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Capítulo 1

Algo me decía esa mañana que agarrara mis cosas y partiera con la camioneta; pocas veces sentía la necesidad de abandonar el desierto durante la mitad de mi descanso escolar, sin embargo esto era urgente, o algo me lo decía.

Mire a mi compañero de vida sentado adelante de la compuerta para saltar dentro de la camioneta, pero por una vez en todos mis viajes, un pensamiento rápido se me cruzó por la cabeza ¿Sería adecuado llevarlo? Agarré con fuerza mis armas bajando mis rodillas hasta las alturas del canil que movía su cola ansioso al estar cerca mío.

Ladeó su cabeza ante mi, moviendo sus orejas café atento, como si entendiera me lamió las mejillas con un leve lloriqueo de cachorro, a pesar de que él llevaba conmigo unos años, era como si me implorara que no lo dejara atrás.

—¿Te gustaría ir conmigo en esta pequeña aventura? —le pregunte acompañado de mas caricias, quería que se quedara, pero a la vez una parte egoísta en mi quería llevarlo conmigo, pasar una aventura mas entre los dos, que mi hermana lo mal crié porque lo adora, enseñarle el nuevo hotel para perros que se abrió cuando nos fuimos, entre otras cosas.

Max solo me puso la patita en mi rodilla, pidiendo mi atención, para luego correr hasta la puerta de la camioneta, raspando con su patas la puerta. Había hecho una elección. Y yo no sería quien para negarsela.

El pavimento de la carretera seguía en decadencia, cosa que me hizo rodar los ojos al oír como las ruedas rechinaban al pasar por los baches que se crearon.

El gobierno es bien inútil, pensé

Max descansaba en la parte de abajo del asiento del copiloto, hecho una bola pero atento observándome, al parecer algo lo tenía inquieto, el solía descansar durante viajes hasta llegar al destino o al parar en una gasolinera, por lo que su comportamiento era raro.

Encendí la radio en espera de escuchar música, había escogido sintonizar una en especial que era conocida por solo stremear música sin anuncios de por medio, pero esta vez no fue así.

Rock with you fue interrumpida por la voz de una chica, aunque se escucha con distorsión, agitada por la voz quebradiza y los numerosos silencios con respiraciones profundas en el micrófono, al parecer valdría la pena la interrupción de mi canción favorita de Michael Jackson.

Para las personas que estén escuchando esto, lamento no haber podido informar antes lo siguiente, pero estuve prisionera desde que me enteré; tienen unas pocas horas para salir de las ciudades o la purga empezará antes de que puedan anticiparlo...Me encantaría decir más, pero debo irme, buena suerte, sobrevivientes.

Acto seguido, la voz de la chica fue cortada siendo sustituida por un sonido de bala, estruendosos golpes de puerta y el sonido de varias pisadas acercándose al micrófono, después nada. De forma bizarra, como si solo un fragmento de un sueño haya sido mezclado con la realidad, la canción volvió a sonar desde la radio.

Esta vez no me deje llevar por la vibra de la canción, termine acelerando por acción involuntaria, si eso era cierto, tenía que darme prisa.

Siempre he pensado que mi familia es una de esas autosuficientes que no necesitan de ayuda para seguir adelante, pero no contra un hecho así, no cuando se trata de vida o muerte. La purga es una definición ficiticia a la noche de "expiación", algo solo visto en películas de acción y fantasía, pero si el gobierno quiere llevar lo fictio a la realidad, prefiero estar preparado que llorar por mas pérdidas.

Recuento en mi mente las pocas armas que lleve conmigo, el plan es tan simple como recoger a mis hermanas antes de que la masacre ocurra, acabar con lo que se me cruce en el camino, y salir de allí.

Veo el letrero de bienvenida a la ciudad y no me puede importar menos las personas que veo salir de esta con niños en brazos, al parecer algunos alcanzaron a escuchar la transmisión.

La ciudad se veía normal, sin gente en pánico, un día ameno si me lo preguntas, mi alma pudo volver a bajar en mi cuerpo de forma tranquila, sin necesidad de seguir a una velocidad rápida, así que baje a una mas de ciudad.

Llegué a la casa sin problemas, lo extraño fue que Max estaba llorando por salir. Baje rápido para abrirle la puerta y dejarle el paso libre.

—¿Todo bien, amigo? —pregunté sin que él me prestara mucha atención al pasarme a llevar y correr a la entrada trasera de la casa.

Lo seguí como pude, sintiendo el olor a plomo entrar a mi nariz, mis pies se movieron por si solos desesperados, los vidrios rotos en el patio no eran buena señal, y el grito ahogado que quería salir de mi garganta estaba sellado, hasta que lo vi.

Max había entrado por la puerta focejeada, las cosas estaban revueltas, el olor de plomo y sangre inundaban las habitaciones de la casa, solo así, me permití liberar el grito que tenia de nudo en mi cuerdas vocales, el sonido dejo de sonar en mis oídos reemplazándolo por un pitido, me lancé al suelo de rodillas golpeando el suelo de forma vencida.

Sentía que lo había perdido todo, mi cuerpo no quería moverse, me quede sin voz de forma definitiva al haber gritado por tanto tiempo; sin embargo, me hice de ánimos para subir a la camioneta por Max, quién me había tratado de arrastrar hasta ella jalando mis pantalones cargo.

Tal vez ellas lograron escapar, y si no, no les gustaría que fuera miserable, pensé.

Con la esperanza en mano, recorde lo que mi hermana mayor Koyō me había enseñado con los años "se fuerte, Chuuya", podía escuchar su voz en mi cabeza, mientras ella me arrullaba por haberme peleado con un niño en la escuela, o regañarme por huir de los problemas, por mas pequeños que fueran.

Ahora sería fuerte, me ocuparía de checar todas las posibilidades antes de asumir algo que no estaba dicho. Abrí la compuerta para darle paso a Max y después subir tras de él. Daría una vuelta por la ciudad antes de abandonar la ciudad, no había tiempo, no podía permitirme perder a Max.

Como si la ciudad me odiaría, las bocinas empezaron a sonar de todos lados, la ciudad ahora se sentía como un nido de distorsión en televisión, hasta que aparecieron letras por cada pantalla de los aparadores, el sonido cambio al de un hombre hablado: Esto es un anuncio importante desde la sede central de comunicaciones, procedemos con el plan número "23" para disminuir el aumento de población.

Las calles no dan abasto para tanta gente y eso se ve reflejado en nuestra calidad de vida, cada ciudad será librada de cualquier penitencia al cobrar vidas, recuerden que esto no lo hacen solo por ustedes, si no que por la familia de ustedes.

La policía estará fuera de servicio, los militares tambien participaran de la purga, recuerden que los hospitales estarán fuera de servicio también.

Cada ciudad contara con un contador de mínimo de muertos, las que no cumplan con esto, serán devastadas por el virus que llevamos conteniendo desde hace unos meses.

Nuestro mejor científico esta detrás mío que lleva todos los avances/cambios, mientras que al otro lado esta nuestro jefe Militar Fukuchi, ambos estan de acuerdo con la medida. Sin mucho mas que decir, tienen 24 horas para sobrevivir, antes de que el virus sea expuesto en sus zonas.

La transmisión se corto corrompiendo la normalidad del día, las personas se volvieron locas con tan solo un segundo de diferencia entre terminar de procesar y moverse, una masa de gente empezó arrollar a otras sin consciencia, las pupilas dilatas con manos locas quitando todo a su paso, las tiendas empezaron a ser saqueadas y cada vez mas niños empezaban a llorar en las calles al haber perdido de vista a sus padres.

Max empezó a ladrar a la gente que traspasaba niños, intente subir la ventana para que no siguiera ladrando o le darían un tiro, intente calmarlo con su juguete favorito, dejándoselo en la parte de abajo del copiloto.

—Todo estará bien, solo aguanta un poco más —intente calmarlo con mi voz al verlo titubear si ir por el juguete o no—, pronto estaremos en casa, lo prometo.

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