No importa lo mucho que nos esforcemos para intentar evitar las catástrofes, nunca seremos capaces de contrarrestar la brutalidad que tiene la naturaleza para arrebatarnos aquello que queremos o amamos. Da igual de qué manera lo haga, ella consigue lo que desea sin tomar en cuenta las consecuencias de sus acciones. Ya no solo por la estela de dolor que sufren las personas más cercanas de quien ha perecido, sino por todo lo bueno y lo malo que se podría haber logrado completar gracias a las capacidades de ese ser humano.

Se pierden recuerdos, experiencias, conocimientos, ideas y proyectos. En un abrir y cerrar de ojos todo se esfuma de nuestra realidad, y solamente queda ese legado en las memorias de quienes fueron capaces de compartir vivencias junto a esa persona. Pero hay veces que se torna difícil conseguir asimilar la verdad y buscamos de cualquier manera mentirnos.

Y lo hacemos porque vivir en la ignorancia nos vuelve más felices... O eso es lo que queremos creer.

Sin embargo, ¿qué sucede cuando tu propia mente se transforma en tu enemiga? ¿Qué pasa cuando, en vez de mentirte, te recalca cuál es tu verdad a cada minuto? ¿Qué ocurre cuando te quiere hacer ver o pensar cosas que no existen?

El cerebro humano puede crear maravillas, pero también destruir toda una vida.