Al finalizar la hora, guardé frenéticamente mis cosas, sintiendo aún el corazón latir de manera desenfrenada. Él era la última persona que debía verme así. Soy una idiota, diablos, lo soy.

¿Por qué me permití sentirme mal si él podía descubrirme? O mejor dicho, él y su clan de idiotas. Aunque, siendo sincera, se notaba que el líder de ese clan era Collins; Cleveland y el otro chico iban detrás suyo como perros falderos. Y ahora me daría cuenta si uno de ellos era un auténtico desgraciado, si es que le llegaba a decir a sus amigos sobre mi tristeza repentina en la clase.

Me levanté de la silla, tomando mi mochila con las manos temblorosas. Sentí la mirada de Cleveland por un segundo e instantáneamente lo miré. Lo único que divisé fue una sonrisa ladeada hacia mí antes de comenzar a hablarle a sus amigos animadamente.

Suspiré. ¿En serio esperaba que él no dijera nada? Estaba loca: ellos eran sus amigos de la vida y yo, para mi desgracia, una simple conocida que no era de su agrado.

(...)

–Qué estúpidos.

Trent aplastó la papa frita contra la mesa, dando uno que otro suspiro. Para mi sorpresa, su voz había sonado enfadada, como si realmente le importara lo que me había sucedido. Y quizá era así. Probablemente, en sólo 1 semana, ya le importaba.

–Lo sé–dije, bajando la mirada. Contradictoriamente a ésto, me sentía confiada hablando con Trent, ya que sentía que él me defendía y animaba a seguir adelante. Era un chico genial, hasta el momento. Y me alegraba mucho haberlo conocido.

Además... esto..., él era lindo...

–¿Se te escapó el alma?–Unos ojos marrones me miraron muy de cerca, examinando mis ojos para comprobar su pregunta. Automáticamente, me alejé de él, sintiendo mis mejillas sonrojarse de manera notoria.

–¡D-diablos, Trent!–tartamudeé, sintiendo mi corazón latir rápido.

Él me sonrió angelicalmente.

–Soy un pan de Dios–Colocó sus manos en el aire, rodeando su perfecta mandíbula. A veces, no podía entender cómo podía estar hablando con un chico tan lindo y agradable. Pensaba que esta clase de gente solía ser la popular, como en las películas. Siendo muevo, hasta quizá llegaba a estar en ese estatus automáticamente, como si fuera destinado a eso. En cambio, yo era alguien destinado a tener un perfil bajo. Nunca me gustaba causar problemas, y no por ser una clase de "chica buena" o algo parecido, sino que era una pérdida de tiempo que no deseaba vivir. No era mi estilo, básicamente–. No, no, espera. ¡Soy la maldita agua bendita!

Me reí, sonrojada por sentir la mirada de algunos de otras mesas en nosotros. Trent, al percatarse, miró con el ceño fruncido a algunas personas en una mesa, de la que no quise fijarme sus rostros más detalladamente, porque sabía quiénes eran. Deseaba llamarlos Los Tres Mosqueteros, pero mi mente me decía que un nombre más a sus estilos era Los Tres Estúpidos.