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Capítulo 03

Abre los ojos, la luz le ciega un poco, los cierra rápido y los abre nuevamente, poco a poco, acostumbrándose a la claridad. Si hay sol, significa un día caluroso, aunque lo duda, el clima en Seúl cambia cada dos por tres. Aclara su mente y recuerda todo los sucesos de anoche. La cita, la revelación de Lisa, después ellas haciéndolo y ¡pum! Wooyoung llorando. Ver al niño así le destrozó todo dentro. Siente que algo falta y se da cuenta que la cama está vacía. Completamente. Sólo está ella, con las sábanas enredadas en sus piernas. No hay ruido en la casa, y eso le asusta. Da vuelta y queda en el lugar donde Lisa durmió. Olía a ella. Era fresco, dulce, sin llegar a ser empalagoso. Estira y truena sus huesos antes de ponerse de pie, le encanta esa sensación de que durmió cómoda, bien acompañada.

Hay una nota en su buró, la lee. Es de Lisa, en ella está escrito su número de celular, y sonríe. Su letra es algo desordenada pero bonita y original. Abajo está Jeongin, desayunando cereal con leche y su uniforme del colegio puesto. ¡Joder! Era lunes, tenía que llevar al niño a clases. Se pone una camisa de pijama, asea su cara y boca. Toma las llaves del auto y ayuda a su hijo a ponerse la mochila sobre su espalda.

—¿Viste a Lisa irse? —pega el coche cerca de la acera, justo al lado del colegio infantil. Hay unos cuantos avisos pegados fuera de éste pero no tiene tiempo para leerlos.

—Ella me vistió y me dio el desayuno. Dijo que se le hacía tarde, no sé para que, no dijo.

Asiente en comprensión y despide a su hijo con un beso tronado en la mejilla. Cuando esté en la oficina la llamará.

[...]

Una semana y Jennie nunca le llamó. Lisa entendía, fue cosa de un rato y estuvo bien. El sexo estuvo bueno, lo acepta. Pero lo que no acepta es otro corazón roto. No tenía tiempo de pensar en eso ahora. No ahora que Jisoo estaba en camino a hablar con ella. Sabe que la mujer está enojada y puede esperarse de todo.

Abre sus ventanas porque hace un poco de calor, no quiere sudar. Cuando corre las cortinas el sol choca con su rostro y le lastima la vista, achica los ojos para no hacer tan grande el problema. Con las cortinas y ventanas abiertas, se asoma, mira a la gente pasar, todos traen ropa que les cubra del fresco, el astro de luz acaricia sus cuerpos y parecen disfrutar de ese calor que les brinda, algunas tienen los labios hacia arriba, esbozando sonrisas. Lisa niega con la cabeza cuando ve a Jisoo bajarse de su auto. Abre la puerta y esta ahí, más molesta que nunca. El miércoles le habló diciéndole que tenían que conversar muy seriamente. Así que, hoy viernes, lo harían.

La mujer mayor entra al pequeño departamento y agradece de su hijo —porque lo es— esté dormido. Observa todo a su alrededor y nota que está como la última vez que vino, hace poco fue pero Lisa acostumbra cambiar las cosas de lugar porque le aburre.

Ella rueda los ojos cuando ve a la azabache sentarse en el sillón, cruzando sus piernas.

—¿Qué hacía Wooyoung en mi casa? ¿Y tú que buscas con Jennie? ¿Más dinero?

—Yo no busco nada de ella. Para tu información, ella me busca a mí. Y en realidad, si necesito dinero. 65000 wones cada quince días en estos tiempos es nada. Pero no por eso veo a Jennie. Es sólo una amiga.

—Te doy el dinero justo para que el niño coma —se para rápido, y con su mano, agarra la mandíbula de Lisa, fuerte, lastimándola. La acerca a su cara y ella gime de miedo—. ¿Quieres más dinero? Te lo daré, pero te alejas de mi hija y mi nieto.

—Wooyoung no necesita sólo comida. Tengo que pagar la luz y el agua. No alcanza. Además no me voy a vender por tu dinero. No otra vez.

Jisoo ríe, irónica.

—Escucha bien lo que te digo, Lalisa. Aléjate de mi familia. O te vas a arrepentir. Muy bien puedo llamar a seguridad infantil y mostrarles en las condiciones que mi hijo vive, para que te lo quiten de una vez por todas.

—No serías capaz —sus ojos y nariz se tiñen de rojo. Pronto comenzará a llorar.

—No me retes.

Suelta el rostro de Lisa, y le empuja un poco, haciendo que caiga al piso. Saca su cartera y le tira el dinero, la rubia se cubre el rostro en un acto de reflejo y protección.

—Nos vemos en quince días. Cuida de mi pequeño —dice cínicamente y sale, cerrando la puerta detrás de ella.

Corre al baño y vomita en el inodoro. Siente asco, pena de si misma. Llora antes de tirar la cadena. ¿Por qué tuvo que ser ella? ¿Por qué el destino tuvo que ser tan cruel y juntarle con ella? ¿Por qué tuvo que creer todas sus mentiras?

Oye ruido en la habitación, se apura a lavarse los dientes y la cara. Con la toalla pequeña se seca el rostro y se muerde el labio.

—Mamá, ¿estás ahí?

Tose un poco, tratando que su voz no suene tan rota. No quiere asustar a Wooyoung y que la atormente con preguntas que no sabrá como contestar.

—Aquí estoy, lorito travieso. En un minuto salgo.

—Apúrate por fis, me hago pis.

Lisa suspira unas veces más hasta que se le pasa un mareo. Abre la puerta y le sonríe al niño, quien tiene las manos en su entrepierna, aguantándose las ganas. Entra apurado y hace sus necesidades.

Lo baña tranquilamente, mientras juega con un barco que compró en un tianguis de segunda mano, es grande y de plástico duro. Hace voces diferentes para cada personaje de la historia de su juego. Lava su cabello con cuidado de que el shampoo no entre en sus ojos, se asusta levemente cuando su mamá le echa el agua en la cabeza sin avisar. Seca su cuerpo con la toalla azul que tiene un pequeño hueco en la punta. La panza de Wooyoung ruge y ríen. Su hijo necesitaba ser alimentado.

—¿Qué te parecen unos hot cakes de nutella y una malteada de fresa en la cafetería del norte?

Él aplaude feliz. Lo viste rápido con un pantalón deportivo y una sudadera. Afuera hace un poco de frío, no quiere a su lorito enfermo.

Come pausadamente para no atragantarse y disfrutar el sabor del chocolate combinado con la fresa. Wooyoung le pregunta a su madre si no quería un pedazo, dijo que no, que ya ha comido un sándwich en casa. ¿Pero de qué? Se pregunta el niño, hace días que no van al super y no hay nada más que agua en el refri. Después de 30 minutos, ha terminado de comer y su madre está pidiendo la cuenta. La joven amablemente le cobra a Lisa, se despide diciéndoles que vuelvan pronto y ellos sólo le sonríen.

La rubia le dice Wooyoung que tienen que pasar a un lugar antes de ir al parque, él dice que está bien. Caminan hasta ahí, algunas veces chocando con la gente que pasa y disculpándose con ellas. Revisa la hora de su celular cuando entran a la farmacia. Son las 12:30 pm el sol está caliente pero el aire es frío. No entiende el clima.

—¿Estás enferma, mami? —el niño frunce el ceño cuando sube el escalón de la farmacia.

—No, bebé. Es otra cosa. No te preocupes. Nada grave.

Compra una prueba de embarazo y sale. La guarda en su mochila y se dirigen al parque. El camino no es tan largo, pero tardan un poco en llegar porque Wooyoung se entretuvo con un pequeño perro. Cerca de el parque, está el colegio privado infantil, Lisa lo admira, es bonito y de construcción alta. Desearía que su lorito asistiera ahí, que recibiera la educación que merece.

Extiende la manta sobre el piso y comienza a ordenar las pulseras. Wooyoung tararea una canción que escuchó de la tv de la farmacia y arranca el pasto de donde está sentado. Se sienta a un lado de su hijo y besa su cabeza. El timbre retumba, los niños comienzan a salir apurados.

—Mamá, ¿por qué yo no puedo ir a la escuela?

—No sé, bebé.

Y si sabe. No tiene dinero suficiente para comprar uniformes, útiles y mandarle desayunos sanos y dignos todos los días. Pero no se lo dice. Tal vez en un futuro, si llega a conseguir un trabajo mejor, podría inscribir a Wooyoung en una escuela pública. Espera que así sea.

—Mira, ese es Jeongin. ¡Jeongiiiin! —grita Wooyoung, agitando las manos para llamar la atención del otro.

Jeongin voltea, le saluda con una sonrisa. Está de la mano de una mujer bien vestida y bonita. Muy bonita, y muy embarazada. Es alta, su cabello rubio cae por sus hombros dando vueltas, pareciendo largos resortes. Ella escucha lo que su hijo le dice al oído, sonríe ladinamente y cruza la calle hasta llegar con ellos.

—¡Wooyoung! —el niño abraza al hijo de Lisa, los dos sonríen. Les gusta ser amigos y jugar juntos, se aprecian mucho.

—Buenas tardes —ella dice—. Soy Rosé, la madre de Jeongin. Él no para de hablar de su hijo y sus pulseras, está encantado. Jennie me ha dado un par. Son divinas, ¿tú las haces?

—Todas y cada una de ellas —sonrió orgullosa. Le encanta que la gente le haga comentarios sobre lo bonitas y coloridas que las pulseras eran, le subían mucho el ánimo.

—Mira, Woo. Aquí está mi hermanito.

Jeongin trae a su hijo de la mano, lo acerca a la panza de su mamá. Ella ríe y acaricia el cabello de los dos niños. Wooyoung abre la boca grande, sorprendido. Jamás había estado tan cerca de alguien con un bebé dentro. Pone sus pequeñas manos sobre el estómago de la mujer y chilla cuando siente movimiento.

Lisa pasa la mano por su estómago, quiere vomitar. Tal vez aquí tengas otro hermanito, piensa. No sabe como sentirse al respecto. No quiere estar embarazada, con trabajo puede con Wooyoung, no quiere traer a otro bebé al mundo sólo a pasar hambre. Pero no está segura, tal vez todo ha sido producto de su mente y sus nervios porque Jennie no ha llamado para nada.

—¡Woooow! Yo quiero un hermanito, tu mamá es mi-

Tapa la boca de su hijo antes de que diga más. Su lorito no entiende porque hizo eso pero se encoge de hombros y se va con Jeongin a ver las nuevas pulseras que su mamá hizo en la semana.

Rosé compra un par, dice que para su mamá y su esposa. Ellos se van felices, con ese dinero Lisa podrá ir al supermercado y comprar un poco de pan y jamón. El dinero que Jisoo le dio serviría para la luz y el agua.

Esa fue la única venta del día. Caminan a la terminal del metro, jugando con Wooyoung a no pisar las rayas del suelo. Se suben y se dirigen a la estación que va al super.

Con Wooyoung en el carrito, Lisa pasea por los pasillos viendo que puede agarrar con el poco dinero que tiene. Ha tomado pan blanco, jamón, leche y jugos. Las luces del lugar son blancas, casi segadoras, hay varias familias comprando de a montones para llenar sus despensas, algunos niños corren, inquietos por dirigirse a la sección de sus juguetes, sus padres los regañan pero no hacen caso, siguen con la emoción.

—¿Podemos conseguir piña para hacer paletas heladas? —el lorito está leyendo las botellas de jugo. Levanta la vista y mira a su madre detrás de los cristales de las gafas.

—Claro que sí.

Va hasta las frutas y toma la piña más grande que ve. Pasa por el pasillo de aseo personal, toma jabones con aroma a canela y cítricos, los favoritos de Wooyoung. Shampoo todavía queda bastante en casa. Ve unas gomas para cabello y sonríe. Hay paquetes grandes, la mayoría son de varios colores, pero le llaman más la atención las negras porque se van más fuertes.

—Looorito —canturrea.

—¿Si, mami? —alza la mirada y se acomoda los lentes de ver.

—¿Qué prefieres? ¿Un corte de cabello o ligas para amarrarlo?

—Ligas, por favor —él dice. Lisa nota en su sonrisa que su diente ya está creciendo.

Las pone en el carrito. Tenía todo. Pasea un poco más por el supermercado, curioseando las cosas que hay. Cuando se vio aburrida fue a la caja.

—¿Encontró todo lo que buscada? —la cajera sonrió amable a la rubia y ella pensó un poco. Alargó la mano, tomando un paquete colorido de chicles con sabor a frutas—. ¿Ahora si?

Lisa asiente. Ella le cobra, su sonrisa nunca se borra de su rostro. Un joven embolsa sus compras y se las entrega. Carga la mayoría de las bolsas, Wooyoung le había dicho que quería ayudar, así que le dio la bolsa donde estaba la piña.

—Es muy poco —se quejó. Lisa rodó los ojos con cariño y sacó el paquete de gomas para cabello, lo metió a la bolsa junto a la piña. Wooyoung sonrió—. Perfecto.

Hicieron el camino a la parada de autobuses, tardando un poco en esperar por su llegada. Ellos se van en el y les dejan a una esquina antes de su apartamento.

El departamento era comprado pero aún así tenía que pagar la luz y el agua al portero. Le entregó el dinero al hombre mayor y canoso, el le agradeció por siempre pagar puntual. Subió con su hijo a su hogar. Metió todas las cosas al refrigerador, Wooyoung fue a la habitación para practicar un poco más su lectura y colorear.

Sacó de su mochila la prueba de embarazo y después de darle un vistazo a su pequeño en la cama, entro y cerró con seguro el baño. Leyó las instituciones y las siguió.

10 minutos más tarde, Lisa sudaba. Falta poco para el resultado. Miro la hora en se celular, agarró entre sus dedos la prueba, sus manos temblaban.

Una raya. Negativo.

Joder. Podía llorar de alivio. Celebraría con un cigarrillo. Fue a su cuarto y su hijo dormía con sólo el bóxer puesto. Le prendió el ventilador, camino a la ventana de su sala. Se sentó en el marco de ésta y prendió el cigarro. Abrió la ventana para que el humo saliera y no se quedara mucho el olor dentro. Caló el cigarro, tiró la ceniza al vacío, no importándole si a alguien le caía. La casa frente a su edificio es grande, de dos pisos. Tiene un gran jardín con diferentes tipos de flores y dos árboles altos. Como hay viento, sus ramas chocan, haciendo un ruido relajante, tranquilizador. Lisa cierra sus ojos, imaginándose que aquella casa es de ella.

—¡Lisa! —le gritaron desde abajo.

Abre los ojos, asustándose. Mira hacia abajo y Jennie está ahí, sonriéndole y mostrándole esas hermosas encías. Le sonríe de vuelta, un poco apenada.

Tal vez viene por más, pensó. Y okay, lo acepta. El sexo es lo único bueno que pueden aprovechar de ella. Y no niega que quiere más también.

—¡Sube! —le grita de vuelta.

Apaga el cigarrillo a medio fumar contra el marco de la ventana, con sus largos dedos arregla su cabello. No tarda mucho y la puerta suena. Abre, Jennie da un paso adelante, besando sus labios. Se siente bien que lo haga, le encanta besar sus labios, más si es de manera lenta y sin apuros.

—Traje comida. Espero que no hayas comido. Es pescado a la plancha con ajo, ¿eso está bien? Podemos pedirte otra cosa.

Su estómago ruge alegre con sólo oír que es. La bolsa tiene impreso el logo de un famoso restaurante chino.

—Es perfecto.

Comen en silencio. Y lo disfrutan, no es un silencio incómodo. Se tienen cerca y a veces rozan sus manos, con eso les basta.

—Perdón por no llamar. Estuve de viaje estos días, fui a unos pueblos cercanos. Jisoo quiere abrir unos cuantos restaurantes ahí. Me mantuve ocupada —Lisa se congela al oír su nombre y recuerda su conversación por la mañana—. Perdón por mencionarla. Lo olvidé.

La rubia se encoge de hombros y bebe su refresco.

—Vino hoy en la mañana. Me reclamó por lo de Wooyoung. Es una imbécil. Dijo que me daba dinero para que te dejara a Jeongin y a ti en paz. También dijo que si no lo hacía, hablaría a seguridad infantil para que se lleven a mi lorito. No te voy a mentir. Tengo miedo.

—¿Eso hizo? Que bastarda. Jamás pensé que mi madre fuera tan... tan así.

—Yo tampoco.

Un llanto se oye un poco lejos y Lisa se ríe por lo bajo. Wooyoung siempre tiene sueños que le asustan pero la mayoría son tontos. Una vez soño que su tortuga moría. Ni siquiera tenían una.

—¡En la cocina, lorito!

El niño entra corriendo, vistiendo un bóxer azul. Rápido, se sube a las piernas de su mamá y se abraza a ella, guardando su rostro rojo del llanto en el pecho de Lisa.

—¿Por qué le dices así?

—Porque habla mucho. Como un lorito. ¿Verdad, amor? —besa la cabeza del niño y él deja de sollozar—. ¿Un mal sueño?

Wooyoung asiente y pide tomar agua.

Jennie pasa la tarde ahí, Lisa le cuenta que en la mañana vio a su hijo con su madre. La castaña habló bien de la mujer y Lisa sintió celos. Muchos celos. Sabe que no debe, porque Jennie y ella no son nada, además Rosé es casada. Pero se le es imposible. Ella es bonita, muy bonita, de hecho. Y a pesar de estar embarazada, tiene buena figura, además parece tener el mismo nivel social que Kim.

[...]

—Me hice una prueba de embarazo —Jennie besaba el cuello de la menor. Wooyoung está arriba, durmiendo. Son las 10 pm y la coreana aún no se va. Dijo que quería recuperar el tiempo perdido en la semana.

—¿Y...?

—Negativo.

Jennie suspira y sonríe.

—Gracias a Dios. Digo, no es que no quiera hijos contigo, es muy pronto. No ahora.

No ahora. Eso retumba en la mente de la extranjera y no puede evitar sonreír. Eso significa que Jennie estará con ella por un rato, ¿no? Al menos eso esperaba.

Así que, besa los labios de Jennie, riéndose, feliz.

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