«CAPÍTULO VIII»:
Para Park JiMin, Príncipe de Asmax y Omega de la corona:
Mis saludos y bendiciones lleguen a ti, mi pequeño omega. Este viejo lobo espera y reza a la Diosa Luna para que estés bien.
Antes de que saques conclusiones precipitadas, digo y afirmo que te amo con todo mi corazón y eres mi mayor tesoro, junto a tu madre y hermana. Nunca podría tener el simple pensamiento de hacerte daño, pero esto es algo que debe ser hecho, y solo tú, mi valiente omega, podrías llevarlo a cabo.
Debo reconocer que no confío en la monarquía Jeon. Sin embargo, en la posición que nos encontramos, negarnos a una alianza con ellos nos habría conducido a una guerra, no solo con Aspor, sino también con Craenia. Y aunque somos fuertes, no es un lujo que podemos darnos. Así que recuerda, ellos, incluso ahora, siguen siendo el enemigo. Muchas palabras podrán llegar a ti con la simple intención de endulzar tus oídos; miles de versiones diferentes sobre la situación actual, pero puedo dejarte en claro solo una cosa: Jeon HeSong pidió tenerte como el próximo omega de la corona, como el omega de su hijo, una vez nos brindó la oportunidad de esta alianza, y eso es todo lo que necesitas saber.
Pequeño JiMin, sé que eres fuerte, y este viejo lobo solo te pide paciencia y perdón. No debes confiar en nadie; estar alerta ahora mismo debe ser una acción mecánica. Es vital para tu supervivencia. Sé que tienes a NamJoon contigo y a los demás, pero aún así debes tener presente que esta es tu lucha.
Eres un Park, demuestra tu linaje con orgullo; nunca bajes la cabeza ante nadie.
Tu vida está primero que todo. No cometeré el mismo error que mi padre; mantendré comunicación de algún modo y buscaré pruebas de que esta unión quizás sea solo un complot. De ser así, no tendrás que contraer matrimonio. Pero JiMin, si debes establecer la unión, por favor, cumple con tu deber.
Te amo, y me duele el pecho de pensar en que algo malo pueda sucederte. Sé qué tan fuerte eres; tú y esa loba terca tuya podrán con todo lo que se les venga encima.
Orgulloso como siempre de su pequeño omega. Rey de Asmax, tu padre, Park MinHo.
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JiMin miró el papel por octava vez. Sus manos temblaban, y sentía que le faltaba el aire. NamJoon estaba de pie frente a él, con el rostro serio y sin decir palabra. JiMin apretó los puños, arrugando el papel entre sus manos, mientras las palabras leídas corrían por su mente, una tras otra, dejando solo la gran pregunta: ¿Qué hacía exactamente en Craenia? ¿Su sacrificio realmente valía la pena?
JiMin sintió que su corazón latía un poco más rápido y la sangre dentro de él hervía. Su loba se mantenía en silencio, como si no quisiera participar en nada, y no sabía si eso lo aliviaba o enojaba aún más. Su aroma posiblemente estaba por todo el lugar, allí en aquel matorral escondido, lleno de hierbas y piedras en la parte de atrás de los establos.
—Esto no puede estar pasando —susurró, llevándose la mano derecha al rostro y tomando una bocanada de aire, soltándola con labios temblorosos—. Mi propio padre me envió a la horca.
—No creo que sea una buena forma de referirse al Rey—espetó Evanik, el gamma pelirrojo de ojos azules y porte intimidante. Era uno de los guardias de la corona, segundo al mando de la división principal del ejército de Craenia, y guardia personal del omega durante su estadía en Craenia. También era un viejo amigo de la infancia y un dolor en el trasero cuando quería.
JiMin alzó la mirada hacia él y soltó una risa que sonaba más como un bufido.
—¿Y cómo se llama esto, Evanik? —inquirió, dando un par de pasos hacia él, pero fue detenido por NamJoon, quien lo tomó del hombro. Evanik ni siquiera se inmutó, pero al omega ahora mismo le hubiera gustado golpearlo en su atractivo rostro.— Si sabía que esto podía ser una farsa, no debería haber aceptado en primer lugar —gritó.
—Eso hubiera puesto a Asmax en una posición difícil —interrumpió una joven de cabello castaño y ondulado hasta la cintura, ojos oscuros como la noche y complexión gruesa, y tez oscura. Una alfa, también parte de la guardia y una de las mejores—. No era una opción, JiMin.
—¿Entonces, enviarme como puerco al matadero sí lo era? —miró a la alfa, quien desvió la mirada.— Moriré aquí, Iliana, sea verdad o mentira; mi padre les ha dado la potestad de asesinarme en cuanto lo deseen —explicó alzando la carta al aire, antes de dejar caer la mano con fuerza. El silencio reinó en el lugar.
JiMin sintió que podría vomitar en ese mismo instante. Su día ahora realmente no podría empeorar. Su padre, su propio padre, lo había tirado en un nido de serpientes. Dio un par de pasos hacia atrás y se pasó la mano por el cabello, cayendo sentado en una piedra. Juntó ambas manos, como si eso pudiera realmente calmar el torbellino de emociones que lo estaba torturando. Cada palabra en esa carta caía pesada en su pecho.
—Vaya manera de protegerme—ironizó.
—Quizás se equivoque y todo salga bien.
JiMin y Evanik rodaron los ojos ante el fallido intento de Iliana por mejorar la situación. NamJoon miró a la alfa y negó con la cabeza. Ser positivos realmente no ayudaba en nada a la situación. En casos como estos, pensar de forma fatalista parecía más acertado.
—¿Y si no? ¿Y si el Rey MinHo tiene razón y todo esto es un plan de la corona? —preguntó Evanik, sentándose en una piedra cerca de JiMin. El gamma parecía realmente curioso, mirando a los omegas y a la alfa. El omega de oscuros cabellos casi soltó un gemido de angustia—. ¿Y si realmente es una trampa para aniquilarnos?
—¿Por qué? —Todos voltearon a ver a Iliana—. Ellos fueron quienes pidieron el acuerdo en primer lugar.
JiMin apretó los labios y acomodó mejor su posición en la pequeña piedra donde había tomado asiento, incómodo. Soltó un suspiro antes de hablar.
—Según el Rey HeSong, fue mi padre quien pidió el acuerdo, no él —NamJoon lo observó con los ojos y la boca abierta, de hecho todos lo hicieron. JiMin aún tampoco podía creerlo del todo.
—Pero eso es imposible, tu padre dijo...
—Mi padre últimamente dice demasiadas cosas, NamJoon —interrumpió el albino, quien ahora parecía un poco nervioso, caminando de un lado al otro—. Sin embargo, esto tiene más sentido. Por la diosa, nos hemos enemistado por años. Era demasiado evidente.
—Entonces, si esto es una venganza, ¿por qué?
JiMin se encogió de hombros, sin saber qué responder exactamente a la pregunta de Evanik, optando por lo primero que se le vino a la cabeza.
—No lo sé, nos repudian por ser salvajes. Nos odian —parecía acertado, y ahora mismo no tenía las ganas para intentar hallar soluciones. Solo quería irse de Craenia lo antes posible y nunca volver.
—Esa no es una razón para querer jodernos. Tiene que haber algo más —propuso NamJoon. Los cuatro guardaron silencio.
El viento soplaba, y el relinchar de algunos caballos en los establos rompía el ambiente.
JiMin se levantó de la roca, alejándose un poco del cuarteto, intentando alejarse de todo y relajarse. Le era difícil de digerir. Su padre tenía la impresión de que Craenia había hecho un acuerdo político con Asmax, guardando segundas intenciones, y aún así había accedido al mismo, entregándolo en bandeja de plata y enviando a uno de sus mensajeros entre la tripulación con órdenes exactas de entregar la carta solo una vez que conociera a todos los integrantes de la familia.
Era como si quisiera que juzgara por sí mismo antes de saber algo más.
—LeeHee —dijo de repente NamJoon. JiMin giró a verlo con el ceño fruncido.
—¿Qué?
—Park LeeHee. Era la hermana de tu padre y la omega del antiguo heredero —soltó rápido, apretando los labios y chasqueando los dedos—. ¿Cómo se llamaba?
JiMin giró completamente hacia él y se acercó.
—Jeon HaNeul —respondió JiMin. Evanik y Eliane lo observaron atentos—. Él heredó la corona. Falleció apenas un par de meses.
—Sí, y LeeHee fue ejecutada por traición —soltó Evanik, recordando la historia, una de las tragedias más grandes en la historia de Asmax.
—Entonces, ¿el rey quiere vengar a su hermano muerto? —preguntó la alfa—. Eso no tiene sentido. Podría haber pedido un indulto hace años. ¿Por qué ahora?
—¿Un pago de sangre? —susurró JiMin por lo bajo, temblando en el acto—. ¿Mi vida por la de su hermano?
NamJoon miró al omega y se acercó hasta rodearlo con sus brazos. JiMin levantó la mirada, ambos conectando y hablando sin palabras. JiMin asintió. NamJoon acarició su hombro y besó su frente sin soltarlo ni un segundo.
—Sea lo que sea, ya estamos aquí. El miedo no es una opción —JiMin suspiró y negó ante las palabras de NamJoon.
—Podríamos morir.
—Yo no estoy asustado —rebatió NamJoon al omega, sonriéndole con cariño y apretándole más entre sus brazos—. Llegué a Asmax muerto. Fuiste mi trago de vida. No me importa dar mi vida por ti.
JiMin intentó no derretirse ante eso. Odiaba y amaba a NamJoon en partes iguales. Ese maldito omega tenía esa facilidad. Su corazón latió a tiempo de nuevo, y una calidez abrasadora lo envolvió.
—Estamos contigo, príncipe —agregó Iliana. Evanik asintió con una sonrisa en acuerdo—. Si los Jeon quieren guerra, se las daremos. Se metieron con los lobos equivocados.
JiMin sonrió y después rio bajo, asintiendo.
—Bien —se alejó un poco de NamJoon, saliendo de entre sus brazos—. Mantengamos un perfil bajo hasta que recibamos más información.
Evanik y Iliana no dudaron en sostener su mano y darle un suave apretón.
—Gracias por estar aquí.
—Eres hermoso. Vale la pena —soltó Evanik con un guiño seductor.
JiMin rodó los ojos y bufó divertido.
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—¿Te sientes mejor? Pensé que ibas a desmayarte al leer la carta —La voz de NamJoon sonó en el pasillo. Ambos iban camino a las habitaciones del Príncipe Omega.
JiMin se detuvo a tomar aire y dejar de caminar, encontrándose con el moreno, quien lo miraba con duda. Los pasillos estaban vacíos, y el silencio en ellos parecía más tóxico que agradable.
—Parece que la mala suerte nos persigue.
—Ahora mismo, pareciera que el mundo quiere destruirme. Puedo lidiar con muchas cosas, pero no con esto —dijo, tomando una bocanada de aire y retomando el caminar con más calma, sin siquiera verificar la compañía de NamJoon.
—¿De qué hablas? —inquirió el moreno. JiMin negó con la cabeza y NamJoon lo tomó de los hombros—. JiMin.
El omega real apretó la mandíbula y alzó la mano, tocando la mejilla del otro con dulzura.
—Prometeme algo —susurró. NamJoon guardó silencio, esperando—. Si todo sale mal, si resulta ser una trampa, por favor, NamJoon. Debes ponerte a salvo.
El omega albino negó con la cabeza, y JiMin llevó los dedos a los delgados labios del otro, pidiendo silencio.
—Quiero que lo hagas. Es una orden.
—JiMin...
—No me importa morir, lo juro —respiró hondo, como si necesitara un segundo para encontrar las palabras correctas.— Tú mereces un buen futuro, ser feliz. Después de todo lo que has pasado, la vida te lo debe—susurró.
NamJoon vio los ojos cristalizados, el dolor, la angustia y la necesidad de una respuesta en los ojos de JiMin, y asintió. Incluso si sabía que nunca cumpliría algo así, su destino estaba ligado al de JiMin desde que se vieron por primera vez, y así sería por el resto de sus vidas.
—Gracias. ¿Vienes a dormir conmigo hoy? —preguntó, mirándole a los ojos. NamJoon lo observó, tomando la pequeña mano y retirando los delgados dedos de sus labios, antes de abrazarlo y besar su frente, mejillas y labios, sacando un suspiro del omega—. NamJoon, alguien puede vernos.
—¿Qué pasó en la mañana? —JiMin sonrió y negó con la cabeza—. Nada por lo que debas preocuparte.
Intentó alejarse, pero solo terminó con el aliento del otro sobre su frente, donde dejó otro beso antes de dejarlo ir.
—Siempre estaré aquí, JiMin —el omega sonrió—. Ahora me voy. Tengo algunas cosas que hacer.
JiMin intentó preguntar, pero NamJoon se acercó y le dejó un casto beso antes de alejarse con una sonrisa, dejándolo un poquito más tranquilo. Ecuánime. Sí, NamJoon provocaba eso en él.
—¿Así que a esto te referías con alguien en tu cama?
La voz baja y venenosa de JungKook lo atacó desde solo unos pasos de distancia.
JiMin volteó, quedando justo frente a frente. El omega chupó el aire, impresionado al tener al alfa ahí, justo delante de él, antes de obligar a su cuerpo a relajarse. El alfa se acercó a él casi sin dejar espacio de por medio.
—¿Con un omega? Pensé que incluso entre los de tu clase tenían conciencia. Dos omegas no deben estar juntos. Justo ahora, solo mirarte me da vergüenza.
—No sé de qué hablas —respondió, aguantando la respiración y con molestia. JungKook estaba demasiado cerca, tanto que sentía la respiración del alfa sobre su rostro y labios, y el aroma a pólvora impactó en sus fosas nasales—. Él es como un hermano para mí, y no te he dado permiso para hablarme como si fuéramos amigos.
—Un omega como tú no merece mi respeto, y para tu información, los hermanos no se besan.
JiMin sintió al alfa dentro de JungKook gruñir. El omega alzó una ceja y dio un paso hacia adelante. Otro gruñido fue emitido por el lobo alfa antes de que cualquier rastro del animal desapareciera del ambiente. JiMin no sabía por qué, pero sin embargo, una sonrisa tiró de sus labios.
—Nosotros sí —soltó con algo de chulería—. ¿Cuál es el problema? ¿Me mandarás a colgar?
El alfa retrocedió ante la actitud del omega.
—Oh, verdad, eso sería un escándalo aún mayor. Un alfa como tú no podría verse envuelto en tales chismes.
JungKook intentó alejarse, poner distancia y salir de ahí. Joder, si bien JiMin aún no llevaba el apellido Jeon y no mantenía un lazo, lo cual lo salvaba hasta cierto punto de seguir las reglas de Craenia, sí podría tener uno que otro problema.
—Suéltame —gruñó cuando fue jalado por JungKook, deteniendo su huida.
—Creo que tendré que hacer algunos cambios en ti, omega.
JiMin lo observó como si se hubiese vuelto loco.
—Empezando por erradicar esa actitud insolente que portas como marca personal.
—¿Y ser un omega sumiso que solo cumple con lo que su alfa ordena? —La voz salió hastiada.
JungKook solo captó el movimiento de los labios demasiado cerca de su rostro, la molestia creciente al recordar la escena de NamJoon y JiMin momentos antes cuando iba de camino a ver a su hermano. Nunca pensó tener que ver semejante falta de respeto.
—Nunca.
JungKook quería poner a JiMin de rodillas y enseñarle a comportarse. No sabía de dónde venía ese pensamiento. «Sí lo sabes», susurró su conciencia. El alfa alejó tal pensamiento tan rápido como vino; ni siquiera quería saberlo. Pero ese omega le sacaba de quicio: el cómo le respondía, esa actitud tan suya de irle a la contraria.
JiMin apenas llevaba dos días en el castillo, y JungKook estaba seguro de que le había removido la mente más de una vez con su insolencia. Sin embargo, y aún peor, «Él era su futuro omega; se casarían ¿Y se atrevía a ir besándose como si nada con otro? Oh, no, eso no lo consentiría».
JungKook no lo amaba, ni siquiera creía tener algún sentimiento gratificante por el omega. Por la Luna, todavía lanzarse desde el balcón parecía una buena opción antes que acceder al casamiento. «Es nuestro», gruñó su alfa, y aun así, incluso él estuvo de acuerdo con eso, sorprendiéndose a sí mismo. El solo sentimiento de posesión que le embargó lo abrumó, aplacado solo por el placer que le daría dominar a un omega como JiMin.
—Entonces, compórtate— soltó con voz uniforme y controlada, dejándolo ir. JiMin le devolvió una mirada complaciente como si hubiera ganado.
A JiMin le daba gracia cómo JungKook intentaba amedrentarlo o hacerle flaquear, cuando lo único que podría provocarle sería calor en todos los lugares correctos. Bueno, el alfa era un completo inepto, y alguien que definitivamente no tenía simpatía, pero sí era un hombre muy atractivo. JiMin se consideraba a sí mismo un omega razonable.
—La diosa sabe que nunca serás ni la cuarta parte del alfa que necesito en mi vida —gruñó orgulloso de sí mismo—. Un omega como yo necesita más que un nudo para ser follado.
JiMin sonrió burlonamente.
— Incluso alguien de mi propia casta podría darme una buena corrida. ¿Y aún así crees ser suficiente? —se acercó al mismo tiempo que JungKook retrocedía hasta chocar con una pared.
JiMin detalló su rostro, y JungKook respiraba pesadamente. Ambos se miraban a los ojos, dejando salir inconscientemente sus aromas. El aroma a «lluvia y rosas» pululaba con fuerza y alrededor. JiMin sintió a su omega removerse y alzar las orejas, y al lobo de JungKook mandar un corrientazo a todo su sistema a través de su animal.
JungKook no estaba mejor; sus manos picaban. JiMin estaba demasiado cerca, y su aroma lo estaba volviendo completamente loco. Podía sentir a su lobo empujar, demandando salir.
—No es algo presuntuoso de tu parte, alfa —susurró finalmente sobre los labios contrarios—. Creer que puedes darme órdenes o decidir por mí. La avaricia nunca le ha hecho bien a nadie, Jeon JungKook.
Fueron segundos. Ninguno sabe qué sucedió realmente. De hecho, si le preguntaran a cualquiera de los dos, dirían que fue la tensión y el aborrecimiento mutuo lo que los llevó a comportarse así.
JungKook solo sabía que de un momento a otro su cuerpo había saltado sobre el omega como si tuviera vida propia. Apretó la delgada anatomía de JiMin entre sus brazos y reclamó esa boca petulante, la cual solo podría calificar de caliente, húmeda, deliciosa y dulce. JiMin se retorció entre los brazos del alfa, resistiéndose. Era poca resistencia, y JungKook la tomó como incentivo, apretándole más, justo como NamJoon lo había hecho hacía minutos. Ese pensamiento encendió algo dentro de él; su lobo gruñó, y sus ojos cambiaron ligeramente a dorado.
El beso se volvió más demandante, embistiendo los delicados labios de JiMin con más fuerza como resultado, ejerciendo presión contra sus labios hasta lograr entrar con su lengua.
JiMin gimió, y al caer, se aferró a JungKook, respondiendo, saboreando los labios contrarios, chupando su lengua, lamiendo, mordiendo y succionando con fuerza. Las manos de JungKook se envolvieron en las caderas de JiMin, y este gimió extasiado cuando apretó el lugar demasiado fuerte antes de soltarlo, como si quemara, y lo observó con una mirada brillante y jadeante.
—No lo creo, JiMin —dijo JungKook, completamente seguro—. Soy suficiente alfa para ti y cualquier Omega que necesite comprobarlo.
JiMin solo lo miró alejarse, y aún con su propio aliento errático y dificultad para respirar, solo pudo pensar en la humedad que corría lentamente entre sus muslos y su miembro despierto. Toda esa excitación específicamente por un Jeon JungKook y la instintiva necesidad de su cuerpo.
Se mordió los labios y casi soltó una risa. Por la diosa, «Tranquilízate, JiMin», se reprendió. Acababa de enterarse de que todo podría ser una mentira, y la cabeza de NamJoon, Evanik, Iliana y el resto de su séquito rodarían si era así. Sin embargo, he aquí, al Príncipe Omega, comiéndole la boca a su enemigo.
«Bueno, es un alfa muy apetecible», llegó la divertida voz de Igna. JiMin prefirió ignorarla; maldita Omega calenturienta.
Ellos no eran buenos, JiMin lo sabía, y JungKook solo era un alfa prepotente que se creía demasiado. La excitación y calor de su cuerpo no eran nada; pasaría. Ahora solo necesitaba despejar. Recorrió el pasillo con la mirada, y la idea de ir a nadar un rato volvió. Sí, se cambiaría y nadaría un buen rato. También podría aprovechar y ver a la Reina.
Dio un paso, y la pegajosa incomodidad le hizo hacer una mueca.
Genial, simplemente genial.
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