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«CAPÍTULO VI»:

—Oh, mi querido JungKook, la Diosa Luna te está haciendo pagar todos los pecados que cometiste en mil vidas con este matrimonio. El diablo salió del infierno para saludar a los mortales, tiene cabello negro, huele delicioso y es tu futuro esposo. Felicidades, príncipe heredero. Que la Luna bendiga su unión con una larga y feliz vida matrimonial.

JungKook rodó los ojos y tomó una manzana de la mesa más cercana, roja como su mente entre tanto caos. El alfa gruñó, últimamente era todo lo que hacía, gruñir como un animal incapaz de comunicarse.

Él alfa ignoró la risa mal disimulada de TaeHyung; el beta se estaba divirtiendo enormemente, lo decía el aroma a café, sin embargo, él procuró mantener el suyo a raya y desquitarse con la manzana, dándole unos bocados de hombre hambriento, levantándose y caminando por la habitación como una fiera enjaulada, maquinando locuras y con mil ideas dando vueltas en su mente.

—Los omegas en Asmax son algo diferentes. Tengo que buscar alguna forma de cambiar su educación, hacerlo más civilizado —dijo, totalmente convencido. TaeHyung rió incluso más alto al escucharlo.

—A veces me pregunto si realmente escuchas lo que sale de tu boca —preguntó, totalmente incrédulo—. Es un príncipe, JungKook, no un animal salvaje. Tiene mejores modales que muchos de los ocupantes de los más altos rangos aquí en Craenia.

El pelinegro apretó la mandíbula y le enseñó los dientes con un gruñido. TaeHyung parecía escandalizado.

—¿Es en serio? ¿Cuál es tu problema?

—¡Él no es correcto! Se cree que puede dar órdenes y actúa de una forma totalmente irrespetuosa —puntualizó.

TaeHyung rodó los ojos. Razonar con este ser parecía imposible.

El Reino de Craenia era la definición de "Buena casta y estirpe". Incluso si la pobreza extrema persistía en parte de la población, era un problema que iba en aumento y del que la corona no tenía intención de erradicar. Socialmente, todos eran, por así decirlo simplemente, "Política y moralmente correctos".

Según lo que se sabía, al pueblo de Craenia le había tomado años erradicar la mayoría de sus instintos. La parte lobuna se dejó atrás, y hasta ahora se podría decir que vivían más como humanos que hombres lobos, aun siendo adoradores de la Diosa Luna y Fenrir. Para gran parte de la población, Fenrir no era una deidad a la que le rindieran devoción, y el "No" era la respuesta común para todo.

"Todos los omegas obedecen a sus alfas".

"Los omegas varones tienen la obligación de casarse en cuanto alcancen la mayoría de edad."

¿Por qué? Porque son hombres y, por tanto, más difíciles de controlar, y también más codiciados.

Al parecer, había algo intoxicante en dominar a uno, lo que había resultado en disputas sangrientas por algún omega soltero. Así como violaciones e incluso asesinatos.

El tribunal dictaminó la ley "Lex unionis absolutae", que también se aplicaba a las omegas mujeres. Si su familia arreglaba algún matrimonio para ellas o eran cortejadas por un alfa de posición, lo que ocurriera dentro de las cuatro paredes de sus casas no era problema de nadie, y siempre se asumía que el alfa tenía la razón.

En Craenia, las fiestas eran solo para las altas esferas y sin restricciones, lo cual era completamente lo opuesto a Asmax. Allí, sin importar la casta y demostrando tu valía, podías ser y hacer lo que quisieras. Justo el ambiente en el que había crecido Park JiMin.

Ellos, JungKook y JiMin, eran como el agua y el aceite, destinados a colisionar y causar un desastre.

—Creo que exageras, ni siquiera lo estás intentando —dijo TaeHyung—. Quizás no es lo que esperabas, bueno... —meneó la cabeza con una risa llena de gracia—. Lo que nadie esperaba, pero es hermoso. Cuando lo llegues a conocer, se llevarán bien.

JungKook levantó la ceja, volviendo a la silla y acomodándose, mirando fijamente a su hermano, apretando la mandíbula.

—¿Qué parte de todo lo que hemos hablado hasta ahora no entendiste, TaeHyung? —el oji-verde resopló.

—Por favor, JungKook, ¿qué es lo peor que podría pasar? —preguntó—. Solo intenten convivir y llevar una vida matrimonial mínimamente decente. Tendrán que pasar toda una eternidad juntos una vez que lo desposes y marques, ¿sabes? Así que te aconsejo que empieces por respetar su posición como parte de la realeza.

—¿Respetar su posición? —inquirió incrédulo.

—Sí. Él es un omega. Un Park, que también será tu esposo y, en algún momento el padre de tus cachorros —JungKook abrió los ojos, pareciendo enfermo de repente—. Incluso si no llegan a tener una buena amistad, espero que respetes vuestro matrimonio, justo como lo dicta la ley.

—Tú has perdido la mente por completo —soltó, escandalizado.

—¿Realmente cree eso, Príncipe JungKook? —Primero llegó la voz, después el aroma a miel, chocolate y, finalmente, las rosas, en ráfagas y en aumento desde la puerta.

JungKook maldijo en voz baja.

Ambos hombres volvieron a ver a un muy serio JiMin. Este tenía el cabello recogido en una coleta alta y apretada en una trenza que hacía que sus facciones se notaran más marcadas, los labios besados por el bálsamo labial. Estaba vestido con una especie de conjunto: camisa negra de fina tela con cuello y mangas largas abotonadas y un pantalón negro, de talle alto, oscuro y apretado desde la cintura hasta las rodillas, completamente suelto hacia abajo, estilo campana, con unas hermosas sandalias de cuero oscuro.

TaeHyung tragó saliva cuando los ojos del omega mostraron vestigios de azul, mirando a su hermano, quien no apartaba la vista del hermoso pelinegro, quien portaba un atuendo que solo resaltaba su belleza. Él beta casi rió, negó y queriendo estar lejos de lo que fuera que pasar, se alejó. Dejando a ambos completamente solos en el salón.

—¿Príncipe JungKook? —volvió a llamar el omega, cruzando los brazos sobre su pecho, aparentemente tranquilo, incluso si el aroma a rosas comenzaba a ser asfixiante en la habitación y no daba indicios de querer disminuir.

—La pregunta sería, ¿qué hace usted aquí? —inquirió el alfa, cambiando rápidamente a una postura tensa. JiMin mantuvo la calma—. Es impropio de alguien de nuestro nivel andar escuchando conversaciones ajenas.

—No se preocupe, Jeon —dijo con voz melódica, aún sonriente, aunque JungKook vio en sus ojos la hipocresía de su alma—. Solo pasaba en el momento, al parecer, el menos adecuado para usted. Vi que tienen una hermosa alberca en el palacio y me gustaría nadar un rato. Claro, si al menos logro desayunar. Entre tantos pasillos es imposible para mí llegar, y la servidumbre parece haber desaparecido.

JungKook abrió los labios para decir algo, pero la sorpresa de la tan creíble respuesta lo dejó sin una réplica favorable.

—Sin embargo, me ha dejado intrigado, ¿por qué ha dicho eso a su hermano?.

—¿El qué?

—La desfachatez que representa la simple idea de llevar un matrimonio respetable entre ambos.

JungKook lo observó. Incluso así, JiMin parecía estar en posición de ataque. El pelinegro tenía la tensión recorriendo cada parte de él, y los vestigios de azul en sus ojos hicieron entender que no solo era la parte humana, sino también la animal, que estaba presente. JungKook se levantó, caminando altivo y seguro, mientras su propio lobo alzaba la cabeza en la oscuridad.

—Ya que el tema ha salido a flote, me veo en la obligación de dejar claras algunas cosas.

JiMin contuvo la respiración al sentir el aroma de JungKook tan cerca. Sin embargo, no retrocedió y maldijo al alfa en su mente, ya que tanto él como su loba lo observaban con cautela.

—Si la guerra no se hubiera desatado sobre nosotros, usted y yo nunca nos habríamos visto a la cara. Ese es el único fundamento de este matrimonio, algo lamentable a decir verdad, pero realista.

El alfa sonrió socarrónmente, mirándolo a los ojos, pareciendo burlarse.

—Podemos jugar bien, jurar toda clase de votos increíblemente melosos y exóticos que harán a toda Craenia, Asmax y al mundo temblar de júbilo. Ambos seremos todo lo que ellos esperan de nosotros y más, pero tú y yo sabemos que solo será eso, mi querido príncipe.

JungKook caminó alrededor del omega, antes de colocarse de nuevo en frente y sonreír con diversión.

—Somos dos hombres desgraciados unidos por el destino. Un omega impertinente como tú nunca será más que un estorbo en mi vida —concluyó el alfa, dándole una seria mirada y pasando por su lado para alejarse. El acto se vio interrumpido cuando el omega gruñó alto, y el azul envolvió todo su iris.

JiMin sujetó a JungKook por la flexura del codo. Haciendo uso de un poco de fuerza y de la docilidad del alfa, evitando crear un escándalo, se colocó delante de él, otorgándole como regalo la más brillante sonrisa que sus ojos grises pudieran ver jamás.

JiMin estaba furioso. Oh, por los dioses, JungKook realmente había cruzado la línea.

—He oído muchas cosas de Craenia, Príncipe Jeon. Sin embargo, nunca imaginé que la locura fuera parte de los muchos defectos de su familia —Achicó los ojos como si analizara la situación, sonriendo dulcemente—. ¿Es molesta o simplemente desesperante mi forma de ser? Debe parecerte horroroso saber que no soy el tipo de omega que solo sirve para llenarlo con un nudo y joderlo hasta que haya cachorros, ¿verdad?

JungKook lo miró sin emitir palabra. JiMin se alejó, parecía la furia personificada.

—¿Cree que es superior a mí? —preguntó JungKook con frialdad—. Un omega desafiante que se atreve a amenazarme en mi propio reino. ¿Quién cree que es?

—Soy Park JiMin, príncipe de Asmax y su prometido, JungKook. Y usted debería aprender a tratarme como tal. Yo no voy a perder más de lo que usted, su alteza. De por seguro que Asmax podrá sufrir de estallar la guerra, pero ustedes —rió con diversión—. Craenia, perecerá incluso antes del primer grito de sus generales.

La mandíbula de JungKook se tensó, JiMin apretó los labios y alzó el mentón como si todo esto le diera absoluta satisfacción.

—¿Quieres jugar? ¿Realmente quieres hacer un espectáculo? —JiMin rió—. Será un placer, alfa. Siempre me han gustado las artes, ¿qué puede ser mejor que tener el protagonismo en tan irónica obra?

JiMin se acercó un poco más, rozando alientos, haciendo que JungKook tensara el resto de su cuerpo.

—Por lo que me han dicho, los omegas aquí están incluso por debajo de la basura de las calles —JiMin pudo observar perfectamente el iris dorado queriendo salir y el aroma del alfa llenando la habitación—. Así que dejaré algo muy claro, mi señor. Nosotros, los omegas de Asmax, somos otro punto en la oración. ¿Quieres ponerte rudo? Bien, acepto el reto —se alejó—. Pero no quiero caras tristes ni colmillos fuera cuando golpee demasiado fuerte. Tú no quieres verme perder la cabeza, JungKook. A mí tampoco me molestaría divertirme un poco.

—No te atreverías —dijo entre dientes, entendiendo el significado de sus palabras—. Saca esa idea de tu cabeza ahora mismo, omega —parecía colérico—. No me harás eso. Una vez ponga mi anillo en tu dedo, eres mi omega. Para eso naciste, para servir a tu alfa.

—Se equivoca, alteza —alzó su voz un tono más.

JungKook pudo ver cómo abría los ojos y respiraba un poco más fuerte, como si la ira simplemente comenzara a tomar lugar para luego retroceder y tomar de vuelta la actitud mantenida hasta ese instante.

—Soy un omega, sí, pero tan hombre y capaz como usted, mi casta no me hace menos. Solo un alfa que me trate como el dios que soy va a tenerme —encogió de hombros juguetón—. Si no es usted, será otro.

—Cuida tu tono, JiMin. Puedo oír una amenaza implícita en él.

—Sería incapaz de ello, su alteza. Esto es solo una advertencia —sonrió inocente—. Estoy seguro de que, así como algunas personas quieren ocupar su cama, habrá alfas, betas e incluso omegas que querrán visitar la mía... —se acercó a su oído—. ...estarás perdido, y yo lo disfrutaré como nunca.

—JiMin... —dijo en un soplido enojado, aunque no lo suficiente.

JungKook era un hombre de sangre caliente, y un alfa. La mayoría del tiempo actuaba y después pensaba, pero el simple hecho de que la cercanía de este omega en particular estuviera haciendo que, por un segundo, olvidara su maldito desagrado y viera al hombre que realmente era, le estaba medio cabreando, medio excitando, y no podía... joder, ¡no! Su lobo gruñó y arañó en su pecho. ¿Por qué la cercanía de él le afectaba tanto?

—Ahora —dijo JiMin con una sonrisa—, ¿Sería tan amable de indicarme cómo llegar al comedor? Realmente tengo hambre.

JiMin no esperó respuesta. Dio media vuelta y salió caminando con la frente en alto. JungKook tragó en seco y, con paso rígido, lo siguió, encontrándose con la mirada burlona de un muy divertido TaeHyung, quien seguramente había oído todo. Negó y resopló por lo bajo. Serían tiempos difíciles para él, su cordura y hombría.

Que la Luna lo ayude a superar esta prueba.

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