sí recuerda el golpe que se dio contra el pavimento y la fría sensación de la lluvia pasándole encima una y otra vez, recuerda haber gritado desesperado el nombre de Sing, recuerda verlo sobre un charco de sangre, ¿sangre?, ¿de quién? Cierto...
Suya.
Nunca pensó que moriría de esa manera.
Duele un infierno.
—Al fin nos conocemos, Eiji Okumura.
Y finalmente se abre paso entre el caos, los gritos y el fuego, le recuerda al tiburón de porte elegante, con su piel denticulada tan suave que si la toca en dirección errónea terminará por desgarrarse igual que si acariciara una lija, con el tono tan blanquecino como la luna, es de un pálido tan angelical que contrasta terroríficamente con esos ojos sanguinarios, le da una sonrisa divertida, sacude sangre de su espada con un solo golpe, arrastrando sus botas entre los charcos de agua rojiza.
Latido. Latido. Latido.
Los atacó igual que un tiburón, atacó al anochecer, usó movimientos sigilosos y contundentes, utilizó sus poderosas fauces sedientas por poder para arrojar una carcajada que retumba por la ciudad, ya no hay risas, ni magia, ni estrellas, todo se ha vuelto oscuro y Eiji no se puede mover, se profesa a sí mismo demasiado débil incluso para arrastrarse hacia Sing, su pulso se vuelve lento y pausado.
Latido... Latido... Latido.
—¿No te parece irónico? —Entonces, el chico extraordinariamente hermoso lo pisa, posando arriba de él como si fuese una simple escoria, no, más bien, una presa—. Dicen que las sirenas son expertas robándose los corazones.
Latido... Latido... Nada.
Latido... Latido.
Latido... Nada.
—¿Qué se siente? —Se inclina, colocando una palma encima del pecho de Eiji, pesa, aquella delicada y pequeña palma pesa como si estuviese a una gravedad diferente, como si fuese capaz de molerle los huesos y desgarrarle la carne en un simple roce—. ¿Qué se siente saber que esta vez yo te robaré el corazón, sirena?
Latido.
—A-Ash... —Jadea con su último aliento, todo su cuerpo se ha adormecido, ha perdido su control.
—Ash Lynx, ¿eh? —Latido—. Como disfrutaré esta venganza.
Nada.
Okey, Yue tiene su arco de villano, así que el otro capítulo está pintado de malo, pero ya lo conocen, el hombre tiene matices y solo hay que profundizar más en esto, debo confesar que el poder que la maldición le da a Yue es uno de los puntos más interesantes en esta trama y el viaje que implica, pero por el momentos, entramos al arco de Yue, bye bye Nueva York~ Muchas gracias a quienes se tomaron el cariño para leer.
¡Nos vemos mañana en altamar!
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro