Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

11. Tercer fragmento

Mis memorias retomaron la película, justo donde mis amigos y yo explorábamos aquella ala subterránea de la base militar. Hacía un poco de frío, y si no fueran por nuestras linternas, no veríamos nada. La oscuridad era tan prominente que concordamos no separarnos por ningún motivo. Teníamos miedo, eso no se podía negar. Por primera vez en ese viaje, estábamos de acuerdo con algo.

Varias preguntas se formaron en mi cabeza conforme avanzamos. Estas incluían saber cómo lograron construir un complejo de tal calibre sin levantar ningún tipo de interés público, o cómo consiguieron crear a la abominación conocida como el Hombre de Brea. Aunque en el futuro se me desvelarían las respuestas, al Jake temerario le causaba eco. Si te lo parabas a pensar, era evidente que el gobierno conocía las vías exactas para ocultar sus acciones del ojo mediático, de la misma forma, también podía meter la pata muy profundo dentro del barro y perder el control de la situación. No me quería imaginar el tipo de desesperación que esos científicos y militares sufrieron en el accidente.

Sin embargo, esa reflexión, a pesar de ser clara y concisa, no fue reinterpretada por Gerald o por Kevin. Ellos disfrutaban de estar explorando de esas catacumbas modernas, y les fascinaba el material que estaban hallando.

El falso popular, por su parte, se volvió loco cuando tropezó con algunos planos y prototipos de armas muy raras. Hasta encontró una especie de rifle futurista protegido por una vitrina irrompible en uno de los muchos laboratorios. Y sabíamos que el cristal era irrompible, ya que intentó quebrarlo por un buen rato. Tal vez nunca sostendríamos esa maravilla sacada de la ficción, pero sí nos hicimos con varias fotografías. Por otro lado, el tartamudo, quien al principio estaba reacio con descender, también se puso eufórico al presenciar un enorme invernadero subterráneo con diferentes especies de plantas que desconocíamos. Muchas estaban ya marchitas, pero un grupo reducido de flores amarillas se las arregló para subsistir durante todos esos años.

¿Qué tipo de experimentos se llevaban a cabo allí? Ciertamente, conseguir una respuesta concreta iba a ser complicado dada la escasez de información circundante. Apenas empezaba a ser consciente de la existencia de la base. Del mismo modo, no comprendía por qué Kevin se sentía tan atraído por ese lugar. Supuse que se había obsesionado tanto con la idea de volverse famoso que le daba igual si su vida, o la de los otros, corrían peligro. La sensación que tenía en el cuerpo no era normal, pero, al igual que él, quería llegar al fondo de todo. Esa batalla entre la lógica y la curiosidad disponía de un claro ganador.

—Creo que ya casi estamos cerca del sitio —dijo Kevin entusiasmado.

Iba a la cabeza, como era habitual. Al parecer, quería hacerse con «algo» que valdría más que todas las fotografías que ya poseíamos. Su objetivo final, para ser más precisos.

—Llevamos caminando b-bastante rato. ¿Cuánto crees que f-f-falta? —cuestionó Gerald mientras realizaba anotaciones en su libreta.

—Tampoco llevamos tanto rato, Geri. No seas exagerado.

—Recuerda que no p-podemos tardar demasiado. La noche c-c-cae rápido en esta parte del m-mundo.

—Sí, ya lo sé.

Me impresionaba lo despreocupados que eran ambos. Nunca se me dio eso, y sentía cierta envidia en ocasiones puntuales. Aquella no era una de esas.

—¿Me podrías decir que es lo que queremos encontrar? —pregunté en un intento de saber a lo que me enfrentaría más tarde.

—Lo sabrás cuando lo veas.

Debía admitir que su respuesta no era tan mala. Por lo general, solía ser mucho más borde, pero eso no quitaba el hecho de que su idiotez llamaba a la violencia. No obstante, para evitarme cualquier altercado, acabé rodando la vista hacia mi otro compañero, el cual se percató de mi disgusto e intentó mostrar una especie de carácter autoritario contra el chico que nos guiaba.

—¡Kevin, cuéntanos q-qué está sucediendo o...! —me observó para saber si estaba haciendo bien su papel de adulto enojado. Mi rostro era un poema—. ¿Por favor?

Este muchacho era tan amable que mostrarse intimidante le era imposible.

—¿Tanto les cuesta ser pacientes? —comentó el pelinegro. Se le hacía gracioso mantenernos con su suspenso innecesario.

—Al menos podrías darnos una pista —expuse.

Soltó un largo suspiro.

—Oigan, sé que odian que los deje intrigados con mis cosas, pero es necesario que no sepan nada hasta que hayamos encontrado el lugar. Créanme.

—¿Y si no lo encontramos?

—Ten un poco de fe en mí, Jake. ¿Cuándo me he equivocado?

Ladeé una sonrisa. Se sentenció por completo al hacer esa pregunta.

—Pues... La vez en que pensaste que la profesora Alister se te estaba insinuando y trataste de besarla. O también cuando te bebiste todo el ponche en la fiesta de Sami, creyendo que no te iba a pasar nada, y terminaste orinándote en los pantalones mientras bailabas como ramera encima de una mesa —Gerald evitaba soltar una carcajada mientras exponía cada evento—. Ah, sí... ¿Recuerdas la vez que corriste desnudo por el campo de futbol mientras estaban en pleno juego?

—Era otoño y estaba haciendo un f-f-frío de los buenos —resaltó el rubio.

—Y ni siquiera estoy mencionando a todas esas chicas lindas que te rechazaron todos estos años.

—¡Bien, bien! ¡Ya entendí! —refunfuñó y pataleó cual bebé. Ya no se veía tan animado—. Se vuelven intensos cuando quieren obtener algo —respiró profundo—. En fin, estamos aquí para intentar localizar un portal.

Fruncí el ceño, embrollado por completo. No me lo tomé en serio, por el simple hecho de que era descabellado. Además, sabía que su mente podría haber inventado algo mejor.

—Vaya, ahora todo tiene sentido —fui sarcástico.

—No estoy tomándoles el pelo. Es verdad lo que les digo.

—P-por favor, Kev, no somos tan t-tontos —al menos alguien más estaba conmigo.

—No miento —el pelinegro enfatizó cada palabra con un tono austero—. Antes del viaje, me puse en contacto con un hombre llamado Mike Stone. Él sabe mucho acerca de la leyenda y la historia que hay detrás de ella. Además de que tenía un montón de documentos que respaldaban toda la información que me contó.

»Por lo que explicó, se rumoreaba que no solo desarrollaban armas en este complejo, sino que también estaban tratando de crear portales que transportaran soldados desde Estados Unidos hasta Europa. Pero algo salió mal en las pruebas. Nadie sabe bien qué fue, puesto que todas las personas que trabajaron aquí desaparecieron de manera repentina. Luego comenzaron los avistamientos del Hombre de Brea, aunque tampoco se tienen pruebas de su verdadera existencia. Las autoridades buscan tapar todo lo que pasa en el bosque argumentando que se tratan de simples suicidios, secuestros o asesinatos. Por eso todo el mundo le tiene miedo a este bosque, pero no porque haya un monstruo merodeando.

Me quedé unos segundos analizando todo lo que acababa de decir. Desde antes ya sospechaba que la gente poderosa tendía a manipular los medios para evitar cualquier tipo de controversia, pero en este caso en particular ya se veía un completo desinterés por intentar arreglar lo que ocasionaron. Sin embargo, algo no me terminaba de cuajar.

—Guao, Kevin. ¿Qué c-c-coño fue lo que t-te fumaste? —el rubio se lo tomó a risas completamente.

—¡No estoy mintiendo! —espetó disgustado—. Hay algo que nos oculta el Estado y nosotros solo hacemos la vista gorda. Nuestras familias podrían estar en peligro y no nos damos cuenta.

Era curioso e irónico cómo se le ocurría hacer ese comentario cuando él mismo puso en peligro a sus propios amigos.

—Me parece muy r-raro que te hayas obsesionado t-t-tanto con todo este tema. ¿Por qué a est-tas alturas?

—¿No crees que haces muchas preguntas?

—Oye, tampoco es necesario que contestes de esa manera —le regañé.

—Deberían dejar de preocuparse tanto. Vamos a irnos apenas encontremos lo que estamos buscando.

—Querrás decir lo que tú estás buscando.

Como respuesta, me dedicó una torcida de ojos. Podía entender que no quería que lo atosigáramos de cuestionamientos absurdos, pero él fue quien tuvo la maravillosa de idea de no informarnos de nada. La exploración sana que primeramente estábamos realizando, se convirtió en una situación extraña y confusa. Era de esperarse que pasáramos a estar en desacuerdo con lo que hacía. Y, aun así, lo acompañamos en su viaje de locura porque los queríamos. Ninguna otra persona hubiera consumado lo que Gerald y yo sufríamos por él.

Pero entonces, unos cuantos pasos después, todos nos detuvimos en seco. Cada uno presenció una pequeña sombra moverse a gran velocidad por delante de nosotros. Pasó de extremo a extremo, hasta alejarse para fusionarse con la oscuridad. Un rastro de algo viscoso quedó en el suelo, justo por donde aquella cosa se trasladó. Era asqueroso.

—¿Qué d-d-diablos fue eso? —preguntó el rubio desconcertado—. ¿Acaso... se trató de un d-duende?

—No seas tan imaginativo, Gerald. Podría haber sido un mapache o algo por el estilo —busqué ser racional.

—Lo dudo — contrarió Kevin mientras se acercaba a examinar el fluido que yacía en el piso. El mismo se evaporó a una velocidad bastante rápida, expulsando una pequeña cantidad de humillo que, a la luz de nuestras linternas, parecía irreal—. Impresionante.

Luego se colocó de pie y reanudó su caminata sin decir más nada o esperarnos. Gerald lo llamó un par de veces, pero era como si le hablaras a una pared.

—¿Ahora q-qué? —me miró enredado y con miedo.

Respiré hondo.

—Supongo que hay que seguir.

—Espera... —me tomó del brazo antes de tan siquiera comenzar a moverme—. ¿No crees que d-deberíamos volver? Siento una m-m-mala vibra de este lugar y no q-quiero averiguar de qué se t-trata.

—No te voy a mentir, Gerald, este lugar me pone los pelos de punta, pero no podemos abandonar a Kevin. Mientras más rápido lleguemos a donde él quiere, más rápido podremos regresar.

Mi tartamudo amigo tragó saliva y asintió.

—Confío en ti, Jake.

Más tarde, nos desplazamos unas cuantas decenas de metros más hasta detenernos en la entrada de una inmensa sala de operaciones en el que el falso popular nos esperaba con una sonrisa de oreja a oreja. Estábamos anonadados con lo que veíamos, ya que era extremadamente amplio y estaba repleto de tecnología de la época en que ocurrió todo el accidente. Aunque lo que más nos impactó no fue el gran espacio, sino aquello que se encontraba detrás de un ventanal hexagonal ya destrozado: el portal.

En grupo nos acercamos hacia él, atravesando filas de escritorios con computadoras antiguas, archiveros y demás objetos de oficina. Todo estaba lleno de tierra y polvo, además de desorganizado como si algo o alguien lo hubiera revuelto antes de irse. Pensar en eso y relacionarlo con la leyenda, hacía que los bellos de mi cuello se erizaran. Lo que antes era un complejo normal donde montones de personas trabajaban para mantener a sus familias, ahora se había convertido en un sitio abandonado por la mano de Dios. Pero dentro de la desgracia siempre existirá la luz.

La zona del portal era majestuosa. El hecho de que aquel anillo, de unos aproximados cuatro metros de circunferencia, haya estado sobre una enorme tarima y sellado por paredes de cristal, le añadía espectacularidad. Claro que, cuando estaba allí, todo se había vuelto ruinas. El portal exhibía tanto deterioro, que llegó a perder secciones enteras que ahora decoraban su pie. Pero no solo eso, ya que también había ciertas inscripciones talladas en lo que quedaba de su superficie. Parecía emitir algún tipo de presión en el ambiente. ¿Acaso seguía funcionando?

—¡Esto es increíble! ¡Era cierto todo lo que ese señor me decía! —expresó Kevin con gran emoción.

—Jamás p-pensé que Kevin tendría razón en algo —dijo Gerald aún estupefacto.

—Bueno, ¡ahora créelo! —se acercó y lo abrazó por el hombro—. Porque estás justo al frente de lo que podría ser la octava maravilla del mundo. ¡Y también nuestro boleto a la fama!

No lo veía así de entusiasmado desde hacía mucho tiempo. Sus acciones me generaban gracia. Una pequeña risa se me escapó.

—Tengo que admitirlo, esto es demasiado genial —señalé las ruinas del portal.

—¿Y sabes qué es lo mejor? —liberó a Gerald, quien decidió explorar los alrededores, para después finalizar su monólogo—. Que no nos encontramos con ninguna criatura horrenda durante el camino.

—Sí... —me rasqué la nuca con algo de vergüenza—. Supongo que tenías razón después de todo, Kev.

—Está bien. Yo también me hubiera puesto quisquilloso si me propusieran entrar en una base militar abandonada —carcajeó.

—Oigan, chicos, m-miren esto —nos llamó el tartamudo al otro lado del portal.

Al acercarnos, apuntó su linterna hacia una pila de escombros y algo metálico reflejó la luz, haciéndose notar entre todo el desastre. El pelinegro no tardó en examinar el terreno y se arriesgó a sacar el objeto. Soplándole a todo pulmón, apartó el polvo y la tierra del hallazgo. No sabíamos lo que era, pero se veía asombroso y enigmático.

Se trataba de un disco grueso de metal de al menos unos treinta centímetros de diámetro con un símbolo raro en la parte frontal. El mismo se asemejaba a una flor con tres pétalos que se conectaban entre sí y formaban un triángulo. Asimismo, en el centro había una pequeña esmeralda incrustada que pulsaba ligera y constantemente; a su alrededor, delgados conductos casi indivisibles, de una estructura parecida a las venas del cuerpo, se extendían hacia unas runas nórdicas inscritas en el borde. Habíamos tenido una clase de historia en la que aprendimos a formular algunas frases en ese idioma, por lo que reconocimos lo que mirábamos.

Al darle la vuelta, nos topamos con todo un testamento escrito en la misma lengua a lo largo de toda la superficie circular. Era impresionante la técnica que usaron para escribir de forma tan pequeña y tan pulcra en un plato metálico. A simple vista, no parecía ser un objeto creado por el humano, sino por una raza alienígena.

—¡Amigo, esto es asombroso! —exclamó Kevin.

—¿Qué c-creen que sea?

—Parece una especie de artefacto antiguo —propuse.

—Pero mira la joya. Nunca he v-v-visto que hagan eso.

—Sí, hasta parece emitir energía. ¿No lo creen?

—Yo lo que sé es que nos hemos hecho con el premio mayor —para el falso popular, era una oportunidad para obtener mayor reconocimiento—. Ven aquí, Gerald —se posicionó detrás del rubio y abrió su mochila.

—¿De verdad te lo vas a llevar?

—¡Por supuesto! Podría venderlo o quedármelo como souvenir. De cualquier forma, haría que mi nombre quedara grabado en los libros de historia.

No estaba de acuerdo con lo que estaba haciendo, sin embargo, quería que finalizara para largarnos de ese lugar. Sentía que algo sucedería.

—¿Pero p-por qué lo t-t-tengo que llevar yo?

—Porque estás más cerca —echó una pequeña risa.

En cuanto terminó de asegurar el disco, un abrupto y estrepitoso golpe metálico congregó un enorme eco a través del pasillo principal. Eso nos sacó de onda a cada uno, lo suficiente como para plantarnos un semblante de desasosiego. Mi mente maquinaba explicaciones lógicas para el repentino ruido, pero era obvio que algo debió ocasionarlo. La cuestión era saber qué fue exactamente.

—¿Escucharon eso? —cuestionó Kevin.

—Debió de s-ser un mapache, ¿v-verdad? —Gerald comenzaba a inquietarse.

El pelinegro liberó una corta risa nerviosa.

—Es lo más probable. Este es un buen hábitat para criaturas así, ¿no? —ambos me miraron como si yo tuviera las respuestas.

—Hagan silencio —susurré.

Un nuevo y cercano golpeteo metálico apareció. Rellenó la sala de operaciones con un retumbo imponente. No obstante, seguido a eso, leves gruñidos y gorgoteos gruesos tomaron el control del poco silencio que antes buscaba volver a su puesto. Los tres, sin decir nada al respecto, procedimos a desplazarnos despacio a través del montón de escritorios hacia la salida. Iba adelante, tratando de ser cuidadoso y sigiloso, atento a cualquier posible cambio en el ambiente. Pero no se puede ser perfecto todo el tiempo.

En este caso, por comprobar si mis compañeros me seguían el paso, choqué por accidente contra la esquina de una de las mesas. El chirrido provocado por el arrastre de las patas metálicas de la misma, llamó la atención de algo grande al otro lado de la penumbra. Apuntamos las linternas el pasillo con la esperanza de saber qué mierda era lo que nos asechaba. Mi corazón se achicó cuando una enorme masa opaca y burbujeante con forma humanoide se asomó por la esquina.

—¡Es el Hombre de Brea! —gritó Kevin sin reservas.

Aquel escandaloso grito alertó al monstruo de nuestra posición. Emitió un aullido tan ensordecedor que nos dejó con los oídos zumbando durante unos instantes, pero la vibración provocada por el impacto de sus extremidades nos hizo saber que se acercaba a gran velocidad hacia nosotros. En cuestión de microsegundos, les ordené a mis amigos esconderse debajo de los escritorios y apagar sus linternas. Por un pelo de suerte no consiguió alcanzarnos.




Continuará...

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro