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¿Recuerdas cuando yo...

Capítulo 22.

Ya no sabía como controlarme, todo se me había salido de las manos y ya no sabía como detenerlo, me encontraba agresiva y ya no tenía claro las cosas que me importaban.

—Lo siento —escuché la voz Matt seguido de un golpe, luego todo se oscureció para mi.







Con pereza abrí los ojos y un dolor intenso atravesó mis cienes, gruñí indignada y abrí mis ojos lentamente hasta ver mi entorno.

—Maldito imbécil —apreté mi cabeza entre mis manos, ya no lo soportaría.

—¿Cómo te encuentras? —una voz familiar me exaltó.

—Tú que crees —respondí con ironía y un poco de sarcasmo haciéndome bolita sobre la cama, pero él sólo se acercó y acarició mis piernas—. ¿Cómo pudiste dejar que me golpeara?

—No estaba en aquel momento en que sucedió, aún así lo discutimos e hice que no se acercara a ti por un mes.

—Me reconforta muchísimo.

—Deja el sarcasmo un rato, por favor —se sentó a mi lado.

—¿Oh, ahora quieres hablar? —pregunté alejándome de él, pero en aquel espacio que dejaba entre él y yo, se recostó en la cama depositando suavemente su mano por debajo de mi camiseta para acariciar mi cintura, sólo que ahora no se notaba. Con su nariz quitó el cabello de mi cuello para luego dejar tiernos besos en el y pasar su otro brazo por debajo de mi cabeza.

—Aléjate —dije cortante al recordar esas mismas acciones la primera vez que pasó por mi ventana hace un año.

—Estas estresada —acomodó su rostro en mi cuello.

—¿Y eso qué? Eres tú quien lo provoca —le quité la mano de mi cintura bruscamente pero aún así lo volvió a hacer—. No sé que haces aquí cuando fuiste tú quien dijo que necesitaba estar solo —aguanté el nudo en mi garganta.

—Yo... —suspiró—. Lo siento, no quería que sonara de esa forma —su voz sonaba apagada, pero sólo terminó haciendo que llorara en silencio—. Mi amor, no llores... sabes que no me gusta verte así. —Su voz se cortó, pero era imposible detenerme—. Me destroza el corazón cada vez que lo haces... y más cuando sé que es por mi —sentí como algo humedo y delgado atravesaba mi cuello, llevé dos de mis dedos y me dí cuenta que eran lágrimas de Colby. Esta vez no sería vulnerable.

—Entonces si lo sabes no deberías hacerlo —limpié mi rostro, era inútil—. Me has lastimado peores veces y de alguna manera he sabido sobrellevarlo, no sabes lo fuerte que estoy tratando de ser al fingir que no me duele —traté de alejarme otra vez pero aún así fue inútil.

—Lo siento, realmente lo siento —llevó una mano a su nariz para limpiarla.

—Eso es lo único que sabes hacer ¿no crees? Como si fuese a hacer algún cambio, como si fuese a arreglar lo roto —me levanté de la cama y busqué un sueter, necesitaba salir de allí.

—Sé que no arreglará nada Violett, pero si no lo hago... ¿cómo sabrás que estoy arrepentido? —se sentó.

—Con acciones, Colby —lo miré de reojo, el cuarto estaba oscuro ahora que me daba cuenta y lo único que alumbraba el cuarto era la luz de la luna entrar por la ventana.

—¿Recuerdas cuando estabas en el hospital y yo... yo iba cada día a cuidarte? —pasó una mano por su cabello, su garganta se estaba apretando—. Aunque tú no pudieras escucharme yo te decía que no sabía como cubrir ese enorme vacío que me estabas dejándo, que eras irremplazable, que eras única y especial... que eras mi Violett —suspiró—. Recuerdo cada momento en el que sentí que te iba a perder.

—Y recuerdas cuando... —me giré a mirarlo antes de cruzar la puerta del cuarto—. Fui a casa de mi padre y me preguntó que esperaba a sus nietos, ¿sabes lo que le dije? Que todo sería a su tiempo... pero de verdad lo que quería decir era que no podía mirar a nadie más como te miraba a ti —limpié mis mejillas, lo que iba a decir lo lastimaría—. Creo que eso ha estado cambiando Colby... y soy yo quien lo siente realmente. —Bajé la mirada, él se levantó de la cama y a paso lento, lastimándome aún más, se acercó hasta quedar parado frente a mi. Podía sentir su respiración sobre mi rostro, la luz alumbraba la mitad de su rostro y su mano lentamente fue a parar sobre mi mandíbula para levantarla y hacer que nuestras miradas se encontraran.

—Intenta decírmelo a los ojos y si lo logras yo te juro... —tragó pesadamente, su voz ya estaba muy diferente—. Te juro que dejaré de hacerte daño alejándome de ti para siempre —sus frios dedos acariciarón mi piel quemándola como el primer día—. Inténtalo —insistió.

—N-No puedo —acepté bajando la mirada, aún cuando me lastimaba seguía amándolo—. Y el saber que no puedo dejar de hacerlo me desespera como una imbécil —cubrí mi rostro, Colb me abrazó como nunca antes, pude sentir la diferencia.

—No digas eso, por favor —acarició mi espalda mientras mis manos lo abrazaban por la cintura—. No quiero que te alejes nunca más de mi, eres lo más importante que tengo Violett, sin ti no sabría como volver a ser yo... como volver a sentirme vivo.

—Sé que después de esto, las cosas van a volver a repetirse. No quiero despertar mañana y darme cuenta que nada de lo que sucede ahora hizo la diferencia.

—No será así —se separó de mi y llevó sus manos a mi cuello—. Te prometo que de este momento me encargaré de ser el hombre que necesitas, el hombre que te sacará sonrisas y no lágrimas.

—¿Lo prometes? —humedecí mis labios y Colb sonrió con cariño.

—Lo prometo preciosa, eso dije —juntó su nariz con la mía y lentamente lo hicieron sus labios, cada vez que lloraba sus labios eran más suaves y delicados, pero su lengua seguía siendo atrevida. De repente, sus manos jalaron de mi hasta cargarme como era costumbre y caminó de vuelta a la cama, me recostó en ella con cuidado, se quedó de pie y se despojó de su ropa quedándose en boxer, luego se acostó a mi lado y nos cubrió con las mantas.

Me quité el sueter que hace unos minutos me había puesto y lo dejé caer al suelo para acercarme a él y volver a abrazarlo, Colb atrapó mis labios mientras me abrazaba. Aún me hacía sentir cositas en el estómago como el primer día.

—Necesito ponerme el pijama —me quejé cuando Colby no me soltaba.

—Esas calzas te quedan bien —mordió mi labio con una sonrisa—. Bendito el día en que te dije que las usaras.

—Pero no me siento cómoda.

—Hace frío, no te dejaré hacerlo.

—Bueno —volví a abrazarlo y juntar mis pies con los suyos, tenía mucho frío y no entendía porque. Al parecer Colb logró notarlo, me cubrió entre sus brazos y subió más las mantas hasta cubrir mi cuello—. ¿Colb?

—Dime, nena.

—¿Aún lo recuerdas? —apreté mi nariz a su cuello, estaba muy fría.

—Cada minuto... cada segundo, cada instante en que no estabas conmigo —tragó—. En ese momento me dí cuenta que jamás volvería a ser el mismo si te perdía —besó mi frente—. Eres mi dulce rayito de sol de cada mañana, alumbras mi mundo, Vi.

—¿En serio? —lo miré.

—Así es —besó mi nariz—. Desde el momento en que te vi espiarme por la ventana.

—Yo... lo siento por aquella vez Colby, n-no quise... yo... —mi corazón latió con desespero mientras tropezaba con las palabras.

—Me alegra que lo hayas hecho ¿sabes? —acarició mi espalda—. Si no... ¿quién hubiera sido? ¿quién me hubiera atraído con ese cabello brillante e imposible de olvidar? ¿quién me hubiera hecho una mejor persona? ¿o darme cuenta que era bipolar? —rió y no de una manera arrogante—. ¿Quién hubiera sido mi Violett Hardy?

—Te amo —resumí todas sus preguntas.

—Aún así si el destino no lo hubiera querido de esta forma, yo lo hubiera convertido en estaba forma —me besó.

—Igual yo... —bostecé—. Igual yo...









Colby Lopez.

Me desperté aferrado a su pequeño cuerpo, como amaba que me sujetara como su oso de peluche, a duras penas me solté de sus brazos para poder ir al baño.

—A donde vas —rezongó soñolienta.

—-Nena, necesito ir al baño —acaricié su roja mejilla—. No tardo más de cinco minutos.

—Secate bien —me soltó y se dio la vuelta—. No dejes mojado el suelo.

—¿Disculpa? —pregunté con gracias, era divertido cuando discutía al estar dormida.

—Tu cosita tiene la costumbre de escupir por todos lados, la última vez casi me traga el inodoro al tratar de sujetarme de algo —se cubrió la espalda.

—No soy tan descuidado.

—Conversalo con el Big Ben, él te dará la respuesta —arrastró las palabras hasta que siguió con su sueño, reí para mi y seguí mi camino en dirección al baño. Al entrar amarré mi cabello con una liga, me miré al espejo mientras caminaba hasta el inodoro y frené en seco—. Mi amor —reí tocando la piel de mi cuello, tenia un rojo bastante intenso atravesar sobre mi clavícula derecha. Luego se lo comentaría, seguí el camino hasta levantar la tapa del inodoro y poder orinar, cuando terminé lavé mis manos; mi rostro y humedecí mi cabello.

Vi como el hermoso cuerpo de mi chica descansaba placidamente sobre la cama y caminé hasta llegar a la ventana, aquel lugar me traía muchísimos recuerdos cuando Violett salía por aquella ventana para fumar un cigarrillo mientras el viento remecia su cabello, era como si ambos seres se juntaran para sentir el mismo dolor que los agobiaba por dentro... pero que ninguno se atrevía a contar ante los demás. Era tan hermoso como la foto que aún conservo de Vi con mi camiseta de batman el día en que dormimos juntos por primera vez sin tener otras intenciones.

Suspiré mirando el entorno, el cual había cambiado tanto desde que nos encontramos juntos en la misma casa. Pero un movimiento repentino llamó mi atención al mirar el balcón de la casa del ahora nuevo dueño, Matt.

—¿Qué demonios? —achiqué los ojos hasta poder verlo con más claridad—. ¡Por favor! —arrugué la nariz al ver la escena pornográfica detrás de la delgada cortina—. Y en la cama de Violett, ya no hay ni un respeto. —Me giré para volver a entrar—. De vuelta a las andadas, te felicito muchacho —caminé lentamente hasta volver al lado de Vi y besé su mejilla con amor, ella sonrió.

—¿Ya terminaste?

—Hace unos segundos —me acomodé a su lado y la abracé—. Ah que no sabes lo que vi... —le susurré al oído.

—Cuéntame.

—Matt volvió a las andadas.

—¿Ah si? ¿y dónde lo hacen ahora?

—En tu cama —besé su hombro esperando el grito al cielo, pero de algún modo no llegó—. ¿No te molesta?

—¿Por qué debería? —se giró a mi y abrió los ojos con pereza—. Tú y yo lo hicimos más veces allí, el asco debe ser para ellos que no se dan cuenta.

—Sucia —la junté más a mi cuerpo, pero no lo suficiente para lastimarla.

—Me amas por eso —me besó de repente, pero muy diferente a todos los demás que me había dado.

—Jamás te equivocas, nena —sonreí en sus labios, pero de repente un tema se me vino a la cabeza—. Tenemos que ir con la matrona.

—¿Cómo lo sabes? —se levantó.

—Lo había anotado en el calendario —me encogí de hombros—. Tienes veinte minutos para arreglarte y yo te esperaré abajo para desayunar, ¿bien amor?

—Bien amor —rió y besó mis labios castamente. Al instante que ella entraba al baño y cerraba la puerta, me levanté y me vestí para salir del cuarto.

—Que usas skinny jeans, ese es un grave error —imité una voz chillona para burlarme de Dean mientras bajaba las escaleras—. Quien se cree que es, yo no le digo que esta mal ese corte de cabello —bufé—. Eso que ni lo corta —llegué a la cocina y preparé algo adecuado para alimentar a mis dos princesas. Aún no se sabía de que sexo sería, pero algo en mi decía que sería niña.

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