10. Tropical.
Hi~ Me siento como haciendo ayuno intermitente, sé que en algún punto esto no resultará pero sigo de todas maneras. Los siguientes capítulos son más que nada para adentrarnos en NY y conocer un poco a los personajes que van apareciendo, luego vamos del lleno al arco villanico, así que disfruten de este tonto malentendido que de todas maneras, se arregla porque comunicación~
¡Espero que les guste!
—¿Qué tal? —Eiji examina con curiosidad la camiseta que Ash sostiene, el matiz es vibrantemente jovial y llamativo, es el tipo de prendas que se imagina en alguien refulgente como Shorter, no sobre su grisácea y aburrida personalidad—. Estaba en la sección de ofertas.
—¿Cuánto cuesta? —Exhala frotándose ligeramente la cabeza para aplacar su jaqueca, no ha podido conciliar el sueño desde que dejaron Izumo y el cansancio amenaza con hacerle polvo los huesos—. Hemos tenido mala suerte con los precios desde que llegamos.
—Cuesta un sueño de la infancia. —Entonces alza la ceja, repasando los delicados bordados de seda y el hilván de hilos dorados, es un atuendo magnífico e imponente, luciría precioso en el lince—. Me es un precio razonable dentro de todo, ¿qué tanto puedes extrañar un sueño de la infancia?
—Depende.
—¿A qué te refieres?
—Puede ser literalmente algo que soñaste de noche cuando niño o algo más alusivo a una meta.
—Tienes razón. —Ash frunce la boca, repentinamente receloso ante la idea de desprenderse de sus deseos infantiles—. No se ve como una buena oferta, no lo había pensado de esa forma. —Entonces, cuelga la prenda otra vez en el mostrador.
—Te lo dije. —Canturrea emocionado por la validación—. Deberías escucharme más seguido, tengo 201 puntos de IQ, ¿sabes?
—Idiota. —Se ríe y Neptuno, le encanta.
—Sigamos buscando.
Las elegantes paredes cerúleo le dan un toque vivo y chispeante al local, Eiji lo repasa con la mirada, son más pisos de los que consigue contar los que se aprecian del exterior, la torre impresiona llegar al cielo y aun así, la parte comercial se enfoca en las plantas bajas, donde se exhiben las prendas, en su mayoría son radiantes, cuentan su propia historia, escondiendo un secreto mágico a simple vista, empapados del ambarino que se cuela por los solemnes ventanales de estrellas líquidas, de violeta esparcido en la acuarela que es el mar en el puerto y de rojizo vivo. Camina alrededor de los distintos escaparates, cada uno de los precios es más insólito que el anterior:
«Las memorias de tu primer amor».
«El último sueño que tuviste».
«Una virtud valiosa».
«Un defecto».
A Eiji le resulta curioso este último, habría pensado que es casi un favor deshacerse de un defecto, no obstante, si algo ha aprendido de la ciudad es que los costes son más altos de lo que se aparentan, Shorter lo ha instruido estos últimos días, volviéndolo casi un experto en gangas.
—Tenemos listas sus prendas, joven. —La cantarina voz de la modista consigue calmar ese malestar turbándose en su estómago igual que agua de pincel sucia—. Acompáñeme hasta el probador.
La sigue, permitiendo que lo vistan con las prendas más baratas, aunque el precio es subjetivo (varía para cada comensal y los sacrificios que se dispone a hacer), no han tenido problemas en pasarle un conjunto.
Piensa en el sueño de la infancia que habría sacrificado para Ash, solía encerrarse en ensueños como si fuesen mantas, envolverlos desde la punta de sus pies hasta su cabeza con el afán de ser protegido mientras Ibe le relataba aventuras de sirenas y lo valientes que habían sido sus padres por renunciar a lo que más amaban en Izumo, sí, sonaba lindo en el papel, pero con la adultez el cuento se le agrió, igual que un libro que se deja a la intemperie demasiado tiempo, sus páginas se vuelven amarillentas e infladas, se pierde la magia aunque la magia nunca ha existido, no ahí, no en él.
—Son solo cuentos. —Se dice.
Mientras la modista lo termina de enfundar se pregunta cómo sería ser una sirena y disfrutar de ese poder para cumplir deseos, de tener la magia suficiente y más en la punta de sus dedos, y hacer que el príncipe deje de ser bestia, bajar las estrellas a ojos cerrados, pescar desde la luna y construir una casa para quedarse ahí, nadar en un océano de plata y saber que es parte de esto, saber que disfruta de un lugar fijo y seguro, pero la fantasía se acaba y debe mirarse en el espejo. Aquel es Eiji Okumura, un mestizo simplón, no una sirena, no un humano, una aberración.
Sale constipado del vestidor, lleva una camiseta azulina con mangas abombadas junto a un pantalón oscuro y unas botas, es diferente a las túnicas cómodas y reconfortantes de Izumo y aun así, se mira como un desastre con su rostro aburrido e infantil y su cabello hecho remolinos indomables.
—Wow. —La voz de Ash le pone los nervios de punta, obligándolo a voltearse—. Te ves...
Feo.
Simple.
Como un mestizo.
—Precioso. —Entonces parpadea genuinamente confuso por lo maravillado que se contempla Ash, sus ojos se han iluminado por una centella extraordinariamente afectuosa y deslumbrada, como si estuviese vislumbrando al tesoro más grande del universo entero, a una sirena, no a él. De hecho, debe voltearse para asegurar de que no haya halagado a alguien más—. Te ves precioso, Eiji.
—No es gran cosa. —Ambos se terminan encontrando en medio de la tienda—. Son las prendas más baratas que conseguiremos, así que... —Se ríe, repentinamente alerta por su proximidad—. Sí.
—¿Y bien? —Su tono es juguetón y coqueto, es suave como el pétalo de una flor aunque conserva la efervescencia del alcohol—. ¿No me dirás nada a mí? —Entonces se centra en el atuendo del lince solo para quedarse boquiabierto sin aire, igual que un pez fuera del agua.
No debería sorprenderle que Ash Lynx se vea injustamente guapo.
Se encuentra usando un conjunto simple: unos pantalones tan oscuros como tinta fresca envuelven sus largas piernas con unos leves destellos dorados que dejan la impresión de estar ante un ensueño angelical, una camiseta blanca y suelta delinea su figura, sobresaltando aún más la anchura de sus hombros, si bien, el tono es estándar el contraste que genera contra su piel la hace ver de porcelana perlada o mármol, su flequillo pende ante su frente, enredándose a sus pestañas en polvo de hadas, son un enmarque perfecto para esos ojos verdes, es tan atractivo que no puede ser real y... ¿En qué diablos está pensando? Es su amigo.
—¿Qué te parezco? —Pero Ash impresiona tan ilusionado por un cumplido, como un gatito mimoso que araña los tobillos de su dueño en busca de atención y es débil, es tan débil ante él que le pesan hasta las piernas—. Todavía no me has respondido.
—Eres hermoso. —Así que se lo da, permitiéndose solo por esta vez acariciarlo, paseando sus dedos por la fuerte línea de su mandíbula hasta sus pecas de estrellas—. Eres lo más hermoso que he visto.
—¿Eh? —Aunque su sonrisa es burlona sus mejillas se han visto empapadas por un violento rojo—. No sabía que estuvieras tan loco por mí. —Es ridículo siquiera considerar que se ha avergonzado por el cumplido, probablemente le han entregado piropos mucho más ostentosos y significativos antes.
—Que no se te suba a la cabeza. —Pero de todas maneras, le sigue el juego—. No te lo repetiré dos veces.
—¿Entonces admites que te vuelvo loco?
—Admito que cualquier persona que no aprecia el natto me saca de quicio.
—¡Eiji! —Gimotea, arrancándole una carcajada de lo más profundo del alma—. No me refería a esto y lo sabes.
—Sí. —Sus toques de mariposa se derriten bajo la mejilla del lince—. Solo quería molestarte.
Y Ash lo atesora con una intensidad tan vasta que lo marea, es una ambivalencia extraña, desde que se conocen le ha resultado difícilmente fácil contemplar esos jades. Por un lado, su instinto le suplica que baje el mentón o morirá de los nervios. Por otro lado, adora vislumbrar semejante tonalidad de verde, ni siquiera los arrecifes de corales han logrado pesquisar dichoso matiz, cree que el color solo existe para Ash Lynx, que es un remolino de todos los verdes posibles e imposibles plasmados en su iris y por eso lo atrapan con tanta facilidad, son brillantes, muy brillantes y están cerca mirando sus labios.
—Considérate victorioso. —Entonces susurra, acomodando su palma sobre la mejilla del japonés, y otra vez lo está mirando con esa expresión que tanto le punza en el pecho—. Me has molestado. —Aun si no lo comprende del todo, mantener contacto visual le resulta más íntimo que el sexo.
—¿Qué les parece? —La modista aparece con ropa entre las manos—. Este es el más económico. —. Eiji no tiene ni siquiera oportunidad para rebatir cuando algo se encuentra envolviendo su cintura, es un corsé de matiz similar al caramelo, aunque es sencillo sus grabados lo remontan a Izumo.
—No creo que sea necesario. —El mestizo se defiende, sintiendo cada broche apretarle un poquito más las costillas, clavando sus varillas en su columna vertebral para mantenerlo erguido, el grabado con forma de olas salvajes se extiende desde su cadera hasta debajo de su pecho, abrazándolo.
—Si le gusta, tenemos modelos mucho más atrevidos para su novio.
—Creo que se ve tonto. —Eiji bufa, resignado—. ¿Ash? —El aludido no responde, se encuentra muy absorto repasando el patrón grabado en los bordes de cuero, su mandíbula cae de golpe, el carmesí sube algunos tonos en sus mofletes, incitándolo a preguntarse qué tan interesante será la prenda.
—N-No. —Finalmente Ash declara—. Estamos bien con ese.
—Muy bien, traeré su capa y estamos listos.
—¿No crees que es demasiado? —Si bien, no acostumbra a usar esta clase de prendas entiende que la túnica es incómoda e inoportuna para su aventura, si pretende zarpar a aguas desconocidas debe poder moverse sin enredarse—. No debe verse bien.
—Lo hace. —Le asegura con voz suave y dulce, esta dualidad lo mantiene encandilado—. Es lindo.
—¿Y es necesario que tengas una capa? —Se ríe en un patético intento por distraerse de su cercanía, se ha vuelto demasiado consciente de estas cosas desde que llegaron a Nueva York, inclusive si fue temporal supone que la experiencia con la muerte lo afectó de sobremanera, eso lo ha impulsado a buscar deseoso de la tibieza de Ash.
—Las capas siempre son necesarias. —Bufa, recibiendo la prenda de la modista—. Además, esta es mágica.
—Ajá.
—No seas tan escéptico, has visto cosas peores en Nueva York. —Es verdad, pero no cederá con una pizca de facilidad, es terco y adora recordárselo a sus seres amados.
—Ver para creer.
—Desafío aceptado. —Y apenas Ash se acomoda la capa encima de los hombros esta adquiere vida propia y se transforma, el color pajoso y opaco se convierte en un escarlata tan brillante que obliga a los demás compradores a entrecerrar la mirada, la tela se aprecia de un elegante terciopelo, hace que se vea como un rey, no, es digno de un Dios y...
—Wow. —Entonces balbucea—. ¿Siempre hará eso?
—La capa se adapta a su dueño y su estado de ánimo. —Le explica, Eiji no puede evitar pasearse en los detalles dorados de las hombreras, es masculino e imponente y le luce jodidamente bien—. Has quedado boquiabierto, parece que realmente te gustó.
—Quiero una. —Se queja, es muy maduro y lo hace saber.
—¿Puedes pagarla? —Cierto.
—¿Podemos pagar esto? —Las manos traviesas de Ash se posan en su cintura, delineando las varillas del corsé y de pronto no le molesta tanto la idea de llevarlo, al contrario, se siente bien.
—No se preocupen, contamos con descuento para parejas.
—No somos una pareja. —Ash gruñe—. ¿Por qué nos confunden? —Entonces la modista eleva con una obvia molestia su ceja, haciendo énfasis en sus toques.
—¿Está seguro caballero? No tiene nada de qué avergonzarse.
—Él no me gusta. —Y lo escupe con tanta brusquedad que sin querer le duele físicamente, es un descascaramiento de corazón—. Nunca podría haber algo entre nosotros, sería desagradable, así que deje de molestarnos. —¿Desagradable? Cierto, soy un mestizo, ¿cómo pude olvidarlo? Doy asco.
—Acompáñenme a pagar.
Le doy asco a todos, incluso a Ash.
La siguen hasta un mostrador de caoba pulido, una serie de artefactos extravagantes los esperan en el mostrador, van desde pócimas, balanzas, libros hasta amalgamas físicas. La muchacha tararea del otro lado, rebuscando y rebuscando entre los cajones más bajos hasta finalmente gritar «¡eureka!», sacando un frasco conectado a una aguja, como si les fuesen a sacar sangre.
—Sabe cómo eso funciona, el pago se hace con honestidad, le pincharé el dedo y caerá una gota de sangre, si la sangre brota dorada es porque dice la verdad y el pago puede procesarse, no obstante, si cae negra tendremos que hacerlo otra vez. —Parpadea con inocencia, extendiéndole la aguja, Ash mira con suspicacia el objeto, casi puede ver a su cola erizada por el filo, por eso suspira.
—Yo puedo pagar. —Y se ofrece.
—No. —Pero la chica lo detiene—. Tiene que ser él, hay una pregunta específica que quiero obtener.
—Acabemos con esto. —Ash gruñe, permitiendo que el filo de la aguja le pinche un dedo y una sola gota caiga dentro del frasco—. ¿Cuál es el pago? ¿Quieres saber sobre mi identidad? ¿Los rumores?
—¿Tienes sentimientos románticos por este otro chico? —Y entonces, ambos enrojecen de golpe.
—¿Q-Qué? —Ash tose, atorado con el aire—. ¡¿Qué clase de pago irracional es ese?!
—Dijiste que no te gustaba con bastante simpleza, no veo la dificultad de repetirlo ahora. —Tararea, contemplando sedienta el frasco—. A menos que hayas mentido, por supuesto.
—¡Yo no...!
—Mucho cuidado. —La gota pende en el aire de la botella, expectante a la respuesta, si no fuese un momento de tanta tensión Eiji se habría visto maravillado por los reflejos iridiscentes del cristalino—. Si mientes todos lo sabremos porque se pondrá negra, date prisa, el proceso ha comenzado.
—Yo no... —Aprieta la boca, contemplando a la gota de sangre hervir y verse envuelta por una capa de neblina, expectante para cambiar de tonalidad—. Ve por nuestras túnicas, nos largamos de aquí. —Proclama enojado de verdad.
—Como quieras. —Y Eiji obedece, deseando evitar más conflictos.
Mentira, lo obedece porque está dolido con lo que dijo, no porque espere algo a cambio, ni siquiera él mismo entiende lo qué ocurre en su corazón, sin embargo, esa tonalidad tan tajante acompañada de un asco casi instintivo al soltarle la cintura... Le dolió. Porque a fin de cuentas él nunca ha estado dispuesto a dejar expuesto su corazón, puede que por eso no funcionara con Mizuno ni nadie. Sería fácil excusarse y decirse que es por su naturaleza de mestizo que prefiere equiparar romance a pena y amargura, sabe que no es así, que la raíz se remonta a algo mucho más profundo.
A la época donde hubieron sirenas que lo acunaban.
Y luego un padre y una madre.
Y luego una madre.
Y luego él.
Eiji.
Solo Eiji.
Porque sí ni sus padres que en teoría deberían tener la obligación de amarlo no lo hicieron, le resulta razonable pensar que nadie más lo hará y cerrarse, arrancarse el corazón, meterlo en una cajita de madera, enterrarlo, tirar mapa y llave y esconderlo, esconderlo de sí mismo y del resto del universo.
—Él no me gusta.
Aunque supone que no lo escondió tan bien si ese lince lo encontró, hay personas lo suficientemente descaradas para hacerse su lugar a la fuerza, no cree que sea un sentimiento romántico, no tiene ni la menor idea, pero mientras recoge las túnicas solo sabe que con ellas, intenta buscar los pedacitos de su corazón. Al regresar a la caja la vendedora le indica con una sonrisa de oreja a oreja que puede conservar el atuendo y la cancelación se ha efectuado «¿cómo?».
—Le pagué de otra manera. —Una sensación visceral sube de su tráquea, es imposible de identificar, aún así, la siente reventarse contra su pecho con violencia, igual que la erupción de un cráter marino, está a punto de derramar magma furioso—. No es por presumir, pero soy bastante atractivo.
—Ya veo. —Y no posee derecho pero le molesta semejante desvalorización, no pretende irrespetar la libertad de los demás, sin embargo, le duele que Ash no se valorice a sí mismo y no, no es por ese incidente o lo que pudo o no pasar con la vendedora, sino que ese brillo en sus ojos, ese que lo hace ver más adulto y frío lo envuelve, dándole la sensación constante de que está actuando un papel.
—Debiste verla, cayó rendida y dejó de insistir, por ningún motivo respondí su tonta pregunta.
—Ya. —Está irritado y no tiene idea de por qué—. Volvamos a casa, Shorter nos está esperando para que termine con las medusas, no pueden destilar mucho más.
—¿Casa? —El tono del lince se vuelve frío—. Pareces haberte encariñado bastante con Shorter.
—¿Qué tiene de malo? Es una buena persona y es genial. —Se encoge de hombros con aburrimiento porque no quiere delatar el secreto de Wong sobre su hermana, se lo confió, no existe nada para el japonés más valioso que la confianza, son escasas las veces en que se la obsequian sin más—. Y usa una chistera, eso es cool.
—¡Yo uso una capa! —Chilla como si de pronto fuese una competencia.
—¿Y eso qué tiene que ver?
—Nada. —Y ahora está amurrado, genial—. No tiene que ver nada, pero no quiero regresar. —Gira los ojos con hastío.
—Eres tan infantil.
—Si soy tan infantil vete a buscar sirenas con Shorter.
—¿Qué tiene que ver acá?
—Por favor, es obvio que te gusta.
—Claro que sí, somos amigos. —Igual que le gusta Akira, Mizuno, Ibe y la mitad de Izumo, pero eso no va al caso y la conversación ya parece una sátira irracional donde se balancean en frágiles ramas de árboles marchitos—. Además, tú acabas de decirme que coqueteaste con la vendedora, ¿con qué derecho me reclamas algo ?
—¿Cuándo...?
—Boss! —No pueden terminar, una persona convertida en proyectil se lanza encima del nombrado, consiguiendo que ambas figuras se estrellen contra las pulcras aceras de Nueva York—. ¡Sabía que era usted! Pero los chicos no me creyeron. —Dos figuras más aparecen en la escena, dos hombres fornidos y altos, aunque uno de ellos es tan alto que apenas le llega al hombro.
—¿Dónde has estado, Ash? —Un chico de cabello alborotado y cobrizo lo regaña, sus ojos presentan el tono del mar, son serenos y agradables, calmos, impresionan ser buenos amigos.
—¡Lo último que nos dejaste saber fue que Yut-Lung te estaba persiguiendo!
—Vamos a beber algo mejor. —Declara, provocando que los tres chicos se paren enfrente rígidos.
—Yes, boss! —Le gritan al unísono.
Y Eiji sabe que será una noche larga.
No existen tabernas en Izumo, por lo tanto no presenta punto de comparación, no obstante, el bar es mágico apenas pone un pie en la alfombra de terciopelo que se desenrolla como si tuviese mente propia para darle acceso hacia la barra, las lámparas vibran en una acuarela de tonalidades marinas, es la primera vez que observa fuego azul encerrado en cristales, criaturas que ni siquiera conoce sus nombres se encuentran brindando en las mesas de madera con tarros rebosantes de cervezas, las chicas de desmesurada sensualidad y de exuberantes pechos los atienden con coquetería. Toma el primer trago ajeno al resto, Ash tiene asuntos que resolver y ¿por qué no se va?
Suspira, la espuma arremete contra sus dientes igual que un tsunami, piensa en Izumo, en Ibe, Akira y Mizuno, piensa en todas esas cosas que perdió sin perderlas y en que esta libertad es de resqueme amargo, antes de irse de la isla creía que la libertad era equivalente a extender las alas y cortar lazos, ahora entiende que eso es mentira. Porque nadie es completamente libre al conocer a alguien, amar implica la tarea de recordarlo y preocuparse y a medida que se asume esa responsabilidad, mientras más se domestican como diría el principito, más atado queda y en cierta medida, es hermoso pensar que ha hecho marca suficiente para estar fundido a la existencia de alguien más así.
Pero, ¡por el amor de Neptuno!
¿Cómo acabó con Ash Lynx?
Lo conoce hace un par de meses y ya tiró su vida a la borda para seguirlo, literalmente se murió, abandonó lo que conocía y le reveló su identidad. Esa es la cuestión, le duele el maldito rechazo de Ash porque sabe lo que es, y por ende, es un rechazo extendido a lo más profundo de su fragilidad, es al único que le ha mostrado tanto de sí mismo y...
—¿Esa espada es de verdad? —Mierda, se distrajo.
—¿Eh? —Todos en la cantina de repente lo están mirando, provocando que se rasque la mejilla y el corsé se sienta especialmente ajustado, hace calor—. ¿A qué te refieres? —Claro que es de verdad, qué tonto por preguntar.
—Las espadas reales están prohibidas en Izumo. —Al menos para los civiles, Ibe jamás lo dejó poner un dedo en las cuchillas, lo máximo que se acercó fue a los sables de entrenamiento hechos de madera—. ¿Puedo sostenerla? —Entonces la música se detiene y absolutamente todos los ojos se posan sobre él, haciéndolo consciente de que ha dicho algo incorrecto e impensable, lo miran como si estuviese a punto de ser desgarrado por un depredador.
—Claro. —Dice Ash, ignorando la sorpresa de los demás en la cantina, no duda en poner la espada entre las manos del mestizo.
—Increíble. —Eiji se encuentra maravillado por el reluciente metal, es diferente a todas las que ha contemplado de lejos, esta es solemne y parece contar su propia historia, una que todavía no conoce ni desglosa si quiere conocer (¿a quién engaña? Claro que quiere)—. Cómo pesa.
La examina con cuidado, como si fuese una figura de porcelana o una cajita de vidrio, es valiosa para Ash, lo sabe porque se la guardaron hasta este día y está maravillado, una incrustación jade yace en el mango de plata junto a un grabado: Aslan Jade Callenreese. Cuestiona a quién pertenecerá aquel nombre tan elegante, le deja una sensación extraña en el corazón, de todas maneras, no vacila para devolvérsela.
—Gracias por confiar en mí.
—Qué bebé. —Se ríe, son palabras dichas con una crueldad intencionalmente burlona para marcar una línea, para decirle: «somos de mundos diferentes», dejando más que claras sus discrepancias.
—Supongo. —Sus hombros se sienten repentinamente duros, como si coger el arma hubiese traído consigo tanta carga emocional que lo dejó impregnado—. Me iré a casa ya, no quiero interrumpirte más. —Pero entonces, Ash lo toma de la muñeca tan pero tan asustado que lo congela.
—Quédate. —Le suplica—. Deja que te invite un trago.
¿Y cuándo Eiji ha podido decirle que no?
Toman asiento en la barra, refrescos efervescentes que literalmente desprenden fuegos artificiales les son obsequiados de cortesía, pero no puede tocarlo, no puede moverse, no sabe qué hacer, decir o pensar, no acostumbra a esta clase de incomodidad tan explícita y por ende, no desglosa aligerarla.
—Está delicioso.
—Ah sí.
Eiji se abraza a sí mismo, lo único que escucha son las risas entremezcladas a la música de la cantina, es una tonada agradable y pegajosa, y los ojos le queman... No le importa, de verdad no lo hace, no piensa en Ash de forma romántica, pero escuchar las palabras brotar tan fríamente desde sus labios reactivó demasiado dolor, lo trajo de regreso a los brazos de su madre, a unos brazos que lo dejaron, unos brazos que no lo acunaron cuando la necesitó, unos brazos que lo tiraron como un trapo, unos brazos que lo hicieron un monstruo, unos brazos que lo recriminan cuando no pidió ser defectuoso. Es duro estar sobreadaptado, vivió una mentira diciéndose que no le importaba ser rechazado y fue tan convincente que se la tragó hasta él mismo, pero Ash, ¿quién se ha creído para entrar a la fuerza a su vulnerable corazón para pisarlo?
«Estoy sufriendo enamorado» Mizuno le dijo con tulipanes y se ríe.
Estoy sufriendo porque me importas y tienes poder sobre mí.
Estoy sufriendo porque no sé si soy especial para ti.
Estoy sufriendo porque te quiero, te quiero tanto, pero tú...
Estar con Ash es como estar en un paisaje tropical, concluye. Se tiene la imagen mental de una cosa, sin embargo, no es así, el escenario trópico es sumamente impredecible y cuando cree que será una mañana soleada de repente llueve, cuando las aguas se muestran calmas los vientos amenazan con derrumbar las imponentes palmeras, cambia: nublado, tormentoso, soleado, colorido, sepia, y cada uno de esos paisajes son hermosos, pero también extraños y Eiji no tiene un mapa, no tiene idea de cómo proceder para seguir explorando y aterriza en los otros terrenos tan abruptamente que no es capaz de predecir la otra transición así que camina de puntitas sintiendo que el trópico es un campo minado y cualquier movimiento en falso va a explotar la bomba a sus pies, y comete errores durante el trayecto, no puede leer la mente de Ash por mucho que lo desee.
Estoy sufriendo porque me importas y dijiste eso con tanta crueldad.
Estoy sufriendo porque quiero ser importante para ti.
—¿Te doy asco? —Y finalmente exterioriza lo que ha estado atormentándolo desde la tienda, Ash abre los ojos de golpe, genuinamente sorprendido—. Puedes ser sincero.
—¿Por qué piensas eso?
—Porque dijiste que sería desagradable tenerme de pareja. —Y decirlo en voz alta es mil veces peor porque hace evidente lo mucho que esto le rompe el corazón y lo herido que está, ha escondido sus heridas demasiado tiempo, no puede más, no cuando encontró una zona segura y se desmorona.
—Eiji.
—Y está bien si te da asco tenerme de pareja, soy un mestizo, lo entiendo y somos amigos, solo... — Una tímida gota brota de sus ojos para caer en su mentón y apagar los fuegos artificiales del trago—. Trata de ser más amable, por favor. —Porque está bien desagradarle a todos, incluso a sus padres al punto del desamparo, no obstante, la idea de ser rechazado por el lince es más terrible—. Me han llamado así antes y me duele.
—No. —Ash impresiona al borde del pánico, acuna sus palmas con fuerza encima de la barra, todo el mundo lo está mirando y es una vergüenza—. No quise decir eso, lo lamento.
—¿Entonces qué? —Hay súplica envolviendo cada fibra de su voz—. ¿Qué quisiste decir?
—El contacto físico, que me toquen o tocar. —Traga duro, como si tuviese esas palabras demasiado arraigadas en su garganta y necesitase tirar de la punta de la maleza para sacarlas—. El concepto de tener una pareja en general es algo que me desagrada porque a mí... —Las palmas del más joven se empapan, respira pesado, parece afiebrado o más bien, al borde de un ataque de pánico—. Las personas no han sido muy gentiles conmigo, han sido malas y me han hecho daño, me quedan varias marcas todavía y tuve... Mi cuerpo no es bonito.
—Ash.
—Dino no solo me quería por mi maldición, él... Mi apariencia y, yo soy el desagradable, eso quise decir.
—No. —El corazón se le hace añicos al verlo, no es más un depredador voraz, es un gatito maullando porque lo han abandonado y nadie se detiene a ayudarlo, es pequeño, es vulnerable, es tan humano que le duele—. No eres desagradable.
—No puedes saberlo. —No precisa si es efecto de las lámparas, sin embargo, esos ojos verdes contienen una tormenta a punto de verterse—. Una vez lo sepas ya no me querrás. —Entonces, se aventura para acariciarle las mejillas como ha aprendido a hacerlo, es suave, es dulce, es gentil, es todo lo que Ash merece, porque si alguien se merece el mundo entero es él.
—Siempre te voy a querer. —Le promete, juntando sus frentes con ternura, acurrucándose como si fuesen dos pajarillos refugiándose del frío—. Siempre.
—Las palabras tienen un peso peligroso.
—Con mayor razón, te lo prometo.
—Lo siento si se interpretó de esa manera, nunca podrías desagradarme. —Una risa nerviosa escapa amoratada por la pena, ambos se juntan aún más bajo las cándidas luces del bar—. Ni siquiera te imaginas lo mucho que me importas, no a cualquiera le habría pasado mi espada, ¿sabes? —El aire se llena de carcajadas que pasan de trémulas a ansiosas, vuelven a estar bien, vuelven a ser ellos mismos.
—¿Debo sentirme especial por sostener tu espada? —Se sonroja—. Eso se escucha mal.
—¿Eh? —Y Ash vuelve a ese semblante jodidamente infantil que tanto adora—. ¿Acaso quieres sostener mi otra espada?
—Eres un tonto.
—Con 200 puntos de IQ, muchas gracias.
—Un punto menos que yo.
—¡Eiji! —Ríen liberando la tensión, sus sentimientos siguen en caos, pero finalmente es capaz de procesarlo, está vivo, está fuera de Izumo, está sintiendo cosas, están a salvo y Ash no lo odia, eso es más que suficiente, al menos por ahora—. Sobre Shorter... —Escupe el nombre como si estuviese impregnado a un sabor metálico y desagradable—. ¿Te gusta? Ya sabes, románticamente.
—¿Por qué tendría que decírtelo? —Bufa—. No quisiste que viera el pago, eso nos habría ahorrado el malentendido, ¿por qué me sacaste de la tienda?
—Porque tengo miedo de esto. —Eiji puede sentir el aleteo de sus pestañas doradas sobrevolando su cara, permite que lo envuelva esta nueva tibieza tropical, se da tiempo para conocerla, explorarla, aunque todavía no tiene mapa, de alguna manera se siente más orientado—. Así que no estaba tan seguro de qué responder, tengo miedo de quererte.
—Alto... —El corazón le salta a la garganta—. ¿Eso qué quiere decir?
—Que estoy disfrutando de tu compañía más de lo que debo. —Ash vacila antes de envolverlo con fuerza, es el primer abrazo que inicia por su cuenta y eso lo congela, hunde su rostro contra el hueco entre su cuello y su hombro, aspirando el aroma del mestizo como si fuese reconfortante, como si fuese una zona segura, su hogar—. Y eso me tiene aterrorizado. —Y de pronto, ambos están parados encima del mismo paisaje.
—Oh Ash. —Eiji completa el abrazo, sus manos navegan por la capa de terciopelo y casi puede jurar que lo escucha ronronear, debe ser su imaginación, se dice porque todo el bar se encuentra atento y es francamente incómodo, justifica que el lince haya reaccionado con semejante impulso dentro de la tienda, también tiene ganas de reclamar por privacidad—. Estoy a tu lado.
—¿Incluso si te hice llorar? —Ríe—. Mamá Ibe me matará si se entera.
—Incluso si Ibe-san te mata. —Le eleva el mentón, Ash luce tan pequeño dentro de su capa, ninguno suelta el contacto visual, no se atreven—. Estoy a tu lado.
Estoy sufriendo.
«Estoy sufriendo enamorado».
¿Huele a romance acá? Hell yeah, pero friendly reminder que es valido estar confundido con las emociones la primera vez que aprecen y no solo eso, nadie vive como se supone que hay que hacerlo y yo tiendo a mostrar y abrir espacio para eso bien lentooo, pero no se preocupen, pronto vendrá el caos, espenme tantito. Mil gracias por haberse tomado el cariño para leer.
¡See ya!
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