Capítulo 2.
—Vamos, virgen, aquí tienes a tu primera presa—dijo uno de los supuestos amigos de Cleveland, señalándome de una manera poco disimulada. Suspiré en voz baja; creía que era la tercera o cuarta vez que se lo decía en las 2 clases que habíamos tenido juntos—. ¿Qué te pasa, niñita? ¿Te molesta mi perfecta voz?
Negué rápidamente, evitando tener algún problema. Mi corazón latía con fuerza, sintiéndome descubierta y con la mirada de Cleveland y sus dos amigos encima mío.
–No, l-lo siento–susurré, bajando la mirada a mi libreta cuyos apuntes estaban todos borroneados y con dibujos alrededor.
–Mira, ¡hasta obedece y todo! ¡Ya la tienes!–Tragué saliva, intentando no decir nada por el simple hecho de tener un primer día del asco con las personas menos indicada.
(...)
Luego de tantas clases insoportables, tocó el timbre. Suponía que era la hora del descanso, lo que me alegró mucho. Era mucha molestia estar con chicos de ese tipo que, al parecer, lo único que sabían hacer bien era hacer sentirme mal. O hablar de sexo.
¡Por fin iba a poder descansar, diablos! Cada materia era increíblemente pesada y aburrida, por no decir estresante, y era un gran alivio poder comer y tomarse un respiro. Por eso mismo, esta era mi parte favorita de la jornada escolar.
Guardé el libro de Geografía en la mochila, me despedí del profesor—que cabe decir que era el único que estaba siendo agradable— y salí en busca de mi supuesto casillero, que debería estar a del otro lado del Instituto. Odiaba la distancia hacia allí, pero a la vez me gustaba, ya que podría conocer rostros nuevos.
Estaba caminando en un pasillo amplio repleto de alumnos y divisé lo que suponía ser mi casillero. Había notado que éstos eran demasiado pequeños a comparación de mi vieja escuela.
Miré un instante hacia delante y vi que un alumno venía corriendo, dirigiéndose a mí. Tenía que correrme del medio pero, sin razón alguna, me quedé congelada en el mismo lugar. Cuando el chico me observó, bajó la velocidad y pasó por al lado mío.
¿Qué diablos...?
Ésta escuela parecía un lugar de locos, y sentía decepción por no poder compartir estos pensamientos con alguien, porque no tenía amigos. Ni a nadie en quien confiar. Estaba sola, y mi gran don de charlatana, pero a la vez tímida, me estaba jugando en contra.
Dejé el libro en la taquilla, intercambiándolo por el de la siguiente clase. Mientras guardaba éste en mi mochila, agarré la boligoma de mi cartuchera, decidida a pegar los horarios que me habían otorgado en el casillero. Metí mi rostro en éste, pegando el horario en el fondo. Por un instante, desconecté del mundo al sentir el extraño pero a la vez confortante olor a libros nuevos, y suspiré pausadamente. Este día era muy estresante, pero no debía dejar que ellos me pisotearan. No tenía que...
–¡D-Diablos!–exclamé al sentir un fuerte golpe en el casillero de al lado. Sentí la cabeza golpear con el techo de mi casillero por el susto. Saqué la cabeza de éste, intentando buscar con la mirada a la persona que había hecho esto. No tardé mucho tiempo, porque los culpables estaban frente a mí, riéndose a carcajadas en mi rostro.
–¡"D-Diablos"!–imitó mi voz el ricachón, apoyándose en el hombro de Cleveland mientras reía. Intenté mantenerme cuerda ante el nudo de furia que se estaba formando en mi garganta, clavando la mirada fugazmente en los ojos azules de Cleveland y en los del otro chico, que le vi pinta de ricachón desde que se creyó superior al poder de una profesora.
Desvié la mirada. Esta pelea no iba a valer la pena. Debía largarme antes de que sea tarde.
Guardé con rapidez mis cosas y cerré el casillero con una fuerza inevitable. Lo que buscaban era una respuesta, y no lo lograrían. Y cuando creía que habían parado de molestar, para mi desgracia, continuó su festín.
–¡Oh, la nenita se ha enojado! ¿Qué harás ahora, uh? ¿Ir con tu papi y llorarle en el hombro?–siguió burlándose el ricachón, e igualmente me mantuve en silencio ante sus burlas–. Responde, muda, ¿o tienes algún problema?–Sin que me diera cuenta, él se había acercado a mí, acabando con el poco espacio personal que me quedaba.
–Aléjate–susurré, y al instante me arrepentí de lo dicho.
–¿O qué?–Esta vez decidí quedar en silencio y, rápidamente, pasé por el espacio que dejaba debajo de sus hombros. Caminé apuradamente por el pasillo, sintiendo sus pasos detrás mío–. ¡No he terminado contigo, maldita muda! ¡Tenlo claro!–Los pasos se detuvieron, y su voz se hacía cada vez más lejana.
Escapar había sido la mejor decisión que podía haber tomado.
n/a: Capítulo nuevamente editado. <3
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