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05.2

—¿Entonces no se estaban besando? —pregunta ella.

Me acomodo en mi asiento y sostengo con más fuerza la toalla que me cubre el cuerpo.

—¡Definitivamente no! —exclama Hoseok.

—Puedes apostarlo. Yo no bateo para ese lado —comienzo —, y si lo hiciera, ten por seguro que tendría mejores gustos —me burlo.

Hoseok me lanza una mirada llena de odio y regresa la vista a su hermana.

Dawon nos había atrapado básicamente con las manos en la masa. Había tenido que asegurarle que yo tenía una pequeña basura en el ojo y Hoseok solo trataba de ayudarme.
Viéndolo así tampoco sonaba tan convincente.

—Bueno, siempre puedo fingir que les creo —bufa ella mirándome inquisitivamente.

—De cualquier modo, ¿qué se supone qué haces aquí? —pregunta el castaño —¿No se supone que llegarías hasta tarde?

Dawon alza los hombros y se levanta del sillón en el que se encuentra.

—Mi cita iba algo aburrida —afirma —. Iré a mi habitación, pero les aseguro que aún ahí puedo escucharlos —amenaza antes de desaparecer por las escaleras.

Comparto miradas con Hoseok y nos carcajeamos de la incómoda situación.

—Lo siento —logro articular entre risas.

Él deja de reír y entra en una faceta que no averiguo si es tímida o seria.

—No, está bien —alza su mano y la lleva hasta su nuca —. No fue tan malo.

Siento mis orejas calientes en cuanto termina de hablar.

—¿Te refieres a...? —dejó la pregunta al aire mientras afirmo la toalla a mi cuerpo, sintiendo vergüenza.

—Sí.

Después del silencio que se forma decido que es hora de irme.

—Fue agradable pasar el rato aquí —digo cuando me he cambiado de nuevo.

—¿No dejarás que te lleve a casa?

—¿Acaso esto es una cita? —me burlo y él rueda los ojos.

—Entonces si era una cita —asoma su cabeza la copia de Hoseok en chica por el marco de la puerta principal —. Eso quiere decir que si se estaban besando.

¿Cuándo había llegado aquí?

—¡Dawon! —Hoseok la mira indignado.

—Será mejor que me vaya —me rio, antes de que cruce el portón me giro sobre mis talones.

Le lanzo un beso a Hoseok y su cara enrojece. Tenía razón, esto no es muy heterosexual de mi parte.

Mientras observo el partido de fútbol sentado en las gradas me pregunto si hay algo que Hoseok no pueda hacer bien.

—¿Nos vamos juntos? —me pregunta Jaehwan llegando todo sudado a mi lado.

Procuraba no sacar el tema del otro día, pero sinceramente se veía mucho mejor desde que había comenzado a pasar mas tiempo con uno de los chicos nuevos, Sanghyuk.

—Me quedaré otro rato —le digo observando a Hoseok resbalarse con el lodo después de patear el balón.

—Está bien, cuídate —se despide saliendo de la cancha.

Unos diez minutos más tarde Jung decide que es buen momento para dejar de jugar.
Le paso mi botella de agua cuando se sienta junto a mi. Trago en seco cuando veo su nuez de Adán ir de arriba hacia abajo. Cuando termina de beber pasa el dorso de su mano sobre su boca y la seca.

—Gracias.

—Deberías darte una ducha —le digo señalando sus pantalones y su camisa llenos de lodo y sudor.

—No me gustan las duchas de la escuela.

—Pues deberías apurarte a tu casa —digo.

Él hace una mueca.

—¿Vamos a tu casa?

Me sorprendo cuando se autoinvita. No me molesta, así que le digo que si.
Esta vez cada uno maneja su propio auto. Hoseok va detrás de mí todo el camino y al cabo de unos 15 minutos llegamos.

A diferencia de la suya, mi casa es de colores vívidos y en el garaje solamente hay dos autos, el de Jungkook y el de nuestros padres. Estacionamos en la calle de enfrente y salimos.

—Tu casa es linda —halaga en cuanto entramos.

Jungkook y Taehyung parecen pelear por el control del televisor cuando llegamos a la sala. De cierta forma aún me resultaba extraño verlos juntos.

—¿Y mamá? —pregunto.

Jungkook cede el control a su novio y gira su cabeza.

—Salió con papá a hacer las compras.

—Ya veo. Estaremos arriba —le informo a mi hermano. Entonces jalo la muñeca de Hoseok hasta que llegamos a mi habitación.

Cierro la puerta para no tener que escuchar las voces de los menores reprochándose cosas mutuamente.

—Me gusta tu cuarto. Se siente cálido.

—Puedes usar mi baño. El agua está caliente. Hay toallas limpias dentro.

Hoseok entiende mi invitación y se encierra por un rato ahí dentro.

Me tiro sobre mi cama y me permito descansar un rato. Me quedo dormido sin notarlo.

Jung me despierta poco después. Se asoma sobre mi y su cuerpo se siente caliente aún si no está junto a mi. Lleva pantalones diferentes y algunas gotas aún escurren de su castaña maraña de cabello hasta su torso desnudo.

—Préstame una camisa.

Froto mis ojos y me incorporo por completo. Hoseok toma lugar en la silla giratoria que guardo debajo del escritorio.

—¿Por qué no llevabas mudas de camisas? —le pregunto mientras rebusco en mis cajones de ropa.

—Considero más importante llevar pantalones.

Le lanzo una camisa que me queda chica y él la atrapa cuando está pasando sobre su cabeza. Puesta en él parece haberse agrandado dos tallas. Quizá sean los hombros.

—Me gusta como te sienta —digo refiriéndome a la prenda mía que lleva —. Te ves adorable —me burlo.

Sus mejillas enrojecen, pero él entorna los ojos. La media sonrisa que se escapa de sus labios no pasa desapercibida.

—Eres un imbécil.

—Soy mayor que tú. Respétame —alego.

Hoseok se levanta de la silla y me empuja contra la pared detrás de mi. Mantiene su antebrazo presionando mi pecho para que no me adelante a nada.

—Así no te ves muy mayor.

Rápidamente doblo su brazo y logró voltearnos. Apreso su mano entre las mías y la pared.

—¿Decías? —digo.

Desde esta posición puedo sentir el olor de mi jabón desprendiéndose de él, y vaya, realmente me encanta.

—¿Me vas a besar?

Ni siquiera le contestó verbalmente. Mi boca asalta la suya en cuestión de segundos y libero su mano, que no tarda en situar an mi pecho. Mis manos terminan en él sin darme cuenta. La piel de sus caderas aún desprende el calor de la ducha.
Corto el beso cuando escucho la entrada principal abrirse seguida de las voces de mis padres.

—¿Quieres conocer a mis padres? —le pregunto cuándo nos separamos.

—¿No estamos yendo muy rápido? —cuestiona burlón mientras relame sus labios.

—No estamos saliendo. Ni siquiera somos gays —recuerdo planchando con mis palmas las arrugas de mi camisa.

—Está bien. Vamos —dice abriendo la puerta de la habitación.

Antes de que salga lo detengo y beso la comisura de sus labios. Luego le guiño un ojo.

—Procura causar una buena impresión —bromeo.

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