
☪ ✙CAPÍTULO 5✙ ☪
La respiración de Jimin era algo irregular mientras su espalda se recargaba contra la pared de ladrillos en el callejón, casi queriendo fusionarse con ella en su intento de pasar desapercibido.
Inclinándose ligeramente hacia adelante, su cabeza salió de su escondite levemente e inmediatamente volvió a su lugar.
Su respiración quedó atrapada entre sus pulmones cuando un grupo de tres hombres corpulentos y con mal aspecto caminaron frente al callejón, deteniéndose unos segundos para observar alrededor dándole la espalda antes de seguir de largo, buscándolo con la mirada.
Esperando lo suficiente como para que el trío de idiotas se alejara, Minnie se quitó su sudadera negra y la amarró a su cintura antes de salir del callejón en dirección contraria a aquellos hombres.
Observando sobre su hombro, el pelinegro gruñó una maldición en voz baja al apreciar su mochila en mano de uno de aquellos estúpidos cobradores que habían aparecido por culpa de su padre, quién seguramente les había prometido que él pagaría sus deudas.
Ilusos.
Pero joder, ahí tenía sus materiales para trabajar.
Volviendo su vista al frente con mal humor, chocó con un cuerpo.
—Lo siento, mi culpa —dijo golpeando suavemente el hombro del desconocido antes de alejarse.
Y cuando estuvo lo suficientemente lejos, Jimin tomó el gorro que le había robado sin que el desconocido se diera cuenta y se lo colocó sobre su cabeza, intentando ocultar su larga cabellera negra.
"¿Qué mierda voy a hacer?" se preguntó apuñalando con su lengua el interior de su mejilla mientras caminaba por las transitadas calles.
En esa mochila que esos hombres se habían llevado, él contenía todos los materiales de trabajo. Desde sus cartas tarot, una bola de cristal, que no usaba mucho a decir verdad, y lo más importante... El dinero que había ganado esa mañana.
Perder su dinero obviamente le dolía, pero... ¿Dónde se suponía que conseguiría sus materiales de trabajo nuevamente?
No era como sí pudiera entrar a cualquier tienda y robar una bola de cristal, unas cartas de tarot o una manta roja.
Bueno, lo último era más fácil de robar realmente, ya que lo podía encontrar en todas partes, pero lo otro...
Torciendo sus labios, Jimin suspiro cuando un lugar apareció en su mente, uno dónde estaría todo lo que necesitaba.
Deteniéndose, el hermoso pelinegro observó a su alrededor antes de finalmente escoger una dirección.
Su estómago rugió por comida, pero Minnie lo ignoró.
Él tenía trabajo que hacer.
Frente a una vieja casa que había visto mejores años, Jimin la observaba tratando de mantener las emociones que le abarcaban fuera, encerradas en una caja sellada en su interior.
Pero aquello era simplemente imposible.
Esa casa tenía tantos recuerdos buenos y otros malos, pero momentos inigualables que habían marcado su vida al fin al cabo.
La vieja casa le había visto crecer, en ella, Jimin había recibido el único amor maternal que su amada abuela pudo haberle dado luego de que su padre le abandonara con ella para seguir con su vida sin responsabilidades.
Minnie nunca había conocido a su verdadera madre, no tenía recuerdo alguno de ello realmente.
Para él, su verdadera madre solo era Chaering, aquella mujer un poco rellenita y llena de amor que le había tomado bajo su ala desde que su padre le abandonó con ella.
Jimin había crecido con ella, escuchando cómo le leía la fortuna a las personas que le visitaban, y en otros casos, hacia un puente con aquellas almas que ya no estaban en este mundo utilizando su cuerpo como medio.
El hermoso pelinegro más de una vez había estado presente en esas sesiones, así como había contemplado a su abuela hablar sola, ya sea en la cocina, habitación, sala de estar o de compras.
Para muchos era extraño y expresaban su pensamiento de que no era sano que un niño viviera con una persona mayor de edad que no estaba realmente en sus cabales totalmente.
Pero su abuela nunca lo alejó de su lado a pesar de los maliciosos comentarios de los vecinos.
Y luego... Su padre apareció y todo cambio con sus repentinas visitas.
Empezaron siendo una cada tres meses, luego cada dos, uno, hasta que finalmente se volvieron semanales.
Jimin fue apreciando como la vida de su abuela se iba apagando con ello, hasta que un día se apagó sin aviso, dejando ese mundo y abandonando a un pequeño Jimin que apenas había cumplido los quince años.
Lo abandono al igual como había hecho Jennie.
Sacudiendo su cabeza, el delgado pelinegro se negó a viajar por aquellos recuerdos e inhalo profundamente.
"Solamente el dinero importa. Todo es juego y diversión" se recordó a sí mismo, finalmente avanzando.
Dio un paso, y luego otro, seguido, ignoró la punzada de culpa en sus costillas y finalmente entró en aquella casita luego de ocho años, casi nueve, estando fuera de ella.
La oscuridad cubrió su vista. Moviéndose de forma cuidadosa, Jimin se dirigió a la pared más cercana y movió el interruptor de luz que sabía que estaba ahí.
La cosa, sorprendentemente, no funcionó.
Suspirando, el delgado y hermoso chico se dirigió hacia la ventana y corrió levemente la cortina, permitiendo que la luz natural se internara en la casa e iluminara el lugar.
Tal vez no iluminaba como lo haría una ampolla, pero si lo suficiente como para vislumbrar algo.
Dolor rodeó su corazón al apreciar que aquella casita hogareña en la que una vez vivió ya no estaba más.
Su padre había estado en la casa, y más de una vez a juzgar por los objetos que podrían tener algo de valor y que ahora ya no estaban.
Queriendo permanecer el mínimo de tiempo requerido en caso de que molesto padre apareciera, Jimin se dirigió directamente a la habitación especial de su abuela en el cual hacía de sus sesiones.
Corriendo nuevamente la cortina de aquella habitación, permitió que el lugar se iluminara escasamente, pero lo suficiente como para distinguir cosas.
—¿Dónde estás... ? —murmuró para sí mismo mientras caminaba alrededor de la pequeña habitación decorada con objetos que Chaering aseguraba que le ayudaba con sus sesiones.
Acercándose a la mesa con un sucio mantel morado oscuro lleno de polvo, el pelinegro tomó la ostentosa y gran esfera y la observó.
Recuerdos de su abuela usándola para vislumbrar el futuro de su cliente llegaron a su mente, y una pequeña sonrisa surco entre sus rellenos labios al recordar las extrañas palabras que estaba seguro de que eran inventadas, pero que Chaering aseguraba que eran una especial de hechizo que ayudaba en su propósito.
Manteniéndola entre sus manos, Jimin caminó hasta la pared detrás de la silla que ocupaba su abuela y comenzó a revisar los cajones del mueble mayormente vacíos y algunos, con telas de araña.
—¡Bingo! —exclamó finalmente cuando encontró la conocida cajita de madera con diseños que contenía las cartas que utilizaba su abuela para leer la fortuna.
Dejando la esfera sobre el mueble, tomó la caja y la abrió, asegurándose de que las cartas estuvieran ahí.
Además de las cartas envueltas en una tela roja, se encontró con un péndulo, era aquel que su abuela usaba para comunicarse con otras almas cuando no encontraba su esfera.
Decidiendo que sería mejor llevarse el péndulo que la esfera, cerró la caja y volvió su atención al cajón.
Una larga pero pequeña caja aterciopelada y sucia llamó la atención del pelinegro. Esta, había estado oculta bajo la caja de madera, escapando así de la atención de su padre.
Curioso, la tomó logrando que sus dedos quedaran sucios con la tierra y luego sobre ella sopló.
Tosiendo, agitó su mano frente a su rostro intentando ahuyentar el polvo que se había dispersado por su movimiento.
Abriendo finalmente la caja, lágrimas amenazaron con derramarse de sus bellos ojos a la vez que el aliento quedaba atrapado en sus pulmones.
Ahí estaba, en el interior de la cajita, reposaba el amado collar de su abuela.
Alzando su mano, Jimin tocó la media luna con la pequeña perla color celeste incrustada en el medio. Sin poder resistirlo, la sacó e inmediatamente la colocó sobre su cuello.
Entonces, la media luna que le había regalado su abuela se juntó con la otra formando una sola luna.
Un escalofrío recorrió el cuerpo de Jimin. Un ruido invadió la casa haciendo eco hasta la habitación donde estaba el delgado pelinegro, sobresaltándolo. Pronto, se escucharon cajones siendo sacados, puertas siendo abiertas.
Minnie no era estúpido y sabía que la única persona aparte de él que podía aparecer en la casa y orquestar tal desorden, era su padre.
Guardando ambos collares bajo su camiseta, el hermoso chico tomó nuevamente la caja con las cartas y luego de abrió la ventana, saliendo inmediatamente a través de esta.
Él realmente no quería tratar con ese odioso hombre.
Hoseok suspiro sentado frente a una mesa mientras observaba a través del ventanal del restaurante a los tontos guardias que su hermano le había colocado.
Dios, él no era estúpido como para no darse cuenta de que alguien le seguía.
Suspirando nuevamente, un rostro conocido apareció a través del ventanal y animo inmediatamente al joven chico peligris con otros tonos.
—¡Minnie! —exclamó golpeando suavemente el ventanal del restaurante.
El hermoso chico pelinegro le observó con aquellos increíbles ojos azul-violeta y una sonrisa surcó entre sus rellenos labios rosa.
Hoseok se volvió a sentar bien e ignoró las curiosas miradas de los otros clientes mientras esperaba que su amigo entrara, consiguiendo varias miradas por su belleza en el proceso.
Observó con curiosidad como el pelinegro dejaba sobre la mesa una caja de madera mediana, no muy grande ni muy pequeña.
—¿Trabajando? —preguntó curioso.
—Algo así —respondió Jimin tomando una servilleta para limpiar el polvo que había quedado en sus dedos.
—¿Por eso no viniste a la reunión de hoy?
Jimin le observó recordando como había estado escapando de aquellos cobradores que habían ido detrás de él por culpa de su padre.
—Sí, claro —asintió con una pequeña sonrisa y luego, su estómago rugió con hambre—. Cómprame comida y te leeré las cartas —anunció observando la hamburguesa con papas fritas en el plato frente a su amigo.
—Hecho —sonrió el menor llamando inmediatamente a la mesera—. ¿Algo en especial?
—Nah, lo mismo que tú —respondió despreocupadamente, echándose hacia atrás mientras colocaba su brazo derecho en el otro asiento.
Cuando la mesera se acercó, Hoseok pidió lo mismo otra vez junto a una gaseosa.
—Entonces... ¿Ocurrió algo malo en la reunión de hoy, J-hope? —preguntó.
Hoseok observó fijamente los ojos de Jimin, sin poder contenerse.
Cuando el pelinegro de piel pálida y delicada soltó una risita, el menor se sonrojó y bajó la mirada.
—Lo siento, solo que tus ojos me atraparon —se excusó—. ¿De qué color son? ¿Azul o violeta?
—Está bien, no importa —aseguró inclinándose hacia adelante, apoyando sus codos sobre la mesa—. Según tengo entendido, se llama síndrome de Alejandría, que es cuando en mis ojos azules se ve con un reflejo violeta —explicó.
—Eso es muy cool —sonrió Hoseok—. Yo pensaba que tus ojos eran así porque veías a fantasmas o algo así —rió.
—Bueno, hace un tiempo podía, pero hace unos años que ya no puedo verlos —suspiro con seriedad.
El menor dejó de reír y le observó sorprendido.
Jimin rió ante la expresión del contrario—. Es mentira —aseguró aun riendo.
Hoseok asintió no muy convencido al respecto.
Cuando la camarera llegó con su orden, Jimin se sentó bien permitiendo que la mujer colocara la comida frente a él y le agradeció con una coqueta sonrisa, logrando que la joven se alejara sonrojada.
—Entonces... ¿Quieres hablar sobre lo que te molesta? —preguntó antes de tomar una papa frita.
—¿Cómo sabes que algo me molesta? —preguntó el menor en cambio.
Minnie se encogió de hombros—. Lo puedo ver y sentir —respondió.
Y a decir verdad, gracias al tiempo que había compartido con J-hope en las reuniones, podía detectar gracias a sus gestos cuando algo le molestaba.
Parte de su trabajo dependía de que tan buen observador era después de todo, sería un idiota sí no se percatara de ello.
—¿Puedes llamarme por mi nombre? —pidió observando su comida—. Creo que ya somos amigos, ¿no? —preguntó de forma inocente y algo abatido.
—Claro, mi nombre es Jimin, Park Jimin —se presentó antes de darle un gran mordisco a su hamburguesa.
—Yo soy Hoseok, Min Hoseok —sonrió—. Mis amigos me llaman Hobi.
—Bueno Hobi, ¿qué es lo que te molesta?
Suspirando, Hoseok llevó su vista al ventanal.
—Mi hermano mayor me puso guardias de seguridad porque no confía en mí —expresó desanimado—. No lo ha hecho desde que me metí estúpidamente en las drogas por malas compañías y aunque trato de demostrarle que ya estoy bien, él sigue tratándome cómo un bebé.
—Uhm, ¿hablamos del mismo idiota que siempre te dice que hacer y te regaña sí haces algo que a él no le gusta o no había planeado? —recordó bebiendo de su gaseosa.
—El mismo —asintió el menor.
—Bueno, a los idiotas hay que dejarlos solos —sonrió Jimin—. Venga, termina de comer para leer tus cartas.
Minnie sería seguramente la única persona que hablaría así de su hermano y algo le decía que, si lo conociera, seguiría actuando igual y eso le causó algo de gracia, ya que Yoongi no permitía que nadie estuviera sobre él de cualquier forma posible.
Riendo un poco, Hoseok se comió el resto de su hamburguesa ansioso porque Jimin cumpliera con su palabra.
—¿Necesitamos ir a otro lugar? —preguntó el menor mientras ayudaba a Jimin limpiar la mesa.
—Aquí estará bien —aseguró.
Atrayendo la caja de madera frente a él, el pelinegro la abrió y sacó el mazo de cartas envueltas en una suave tela roja.
Estirando la tela roja sobre la mesa, Jimin revolvió el mazo antes de dejar las cartas encima de la manta y observó al contrario.
—¿Alguna pregunta en específico?
Hoseok relamió sus labios y asintió lentamente.
—¿Alguna vez podré tomar mis propias decisiones? —expresó.
Jimin asintió y colocó el mazo sobre la mesa.
—Divídelo en dos y escoge tres cartas —indicó.
Obedeciendo, el menor observó ansioso a su amigo al terminar.
Revelando una de las tres cartas, Jimin mantuvo su expresión serena, sin revelar absolutamente nada.
—El mago —anunció.
—¿Qué significa? —preguntó ansioso, contemplando los bellos ojos de Jimin, los cuales parecían brillar más en ese momento con aquel toque violeta en ellos.
—El mago simboliza aquella acción y el poder en la vida, te sugiere usar tu fuerza de voluntad para seguir adelante y tomar acción en tu vida. Pero sé consciente, el futuro es incierto y así como oportunidades también representa riesgos —expresó—. Las amistades que has cultivado y el apoyo que recibes de tus seres queridos serán un punto tal vez importante, tenlo en cuenta.
Tragando, Hoseok dio vuelta la siguiente ante un movimiento de cabeza del contrario y le observó atraído por aquellos ojos.
—En pocas palabras, el loco representa nuevos comienzos y una aventura despreocupada. Aunque también podría indicar insensatez, es más optimista en el sentido de que habla de acciones puras y de liberarse de las limitaciones de tu vida. Es muy probable que se te vengan importantes decisiones que tomar y cuando llegue la oportunidad, debes de ser capaz de dejar atrás las viejas costumbres. Y si es que no llega, puede que sea hora de crear esa oportunidad por ti mismo —Jimin le observó fijamente—. Este cambio puede parecer bueno o malo, todo depende de ti y es crucial evaluar los riesgos para tomar la decisión correcta.
Un escalofrío recorrió el cuerpo de Hoseok y dio vuelta la última carta.
—La emperatriz. El futuro te traerá un respiro y sanará tus heridas tanto emocionales como físicas. Puede que haya un nuevo comienzo desplegándose, pero eres tú quien decide su calidad y para ello debe de ser comprensivo, y especialmente sensible a los aspectos emocionales de la vida. Pasar el tiempo caminando por nuevos senderos será más beneficioso que arreglar viejos puentes y tus inversiones rendirán frutos si les prestas la debida atención y tiempo.
Observando fijamente las tres cartas sobre la mesa, Hoseok se removió un tanto incómodo y muy pensativo.
—Bueno Hobi, te dejo —anunció Jimin volviendo a guardar todo—. Espero haber respondido tu pregunta.
Con esas palabras, el pelinegro se levantó y se fue dejando solo al joven chico.
Y mientras se alejaba, Jimin junto sus cejas cuando repentinamente en su mente, aparecieron el significado invertido de cada carta que había escogido el menor.
Carencia de voluntad. Mala elección. Falta de autoconfianza.
Uhh... ¿Por qué pensaba en ello?
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