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4. Acuerdo de redención

Al llegar a mi hogar, Sofía me recibió felizmente con un abrazo. Esperaba ansiosa mi regreso, ya que había tardado más de lo normal en volver. Ella conocía lo que estaba viviendo, quizás no con lujo de detalles, pero no era una niña despistada. Se preocupaba mucho por mí e intentaba hacerme sentir bien de la mejor manera que podía ocurrírsele a esa edad. Tomó mi mano y me trasladó a su pequeña estación de dibujo improvisada en medio del piso de la sala para entregarme un dibujo que hizo para mí mientras no estaba. Se trataba de una representación simple de mis amigos y yo pasando el rato en el patio de mi casa. Ese regalo me subió los ánimos, más que todo porque la paranoia nunca desapareció hasta haber arribado mi fortaleza.
Se lo agradecí con un apretón de mejillas, y como odiaba que la gente hiciera eso, hubo una leve queja de su parte. Después procedí a dejar la bolsa con la compra en la mesa del comedor. Me pareció extraño que mi madre no salió a recibirme al escuchar la puerta, casi siempre estaba en el salón viendo la televisión.
—¿Dónde está mamá, Sofi? —pregunté.
—En su habitación —no dejaba los crayones en ningún momento—. ¡Mamá, ya llegó Jake! —anunció en voz alta.
Acto siguiente, un ligero alboroto provino del cuarto de mi madre.
—¿Estás bien, mamá? —me dirigí rápido hasta allí.
Justo antes de tomar el pomo de la puerta, ella salió y bloqueó el paso conforme la cerraba detrás de sí.
—Tranquilo, no pasa nada. Estoy bien, hijo —argumentó un poco nerviosa y sin apartarse de la entrada.
—¿Qué fue ese ruido de hace un momento?
—Nada importante. ¿Compraste todo lo que te pedí?
Su forma de desviar el tema me pareció sospechosa, así que la examiné con detenimiento. Su nariz estaba algo roja, al igual que sus ojos, y su semblante en general se veía cansado, a pesar de que intentaba ocultarlo con una sonrisa. Otra vez lo estaba haciendo y no me contentaba para nada.
—Veías las cosas de papá una vez más, ¿no es así?
Noté cómo se tensaba ante mi interrogante.
—Ya hemos hablado de esto, Jake —luego dirigió su mirada a mis espaldas.
Volteé y Sofía, con una expresión de interés y preocupación, nos observaba a los dos tumbada en el suelo. La intriga de saber quién fue su padre la tuvo desde que empezó a tener uso de razón y mi madre nunca le quiso ocultar la verdad. Por mi parte, la opinión que daba no era demasiado generosa, aun cuando los años que pasé con él fueron inolvidables. El hecho de que un día tan solo desapareciese y dejara a su familia desamparada fue suficiente como para destruir toda la buena voluntad que construyó durante mi niñez.
Suspiré frustrado.
—Creí que las alucinaciones lograban superarme, pero veo que en realidad sirven de complemento.
—¿Por qué? ¿Tuviste otro episodio?
Pasé la mano por mi cara y recosté la espalda de la pared.
—Cuando estuve en la tintorería y en el supermercado. Están... empeorando, mamá. Apenas puedo distinguir lo que es real de lo que no.
—Dios mío, Jake —dijo angustiada—. ¿Qué hacemos ahora? No conozco a nadie que pueda tratarte ni tampoco tenemos dinero para pagar a un terapeuta. Todo se ha estado torciendo tan rápido.
Bajé mi mirada. Dudaba de lo que diría a continuación, pero debía hacerle saber de cuál sería mi siguiente movimiento. El único que disponía en ese momento.
—De hecho, hay algo de lo que no te he hablado.
—¿A qué te refieres?
—Pues... Se trata de una persona que tal vez puede ayudarme a erradicar estas ilusiones que me atormentan.
Su rostro se llenó de alivio.
—¿En serio? ¿Y por qué me lo vienes diciendo a estas alturas?
—Mmm... Creo que es mejor que ella misma te lo explique todo —contesté y de inmediato fui hasta mi habitación para buscar la tarjeta con el número de la investigadora.
—Espera —su voz expresó gran sorpresa—. ¿Dijiste «ella misma»?


...


Aproximadamente treinta minutos más tarde, la investigadora Ivanova apareció en la entrada de mi casa, entusiasmada y en tiempo récord. Mi madre, quien ya de por sí se encontraba reacia, podía notársele en la cara cómo no se sentía muy cómoda teniendo una mujer que transmitía un aura de rareza e inmadurez coleando por su propiedad. Y eso que ni siquiera habíamos empezado.
—Antes que nada, tengo que pedir disculpas por la intromisión tan repentina —expuso Laura con cierta timidez y tomó asiento en un sillón.
—Bueno... Yo la llamé, así que no sería algo como tal —esbocé una pequeña sonrisa—. ¿Quiere un vaso de agua o...?
—Agua está bien. Gracias.
Procedí a dirigirme a la cocina.
—Mamá, ¿quién es la mujer hermosa? —comentó Sofía, quien no se había percatado de ella hasta ese instante.
Una risita de pena salió de los labios de la pelirroja.
—Tú también eres una niña muy linda. ¿Cuántos años tienes?
—Tengo tres.
—¿Tres? Pero si eres más alta que el promedio —bromeó.
—Eh... ¿Promedio? —el rostro confundido de mi hermana no tenía precio.
Había regresado ya con el recaudo y demandé un puesto en el sofá. Ahora tocaba realizar la charla.
—Okey, ya fue suficiente —dijo mi madre algo impacientada. Luego se dirigió a su hija—. Sofi, ¿podrías ir a tu habitación mientras los mayores discutimos sobre algo durante un rato?
Asintió sin quejas y se llevó consigo todos sus crayones para continuar dibujando.
—No se preocupe, esto será rápido —expresó Laura.
—Más vale que así sea.
—Mamá... —quería que bajara la guardia.
Aunque, para la investigadora, ese tipo de actitud le causaba gracia. No cabía duda de que ella era bastante... característica, pero eso no le quitaba su valor como profesional. Al final, terminó explicando todo lo que ya me había contado a mi madre, de una manera más resumida y condensada. Se mantuvo atenta a cada palabra y recibió todo el mensaje sin fallas, sin embargo, el discurso le generó un ligero desconcierto.
—Muy bien, déjeme ver si entendí... —procedió a recapitular mi mamá—. Está dispuesta a ayudar a mi hijo con sus alucinaciones y con sus memorias, ¿pero solo si acepta colaborar con usted en su propia investigación?
—Sí —respondió Laura.
—Y todo eso porque asume que él tiene toda la información que le hace falta.
—Sí.
Entonces su mirada escéptica viaja entre la invitada y yo, hasta que acaba posándose sobre mí.
—¿Y tú estás de acuerdo con todo esto?
—Pues... —me rasqué la nuca—. La idea de revivir la experiencia otra vez no me llama tanto la atención, pero al menos así sabré qué fue lo que pasó realmente en esas noches. Es una de las cosas que me ha estado torturando desde que regresé —contesté desconsolado.
Eso la hizo pensar. Tenía buenos motivos para desconfiar, y no estaba en contra de ello, pero yo necesitaba curarme y haría lo que fuera para salir de ese agujero. Además, ¿quién me aseguraba que no tendría éxito? La apuesta era arriesgada, aunque también el beneficio que traía consigo.
—Entiendo —su semblante se tornó serio y pasó tener en la mira a la caucásica mujer—. En tal caso de que deje a mi hijo ir con usted, ¿qué es lo que le hará?
La investigadora rio entre dientes.
—Por favor, no voy a hacerle nada. Ni que fuera una científica loca.
—No me importa si lo es o no. Solo quiero saber cuál es el plan que tiene en mente, señorita Ivanova.
—El plan es ir a Big Falls, un pueblo dentro del condado en donde tengo un pequeño departamento. Allí podré trabajar con Jake con mayor comodidad.
—Eso no suena tan ma...
—Espera un momento —interceptó mi madre. La propuesta no le había convencido demasiado—. ¿Por qué se lo quiere llevar justo al lugar del que tanto le costó escapar? ¿Acaso piensa que recuperará sus recuerdos al llevarlo otra vez al bosque, maldita loca?
Laura abrió los ojos de par en par y empezó a sentirse nerviosa. Antes de continuar con su mensaje, realizó un ademán con sus manos para intentar tranquilizar la cólera de mamá, lo cual funcionó... a medias.
—No, no, no... No iremos al bosque donde habita la criatura, señora Barris. El departamento se encuentra muy lejos del perímetro. Estaremos seguros allí.
—¿Y qué tal si empeoran sus alucinaciones?
—Sinceramente, creo que eso es imposible. Pero, si tanto le preocupa el bienestar de su hijo, puede acompañarnos.
—¿Qué? —ahora ella era la pasmada.
—Eso me parece una buena idea, mamá —comenté—. Piénsalo: podrás ser testigo de lo que haremos, además de...
—¡No! —exclamó con miedo—. De ninguna manera voy a ir a ese lugar ni mucho menos dejaré que vayas tú solo. Sabes lo peligroso que fue, ¿y ahora quieres volver?
No entendía el cambio tan repentino en su actitud. Cuando parecía que aceptaría la oferta, dio un vuelco de ciento ochenta grados. Ella sabía que era nuestra única esperanza por ese entonces, y que lograr obtener una oportunidad similar sería muy complicado por la situación que estábamos pasando. De igual forma, decidí que no obedecería sus órdenes.
—¿Sabes qué, mamá? Aunque me lo prohíbas, voy a ir —me levanté del sofá y tomé rumbo a mi habitación.
—¡¿Qué?! ¡No irás a ningún lado! —espetó mientras me alejaba—. No voy a dejar que arriesgues tu vida otra vez. Dios te ha dado una segunda oportunidad para hacer las cosas bien, ¿y así es como se lo agradeces?
Me detuve al llegar a la esquina que da hacia el corredor, respiré profundo y la observé por encima del hombro.
—Mi mente me atormenta por haber sobrevivido. ¿Es eso lo que debo agradecer?
Después de eso, me encerré en mi cuarto. No era muy grande, pero disponía de varios objetos relacionados con el mundo friki de la época, así que tenía un cierto aire infantil. Empaqué en una gran mochila todo lo que podría necesitar en aquel viaje: ropa, productos de aseo personal... Guardaba todo en mi armario, así que no hacía falta salir. Guardé también comics y algunos casetes con música, por si acaso necesitaba entretenerme. Mi intención era tratar de no quedarme con la investigadora por más de una semana, porque sabía que el tratamiento sería tardío.
Con el morral preparado y mi mente maquinando sobre cuáles serían mis siguientes acciones, bajé la cabeza y divisé algo brillante en un pequeño cúmulo de prendas de vestir tiradas en una esquina de mi habitación. Me acerqué confundido y lo tomé: era una especie de piedra verde que pulsaba ligeramente. No recordaba haber comprado o encontrado algo semejante antes, más aún por el hecho de que no me dedicaba a coleccionar piedras. Me pareció extraño.
De pronto, alguien tocó a mi puerta.
—No voy a cambiar de opinión, mamá —dije en voz alta.
—Es Laura —respondió a través de la puerta—. Quiero hablarte de una cosa más antes de irnos.
Dejé la especie de piedra mágica adentro de mi mochila y procedí a dejar pasar a la mujer.
—Tienes un cuarto muy bonito, Jake. Bastante juvenil —hacía referencia a los pósteres y a mis figuras de acción.
—Sí, lo sé. Me hace falta remodelar el lugar.
Sonrió cálidamente y me invitó a sentarme junto a ella en mi cama.
—Dime... ¿Cómo te sientes?
—Estoy bien. No tiene que preocuparse por mí.
—En realidad, no soy yo a quien le preocupas —hizo una pequeña pausa—. Tu madre quiere protegerte, ¿sabes?
Suspiré decepcionado de mí.
—Lo sé, lo sé. Pero siento que esto es algo que debo hacer. No solo por mí, sino también por ella y por la memoria de mis amigos.
—Eres un muchacho muy valiente. Tu madre debe de estar orgullosa del hijo que tiene —luego acarició mi espalda y volvió a sonreír.
Mis mejillas se ruborizaron.
—Gracias... ¿Pero cómo puedo hacer que ella entienda?
—No es necesario, Jake. Yo misma la he convencido.
—¿De verdad? —inquirí sorprendido—. ¿No hay problema con que ella también vaya?
—Por supuesto que no. Me di cuenta de que tu madre es un gran apoyo emocional para ti, así como lo eres tú para ella, por lo que quiero que sea parte de esto.
—Vaya... No sé qué decir.
—Tranquilo, chico. Por ahora concentrémonos en lo que nos compete y vayamos a ponerle fin a todo esto —dijo con un tono motivador contagioso.
Ambos salimos de la habitación luego de eso. Yo me dirigí hacia la entrada principal mientras que ella realizó una pequeña parada al baño. Cargaba mi mochila a un hombro, pero me detuve justo antes de tomar el pomo de la puerta. Una serie de pensamientos invadieron mi cabeza, haciéndome dudar de lo que iba a hacer. ¿Qué tal si nada de esto resultaba al final? O peor aún, ¿qué tal si mis alucinaciones se agravaban? Debía mantenerme a la expectativa de cualquier cosa, incluso de la muerte.
—Hijo... —la voz de mi madre me devolvió a la realidad. Di media vuelta y la vi a pocos metros con una maleta a sus pies. Mi hermana estaba a su lado, tomando su mano y preparada también para el viaje—. ¿Tienes todo listo? —sus ojos transmitían arrepentimiento.
—Oh, amm... Sí —respondí un poco incómodo.
El silencio intervino durante unos instantes. Quería ser quien lo quebrara, pero mi madre se adelantó.
—Oye, quiero disculparme por mi... actitud de hace unos minutos —caminó despacio hacia mí mientras hablaba—. Me parece muy bien todo lo que estás haciendo para tratar de mejorar y olvidar el pasado. A diferencia de mí que... —su rostro se apagó y su labio tembló, aunque de inmediato respiró hondo y retomó la palabra—. No importa. Mi deber es apoyarte en todo lo que hagas, como una madre, como una amiga... No debo evitar que vivas tu vida ni que tomes tus propias decisiones.
Sonreí de ternura.
—No, no... Tienes todo el derecho de preocuparte —me acerqué y la rodeé con mis brazos—. Estoy consciente de que no va a ser nada fácil. Es una misión con riesgos... Muchos riesgos, la verdad. Pero, si todo sale bien, no solo lograré curarme, sino que también podré evitar que otras personas pasen por lo mismo que yo estoy pasando.
Mi madre se aferró con fuerza a mis brazos y mi hermana no se quedó con las ganas de acompañarnos en el abrazo.
—Sea cual sea el resultado, quiero que sepas que siempre me he sentido orgullosa de ti hijo.
—No me hagas sonrojar —expresé juguetón y la solté.
Pude ver cómo se limpiaba algunas lágrimas rebeldes y su semblante adquirió un aire más alegre. Entendí que, desde que mi padre se fue, se culpó de aquello y no quería volver a perder a alguien que amaba por no involucrarse. Al final, solo necesitaba expresar su verdadero sentir.
—¡¿Todos listos para irnos?! —apareció de repente la investigadora con una sonrisa de oreja a oreja. La felicidad que irradiaba era increíble.
—¡Sí! —exclamó Sofía dando pequeños saltitos.
—Entonces, ¿qué estamos esperando?




Continuará...


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