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Capitulo único

Aomine toma la pelota entre sus manos, tiene el aro en frente suyo. Duda un momento, pero hace el lanzamiento de todas formas; falla el tiro.

Se encuentra en el gimnasio de Touo, intentando escapar de casa porque probablemente Momoi esté ahí y no lo dejará en paz con todas las preguntas que se ha esforzado en evitar toda la semana.

¿Quieres hablar del tema? ¿Extrañas a esa chica de pelo rosa? ¿Era tu novia?

De tan solo recordar el bombardeo de preguntas de su amiga, le entraba una ira inexplicable, sabía perfectamente que no las contestaría nunca porque ella era su secreto, no porque no la quisiera, todo lo contrario; la amaba como nunca había amado en la vida. Pero eso no fue suficiente para esa niña de piel blanca, que le faltaba tanto por vivir y que por culpa de su mala suerte, tenía consciencia de que no viviría lo suficiente para saber lo que era crecer.

La conoció en el parque, practicando tiros, sin importar si fallaba o no, ella simplemente disfrutaba de jugar con la pelota. Tenía una risa suave y una voz relajante que lo cautivaron desde el inicio, ella se dio cuenta de eso, le dijo directamente que no estaba interesada, debido a que no podría quedarse mucho tiempo, le advirtió que se podía ir.

Pero aún así, Aomine le pidió que se quedará.

Fue un tonto.

Han pasado un par de semanas desde su partida, no ha derramado lágrimas, porque ella le advirtió que era peligroso quedarse, solo que no explicó porqué, con la idea de protegerlo del destino que a ella le esperaba; sabía que solían encariñarse rápido debido a su actitud de niña pequeña que quiere que todos sus deseos se cumplan, intento cambiar eso de su personalidad, pero fue inútil, así que cada vez que conocía a alguien nuevo, le advertía de su partida en cualquier segundo y ellos al entender a lo que se refería, se iban sin más.

Aomine a pesar de no ser el tipo que se enamoraba tan rápido de cualquier mujer, lo hizo, porque las advertencias que ella le mencionó, le preocupaban cada vez menos cuando la escucha reír, o cada vez que lanzaba mal y sus expresiones raras intentando hacer un puchero que a la larga eran intentos fallidos. Para él, era un angelito que esperaba a que la fueran a buscar.

Con el paso de las semanas, Aomine no paró de idealizar la imagen de la chica de cabello rosado. Momoi se dio cuenta de lo distraído que se encontraba debido a Kae, debido a la preocupación que Momoi comenzó a sentir, porque Aomine nunca se distraía tanto por algo, empezó a hacer preguntas y él las intentaba evitar.

Porque no quería asumir que se había enamorado con locura, no quería aceptar que aquellos sentimientos no podrían ser correspondidos debido a que la muerte los separaría en cualquier momento.

En algún momento de su día cotidiano, le llegó una idea a la mente, no le dolía el haberla perdido; le dolía que aunque ella sintiera lo mismo, aún así lo haya rechazado.

Excepto una vez.

Ese día ella lo esperó fuera de la preparatoria, no se sorprendió mucho al verla ahí, pero lo que si llamo su atención es que llevaba una bolsa consigo, al principio lo ignoro pensando que sería otro proyecto tonto que ella estaba planeando. Se acercó a la muchacha para saludarla, está no perdió el tiempo y le entregó una vieja pelota de basquet, que había perdido el color por lo gastada que estaba. Aomine observó la pelota con curiosidad, no entendía muy bien a lo que iba, pero de todas formas aceptó el regalo.

Fueron a comer hamburguesas, Kae actuaba de forma extraña, al principio, Aomine había decidido no prestarle mayor importancia, hasta que noto que ella estaba tan blanca como un papel.

- ¿Estás bien? -la tomó de la muñeca al darse cuenta de la pérdida de equilibrio que Kae estaba sufriendo, habían terminado la velada y Aomine decidió dejarla hasta su casa. Kae levantó la mirada del suelo, se zafó del agarre de Daiki para finalmente dedicarle una sonrisa un tanto extraña, ese gesto hizo preocupar más al muchacho.

Comenzó a llover de repente, Kae reaccionó rápidamente; tenía que proteger a su amigo de la lluvia, así que decidió llevarlo hasta su casa, hasta que parara de llover, Kae no le dió tiempo a Aomine para rechazar o aceptar su oferta, está lo miró con tanta intensidad que Aomine asumió que tendría que aceptar sus condiciones o algo malo le pasaría.

Al llegar al interior de la vivienda, Kae dejó caer todas sus cosas en la entrada, al igual que Aomine. Ella mientras caminaba hacia el baño, se sacó por la cabeza el suéter del uniforme de la escuela y desabotono su blusa blanca, para finalmente quedar en sostén. Aomine la observaba desde la entrada, se había quedado petrificado al ver esa escena; nunca espero que Kae hiciera algo como eso en frente de él. Luego volvió del baño con una toalla en la cabeza, le tendió otra a Aomine, que todavía seguía analizando la situación.

Kae al verlo tan analítico, soltó una carcajada, que sacó a Daiki del trance.

- ¿Quieres dormir aquí hoy? -le preguntó, como si fuera algo de todos los días. Aomine intentaba no desviar su mirada al pequeño pecho de Kae.

- ¿Y tus padres?

Kae chasqueo la lengua.

- Nunca están, no lo sabrán.

Subieron al segundo piso, Aomine se cuestionaba a sí mismo él porque sus impulsos de adolescente no lo estaban llevando a intentar acostarse con Kae cuando tenía todas las oportunidades para hacerlo si ella aceptará. Kae se puso un poleron que casi no tenía color encima, se sacó sus calcetines empapados y se sentó en su cama.

Ese día, Aomine nunca había experimentado algo como aquella sensación de dar algo más que sexo, que en el fondo de su corazón había tantas cosas que quería entregar sin recibir nada a cambio. Se acercó a Kae y le otorgó el abrazo más sincero que había dado, ella no dudo en corresponder, ambos se acurrucaron en la cama de Kae y se quedaron dormidos rápidamente.

Al día siguiente, Kae despertó sola en su cama, Aomine se había ido sin decirle nada un par de horas antes, todos sus sentidos se vieron afectados, estaba confundido, no sabía exactamente qué era lo que ocurría con él al estar cerca de Kae. En ese momento no lo entendía demasiado, pero tenía sus sospechas. Cuando Kae falleció un par de semanas después, lo comprendió y no ha hecho nada más que arrepentirse de no haberse quedado con ella ese día.

En el funeral de Kae, no derramó ninguna lágrima, tenía que mantenerse fuerte, eso es lo que ella hubiera querido, además, había demasiada gente que no conocía y no quería hacer el ridículo frente a todo el mundo.

Cuando Momoi descubrió que Aomine estaba actuando raro por esa razón, decidió hacerle preguntas respecto a Kae, con la idea de que él se desahogara con ella, pero no lo consiguió, así que optó por rendirse y dejar de hacerle preguntas a Daiki, quien parecía bastante agobiado por el tema.

Un día después del entrenamiento, llegó a su habitación y encontró la pelota desgastada que le había regalado Kae ese día. Al verla allí, Daiki la tomó entre sus manos, con algo de nostalgia, sus manos comenzaron a temblar y comenzó a llorar como un niño pequeño.

Porque la extrañaba como nunca, se arrepentía de haberse rendido y no haberle dicho todo lo que sentía por ella, se culpaba de no ser lo suficientemente valiente para demostrar que la quería sin importar lo que el resto pensara de él.

Al día siguiente, fue a la tumba de Kae, para decirle todo lo que sentía por ella, lo mucho que le gustaba verla reír, molestarla para ver cómo se enojaba, entre tantas cosas bonitas que vivió con ella. Tocó los kanjis que decían el nombre de su querida Kae, tomó una bocanada de aire y dijo:

- No sabía exactamente lo que era encontrar a una "persona especial", pero, si me preguntaran quién sería mi persona especial, serías tú, siempre serás tú sin importar lo que llegue a pasar. -sonrió de lado, con la esperanza de que ella lo estuviera escuchando. - Gracias por todo, enana, nunca te olvidaré, lo prometo.

Y se fue, con una bonita sensación en el corazón.

Fin.

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