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Ángel.

Capitulo 54.

Dejé escapar pequeñas burbujas de oxígeno por mis labios y cuando ya no quedó nada, me quedé ahí unos segundos inmóvil recordando como partes de mi vida iban pasando. Al sentir como el agua invadía mis fosas nasales, fue cuando volví a salir a superficie.

—Se supone que rompes con alguien porque ya no lo amas. No porque estás completamente enamorado —le dije al borde del colapso.

—El amor no siempre se rige por tus reglas, hay veces que no puedes retroceder y lo único que puedes hacer es dejarlo ir —acarició mi cabello, de una manera compasiva.

Miré el exterior, todo era más oscuro de lo que recordaba. El césped ya no brillaba, el cielo no tenía ese color que alegraba a todo el mundo, el cálido viento ya no nos hacía sentir frescos, solo infelices. Todo era tan lúgubre y pensar en la idea de que tenía que salir de la piscina me carcomía por dentro, no lo haría, no quería.

—¿Sabes cuál es el problema?

—¿Cuál?

—Lo que sientes por mi.

—Pero si yo no siento nada.

—Ese es el problema.

Cerré los ojos con fuerza, escondiéndome en la esquina, abrazándome con los brazos cuando nadie más podía hacerlo.

—Por favor, deten todos esos recuerdos —sollocé—. Son una agonía para mis sentimientos.

«No puedo, es algo más allá de lo que yo puedo controlar. De alguna manera eres tu quien los hace brotar... surgir del lugar donde estaban reprimidos.»

—Entonces asesiname porque en realidad ya no puedo —dejé de mover mis piernas volviendo a hundirme con muy poco oxígeno en mis pulmones. Grité. Grité todo lo que algún día quería sacar dentro de mi, pero no era suficiente.

—¿Siempre juntos?

—Hasta que una chica nos separe —sonrió.

—¿Qué?

—Y nos diga "papás, hoy voy a dormir con ustedes".

Con eso era suficiente. Dejé que el agua invadiera mis pulmones impidiéndome respirar. Sentí como mi pecho saltaba como si me dieran electrochoques y mis lágrimas se mezclaban con el agua. Mis brazos dejaron de moverse, flotando al igual que mis piernas, lo único que faltaba era dejar que mi cuerpo ya no resistiera a la presión.

«Te voy a extrañar. Nos vemos del otro lado cariño. En un lugar mejor.»
Se escuchó como un eco desvanecido y mis ojos se dejaron llevar.






—Vamos, ¡vamos! —los gritos de un hombre eran perturbadores. Hacía presión contra mi pecho e intentaba darme oxígeno desde su boca. Estaba temblando, tenía miedo y cada vez hacía con más fuerza la presión en mi pecho.

De un momento a otro, mi cuerpo se levantó y botó de mi boca una gran cantidad de agua volviendo a respirar como si nunca antes lo hubiera hecho en toda su vida. Mis ojos aún no se podían abrir y los brazos de ese hombre me sujetaron con fuerza contra su cuerpo seco. Tenía miedo, aún lo tenía y lo que yo sentía fue transmitido a él.

Abrí los ojos al saber quien era, era la única persona a la cual podía transmitirle todas mis emociones con facilidad.

—No vuelvas a hacerlo —susurró tomando mi cuello en ambas manos separando su pecho de mi para poder apreciar mis ojos. Los de él brillaban por las lágrimas y aquel color azul se había profundizado. Su cabello estaba mojado y ciertas partes de su cuerpo también lo estaban.

Estaba en shock, aún seguía respirando estrepitosamente pero no sentía nada, absolutamente nada. Estaba congelada de los pies a la cabeza, lo único que me brindaba el calor eran los brazos de Allen y sus lágrimas cayendo directo a mi rostro hasta llegar a mi pecho.

—Lo siento. Lo siento mucho —repetía una y otra vez.

—Te disculpo... —susurré.

—¿Entonces por qué aún estás con esa mirada triste?

—Porque aún duele —no dejaba de respirar por la boca, pero esta vez más despacio—. Siempre le dije a todo el mundo "te amaré hasta que me hagas daño" y es en estos momentos cuando me duele más saber que eres el único a quien le he disculpado uno de los errores más grandes.. —cerré los ojos—. Lo peor de todo no es avergonzarme por tratar de cometer un acto suicida, sino el haber fallado... eso es decepcionante.

No me respondió, sabía que cualquier palabra que saliera de sus labios podía usarla en su contra. Simplemente me apretó contra su pecho y acarició mi cabello, estaba vacía por dentro.

—Cuando se cometió el primer acto de infidelidad en el mundo, la palabra "amor" lloró, lloró y se prostituyó —susurré, y con esa frase todos los recuerdos se fueron. Allen tomó su chaqueta a un lado de él y me ayudó a pasarla por mi cuerpo, aún podía sentir mis pulmones llenos de agua y era asqueroso.

Con la poca fuerza que quedaban en mis brazos aún morados, me moví hasta que quedé con la espalda recargada sobre la muralla que separaba la casa con la del vecino. El cielo estaba gris como si el día estuviera a punto de acabarse, pero estaba recién comenzando. El hombre a mi lado, no tardó en sentarse junto a mi en silencio.

—¿Por qué llegaste? —pregunté mirando mis piernas descubiertas.

—Porque no podía dejarte sola —susurró—. Tengo la costumbre de hablar antes de pensar.

—¿Por qué no me dejaste hacerlo?

—Porque no podía —sacó la voz—. Porque te amo y sé que a pesar de todo lo seguiré haciendo aún cuando estés con alguien más. No toleraría verte sin vida —sus últimas palabras provocaron ese algo en mi que llevé mis manos a mi rostro, la capucha cubría parte de mi cabeza pero el sollozo nadie lo controlaba. Estaba harta de llorar todo el tiempo, todos los días y todas las horas—. Ya, todo esta bien —volvió a susurrar tomando mi cuerpo y apoyándolo sobre su pecho—. No te diré que eres inconsciente por intentar quitarte la vida sin pensar en los demás, sobretodo tu hija. Porque una persona suicida solo se concentra en su dolor y en lo que ha pasado por tantos años. No estoy para juzgarte, sino para ayudarte y amarte.

—Porque tienes que lastimarme y hacerme fuerte a la misma vez —apreté con fuerza mis ojos—. Te odio, pero ese mismo rencor es aprovechado por el amor —sollocé—. Pero yo sé muy en el fondo que tu reacción es por mi actitud. Yo te impulsó a que seas así.

Limpió mi mejilla con su pulgar.
—No sé que es lo que amo de tu persona. No sé que tienes, pero te amo... ¿qué sucede conmigo? No somos compatibles, no tenemos mucho en común. No lo entiendo. De verdad que no lo entiendo. Pero de todas maneras te quiero conmigo —siguió limpiando mi rostro. Está vez yo me había quedado sin argumentos, no tenía ganas de hablar o al menos discutir ese tema—. ¿Cuándo comenzó todo este sentimiento suicida? —preguntó después de un rato. Me separé de él volviendo a mi posición inicial.

—Cuando... —me tomé mi tiempo buscando las palabras adecuadas—. Bueno, los motivos son varios —levanté un poco la manga de la chaqueta con disimulo—. Pero la más acertada se puede decir que desde el momento en que estás en la escuela y los niños comienzan a ser indiferentes, apuntándote con el dedo... —toqué mis viejas marcas—. Cuando creen que todo es un juego y se divierten jugando con los sentimientos de los demás.

—¿Es por eso que decidiste aprender a luchar?

—No exactamente, pero aunque la historia cambie cada vez que se cuenta, el concepto llega a ser el mismo —apoyé mi cabeza contra la muralla—. Defensa personal le llamaría yo.

—Pero aún así no dejaste de lastimarte... —cambió de lugar y esta vez se había sentado al frente de mi para poder ver mi rostro.

—No es fácil terminar algo que se siente igual que la droga —miré el césped—. Pero por supuesto existe la culpa, de darte cuenta que estas atentando contra tu vida cuando Dios no lo quiere así... —evité su mirada, pero sus manos trataron de abrigar mis pies—. Lo peor de todo es cuando te das cuenta que le estás dando un mal ejemplo a pequeños seres humanos inocentes.

—¿Experiencia? —preguntó y mi cabeza se limitó a asentir.

—Un día... —arreglé mi garganta—. Un pequeño me dijo; "Eres un ángel" y le respondí; "¿qué?"... —humedecí mis labios, hacia mucho que no le contaba esto a alguien—. Le respondió; "mi mamá me dijo que aquellos que tienen marcas en las muñecas son ángeles" y le respondí cubriendo mis brazos; "No soy un ángel" —tragué tomándome mi tiempo—. "Claro que si" dijo él, "mi mamá me dijo que solo los ángeles se dañan porque no les gusta la vida en la tierra. Este mundo los está destrozando así que intentan volver al cielo. Son muy sensibles al dolor de los demás y el suyo", lo miré y le respondí; "¿Sabes que tu mamá es muy sabia?" —la voz me comenzó a temblar—. "Gracias, ella también es un ángel, pero ella regresó a casa" —lo miré a los ojos, estos brillaban tanto como sentía los míos—. ¿Sabes qué es lo peor? El darte cuenta que eres un mal ejemplo para ellos, incluso para tu propios hijos que en un futuro te preguntarán el significado de aquellas marcas en todo tu cuerpo.

—Yo... no sabía que te sentías así.

—Ahora lo sabes y has de pensar que soy otro estúpido suicida con intentos frustrados.

—Eres un ángel —no lo pensó ni dos veces para decirlo—. Y si algún día quieres volver a casa, te comenzaré a tejer un par de alas porque no me gustaría que te fueses sin antes verte volar —se levantó de su puesto y me cargó en brazos caminando a casa. Me aferré a la chaqueta como si me fuera la vida en ello.

Cruzó la entrada, pude notar que estaba descalzo y se dirigió al baño. Me dejó frente al umbral de la puerta, siendo él quien se adentrara y preparara la tina con agua caliente.
Me había hecho recordar la primera vez en que había visto esta acción de su parte en la casa que vivía antes.

Terminó de hacerlo y me desvistió ayudando a meter mi cuerpo en la tina. Me ayudó a lavar mi cuerpo como si careciera de inteligencia, pero en cierto modo, no estaba en condiciones después de ese intento fallido.
Lavó mi cabello, lavó cada parte de mi cuerpo.
Tenía una pregunta en la punta de la lengua, dudaba si hacerla. Pero aún así me atreví a hacerla.

—¿No te causa repulsión ver mi cuerpo?

—¿Por qué debería? —me preguntó de vuelta, con la voz muy neutra—. Tu cuerpo es hermoso, es arte, y me fascina el arte —pasó la esponja por mi brazo—. Tampoco debería darme vergüenza, conozco tu cuerpo como tu conoces el mio, lo he tocado, lo he admirado y lo he esculpido en mis recuerdos. Porque es algo maravilloso —acarició mi mejilla y besó mi frente—. No te vergüences por el, es perfecto —terminó de lavarme y me tomó en brazos sacándome de ahí otra vez, me dejó de pie sobre el tapete y me ayudó a secarme.

—No deberías hacer esto —le puse una señal de "alto" a sus acciones—. No trates de redimirte después de lo sucedido. Si he aprendido a levantarme sola, es claro que puedo volver a hacerlo todas las veces que quiera —le quité la toalla de las manos y seguí yo sola. Cuando acabé, me afirmé la toalla por encima del busto y caminé hasta el cuarto.

—No trato de redimirme, sólo trato de hacer las cosas bien desde este punto.

—Claro, como has descubierto mi punto débil... —dije con sarcasmo—. Pero no necesito tu compasión, ya he tenido suficiente por parte del mundo.

—Violett —suspiró y se sentó sobre la cama—. Me equivoqué ¿vale? Me cegó la ira y la preocupación cuando tu indiferente era tu guardaespaldas —miró como me vestía—. Me equivoqué, perdóname.

—No soy Dios para perdonarte, pero tampoco estoy lista para disculparte. Recuerda que soy una mentirosa y quien sabe si lo que te conté fue real —me encogí de hombros—. Ahora levantate de allí porque necesito tomar una siesta, ya no soportaré mucho más.

—No.

—Vamos, no seas infantil —comencé a tironearlo por la camiseta—. Te advierto que tengo la mano pesada.

—Puedes golpearme, pero eso no hará que me aleje de ti. Y por favor, para el drama, mujer —se levantó de la cama, traté de ignorarlo y recostarme encima mirando hacia el lado contrario. Pero se recostó detrás de mi, ubicando su brazo debajo de mi cabeza y su otra mano sujetando mi cuerpo con el suyo desde la cintura—. Yo también tengo cicatrices... —susurró—. Tal vez no sean marcas en mi piel, pero cuando me siento mal me doy cuenta que son recordatorios de las peleas con el demonio sin rostro en mi cabeza —apoyó su frente contra mi nuca—. Ambos tenemos cicatrices, Violett. Las mías no estan a la vista —repitió y me abrazó fuerte traspasando todo su calor a mi cuerpo, sin importar que lo haya perdido.

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16.- ¿Cómo llegaron a leer "Friends"? Cuenten sus experiencias👇

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