Jimin llegó tarde a la empresa el día siguiente, sus muslos y sus clavículas dolían un poco, pero su sonrisa jamás decayó. No porque fuese bueno fingiendo, sino más bien porque no le molestaba el dolor en su cuerpo para nada. Le encantaba.

Claro que al entrar a su clase de canto, su profesor lo miró severo, pero en silencio le indicó que tomara asiento. Jimin se encogió de hombros, pues sabía que mientras se acostase con el sexy hombre que trabajaba con el CEO, era inmune a cualquier queja que hicieran sobre él.

Miró la habitación repleta de chicos y chicas, buscando una silla vacía para él sentarse, encontrándose con los ojos traviesos de sus amigos y guiñándoles un ojo mientras les sonreía al ver a Taehyung palmeando una silla a su lado, invitándolo a tomar asiento.

Jimin comenzó a caminar hacia él cuando de pronto sintió una muy penetrante mirada. Curioso, buscó en la habitación aquella mirada, encontrándose con unos familiares ojos oscuros y una sonrisa inquietantemente perversa.

Jimin lo miró con una ceja levantada y al notar que había una silla vacía a su lado, decidió ir hacia él y sentarse a su lado en vez de junto a sus amigos, quiénes lo observaron con curiosidad, siendo ignorados descaradamente por Jimin.