☪ ✙CAPÍTULO 32✙ ☪
—Hey, tienes que tratarme con amor —reclamo Jimin mientras era sacado del auto con brusquedad y puesto de cabeza otra vez—. Soy una persona delicada —refunfuño.
—Delicada mis pelotas —gruñó Yoongi en un bajo tono sexy que calentó a Minnie.
—Waow, ¿cómo haces eso? —exclamó con sorpresa—. Joder, te juro que he mojado las bragas que no tengo.
—Eres una jodida mierda cuando quieres, ¿no? —pregunto con un suspiro resignado, subiendo los escalones de la entrada.
—Agárrame que me desmayo —bromeó Minnie afirmándose de los glúteos de Min—. Estoy soñando, ¿cierto? Porque no hay forma de que mi estricto hombre idiota usara malas palabras. ¿Qué paso con eso de que...? ¿Cómo era? ¡Ah sí! Maldecir es un signo de pereza —se burló imitando su tono de voz grave.
—Saca tus manos de ahí. Ya llevas veinte nalgadas y siguen sumando —advirtió simplemente.
—Aw, eres agresivo.
La puerta frente a ellos fue abierta y Yoongi pasó sin siquiera mirar a su mayordomo.
—Hablaremos después —advirtió mientras seguía su camino.
—Eish, no eres para nada amigable, amigo —regañó Jimin—. El pobre señor mayordomo MinJu no ha hecho nada más que abrirte la puerta.
—Tienes cinco nalgadas más —anunció golpeando su trasero mientras subía las escaleras.
—¿Por qué? Solo decía la verdad —exclamó.
—Cierra esa boca inteligente —ordeno Min dirigiéndose a su cuarto privado.
—Ay cariño, ciérramela tu —provocó divertido.
—Oh, lo haré, claro que lo haré —prometió Yoongi, sin poder entender como toda esa boca inteligente y molestosa lo tenía duro y caliente.
Llegando a la puerta de su habitación especial para jugar, contempló con el ceño fruncido a Jeonghan sentado en el suelo con su espalda recargada en esta.
—¿Qué haces aquí? —cuestionó sobresaltando al durmiente hombre, más no despertándolo completamente.
—¿Quién está ahí? —preguntó Jimin intentando enderezarse.
—Quieto —ordenó Min golpeando su trasero otra vez.
—Wouff, digo, ow, creo que ya me has dado tus veinte nalgadas —se quejó dejando colgar simplemente como un costal de papas.
—¿Qué haces aquí? —repitió Yoongi, logrando finalmente despertar al sumiso.
—Amo —pronunció levantándose rápidamente—. ¿Qué hace con él? —exclamó al observar cómo cargaba a cierto hermoso pelinegro.
—No es de tu interés —respondió cortante.
Jimin bostezó—. ¿Ya me puedo ir? Creo que la sangre ya dejó toda mi cabeza ¿o es al revés? —rió—. ¿Entienden? ¿Revés? ¿Yo? Nah.
Rodando sus ojos, Yoongi lo acomodó hasta que el pelinegro tuvo sus muslos rodeando su cadera mientras sus manos lo sostenían de los perfectos glúteos.
—Ow, detén el mundo un segundo cariñito, se está moviendo mucho —se quejó cerrando sus ojos, apoyando su cabeza entre el cuello y hombro de Min.
—Ni que hubieras bebido —suspiró con fingido cansancio.
—¿Te pongo yo a ti de cabeza por quizás cuantas horas? —exclamó abriendo sus ojos, comenzando a besar la tentadora piel.
—Fueron segundos —corrigió y volvió a mirar a Jeonghan, como si recordara que no estaban solos—. Vuelve a tu habitación —ordenó.
—¿Por qué te está tocando? —cuestionó viéndose furioso.
Jimin soltó una risa mientras comenzaba a succionar y morder la piel del cuello, dejando un rastro de marcas, sus marcas.
Y joder si no se sintió bien que Yoongi se lo permitiera frente a esa perra.
—Silencio —ordenó observándolo fríamente—. Esta tonta escena se vuelve a repetir, y tendré a MinJu esperándote con tus cosas fuera de la casa antes del término de tu contrato —advirtió con firmeza—. Ahora, largo.
Apretando sus labios, Jeonghan se apartó de la puerta.
Dejando de besar y morder la deliciosa piel de Min, Jimin observó sobre el hombro y le brindó un guiño juguetón al molesto sumiso antes de que las puertas se cerraran.
Tal vez, solo tal vez, modulando con sus labios un "Mío, perra" Mientras la puerta se cerraba dejándolo fuera de aquella habitación.
—¿Ya te burlaste lo suficiente de Jeonghan? —preguntó Yoongi.
Minnie chasqueó su lengua al verse atrapado y luego colocó su mejor sonrisa inocente mientras salía de su escondite.
—No sé de qué estás-...
Pronto, unos ávidos labios estaban sobre los suyos y una demandante lengua poseyó su boca sin resistencia alguna.
Marcado.
Consumido.
Arrasador.
Así era el beso de Min Yoongi.
Apretando las perfectas nalgas, Min finalmente bajó a Jimin permitiéndole que sus pies tocasen el suelo mientras le daba un descanso a su boca.
—Quítate la ropa y dóblala —ordenó observando con cierta fascinación los rellenos labios rojos y brillantes.
Ansioso y apoyando la idea, el joven pelinegro obedeció sin discutir ni emitir alguna palabra inteligente.
Completamente desnudo, observó expectante a Min.
—Rodillas al suelo —ordenó, señalando el cojín que había dejado frente suyo.
Jimin bajó la vista e ignoró completamente el cojín mientras sus ojos se posaban en cierta dureza atrapada en el pantalón de Yoongi, con una sonrisa traviesa, volvió a observarlo.
—Oblígame —desafió, alzando su mentón.
Min inhalo profundamente, controlando la excitación que provocaron aquellas simples palabras.
Desafío.
Le gustaba.
—Al suelo —repitió, colocando sus manos sobre los hombros de Jimin.
No hubo ninguna clase de resistencia mientras empujaba hacia abajo, hasta que estuvo sobre sus rodillas frente a él, a la perfecta altura.
—Desabrocha mi pantalón, saca mi pene y chúpalo.
—Uy, invita una bebida antes, bebé —bromeó el pelinegro, pero sus manos ya se estaban moviendo siguiendo la orden.
—Con tu boca —expresó agarrándolo del cabello para llamar su atención, tomando profundas respiraciones mientras sus ojos lo observaban con lujuria.
Deseado.
Así se sentía Park Jimin.
Sonriendo ladino, Minnie bajó sus manos luego de haber bajado el cierre y desabrochado el botón.
Inclinando su rostro hacia adelante, restregó su mejilla en la marcada erección y luego presionó su nariz en la entrepierna, respirando profundamente.
—Dios, hueles bien —gimió subiendo y mordiendo el borde del bóxer con sus dientes para tirarlos hacia abajo junto al pantalón, dejando en libertad una dura polla que apuntaba hacia arriba.
—Quieto —ordenó cuando Jimin comenzó a depositar pequeños y bastos besos a lo largo de la erección.
Gimiendo disgustado, el pelinegro retrocedió haciéndole sus mejores ojitos de cachorro en busca de que le diera su dulce.
Jimin quería, deseaba y anhelaba tener ese hermoso pene en lo profundo de su boca, por lo que siguiendo su deseo ignoró a Min y volvió hacia este.
Agarrando con fuerza el cabello cuando el joven pelinegro no obedeció, Yoongi le obligó a retroceder, y luego, con su otra mano, tomó su erección y delineó aquellos pecadores y apetitosos labios abultados.
Jimin gimió juntando sus cejas mientras abría sus labios, ansioso por probar y tener su boca llena.
Pero Min solo siguió delineando su boca con su miembro, dejando un ligero rastro de pre-semen que Minnie capturó con su lengua, hambriento de más.
—Joder —jadeó por lo bajo Yoongi, y luego se alejó.
—Hey, no —se quejó Jimin haciendo un puchero.
—Arriba y sobre el caballete, tienes que recibir tu castigo antes que nada —se recordó a sí mismo, apartando las manos del sedoso cabello.
Siempre que estaba con Jimin tenía problemas para retener su control.
—¿Por qué un castigo? —se quejó levantándose del suelo, caminando hacia el nombrado caballete.
No se había fijado mucho antes en la habitación, pero era bastante... Erótica.
Una de las paredes era completamente de un espejo que reflejaba exactamente todo lo que había en la habitación pintada de un rojo oscuro tierra con negro, mostrando la hermosa colección de juguetes e instrumentos que tenía el abogado a su disposición que iban dirigidos al doloroso placer.
El hombre tenía incluso una sección aparte en una pared con una colección de cuerdas de diferentes tonos, largos y grosores por lo que podía apreciar.
—Contra el caballete —empujó suavemente hacia adelante—. Y debes de ser castigado por desobedecer, maldecir y salir lastimado.
—¿Me estás castigando por salir lastimado? —se quejó un poco incrédulo mientras contemplaba a Yoongi colocarle los ganchos que lo mantendrían inmóvil contra el caballete de cuero negro.
—Eres mío —anunció simplemente, como si eso lo resolviera todo.
—No es mi culpa que esa niña tuviera complejo de gata y usara sus garras —se quejó sintiendo como los dedos de Yoongi recorrían los rasguños en su costado y espalda.
—Nada hubiera pasado si me hubieses obedecido —espetó golpeando uno de sus glúteos con fuerza.
Jimin gimió sin contenerse y sonrió escondiendo su rostro en la superficie del caballete, respirando profundamente el aroma a cuero.
—Vamos, golpéame más y terminemos con esto para comenzar lo divertido —rogó, sabiendo que había descubierto el regalo entre sus nalgas.
Yoongi le observó en silencio, contemplando aquel dildo anal enterrado profundamente entre aquellos dos montículos redondos.
Era caliente, sí, pero no iba a permitir que su deseo nublara su juicio.
Jimin le había desobedecido, y no sólo eso, se había puesto en peligro a sí mismo.
¿Qué habría pasado si Kyung no se hubiera quedado tranquilo solo con golpearlo para sacárselo de encima?
¿Qué si hubiera tenido un arma? ¿Una navaja? ¿Una pistola? Podría hasta haberle inyectado la misma droga.
No. Jimin tenía que ser castigado para que aprendiera la lección.
No podía ser siempre tan temerario o él nunca viviría en paz cada vez que saliera de la casa.
—¿Uhm? ¿Yoongi? ¿Estoy esperando? —canturreo intentando mover sus caderas—. Vamos cariño, incluso puse un regalo ahí para ti para que pudiéramos divertirnos con tus nalgadas al volver, y no sabes lo difícil que fue moverse con esa cosa enterrado en mi culo, aunque creo que ya le he pillado la técnica.
—Silencio. —ordenó.
Minnie inmediatamente percibió el cambio en el ambiente, su cuerpo se tensó ligeramente mientras alzaba su cabeza para seguir con la mirada cuidadosamente sobre Min, quien yacía con el torso desnudo y su muy dura erección aún afuera.
Jimin soltó un suspiro mental con ello.
Aún no todo estaba perdido, podía intentar recuperar el momento.
—¿Qué vas a hacer con eso? —pregunto confundido cuando Yoongi volvió a su lado con una especie de pelota con una correa de cuero.
Sin decirle nada, Min se arrodilló frente a él y colocó la pelota roja en su boca y luego abrocho las cuerdas de cuero atrás en su nuca con firmeza, impidiéndole así que pudiera sacársela.
—Te has tomado los castigos como un simple juego, Jimin —pronunció agarrando su confundido rostro entre sus manos—. Me alegra que disfrutes de ellas ahora, pero lo que hiciste hoy hace un momento estuvo mal —expresó con severidad—. No sólo saliste aun cuando te dije que te quedaras a descansar, arriesgaste tu persona al lanzarte sobre Kyung sin siquiera saber si tenía un arma con él. Hoy, recibirás un castigo, y temo que será uno que no disfrutarás, pero lo aceptaras hasta el final —anunció con un tono no suave, pero si... ¿Comprensivo? Que pasaba hasta por tierno.
Y eso preocupó al pelinegro.
Ahora, Jimin no se encontraba relajado y ansioso, estaba temeroso y tal vez, solo un poco asustado por lo que él mismo se había buscado.
Debió de haber sabido que no debía meterse con Yoongi, Hoseok se lo había advertido.
—Tranquilo, tal vez duela, pero cuidaré de ti al terminar —aseguró y besó protectoramente la frente de Jimin cuando contempló el miedo—. ¿Quieres tomar tu castigo o irte a tu habitación y terminar por hoy? —preguntó.
Minnie se sorprendió un poco de que le diera la oportunidad de elegir y escapar, pero... ¿Realmente iba a irse?
No, él ya sabía la respuesta a eso y sus hermosos ojos azul-violeta lo reflejaron.
Asintiendo, Yoongi se volvió a levantar y volvió a la pared frente a Jimin.
Arreglando su pantalón, contempló su colección de cuerdas amarradas en un tubo que salía de la pared y las ignoró. No era momento de jugar con ellas.
Trasladando su mirada hacia la izquierda, contempló el mueble con doble puertas de vidrio que mostraba cuatro látigos y las dos varillas, todas de diferentes colores, largos y material.
Abriendo las puertas, sus dedos recorrieron su látigo favorito de trenzado de cuero, pero aun así escogió una varilla firme e inflexible.
Cerrando la puerta, observó una de las repisas y tomó también una paleta de madera.
Volviendo al lado de Jimin, dejó sus instrumentos en una pequeña mesa con rueditas que movió hasta tenerla al lado del pálido cuerpo.
—Comenzaré con cinco nalgadas con mi mano, luego con la paleta y por último la varilla, para que así notes las diferencia entre un verdadero castigo, y uno por placer —anunció observándolo.
Tentativamente, Jimin asintió con su cabeza.
Respirando profundamente, Min acunó con su mano derecha una de las mejillas, apretando suavemente y luego soltando, esperando.
Cuando finalmente el delgado cuerpo pálido se relajó, comenzó con las cinco nalgadas, el hermoso sonido de piel chocando hizo eco en la habitación junto a los gemidos retenidos.
Terminando los cinco golpes, se detuvo y observó con placer el rojo floreciendo en la pálida piel de los glúteos.
—Ahora, te daré diez golpes con la paleta y luego los otros diez con la varilla.
Jimin no respondió verbalmente, pero asintió con la cabeza nuevamente.
Yoongi retiró el dildo no queriendo lastimar a Minnie más de lo necesario y luego tomó la paleta sosteniéndola bien con una mano.
Observando la bella curva del trasero, Min respiro profundamente y luego balanceo su mano en el primer golpe.
El sonido. La sensación. La vibración. Y el golpe.
Todo fue diferente y Jimin lo sintió inmediatamente, odiándolo al instante.
Mientras los ensordecedores y dolorosos golpes comenzaban, Minnie se aferró a la profunda voz de Yoongi anunciando la cuenta, logrando soportar el quemador dolor cosquilleante que provocaba cada uno de ellos.
El dolor era un infierno y no exactamente del bueno, no había nada de placer como cuando Min utilizaba su mano, no, estos golpes estaban destinados a castigar y nada más que disciplinar.
Y Jimin ahora comprendía la diferencia, y también sabía, que Yoongi aún no le había mostrado ni la mitad de lo que hacía en aquella habitación realmente, y no estaba seguro de querer descubrir todo.
Cuando la paleta terminó, Jimin estaba sollozando ahogadamente mientras el dolor atravesaba su cuerpo.
Era diferente a cuando aquellos gritos aparecían, pero a la vez, era similar, porque era un dolor no deseado.
Manos tiernas acariciaron no solo sus resentidas nalgas, sino que también su espalda hasta que volvió a controlarse.
Entonces, vinieron los diez golpes con la varilla, y Jimin ya no quería más. Por alguna razón, todo simplemente se soltó y cayó sintiéndose tan débil y vulnerable que las lágrimas solamente cayeron sin detenerse, como si una presa se hubiera roto.
—Shh, buen niño, te tengo —anunció Yoongi quitándole las restricciones apenas terminó con el castigo.
Quitándole también la mordaza en forma de pelota de la boca, lo atrajo cuidadosamente entre sus brazos y se dirigió a la cama sentándose en esta mientras acurrucaba al pelinegro con cuidado en su regazo.
En silencio, sostuvo al hombre que era un desastre de sollozos, hipidos y llanto.
Otra vez, Jimin se había roto en presencia del mismo hombre.
Y el mismo hombre, le había sostenido impidiendo que cayera en la total oscuridad.
Ah... ¿Por qué Min Yoongi era así de malvado y perfecto?
—Lo siento —murmuro cuando su llanto finalmente se detuvo—. Se suponía que iba a ser sexy y todo y yo... —sorbió su nariz.
—Está bien —expresó con un tono amable y bajo, agarrando el mentón a Minnie para que le observara—. Debí de recordar que los castigos podían romper a los sumisos, logrando desahogar todas sus penas y temores lo desearan o no.
Explicó sintiendo una ternura y un instinto de protección feroz por el hombre entre sus brazos, uno muy distinto al que había sentido por su hermano, y le gustaba... A la vez que lo asustaba.
—Mm, te ves sexy mostrando tus emociones, pero ¿sabes? No sé si estoy listo para todo lo demás que tienes ahí o si alguna vez lo estaré, no soy un sumiso como tus dos mascotas —resopló el pelinegro acurrucando su rostro bajo el cuello de Yoongi.
—Lo sé, y estará bien —prometió, preguntándose realmente si estaba mostrando sus emociones como anunciaba el contrario.
¿Tanto estaba cayendo su control?
—¿Podemos jugar después? Creo que necesito una pequeña siesta —pidió con un bostezo, distrayéndolo.
—Ya veremos —pronunció besando su frente, intentando recostarlo en la cama.
—Duerme conmigo —murmuro Minnie con sus ojos cerrados, girando sobre su estómago para poner a salvo sus lastimadas nalguitas—. Si quieres puedes ponerme esposas para dormir tranquilo —bostezó.
—¿Lo notaste? —preguntó, pero el contrario ya se encontraba dormido.
Dudando, Yoongi buscó unas esposas cómodas y colocó ambas manos frente a Jimin antes de colocárselas.
Recostándose a su lado, acomodó el delgado cuerpo desnudo de costado para que estuviera pagado al suyo, con la pelinegra cabeza apoyada sobre su pecho.
Y mientras lo rodeaba con sus brazos, cerró sus ojos pensando en todo lo que había pasado ese día, en las palabras que le había dicho Jimin.
¿Realmente estaba...?
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