06 :: playita & fiesta
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Ayer Diana, una amiga del bachillerato nos invitó a Bal y a mí a reunirnos en la playa junto a otros amigos.
Siempre solíamos comer las tres juntas en el receso, y ahora no la hemos visto desde la graduación. Es muy sociable y divertida.
Bal amaba las fiestas y yo hace tiempo que no salía a ningún lugar así que aceptamos enseguida.
Aunque ella dijo que no era una fiesta, sino algo tranquilo para charlar y beber un rato entre amigos.
Cuando llegamos a la playa y veo al grupo de personas, claramente no tenía pinta de ser algo tranquilo, la música está a tope y varios ya andan cayéndose de borrachos.
—¡Angie! ¡Bal! —Diana corre hasta nosotras y nos abraza entusiasmada. —Las extrañe demasiado
La saludamos con la misma energía y nos abre paso para sentarnos sobre unas toallas que tenían en la arena.
Nos presenta a sus amigos que también iban en el bachillerato pero en diferentes grupos y si recordaba a algunos de vista.
—¡Daniel! —lo saluda Bal muy animada y platican de cuánto tiempo llevaban sin verse.
Entre ellos estaba Daniel, él iba en nuestra misma clase y fue un amigo cercano a nosotras. Pero las cosas se pusieron un poco incómodas cuando en un San Valentín se me declaró y yo lo rechacé.
¿Por qué siempre le gustaba a los chicos que a mí no me interesaban y los chicos que si me gustaban, ellos ni me volteaban a ver?
Nunca entenderé ese paradigma.
En fin, además de que a mí no me gustaba Daniel para nada, sabíamos de antemano que estaba metido en cosas no tan ilícitas. Fumaba, consumía drogas y no sé que mas, hasta llegó a drogarse ahí mismo en la escuela. Era todo lo que no me gustaba en un chico.
Él siempre conseguía el alcohol cuando nos juntábamos y por eso Bal le apreciaba mucho.
Y aunque ya pasó un tiempo no creo que haya cambiado mucho, pero ya no me sentía incómoda con él porque no era como que lo veía a diario.
Estuvimos charlando, Diana nos cuenta que no logró entrar a la universidad de Barcelona y lo volvería a intentar para el próximo año, era su sueño estudiar medicina en esa escuela. Le damos muchos ánimos aunque no se ve desanimada, creo que es gracias al alcohol.
Un chico propone jugar verdad o reto, mientras jugamos me tomo la única lata de cerveza de la noche. No soy muy amante al alcohol.
Cuando me toca a mí, me concreto en decir verdad. No quería que me tocará uno de esos retos locos como el que le tocó a Bal de comer arena, lamberle el pie a alguien o tomarse un shot asqueroso.
Cuando nos aburrimos de jugar, mis amigas se levantan y van a revisar las hieleras porque al parecer ya se había acabado el alcohol.
—Te mandé solicitud en Instagram, pero no me has aceptado —Daniel se sienta en el espacio a mi lado, que justo acababa de quedar vacío.
—Lo siento, casi no me meto —mentira tampoco no era, pero si que había visto su solicitud.
—Ah, pues pasame tu número para estar en contacto —me sonríe.
Accedo a dárselo, de todas maneras yo tenía la opción de elegir si le contestaba o no. Podía no hacerlo nunca.
A este punto, Bal apenas puede caminar y Diana, bueno, a diferencia de la primera aún se puede decir que ella esta en sus sentidos. Básicamente yo soy la única sobria.
Decidimos que ya es hora de irnos, Bal esta muy borracha. Nótese su cero autocontrol.
Diana se quiso venir con nosotras, nos despedimos de los que quedaban y comenzamos a alejarnos de la playa.
Mis dos amigas tienen hambre, por lo que decidimos parar en la primer tienda de conveniencia que viéramos para comprar una sopa instantánea y después ir a la casa de Valeria.
Mientras caminamos checo la hora en mi móvil.
12 de la madrugada.
Solo pensaba en las ojeras que tendría mañana.
—Llama a Alex —Bal se me acerca y pasa su brazo por mis hombros apoyándose por completo. —Para que venga por nosotras
—No son horas para llamar a mi hermano, además quedamos en pedir un uber e ir a tu casa —le recuerdo.
Ella levanta su cabeza y me mira como niña pequeña regañada y de un momento a otro sale corriendo. Diana y yo tardamos unos segundos en reacccionar e ir tras ella.
Corremos unas 2 calles gritando su nombre, en una Diana se cae y tengo que regresarme por ella. Hasta que a la borracha se le ocurre detenerse frente a lo que parece ser una discoteca.
Me llama la atención que no hay nadie haciendo cola para entrar, parecía ser un lugar muy exclusivo.
—¡Estas loca! —le grita Diana mientras se limpia como puede el pantalón blanco que se le manchó de atrás.
Bal nos ignora y se acerca a la entrada con intenciones de pasar pero el guardia la detiene.
—¡¿Qué no sabes quien soy?! —espeta y yo ruego porque no llamen a la policia.
—Valeria, vámonos —intento alejarla de ahí pero ella insistía en no moverse.
Otro guardia aparece dando zancadas firmes hacia nosotras.
—Dejenlas pasar —volteo hacia la voz masculina.
Un chico rubio de unos 20 años acababa de bajarse de un coche negro, nos sonríe y entra a la discoteca.
—¡Gracias bebé! —exclama Valeria y sigue al chico de prisa.
Yo no quería entrar pero cuando menos lo pensé las dos ya estaban dentro y no podía dejarlas.
Los guardias se hacen a un lado, dejándome pasar y me apresuro para alcanzar a mis amigas y no perderlas de vista.
No puedo creer que mi primera vez en una discoteca sea de esta manera.
Al entrar, el olor a cigarros y no sé que otras sustancias inunda mis fosas nasales, de inmediato frunzo la nariz.
Lo primero que percibo es el lujo y la exclusividad que este sitio gritaba por todos lados.
Inconsientemente, me doy un repaso rápido y evidentemente no estaba vestida para estar en un lugar como este.
Traigo un top negro, shorts blancos y una camisa blanca de botones abierta por encima junto a mi tote bag.
Mis amigas ni se diga. Ibamos con outfits muy playeros.
Voy siguiendo a Diana a lo lejos, recorro el lugar hasta subir por unas escaleras en forma de caracol.
¿A dónde diablos iban? Toda la gente estaba abajo. No entendía.
Mi respuesta llega cuando entro a una sala privada donde hay 4 chicos junto al chico de la entrada que nos dejó pasar, 2 bartenders y 2 guardias de seguridad, además de mis 2 amigas sentadas en un sofá de terciopelo como si estuvieran en la sala de su casa.
—¿Qué hacen? —cuestiono sentándome a su lado.
—A seguir la fiesta —Bal se levanta y se acomoda en el sofá de enfrente, al lado del chico que nos había dejado pasar.
—La fiesta apenas comienza —el rubio pasa su brazo por los hombros de mi amiga.
—¿De dónde las sacaste? —rié un chico a su lado.
—Querían algo exótico, no? —responde con una sonrisa ladina y sus amigos explotan de risa.
Yo veo la escena seria, quería largarme de ahí pero no sé si era por el alcohol o qué pero mis amigas se veían de lo mas cómodas, todo lo contrario a mí.
Un bartender se acerca y nos ofrece unos shots de color azul. Todos lo aceptan menos yo.
—Después de uno de estos comenzarás a divertirte —el chico rubio me guiña el ojo antes de beberse el shot de una.
—Gracias por dejarnos entrar —Diana lo toma por mí y me lo da mientras le sonríe al chico. —¿Cómo te llamas?
—Me llamo Álvaro
—Mucho gusto Álvaro, yo soy Diana, esa de ahí es Valeria y ella Angie
—¡Álvaro el puto amo! —grita Bal y todos ríen mientras que él pide que lo siga idolatrando.
Evito rodar los ojos y salgo de la sala.
Al llegar al baño, me doy cuenta que me había traído el trago, vacío el líquido en el lavabo, ni de coña me iba a tomar eso.
𝗚 𝗮 𝘃 𝗶
Estaba en uno de los clubs de siempre con los chicos.
Era divertido ver como las chicas hacían de todo para llamar mi atención.
Siempre era lo mismo de siempre, estaba comenzando a aburrirme y pensé en irme hasta que la vi pasar.
Una sonrisa traviesa se dibuja en mi rostro al verla en sandalias y shorts aquí.
Su cabello estaba todo alborotado. Parecía una escoba. Admito que, una escoba linda. Una muy linda, sin duda.
Mi vista la sigue hasta ya no poder observarla mas porque sube a la parte de arriba.
—¿Qué miras? —Ansu a mi lado me toca el hombro.
—¿Quién va a ser la elegida de esta noche? —le sigue Eric sonriendo. —Te estás tardando
—Nadie —me limito a responder.
—Esa sonrisa te delata —habla Balde y me pongo serio de inmediato. —¿Quién es? —todos buscan con la vista a alguien entre la gente y yo niego con la cabeza.
—Estan insoportables —me pongo de pie.
—¡Ve por ella campeón! —grita Ansu a mis espaldas y me volteé solo para sacarle el dedo de en medio.
Salgo del reservado, como de costumbre una chica se me acerca pero la ignoro y recorro el lugar hasta llegar a las escaleras.
Acá arriba sólo había salas privadas, nos ofrecieron una pero así no hay diversión.
Sin planearlo, termino chocando con la persona que mis ojos buscaban.
Esta vez la escaneo rápido e inevitablemente ya tenía una sonrisa en el rostro cuando nuestras miradas se cruzan.
—¿Qué haces aquí?
—¿Disculpa? —ella frunce el ceño.
—No tienes los contactos para entrar aquí —digo obvio.
—¿Y tú quién eres para venir a hablarme cómo si me conocieras? —se cruza de brazos y sin querer mi vista baja un momento a sus tetas.
—¿Acaso me estás siguiendo? —me estaba gustando esto de molestarla.
—No sé cuantas veces voy a repetirtelo, el mundo no gira alrededor de ti, con permiso —se va chocando levemente su hombro contra el mío.
No sé porque pero mi sonrisa aumenta y me giro para verla entrar a una sala.
𝗔 𝗻 𝗴 𝗶 𝗲
Regreso a la sala después de ese desafortunado encuentro con Gavi.
El escenario es diferente, sobre las mesas hay varias pastillas de diversos tamaños y colores, y los chicos están formando líneas con un polvo que podía imaginar que es.
—Oye, ya vámonos, no? —toco el hombro de Diana llamando su atención.
—La verdad es que siempre he querido probar esto —señala las sustancias sobre la mesa de cristal.
—Es joda, no? —estoy en un estado de perplejidad absoluta cuando no lo niega sino que se acerca más a dónde estaban esos chicos.
Si Diana se drogaba y perdía el último sentido que le quedaba, cómo me iba a ir con ellas dos inconsientes?
No puedo creer que hasta el bartender este drogandose, era el turno de Diana y no quería ver eso.
Me volteo encontrándome una escena grotesca, el tal Álvaro esta sobre Bal comiendole la garganta entera. Pero mi amiga no es consciente de lo que pasa, no esta en condiciones de disfrutarlo ni mucho menos de aceptar.
—¡Déjala! —intento quitarle al chico de encima.
No podía moverlo ni un centímetro pero sigo insistiendo como puedo. Él se gira y me da una bofetada tan fuerte que caigo de espaldas sobre el azulejo del piso.
Llevo mi mano a mi mejilla adolorida, pero me pongo de pie rápidamente con la intención de buscar ayuda y antes de salir escucho su voz segura.
—Nadie te va ayudar
En este piso no encuentro a nadie más, bajo rápido las escaleras pero él tenía razón nadie me ayudaba, sólo me veían como una lunática. Ni siquiera los trabajadores del lugar me hacen caso.
A lo lejos veo a Gavi con unos chicos y no dudo en acercarme. Es el único que podía ayudarme.
—¡Gavi! ¡Gavi! —le grito acercándome todo lo que puedo.
Esa área estaba rodeada por vallas de seguridad.
Él me ve enseguida y le hace señas al guardia para que me deje pasar.
—Sabía que esto iba a pasar, pero no pensé que gritarias mi nombre tan pronto —dice con una enorme sonrisa viendo a sus amigos.
—Gavi, ayúdame por favor
Entre sus amigos que me miran entre divertidos y confundidos reconozco a Pedri.
—Tanto quieres estar conmigo? —voltea a verme y esa sonrisa burlesca desaparece al ver mi expresión desesperada.
—Por favor, ven —lo jalo del brazo y lo obligo a seguirme.
Al entrar a la sala, no hace falta que hable, Gavi se da cuenta de la situación.
—Sueltala —espeta y separa al imbécil lejos de mi amiga lanzandolo al piso.
—No te metas —escupe el rubio. —¿Quién eres?
—Bal —le doy leves palmadas en el rostro para que reaccione y le acomodo la ropa.
Todos los demás estaban en su mundo drogados en los sillones y el bartender tirado en el suelo.
Bal parece reaccionar, abre los ojos pero sólo balbucea cosas sin sentido.
Pedri aparece a mi lado y se ofrece a cargar a mi amiga. Lo cual agradezco.
El tipo en el suelo apenas y puede levantarse, pero cuando lo hace se acerca a Gavi con la intención de golpearlo pero el futbolista le da un puñetazo que lo regresa al suelo, es ahí cuando los dos guardias intervienen.
—Es mejor irnos —jalo a Gavi del brazo pero él no se mueve de su lugar.
—Denle una paliza —ordena el chico en el suelo limpiandose la sangre de la boca.
Los guardias dan pasos firmes hacia nosotros y siento miedo porque sus expresiones gritan "voy a matarte", inadvertidamente me situo detrás de Gavi.
—Ey, ey, tranquilos —dos chicos altos entran a la sala y se colocan delante de Gavi deteniendo a los guardias. —No queremos problemas
—Demasiado tarde —se pone de pie el rubio con ayuda de un guardia. —Se nota que no saben quien soy
—Ni tú quienes somos nosotros
El rubio estalla en risas y vuelve a escupir sangre.
El guardia que lo ayudó a levantarse le susurra algo al oído.
—Ah, ya —asiente dando unos pasos hacia nosotros. —Los futbolistas hoy en día se creen intocables
—¿Qué tal si nos vamos y olvidamos todo? —sugiere de lo mas pacífico un amigo de Gavi.
—Este golpe no va a desaparecer mañana —señala el puñetazo que le dió Gavi.
—Si, este tampoco —Gavi me jala a su lado y señala mi mejilla. —Ya estamos a mano
No quiero imaginar como se ve mi mejilla en estos momentos.
Gavi me sujeta con cuidado del brazo para salir de ahí junto a sus amigos y recuerdo que falta Diana.
La busco con la mirada y esta tirada contra la pared, con las rodillas pegadas al pecho y la cabeza entre sus piernas.
—Diana, levántate, ya nos vamos —la sacudo y ella se sobresalta de golpe.
Al final, se apoya en mi para poder ponerse de pie y vamos a la salida.
—Lo dejaré pasar esta vez, pero si nos volvemos a ver me van a conocer —habla el chico a nuestras espaldas.
Salimos de la discoteca, yo me aparto un poco de Gavi y sus amigos que están murmurando entre ellos.
Pedri se ofrece a llevarnos, oferta a la que no me niego, no iba a poder cargar yo sola a estas dos.
Nos subimos a una camioneta negra, yo y mis amigas en la parte de atrás. Pedri conduce y Gavi va de copiloto.
Pedri me pide la dirección y se la mando al whatsapp que me indicó.
Debes en cuando Bal se rié de la nada pero fuera de eso todo es silencio de camino.
Yo solo voy pensando en lo ocurrido, sentía vergüenza que Gavi haya tenido que presenciar eso y ayudarme. Por otra parte, me alegraba que pudó ayudarnos. No quería imaginar lo que pudó haber pasado si no hubiera estado ahí.
Pero... ¿Tantas personas y de quien iba recibir ayuda era Gavi? Ahora sentía que le debía algo.
—¿Quién era ese? —pregunta Pedri mientras va concentrado en la carretera.
—No sé, lo acabábamos de conocer —respondo aún asimilando lo que acababa de pasar.
—Entonces, ¿se van con el primer desconocido que les habla? —cuestiona Gavi en un tono que no supe descifrar.
No respondo y no vuelven a hacer más preguntas.
Cuando llegamos a la casa de Valeria, parece que a Diana ya se le bajó el efecto.
—Te ayudo —Gavi se baja del coche y abre mi puerta.
—No es necesario —me niego, ya había hecho mucho.
Le aviso a Diana que ya llegamos y ella reacciona como puede. Abre su puerta y yo doy vuelta al coche para bajar a Bal entre las dos.
Caminamos hacia la entrada y dejo que Diana se lleve sola a Bal lo que queda de camino.
Regreso sólo para agradecerle a los dos chicos y sin esperar a que digan algo más entro a la casa de mi amiga.
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