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«CAPÍTULO VII»:

—¿Disfruta montar?

La voz llegó joven y rica a sus oídos. NamJoon incluso juró que por momentos creyó haberla imaginado, algo que terminó siendo completamente descartado una vez levantó la vista. Los brillantes orbes, de un verde vivo, lo observaron con atención y genuina curiosidad. Allí estaba el segundo en la línea de sucesión al trono, y si mal no recordaba, un beta. Inhaló el aroma: "café".

"Igor", el lobo de NamJoon, se removió y levantó la cabeza en la oscuridad de su mente, pareciendo intrigado con el aroma y el toque dulce, lo cual era muy extraño. Era como si le hubieran dejado caer una tonelada de miel dentro de una taza de café recién hecho, de esos que cuando te das el primer sorbo, la mueca es instantánea.

Sin embargo, para su lobo se removió interesado, contra todo pronóstico, mientras el joven le daba una mirada risueña, con esos ojos vistosos y cabello castaño. NamJoon frunció el ceño al recordar su pregunta y sonrió.

—Me gusta montar, y muchas cosas, de hecho —sonrió con chulería, como un lobo hambriento, incluso si solo quería divertirse un rato.

TaeHyung lo miró y pareció no entender la frase o el trasfondo implícito. Luego, se coloreó de un furioso rojo que intentó disimular virando la cara al otro lado mientras se aclaraba la garganta. NamJoon sintió incluso pena por el chico.

—¿Se encuentra bien? —TaeHyung asintió furiosamente, como si eso remarcara su punto. NamJoon evitó reír y se concentró en acariciar el hocico del caballo, quien se dejó hacer dócilmente.

TaeHyung observó detenidamente a NamJoon mientras éste se entretenía con el animal. El omega parecía absorto en la actividad, y TaeHyung se encontró perdido en la escena. Dentro de su pecho, una sensación parecida a una pequeña corriente lo recorrió. Tocó ese lugar con la palma de su mano, masajeando ligeramente. Fue una sensación extraña.

—¿Se quedará mucho tiempo? —inquirió el omega. TaeHyung se mordió los labios.

Después de oír todo el intercambio entre JiMin y JungKook, y divertirse con la situación. TaeHyung había decidido caminar por allí y quizás, dar una vuelta a caballo. Sus días eran más sedentarios. Como beta y último en la línea de sucesión, no tenía mucho que hacer, y aunque en parte no le importaba lo suficiente, a veces simplemente se sentía inútil. Sentía que montar a caballo era una buena forma de despejar su mente.

—Eso debería preguntar yo, ¿no cree? ⎯ rebatió TaeHyung con una sonrisa divertida. NamJoon lo miró y alzó una ceja. TaeHyung sonrió ligeramente, casi como un niño travieso, moviéndose hasta quedar al lado derecho del omega.

—Lo vi desde allá mientras acicalaba a Storm —señaló una fuente que daba paso a uno de los jardines, hecha de piedra y mármol, con figurillas algo extrañas por donde salía el agua—. De eso han pasado veinte minutos.

NamJoon lo observó detenidamente antes de mostrar una sonrisa y dejar escapar inconscientemente su aroma. TaeHyung percibió un ligero picor en sus fosas nasales, lo que lo hizo sentirse incómodo en su lugar, con el corazón latiendo un poco más rápido. Sus músculos se tensaron y relajaron involuntariamente, apretando ligeramente los muslos cuando una corriente pareció recorrerlo de la cabeza a los pies.

NamJoon notó la reacción y se mostró intrigado, puesto que los betas no suelen tener esa clase de reacción a la presencia de un alfa y mucho menos a la de un omega.

—¿Se ha escondido durante veinte minutos solo para mirarme? —rio NamJoon tocando su barbilla, dejando escapar un suspiro.— No dudo de mi atractivo, pero no sabía que lograra ese efecto en las personas —dijo en tono divertido y evidente, como si su olor no estuviera saliendo a chorros, a tal punto que TaeHyung juró haber captado un toque de tierra mojada.

—No fue así, solo tenía curiosidad, y me preguntaba cómo... —dijo TaeHyung quedando a medias—. Creo que mejor me voy.

—Claro —la evidente diversión bailaba en su voz, incluso se despidió moviendo un poco la mano en alto, viendo a TaeHyung prácticamente correr—. Que tenga un bonito día, príncipe TaeHyung.

NamJoon, sin disminuir su buen humor, miró a Storm, toda oscura y bella con una mota blanca en la frente, y después volvió a divisar a lo lejos a TaeHyung, caminando como si el diablo lo persiguiera.

NamJoon estrechó los ojos y al final solo pudo soltar una risa baja.

«Interesante, muy interesante», pensó NamJoon tarareando por lo bajo, aún con la imagen de TaeHyung y su comportamiento. Estaba completamente seguro de que el beta había captado su aroma. Negó con la cabeza y se encogió de hombros. No era su problema. Sin embargo, alguien con cabello largo, oscuro y ojos grandes sí, y no lo había visto en toda la mañana.

NamJoon casi soltó una carcajada histérica. Maldición, estaba deseando ver a esos dos juntos. JungKook era un alfa, en pocas palabras y a simple vista, muy tradicional, y JiMin, bueno, apretó los labios, muy convencional no era.

—NamJoon —giró, encontrando a un hombre de piel blanquecina, cabello rojizo y ojos azules, alto, fuerte, y con un salpicadero de hermosas pecas en sus mejillas. Era Evanik Forkler, quien formaba parte de la guardia de JiMin, un Gamma. NamJoon se alejó del caballo y se acercó rápidamente—. Tienes que venir conmigo, ahora.

—¿Qué pasa?

—Ha llegado una carta de Asmax, y el mensajero no piensa entregarla hasta que estés allí —explicó Evanik apresuradamente. NamJoon abrió la boca y la volvió a cerrar asintiendo, alejándose ambos del establo en silencio.

—Por la Diosa, solo una noche y ya comienzan las sorpresas —soltó el omega. El gamma no dijo nada al respecto. NamJoon optó por simplemente concentrarse en el problema.— Bien. ¿Crees que sean malas noticias? —preguntó. El gamma apresuró el paso y ambos casi corrieron al puerto.

—El mensajero no luce contento, y según sus palabras, el rey Park tampoco.

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JiMin estaba furioso, lleno de rabia y a punto de explotar. Aún así, se las había arreglado para no volverse demasiado loco y sucumbir a sus impulsos, que literalmente se resumían en saltar sobre la yugular de JungKook y apretarla muy, muy fuerte. La loba de JiMin no estaba mejor. El desdén con el que JungKook se había referido a su persona había hecho que su parte animal gruñera y rabiara como una bestia furiosa. JiMin la entendía; ella era orgullosa. Él mismo compartía ese rasgo, y en situaciones así no habría acabado en simples palabrillas, de no ser por la magnitud del acuerdo entre ambas naciones.

El omega abrió las manos y volvió a cerrarlas en puños, clavándose las uñas en las palmas, respirando hondo e intentando calmarse. «Que la Luna me dé paciencia», se dijo a sí mismo, «O quedaré viudo incluso antes de casarme». Se mordió los labios y casi gimió de exasperación, pero se advirtió que debía enfriar su cabeza y encontrar paz.

—JiMin—el omega se detuvo. Sus músculos se tensaron, y sintió a su loba empujando hacia afuera. «Ahora no, Igna», dijo por el enlace. Ella gruñó en descontento. «Sí, yo también quiero morderlo, pero no podemos. No por ahora. Ya tendremos la oportunidad.»

—Príncipe Park—llamó JiMin, volviendo a dirigirse a JungKook con rostro serio. Habían llegado a las puertas del comedor, y durante todo el camino parecía que el omega era quien le enseñaba hacia dónde ir.

El silencio reinaba en todo momento, junto con la soledad que bañaba los pasillos llenos de cuadros, reliquias y vistosos adornos carentes de significado real. Esto daba un toque tétrico al lugar, si no fuera por el dulce calor del sol que entraba a través de las ventanas.

Para JungKook, todo el trayecto había sido difícil, por no decir una tortura completa.

¡La Luna lo guarde y quite de su cabeza tales pensamientos! Pero después de abandonar la sala de descanso y a cada paso que dieron, el aroma de JiMin aún le afectaba. Era un matiz extraño, y si no se equivocaba de palabra, lo definiría como "Afrodisíaco", uno que nunca había olido en su vida. Sumándole también el temperamento del joven, su propio lobo había bufado bajo y descontento. JungKook, negando la situación, echó hacia atrás.

El alfa había sido honesto, y le molestaba el simple hecho de que el omega se sintiera ofendido por ello. Nada de lo que había dicho era mentira, y en un mundo como el que les tocó vivir, era ley que un omega viviera para obedecer a su alfa. Honestamente, JungKook no estaba dispuesto a lidiar con menos que eso.

JiMin se había mantenido en una postura regia e inexpugnable. JungKook no tenía el tiempo para tratar con ello. Si bien ambos habían aceptado el matrimonio, cada cual por intereses y motivos propios, los cuales el alfa sabía–a su parecer–eran completamente egoístas, no lograba captar del todo el porqué el hombre moreno, con cabello negro y ojos aguamarina, había reaccionado así.

JungKook estaba definitivamente al tanto de que, con tal encontronazo en medio, no sería fácil establecer comunicación entre ambos. Él tenía un carácter difícil, y JiMin no se quedaba atrás, pero él era un Jeon, un alfa y próximo heredero a la corona. Un omega no lo haría retroceder, y al final cedería ante él; era una promesa.

—Las palabras dichas, espero que queden entre nosotros—comentó JungKook con rostro serio.

JiMin giró todo su cuerpo en su dirección. Los ojos llenos de mil emociones tenían un tono brillante, y JungKook no sabía si siempre había estado ahí. No obstante, la pregunta no pudo ser formulada porque el omega solo esbozó una sonrisa con sombras de ironía antes de entrar al comedor, dejando al alfa solo en los corredores.

«¿Quién es realmente el príncipe JiMin?» JungKook soltó un suspiro y se alejó del lugar.

No importaba. «Acuerdo político, acuerdo político», repitió como una canción de disco rayado.
Las cartas estaban sobre la mesa, las fauces afuera. Si el omega no cedía y quería guerra, él se la daría.

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—Omega —susurró el rey Jeon, un poco asombrado al ver al príncipe, observando al joven de arriba hacia abajo y viceversa.

JiMin, a pesar de cualquier incomodidad que le estuviera surgiendo, movió ligeramente la cabeza en saludo y le regaló una sonrisa, encerrando a su omega en algún punto perdido de su mente para así tener un poco de paz. El alfa detalló al pelinegro quien se acercaba a paso comedido, luciendo hermoso y perfecto.

—Buenos días —agregó HeSong.

—Buenos días, rey HeSong —devolvió el saludo, mirando alrededor del comedor donde la servidumbre se movía en silencio y la mesa estaba parcialmente ocupada por manuscritos y muchos pergaminos—. ¿Sería mi presencia bien recibida por usted? Aún no he logrado probar bocado, aunque me desperté temprano en la mañana.

HeSong parpadeó varias veces bajo la atenta mirada del omega antes de asentir.

—Claro —sus labios se curvaron en una sonrisa.

JiMin concluyó que así le resultaba un poco menos desagradable, mientras una ráfaga de salitre y el inconfundible aroma a mar llegaba a sus fosas nasales.

—Tome asiento —pidió el alfa, alejando algunos documentos para dejarle espacio al omega.

—Muchas gracias —sonrió JiMin y miró al alfa—Tiene usted un aroma muy interesante.

—Oh sí, lo heredé de mi madre—explicó HeSong con una pequeña sonrisa, viéndose incluso más joven, no tan serio y más jovial, dejando al omega un poco sorprendido—Era alfa, igual que mi padre. Mi aroma es una mezcla de ambos.

—Claro.

Finalmente, tomando asiento, JiMin se paseó por el comedor sin reparar en nada más que la silla en la que tomaría asiento, alejado del rey pero no lo suficiente para que fuera tomado como ofensa o disgusto hacia él. «Malditas reglas de etiqueta y todo lo que tenga que ver con ello», pensó JiMin, esperando pacientemente a que se le sirvieran los manjares que podría comer, sin perderse ni un segundo de la mirada insistente de HeSong, taladrando su piel sin piedad.

—¿Asuntos del reino? —preguntó el omega por mera cortesía, sin levantar la vista y tomando los cubiertos para comenzar a comer.

El suspiro del alfa le hizo saber el cansancio que llevaba encima, aunque a JiMin no podría importarle menos.

—La corona tiene algunas cosas de las que preocuparse, y el ejército también es un problema —observó HeSong con atención un documento en sus manos—. Las cosas parecen mucho más complicadas de lo que pensé.

El suspiro del alfa le hizo saber al omega el cansancio que llevaba encima, aunque JiMin no podría importarle menos.

—La corona tiene algunas cosas de las que preocuparse, y el ejército también es un problema —observó HeSong con atención, analizando un documento en sus manos—. Las cosas parecen mucho más complicadas de lo que pensé.

—Seguro lo resolverá; es un rey competente —dijo JiMin con cortesía.

HeSong lo observó con una sonrisa, y el omega se la devolvió. «Muy bien, JiMin», dio una palmadita cariñosa a su consciencia. «Tú ponle el ego por el cielo; sé bonito y educado».

—Confío en usted —en el rostro de HeSong se denotaba la sorpresa, una que desapareció tan rápido como vino, siendo reemplazada por una máscara tranquila y ojos apacibles.
JiMin sintió náuseas cuando el lobo de HeSong intentó llegar a él a través de Igna, dejándolo lleno de confusión.

—Gracias; me alegra saber eso —sonrió HeSong, y JiMin le devolvió el gesto—. No estaba seguro de esta alianza en un principio, pero me alegro de que esté aquí—continuó.

—¿Disculpe? —HeSong lo miró dubitativo.

—No lo tome a mal. No tengo nada en su contra, príncipe JiMin, pero nunca hemos tenido las mejores relaciones, así que, en principio, no asimilé bien la idea de una alianza con Asmax, mucho menos a través del casamiento.

—Tengo entendido que usted lo ofreció —HeSong parecía genuinamente sorprendido.

—¿Yo? —preguntó HeSong, pareciendo genuinamente sorprendido.— En absoluto, príncipe. Su padre fue quien vino a mí y expuso sus ideas. Yo accedí, siempre y cuando cumpliera con mis condiciones —JiMin lo observó lo suficiente para captar el brillo en los ojos grises tormenta del alfa.

«Iguales a los de JungKook», pensó JiMin, el tipo de mirada que siempre esconde algo, como el cielo cuando es abrazado por las nubes oscuras en época de lluvia.
JiMin se limpió los labios con una servilleta antes de hablar.

—Entonces, ¿por qué? —preguntó con curiosidad.— ¿Por qué aceptó este acuerdo cuando ni siquiera fue su idea? —HeSong pareció pensarlo por varios segundos antes de darle una sonrisa y responder.

—Porque quiero ganar —dijo sencillamente.— Ganar y sobrevivir —suspiró—. De eso se trata la vida, príncipe JiMin. Entré en guerra con Aspor por no querer atacar a tu pueblo, y no puedo ganarle a esos bárbaros sin la ayuda de Asmax. La diosa sabe que hemos sido enemigos por más tiempo de lo que podría considerarse sano. Este es el paso a una nueva era, y que todos consigamos lo que queremos.

—¿Le preocupa la soberanía de su pueblo o solo es el deseo de mantener su orgullo intacto? —inquirió JiMin—. Tal cosa por un deseo tan egoísta, no creo que valga la pena, rey Jeon.

HeSong se encogió de hombros y recostó en el espaldar, mirando a JiMin a los ojos con orbes vivaces, pese a los años que ya se notaban en sus expresiones.

—Puede que sea más por orgullo, y sí, es un deseo egoísta —admitió el alfa.— ¿No tenemos todos alguno, Príncipe JiMin? —el omega tomó un sorbo de jugo y asintió.

—Tiene toda la razón.

JiMin vio cómo HeSong devolvía toda su atención hacia los papeles, así que, con su apetito reducido, tomó la oportunidad y se marchó de ahí.

—Oh, antes de que se me olvide, la reina desea hablar con usted —soltó HeSong en una oración atropellada—. Si no tiene algo más que hacer, este sería un buen momento.

—Pensaba en ir a nadar un rato a la alberca, pero será un placer —respondió JiMin.
El alfa sonrió incluso más grande.

—Casualmente ella está en el invernadero, cerca de la alberca —JiMin lo miró sin mostrar emoción alguna—. Realmente espero que pase un tiempo agradable aquí, omega.

—Yo igual, HeSong —hizo una venia en signo de despedida.

—Solo HeSong —corrigió el rey—. Pronto serás oficialmente el omega de mi hijo y el próximo omega de la corona de Craenia.

JiMin asintió y salió de allí con el corazón acelerado, caminando por los pasillos pensando y analizando la conversación. Cuando una mano se posó en su hombro haciéndolo respingar y girar a la defensiva, se dio cuenta de que era NamJoon.

—¿Qué pasa contigo? ¿Acaso no reconoces mi aroma? —preguntó NamJoon. JiMin suspiró y pasó la mano por el rostro intentando calmarse.

—Lo siento, no he tenido el mejor día —se disculpó mirando al omega a los ojos.

NamJoon asintió y le tomó de la mano.

—¿Qué pasa?

—Tu mañana está a punto de empeorar —gruñó JiMin—. Llegó una carta de Asmax, y créeme, no son buenas noticias.

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