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ᚐ҉ᚐ 06

La tina está llena, el agua es completamente helada, el frío recorre con gran velocidad hasta llegar a sus huesos, y él está dentro con la ropa puesta.

Cuando Jeongin colgó la llamada, Christopher se vistió velozmente para ir por él. Al abrir la puerta, encuentra al castaño tirado en el suelo y sus brazos tienen pequeñas rayas de sangre. Sin pensarlo mucho lo tomó en brazos, lo subió al coche y condujo hasta su casa, nuevamente. Jeongin parecía no reaccionar a los llamados de Christopher. Al llegar a casa, lo metió a la bañera y prendió el agua helada para hacerlo reaccionar. El ojiazul chilló, pero no salió de la bañera.

Llevan casi media hora así. Jeongin tiene las rodillas pegadas en pecho, la barbilla apoyada en ellas y sus manos juegan suavemente con el agua fría. Christopher está sentando en el suelo, un poco mojado por luchar con el castaño. Su espalda está contra la pared.

No le ha preguntado nada, aunque quiere. Mejor espera a que Jeongin hable primero, cuando se sienta cómodo y seguro.

—Ellos sólo entraron y se pusieron a ver toda la casa. Ayer traté de arreglar lo mejor posible todo, pero fue inútil. El orden fue lo que menos importó —ríe, amargo—. ¿Sabes qué fue lo primero que revisaron? El refri. No había nada ahí. Sólo una botella de agua a medio beber y leche caducada.

Se muerde el labio para no sollozar, pero no aguanta. El llanto abandona sus labios, se lleva la mano a la boca, tratando de callarse.

—Se lo llevaron. Dijeron que no soy apto para criar a un niño, que porque tienen muchas necesidades y la mayor es el alimento. ¿Creen que no lo sé? Joder, no me levanto a las 6am para ir a jugar a los parques —niega con la cabeza. Con un poco de agua se limpia la cara de lágrimas—. Mañana tengo que ir a las oficinas para firmar unas cosas y declarar. No sé qué diré. No hay nada más que decir, ellos vieron como vivíamos y eso es suficiente.

—Mañana iremos. Te dije que te ayudaría a traerlo de vuelta y eso haré. Veremos la manera, ¿okey?

Jeongin se encoge de hombros y suspira.

Necesita saber que su hijo está bien ahora. Cuando la señora tomó a su Pollito en brazos se veía tan asustado y frágil. Pataleaba, lloraba para que lo suelten y lo dejasen con su papá. Jeongin le decía que todo estaba bien y que pronto volverían a estar juntos. Un señor solo se rio, burlándose de ellos.

Sale de la tina y Christopher lo seca. Le presta ropa cómoda para que pudiese cambiarse. El bóxer es grande al igual que el suéter. Si a Christopher le quedaba grande, imagínense a Jeongin. Recuesta al castaño en la cama y dice que volverá pronto, que le preparará algo para comer. Sabe que no ha comido nada en todo el día.

—Jeongin —le llama cuando vuelve al cuarto con un plato de sopa.

Deja el tazón sobre la mesita de noche. Sacude un poco al castaño y no despierta. Coño. Hace un poco más bruscos los movimientos y nada.

Su cuerpo se siente pesado al cargarlo. Lo acuesta en el asiento trasero del auto y se dirige al hospital más cercano. Ahí lo atienden unas enfermeras, llevándoselo en una camilla. Una muchacha le pidió todos los datos de Jeongin antes de irse a la sala de espera. Se sienta a un lado de una señora grande, se ve un poco afligida, su rostro denota preocupación.

—¿Familiares del joven Yang? —un doctor canoso sale de un pasillo con una tabla en sus manos, anotando algo.

Christopher se para y se acerca al hombre.

—Nombre y parentesco con el paciente —el doctor saca la punta de la pluma para comenzar a escribir.

—Christopher Bang y eh-eh pareja —dice. No podía decir nada más. ¿Hermano? No se parecían en nada, y si decía amigo no le darían nunca la información.

—Bueno, señor Bang. El joven Jeongin está muy débil, ¿sabe si come bien? ¿O ha estado bajo presión y estrés? Está muy por debajo de su peso, sus costillas se le marcan un poco y la cara la trae pálida.

—Eh, sí. No come bien y sí, está bajo mucha presión. Por problemas familiares.

El doctor asiente y apunta todo lo que Christopher dice en su hoja.

—Le hicimos exámenes de sangre, pero aún no salen los resultados. No creo estar seguro, pero pienso que estamos hablando de un gran estado anémico. Su respiración es un poco lenta y atascada justo ahora, ¿fuma? Si es así, le está afectado más. La anemia hace que se le dificulte la respiración, y con los pulmones sucios de tabaco, imagínese. Su bajo nivel de hemoglobina debió de haber causado el desmayo.

—¿Está bien ahora? ¿Cuándo podré verlo?

—Tranquilo, Romeo —bromea con una sonrisa—. Él está bien, además de la respiración lenta no tenemos nada... por ahora. Lo estamos alimentando por intravenosa. En 10 minutos empiezan las visitas y podrás pasar.

—Muchas gracias.

El hombre se va, deseándole a Christopher una buena tarde. Como si eso pudiese pasar, piensa. El tiempo pasa y se acerca a donde las enfermeras están para dejar su identificación para poder pasar a la visita.

Ahora Jeongin tiene una bata del hospital, luciendo pálido. Su brazo extendido para que el catéter no le lastimara. Está viendo a la pared, su rostro no tiene ninguna expresión. En la nariz tiene un respirador artificial que lo ayuda bastante. Christopher entra a la habitación y le sonríe.

—Hola —le habla suave y sonríe. Le alegra saber que está bien.

—Hey —deja que Christopher le bese sus labios cuando se acerca—. Perdón por esto.

—Me asustaste, pero está bien. Me tranquiliza saber que estás mejor.

Jeongin ríe y a Christopher le parece tierno.

Hablan un poco sobre lo de mañana. Que irán ahí y hablarán con todas las personas posibles para que les regresaran a Félix. El doctor entra rato después con los resultados.

—Las enfermeras y yo apostamos por un embarazo o la anemia —se sienta en el sillón, abriendo la carpeta—. No sé cuál es peor o cual es mejor. Pero los resultados indican anemia. No hay bebé.

—¿A-anemia? —Jeongin le tiene terror a eso. Pero era de esperarse, con la poca alimentación que tenía

—Así es. Lo bueno es que estamos a tiempo de manejarla. Te daremos una dieta que debes de seguir si quieres estar saludable, además de unas vitaminas. Tienes que seguir todo al pie de la letra sí o sí. Porque sabes la consecuencia, ¿verdad?

El castaño baja la cabeza, contestando afirmativamente.

—Leucemia.

—Exacto. Por el momento empezarás con las vitaminas. Te sacaré una cita con el nutriólogo, ¿estamos? Por ahora es todo, en un rato podrán irse.

La cita se programó para el domingo. Saliendo del hospital irían a buscar ropa de Jeongin a su apartamento y comprar las vitaminas.

—¡No quiero salir así! —hace un berrinche el castaño.

Le han devuelto su "ropa". Era el bóxer y suéter de Christopher. Él le mira directo a los ojos, sabe que si baja un poco la mirada tendrá serios problemas.

¡No tengo ni zapatos! —dio un pisotón al suelo, enojado.

—Ese no es mi problema, bebé. Pero si quieres, puedo cargarte hasta la salida.

—¿No te peso?

—Para nada. Un gatito bebé pesa más que tú.

Jeongin pone cara de enojado, luego se ríe. Si, era verdad.

Amanece y hace sol se cuela por la cortina atada con una cinta. Jeongin gruñe un poco al sentirlo en sus ojos, el rizado parece estar acostumbrado pues no se ve afectado por la luz.

Camina al baño para asearse. A las 10 am tiene que ir a las oficinas de seguridad infantil. Tiene la esperanza de que cuando menos le dejen ver a Félix. Espera que así sea, necesita saber cómo está y como se siente.

Mete su mochila con ropa al baño para ducharse y después vestirse ahí. Se quita la camisa y mira su cuerpo. Sus cotillas ya no se marcan tanto como antes, pero lo hacen.

Prepara el desayuno y lo sirve. Christopher baja con cabello húmedo del baño que tomó. Besa los labios de Jeongin y se sienta a desayunar. Comen en silencio, oyendo los cubiertos chocar contra la cerámica de los platos blancos. Dejan todo para que la del aseo lo lave después. Lavan sus dientes y se ponen los zapatos para salir.

—¿Tomaste las pastillas? —están en el auto, yendo a su cita.

El ojiazul contesta afirmativamente.

Llegan y los hacen esperar un momento antes de pasar. La secretaria dice que hablarán con la juez y Jeongin tiembla. Christopher le tranquiliza diciendo que todo saldrá bien, que sólo tienen que esperar, hablar con ella bien el tema y convencerla de que les den a Félix otra vez. Como si fuera tan fácil, Jeongin pone los ojos en blanco.

—Buenas tardes, tú debes ser Jeongin, el padre de Félix ¿no es así? —ahora están dentro de la oficina con la juez frente a ellos. Es una mujer mayor con arrugas que gritan experiencia. Tiene ropa formal y el cabello recogido en una coleta alta, bien peinada.

—Si, soy yo.

—¿Y usted es...? —mira a Christopher, con una ceja alzada.

—Christopher Bang.

La mujer junta sus cejas, confundida. Lee los papales en la mesa y se quita las gafas de lectura.

—¿Christopher Bang? —él asiente—. ¿El mismo Christopher Bang que puso la denuncia telefónica?

Jeongin y Christopher se voltean a ver entre ellos.

—¿Qué? —dicen al mismo tiempo.

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