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«CAPÍTULO XVIII»

El rey HeSung se pasó la mano por el rostro con total exasperación, sintiéndose cansado y débil, queriendo echarse a dormir por un largo rato sin necesidad de rendirle cuentas a nadie. Su lobo gruñó en total acuerdo con él, las reuniones, el reino, los funcionarios y el maldito consejo. Todo lo tenía mal y llegando al inminente colapso si continuaba de esa forma.

HeSung miró los papeles en sus manos una vez más, como si solo así pudiera encontrar la respuesta a su desgracia. Algo estaba mal, todo iba demasiado lento, como si nadie estuviera seguro de qué hacer. Cerró los ojos y suspiró, su cabeza punzó y casi suelta un sollozo de pura agonía.

Cada día era peor, su piel ardía como si estuviera bailando cerca del fuego o caminando dentro de él. Brasas eternas y ardientes que amenazaban con devorarlo por completo. HeSung sintió temblar su mano izquierda, espasmos continuos que disminuyeron gradualmente, volviendo a la normalidad.

Apretó los labios y negó, «Falta poco», se dijo a sí mismo, un poco más y todo estaría bien. Entonces, él podría vivir en paz.

HeSung se había presentado como alfa a la edad de apenas once años, su casta fue lo que se esperaba de él y era suficiente. Su hermano mayor por otro lado, tuvo una presentación tardía y por tanto, fue dejado de lado cuando la familia tuvo quien diera la cara y llenara de orgullo la corona.

HeSung fue tomado por su padre y conducido por el camino hacia el mandato, participando en todo, ya fuera político, militar o social. Entrenando hasta caer muerto por el agotamiento, para que al final las noches en vela y las cicatrices en su piel no sirvieran de nada cuando su hermano se presentara como alfa a los dieciséis años, y finalmente se le diera el lugar de heredero.

A HaNeul, a ese que no sabía nada de política, a quien podrían darle a escoger entre una navaja y un puñal y diría que eran lo mismo, a quien nunca le interesó más allá que su propia tranquilidad. Todo por ser el mayor, por haber nacido primero, por tener la etiqueta de primogénito estampada en la frente como si ese hecho lo hiciera omnipotente.

HeSung tuvo que vivir con ello, tomando el trono a la edad de veintiséis años, cuando su hermano falleció, y como si le hicieran un favor delegaron la responsabilidad en él, junto con todo lo que eso acarreaba. Incluso cuando nadie lo quería en el poder, aceptando su toma del trono porque no habían más opciones a escoger.

Thok se removió y alzó la cabeza perezoso. HeSung siguió la dirección en que apuntaba la enorme y peluda cabeza en su mente, inhalando con fuerza, diferenciando dos aromas en la entrada, «café y chocolate», así como la mezcla de ambos y un toque de aromas florales.

El rey alzó una ceja, apretando la mandíbula, deseoso y controlándose para no oír una palabra de lo que decían, ya que desde su escritorio podía–si dejaba a su lobo activar sus sentidos de audición–saber exactamente los susurros que se decían al oído. Más no lo hizo, incluso si su pulso se disparó en cuando la puerta fue abierta y ambos jóvenes se dejaron ver.

El aroma golpeo fuerte sus sentidos, al rey realmente le costó no taparse la nariz. Para cualquier lobo alrededor era claro que había ocurrido un reclamo, uno que por la densidad del aroma había involucrado sexo, y HeSung no supo como sería correcto reaccionar a ello. Su lobo volvió a dormitar y él se decidió dejar pasar todo y mantener la compostura, incluso si la furia se arrastraba deseosa de tomar parte, adueñándose de sus venas y metiéndose en su sangre, pulsando por todos lados.

—Me alegra que finalmente hayan llegado —saludó deteniendo la vista en ambos. Alfa y omega.

JiMin asintió sin real interés, no obstante, JungKook parecía tenso y el omega imaginaba que le preocupaba el hecho de que sus aromas parecían adueñarse de la habitación, danzando alrededor del otro, buscándose, jugando entre sí.

HeSung no se perdió el intercambio, sutil pero a sus ojos evidente, la forma en que el cuerpo de JungKook en todo momento parecía dirigirse a JiMin, buscándolo. El rey apretó los dientes tan fuerte que temió desencajarse la mandíbula.

—Por favor, no permanezcan en pie—pidió a la pareja.

JungKook caminó por la habitación, tomando asiento a un lado de su padre. JiMin lo observó regio y tenso al caminar, jalando la silla sin cuidado al tomar asiento, como si esa fuera la forma de revelarse.

El omega sonrió acercándose a la cabeza del extremo contrario al rey, frente a frente, llamando la atención de ambos alfas, uno más confundido que el otro. Se suponía que sólo los consortes del rey podían tomar tal asiento, y sin embargo, allí estaba JiMin, tan tranquilo como si nada mirando a los alfas, esperando oír algo lo suficiente interesante para él. No era como si el omega no lo supiera, tuvo las clases de etiquetas necesarias, pero era divertido como el infierno ver el rostro de ambos hombres desencajarse en una mueca de pura incredulidad.

—Espero se encuentre bien, rey Jeon —saludó con una sonrisa, asintiendo en dirección a HeSung. El hombre no dijo nada, dedicando toda su atención a la forma en que la sonrisa que adornaba los abultados labios parecía no temblar, al igual que los ojos tan brillantes como estrella fugaces que parecían esconder muchos secretos.

JiMin mantuvo su bonita máscara y miró alrededor. Una habitación amplia con todo el inmueble de madera. Una repisa con botellas de vino y algún alcohol que nunca había visto. Sencillo, certero y bastante poco atractivo. Eran colores neutros y nada llamativos. Igna rodó los ojos ante sus observaciones.

JiMin devolvió la vista a los alfas, encontrando la mirada llena de un silencioso desacuerdo en los ojos de HeSung. La esquina de su labio amenazó con elevarse de satisfacción, si HeSung fuera un animal, sería un gato erizado y a la defensiva, o un lobo muy, muy enojado. El hombre era la autoridad absoluta en Craenia, sentarse allí no era una amenaza, pero JiMin, a diferencia de JungKook tenía suficiente clase para revelarse sin perder un gramo de diplomacia de su esbelto cuerpo.

—¿Qué es tan importante para solicitar la la presencia de ambos? —la voz de JungKook fue baja y la incomodidad en el ambiente evidente, tanto que Igna jadeo molesta en su mente.

HeSung dejó salir su aroma mientras JungKook había dejado el suyo en completo hiatus, ahora su propia esencia omega era el que abrazaba al alfa. JiMin casi ríe ante ello.

—Nada de lo que debas preocuparte demasiado —contestó HeSung desviando la mirada desde JiMin hacia los papeles en sus mano.— Ninguno de los dos. —el omega alzó una ceja a la vez que HeSung alzaba la vista a su dirección—. Después de reunirme una vez más con el consejo, hemos decidido que lo mejor para este acuerdo es prescindir de la presencia de su familia en la boda. Esto debido a...

—¿Disculpe? —interrumpió JiMin de inmediato, HeSung y JungKook le brindaron toda su atención.— Dígame que es una broma y su consejo no es capaz de ofenderme a tal grado —continuó en voz baja, espalda recta y manos entrelazadas sobre la mesa, a lo que ambos alfas parecieron sorprendidos.

HeSung se mantuvo impasible mientras JiMin parecía contenerse a sí mismo. Los papeles parecían cambiar, el rey suspiró mirándolo directo a los ojos.

—¿Está fue la idea del consejo o suya, rey Jeon?

JiMin se felicitó a sí mismo por semejante actuación, sabía de antemano que no asistirían, por la Diosa, su madre era capaz de cortarle la cabeza al rey si lo tenía cerca demasiado tiempo. Aún así no podía solo aceptarlo, era una total falta de respeto el que decicueran algo tan importante sin siquiera consultarlo con él. JiMin tenía la vaga idea de que si lo dejaba pasar fácilmente, no sería lo último que tendría que aguantar.

—Mi padre debe entregarme en el altar, así como rezar por mí durante la ceremonia.

—La boda es en apenas unos días, el viaje es largo y no veo al rey Park ni un poco cerca de Craenia, príncipe JiMin —refutó HeSung con diversión.— Por otro lado, no olvide que ambas coronas no tenían ningún tipo de relación hasta hace unas lunas —dejó en claro como si fuera demasiado obvio.

JiMin observó al alfa detenidamente, desviando la mirada hacia JungKook, quien observaba el intercambio en silencio.

—La corona de Asmax es bienvenida, cuando desee, aún así me temo que ahora no es uno de esos momentos —continuó HeSung—. No queremos llamar la atención, y el arribo de toda su familia aquí traerá atención innecesaria.

El silencio cayó y expandió por toda la habitación.

JiMin y HeSung se miraban a los ojos de tal forma que parecía un reto.

HeSung sentía su lobo vibrar, un omega le estaba retando con la mirada y él sólo quería someterlo, reprenderlo por su enorme falta. Los ojos de JiMin brillaron antes de suspirar como si finalmente hubiera descubierto algo.

—Ya veo cual es el problema —soltó con una sonrisa, ladeando el rostro—. Su consejo puede aceptarme aquí porque soy la única garantía de que el acuerdo sea llevado a cabo, por lo que pidieron mi llegada antes del casamiento. Sin embargo, mi familia no puede asistir, porque crearía atención indeseada.

JungKook captó el momento exacto en que sus ojos se tiñeron de un fugaz azul, para desaparecer con una sonrisa decir.

—¿Cree que el consejo tiene razón, rey HeSung? ¿O usted es el tipo de monarca que solo sigue órdenes de viejos sin futuro? Si es así déjeme decirle que siento mucha pena por usted. Patéticas excusas.

—Omega—reprendió JungKook inmediatamente al ver la ira cruzar el rostro de su padre. El aroma del alfa mayor saliendo poco a poco, incluso si su lobo parecía complacido con la actitud del omega. JiMin parecía suelto, bien y tranquilo en su propia piel—. Detente.

—No, déjalo ser —el mayor levantando la mano y sonriendo—. Sería realmente interesante escuchar lo que tiene que decir este omega.

Los ojos de HeSong brillaron y una sonrisa solo comparativa con la de un depredador se dejó a ver.

—¿Crees que estamos lanzando patéticas excusas hacia ti? ¿Siquiera sabes la magnitud de este acuerdo? ¿Todo lo que ponemos en juego?

Cada pregunta fue lanzada en tono ecuánime. HeSung parecía lo suficiente molesto, aún así no perdía los estribos, y eso era peor que cualquier cosa, el carácter de alguien dice mucho, dando pistas de cómo proceder.

HeSung era un lobo viejo que conocía de la vida y estaba seguro que la perspicacia no faltaba en sus gastados huesos. JiMin podría ser joven pero sabía que aunque su ofensa era justificada, debía medirse a la hora e tocar ciertos temas. El omega miró hacia JungKook, el alfa lo observaba con sus ojos fijos y rogando en silencio que se controlara y detuviera, sonrió y asintió hacia HeSung.

—Lamento si le hice pensar eso, su majestad. Se más que nadie lo que está en juego. Por ello estoy aquí —se levantó de la silla, dócil y hermoso.— He de pedir su perdón si en algún momento lo he ofendido—hizo una corta venia. JungKook miraba estupefacto la escena—. Nuestros pueblos pronto serán uno. Me parece que la asistencia de mis padres es prioridad dado el acuerdo, sin embargo, son sus tierras. Yo he de respetar la decisión que tomen usted y el consejo.

JiMin se llevó una mano al pecho volviendo a tomar asiento.

—Me parece correcto —fueron las palabras del rey. JiMin tragó saliva y asintió cómo si agradeciera el gesto, observando a ambos alfas.

—Sin pretender ofender su buen juicio, ¿puedo hacerle una pregunta? —HeSung asintio—. Asmax tiene dos herederos. Mi hermana SeulGi es la mayor y heredera. ¿Por qué escoger a un omega que nunca será rey cuando podría obtener más?

—Lo más importante para cualquier monarquía es su legado. Quiero nietos, y aunque su hermana podría cumplir con la tarea, sería menos probable un embarazo exitoso a si usted lo hiciera —explicó—. Por otro lado, ella es mayor que JungKook, no se vería bien.

JiMin alzó una ceja.

—Lamento informarle que si lo que busca es una buena carga de cría, no soy el adecuado, mi señor. Añoro el día en que la diosa Luna me bendiga con cachorros, siempre y cuando yo los desee, y no será de otra forma —explicó JiMin—. Sabemos que esta situación ya se ha dado antes y no terminó nada bien. Park LeeHee, es la prueba de ello.

El rostro de HeSung se volvió un tono más pálido antes de recomponerse, esta vez sin ápice de emociones anteriores. Sus orbes grises oscuros le dijeron a JiMin que el tema no era bien recibido.

—Aún así espero que todo marche bien. Adoptamos este acuerdo por simple necesidad y culpa hasta cierto punto, aún así, debe cumplirse.

—Entiendo, Craenia está con usted y su pueblo, príncipe JiMin —respondió el rey con voz ronca, apartando la vista como si hubiera algo interesante que mirar antes de que ambos pares de orbes chocaran otra vez—. He decir que lamento mucho lo de LeeHee, fue una tragedia que nos gustaría haber evitado.

JiMin asintió y sonrió.

—No lo dudo —susurró el omega. HeSung asintió en su dirección.

JiMin dejó caer las manos en su regazo, la situación era difícil y desgastante pero allí estaba, intentando, cerrando tras una puerta toda su furia, «Todo por ellos, tenemos un pueblo que proteger», susurró Igna.

—Esta es la primera y última vez que tomaré nupcias, a menos que los dioses nos regalen un milagro. Si cambia de opinión, realmente quisiera tener a mi familia conmigo ese día —miró a JungKook quien parecía tan regio e inexpugnable como cuando lo conoció—. Me ayudaría muchísimo tener a mis seres queridos conmigo.

—Me reuniré con el consejo. Será el primero en saber la respuesta una vez sea llevada a cabo —dijo HeSung.

JiMin sonrió con una mirada tan fría y penetrante que JungKook se preguntó qué diablos hacía en esa habitación donde más que una charla parecía llevarse a cabo una disputa por ver quien era el jefe de la manada.

—Guarde tranquilidad mi rey, todo está bien. ¿Hay algo más de lo que quiera hablar? —HeSung asintió.

—La boda como saben se celebrará en cinco días. La ceremonia será en la tarde, en la iglesia, y la recepción aquí en palacio, en la noche —ambos jóvenes se removieron en sus asientos ante la información. Realmente estaba pasando.— Por último. JungKook... —giró a ver al alfa, quien ya sabía de qué iba, y se preparó para ello—. Creo que aún soy el rey y si mal no recuerdo, los traidores no tienen permitida la entrada al reino.

JungKook apretó la mandíbula y respiró hondo. Anubis se removió incómodo en su pecho, ambos nada contentos con el tema pero seguros como el infierno de su actuar. JungKook debía comenzar a hacer algunas cosas por sí mismo, y había dado un gran paso cuando envió esa invitación.

—¿No cree que es hora de que su primogénito regrese a casa? —preguntó el alfa.

HeSung apretó las manos en puño aún manteniendo la calma. JungKook dejó salir su aroma, enojado por sus palabras. JiMin aguantó la respiración, si bien los aromas no le afectaban directamente resultaba molesto.

— Solo tengo dos hijos y ambos en palacio. No sé de qué hablas.

JungKook rio y negó, poniéndose de pie.

—¿Dos hijos? —la diversión en su voz era palpable.— Sí, tienes razón. Primero éramos HoSeok y yo, dejando a TaeHyung de lado. Después, finalmente tu hijo predilecto deja el nido y no te queda más remedio que tomar a TaeHyung, intentando hacer un muy mediocre papel de padre —mordió claramente molesto en un gruñido casi animal—. ¿No te pesa la conciencia?

HeSung no contestó. A estas alturas JungKook parecía más triste que molesto.

—¿No te hace ni un poco de daño saber que tú hijo es feliz aún si lo declaraste traidor e incluso alegas que ha muerto porque no aceptó el futuro que planeaste para él? —preguntó una vez más.

HeSung parecía lo suficiente ofendido.

—¿Te atreves a cuestionarme? —fue todo lo que salió de sus labios. JungKook respiró hondo y negó sonriendo, no era alegría, parecía más una pena intensa y profunda.

—Me voy a casar con un omega de los Park —dijo y miró hacia JiMin con sonrisa cínica.— Con aquellos salvajes que tanto criticamos—señaló y devolvió la mirada a su padre.

A decir verdad el omega ni siquiera se ofendió, no es como si fuera un secreto lo que pensaban acerca de los asmaxitas.

—No puedo dejar de pensar en que yo tendré todo lo que era su derecho solo porque te conviene mi enlace, pero nunca aceptarás el suyo.

JiMin parecía muy interesado en la conversación, observando el intercambio. Atento, viendo al rey perder cierta parte de esa aura segura, negando como si la conversación lo tuviera al borde.

—No es lo mismo.

—¡Claro que no! —golpeó la mesa lleno de frustración.— El se casó por amor y yo lo haré por conveniencia. Es obvio que no somos iguales —sentenció antes de salir de la habitación como si estar ahí fuera demasiado.

JiMin lo siguió con la mirada, el aroma de JungKook estaba saliendo a borbotones, en cantidades que harían a cualquier omega perder la cordura. El omega apretó los labios, sin saber qué hacer exactamente ¿Acaso había presenciando una pelea entre el rey su heredero?. Oh por la diosa, tenía tantas dudas y mil chismes para compartir con los chicos.

JiMin se levantó con rigidez e inclinó la cabeza en señal de respeto hacia HeSung. Él vió a JungKook caminando por los pasillos respirando agitado. Igna gimoteo cuando el alfa de JungKook gruñó con fuerza. JiMin lo tomó del brazo.

—¡¿Podrías dejarme en paz?! —gritó JungKook, giró con ojos bailando entre el dorado y gris.

JiMin podría mandarlo al demonio, pero no lo hizo, tenía una hermana que adoraba con la vida y por lo oído, el problema era más que una simple pelea entre padre e hijo.

—Solo quería comprobar cómo estabas —preguntó con tono dulce. JungKook lo miró y rio burlón.

—Creo que es bastante evidente —respondió el alfa y dio un paso hacia atrás.

JiMin apretó los labios, las preguntas rondando en su cabeza, dudas que necesitaban ser saldadas. Su loba tampoco estaba mejor, percibía el malestar del lobo de JungKook y eso la tenía intranquila.

—¿Qué fue eso ahí dentro? —preguntó. JungKook se detuvo y giró a verlo.— ¿Qué fue tan grave para que tu padre declarara traidor a su primogénito? —el alfa no dijo nada enseguida—. ¿Qué tiene que ver el hecho de que nos casemos?

JungKook cerró los ojos y levantó la vista al techo como si pensara en qué decir y cómo. JiMin lo observó debatirse, incluso podría jurar que mantenía una conversación con su lobo.

—¿Conoces el reino de Utrait? —preguntó. JiMin asintió.

Por supuesto que sí, Utrait era famoso, aunque desgraciadamente por la razones equivocadas y no por lo verdaderamente importante.

—Su monarca es un omega, el primer omega emperador en la historia de esa nación. Mi hermano es su rey consorte.

JiMin abrió los labios impactado por tal confesión.

—Kim SeokJin es un omega hijo de la Luna. Él está conectado a las deidades, aquí por años se ha tenido como palabra que esos omegas están malditos. Mi hermano no solo dejó su posición de heredero, sino que se casó con un omega por encima de su estatus real, maldito para la creencia de su pueblo y con el cual ha tenido descendencia.

JungKook apretó la mandíbula enojado.

—El rey renegó de su propio hijo por ello mientras que mi matrimonio contigo me llevará eventualmente al poder.

—Lo siento —fue todo lo que pudo decir. JungKook parecía triste, destrozado.

—No lo hagas, ya tengo suficiente con qué lidiar. No aceptaré tu pena, JiMin.

Justo así, como si la conversación nunca hubiera existido, JungKook se fue, se perdió entre los pasillos y dejó al omega allí, siendo conocedor de uno de los más tristes secretos de Craenia.

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A lo lejos, muy lejos de Craenia, un hombre delgado y tonificado, con cicatrices que lucía como adornos preciosos–que le hacían sentir muy orgulloso de sí mismo–abría una carta; esta con su indiscutible sello. La leyó detenidamente y sonrió, alzando la vista hacia donde los tambores sonaban y personas semidesnudas bailaban a la par de que los gemidos y el placer de la carne que se esparcía entre las orgías a plena vista.

Quemó la carta una vez el mensaje fue recibido lanzándola al fuego.

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