01
La luna brillaba con intensidad en el oscuro y despejado cielo, sólo ella siendo testigo del pacto que los tres chicos adolescentes hacían en aquella azotea, a quiénes parecía importarles poco que el gélido frío apagara las velas que se esparcían alrededor de ellos. Estaban más interesados en las palabras que decía el mayor.
— Yo, Kim Taehyung, prometo hacer lo que sea necesario para hacer realidad mi sueño, no lastimar a ninguno de los presentes, y que me maten si no cumplo mi promesa.
Los dos menores sonrieron, para después asentir.
— Bien. Es hora de que sellemos este pacto, ¿y qué mejor manera que hacerlo con nuestra propia sangre?
Los chicos miraron a Jimin dudosos, no les parecía muy buena idea el tener que cortarse. Sin embargo, Jimin, al notar que los chicos titubeaban ante su idea, sonrió tiernamente y les miró con falsa inocencia. Sabía que eso siempre funcionaba en las personas.
— ¡Chicos, no tengan miedo! Sólo será una pequeña cortada en la mano, sanará pronto. — los chicos dudaron por varios segundos, pero al ver lo tranquilo que estaba Jimin, poco a poco se relajaron y el pelinegro sonrió aún más ante eso —. Además, prometieron hacer lo que sea para alcanzar sus sueños. Eso significa que no les importará ir al infierno si es necesario, ¿no?
Taehyung y Hoseok lo miraron en silencio por algunos segundos, para luego mirarse entre sí, y asentir mientras regalaban a Jimin una pequeña sonrisa.
— De acuerdo, lo haremos.
— ¡Perfecto! Ahora, denme sus manos.
Los dos chicos estiraron sus manos con la palma hacia arriba para que Jimin pudiese decorarlas con un pequeño corte y líquido color carmesí, haciendo que fruncieran el ceño ante el dolor, y que un pequeño brillo en los ojos de Jimin se intensificara.
Sin dejar de sonreír, Jimin acercó la navaja a su palma y con suma lentitud comenzó a hundir la punta de la navaja en la suavidad de su mano, arrastrándola a lo largo con delicadeza y profundidad.
Al terminar de cortarse, Jimin bajó la navaja al suelo y luego de admirar su obra de arte, dirigió su mirada a sus dos amigos, quienes miraban embelesados al pelinegro, como si de algún modo les hubiese parecido fascinante el verlo cortarse en la palma de la mano y dejar que la sangre brotase y se deslizase por su muñeca hasta su antebrazo.
— Bien, chicos. Ahora juntemos nuestras manos y repitamos lo que dijimos una vez más.
Los chicos unieron sus manos, haciendo un pequeño círculo. Cerraron sus ojos, y luego recitaron las mismas palabras que habían dicho minutos antes.
— Prometo hacer lo que sea necesario para hacer mi sueño realidad, no lastimar a ninguno de los presentes aquí, y que me maten si no cumplo mi promesa.
Jimin abrió los ojos y sonrió oscuramente.
— Oh, esto será tan divertido.
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