La historia continúa.
Capítulo 68.
Violett Hardy.
—Todo estará bien —la voz de Colby se escuchaba varias veces, mis ojos se abrieron lentamente y su rostro me miraba, veía borroso, algo nublado y los colores resaltaban más. Estábamos en un auto, podía sentirlo por el movimiento en que mi cuerpo no podía quedarse quieto—. Quédate conmigo, sólo mírame —llevó su mano a mi mejilla. Podía sentir mi respiración, el latir de mi pecho y el peso en mis ojos era insoportable—. Mírame, mírame Violett... ¡mírame!
—Sólo espera... el dolor desaparecerá —limpié su mejilla con mi dedo índice. Ya no lo aguantaba.
—No, aquí estoy —sus manos temblaban, me sujeté a su pecho como todas las otras veces en que me dormía en sus brazos después de una película o un largo viaje. "Estoy aquí" escuché por última vez.
El dolor desapareció, las voces se fueron y tan solo sentía paz. La paz que no había sentido desde hace muchísimos años. Había una luz al final del camino, mi curiosidad me obligó a seguirla y al otro lado todo era blanco, no había nada.
Miré mi cuerpo, mis manos y todo lo que traía puesto era blanco, la herida ya no estaba en mi pecho y me sentía como si nunca hubiera sufrido ninguna herida en toda mi vida. Incluso mi cabello morado había cambiado a mi color natural, los tatuajes desaparecieron y también las perforaciones. Era todo lo que trataba de esconder, un ser humano tímido e inofensivo.
—¿Hola? —escuché mi voz solitaria. Aquel lugar no tenía principio ni final, simplemente nada. En una palabra; blanco—. ¿Hay alguien aquí? —miré una silueta caminar hacía mi tomándose todo el tiempo necesario—. ¿Podría decirme como llegué aquí? —junté mis manos cuando se encontraba más cerca.
—Violett Hardy, estás en el cielo —se dejó ver, era un hombre. Estaba segura que era Dios, todas las señales de como me decía mi madre encajaban con su persona. Tal vez era así como mi madre lo veía y es por eso que lo veo así, pero cada ser humano lo ve como cree que es; moreno, rubio, alto, bajo, delgado, gordo, etc. Es una opinión subjetiva.
—¿Es usted... —dejé la pregunta al aire cuando comenzó a asentir con una sonrisa—. ¿Cómo... es que llegué aquí? —pregunté tocando mi cabeza.
—Arriesgaste tu vida por salvar la de otro de mis hijos, hiciste lo que creiste correcto —se acercó hasta quedar parado al frente de mi.
—¿Qué pasará conmigo ahora?
—Vivirás conmigo —sus ojos miraron los mios, eran tan bellos.
—Gracias —suspiré—. Yo tengo cosas de las cuales arrepentirme —bajé la mirada.
—Lo sé, Violett —levantó mi rostro—. Y estoy orgulloso de ti por no rendirte, por superar todas las barreras que te puse en el camino, a pesar de saber que estaba mal.
—Yo... perdón —dije sin más recordando todos los momentos en que cometí pecado.
—Te he perdonado hace muchísimo tiempo —sonrió con cariño—. Es por eso que te plantearé dos opciones al final de nuestra charla y tu me darás tu decisión.
—¿Por qué? Yo quiero estar aquí, con usted y no volver a sufrir nunca más —lo miré con temor.
—Violett, te han traído aquí pero yo aún no quiero que me acompañes, hay quienes te necesitan más que yo.
—No. No, no, no... —lloré, no quería volver a bajar.
—Escúchame —me tomó de los hombros suavemente—. Estan rezando por ti, porque aún no te vayas, porque te necesitan. Súplica tras súplica, una tras de otra sin cesar.
—No me haga volver...
—Hija, tienes a una pequeña nacida de tu vientre, quien te necesita para crecer, aprender, reír y no llorar. ¿Cómo crees que quedará ella cuando le den la noticia de tu muerte?
—Mal —limpié mi nariz.
—Exacto —limpió mi mejilla—. Sigue el ciclo de la vida por ella, ella es tu razón de vivir. La has criado muy bien, no dejes que todo eso se vaya a la basura en un pestañear.
—Tiene razón —asentí débilmente.
—Por otra parte esta Colby.
—No me hable de él, por favor —me separé de su lado.
—No te lo diré, te lo mostraré —abrió una parte del suelo que estábamos pisando y volvía a estar afuera de un hospital. Matt lo ayudaba abriéndole las puertas del lugar, Colby estaba sin camiseta, la lluvia lo tenía todo mojado y mi cuerpo inerte yacía en sus brazos pensando que aún había oportunidad—. Arriesga su propia salud por salvar la tuya, sin saber que tú estas acá —me miró y chasqueó sus dedos cambiando la escena, esta vez estaba él en casa con Apple. Aquellas escenas eran dolorosas, podía sentir mi corazón cuando creí que aquí no era posible.
—Por favor, deténgase —cerré los ojos apretando los puños.
—Te duele, ¿no es así? —chasqueó los dedos.
—Y no sabe cuanto —cubrí mis ojos.
—Eso lo que tú sientes aquí... —llevó su palma a mi pecho—. Es lo mismo que él siente y sentirá cuándo se de cuenta que ya no despertarás.
—¿No puedo ver más allá del futuro?
—No hija mía, eso es algo de lo que tu debes estar dispuesta a ver con tus propios ojos y en el momento adecuado —cerró las imágenes y volvió a mirarme.
—Entonces quiero volver —le dije decidida.
—Sabía que harías lo correcto.
—Gracias —me acerqué y lo abracé.
—No es nada —acarició mi cabello suavemente, por largos segundos—. Desde un principio sabía que debía cortar tus alas antes de mandarte a la tierra.
—Entonces yo... —lo miré, y él asintió con una sonrisa.
—Ve y has lo correcto —besó mi frente con mucho cariño.
Colby Lopez.
Y aquí nos encontrabamos de nuevo, entre la vida y la muerte. Siempre por la misma injusta razón: yo.
Sabía que esta vez había acabado con todo nuestro hermoso cliché, todo lo que habíamos construido, todos los planes que en algún momento teníamos a futuro, todas nuestras noches que marcaron historia, todo lo que jamás pensé tener en toda mi vida. Violett siempre me daba hasta lo que no necesitaba, absolutamente todo de su parte y yo no fui capaz de responderle de la misma manera. Me sentía culpable.
—¿Y? —pregunté levantandome de mi asiento.
—Estan haciendo todo lo posible —Matt me dio una camiseta limpia.
—¡Puedo sentir como tratan de revivirla! ¡lo mismo que la primera vez! —pasé una mano por mi cabello.
—Tranquilo, la bala no fue directo al corazón. Sólo lastimó un órgano menos importante.
—¿Menos importante? ¡todos sus órganos son importantes para mi! —era incapaz de sentarme o al menos quedarme quieto en un solo lugar—. Tú no sabes, ¿no es así?
—¿A qué te refieres?
—Sentir ese dolor cuando un ser querido esta a punto de morir y lo peor de todo, cuando es tu culpa —me acerqué enojado—. Tú no sabes sobre ese dolor, porque no te ha pasado.
—Tranquilo —me hizo sentar, pero uno de los médicos se acercó a nosotros.
—¿Quien es familiar de Violett Hardy? —limpió sus manos.
—Yo —hablé.
—Ven conmigo —caminó lejos, no me quedó otra que seguirlo a paso lento. Se detuvo cuando estuvimos lejos de la sala y de Matt—. Hemos logrado sacar la bala, pero durante todo ese trabajo ella no despertó... —su voz era compasiva, al igual que su mirada—. Hemos tratado de revivirla, pero no hubo respuesta de su parte.
—No... —cubrí mi boca—. ¡No! —corrí con dirección a la sala donde se encontraba ella. Sentía como mi mundo se derrumbaba en segundos, como el atentado a las torres gemelas. Sentía el latir de mi corazón, como mi rostro se volvía a empapar de lágrimas y mi cuerpo comenzaba a temblar por completo—. ¡Salgan todos! —les grité a los que se encontraban junto a Violett, mi voz se rompió—¡Ahora mismo! —grité con todas mis fuerzas y los presentes corrieron fuera de la sala. Tomé una silla y la puse contra la puerta, así nadie entraría.
Miré como su pecho estaba cubierto con una venda y su cuerpo estaba blanco, estaba pálida—. Y al final, terminé matándote —susurré sin dejar de mirarla—. Cómo detesto ser yo —tomé su pequeña mano apoyándome en su cuerpo, no podía mantenerme de pie. Era imposible—. Sé que es tarde para decirte todo lo que en vida no te dije, pero... demonios, me equivoqué. No supe apreciarte ni valorarte como se debía —humedecí las mantas con mis lágrimas—. Pero vuelve, por favor vuelve y acaríciame como lo hacías siempre —llevé su mano a mi mejilla—. Tranquilízame de este sentimiento amargo de perdida, quítame este sufrimiento con tus suaves abrazos y dime que todo estará bien aunque sepas que no es así —besé su palma—. Vuelve, sólo vuelve y alegra mi vida con tu suave risa, con tus chistes, con tu voz... con tu odio a la humanidad —sonreí recordando todos esos momentos—. Y te prometo que te haré vivir como nunca antes, aprovecharemos todos los minutos que tengamos —los ojos me dolían, pero no era capaz de detenerme. Comencé a rezar una y otra vez, esperando que despertara pero eso era casi imposible aunque me gustaba creer que eso tal vez funcionaría.
Cuando acabé me dí cuenta que sólo sucedía en los cuentos de hadas, no en la vida real y me levanté de su lado. Recorrí con mis dedos su brazo hasta acariciar su mejilla.
—Te hablo porque pienso que me escuchas, y eso es algo terrible —limpié mis mejillas—, aunque no quiera, a veces tenemos que dejar ir —besé su frente. No estaba rendido, pero no podía hacer nada más... sólo recordarla en mi memoria y en el resto de lo que me quede de vida.
Esta vez se había marchado para siempre y me había dejado más roto de lo que me había encontrado.
Me alejé lentamente de su lado, no sabía que haría desde este momento, sin Violett no sería lo mismo. Nada sería lo mismo, ni siquiera nuestra pequeña hija. Lo que más me preocupaba era el dilema de no saber como decírselo sin herirla.
Estaba a punto de llegar al final de su cintura cuando unos dedos tomaron mi muñeca impidiéndome seguir, con temor me giré y ella tenía los ojos abiertos. Estaba mirándome.
—Violett —cubrí mi boca. Ella se sentó, me miró con los ojos cristalizados, gateó la camilla hasta quedar al frente de mi y me abrazó. La abracé como quería hacerlo desde ese trágico día cuando abandonó la casa—. Creí que te había perdido —besé su rostro por completo. Estaba empapado de lágrimas.
—Quien necesita, vuelve —me miró, era tan hermosa como siempre y su color natural volvió a recorrer su cuerpo—. Y yo te necesito —trató de estirarse hasta llegar a mi rostro, me agaché y lentamente trató de juntar nuestro labios pero se lo impedía sin que se diera cuenta. Quería escuchar uno de sus comentarios divertidos—. Oiga, si, usted. No le de tanta vuelta al asunto —sonrió, y ahí estaba.
Junté nuestros labios, me necesitaba tanto como yo a ella. Era como si hubiera subido al cielo y luego hubiera bajado con sus sentimientos más claros, eso estaba demostrándome. Estábamos realmente conectados.
Una de sus manos se apoyaba en mi cuello y la otra en mi brazo, justamente en las dos últimas heridas más fuertes provocadas por Apple.
—Auh... —se separó de mi suavemente.
—Lo siento —solté mi agarré en su cintura, la había apretado contra mi pecho sin recordar que la herida aún seguía abierta—. Ahora si —apoyé mis manos a cada lado de la camilla y ella con una sonrisa sujetó mi rostro con ambas manos volviendo a besarme. De eso nunca se cansaba, siempre le gustaba subirme el animo con un beso. Y siempre lo lograba.
—¿Qué fue eso? —preguntó soltándome otra vez.
—¿Qué cosa? —mordí mis labios, no quería mirar a la puerta y ver a idiotas tratando de entrar, arruinando el mejor momento de todos. Para eso hay grandes vidrios que se puede mirar, podían usarlos y no estorbar ahora.
—Eso —apuntó donde no quería. Miré y habían médicos, enfermeras y todo tipo de gente.
—Son zombies, entraste en coma y estamos en el fin del mundo.
—No soy Rick Grames —me volvió a mirar—. ¿Qué has hecho ahora?
—Sólo quería estar a solas contigo —miré la puerta—. Acuéstate, hay cosas que solucionar —me puse serio al ver a Apple en primera fila, gritando cosas y golpeando brutalmente. Si que era dura—. Hazlo por favor —insistí y ella lo hizo confundida.
—Sólo dime que no harás nada estúpido.
—No lo haré —acaricié su cabello, la miré con tranquilidad y me dirigí a la puerta. Me deshicé de la silla y la primera persona que entró fue ella amenazante.
—¿Así que no has muerto? —le gritó a Violett.
—Hierba mala nunca muere —trató de levantarse de la camilla y lo logró. Miré a Matt como llamaba por teléfono, sólo esperaba que fuese a la policía.
—Yo acabaré con eso entonces —se acercaron, quería ponerme en frente, pero la mirada de Violett me decía que todo estaba bien. Que solo confiara en ella.
—Atrévete —se acercó apretando sus puños. Apple sacó un cuchillo de su bolsillo, todos miraban como idiotas sin hacer nada y ambas quedaron frente a frente.
Sin darse cuenta, Vi le dio una patada en la muñeca y soltó el cuchillo al suelo, rápidamente le dio un derechazo y a pesar de ser más alta que ella, se dejó caer al suelo tomándose la boca con ambas manos.
—¡Eso sonó maravilloso! —reí cuando todos estaban en silencio.
—Y me salió con un regalo —se agachó recogiendo un diente—. ¿Qué te parece? —me miró.
—Asqueroso pero bien merecido —sonreí y ella se lo tiró en la cara cuando pensaba levantarse. En eso llegó la policía, escondí a Violett detras de mi espalda y se la llevaron esposada, les dije sobre los otros dos cómplices que estaban en la casa pero ellos ya los tenían en el auto con la ayuda de Matt.
Los médicos se acercaron a Violett volviendo a acostarla, la revisaron y decidieron hacerle unos exámenes por si había algo malo aparte de aquella herida en el pecho.
—Estoy bien —les repetía por tercera vez.
—¿Segura?
—Segura. No me duele nada, aparte de la herida de bala pero todo esta bien fuera de eso.
—Bueno —se resignó—. La deben querer mucho allá arriba, porque la mandaron muy recuperada.
—Y no lo dudo.
—Puede vestirse e irse esta misma tarde si quiere.
—Gracias —miró como salía de la sala y se volvió a sentar.
—Te eché de menos —acaricié su frente y ella me miró—. Desde hace mucho tiempo.
—Y yo a ti, sé que no tuviste la culpa pero aún así te juzgué sin antes saber tu historia.
—Ey, estabas en todo tu derecho —la acerqué a mi cuando trató de sentarse sobre la orilla de la camilla—. Sabías mi historia, sabías mi pasado con las mujeres... ni yo me perdonaba.
—Fui injusta —hizo puchero—. Incluso cuando me fui con Allen... —su voz estaba avergonzada.
—Cielo, yo podría aceptar y hasta perdonar, el que besaras a alguien más, el que tocaras a alguien más porque es algo físico; tus labios no se desgastarán por más que beses y tu cuerpo no desaparecerá. Pero mi amor, si llegarás a sentir amor por alguien más, yo... yo honestamente me derrumbo —acuné su rostro en mis manos.
—Te amo y no te haré daño nunca, nunca, nunca más—me besó.
—Ni yo a ti —la abracé. Al fin podía tenerla conmigo otra vez—. Espero que entiendas que aunque estuvieses con otros hombres aún me perteneces, desde aquí a la eternidad.
—Lo entiendo —besó mi corte en el cuello. Tenía que curar todas mis heridas—. Y es por eso que la historia continúa.
—Para siempre.
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