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segundo

—Es mi imaginación o Alex tiene una blusa de Cenicienta, rosa —el rizado pregunta, viendo a su hijo y el de Louis pintar con crayones debajo de la sombra de un árbol, con gestos alegres plasmados en sus rostros, disfrutando del día.

Ha pasado tres semanas y Harry sigue buscando a Louis. Va a todos los parques que él. Al castaño no le molesta para nada, al contrario. Le encanta tener alguien con quien platicar. Siempre hablan de diferentes temas. Harry le cuenta como va su trabajo, las cosas en casa y Louis le oye atentamente. Porque le encanta la voz del rizado, en la manera lenta y pausada de como salen las palabras de su boca. Todos los días tiene algo nuevo por contar, a veces eran cosas que veían en las noticias o un dato curioso que salía en alguna página de Internet, todo eso Louis lo encontraba interesante.

Se encoge de hombros y le da una mordida al emparedado que preparó en casa. Es de pollo con un poco de queso. Su mirada viaja también hasta donde están ellos. Le encanta saber que su lorito tiene a alguien de su tamaño para compartir ratos agradables.

—Se coló en el lavado. Tratamos de devolverla pero nadie la reclamó. Al lorito le gustó porque se veía nueva y los colores aún brillan. Creo que es su favorita por eso.

Harry asiente en compresión y no dice nada más. Siente algo de pena por Alex, porque es un niño encantador y noble. Alex merece más que una camiseta colada en el lavado.

En esas tres semanas ha aprendido bastante del castaño. Un poco de su vida y todo. Por ejemplo, que fuma en vez de comer, para calmar su hambre y sentir que el humo le llenaba. Que comía cuando mucho 10 veces en una semana, con tal de que su hijo tuviera que comer. O que prefería el café cargado a con leche. Que su sueño fue ser pediatra, pero se vio acabado cuando se embarazó de Alex. También se había fijado bastante en sus movimientos. Cuando estaba nervioso se acomodaba el cabello detrás de la oreja, y si le decías algún cumplido él reía abiertamente y negadaba con la cabeza. A veces fumaba con el cigarrillo entre su dedo medio y el índice. En otra ocasiones con el índice y el pulgar. O que sus mejillas se teñían de un rojo vivo cuando sus rostros quedaban demasiado cerca.

—¿Qué tal si hoy te invito a cenar?

Louis hace una mueca graciosa a Harry y se ríe. Siempre es gracioso y divertido. Le encanta así. Nunca se aburre, todo el tiempo sale con una broma o un comentario sarcástico, claro, nunca siendo grosero.

—Por mi perfecto, sólo un detalle. No sé donde dejar a Alex.

—Podemos dejarlo con mi madre, ahí dejaré a Nic también. No se molestará, adora a los niños.

—Entonces sí. Acepto —estira su mano al rizado y él la toma, como si estuviesen cerrando un trato.

Cada quien se va por su parte y deciden que Harry pasará por ellos a las 7:30 de la noche.

Louis se baña con su lorito dentro de la bañera. El agua se ensucia y pequeñas burbujas se hacen a causa del shampoo y jabón que usan. Lavan su cabello y tallan sus brazos para estar limpios. Salen de ahí cuando sus dedos están arrugados y a Alex están a punto de dolerle. Con toallas gruesas se secan sus cuerpos. Louis entra al baño nuevamente para quitarse la barba que tenía, ya está un poco larga y le comienza a picar. Toma el rastrillo y hace su trabajo. El niño le espera en la habitación, donde se está se secando el cabello. Viste a su hijo con una pijama porque Nic le dijo que harían pijamada, verían películas y comerían palomitas.

—¿Qué son palomitas, papi? —Alex pregunta, cuando ve a su padre parado frente al espejo, probándose unos jeans negros y una camisa de manga larga blanca. Le sienta bien la ropa. Sus piernas lucen gruesas a pesar de ser bastante delgado, la camisa le queda un poco suelta pero no se ve mal.

—Son... palomitas, lorito. Se comen cuando ves una película. Son saladas, aunque también hay de dulce. Sólo que no debes comer muchas o tu pancita dolerá mucho.

Louis se acerca y le hace cosquillas en el estómago de Alex, él estalla en risas, que hacen al castaño sentirse pleno.

—¿Son ricas? —su naricita se arruga. Espera una buena respuesta por parte de su padre, porque si no son buenas no sabría con que cara decirle a Nic que no quería comerlas.

—Bastante, aunque puede que a ti no te gusten. No pierdes nada probando.

—Nic dijo que las comeríamos hoy. ¿Me das permiso?

—Siempre, bebé. Pero recuerda, no queremos enfermos aquí ¿o si?

Alex niega con la cabeza. Louis termina de arreglarse. Peina su cabello aún húmedo, se echa colonia y se mira por última vez al espejo.

—¿Me veo bien, bebé? —le pregunta a su hijo y éste asiente rápidamente, con los pulgares hacia arriba.

Una bocina suena abajo. Louis acecha y reconoce el auto de Harry, además de que el se encuentra bajando. Termina de arreglar la mochila de Alex lo más rápido que puede. Mete en ella su manta favorita, uno bóxers extras por si llega a tener algún accidente en la noche y la funda para guardar sus lentes. Entre sus brazos, Alex toma al oso que a padre le regaló hace ya un tiempo. Y no, no Louis. Su otro papá.

Cuando bajan, Harry está aparragado sobre su auto y su cabello está un poco revuelto gracias a la ventisca. A él parece no estorbarle, tampoco lo hace lucir mal. Al contrario le da un toque más relajado y juvenil. Se saludan con un beso en la mejilla y se apresuran a subir al auto. Hay poco tiempo, pueden perder la reservación del restaurant.

Dejaron a los niños en casa de Anne y para Louis fue incómodo tenerla tan cerca. Se sentía bastante hipócrita, con una sonrisa en la cara y besándole la mejilla de despedida. Se la imaginó diferente, creyó que sería arrogante y le juzgaría. Estaba equivocado. Ella todo el tiempo estuvo sonriente y aceptó a su hijo a pesar de tener la pijama un poco andrajosa, incluso le hizo uno que otro cumplido al pequeño para que entrara en confianza. Le aseguró a Louis que se quedaba en buenas manos, y él confiaba.

Fueron al restaurante favorito de Harry. Uno elegante y cerca de su casa. La decoración era bastante bonita y sencilla. Largas lámparas colgaban desde el techo llegando más arriba de la mesa, sus luces eran tenues pero aún podías ver bien. Al centro del restaurant había un gigante candelabro, también colgante con velas artificiales. Harry le explicó que eso servía para cuando celebraban una que otra boda ahí. Las mesas eran de madera pura, pintadas en marrón oscuro al igual que las sillas, éstas tenían un pequeño colchón en la parte del respaldo y en el asiento. La gente estaba vestida formal a comparación de ellos, con ropa casual y vaqueros. El de ojos verdes tenía una camisa de manga tres cuartos y el brazalete que Louis le hizo, adornaba su muñeca. Inconsciente, el castaño alargó la mano y acarició los hilos de ésta, sonriendo, sintiendo la ya tan conocida seda bajo sus dedos. Harry no dijo nada y siguió ordenando por los dos.

El menor se abrazó a si mismo, inseguro. Ahora venía a sentirse pequeño a lado de Harry, literalmente lo era, pero no se refiera a ese aspecto. Tenía bastante tiempo sin ir una cita, la última fue con el papá de Alex, a escondidas para que nadie los descubriera. Fue la noche que quedó embarazado de él. Así que no sabía como actuar.

—No estés nervioso. Estamos bien.

Harry dijo y le tomó la mano sobre la mesa. Y vaya que eso calmó a Louis.

×××

Comieron bastante y Louis cree haber subido unos kilos de más. Harry tal vez exageró un poco con la comida. Pidió bastante, como si una familia de 5 personas fuese a comer. Louis terminó su plato y se sintió totalmente satisfecho. El rizado se acabó todo y dijo que no se sentía tan lleno. Lo entendía un poco, Harry está acostumbrado a comer bastante y como su cuerpo es grande y además hace ejercicios, lo necesita.

Ahora están sentados en la sala del mayor. El castaño se ha quitado los zapatos y sólo tiene los calcetines puestos, el rizado se quitó las botas junto los tines. La casa le pareció bonita al ojiazul, era bastante modesta.

Louis ríe fuerte cuando Harry le cuenta un chiste bastante malo. Han tomando cinco copas de vino y en el más bajo parecen ya hacer efecto. Su boca se siente un poco pesada y las palabras ya no salen con la misma facilidad a cuando estaba completamente lúcido. Va un poco más atrás en sus recuerdos y por lo que parece ser, hace más de medio año que no prueba alcohol. Había sido en la fiesta de una vecina de piso, sólo tomó una botella de cerveza porque no quería hacer sentir mal a la festajada.

—¿Dónde está el padre de Alex? —cuando se encuentran más en confianza, el rizado cuestiona, tratando de no sonar atrevido.

Louis sonríe un poco melancólico, sintiendo como su corazón se arruga en decepción.

—Con su esposa, imagino.

—¿Es casado?

Louis asiente. Y siente que sus lágrimas pronto saldrán. Harry lo nota la pasa una mano por su cabello color caramelo, haciéndole saber que está ahí, con él.

—Cuando tenía 17 trabajaba como un chico especial, sabes a lo que me refiero. Mamá estaba enferma de leucemia y no tenía como pagar todo, así que eso fue la salida más fácil. Con la edad y aspecto que tenía no me dieron trabajo más que ahí. Llevaba tres meses dentro y entonces él llegó. Alto y delgado, bastante guapo para su edad. Estaba conmigo siempre que iba, a veces me llevaba a cenar, a lugares escondidos para que nadie lo descubriera —se encoge de hombros, limpia una lágrima traicionera que escapa de sus ojos y prosigue—. Una noche le dije que estaba embarazado, y, joder. Creí que estaría un poco feliz.

Sollozó y se acomodó en el pecho de Harry. Él lo recibió, acunándolo contra si.

—Lo primero que me dijo fue que abortara, que él pagaría todo. Dije que eso jamás. Entonces el no volvió y tres meses después me sacaron de ahí. La dueña se enteró que estaba embarazado, ya no servía así, me echó. Mi madre murió cuando tenía seis meses. Alex fue prematuro, nació a los siete por mi estrés y la presión que sentía. Por eso usa lentes, sus ojitos no se terminaron bien.

—¿No volvió? ¿Y cómo tiene sus apellidos?

—Ahí voy. Cuando mi lorito tenía tres meses el vino a la casa. Me dijo que registraríamos al niño como su hijo, el me daría dinero cada quince días y yo mantendría la boca cerrada. Joder, necesitaba mucho el dinero.

—Entonces... es un Styles.

—Así es. Alexander Styles Tomlinson. Hijo reconocido pero ilegítimo de Desmond Styles Archie —se despegó de su pecho, poniéndose recto. Acarició el rostro asustado de Harry y rió—. Te pareces mucho a él. Sólo que más joven y mejor.

—¿Sabías quien era desde el principio?

—Siempre. Él hablaba mucho de su familia. Tú eras su chico estrella, llegué sentir celos de ti. A veces me mostraba fotos de tu hermana y tú cuando eras más joven. Tenías el cabello más corto.

—¿Alex conoce a mi papá? Digo, su papá.

Louis asiente.

—A veces pasa a la casa a dejar el dinero. Juega unos minutos con él y luego se va, diciendo que tiene trabajo que hacer. Es mejor así. Para que no se haga falsas ilusiones. Aunque me duele, porque se ve tan feliz cuando está con él, pero luego llora cuando se marcha.

Por más que limpia sus lágrimas, ellas salen sin aviso alguno. Su cara cae en el hombro de Harry sin querer y llora ahí. Se siente sucio, contando sus problemas al hijo de su ex amante. Poco a poco, deja a llorar y levanta la cara.

Su nariz puntiaguda, se roza con la del rizado y antes que pueda pensar algo, lo está besando. Louis acepta el beso de buena manera porque es dulce, suave y lo necesita. Los labios de Harry son rojos y gruesos a comparación con los de él, delgados. Las manos del castaño recorren el torso del más alto hasta colarse dentro de sus pantalones.

No sabe como ni porqué, pero Harry lo está recostanto en su cama. Le quita la camisa y besa su pecho. Louis se deja hacer y deshacer.

Muerde las clavículas de Louis y gime de gusto. Sus costillas se marcan enfermamente y el castaño vuelve a llorar en vergüenza. Harry las besa también, delicadamente y siente el cuerpo del más bajo vibrar de sollozos. Con las palmas de sus grandes manos acaricia los costados de sus estrechas caderas, dándole tranquilidad. Hay una cicatriz en la parte baja de su estómago y supone que de ahí salió Alex. Pero no quiere pensar en él ahora.

Termina de quitar su ropa, desviste a Louis tranquilamente. Disfrutando su cuerpo y su calor. Lo prepara con los dedos. Después de un rato, Louis olvida sus inseguridades y comienza a jadear, aceptando el placer que Harry le da. Sus dedos son largos, casi rosan sus próstata y se siente demasiado bien.

Lubrica su pene y entra lentamente. Louis se abraza bien a él, sus dedos se entierran en la piel caliente de los brazos y quedan blancos por la fuerza con la que lo hace. Harry es grande así que duele un poco, pero lo soporta. Penetra a Louis hasta que se viene dentro de él. El castaño se pone de espaldas y pide más. Necesita más. Le gusta estar con Harry de ésta manera, porque aunque sus embestidas sean duras y rectas, le habla al oído sin decirle cosas con morbo. Como Des lo hacía.

Entra otra vez en él, está un poco estirado ahora pero sigue apretándose bien a su miembro. Y lo vuelven a hacer. Harry le habla otra vez a Louis en el oído, calmándolo y diciéndole cuanto le gusta tenerlo así, bajo de él, sudando y jadeante. Louis se limita a gemir su nombre y morder la almohada para no hacer un escándalo. Porque era en verdad ruidoso.

Cuando terminan, limpia sus cuerpo con una toalla de baño. Louis cae dormido, abrazando el brazo aruñado de Harry, sisea un poco de ardor pero no dice nada. Deja que se acomode y que descanse. Lo observa en la oscuridad. Es precioso, la boca se le seca. No tiene palabras suficientes para describir cuan increíble es. El reflejo de la luna en su rostro le hace justicia, parece una pequeña obra de arte, luciendo sereno y calmoso. Su cuerpo sube y baja al compás de su respiración, tranquila.

Oye su teléfono sonar. Es el de Louis, lo mira y Des S. dice el lector de llamadas. Su cuerpo tiembla y no sabe como reaccionar. Hacerlo con el castaño le hizo olvidar por un momento ese detalle. Después de una respiración profunda; contesta. No quiere molestar a Louis porque parece que lleva varias noches sin dormir.

—¿Me puedes explicar que hace Alexander en mi casa, con mi nieto? —Des habla apenas el teléfono es descolgado. En su voz se oye un enojo evidente. Harry conoce ese tono de voz.

—¿Papá? —es lo único que dice Harry, decepcionado. Tenía un pequeño rayito de esperanza y que no sea verdad, que Louis le haya mentido.

Ojalá hubiese sido así.

—¿Harry? No entiendo.

—Yo tampoco, ¿Sabes? —dice, ya sus ojos pican.

Su padre siempre había sido su ejemplo a seguir, pero ahora le daba pena y un poco de asco. Había engañado a su madre, una mujer buena y enamorada perdidamente de él, le había entregado todo de ella y le pagaba así. Ni Louis, ni su madre y mucho menos el pequeño Alex se merecían esto.

—Voy para ahí. Iré por mi hijo y Alex —es lo que dice y cuelga el teléfono.

Se viste rápido, con un pantalón de lana y una playera de su vieja Universidad. Deja un beso en la cabeza de Louis, quien ahora abraza a una almohada y al parecer, no se percató de nada. Le da un último vistazo y sale corriendo para su auto.

Trata de no llorar de decepción de camino ahí. Joder, que sorpresa se había llevado. Su padre, su ejemplo a seguir, el hombre al que le guardó respeto desde pequeño... Le había mentido a toda su familia, se sentía desilusionado. Cuando llega es tarde y todas las luces están apagadas, excepto la del salón de estar. La muchacha que hace el aseo le abre. En el sillón, Alexander llora en voz baja, con su mochila en la espalda, abrazado a su viejo peluche. Desmond sólo le mira, molesto. Nic está arriba durmiendo con Anne, no están enterados de nada.

—Llévatelo y que no vuelva. Nunca. Nicolás se puede quedar —Des se acerca a su hijo mayor y le habla de cerca.

—O Alex se queda con Nicolás o los dos se van —Harry dice—. Tú decides.

—Él se va, Nicolás se queda —apunta al niño.

—Pero yo me quiero que-quedar, papá —Alexander llora más y Des lo calla.

—Aquí no, Alexander. Y no me digas así.

Harry niega la cabeza. No sabía que alguien podía ser tan desalmado con su propio hijo. Avanza con una punzada en el pecho a donde está Alex, lo carga entre sus brazos y llora más fuerte, muerde el hombro de Harry, tratando de callarse pero no puede. Le duele el rechazo de su padre. Sale de la casa, quita la alarma del coche y mete al niño en el. Alex grita cuando ve que Harry le dejará solo, le dice que espere ahí, que irá por Nic y volverá pronto. Alex entiende y se queda sentando. Vuelve con su hijo en brazos, salió sin despedirse de nadie. Dejó a Nicolás en el asiento de atrás y Alex se pasó adelante, para que su amigo pudiera dormir cómodo.

Harry abrochó su cinturón de seguridad y el de Alex. Arranca el auto y comienza a avanzar por las calles casi desiertas por la hora que es. Algunos clubs están abierto, brindándole a sus clientes una noche de diversión.

—¿Eres mi hermano? —preguntó Alex. El rizado dio vuelta a la derecha y paró en el semáforo rojo. Ha dejado de llorar, pero su respiración es un poco errática.

—Eso creo, pequeño —le sonrió calidamente.

—¿Por qué a ti papá si te quiere y a mi no? Tiene fotos tuyas por toda su casa. Mías no.

Niega con la cabeza. Y de verdad que no sabía porque. Si Alexander era un niño encantador e inteligente. Tenía una chispa increíble. Sabía leer y escribir porque Louis le ha enseñado. Hace sumas y restas y jamás ha pisado un salón de clases. A pesar de ser un niño, Harry le admira por su valentía y fortaleza. Es apenas un ser de 6 años y ha pasado tantas penas.

La conversación acaba ahí y Alex no insiste más sobre el tema. Se entretiene mirando las luces de los faros o uno que otro letrero luminoso de una tienda 24/7.

En la casa, Louis está vestido con unos sus bóxers y una camisa de Harry que encontró por ahí. Los dos niños se meten a la casa, caminando medio zombies, como Nicolás dijo. El lorito corre a su papá y lo abraza. Le cuenta todo entre lágrimas y Louis le pide mil veces perdón por dejarlo ir, aún sabiendo la consecuencias. Alex dice que no hace falta disculparse, porque de todos modos se divirtió con Nic y la señora Anne. Dijo que comieron las palomitas y que ahora es su comida favorita. Miraron un par de películas sobre super héroes y el pequeño rizado había perdido su apuesta sobre quien se dormía primero.

Mientras tanto, Harry cambiaba las sábanas de la cama.

Ahí dormirían todos. Hay otra habitación en su casa pero no una cama. Sólo está llena de juegos y juguetes de su hijo. Harry toma una nota mental sobre comprar una nueva. Cuando todos están más tranquilos y muy somnolientos, suben a la cama y se acomodan, un poco apretados pero calentitos. Y se duermen, los cuatro en la misma cama, bajo la misma manta gruesa. Soñando que mañana sería un día mejor.

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