26 :: cita
Maratón (3/3)
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Llegó el momento de hacer el trabajo final con Fernando, y teníamos que vernos en persona si o si.
El ensayo podríamos hacerlo a distancia sin problema, pero para el video si debíamos juntarnos.
Creí que no volvería a estar en su casa, pero aquí estamos, sentados en la mesa del comedor, yo con mi Mac y él con su Ipad Pro, un escenario muy familiar, pero esta vez, podía sentir cierta tensión en el ambiente a nuestro alrededor.
Ni siquiera Pedri estaba en la casa, solo Fernando y yo. Mas incómodo no podía ser.
Juego con mis manos intentando concentrarme en la información del tema pero es imposible con esta hostilidad.
Fernando y yo no hemos intercambiado palabras mas allá del: "hola", "pasa", "vale, hagamos esto".
Reviso el mensaje que me acaba de llegar, es de Kimberly.
Últimamente me habla todos los días e insiste mucho en que salgamos juntas.
Le dije que cuando terminará mis exámenes con gusto salíamos, aunque lo que menos quería era salir con ella.
—Angie —bloqueo mi móvil al escuchar a Fernando llamarme.
—¿Si? —levanto mi mirada y alejo el aparato sobre la mesa.
—Yo, te quiero pedir perdón por como me he comportado estos meses, no quiero que dejemos de ser amigos —lo miro atenta, no esperaba que me pidiera disculpas.
—Nunca hemos dejado de ser amigos —afirmo.
—Mi actitud no fue la mejor al enterarme que salías con Gavi, perdón, de verdad
—Esta bien —le sonrío.
Así de sencillo es como Fernando y yo regresamos a como estábamos antes, creo.
Después de eso, comienzo sentirme menos incómoda y nos concretamos en terminar nuestro ensayo y en grabar el video que pidió el profesor.
☆
𝗚 𝗮 𝘃 𝗶
Hice una reservacion para esta noche en un restaurante que Ferran me recomendó.
Angie no ha respondido mis mensajes, normal, dijo que estaría haciendo un trabajo de la uni.
Me bajo en la floristería de siempre, me acomodo las gafas de sol, no uso gorra porque no quería despeinarme.
Cuando entro al local y veo a un chaval de mi edad detrás del mostrador, solo me pasa por la mente: "que no me reconozca, que no me reconozca."
Y como si lo hubiera dicho en voz alta, sucede lo que no quería.
En fin, acepto firmarle lo que me pide menos la foto.
—Martín Paez —lee el nombre con el que había apartado las flores y yo asiento.
Inmediatamente me entrega el ramo de peonias. Una cosa menos en la lista.
De ahí voy directo a su casa, al llegar saludo a sus papás que me reciben gozosos. El papá de Angie me pregunta por los siguientes partidos que se vienen, igual de emocionado que estamos nosotros por estar primeros en la tabla.
No hay nada mas lindo que sentirse querido en una familia que no es tuya pero igual te hacen parte de ellos.
Mi chica aparece en la sala, se ve que acaba de llegar también, y le entrego el ramo de flores con una sonrisa solo para ella.
Sus ojos resplandecen cuando me miran, y es que no es el color los que los hacen bellos, sino el brillo y transparencia que tienen al hablarme de ella.
—Me encantan, gracias —ella me da un beso corto, tímida porque sus papás estan cerca. —¿Por qué tan guapo? —pregunta y yo disfruto de su mirada en mí.
Me puse una camisa blanca con un saco negro, pantalones de vestir del mismo color y un reloj que elevaba el look.
Tenía que estar bien vestido para la ocasión.
—Tú y yo tenemos una cita hoy
—¿A dónde? —me da una de las sonrisas mas bonitas que he visto.
—Tú solo ponte guapa
—Vas a esperar a que este lista? —ella enarca una ceja y a mí solo me toca aceptar.
No me quejo y la espero en el sofá con Alex, quien me cuenta sus aventuras de niñero sin hacer pausas.
Me alegraba saber que el chico contra el que nos impactamos esté bien. El hecho de pensar en que pudo terminar mal me da escalofríos.
Yo también debía ser mas consiente a la hora de manejar, pero uno nunca conduce pensando en que puedes matar a alguien.
Admito que, de vez en cuando reviso el reloj en mi muñeca mientras muevo la pierna ansioso.
40 minutos después baja las escaleras, la voz de Alex pasa a segundo plano y la respiración se me corta.
Lo único que pasa por mi mente son las formas de quitarle el vestido y tenerla desnuda frente a mí.
El vestido blanco no era precioso, ella era preciosa.
Una dulce tentación.
El día del opening house fue una completa tortura para mí. Verla en ese vestido que resaltaba sus tetas sin poder tocarla como quería. Por eso necesitaba mantenerme lejos de ella, no estaba seguro de poder resistir y creo que no podre hacerlo por mas tiempo...
Aparte toda la fiesta me la pase controlando mis ganas de enseñar el puño a todos mis compañeros que posaban su mirada lasciva sobre ella, aunque sabían que era mi chica, con alcohol en la sangre era fácil ser descarado. Al final, nuestro lema era "mirar no le hace daño a nadie" pero que equivocado estaba.
Al llegar al restaurante, la recepcionista nos guía al salón privado donde comeríamos.
El entorno es muy elegante con pinturas del siglo XVI que jamás entenderé.
—No te gusta? —pregunto atento a su respuesta.
Desde que llegamos la noto incómoda.
—No es eso —niega rapido. —Es solo que, esto es demasiado, no estoy acostumbrada a tanto lujo
Incluso yo he estado pocas veces en un restaurante así de lujoso pero quería traer a Angie al mejor lugar.
—Quiero darte lo mejor, siempre —esta sentada frente a mí y le esbozo una pequeña sonrisa.
—Para mí lo mejor es donde sea que estemos juntos, una cita comiendo helado es suficiente, podemos volver a ir al parque de la Ciudadela un día de estos
—No —la interrumpo sin querer pero ya había abierto la boca así que tenía que continuar. —No volveremos ahí —hablo al recordar al empleado coqueteándole. Que imbécil.
—Pero tú dijiste que tenían los mejores helados —me observa con cierto desconcierto.
—Eso era mentira, no volveremos a ir ahí por helados jamás
Una empleada se acerca cordial y nos entrega el menú, a la vez que nos sugiere de tomar un champán que no sé pronunciar, yo solo acepto la recomendación.
—No vienen los precios —Angie mira el menú igual que yo.
—Si, es mejor así —ella entrecierra sus ojos en mi dirección.
—Puedo hacerme una idea de cuantos ceros tiene cada platillo y me rehuso a que pagues mi comida
—Yo te invite, yo pago
—No esta vez
Yo no contradigo mas, de todos modos ya estaba pagado nuestro consumo.
No nos decidiamos que ordenar y después de las recomendaciones de la mesera pedimos la especialidad del restaurante.
Ahora si, la contemplo a mi gusto, su suave piel, sus mejillas con un rubor casi invisible, esos labios rosados que me vuelven loco y su cabello rubio a los lados cayendo por su pecho. Mi vista se podía quedar ahí por horas.
—Que suerte la mía —suelto.
—¿Por qué? —pregunta totalmente inocente e inadvertida.
—Por haber chocado contigo, aquel día en esa cafetería, desde ese momento me flechaste el corazón
Ella no dice nada, solo se sonroja y desvía la mirada mordiendo su lindo labio.
—Esos ojos que tienes son unos ladrones, el izquierdo roba vidas y el derecho corazones
—Deja de ser tan cursi —dice toda roja, con las mejillas así de coloradas se ve aún mas hermosa.
—Tú me haces ser cursi
Ni yo se en que momento me volví tan cursi, pero con ella me nace ser así y no me arrepiento de sentir tanto.
La comida llega y nos sirven pulpo al horno y un estofado de short rib con una ensalada muy pija, no daban ganas de comerla de lo bonita que estaba decorada.
—Quería preguntarte... si quieres acompañarme a Sevilla a celebrar mi cumpleaños con mi familia? —hago la pregunta que quería al fin.
Mientras corto la carne espero su respuesta.
—¿Cuándo va a ser tu cumpleaños?
—No sabes el cumpleaños de tu novio? —alzo una ceja. Increíble.
—Si no me lo dices, ¿cómo voy a saber?
—Agosto 5 —contesto y ella asiente.
—Me encantaría celebrar contigo en Sevilla
Angie no me deja besarla, aunque nadie este viendonos y eso me jodia.
Por alguna razón, estaba inseguro sobre si aceptaría o no, pero su respuesta me hace la noche.
Pasamos la cena de manera amena, ella hace el ambiente cálido y acogedor.
—Para la próxima yo elijo el lugar y pago la cuenta —dice y yo asiento a todo lo que diga.
Con ella cualquier lugar es especial.
Al salir del restaurante, la noche nos recibe, conduzco hacia mi casa, no quiero separarme de ella aún.
Al llegar, Mark entra primero y revisa el interior.
—Quédate —le pido tomándola de la mano.
Ella me mira dudosa, saca su móvil y teclea algo. Un minuto después accede a mi petición.
Cuando mi guardaespaldas termina su trabajo, se retira y nos quedamos solos en el pasillo.
Es ahí cuando devoro sus labios libremente (aunque debía controlarme), llevo mis manos a sus caderas y me permito bajar hasta su culo.
Las ganas que tengo son inmensas, pero también respeto sus límites.
Rompo con el beso pero no quito mis manos de su culo.
Puedo jurar que su mirada es igual de intensa que la mía, el verde de sus ojos se oscurece y me seducen aún más.
—¿Por qué paras?
No me da tiempo de procesar nada, ya que ella choca nuestras bocas con ansias. El sabor de sus labios es mi idea de lujo.
La acorralo contra la pared, la toco por encima de su vestido, acaricio sus tetas a mi antojo. Dios, la manera en que encajan a la perfección con la palma de mi mano es el puto paraíso.
Como desearía que no hubiera una tela de por medio.
Sin darme cuenta ya estamos en mi habitación, tengo que detenerme.
Ahora.
Ya.
—No quiero que pares —Angie me jala para que no me aleje de ella pero yo tengo mas fuerza y control.
—Si no me detengo ahora, no podre hacerlo después —hablo en un tono tan grave que hasta yo me sorprendo.
—Quiero que me toques —miro su rostro y sus ojos ya estaban mirándome.
Suena segura pero no quiero que se sienta presionada.
—¿Estás segura que quieres eso?
—Hazme tuya, Pablo, aquí y ahora
La tengo frente a mí, con ese vestido que marca sus curvas y que me he imaginado mil escenarios donde se lo quito, los labios hinchados, el pelo desordenado, y pidiéndome que la haga mía.
Todo lo que siempre he deseado.
Mi fantasía mas personal.
No necesita decir mas para empezar a hacerle cosas que nunca le han hecho.
Esta noche va a tocar el cielo.
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