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Capítulo 10

Todos pasan con carpetas en sus manos, caras serias y ropa formal. Dan un corto 'buenos días' a los presentes y siguen su paso hasta sus puestos. El trabajo que Jisoo le dio era de asistente personal de la castaña, no sabía si en realidad necesitaba una, pero Jennie dijo que le venía bien. Está sentanda, haciendo nada mientras ve a la coreana trabajar en su computadora, sin prestarle atención. Muerde su labio inferior, juega con sus manos y mira al piso, está muy aburrida. Su mochila está a su lado, la toma y revisa si tiene algo con que entretenerse.

Por suerte, aún hay un par de hileras dentro. Empezaría nuevas pulseras para Wooyoung ya que se las habían cortado todas. Inicio haciendo un nudo al extremo, después trenzándola firmemente. Quería que le quedara bien, así que era mejor hacerla como se debe.

—¿Tienes calor? Puedes prender el aire o el ventilador —Jennie le propone, con la vista en la pantalla del ordenador.

—Gracias —deja la pulsera.

Se para a buscar el control del aire acondicionado. Cierra la puerta para que el aire se mantuviera dentro. Lo prende y pronto siente la frescura que éste le brinda. Vuelve a su lugar, tomando la pulsera apenas comenzada.

—Ayer Jeongin me habló en la noche, dijo que su hermanito se parece a su mamá y que extraña a Woo. También propuso hacerle una pequeña bienvenida para cuando esté de vuelta.

—Suena bien —no dice más, tampoco parece emocionada por la idea.

Las cejas de Jennie se juntan, Lisa ha estado actuando así desde que la dejó con Jisoo. Supone que hay algo más que no le ha dicho. No quiere desconfiar de ella, pero con esa actitud no lo puede evitar. A veces se ponía nerviosa, otras no prestaba mucha atención a lo que le decía. Ha tratado de darle un par de besos, pero la rubia sólo voltea el rostro.

—Bebé, ¿estás bien?

—¿Ah? Excelente, como siempre. Mira, le estoy haciendo nuevas pulseras a Wooyoung, ¿quieres una? Puedo hacerle a Jeongin unas y-

—No, Lisa. Estamos bien pero gracias. Sólo quiero saber como estás, desde lo de mi madre estás rara, si no estás cómoda con el trabajo...

Lisa traga saliva audiblemente. El beso que tuvo con Jisoo ha estado rondando por su cabeza desde ese día. Se siente culpable. Quiere decirle a Jennie pero no sabe como. Tiene miedo de que se moleste y deje de confiar en ella.

—¿Te dijo o hizo algo? —apoya los codos sobre su escritorio de cristal.

Niega con la cabeza, su cabello se mueve lentamente de un lado a otro por su frente.

—Yo- Jennie no quiero que te molestes...

—Me molesta que no me digas que pasa.

Tiene razón. Se supone que están dentro de algún tipo de relación, y lo que debería abundar es la confianza y comunicación, sean o no una pareja formal.

—Cuando... Cuando me dijo todo eso me sentía mal... No sabía que decir o hacer —murmura por lo bajo—. No sé como sucedió o en que momento ella-ella me besó.

La mirada de Jennie se torna dolida, toma un respiro y pregunta:—¿Seguiste el beso? —está esperanzado de que Lisa le diga que no, que se apartó e incluso le dio una bofetada o algo.

Pero ella no contesta, baja la cabeza y Jennie pude ver como una gota de lágrima cae. Se para de silla giratoria y da una vuelta por su oficina a pasos morosos. Toma entre sus dedos su cabello y lo peina un poco en acto de nervios. Queda de espaldas a Lisa, al otro lado de la habitación, llena de aire sus pulmones, dejándolo salir pausado.

—Jennie-

—No, está bien, ¿sabes? Lo entiendo —sonríe como si en verdad lo estuviera, pero no lo está. Sus ojos lo dicen—. Tú estuviste con mamá antes, y también te enamoraste de ella. Todos somos débiles a lo que alguna vez no hizo fuertes.

Lisa dice que no con la cabeza y solloza.

—Yo no quería, pero tampoco pude... perdón. No sabes cu-cuánto me arrepiento.

—No te arrepientas de algo que hiciste, deberías arrepentirte de lo que no hiciste... —alza sus manos al aire, moviéndolas—, tienes el día libre, no creo necesitarte por hoy.

—Jen, no...

—Por favor, Lisa. Te lo digo como tu jefa.

Arregla sus cosas dentro de la mochila. 

—Lo siento.

Dice antes de salir.

[...]

Fuma un cigarrillo a las afueras del edificio. Se sigue sintiendo culpable, pero más tranquila de que le ya se lo dicho. No sabe a donde más ir. Puede que a su casa pero se sentiría sola.

Frente al edificio está uno de los restaurantes de Jisoo. Fue el primero en abrir hace un par de años ya. Hay un chico con el cabello castaño haciendo lo mismo que ella, fumando con la espalda recargada en la pared y las piernas encogidas para no estorbar a la gente que pasa. Su rostro es inexpresivo, tiene bolsas bajo los ojos y están rojos. El castaño nota que Lisa le mira, se para, mira a los dos lados de la calle y cruza. Se sienta a un lado de la rubia. No dicen nada. Lisa no sabe quien es.

—Soy Chanyeol —dice el hombre, sacando otro cigarrillo de la cajetilla. Lo prende y le una profunda calada.

—Lisa —dice un poco desconfiada. Abraza sus piernas más cerca de su pecho, tirando el cigarrillo que ya está terminado.

—No estás bien.

—No, no lo estoy...

—Nadie lo está —tose y suena ronco—. Nunca nadie lo va a estar —dice eso y se limpia una lágrima rápida—. ¿Qué hiciste para estar así? —Chanyeol tira la ceniza del cigarro.

—Engañé a mi- no sé que somos.

Asiente el de cabello marrón.

—Si, me ha pasado. Es feo pero siempre todos merecen una segunda oportunidad...

—Eso creo... tú pareces triste.

—Lo estoy.

Hace una mueca con la boca, trata de hablar pero no dice nada. Aplasta el cigarro contra la acera.

—Tenía... tenía cinco años. Él no merecía eso.

—¿De qué hablas?

—Mi hijo murió hace dos días... Joder, fue demasiado. Lo que me deja más tranquilo es que ya no sufre —se sorbe la nariz—. Era muy débil, siempre lo fue pero a su mamá y a mi nunca nos importó, porque-porque siempre íbamos a cuidarlo, porque lo amábamos.

Chanyeol, sin pena cae sobre el hombro de Lisa a llorar y ella lo abraza fuerte.

—No pude despedirme de él. Hace tres meses que no lo veía, no me dejaban verlo. Murió en el jodido horfanato, yo quería a mi bebé conmigo, quería cuidar de él pero no podía... Perdóname Alex —susurra, con voz apagada, lastimera.

Los ojos de Lisa se cierran, sus lágrimas caen por sus mejillas y no hace el intento de pararlas. Toma entre sus manos la de Chanyeol y la aprieta, el castaño sigue llorando sobre su hombro.

No quiere estar en su lugar, si su lorito se llegara a ir, ella también lo haría. La vida de su hijo era lo más valioso que tenía. Lo único que merecía la pena para seguir adelante, esforzarse un poco más. Lo extraña y lo necesita consigo, ahora y siempre. Besa la cabeza del castaña que tiembla por la fuerza de sus sollozos, siente que ha mojado sus camiseta pero no importa. Era ese Alexa, lo sabía. El amigo de su hijo, el niño por el que Wooyoung lloró y al que trató de ayudar.

[...]

Jennie está sentada en el sillón de su oficina, mirando a través del gran ventanal que va del piso hasta el techo. Puede ver la calle llena de vehículos que supone que deben estar sonando sus cláxons para poder avanzar más rápido. No hay ni un poco de vegetación cerca, sólo contracciones altas y modernas. Pasa sus manos sobre el mueble, sintiendo la textura afelpada bajo sus dedos.

Piensa en Lisa. En verdad la entiende, fue débil ante Jisoo. La amó y cree que se habrá sentido segura cerca de ella en ese momento. Para Lisa, Jisoo fue una persona de confianza en su tiempo. Jennie lo sabe muy bien. Así que no la culpa. No se siente molesta, ni celosa —cosa rara—, sólo dolida y un poco defraudada. Confía en Lisa y siempre lo hará, pero esto hace que dude un poco.

Busca entre su cajones un cigarrillo. Necesita uno para calmarse. Hay uno con un pequeño encendedor a su lado. Lo prende, siente el sabor a menta, hace una mueca. ¿Cuándo había comprado esa mierda de mentolados?

Sabe que no debe fumar dentro o las alarmas de incendio se activarían. Así que se dirige al ascensor. Se mira al espejo, con su mano desocupada arregla su cabello. Las puertas de abren en el primer piso. La recepcionista está hablando por teléfono, le saluda con un asentimiento de cabeza y le corresponde. La entrada principal del edificio se abre automáticamente cuando está cerca de los cristales. El calor de afuera le golpea el rostro y se siente horrible, se acostumbrará.

Lisa. Oye sus sollozos, la ha escuchado llorar tantas veces que reconocería su llanto entre miles más.

Se arrodilla frente a ella. Está sola, hecho bolita en el suelo y su cuerpo vibra por sus sollozos, la personas que caminan por ahí la ven con pena y otros con burla.

—Cálmate, bebé. Está bien. Estoy aquí —quita su cabello pegado a su frente. Lisa parece no hacer caso y sigue llorando—. Lili, tienes que volver conmigo, vamos. Te estoy hablando —habla más serio para que le haga caso, parece funcionar. Se limpia la nariz con el dorso de la mano—. ¿Estás mejor? —Lisa asiente pero sigue llorando, sin emitir ningún sonido—. Debes calmarte y decirme que tienes.

Acaricia su rostro, suave y dulce. Deleitándose con la delicadeza de sus mejillas bañadas en lágrimas. Jennie manda a la mierda su cigarro y su vestido recién salido de la tintorería. Toma asiento a su lado, envolviéndola en un abrazo para mitigar su llanto y hacerla sentir segura. Lisa la aprieta, casi lastimándola pero no dice nada.

—Perdón por siempre estar llorando y por-por lo de Jisoo. En verdad, perdón.

—Tranquila, te dije que estaba bien. No estoy molesta, pero si un poco dolida. Nada de que preocuparse. Podremos arreglarlo.

—¡No! ¡No debes ser así conmigo! Debes odiarme aunque sea un poco, hice algo y te traicioné.

—Lisa, si quieres que te odie, o sienta rencor hacia ti no va a funcionar. Así que déjalo estar. Ya pasó, fue un error y está bien. Joder, te amo demasiado como para siquiera pensar odiarte. Además fue sólo un beso, ¿verdad?

El corazón de la menor se para tres segundos para después comenzar a latir más y más con cada microsegundo que pasa. Sus ojos destellan de emoción y boquea. Parpadea, sus manos sudan y no sabe que decir. Obviamente que sólo fue un beso sin importancia. Pero, coño, Jennie le acaba de decir que la ama y demasiado. 

—Jennie, Jennie, Jennie —susurra para ella misma, agarrando su cabeza—. ¡Jennie! Mierda.

Se sube a su regazo sin importar quien la ve o si está armando un show. Aprieta el rostro contrario con sus manos, los ojos de Jennie se abren pero se ríe.

—¡Nunca va a ser más que un simple beso! Estoy muy emocionada, espera —respira y ríe—. Te amo.

Confiesa. Sella sus labios en un beso perezoso, el cual Kim responde apenas siente cerca su calor. Enrrolla sus brazos alrededor de la pequeña cintura de la rubia, y ella pierde sus dedos dentro de las hebras achocolatadas de Jen. Sus lenguas se acarician suavemente, Lisa gime y saben que tienen que parar.

—Te amo —repite, rozando sus narices.

Se acerca el fin.

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