La vida de un adolescente, se ve desenvuelta por distintas situaciones, tanto buenas como malas.
Es en esa etapa en la que todo chico o chica quiere experimentar diversas cosas, claro que bajo su propia voluntad con ese miedo de ser atrapados por sus padres, quiénes van con el típico argumento sobre lo que si deben y no hacer.
Muchos de ellos corrían el riesgo de escaparse de la escuela e irse con su grupo de amigos a divertirse al primer lugar que tuvieran en mente.
Otros preferían ponerse a fumar o drogarse. Se podía ver a unos cuántos con cigarrillo en mano, creyendo que con solo y los miraran con aquello, les temerían, de igual manera sentirse tal cual capo con simplemente vender pequeños paquetes llenos de sustancias ilegales.
Algunos encontraban fascinante el fugarse a media noche de su casa para tener completa diversión en otra, llena de jóvenes, música, juegos para nada infantiles y alcohol.
Oh, alcohol, muchos ya han tenido su primera borrachera a sus dieciséis y se creen expertos a la hora de recomendar bebidas para embriagarse y olvidar lo que sea y te atormente.
Si estos ya van en contra de la normativas de los padres, el tatuarse también puede ser englobado en esta categoría.
Podemos enumerar otro: el sexo, podías ver a parejas que cogen como conejos y tal vez tener la suerte de crear una vida más. Ni se diga el querer tirarse a la chica que te gusta para "ser más hombre".
Hablando de gustar, llegamos al tema de la sexualidad, donde cada quien descubre si en sus cortos años de existir prefería estar con el sexo masculino, femenino o con ambos. Este era más que probable en desafiar las ideologías de todo adulto retrógrada. ¿Qué importa?, tú chica, decides si quieres irte a besar con tu amiga por la que llevas babeando hace seis meses, tú chico, decides si no te sientes conforme con solo ser amigos. ¡No importa!, ¡amor es amor!.
Claro que, eso nunca lo logran entender todos.
Y eso provocaba una extrema tristeza, por sentirse incomprendidos, por sentir que se asfixian con tan solo pensar en que deberían de ocultarse, en mostrar una versión suya que dejó de existir hace mucho, por sentir dolor cuando la familia los rechaza, por llegarse a preguntar que está mal con ellos.
Justamente y por desgracia, Park Jimin vivía en ese mundo.
Cuando Jimin se dió cuenta de que era gay, tenía apenas doce años. A esa edad, él veía frecuente a parejas del mismo sexo besarse, caminar de la mano, abrazarse, nunca pasó por su cabeza el siquiera despreciarlos porque se veían demasiado felices, ¿y quién era para quitarles eso?. No se quedó de brazos cruzados y decidió investigar, encontrándose al instante con miles de páginas que hablaban detalladamente de dicho tema. Se sorprendió mucho cuando leyó que cualquiera podría serlo, fue entonces que se preguntó: "¿yo también?".
Los días pasaban y sintió que algo cambió al observar un mísero segundo a un niño nuevo en su salón. La manera en la que parpadeaba, hacía que sus pestañas se movieran tan delicadamente, dándole un aspecto muy hermoso, su cabello negro que pedía y lo tocara, su sonrisa, joder, amó esa sonrisa.
Todo iba excelente, de no ser que comenzaba a ver al mundo de una manera diferente, comenzando así, con demasiadas inseguridades sobre el qué dirán si se enteraban que le gustaba un chico, porque sí, tanta fue la atención que le robó, que llevaba ya cinco años,admirandolo y amándolo en secreto, siendo que este era parte de su círculo social, era su amigo.
Ese era el vago pensamiento que tenía con solo ver a su hermano mayor junto a su novia, disfrutando de la fiesta de año nuevo. ¿Qué hubiera pasado, si fuera un novio?, el simple hecho de que sus padres lo odiaran, le hacía temer a la idea hablar.
Más cuando tenía a una garrapata encima queriendo obtener una cita suya, es cierto, necesitamos un contexto. Ahí en su casa, se encontraba Lee Aerin, hija de uno de los amigos de su papá, estudiaban juntos y eso para ella quizá significaba que tenía oportunidad en salir con Jimin, si la aguantaba era porque no quería perjudicar el trabajo de su padre, ah sí, amigo y jefe tenía que recalcar.
—Eres muy malo, no me has dirigido la palabra en toda la noche.
—Quería un momento a solas.
Dirigió sus ojos a la copa que contenía vino y seguido al gran árbol que se posaba en frente suyo. Faltaban pocos minutos para que siguieran con la tradición de comer las doce uvas y ni siquiera tenía en orden lo que pediría.
–No siempre debes de encerrar tus emociones, Minnie, es mejor hablarlo con alguien porque a la larga terminarás herido.
Asintió, haciendo caso omiso a cómo lo había llamado.
—¿Y qué crees?, puedes desahogarte conmigo, me gustaría escuchar por qué te sientes así hoy.
Conocer a Aerin desde hace unos cuantos meses, le hizo agradecer de saber las intenciones que tenía una vez y le confiaban algo tan confidencial. Al principio le agradó, claro que sí, pero se enteró que cosa de la que se enteraba cosa que finalizaba divulgando, y eso provocó que mantuviera una distancia cada que se le acercaba, sumando el enamoramiento que tenía hacia él.
Le agradeció a su madre que lo mandaba a situarse a su lado, dándole así el racimo de frutas para que juntos pudieran comer de ellas.
Jimin solamente las iba pasando, sin nada en mente. Literalmente poseía todo; cariño, amor, padres, hermano, salud, dinero, amigos. ¿Qué más pedir?, ¿qué más...?.
Mientras que los demás ya comenzaban a repartir abrazos, se quedó observando la última uva, tal cual tesoro que se le fue dado solo a él, sin embargo...¿se haría realidad?, realmente lo quería, quizá más que a si mismo, lo necesitaba, anhelaba, todos los sinónimos que describiera y gritaran a los cuatro vientos que pedía:
"Poder ser libre"
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro