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El comienzo


Ocho meses después Bruce se preparaba para el momento más importante de su vida. Armado con un impresionante traje de gala de tres piezas, un arsenal de palabras que diría en sus votos y una radiante sonrisa que jamás nadie había visto en él, caminó a paso firme y seguro hasta el altar, de la mano de su futuro esposo, Clark Kent.

En otras circunstancias habría tachado ese espectáculo de ridículo y absurdo, pero no ahora, no en su día, no cuando tanta felicidad le parecía imposible para alguien como él. Sin embargo, ahí estaba, de pie, junto al hombre que amaba, con sus hijos como testigos y sus amigos como padrinos, porque nadie se quiso perder ese acontecimiento, en su gran mayoría todos eran héroes, porque no quería que terceros que no se preocupaban por ellos estuvieran presentes en su día especial.

Hal, Barry y Diana como padrinos y madrina de sortijas se encargaron de buscar los enlaces más caros, lujosos y costosos que existieran, cuidando por supuesto que se ajustaran a la estética tanto de Clark como de Bruce. Encontraron finalmente un par de enlaces en color plata con pequeños detalles de diamantes azules y negros. Extraña combinación, pensaron, pero ciertamente muy acertada para los portadores de dicha joya. El precio no importó en ese momento, pues de todas formas la factura quedó registrada a nombre de Bruce Wayne.

Arthur, el príncipe de la Atlántida no se quiso quedar atrás en todos los preparativos de esa boda y muy humildemente ofreció uno de los salones reales de su palacio para llevar acabo ahí el matrimonio, con lo que no contaba era que si se casaban ahí el matrimonio no tendría validez pues las leyes de la tierra y la Atlántida eran muy diferentes. Resignado entonces se ofreció para realizar ahí en su palacio la recepción después de la ceremonia matrimonial. Clark y Bruce no pudieron negarse, después de todo Aquaman gozaba del completo agrado por parte de ambos héroes.

Así, después de que el juez los nombrara casados ante todas las leyes, para el agrado de todos y el desagrado del menor de los Wayne -Damian-, Superman y Batman sellaron la alianza con un cursi beso en los labios. Tan cliché cómo Clark siempre lo soñó.

       —Bastante desagradable ¿No lo crees?—Una vocesita muy familiar sorprendió a Damian sonriendo levemente ante la escena de completa felicidad de su padre casándose con Superman.

       —No molestes Kent. No sé que clase de truco usó tu padre con mi padre para obligarlo a casarse con él— Farfulló entre dientes el hijo de Batman.

Jon sonrió como si hubiera atrapado a su amigo haciendo la travesura más grande de la vida       —Ese truco, mi querido Damian, se llama amor...— respondió simplemente el pequeño Kent y antes de que Damian pudiera responder Jon entrelazó su mano con la de él. Robin completamente indignado intentó romper el agarre, pero Jon no se lo permitió dedicándole una enorme sonrisa contra la que Damian perdió estrepitosamente y cedió juntando su cuerpo contra el de su amigo para intentar disimular ese enlace de manos.

      —Es... Realmente... Patético...— Dijo Damián y está vez correspondió completamente cerrando su mano al rededor de la otra, se sintió cálido y con un sentimiento completamente inexplicable. Jon juró ver un sonrojo en las mejillas ajenas.

     —Sí... Muy patético— Respondió el hijo de Superman sin dejar de sonreír —¿Eso nos convierte en hermanos?— preguntó ahora viendo como todos se aseguraban de felicitar al recién formado matrimonio mientras ellos se quedaban atrás de toda esa bruma de personas.

      —No intentes bromear Kent, no eres divertido y la idea de ser partícipe de una relación incestuosa no me atrae en absoluto.— Esta vez Jon se quedó perplejo ante la triunfante sonrisa de Damian sin poder articular más que un plano y escueto-oh...- su rostro reflejando el claro desconcierto que le hizo sentir el joven Wayne, pero verdaderamente gratificante aunque eso lo entendiera hasta mucho después.

Lección número uno para Jon Kent: Los Wayne siempre ganan.

Seguro su padre ya había aprendido esa valiosa lección.

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