Mantengan la calma, Violett Hardy está aquí.
Capitulo 8.
—¿Qué pasó con el televisor? —preguntó Colby a la mañana siguiente. La noche pasada traté de que no viera los restos del televisor destrozado, fue difícil pero lo único que me salvó fue llevarlo a la cama, ahora nadie me salvaría de sus berrinches—. ¡Mi vida completa se ha desmoronado!
—Vamos, no es para tanto —me crucé de brazos al verlo abrazar el enorme televisor, le faltaban centímetros a sus brazos por cierto.
—Un año más y se jubilaba —hizo puchero.
—Vamos a la tienda y compramos otra —me acerqué a él y acaricié su espalda, Colby se giró y lloriqueó en mi hombro, Dios mío—. ¿De acuerdo?
—De acuerdo —sorbió su nariz—. Al menos déjame hacerle un funeral.
—Después de ir a visitar al médico, tus emociones están descontroladas —acaricié su espalda por debajo de la camiseta, me gustaba hacer eso.
—Vale, sólo una hora más —me cargó en sus caderas y me apretó contra la pared.
—Hay que ir ahora —exigí, esto no era normal—. ¿Qué... qué diablos sucede contigo?
—No lo sé —se encogió de hombros—. Todo comenzó hace unos días y ahora me doy cuenta que estoy siendo muy femenina.
—Exacto —me bajé de sus caderas y me separé de la pared—. ¿Aún quieres una hora?
—Si, necesito bañarme, me siento sucia... digo, sucio —cubrió su rostro, me dí una palmada en el rostro. Tal vez no aguantaría mucho.
—Ve ahora —me paré de puntitas y besé sus labios, siendo amargada no conseguiría nada—. ¿Seguro que no estás saliendo del closet?
—Soy el hombre más heterosexual de todo el mundo, nena —me pegó a su cuerpo—. ¿O prefieres que te lo demuestre?
—Siempre quiero que me lo demuestres.
—Sabes lo que quiere decir eso para mi —me cargó en su hombro y subió las escaleras. Se iba a poner salvaje.
Después de aquella hora que me había pedido Colby, nos preparamos. Como era costumbre últimamente, Colby tardó un poco más en seguirme hasta el auto.
—Nena, la belleza cuesta —se ajustó los Skinny Jeans, para su edad aún le quedaban muy bien ese tipo de pantalones.
—Ya diva, sal de allí y vámonos —subí en el asiento de copiloto, por más puta que estuviera con sus sentimientos, seguía siendo un completo machista de los pies a la cabeza en cuanto a la conducción.
Me hizo caso y cerró la puerta para subirse en el auto, aseguró todo lo que necesitaba y salimos de allí, como era costumbre dejó descansar su mano derecha sobre mi muslo, sonreí por inercia y puse mi mano encima de la suya entrelazando nuestros dedos. Por más enojado que se encontrara el uno con el otro, siempre se olvidaba con los pequeños detalles que de repente fluían. Nuestra relación era así.
Al llegar al hospital, Colby me ayudó a bajar y tomó mi mano para dirigirnos a la entrada, aún me afectaba el tener que tragar mis comentarios cuando veía a las féminas babear por él, si veía a una más ya no me aguantaría.
—Buenos días, ¿en qué lo puedo ayudar? —preguntó la mujer de recepción, y ya estaba embobada.
—Buenas —sonrió, podía sentir mi rostro arder, decidí mirar en otra dirección—. Necesito una hora para ver al médico Torres.
—Claro —hizo sonar las teclas—. Está disponible en estos momentos —acomodó su ropa para que sus senos se vieran voluminosos, bufé disimulada.
De repente sentí como Colby me tomaba de la cintura y con una de sus manos giraba mi rostro para mirarlo, al hacerlo éste juntó nuestros labios lentamente.
—¿Ansiosa por saber que es lo que tengo? —acarició mi barbilla después de separarnos. Asentí con la cabeza como si fuese una chica muy tímida. Colby sonrió—. Gracias —le dijo a la fémina quien se había quedado algo decepcionada pero también enfurecida.
Seguí a Colby por el pasillo, siempre lograba sorprenderme.
—Eres un desmadre ¿sabes? —le sonreí divertida.
—Mi chica es mi chica y nadie la hace sentir inferior. Eres a la única chica que me atrevería a decir que daría mi vida por ella.
—Me harás ponerme sentimental —fingí limpiar mis lágrimas, él rió y pasamos por la puerta que decía "Dr. James T." Grabadas en dorado, vaya.
—Colby —habló el hombre con los brazos abiertos al vernos pasar por la puerta.
—¿Cómo esta doc? —estrechó su mano con la de él.
—Bien, ¿y tú? —me miró—. Veo que ella es la muchacha de quien tanto hablas.
—Se la presento, la mujer que me quita el sueño —se encogió de hombros—. Violett Hardy.
—Un gusto —me acerqué al doctor y éste besó mi mejilla.
—El gusto es mío, señorita —sonrió, que sonrisa más blanca—. Por favor, tomen asiento —hizo un ademán mientras se ubicaba detrás de su escritorio.
—Gracias —le respondí haciéndole caso, al igual que Colby.
—Bueno muchachos, ¿qué los trae por aquí? —juntó sus manos.
—Bueno... —suspiré—. Últimamente Colby ha estado actuando muy raro, ha estado actuando más femenino. No digo que eso sea malo, todos los hombres son distintos pero tiene acciones que nunca antes había visto. Sé que quizás venir con usted no sería de ayuda porque usted ve problemas físicos y no mentales.
—Mmm —respondió con un sonido apretando los labios—. ¿Qué ha estado haciendo o sintiendo?
—Ha tenido nauseas, ha tenido antojos, ha llorado más de lo necesario, ha estado más excitado —enumeré con mis dedos—. Se ha enojado...
—Con eso es suficiente —me interrumpió sin ser maleducado y se levantó de su lugar—. Acompáñame, Violett —pidió e hizo un gesto para que lo tomara del brazo, simpático—. ¿Qué hay de ti? ¿Cómo ha estado tu salud? —me susurró mientras caminabamos por el pasillo sintiéndonos más cercanos.
—Bien bien, solo un poco cansada de lidiar con los sentimientos de Colby —respondí e hice una mueca, hasta que entramos en otra sala—. ¿Qué es esto? —pregunté mirando todo el lugar. Una habitación para embarazadas. Mierda.
Había una camilla junto a una pantalla, me sentía confundida y a la vez con una ansiedad increíble. Era nueva en esto, ni siquiera sabía como se llamada el lugar.
—No te asustes querida, tal vez por esto Colby se ha estado comportando extraño —comentó y me sentó en la camilla, luego se ubicó en el otro costado.
—Pero si me hice el test de embarazo y salió negativo —respondí juntando mis manos. El doctor hizo lo mismo mirándome como si mirara a un animalito asustado queriendo calmarlo.
—¿Quieres averiguarlo de verdad? —preguntó mirándome y mirando la pantalla.
Levanté mi suéter, miré mi abdomen y seguía sin cambios, al contrario, seguía muy bien trabajado.
—Muchas veces tarda, en algunas mujeres es un proceso más lento —respondió al comentario mental que me había hecho. Sobó sus manos, me puso gel en el estómago y me dio unas cuantas caricias—. Violett, pase lo que pase estaré aquí para recibir tu reacción y abrazarte si es necesario.
—Gracias —respondí mirándolo con cariño. Alejó su mano y pasó una pequeña maquinita sobre esa zona mientras miraba la pantalla, solo podía escuchar ruidos pero no veía nada.
—Y ahí está —dijo, volví a mirar y había un diminuto bulto, mi corazón se aceleró—. Felicidades —me miró. Mis ojos se humedecieron, todo era nuevo y no sabía cómo reaccionar—. Tranquila cariño, todo está bien —dejó de hacer lo que hacía, me limpió e hizo sentarme. Se acercó a abrazarme, lo rodeé con mis brazos también. Seguía temblando.
Besó mi frente, mis sentimientos estaban descontrolados.
—De acuerdo —suspiré y limpié mis mejillas, mis ojos ardian e impedían que siguiera viendo la pantalla.
—Te ayudaré a darle la noticia —acarició mi mejilla.
—¿Cuánto tiempo lleva? —le pregunté, sólo quería saber cuanto tiempo llevaba sin saberlo.
—Una semana —respondió mientras acomodaba mi suéter.
—De acuerdo... —abrí mis ojos—. ¿Puedo luchar?
—No muy duro —se giró para mirar la maquina de atrás, escuché unos ruidos y luego se giró con un pedazo de papel en sus manos. Me lo entregó—. Ven aquí, cariño —pidió y tomó mi mano para levantarme—. Es hora de ir.
Asentí con la cabeza.
Suspiré y me paré, el doctor me abrazó por los hombros y salimos de allí.
—Es curioso que haga esto sin ser matrona —reí ligeramente haciendo que dejase de estar tensa nuestra relación de profesional a paciente.
—Muy pocos hacemos esto —rió conmigo—. Es mi truco bajo la manga —me susurró en el oído.
—Pero es bueno que halla sido usted —bajé la mirada con una sonrisa. Seguimos caminando, pero él sabia lo que yo estaba sintiendo. Me di cuenta al caminar más lento.
No sirvió de mucho, de todos modos tuvimos que llegar a su oficina.
—¿Cómo estas mi amor? —Colby se levantó de su puesto y tomó mis manos, mis malditas lágrimas me delataron al hacerse presentes por mis mejillas—. ¿Qué sucede? —se preocupó. Me miró y miró al médico repetidas veces.
—Deberías dejar que se siente —recomendó Torres. Colby le hizo caso y me sentó en la silla más cercana para luego arrodillarse frente a mi.
—Colby yo... —limpié mis mejillas, aún así bajaban más.
—Dímelo, no me asustes —tomó mi mano libre entre las suyas.
—Lo que Violett quiere decirte es que... felicidades —habló el médico y sonrió, ese fue mi momento de entregarle la foto, su rostro era difícil de descifrar y tenía miedo de la acción que fuese a hacer.
—Mi amor —sonrió y me abrazó con fuerza—. Es la mejor noticia.
—¿En serio? —hablé por fin, mi voz estaba ronca.
—Si bebé, vamos a ser padres y aunque no tengamos experiencia en esto vamos a intentarlo juntos —acarició mi rostro—. No estarás sola, no te abandonaré, solo lo haré para ir a trabajar y darle lo mejor a ustedes... para mi familia —sonrió con dulzura.
—Te amo —susurré sollozando.
—Y yo a ti —me abrazó nuevamente, ocultando su rostro en mi cuello—. Muchísimo.
Aquellos temores en mi interior desaparecieron, la ansiedad, el nerviosismo, ya no había nada y me sentía aliviada.
Salimos de allí, pero Colby no dejaba de mirar la foto con una sonrisa marcada en sus labios, suspiró y la guardó en su billetera. Luego me miró.
—¿Cuánto llevabas sin saberlo? —me abrazó por la cintura hasta llegar al auto.
—Una semana —tragué saliva—. La semana que estuviste de sentimental.
—Esta pistola aún funciona —me apegó a la puerta del auto y con sumo cuidado me besó.
Reí ante su comentario y lo empujé un poco para subir al auto.
—Disfruta mientras puedas, porque luego estarás en abstinencia —le avisé al ver como me cerraba la puerta, su rostro se alarmó y era muy divertido.
—¿Cómo que abstinencia? —preguntó al subir a mi lado.
—Voy a tener la pancita —miré mi estómago y lo acaricié.
—Eso lo tienes bien claro al parecer.
—Hubiera llamado a mi madre, ella me enseñaría todo lo que no sé —suspiré—. Pero...
—No la necesitamos —me interrumpió y tomó mi mano—. Hay muchas personas en el mundo que estarían dispuestas a darnos una mano.
Le sonreí volviendo a recobrar la compostura.
El camino a casa fue más rápido de lo esperado, lo estaba disfrutando justo en el último momento.
—Colby, sólo estoy embarazada no parapléjica —reí sin ganas al ver como me cargaba en sus brazos, después de abrir mi puerta.
—Aún así quiero hacerlo —cerró la puerta con un movimiento de caderas y se dirigió a la casa—. Hey, ya no tienes el ojo morado —sonrió, luego besó mi ojo.
—¿Qué? ¿ya desapareció? —me bajé de sus brazos y corrí al baño. En efecto, ya no había rastro de haberme golpeado—. ¡Si! —chillé corriendo de nuevo hacia Colby, éste estaba sentado así que subí en sus piernas—. Ahora podre volver a las luchas.
—¿Estas segura de eso? —preguntó inseguro, sólo asentí—. No quiero que te suceda nada.
—No trabajaré tan duro y hasta que no se me vea nada seguiré trabajando —me crucé de brazos.
—Eres tan terca.
—Cuando me conociste lo sabías perfectamente.
—Y no me arrepiento de nada. Pero aún así te estaré cuidando, observando cada acción que hagas, cada decisión que tomes.
—¿Y si... hago algo que te molestara? —pregunté. Necesitaba verificar si podía golpear a Reigns, porque desde ahora no se salvaría.
—Salgo a ese maldito ring, tomo tu trasero sin importar lo que piensen y te saco de ahí, así de simple —levantó mi sueter, por inercia levanté mis brazos y Colby lo sacó de mi cuerpo completamente—. Con tus berrinches, con tus pataleos, con tus gritos, con todo tu arsenal.
—Quisiera ver que te atrevieras.
—No me subestimes, que luego no seré yo quien salga perdiendo —acarició mi cuerpo de la cintura para arriba.
—Vale.
Si seguía discutiendo con él no llegaríamos a ninguna parte, su orgullo era tan grande como el de Joe. Pues claro, ambos eran Géminis.
—¿Me permites ir a cambiarme? Quiero estar lista para irnos en un rato.
Al llegar al cuarto, tomé mi ropa de trabajo y la guardé en la mochila, seguida de un par de camisetas.
Opte por unos jeans negros hasta los tobillos, gastados y algo rotos, una camiseta blanca de mangas negras, mi chaqueta de cuero y unas vans negras. Esta vez iba a intentar luchar con zapatillas.
Retoqué mi maquillaje en los ojos y peiné mi cabello, se veía bien dejándolo caer sobre mis hombros, tomé el perfume que tanto le gustaba a Colby y me eché, luego tomé la mochila y bajé nuevamente.
—¿Colby? —pregunté al no verlo en el sofá. Me senté en su puesto y lo esperé hasta que apareció por el pasillo—. ¿Vas a ir a buscar a Matt?
—Si, le dije que viniera pero no ha llegado así que... iré a buscarlo.
Al rato apareció con Matt, éste parecía un completo zombie; no parecía tener sentimientos, estaba pálido y caminaba sin ganas, estaba muerto por dentro.
—Cambia ese animo Matt, que hay más traseros por donde mirar —le hablé al ver como subía al auto con sus cosas—. Y las Divas son más fieles que las chicas que encontrarás en las calles.
—Escúchala —agregó Colby.
—Ella era especial para mi —habló luego de un rato.
—Y si era tan especial, por qué te dejó entonces ¿eh? —me giré al asiento trasero donde se encontraba él.
—Violett, estás siendo muy fría al respecto. Bájale unas rayitas.
—No quisiera hablar de eso... —respondió Matt.
—Por alguien más, esa es la verdad —susurré—. Ya verás que vas a redimirte con las luchas.
—Violett —me reprochó Colby.
—Eso espero —suspiró—. Gracias por darme esta oportunidad Colby.
—No es nada, para lo que necesites amigo —sonrió.
La charla se cortó de repente, dejando el ambiente tenso, ya estaba acostumbrándome a las personas calladas, con tanto griterio en la WWE era difícil adaptarse.
Llegamos y esta vez Matt me ayudó a bajar, aún no perdía su caballerosidad. Le dí las gracias y esperé a Colby, sabía lo celoso que era. Nos dirigimos a la entrada, ahí estaba Hunter junto a su esposa quien me miró con una sonrisa, estaba más simpática... después de todo lo que pasó con su esposo.
—Mantengan la calma, Violett Hardy esta aquí —levanté mis brazos y hablé fuerte.
—¿Cómo estás? —preguntó Stephanie.
—Mejor que nunca —respondí inmediatamente—. ¿Qué hay de ti? —le pregunté al ver que H conversaba aparte con Colby y Matt.
—Bien, gracias —sonrió—. Veo que tu ojo ha mejorado.
—Así es, la espera estaba destrozándome.
—Me imagino, pero no te preocupes ya hemos pensado en un castigo para Roman Reigns —juntó sus manos.
—Mm... ¿Sabes que Steph? —llevé un dedo a mis labios—. Quisiera ser parte de ese castigo.
—¿A qué te refieres? —frunció el ceño.
—¿Te parecería conversarlo en tu oficina?
—Claro —me hizo un ademán para que caminara, ella me seguiría.
—Eso nos ayudaría mucho para los negocios —sonrió acompañándome hasta la puerta.
—Esa es la idea.
—Lo conversaré con mi esposo, pero de seguro aceptará —acarició mi espalda.
—Gracias —me despedí y seguí mi camino a camerinos, me encontré con Dean.
—¿Violett? ¿es acaso un espejismo? ¿una ilusión? —restregó sus ojos con ambas manos en gesto de estupefacción.
—Boo —dije queriendo asustarlo, Dean corrió hacia mi y me abrazó.
—¿Cómo estás?
—Bien, ¿y tú?
—Estaba echándote de menos —me soltó—. Desde que Seth recobró el título se ha puesto más arrogante.
—Hey, te escuché —apareció Seth—. Y no, no he vuelto a ser arrogante, mucho menos contigo, idiota —golpeó su hombro suavemente.
—Ahora me vienes a hablar —se cruzó de brazos dándole la espalda.
—Por favor bebé, no te pongas celoso. También te quiero —bromeó abrazándolo.
—Ay, como enojarme contigo... —respondió devolviéndole el abrazo. Como si fuesen Joey y Chandler.
—Eso estará en un libro que escriba de ustedes dos —limpié la comisura de mis ojos del ataque de risa que me dio—. "Te lo mereces todo" Ambrollins —imaginé la portada.
—Estás loca —rieron ambos.
—Veremos quien esta loca cuando sea popular.
—Mientras no suceda, no creeré. Y bueno, ¿chicos, cómo han estado?
—Te tenemos una noticia —habló Colby ubicándose a mi lado.
—Escucho.
—Vamos a ser padres —me besó la frente.
—¿Qué? —su boca se abrió literalmente hasta el suelo—. ¡Oh dios mio! ¡seré tío! ¡les contaré a los demás! —se dio la vuelta.
—¡No! —gritamos Seth y yo al unísono, pero Seth tomó su hombro—. Eres el primero a quien le contamos y preferiríamos que guardaras el secreto.
—O no me dejarían luchar —hice una mueca.
—Entiendo —asintió con la cabeza—. ¿Puede ser a Roman?
—¡No! —me alarmé, pero volví a recobrar la compostura—. En especial a él, no.
—Será difícil —mordió su labio—. ¿Y si lo digo por casualidad?
—Te castro.
—Por eso mejor no lo hago —sonrió—. Pero estaré cuidándote, eh.
—Gracias, ¿cierto cariño? —acaricié mi vientre—. Gracias, tío Dean —hablé como niña pequeña.
—Oww —ambos dijeron y me abrazaron.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro