La silueta se acercaba a mí, mientras las farolas lo alumbraban lentamente. Mis ojos se abrieron como platos al verlo por completo. Su rostro era iluminado por sus ojos azules, que apenas estaban cubiertos por su cabello negro. Terminó de acercarse a mí, mientras sus cejas se fruncían dando a entender que se había enfadado.

—¿Qué hacías con él?—preguntó con voz ronca. Sus ojos azules observaban cada movimiento que hacía, prestando suma atención por si intentaba escapar. 

—Nada. —respondí. No pretendía darle el lujo de detalles sobre lo sucedido, él ya lo había visto. Apretó su mandíbula, mientras yo notaba que sus ojos oscurecían exageradamente. Mi corazón comenzó a latir con fuerza.

—Te besaste con él—dijo manteniendo su paciencia—. Nunca más te beses con él.

¿Quién se creía para decirme lo que debía hacer?

—Primero: Si sabes lo que he hecho con él, no es necesario que me lo preguntes—ví que apretaba sus puños y sonreí— Segundo: Tú—lo señalé— no eres nadie para decirme lo que debo hacer. 

Su respiración comenzó a acelerarse luego de esas palabras. Ahora mismo, mientras él tomaba mis muñecas, entendí que me había pasado de la línea. No era normal ver a un Aaron enojado todos los días pero, ya que lo conocía hace años, sabía como sería una versión suya demasiado enfadada. En pocas palabras, cometí un grave error que, desgraciadamente, en el que no se puede volver atrás con un simple beso. Cerré los ojos lentamente, sintiendo el ardor de mis muñecas. 

—Discúlpate—dijo, pero ahora lo sentía más cerca de mí. Noté en su voz que seguía enfadado. 

—No. 

—¿No?

 —No—repetí. Abrí mis ojos y confirmé mis pensamientos, él estaba demasiado cerca de mí. 

—Luego no te podrás quejar...—susurró, acercándose cada vez más a mí.

Ya era hora de arrepentirse. Bueno, ya me había arrepentido. Sabía y deseaba que él me besara, aunque estaba algo harta de que él quisiera controlarme. Cerré los ojos y esperé que me besara. Y lo hizo. Me besó como si nada importara. Me besó como si no importara que fueran las 3 de la madrugada. No le importó nada. Podía sentir sus labios moverse al compás de los míos. Seguía enfadado, lo sabía, ya que sus labios se movían tan bruscamente que me dejaban sin aliento. Cuando alguien te besa con furia, es lo mejor que te puede pasar en la vida.

¿Cómo sabe besar tan bien?¡Diablos Allison, este chico te matará!, pensé. 

Sonreí levemente al notar lo que él quería. No iba a permitir que él me utilizara de esa manera. Con esa manera me refiero a, bueno, de la manera en la que me besa y luego se larga como si nada. Sí, esa maldita manera. Sin esperar un minuto más, alejé mis labios de los suyos.

—¿Qué...?—susurró, sin poder finalizar la pregunta. 

—No te iba a permitir que sucediera eso— Él frunció el ceño.

—¿Con qué te refieres a "eso" ?—preguntó, con sus comisuras levantadas. Diablos, él no había entendido a lo que me refería. Ahora mismo, sentí que mis mejillas ardían por lo que él había entendido con ¨eso¨—Eres tan adorable cuando te sonrojas.

—¡No, diablos, no!—exclamé sonrojándome aún más.

¿Por qué estoy diciendo ¨diablos¨ muy seguido? 

—Sí, lo eres—reí nerviosamente.

—No...—susurré. Él rió ridículamente—. No soy ¨adorable¨—hice comillas con mis dedos—, soy la NO adorable que NO permitirá hacer lo que se te dé la gana conmigo.

(...)

¿Saben como se siente que, en un momento, una puede sentirse la gran valiente y, al otro segundo, sentirse una estúpida? Si lo han sentido, pueden saber como me siento en este momento. Una terrible estúpida.  Anoche, luego de decir esas palabras, me peleé con Aaron. Si supieran como se enfadó con esas palabras. Bueno, pero no me siento estúpida por pelearme con él. Hay otra razón mucho más terrible. Hoy, por la mañana, fuimos todos al comedor. Ahí estaba todo bien pero, al volver a la cabaña, me encontré con Cloe encima de Aaron. 

Sí, la mismísima perra de Cloe. 

Y no estaban jugando a las cartas ni nada. Estaban besándose, uno encima del otro. Estaba celosa, sí. En el momento que los vi comiéndose el uno al otro, Cloe se puso de pie y me observó de mala gana, cubriéndose con las sábanas. Soltó un "arruinaste el momento, tontita" y se fue al comedor. Entonces, e infortunadamente, quedé a solas con Aaron. No pretendía hablarle, ni tampoco él quería hablarme, o eso suponía. Él estaba recostado, refregándose los párpados una y otra vez. 

—Has arruinado todo—dijo con enojo, poniéndose de pie—. ¡¿Puedes dejar de arruinar los momentos?!

—No—respondí, desviando la mirada.

—Eres irritante.

—Tú más—ataqué.

Oí pasos acercarse a mí. Me puse de pie, ya que me había sentado en mi litera, y me dirigí a la puerta de salida. Mi respiración comenzó a entrecortarse cuando noté que estaba cerrado. 

¿Quién la había cerrado?

—¿Soy irritante?—susurró su voz en mi oído. Dí la vuelta y lo observé, con cierto nerviosismo.

¿Quieren saber lo que sucedió luego?

Denme un tiempo para los detalles, son bastantes.

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PD: ¡Perdón por retrasarme demasiado!